31 de octubre de 2007

¡Extra, extra! ¡Manlio Argueta escribe a su casa en Vaio verde! ¡Extra!

Pues si, Manlio llegó ayer a LA y necesitaba internet. Y hay imternet; lo que no trajo fue compu. Así que, como buen discípulo, le presté mi Vaio, que por cierto:
1. Es verde.
2. Nunca había aparecido fotografiada aquí.

Allí tienen, pues.
El día estuvo tranquilo. Fuimos a conocer la Librería Azteca, donde será la feria del libro, a hablar con la dueña, y los "no escritores" a negociar términos para futuras importaciones de libros, condiciones de venta y qué sé yo.
Toda la familia estaba pintando obsesivamente todo lo que hubiera dentro y fuera de la librería; hoy es allí la conferencia de prensa, con Telemundo y Univisión presentes, y hay que estar guapos.

* * *

Estar en el barrio coreano es casi estar en Corea. Todo está escrito en coreano, la gente habla en coreano y lo mira a uno con ojos de coreano y como no coreano. Desde luego que quienes limpian el hotel en el que estamos --dos chavas muy amables-- son de Guatemala y El Salvador, esta última concretamente de Morazán. Igual los que recogen la basura y atienden en el McDonalds de al lado.
Allí, en el McD, pasa algo interesante: las mesas de afuera son territorio en disputa entre coreanos viejos y salvadoreños y guatemaltecos.
Desde las 5 de la mañana, cuando abren, las sillas y mesas externas del McD empiezan a llenarse de gente. Del lado más cercano a la calle se sientan coreanos viejos, especialmente los que fuman, y empiezan a platicar a voces. Ayer se me ocurrió ponerme a escribir alli, en ese lado, y tuve al montón de viejitos rodeándome no con hostilidad directa, sino moviéndose a mi alrededor, sentándose en la silla de enfrente de mi propia mesa y dándome la espalda, no sé. Yo estaba tan clavado en lo mío que no me importó, pero vi un par de miradas de triunfo cuando me retiré.
En las mesas más cercanas al edificio del McD se ponen los "latinos", o al menos de las nacionalidades que ya dije. No sé de qué hablan los coreanos, pero debe ser de algo muy parecido: de cuándo llegaron a EU, de la hermana que quiere regresarse a su país, de los hijos que nacieron "aquí", de los que nacieron "allá", de dónde comprar una buena alarma... Eso sí, por las tardes los coreanos tienen primacía: hacen torneos de un juego suyo que parece Go, pero con fichas de diferentes tamaños. Los latinos quedan reducidos a un par de mesas, o a estar de pie.
En el hotel donde estoy los coreanos y los latinos tienen sus papeles claros, y no hay disputa: unos atienden a los clientes, administran o son los dueños; los otros limpian. Y así en el resto del barrio.
Por cierto, nunca creí que un switch para encender la luz pudiera tener tanto misterio para mí o necesitar de un manual, y menos aún en coreano:


Y, desde luego, lo que está frente a nuestro hotel, y que a mí me hace pasar horas sentado y leyendo esa única palabra, embobado:

Sí, ya fui y compré algunas cosas para llevar a casa, especialmente de comer. ¿Será porque Ralphs --¡loado sea su nombre!-- sólo tiene cosas de comer? Igual venden celulares, y cigarros a $5.75 la cajetilla. (En el aeropuerto compré tres paquetes de Lucky Strike por $36, o sea a $1.20 la cajetilla. Qué terrible...)

30 de octubre de 2007

Vale por una pupusa

Venir precisamente de Los Planes de Renderos --capital mundial de las pupusas, y hay que aclarar que de las de maíz-- para caer en una pupusería... Y además con unas pupusas impresionantes. Grandes, bien hechas, buenos materiales, o eso me dijeron; hace mucho que prefiero no comerlas, por piedad a mi sistema digestivo.

El dueño de la pupusería es Carlos E. Rodríguez (a la derecha, con un pan con gallina pasando entre sus fauces), economista por la UCA, como todos habrán intuido. Anoche nos invitó a cenar y tomé un buen trío de vasos de refresco de ensalada, además de mi respectivo pan con gallina; las pupusas fueron para Gustavo Herodier, presidente de la Fundación María Escalón de Núñez, quien aparece a la izquierda.
La plática trató de todo un poco. Por ejemplo, de cómo la mara 18 es la que controla el territorio donde está su pupusería, pero que se trata de un estilo diferente a las maras en El Salvador, más "a la mexicana", como su dijéramos: la pandilla del barrio que cuida su territorio, no parasita en él. Carlos tiene unos vales de pupusas que obsequia a los mareros y allí los tiene comiendo --y pagando las que no son estrictamente de cortesía-- y disfrutando de pupusas y guanaquerías diversas. Y no le llenan de grafittis la pared del restaurante, que ya es ganancia.

Nótese en el vale de obsequio que, además de los sabores tradicionales de pupusas, hay de camarón, zanahoria, calabaza y espinaca. No frunza la cara, por favor: así se crea la culinaria.

En la foto, Gustavo, Carlos, yo y Mauricio Ruano, ex cónsul en Los Ángeles y actualmente funcionario de la US AID, que es a quien le tocó organizar en lo de la feria del libro. Ojo: la feria se organiza, aunque haya esfuerzos personales de los que hablaré, como parte de un programa de fomento a las exportaciones de la AID. Ahora andamos en lo de la promoción de libros.


Y la compañera que nos tomó la foto, tratando de no salir en esta otra. Es de San Vicente. Parte de la plática de la noche tuvo a ratos temas tan profundos como la especulación respecto de la veracidad de aquella leyenda que dice que, si un camión atraviesa cierto río vicentino, llega al otro lado convertido en camioneta. Carlos, desde luego, también es de San Vicente.

29 de octubre de 2007

LA desde mi ventana




Excelente clima --unos soleados 25-26 grados centígrados--, un buen hotel ¡¿coreano?! donde comimos cosas deliciosas que no tenemos ideas qué rayos son, excepto una especie de tortilla española, pero coreana, y unas costillas de cerdo condimentadas de modo bien especial. Yo me eché una sopa de... híjole... no sé muy bien de qué. Maravillosa.
"Nosotros" somos Gustavo Herodier y yo, que estamos acá para una feria del libro salvadoreño. Mañana llega Manlio Argueta.
Ahora me voy al McDonald's de la foto de abajo a comerme un helado de ésos que mezclan con galletas o M&Ms o qué sé yo, y de paso a fumarme un cigarro, porque todo el hotel --como casi todo Los Ángeles, excepto la calle-- es de no fumar.

Columna y poco más

Hoy no tengo mucho que decir. Más bien sí, pero también tengo muchas cosas que hacer. De algunas de ellas quizá comience a platicar mañana, que sin duda será otro día.
Mi columna de esta semana en Centroamérica 21 es parte de un rollo que preparé para un taller de periodismo que armé el año pasado, y quizá siga hablando del tema al menos la semana que sigue.
En este caso, la pregunta es: ¿se puede ser imparcial y objetivo? Durante muchos años pensé que no, y lo escribí en algunas ocasiones. Ahora pienso que se puede hasta un buen grado, y que dependerá de la cantidad y calidad de información con la que se cuente y de qué tanto pueda desligarse el periodista emocionalmente de lo que trate.
El tema, como siempre, tiene que ver con la ética, pero hasta eso es relativísimo; en México hay un dicho en el medio periodístico, acuñado por cierto por el periodista salvadoreño René Arteaga, que dice: "Dinero que no te corrompa, tómalo." No sé si lo habrá dicho como broma, pero muchos se lo toman en serio, y en serio que tienen conciencias limpias junto con carros incomprables con sus sueldos, que nunca son lo suficientemente altos. Pero ése es otro tema, demasiado denso para la hora y para la ocasión.
La columna de esta semana puede encontrarse en este link.

Objetividad e imparcialidad
Rafael Menjívar Ochoa

El periodismo es una serie de técnicas bien específicas y delimitadas que tienen como objetivo la transmisión de información de la manera más directa y “limpia” posible a un eventual lector, televidente o radioescucha. Nada más, nada menos.
Hay dos palabras clave para esta transmisión de información: objetividad e imparcialidad. A lo largo de años han estado sujetas a interpretaciones, manipulaciones y malos entendidos, y han perdido su valor esencial, que es el valor esencial del oficio. Ambos términos son de fácil definición y asimilación.
“Objetividad” significa que la información –y en algún momento su interpretación– debe estar basada en “objetos”. Los “objetos” en este caso serían los hechos, las palabras, sus consecuencias, las personas a las que afecta y el modo en que las afecta, entre otros –y muy pocos– factores.
Mientras mayor sea la cantidad de “objetos” referidos a un hecho que maneje un periodista –digamos un reportero–, más posibilidades habrá de que logre transmitir un mejor y más amplio panorama con respecto a un suceso. Siempre habrá diferentes versiones, ángulos e interpretaciones de los hechos, y el papel del periodista no será escoger los que le parezcan más adecuados, sino presentarlos de manera que el receptor tenga ante sí un buen espectro de posibilidades. El reporte de hechos será priorizado de modo que se refleje cómo ocurrieron, o cómo indica la evidencia que ocurrieron.
Un aspecto fundamental es que la información no es generada por los periodistas: ésta siempre preexiste. El periodista se encuentra ante hechos consumados o en proceso de consumación; en ciertos casos, busca la información, la procesa y la transmite, pero no forma parte de ella. No la crea: la encuentra y la reporta.
Aquí tiene sentido el segundo término: la imparcialidad. El periodista no es parte de lo que transmite en el sentido –si se quiere– judicial: no tiene interés personal en los hechos que va a reportar, y éstos, de manera ideal, no lo influyen emocionalmente. La aseveración es válida incluso en los casos en los que el periodista se ve involucrado en lo que reporta; las técnicas que se aprenden –o deberían aprenderse– en las escuelas y salas de redacción tienen como fin lograr un distanciamiento que permita, en todo caso, ser fiel a los hechos.
Si se sigue la analogía judicial, un periodista no es juez, parte, jurado, abogado ni acusador, y menos aún guardián: es un testigo. Para que sea un testigo fiel, cuenta no sólo con técnicas para las que son necesarias tantos años de estudio, sino también con herramientas como el cuaderno y la grabadora, pasando por la cámara fotográfica, de video y los materiales documentales, bases de datos, etcétera. Estas herramientas no sirven para convencer a los receptores de que la información es verídica –son fácilmente manipulables–, sino que el reporte sea lo más preciso que se pueda. Presentar los materiales al receptor es un valor agregado.
El testigo–periodista no necesariamente ha presenciado los hechos, aunque sería ideal, y tiene que recurrir a otros testigos o personas capaces de explicarlos. Algo que no debe olvidarse es que los hechos generalmente tienen voz propia: son lo que son, o lo que han sido. Mientras mayor sea la cantidad de testigos directos, en rigor se llegará más cerca de las causas y del hecho en sí; pero también, mientras más interpretaciones se busque, mayor será la posibilidad de alejarse del hecho puro y convertirlo en algo diferente.
Y se vuelve al principio: el periodismo no es más que una serie de técnicas que sirven para que la transmisión de información a un eventual receptor. A veces las teorías acerca de la comunicación que se enseñan en las escuelas, si no están bien asumidas, pueden hacer que el periodista pierda el horizonte y le otorgue a su oficio características que no tiene, o no debería tener.
La tentación de creer que el periodismo sirve para influir en la realidad, que es un arma de presión contra el poder –o contra la oposición, si es el caso–, que el papel social del periodista es ser la “conciencia moral”, o el adjetivo que se desee, sólo lleva a un periodismo deficiente.
La información bien manejada –objetiva, imparcial– tiene el suficiente poder para cumplir con ésos y otros papeles. Lo único que debe y puede hacer un periodista para que su labor sea influyente es seguir ciertas técnicas, muchas de ellas básicas, y escribir bien. Lo demás llega por su cuenta.

27 de octubre de 2007

Querido Diario (II)...

Apenas ayer me di cuenta de que mucho de lo que es la izquierada "reactiva" actual tiene mucho que ver con una canción ya bastante vieja y sensata y además de buen ritmo, de Stevie Wonder, "Superstition". Chéquense la letra:
Very superstitious, writing's on the wall,
Very superstitious, ladders bout' to fall,
Thirteen month old baby, broke the lookin' glass
Seven years of bad luck, the good things in your past.

When you believe in things that you don't understand,
Then you suffer,
Superstition ain't the way
Pues sí. Por eso me cae mal lo de seguir consignas y ponerles velitas a personas a las que no conozco --y también a las que conozco, por respeto o por desprecio--; esto último se aplica a los nombres de las calles, muchos monumentos construidos o por construir y en general las iconografias en las que sólo cambia el tamaño de las estampitas: pueden caber en una cartera o llenar una pared completa.
Tenemos una izquierda que olvidó sus fundamentos marxistas (posición de clase, búsqueda de las causas primeras de las cosas, accionar en consecuencia), que sigue el leninismo al pie de la letra y no entiende su valor metodológico; que espera al siguiente --o al actual-- Fidel Castro o Hugo Chávez para decirle "¡Ordene, comandante!"; que "sigue el camino del Che", con todo y que es un camino absurdo desde el mismísimo principio, como puede verse aquí; una izquierda que no se construye todos los días, sino que se repite en una inercia llena de fe y poco sustento, y que ha llegado a ser una izquierda supersticiosa. ¡Martha Harnecker como amuleto y catecismo! (Eso si nos va bien.) Pero aún: ayuda en la construcción de una democracia y siente una paranoia feroz de ésta, con todo y que hay personas e instrumentos suyos que son parte integral del sistema: la PNC, muchos fiscales, algunos jueces. (Habría que clasificar a éstos por preferencias partidarias y cruzarlas con su efectividad. No sé qué daría la ecuación, y no sé si me gustaría saberlo.)
En la 25 avenida norte, cerca de donde fue la matanza de estudiantes el 30 de julio de 1975, hay
o había una pinta en letrotas:

¡Viva el 30 de julio!

¿Viva la matanza a sangre fría de más de 60 estudiantes a manos el ejército y la Guardia Nacional? ¡Por San Debray Arcángel, a quién se le ocurre! Eso es no tener claros los hechos, y menos aún su simbología. Podemos seguirnos, en plan de revival, con "¡Viva la matanza de El Mozote!" (o el Sumpul o Tres Calles o San Francisco Chinamequita; materia de apología hay suficiente), "¡Viva el asesinato del arzobispo Romero!", "¡Viva la masacre de los dirigentes del FDR!", y tendría su lógica: gracias a ello tenemos a quien evocar y a quiénes dedicarles nuestras patitas de conejo. (En Breve recuento el personaje narrador encuentra una paradoja: una pata de conejo es lo más lejano que puede haber a la buena suerte; la prueba es que se la quitaron, después de matarlo, a su dueño original, el conejo en cuestión. Siempre hay un conejo en cuestión.)
Más supersticiones: frenar un préstamo del BID para mejorar la Universidad de El Salvador porque BID es sinónimo de privatización. No hubo modo de convencer al actual rector electo y sus seguidores de que había candados por todas partes para que eso no fuera posible, y que el garante era el estado salvadoreño. O quizá no se dejaron convencer, y el objetivo era algo tan baladí como sabotear a la rectora Rodríguez y ser electos. Ahora sí resulta que habrá continuidad.
Me encantará ver la Plaza Libertad convertida en Plaza de la Revolución, llena de fotos de señores que forman parte de ese espíritu supersticioso, y gente a montones repitiendo consignas como se repiten letanías.
Uno de los invitados a formar parte de la iconografía sería Hugo Chávez, si aún sigue en el gobierno (¿se han dado cuenta de que hacen todo lo posible para quedar bien con él?; poderoso caballero es aquél que os conté), con Simón Bolívar en un importante aunque discreto segundo plano. Lo que sé es que cada vez que escucho aquello de "República Bolivariana" recuerdo el terror que Bolívar le tenía a "los pardos", o sea el pueblo, y sus constantes esfuerzos para que nadie de piel cafecita se acercara ya no al poder, sino al palacio de gobierno.
Cuando crees en cosas que no entiendes, allí está la superstición.
Ya lean un poco, ¿no? En serio que tampoco los dirigentes han leído mucho más, pero no tienen por qué seguirlos en eso también. La ignorancia no es contagiosa; nomás es una tentación que se contrarresta leyendo un poco, pensando, pensando y discutiendo. (Lección básica: insultar a los que no están de acuerdo con uno no es discutir. Es insultar. Siga leyendo, reflexionando e inténtelo de nuevo, que en algún momento le resultará.) Lo cierto es que los dirigentes son expresión de lo que las bases --reducidas, en nuestro caso, al papel de simples votantes-- les permiten que sean. O sea que usted tiene los dirigentes que se merece, y el gobierno que se merece, y el trabajo que se merece, y la superstición que se merece, si es el caso.
Ojalá Mauricio Funes, si gana en 2009, tenga algún margen de maniobra; me da la impresión de que donde aparece Sanchez Cerén todo se vuelve gris, polvoso y reduce su velocidad a un ritmo que da sueño. Ojalá que tenga la posibilidad de llegar a 2009 (Funes) con algo intacto, y no por lo que haga la derecha para desprestigiarlo, que hará mucho, sino por lo que hagan sus propios compañeros de ruta. (En realidad él es el compañero de ruta. Terrible término para referirse a un aliado al que al final se desechará sin remordimientos.)
Sé que cualquiera de fuera del FMLN que se ha metido con ellos de algún modo ha salido golpeado, roto o destruido; allí están Zamora, Silva, Dada y otros para hablar de eso, si la diplomacia se lo permitiera. Funes ha comprometido su excelente carrera periodística en un juego que, así como están las cosas, es de azar, y no con todas las posibilidades a favor, precisamente porque ha debido ajustar su discurso inclusivo al discurso... no, radical no es... esquemático de la dirigencia del FMLN, nomás que a él se le oye mejor, porque por algo es lo que es. Entonces ¿para qué ponerlo? Me da la impresión de que, sea cual sea el resultado de las elecciones de 2009, las posibilidades de quedar y de terminar mal son abrumadoras para Funes.
Y ya que los del CD y el FDR dejen de tratar de hacer una alianza en la que no van a pintar ni a despintar nada y que armen una propuesta propia, ¿no? Una de verdad. Se han tomado en serio eso del "centro", y eso equivale a no ser chicha ni limonada. Con toda esa gente inteligente que tienen... Que vivan por su cuenta. Que se tomen el trabajo de convencer, que eso sí ha hecho el FMLN --y ARENA, hay que decirlo--, así sea a través de la superstición.
En fin, que es sábado y uno debe decir ciertas cosas en ciertos sábados por la mañana.
Supersticiosos de todos los países del mundo, no jodáis.

26 de octubre de 2007

El Castillo de If

Hace unos días cometí una injusticia de la que quiero dejar constancia y pedir la disculpa necesaria.
Estábamos en Marsella --debo decir que andaba enfermito, aunque no me justifica-- y Thierry se puso a ver cómo hacerle para que fuéramos al Castillo de If, o al menos para que yo lo viera desde lejos. Esta última era la opción viable, porque estaban los horarios de salida de los barcos hacia el castillo que chocaban con nuestro horario de salida para... híjole... ya no me acuerdo para dónde salíamos ese día. Ya. Yo me iba a Lyon y él se quedaba un dia con unos parientes, y luego de regreso a Reims.
Habíamos estado hablando del asunto el día anterior. Me desperté un poco tarde, y él fue por la mañana a ver qué se podía hacer. Muy emocionado, llegó con el siguiente volante y me dijo: "Mira. El Castillo de If."

Señalé la parte de arriba del volante y le dije: "¿Éste es el Castillo de If?" "No --me dijo riéndose--. Ésa es Marsella." "Entonces no me interesa", le dije, con un tono más frívolo del que hubiera deseado. Le dije que El Castilo era una piedra en la que habían puesto una construcción demasiado pequeña, que "allí" no pudo haber estado el Conde de Montecristo, que "allí" no cabía un túnel decente, y sí apenas las celdas de Dantés y el abate, y qué sé yo. Me reclamó, con razón; le di las justificaciones que pude y traté de salir del tema sin resultar más desagradable de lo que ya había resultado.
La verdad es que tuve un choque muy fuerte con la imagen del castillo. En el montón de películas que he visto de El Conde de Montecristo (incluida una muy buena con Arturo de Córdova en el papel de Edmundo Dantés, así resulte increíble), en el libro mismo, el Castillo de If para mí siempre fue algo inmenso, oscuro, intrincado, siniestro, interminable: un símbolo del encierro, el lugar del que uno no puede escapar por más que lo intente --siempre hay un lugar así--, la imagen de la prisión que uno lleva dentro, y de la tristeza extrema, es decir la desesperanza. La escena clave es cuando lanzan el supuesto cadáver dal abate --es decir a Dantés-- desde lo alto de la muralla, y es siempre una caída interminable, y uno sabe que la libertad obtenida por ese precio es apenas un poco mejor que seguir encerrado. Apenas.
Cuando vi la foto, vi un castillo... cómo diré... humano. Eso: humano. Hecho por gente, construido por gente, administrado por gente --¡administrado!--, y ahora convertido en monumento nacional, como debe ser.
"¡Era sólo una cárcel!", dijo Thierry en algún momento, y tenía razón. Quizá debí ir para verlo, aun de lejos, y entender que sólo era una cárcel. Quizá no quise romper mi simbología personal. Quizá, nada más, tuve miedo.

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Nota 1. La palabra "if" del Castillo de If me remite siempre a su significado en inglés: "Si...", "si acaso..." Y eso lo vuelve más siniestro. No hay "si acaso..." en el Castillo de If. Disculpas, Thierry, de todas las maneras y en todos los casos.
Nota 2. Traigo un cruce de horarios espantoso. A las tres y pico de la mañana, cuando escribo esto, ya he dormido siete horas, que en rigor serían suficientes para ser feliz. Pero aún tengo sueño, y no sé si duerma más. Hay trabajo, en todo caso, y cualquiera de las dos posibilidades es buena.

23 de octubre de 2007

Si la envidia fuera tiña, Luz Negra y columna actual

Como ya conté alguna vez, hubo al menos dos, y casi tres, generaciones de... uh... escritores que hasta el último día de vida de Álvaro Menen Desleal sostuvieron que éste era plagiario de Borges en narrativa y de Samuel Beckett en teatro (concretamente se referían a su obra Luz negra). El primer día de su muerte todos se declararon sus amigos, alumnos y seguidores y por allí andan, sin embargo, susurrando las mismas estupideces que dijeron a lo largo de cuarenta años.
Con respecto a lo de Borges, el mismo Borges hizo la aclaración apenas unas semanas después de aparecido el libro que dio pie a la acusación, Cuentos breves y maravillosos, según consta en una nota que publiqué en algunas revistas. Puede encontrarse aquí. La aclaración, sin embargo, no se dio a conocer, o "el medio" no quiso conocerla, y fue más fácil utilizar la envidia para hacerle la vida difícil a uno de los escritores más brillantes, influyentes y queridos --por sus lectores y espectadores-- que ha tenido el país.
Con respecto a Luz negra, hoy La prensa gráfica informa que se está representando en Inglaterra por primera vez. La directora Sarah Norman señala:
Es insólito que no haya sido producida nunca antes en inglés porque es una obra de tanta calidad. Ha sido una lástima. [...] te garantizo que si hubiera sido escrita en Inglaterra en 1966 todavía se estuviera produciendo.
Me da la impresión de que, si Luz negra fuera el plagio de Beckett que algunos han dicho que es, alguien se hubiera dado cuenta en Inglaterra y simplemente no se hubiese representado: me da la impresión de que un plagio de Esperando a Godot saltaría a la vista de inmediato en cualquier parte, excepto en las cabezas de los trolls de siempre y de los ignorantes que conocen a Beckett de oídas.
Hay una pequeña entrevista que complementa la noticia aquí.
Fea la envidia, ¿no? Y los envidiosos siempre han tenido nombres y apellidos. Sería fácil poner algunos por acá, para jugar un poco al abogado del diablo, pero no valdría la pena: al mencionarlos cobrarían una vida que no tienen, y que su obra ha sido incapaz de darles. No los escribiré, además, ligados a un buen escritor y un hombre bueno como lo fue Álvaro, el único clásico vivo con el que aún cuenta El Salvador. He dicho.

* * *

La columna de esta semana en Centroamérica 21 puede encontrarse aquí. La escribí con un poco de temor: en menos de una semana pueden pasar cosas que cambien el panorama y uno queda más o menos en ridículo (por suerte en periodismo éste dura poco tiempo). Pero no. La lucha por las candidaturas continúa, y Salvador Sánchez Cerén declara, en La prensa gráfica, (puede leerse aquí), que su candidatura no está en cuestión. Me gusta el modo en que lo reafirma: "Esa candidatura va a la convención, el 11 de noviembre próximo, y ahí va a ser proclamada". Diría "Viva el centralismo democrático", pero El diario de hoy asegura lo contrario, según se puede leer aquí, y Sánchez Cerén dice que la fórmula aún es negociable. ¿Quién tiene la razón, LPG o EDH? ¿O ambos? Porque a veces es difícil entender a Sánchez Cerén. Igual hay cada reportero...
Va la columna:

Candidaturas: Todos los juegos, el juego
Rafael Menjívar Ochoa

La carrera para obtener candidaturas de los principales partidos comenzó tan súbitamente, y de manera tan generalizada, que todo lo demás que ocurre en el país se ha visto relegado. Da la impresión de que los últimos dos años del gobierno actual serán recordados –alguna vez habrá que recordarlos– como los días en que el país suspendió su atención hacia los problemas vitales por un juego que, con todo lo que implica, no deja de ser un juego, y que se apuesta a un futuro en el que se pagará caro la desatención que haya de aquí a las elecciones.
La batuta, más que nunca, la lleva el FMLN. Es el centro de la atención y es quien marcará el paso al menos hasta el inicio oficial de la campaña. También es el que gastará más energías en dos sentidos: convencer de que su fórmula presidencial es la adecuada y detener los previsibles ataques de la derecha, que seguramente se abrirá en tantos frentes como sea posible. La imagen de Salvador Sánchez Cerén, candidato actual a la vicepresidencia, promete ser el eje de la campaña en contra, como la figura de Mauricio Funes ofrece muchos puntos a favor.
En esta ocasión el FMLN no muestra las divisiones y pugnas internas que en las campañas anteriores, y sería difícil: ya quedan pocos disidentes, sin que ello implique una unidad férrea dentro del mayor partido de la izquierda institucionalizada.
El FDR no ha puesto énfasis en las diferencias con su partido de origen, aunque no ha encontrado el punto en que pueda lograrse un acuerdo, algo que difícilmente ocurrirá si no muestra sumisión al FMLN (la falta de ésta fue el origen de las pugnas que terminaron en las masivas expulsiones, retiros y renuncias). Por el momento no se ve una bandera que puedan alzar con seguridad.
El CD se ve en un impasse difícil de romper: cómo lograr que el FMLN crea que necesita de una alianza con el centro. Si supera este punto, deberá ver cómo entrar en alianza sin dejar de lado principios irrenunciables. Es un juego viejo, que siempre ha terminado con lesiones incurables para la gente del centro. Mientras espera que el FMLN responda, el CD pierde un tiempo valioso en mostrar su juego, y en mostrar asimismo una decisión y una claridad de objetivos que en las presidenciales anteriores le costaron el registro.
La jugada maestra del CD, el FDR y cierta gente del FMLN fue la excelente candidatura de Arturo Zablah, tan prematura como todas las que van. Zablah, formalmente, se lanzó solo, por su cuenta, para que “alguien” lo tomara al vuelo e hiciera suyas sus propuestas. Hasta ahora, el FMLN –el receptor ideal y original– lo ha ignorado, y apenas podría considerarlo como un eventual miembro de un eventual gabinete. Haya sido cual haya sido el cálculo del CD y el FDR, la falta de un apoyo explícito está debilitándolo, con riesgo de marchitarse sin remedio.
El FMLN está jugando a ganar, al igual que ARENA, y a ganar solo. Las eventuales alianzas están siendo descartadas a una velocidad apabullante. El PCN y el PDC pueden jugar a lo mismo que hasta ahora –ser la pequeña piedra que inclina la balanza cuando hace falta y para quien haga falta, según los aires del momento– sin perder su carácter. El FDR aún no logra ubicarse en el mapa político, y el CD no sale de su rutinario círculo vicioso: ambos dependen del FMLN más de lo que éste cree que depende de ellos.
Una de las lógicas de los procesos electorales es que hay un momento en que todos los participantes están seguros de que van a ganar. No lo creen: lo saben, así las encuestas les den los peores números. (¿Y si algo cambia a última hora?) Toda la pléyade de candidatos que está apareciendo, por improbable que se vea su triunfo, juega a que tiene una oportunidad, y que ésta es alta.
El FMLN ya hizo su apuesta: a menos que ocurra algo excepcional, será difícil que desista de una fórmula tan disímil como la de Funes y Sánchez Cerén. Está convencido de que ganará, que no hay modo de perder, y le apuesta más a hartazgo que exista luego de dos décadas de gobierno arenero que a una buena propuesta política o a la ampliación de su base de votantes. Y quizá tenga la razón.
Como todos los demás.

22 de octubre de 2007

Cuadernos


Los cuadernos escolares caligráficos franceses siempre me han gustado para escribir novelas. Los años marchitos lo escribí en uno de ellos, moradito, que por allí debe andar, guardado en alguna caja con manuscritos. También en uno de ésos empecé lo que sería el Breve recuento de todas las cosas, por allá de 1989. El papel es grueso, satinado, las rayas tienen buen tamaño si uno las agarra de dos en dos y los márgenes dan chance de hacer anotaciones. Con una buena pluma fuente, las cosas se escriben solitas.
Compré varios en Toulouse (una veintena, quizá, libretas incluidas), y hay unos que me guardaré para mí. Tienen 48 páginas (24 hojas), buenas para una novela corta o para un relato largo, con la posibilidad de usar otro si se acaba el primero.
En uno rojito venía una novela negra con serios matices de ciencia ficción, que me puse a escribir. Ya veremos en qué para. Nunca había escrito algo así. O sea que me gustan los cuadernos con personalidad, exigencias, gustos propios y hasta con cambios de estilo.

Espejos para leerlos, María Poumier, El Traidor y la columna anterior

Envidio la capacidad de Thierry Davo de conservar libros, papeles, discos, todo bien clasificado y en estado excelente. Entre otras cosas, él tiene las versiones de todos mis libros, textos que yo ya había olvidado, cartas, trozos de papel. Y eso es sólo la parte que me corresponde de todo lo que tiene. Me metí a revisar sus discos y fue un viaje en el tiempo, de allá para acá, al ver su breve pero sustanciosa colección de discos latinoamericanos. Igual sus libros. En sus estanterías, en la sección salvadoreña, hay varios que ahora están olvidados o a los que no se les presta mucha atención, y que sin embargo son importantes y hasta fundamentales

Por ejemplo Espejos paralelos, de Hugo Lindo, un volumen de cuentos publicado por la Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA) en 1974, agotado en poco tiempo, y que no se volvió a publicar. Thierry me dijo que lo halló en una venta de libros viejos en San José, y me lo prestó para que lo leyera y me lo trajera a El Salvador; quedé en devolvérselo cuando él viniera o cuando yo fuera de nuevo, y esas promesas se cumplen.
Aunque ha sido Álvaro Menen Desleal el cultor más sólido, divertido --también tiene sus ratos angustiantes-- y efectivo de la ciencia ficción en El Salvador, Hugo Lindo es sin duda el precursor: no se dedicó al género más que marginalmente, pero su primer relato fue publicado en 1947, según se hace constar en la contratapa. Y no lo hace nada mal.
No se trata de la ciencia ficción "dura", al estilo ruso, en el que cada relato es una teoría que plantea una visión diferente del universo; no es la ciencia ficción admonitoria y premonitoria que caracteriza a los estadounidenses, ni alcanza el lirismo o el terror psicológico de Bradbury o Lem. Es una ciencia ficción del hecho cotidiano: el devenir de la vida, el azar, los hechos fortuitos, se enmarcan en universos paralelos en los cuales las cosas ya son como son, o están a punto de serlo, y no hay modo de que los individuos y las sociedades puedan más que cumplir con su destino cósmico.
Hay sentido del humor, quizá un poco de ingenuidad en cuanto al tratamiento de algunos temas, pero no hay duda de que se trata de uno de los libros más importantes que ha generado la cuentística salvadoreña. Lo ideal sería reeditarlo, y ojalá la Dirección de Publicaciones e Impresos pudiera hacerlo.
Por cierto, otro de los grandes libros de cuentos, que también eventualmente es de ciencia ficción, no tiene una buena acogida, según me han contado con respecto a sus ventas: La ilustre familia androide, de Menen Desleal. ¡Es magnífico! Entre otros, trae uno de los cuentos más tiernos que me ha tocado leer, "Los vicios de papá", acerca de un robot adicto a la electricidad, al que le gusta el fútbol de los años cincuenta y sesenta del siglo XX.
Como sea, Espejos paralelos vale la pena de republicarse y de leerse, en vista de que es desconocido en el país, y quizá integrarlo a los planes de estudio. (¿Qué traen contra los subgéneros en los planes de estudio? Aunque soy injusto: una de mis novelas negras, Los años marchitos, está en los planes de bachillerato. Pero faltan Hugo Lindo --no, no el de los "otros" cuentos o el de Justicia, señor gobernador, sino éste Hugo Lindo, y el poeta, que es aun superior--, y a Álvaro sólo se lo ve marginalmente y a gusto de los maestros.)

* * *

En 1987 estaba a punto de publicarse Historia del traidor de Nunca Jamás en Francia. Era mi primera novela publicada, la primera traducida por Thierry Davo y la primera que iba a editar Alain Mala en su joven editorial, Cénomane. Era una aventura por donde quiera que se le viera y, bueno, los gastos eran serios para alguien que apenas empieza. (Un día de éstos me enviarán fotos de Cénomane. Es una maravilla ver cómo funciona Alain con lo poco que tiene, y cómo ha logrado crecer en un local tan, tan pequeño.)
Thierry tuvo una idea: ¿y si se pedía financiamiento del Centro Nacional de Letras? Nada se perdía: se presentaba una solicitud, una copia de la novela y los motivos por los que se pedía el financiamiento. Éste no llegaba a modo de subsidio, sino de una especie de premio ("presea" es la palabra adecuada) a la calidad de la obra y a su supuesta importancia para la literatura francesa, poca o mucha. Lo único que había a favor era que el traductor era francés, y quizá apoyar a una editorial que comenzaba. Y el único modo de presentar la novela era presentándola; nada de conectes, cosas por debajo del agua, etcétera. Todo by the book, muy a la francesa.
El resultado fue que El traidor ganó la presea, y eso permitió que se pagaran buenos derechos de autor, de traducción, etcétera. (No es que ahora sean malos; es que son... uh... relativos.)
Apenas hace dos semanas me enteré de que la académica francesa María Poumier había escrito el dictamen mediante el cual se aprobó el financiamiento. Poumier ha realizado, después de eso, varios trabajos concernientes a El Salvador: traducciones de Manlio Argueta y de David Escobar Galindo, la publicación de una antología bilingüe de poesía salvadoreña y ha participado en un par de festivales internacionales de poesía; en el VI, o sea el que acaba de pasar, lo hizo en calidad de poeta.
Thierry tenía desde luego la hoja con el dictamen, que reproduzco a continuación:


He visto un par de veces a María Poumier, y he platicado con ella durante algunos minutos. No sé si recordaba este dictamen, pero no lo mencionó; yo no lo sabía, porque nunca se me había ocurrido preguntar quién o quiénes habían dictaminado a favor. En todo caso, es elocuente lo que dice, y lo agradezco.
Después de conocer el documento, nos hemos reído bastante con Alain y Thierry acerca de los chismes que se armaron por aquí, y que continúan: que mi padre, como vivió en Francia durante dos años, movió sus contactos para que el libro se publicara; que había presionado --¿cómo?-- al Centro Nacional de Letras, que había pagado al editor...
En realidad, lo de la publicación de mis libros en Francia ha sido un asunto de tres locos que son buenos amigos, y que lo disfrutan. Hasta ahora, de los otros cuatro que se han publicado, tres han tenido el patrocinio del Centro Nacional del Libro --imagino que el CN de Letras creó una oficina ad-hoc--; con Trece al parecer hubo un problema de timing, o vaya a saber. A lo mejor no le gustó al dictaminador, que está en su soberano y sacrosanto derecho, porque la novela es rarísima.
Por de pronto ya está casi lista la publicación para el próximo año, mi primera colección de cuentos. No, no he publicado un libro de cuentos, sólo en revistas y antologías. Hay un texto que aún debo pulir un poco para integrarlo. Ya lo pondré por aquí cuando venga al caso.
Para 2009 hay un proyecto ambicioso, que ojalá se concrete. El asunto, para un editor pequeño, es siempre de liquidez, y es en lo que trabajará Alain mientras Thierry y yo hacemos lo nuestro. (Y más bien Thierry. Tendrá que traducir muuuchas cuartillas. Yo me pasé dieciséis o diecisiete años escribiéndolo, o sea que ya no duele.)

* * *

El texto que sigue me lo pidieron del Festival Belles Latinas, con sede en Lyon, para la revista Espaces Latinos. Sociétés et cultures de l'Amerique Latine. Lo envié como mi columna en Centroamérica 21 para el número de la semana pasada.
Creo que fui un poco brusco en lo que dije, pero había que decirlo. Fue recibido positivamente, debo reconocerlo. Alain sacó una cantidad ingente de fotocopias y las repartió en donde pudo. Le gustó mucho la definición de literatura que, sin saberlo ni quererlo, puse por allí.
La columna de esta semana en CA 21 trata acerca del relajo de candidaturas y las pocas posibilidades de alianzas que se ven hasta ahora. Quien quiera leerla, puede encontrarla aquí. Hoy no quiero hablar de política.

El otro soy yo
Rafael Menjívar Ochoa

Cuando los antropólogos visitan nuestras comunidades “indígenas”, en busca de lenguas, mitos y rituales, no buscan algo de sí mismos, sino un poco de paz de espíritu a través de las carencias de “el otro”. El alivio lo hallan en su conocimiento de cosas que aquél supuestamente ignora, sumido en determinismos que no es capaz de comprender.
Donde el “indígena” ve pobreza, el antropólogo ve tradición; donde el antropólogo ve tecnología cultural, el “indígena” ve la necesidad de mejores herramientas; donde el antropólogo ve un aparato de televisión, ve también la destrucción de un mundo de gran riqueza –es decir: estancado en el pasado– que quisiera encerrar en una botella, para preservarlo del tiempo.
Hay relaciones perversas. En México, los estudiosos han visitado durante décadas las mismas comunidades para investigar los mismos fenómenos (estructuras de mercado, relaciones de parentesco, vestimenta) y llegar todos a las mismas conclusiones. Los “indígenas” conservan sus “costumbres”, al gusto de los visitantes, y hacen de los antropólogos y del turismo “social” su medio de vida. “Los otros” se reconocen entre sí, y asumen el papel que les corresponde en un juego conveniente.
En la literatura latinoamericana, vista desde las academias extranjeras, ocurre algo similar. Se espera que los escritores actuemos el papel de “indígenas” de las letras y escribamos acerca de “nuestra realidad”: guerra, miseria, dictadores y cielos que se funden con los mares cuando los cangrejos flotan en el sopor de las dos de la tarde.
Hubo quienes lo hicieron porque era su apuesta: Salarrué, Asturias, Roa Bastos, Carpentier, García Márquez. Los críticos y académicos creyeron –o dictaron– que “eso” éramos nosotros, y para tener alguna valía debíamos entrar en un juego conveniente, fácil y ajeno. “Lo social” y “lo real maravilloso” se convirtieron en dogma, y muchos escritores entraron en el juego de ser “el otro” a cambio de validación.
El peor caso lo dictó la “academia posmoderna” de Estados Unidos. Armó un andamiaje teórico según el cual el testimonio de guerra, represión y heroísmo era nuestra verdadera literatura. Escribir una novela como cualquier novela, en un latinoamericano, era signo de aculturación. Básicamente, “el otro” debía transmitirle a alguien autorizado por “el centro” (es decir: un académico de un país desarrollado) sus experiencias; éste las escribiría a su conveniencia y “eso” sería nuestra literatura.
El juego de “nosotros” y “el otro” es un juego amañado, y reproduce relaciones de poder cargadas de una ideología que no reconoce a los humanos como simples humanos, sino que los estratifica a conveniencia. La literatura explora, siempre, a ese “otro” que nos preocupa, que está oculto, latente o activo, dentro de nosotros mismos.
“El otro” no está fuera: el otro soy yo. Siempre lo ha sido. Si no, escribir y vivir no tendría más sentido que jugar a un juego de ocultamientos, cuando la literatura es revelación, como la vida.

21 de octubre de 2007

Regreso a casa

Todo empezó por un puerta.
Un día improvisamos un video para una serie que se llama Historias ligeramente estúpidas, el capítulo "La visita", en el que actuaron Ruth Grégori --reportera de El faro y José Huwaidi, quien por ese entonces trabajaba con el Museo de la Palabra y la Imagen, además de Nathaly CAstillo Menjívar en calidad de muerta. (Como el video sería en blanco y negro, la sangre era azul.)
Lo editamos, lo puse en YouTube y coloqué, aquí, el post correspondiente.
En esos días Selva Prieto Salazar andaba en crisis de añoranza, allá en la Ciudad de México, y se puso a la búsqueda, Google mediante, de cosas de El Salvador, en especial de su abuelo, Salvador Salazar Arrué, nuestro --y suyo-- Salarrué.
Llegó a este blog, se puso a revisarlo y encontró el video. "Yo conozco esa puerta", se dijo, y me dijo en un comentario que me envió, y que se puede leerse en el post ya citado. Comenzamos un intercambio de correspondencia y hablamos de la idea de que viniera a El Salvador después de 34 años de ausencia. Aceptó, y durante todo este año hicimos las maniobras necesarias. El viaje incluiría una exposición de los exvotos que ella, su hermana Maya y su hija Tamara de Anda ("Plaqueta" para el mundo bloguero) pintan allá en México, y que son un divertido modo de ganarse la vida.
Ha sido emocionante ver lo emocionante que es para ellas el viaje. Selva reconociendo, viviendo de nuevo, oliendo y comiendo pedazos de infancia; Tamara, quien no conocía El Salvador, cotejando todo con los recuerdos de sus tías y de su abuela, Aída Salazar. Dice que, hasta ahora, todo coincide.
En fin, que ayer fue el cuarto aniversario de la fundación de La Casa del Escritor en la antigua casa de Salarrué, y las tuvimos presentes, y hubo festejos en su honor: la clausura de un festival de teatro, un pequeño conversatorio, animaciones de Cuentos de cipotes.
La visita se organizó en cooperación con el Museo de la Palabra y la Imagen, y en el local del MUPI se abrirá el martes próximo, a las seis de la tarde, una exposición de "las mujeres Salarrué": Zélie Lardé, Maya, Aída y Olga Salazar; Selva y Maya Prieto Salazar y Tamara de Anda. Los exvotos de Selva, Maya y Tamara estarán a la venta.

En fin, a la izquierda, Tamara; a la derecha, Selva; al centro, la señora Luz, con quien las hermanas Prieto Salazar se criaron, ahijada de Salarrué. Atrás, desde luego, Salarrué.



Una foto tardía y con lluvia; ya se habían ido casi todos los que llegaron a los festejos del cuarto aniversario y el número 108 del natalicio de Salarrué. (Por ejemplo, la delegación de la RDSM de Santa Ana ya había regresado a su país para no tener problemas en la frontera. Estuvimos a punto de no tomar la foto, anegados de su ausencia.)
Emocionante.
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20 de octubre de 2007

Cosas que han faltado

Aún no he reproducido la portada del libro que fui a presentar a Francia, el Breve recuento de todas las cosas. El diseño, los materiales y la tipografía, excelentes, como todo lo que hace Alain Mala con los libros. Es interesante: me tocó trabajar con unos siete críticos bastante pesados, de lo mejor que hay en la academia francesa, y a casi todos les tuve que responder preguntas comunes:
1. ¿De dónde sale el "estilo" de tratamiento de la muerte? Respuesta: Shakespeare. Es el gran maestro de la muerte como tema literario. Casi podría decirse que la creó.
2. ¿De dóde sale el tema de la mutilación, el dolor, la muerte como arte? Respuesta: ¡De la literatura francesa! La que viene desde Sade y Choderlos de Laclos hasta la primera mitad del siglo XX, pasando por los malditos, Poe (maestro de los malditos franceses) y George Bataille (Madame Edwarda).
3. ¿Dónde aprendí a experimentar? ¡En la literatura francesa! Finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. La cosa de la fragmentación la descubrí con Georges Bataille, con la ya citada Madame Edwarda, y con Juan Rulfo, con el nunca lo suficientemente citado Pedro Páramo. Thierry está convencido de que Rulfo, a su vez, aprendió muchos de sus recursos de Albert Camus, concretamente de El extranjero, que durante años fue una guía para mí. Mi comentario para ellos era que la literatura francesa se ha olvidado de sí misma y no ve toda la riqueza que tiene detrás; está demasiado ocupada viendo cómo hacer el libro del momento o cómo salir de un bache en el que nunca debió caer.
4. ¿Tengo influencia de la Noveau Roman? Respuesta: ¡NO! Me fui directo a los orígenes: Locus solus, de Raymond Rousell --que como su nombre lo indica es absolutamente francés--, quizá quien más me ayudó con el Breve recuento y con Instrucciones para vivir sin piel.

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La Maison del Écrivains Étrangeres et Traducteurs (MEET), de Saint Nazaire, publicó en 2004 una edición bilingüe muy parca y muy bonita --como todos sus libros-- de Comarcas, del salvadoreño Miguel Huezo Mixco. No sé si hizo público en El Salvador; me da la impresión de que no, y me parece injusto. El libro lleva ya --por lo menos-- tres ediciones: una en Panamá, donde ganó el premio Rogelio Sinán; una en Jalapa (México), donde apareció acompañada del poemario Moleskine, y ésta. Quizá Miguel no quiera hacerle propaganda, quizá a los medios y al "medio" no les interesa que se sepa. Bueno, pues allí está.

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No iba a tomar una de las fotos más importantes de mi vida --yo frente a Nôtre Dame-- con una camarita de plástico de El Hombre Araña, así que, en llegando a París, nos fuimos con Thierry a una tienda FNAC a ver qué hallábamos que fuera barato pero aceptable. Lo que hallamos fue una Kodak Easy C713 Share de 7 megapixeles. A 3.2 megapixeles, que es la resolución que uso generalmente, a la memoria incorporada le caben como 25 fotos. Pensé en comprar una tarjeta de memoria de 1Gb, que costaba 13 euros. Por cuatro más podía comprar una de 2Gb, así que mejor ésa. Cuando empecé a tomar fotos me di cuenta de lo que había hecho: le caben unas 3,700 fotos a 3.2 megapixeles. No me he atrevido a ver cuántas le caben a 640x480, la resolución máxima que daba mi primera cámara digital...

* * *
Uno de los temas sobre los que siempre me preguntaban era acerca de La Casa del Escritor: ¿qué significa eso en El Salvador y a qué nos dedicamos? Es un poco difícil decirlo, porque la palabra "taller" puede ser harto engañosa y el uso, referido a la literatura, la ha vuelto aún más equívoca. Pero por allá conocen bien --y casi inventaron-- el concepto de taller medieval, que es bajo el que más o menos funcionamos. Varias de las presentaciones terminaron con un apartado especial, más bien un recital, con poesía de gente de La Casa. Excelente impresión de los asistentes que manejaban el español --la mayoría-- y mucho interés de quienes intentan seguir la literatura en América Latina. Creo que puede haber por allí posibilidades de traducciones para revistas, e incluso para algún libro. Ojalá.

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En 1987, Thierry me envió a México una versión recortada de El extranjero, de Camus, leído por él mismo. Tenía un acompañamiento incidental de flauta, tocado por Jean-Pierre Rampal.
Aunque mi francés --como quedó anotado aquí desde hace años-- es básicamente inexistente, era un texto que casi me sabía de memoria, así que seguirlo no era difícil. Ponía el cassette, apagaba las luces y me ponía a escuchar, y en el tono de Camus encontraba sentidos que nunca le había encontrado a la novela. Muy emocionante.
En Toulouse encontré la versión íntegra de El extranjero, en tres CDs, según el registro de la Radio Nacional Francesa. Aún no lo he oído, pero verlo ya hace que me den cosquillas en la pituitaria. Por desgracia no viene el acompañamiento de Rampal, pero podré vivir sin eso.
Sí, la caja se agrietó en el viaje. Los discos están bien.

* * *

No sé si sea medicina o veneno para el ego, o nomás así sean las cosas, pero durante todo el viaje me tocó ver --y conservo algunos-- una impresionante cantidad de carteles, revistas, folletos y separadores con mi cara, mi nombre y mi apellido. La gente del Festival de Biarritz prefirieron la foto de candidato a alcalde que me tomó hace unos años Víctor Hugo Barrientos, que aparece en el separador de allá arribita. Los de Belles Latinas le dieron prioridad a la que está en el perfil de este blog, tomada por Vanessa Núñez Hándal, pero igual usaron la otra; Alain Mala usó la de Víctor Hugo.
Es chistoso ir caminando por Lyon y de repente ver en una vitrina que uno está allí, y también unos pasos más adelante, y en la entrada de una biblioteca y qué sé yo.
Espero que en El Salvador muchos de mis... uh... críticos sigan siendo como son, para que no se me suba. Además los imbéciles siempre resultan tan divertidos como un cartel con la foto de uno. Llegan a aburrir, por previsibles, pero duran más.

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Estuvimos platicando con Elizabeth Burgos acerca de la traducción tan fea e ideologizada que se hizo al inglés de Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia, que ella no aprobó, sino Menchú. Le cedió los derechos en inglés y lo que ocurrió fue no sólo la pésima traducción de Ann Wright --quien desde entonces se convirtió en "especialista", y más cuando tradujo La nieta de los mayas--, sino que la "academia" posmoderna de Estados Unidos convirtió a Burgos en algo muy parecido al demonio de los indígenas. Cuando Menchú ganó el Nobel de la Paz en 1992, puso una demanda a Burgos por los derechos de autor del libro, que desde luego perdió (Menchú), y hubo pocos que desde la izquierda no dispararan baterías contra quien había hecho el libro como un acto de solidaridad con la lucha guatemalteca. Bien enfermo el asunto.
Interesante es que toda la teoría de los "posmodernos" con respecto al testimonio en América Latina se armó no sólo con base en un solo libro --el de Burgos, pero quitándola a ella del mapa: en la edición norteamericana aparece como "editora"--, sino también en la traducción de Wright. Para poner un ejemplo, en algún momento Burgos dice: "...y la dejé hablar", es decir: se quedó callada para que Menchú hablara. Algo muy simple. En vez de la lógica palabra "let", la traducción usa el verbo "allow", que tiene características secundarias diferentes: le "permitió" hablar, condescendió a que hablara, le dio permiso de que hablara. Y una de las aseveraciones de los posmodernos es que el testimonio de los oprimidos sólo es posible si alguien cercano al "centro" (al poder) le permite ("allow") expresarse. Más enfermo aún.
Le comenté a Burgos que no tenía la versión en español de su libro y me ofreció una copia. El que tenía repetido y a la mano es el que se publicó en La Habana en 1983, que ganó el premio de testimonio de Casa de las Américas. "Consérvelo --me dijo--, porque este libro va a ser una rareza. No creo que los cubanos quieran publicarlo otra vez."
Y, sí, lo voy a releer y a conservar. Pocos libros le han valido un Nobel a alguien que no los ha escrito, y han traído tanta cosa fea a quien sí los escribió.

* * *
Desde que puse pie en el aeropuerto Charles de Gaulle traje en la cabeza la canción "C'est si bon", en la versión de Yves Montand, y así durante todo el viaje, obsesivamente.
Busqué un disco de Montand en el que viniera la canción y nada. Hubo gente buscando en sus discotecas particulares y no apareció.
Ayer, Thierry me la envió en mp3, conseguida por Audrey, su novia. Ya la he oído una buena docena de veces, y estoy oyéndola mientras escribo esto. Era bueno, el viejo.

* * *

Y, para terminar, el encanto --entre otros-- de los zapatos que compré en Toulouse es que son marca Texto. ¿Cómo resistirse?

19 de octubre de 2007

Tiempo real, tiempo irreal

Una de las cosas que me quedaron claras en mi particular Tour de France, gracias a las discusiones o simples pláticas con la gente que trabajó mis libros publicados allá, es que, sí, las obsesiones de autor existen, así sean meramente literarias, o se disfracen de tales. La mía es el tiempo, el tiempo, el tiempo, y su modo de moverse, siempre hacia adelante, a veces hacia los lados, y hacia atrás sólo como punto de referencia o de partida.
Por eso, quizá, desde casi el principio hubo un énfasis especial en la vejez, en el cumplimiento de los plazos, en la inmovilidad, en el movimiento excesivo, en el aburrimiento o la locura causados por falta de movimiento o el movimiento --el tiempo-- que deviene aburrimiento y locura.
A ver si logro explicarme: buena parte de los problemas que tuve en Francia --de stress, es decir de salud, que no fueron graves pero sí desconcertantes-- no tuvieron que ver con estar en otro lugar, sino en otro tiempo.
Me es fácil conversar con Thierry por el Messenger sabiendo que está ocho horas por delante de mí. No sé para él; para mí, simplemente hay un cambio de horario, y él está donde debe estar, y yo en lo mío. Allá, la dirección del tiempo siguió siendo la misma, obviamente, pero se desfasó el punto de referencia.
Cuando hablaba con Krisma --digamos-- a las cuatro de la mañana, para ella eran las ocho de la noche. Ella aún no había pasado por ocho horas que yo ya llevaba vividas, trabajadas y --en ese caso-- desveladas. Un día me encontré a Sandra Aguilar y le pregunté si iría a La Casa del Escritor. Para ella eran las dos de la tarde y podía llegar cómodamente al taller; para mí eran las diez de la noche y el día estaba a punto de desaparecer para siempre.
Entiendo bien que sólo es un asunto de meridianos, de la Tierra dando vueltas y de un sol que alumbra sólo una porción de un planeta esférico: hay una simultaneidad entre quien está en Japón un día y quien está en Uruguay al día siguiente, o el anterior, no sé mucho de "esa" dirección del tiempo. El del tiempo --"¿qué hora es?"-- es un asunto formal. Se mueve, para todos nosotros, en la misma dirección, velocidad y bajo las mismas reglas.
Pero ya puede hacer la formalidad lo que se le pegue la gana. Para mí El Salvador estaba en el pasado, mi gente estaba viviendo ocho horas atrás, en un tiempo anterior a los sonidos que a su vez generan los ecos: como si aún no estuvieran, como si nunca fueran a llegar donde yo estaba.
Hoy me desperté, vi a Krisma en su lado de la cama y me pregunté: ¿Qué hora es?
Eran las seis y media, poco más, poco menos. Para ella, para mí, para todos.

18 de octubre de 2007

Gran Celebración Gran

El sábado 20 de octubre se celebran los cuatro años de inaugurada La Casa del Escritor (y casi seis de trabajo) de varios modos.
A las 12, almuerzo de compañeros y amigos. Como siempre, de traje, o sea que lleven cosas, de preferencia comida y bebestibles.
A partir de las 2, comienza el programa oficial, con la inauguración de la exposición de Selva y Maya Prieto Salazar, nietas de Salarrué, y Tamara de Anda, bisnieta. Habrá conversatorio y todo.
También teatro con textos de Salarrué y Álvaro Menen Desleal. Y hasta videos.
Así que ya saben. Y avisen a los cuates también.

Pato confitado, comida china y tarde de plática en el Museo Rodin

Por fin, desde que llegué a Francia, logré dormir más de algunas horas, y de hecho fueron como once. Terminar con mi programa fue un buen somnífero. Me tocó firma de libros y, como queda asentado en el post anterior, después nos fuimos con Alain, Thierry, Carlos Ábrego y el librero a cenar. Pato confitado, en mi caso.
Carlos llegó a las 10 de la mañana como habíamos quedado, pero ni siquiera escuché cuando llamó, y tampoco a Thierry. Quien me despertó, poco después de las 11, fue la señora de la limpieza, que exigía saber a qué horas la dejaría cumplir con lo suyo.
Se burlaron un poco cuando les dije que quería almorzar una simple comida china pero, ya entrados en gastos, comieron tanto o más que yo.


Había quedado de almorzar con la antropóloga venezolana Elizabeth Burgos, autora de Mi nombre es Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia, a quien conozco desde hace algunos años, pero la levantada tarde arruinó los planes. La llamé para disculparme y quedamos de vernos a las tres, en su casa, con Carlos Ábrego como mi guía.
Hace unos años Burgos me dio algunos tips muy buenos para la escritura de un libro de historia reciente de El Salvador que publicaré pronto. (Nada que ver con Tiempos de locura.) Alain Mala le ha estado enviando religiosamente los libros míos y hemos mantenido contacto con respecto a diferentes temas y fenómenos de América Latina.
Fuimos pues a verla, y de allí al café de los jardines del Museo Rodin. Un euro la entrada. Entrar en el museo-museo cuesta seis euros, y la verdad estaba más por la plática que por Rodin.


Creí que el cansancio me haría que nos retiráramos pronto, pero pasaron cuatro horas como si nada. Burgos tiene puntos de vista siempre provocadores, siempre originales, y siempre interesantes de oír y discutir.


Me dejó reproducir una foto tomada en el Hotel Habana, en 1970, que comparto con ustedes. Elizabeth Burgos y su entonces esposo, Régis Debray, fueron grandes amigos de Roque Dalton.

16 de octubre de 2007

París en algunas fotos

1. El sueño
Durante toda una vida quise tomarme una foto frente a Nôtre Dame, como cualquier turista, desde que vi El jorobado en versión de Lon Chaney. Hoy por fin ocurrió.


2. La Huchette.
El teatro fundado por Eugene Ionesco cumple 50 años de presentar La cantante calva y La lección.


3. Montparnasse desde mi ventana.






4. Corruptor hace caer (una vez más) a Carlos Ábrego después de comer estofado de pato.

12 de octubre de 2007

Marsella desde mi ventana






Otras Marsellas. (Aún no he ido al mar.)