31 de marzo de 2009

Valiente la incongruencia

Transcribo la columna de Cristian Villalta publicada el pasado domingo en la revista Séptimo sentido, de LPG. ¡Está buenísima! (Como siempre, pero ésta quiero transcribirla.) La nota puede encontrarse en este link.

¿Y entonces?
Cristian Villalta

Ahora que está de moda eso de las cartas “abiertas” (lo siento, poetiso, pero le salió más cursi que snob), y que el tema de las pláticas mude del Apocalipsis a las chicharritas; es decir, en estos confusos momentos en que todos excepto Ciro Cruz Zepeda niegan ser lo que son, me permito algunas preguntas retóricas al que, por accidente o malas señales, ha venido a parar a esta columna.
Primera pregunta... Compadre, ¿usted cree a los aplaudidores que pululan en las páginas editoriales? ¿Es auténtica su salutación a los ganadores de la elección, o simplemente pretenden retirarse elegantemente de la mesa luego de apostar sus fichas sin reparo? No sé si ustedes consideren valiente la incongruencia, pero ¿no será todo lo contrario?
Segunda... ¿Con qué se come eso de la izquierda light de la que hablan algunos analistas? En El Salvador, a duras penas existe la izquierda, y está en proceso de gestación justo ahorita, luego de la atávica descalificación que esa corriente del pensamiento político sufrió durante décadas. ¿Usar ese término no es tan absurdo como que hablemos de una derecha light, de un PCN sin filtro, de un PDC mentolado?
Tercera... Si cuatro de cada 10 salvadoreños no fueron a votar, ¿no será porque no se sienten representados por ninguno de los partidos? ¿Es erróneo considerar que los que no votaron son más mayoría que ganadores (y obviamente perdedores) y que si no participan es porque se han sentido excluidos sistemáticamente exceptuando el día en que les dan un plumón y les manchan el dedo?
Cuarta... Si los nuevos administradores del Estado reparan el histórico yerro de la Ley de Amnistía y persiguen los delitos de lesa humanidad cometidos durante la guerra, ¿los ciudadanos que estamos interesados en que esos criminales –insurgentes, paramilitares, castrenses y civiles– sean enjuiciados nos veremos acompañados por esos “perseguidores de la verdad” tan populares en las últimas semanas? ¿Convendría comenzar con el de Monseñor Romero?
Quinta... ¿A usted le quedaron dudas de si hubo extranjeros votando en nuestras elecciones? ¿Las autoridades lo han satisfecho con sus explicaciones?
Sexta... ¿No le interesaría más la formación de nuevos movimientos ciudadanos, del color que se le antojen, que la “renovación” de una vieja marca? ¿Ex presidentes hablando de cambio no es como Lucía Méndez anunciando C de Ponds?
Séptima... ¿Cuál de estas opciones prefería posible a mediano plazo: a) un partido de centro-derecha que no sea ARENA; b) un partido de izquierda que no sea el Frente; c) un presidente sin partido; e) un partido sin ex presidentes?
Y octava... ¿Realmente Will Salgado creerá que esta le va a salir de choto?

30 de marzo de 2009

30 de marzo de 1980

Para los arzobispos y el nuncio apostólico resultaba intolerable la línea de denuncia social de Romero, por el énfasis que se ponía contra los cuerpos de seguridad, el ejército, los paramilitares y los escuadrones de la muerte. También había fuertes críticas a los abusos de los grupos de masas y a la guerrilla, pero eran menores en cantidad, porque la cantidad de sus abusos también era menor. En ese momento la línea del Vaticano era la lucha contra “el comunismo”, en la que se encontraba involucrado el papa, que en enero de 1981 hallaría un fuerte apoyo con la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca. No era que Romero se saliera de la ortodoxia del Concilio Vaticano II, de la CELAM de Medellín ni –sobre todo– de la más conservadora de Puebla; era que contradecía una posición política que no tenía un fundamento teológico vigente.
Por otra parte, estaba convirtiéndose en una figura internacional de peso. Semanas antes de su asesinato recibió un doctorado honoris causa de la Universidad de Lovaina, recibió el apoyo del cardenal francés y el Premio de la Paz del Consejo de Iglesias de Suecia. Desde el año anterior era candidato al premio Nobel de la Paz, que –coincidencia o no– ganaría una religiosa, la monja Teresa de Calcuta. Donde su trabajo no recibía apoyo era entre la más alta jerarquía católica, que esperaba el menor error –no llegó a cometerlo– para quitarlo de su lugar.
El apoyo más fuerte con el que contaba, además, era el de la Compañía de Jesús, que tuvo al poderoso sacerdote Pedro Arrupe al frente desde 1965 hasta 1983, en esos momentos en malos términos con el Vaticano por el impulso de los jesuitas a la Teología de la Liberación y la rebeldía de la Compañía de Jesús ante la posición extremadamente politizada del Vaticano. La última audiencia de Romero con Juan Pablo II, el 16 de enero de 1980, debió ser más tensa que la primera, por el evidente enfrentamiento de posiciones, aunque en su diario el arzobispo se mostró –como siempre– optimista [...]
La más alta jerarquía católica no había esperado que el sereno obispo de Santiago de María, confesor de señoras de buenas familias, llegara a tanto, tan lejos, ni con tanta persistencia, en la defensa de los principios adoptados de la propia prédica del Vaticano tras su último Concilio. Su nombramiento había sido un error de cálculo político que debía corregirse.
Y se corrigió. [...]
Unos días después del asesinato y el sepelio de Romero, el nuncio Gerada fue llamado a Roma. La Cancillería salvadoreña lo condecoró durante una cena protocolaria. [...]
Tres meses más tarde, Ellacuría registra una conversación con el nuncio en Costa Rica, quien –en todo caso como representante de Juan Pablo II– resumió la posición de la Iglesia Católica hacia el conflicto salvadoreño. Salta a la vista la politización de las observaciones, el abandono de las posiciones “populares” en beneficio de la seguridad en la cúpula, y el pragmatismo –si no la poca sensibilidad– con respecto al asesinato de Romero:
1. La Iglesia no puede apoyar a unos grupos políticos marxistas–leninistas. Tal sería el caso del FDR.
2. La Iglesia no puede politizarse a favor de un lado u otro. Pero la actual solución es democrática y no pone en peligro la libertad de la Iglesia.
3. Dondequiera los comunistas han llegado al poder han arrasado con la libertad y han puesto graves dificultades a la Iglesia y a la fe.
4. Los efectos buenos de la Reforma Agraria no pueden verse pronto, pues en las reformas agrarias hay siempre una baja de productividad al principio.
5. Los sindicatos en Italia causan en las huelgas grandes problemas a la producción. Sólo hablan de derechos y no de deberes.
6. Tras la fechada de l. grupos de [ilegible] están los guerrilleros marxistas–leninistas q. impondrán su dictadura.
7. Hay q. evitar el enfrentamiento sangriento q. sería peor q. la represión actual. Es exagerado hablar de la inviabilidad del actual proyecto y de la inevitabilidad histórica del conflicto.
8. Lo más importante en la Iglesia es la unidad entre los obispos. Esto se ha logrado con la muerte de Mons. Romero, pues los demás obispos reconoces a Mons. [Arturo] Rivera [y Damas].
9. Los jesuitas son responsables de la desunión de la Iglesia aquí y del enfrentamiento d l. religiosos contra la jerarquía. Los jesuitas deben dialogar con los Obispos para cediendo ambos llegar a la unidad, q. es lo más importante.
9. [sic] La Iglesia debe evitar la violencia y no propiciarla nunca.
10. Hay peligro cierto de q. si triunfa la revolución vendrá el Comunismo. Así está pasando en Nicaragua.
Todas las escuelas salvadoreñas, públicas y religiosas, cerraron sus puertas durante tres días, en señal de duelo, al día siguiente de la muerte del arzobispo, y hasta las organizaciones de la derecha que lo habían atacado y acusado de “comunista” publicaron esquelas en los periódicos. [...]
El asesinato del arzobispo Romero [el 24 de marzo de 1980] y la matanza en el día de su funeral [el día 30] llevaban a una conclusión obvia: el poder no se detendría ni siquiera ante lo más sagrado e inviolable para un pueblo tradicionalmente creyente. Un hecho así, aunque su impacto no pueda cuantificarse, es capaz de enfrentar a una alternativa no a la masa, sino a cada uno de los individuos que la conforman: retirarse con horror de cualquier intento de lucha –el resultado que probablemente se buscaba– o lanzarse a fondo a un enfrentamiento total, de nuevo en la lógica del que no tiene nada que perder. (¿Qué más se puede perder cuando lo sagrado deja de ser un límite?) [...]
El objetivo del asesinato [del arzobispo] y de la matanza [durante su sepelio] era obviamente demostrar que no habría límites ni proporciones en la represión, y disuadir a los no militantes de apoyar a la izquierda radical. Lo mismo que hacían los escuadrones de la muerte, pero en gran escala, es decir: tratar de aislar a las fuerzas guerrilleras de sus bases de apoyo. Y, en efecto, cada uno de los integrantes de “la masa” se vio obligado a tomar una decisión: seguir o dejar el asunto por la paz.
Muchos de los cuadros debieron pasar a la clandestinidad e integrarse a los organismos guerrilleros; otros se quedaron en sus lugares para la realización de actividades específicas; los militantes de base, en general, se pusieron a la expectativa, ante la falta de un organismo partidario que los cohesionara. Quizá la deserción de militantes y simpatizantes hubiese sido mucho mayor si no hubiera existido un factor señalado en el capítulo anterior: el terror que se aplicó fue desproporcionado y, así como provocó la insensibilidad de mucha población, a los militantes los puso en la posición de quien no tiene nada que perder.
Los asesinatos de marzo fueron, también, un llamado al enfrentamiento directo, pensado en términos estrictamente militares. La respuesta llegaría con la fallida ofensiva final, pero continuaría en ascenso el aumento de la capacidad de la guerrilla hasta 1983, cuando se dio el viraje político del FMLN tras la muerte de Ana María y Marcial.
El hecho de que la matanza se realizara frente a decenas de delegados extranjeros y a jerarcas religiosos tuvo también su lado interesante, en especial si se toma en cuenta que la mayor parte venía de Estados Unidos, cuyo gobierno estaba jugando a la carta de la Democracia Cristiana, y a Duarte en particular. Obviamente sería la JRG la que cargaría con las consecuencias de la matanza, y sobre todo del asesinato, estuviera o no involucrada institucionalmente, y así ha sido hasta la fecha, con todo y lo señalado en el Informe de la Comisión de la Verdad.
Había varios mensajes implícitos: se trata de un gobierno inviable –fuera por su incapacidad de mantener el orden, fuera por su responsabilidad directa–, la presencia de civiles no garantiza que pueda alcanzarse la paz, los democristianos avalan un gobierno netamente represivo y –para quien creyera que los francotiradores del Palacio Nacional pertenecían a la guerrilla– los guerrilleros deben ser exterminados, en vista de que no respetan ni siquiera lo más sagrado: un arzobispo, el funeral de un arzobispo. Aunque se trataba de mensajes contradictorios, no todos debían llegar al mismo tiempo ni con la misma intensidad, y cada quién tomaría el que más le conviniera.
La acusación contra la guerrilla tuvo su lógica: el marxismo y el leninismo siempre se relacionaron con una posición agnóstica, “atea”, y sólo los “ateos” podían ser capaces de actos tan terribles contra representaciones de lo sagrado. Todos los que se encontraban en ese momento en las instituciones e incluso en organismos alternos, como los escuadrones, se declaraban ante todo creyentes. Pero no era más que el mismo cliché de los jóvenes con pañuelos rojos; la mayor parte de los militantes de la organización más radical, declaradamente marxista–leninista, las FPL, era católica, o provenía de organismos católicos. Lo mismo la RN, el ERP y el PRTC.

De Tiempos de locura. El Salvador 1979–1981.

29 de marzo de 2009

Citas para un domingo

...la metáfora es el contacto momentáneo de dos imágenes, no la metódica asimilación de dos cosas...

Dios acecha en los intervalos.

...es quizá un error suponer que puedan inventarse metáforas. Las verdaderas, las que formulan íntimas conexiones entre una imagen y otra, han existido siempre; las que aún podemos inventar son las falsas, las que no vale la pena inventar.
Sí, estoy releyendo --por enésima vez-- Otras inquisiciones, mi libro favorito de Borges. Cada día escribe mejor el viejo. No lo tenía --lo presto y lo regalo y me quedo sistemáticamente sin él-- y aproveché el viaje a Guatemala para comprarlo. De paso le traje a Krisma la poesía completa de Salvatore Quasimodo, y a Valeria una enciclopedia de los porqués y unos libritos en los que unos ratones actúan clásicos infantiles, como "La bella durmiente" y "Rapunzel". Y uno con pinturas y dibujos de Klimt. Y canillitas de leche, cómo no mencionarlas.
Con respecto a eso de que "Dios acecha en los intervalos", leí algo parecido, escrito mucho después que lo de Borges, por Stephen Hawking en Agujeros negros y pequeños universos (no se lo pierdan; es un librazo). Dice Hawking que los dioses eran necesarios para explicar --y entender-- los fenómenos naturales como la lluvia, el fuego, el rayo, etcétera. A medida que se fue encontrando explicación a tales fenómenos, esos dioses "primordiales" fueron desapareciendo, y al final una buena parte del mundo se quedó con uno para resolver los misterios, milagros, todo lo que requiera de fe porque no puede ser visto ni tocado (como la propia alma humana, se me ocurre, o llámesela psique). Al final, las ciencias --se refiere a la física en especial-- ha ido llenando vacíos, y los agujeros del conocimiento son cada vez menores. En esos agujeros está Dios, cada vez más pequeño, reinando, esperando, "acechando".
La teoría me parece interesante, pero incompleta. Pienso en los dioses náhuatl, que hacen mucho más que enviar la lluvia o mantener el mundo girando para que el sol aparezca al día siguiente. Muchos de ellos son arquetipos morales, son la... uh... materialización y la guía de lo humano. Huitzilopochtli, por ejemplo, es el dios de la guerra, y no hay nada más humano que la guerra. Todos los dioses, como Tláloc, el propio Huitzilopochtli, tienen características propias, pero están "advocados" a uno de dos dioses: Tezcatlipoca y Quetzalcóatl. El primero es el dios de lo oscuro, de la muerte, del inframundo, de "el mal"; al segundo se le asocia con las flores, la naturaleza, las artes, "el bien".
Lo interesante es que existen cuatro versiones de Tezcatlipoca: el negro, el verde, el rojo y el blanco. Son el mismo, pero representan las estaciones, los puntos cardinales, ciertos "estados de ánimo" del universo, y etapas y épocas dentro de la compleja noción temporal náhuatl. El Tezcatlipoca blanco es Quetzalcóatl.
Por allí debe existir una relación entre lo divino y la metáfora, pero no es la mañana de un domingo el mejor momento para ponerse a pensar en eso. Nada más son detalles que se me ocurren a partir de unas citas de Borges.

27 de marzo de 2009

1986

¡Sí! ¡Somos Thierry Davo y yo en diciembre de 1986! Creo que estábamos en Guanajuato, quizá en San Miguel de Allende. El pretexto para reunirnos en México fue trabajar la traducción de Historia del traidor de Nunca Jamás. En ese entonces Thierry estaba haciendo su servicio militar en Costa Rica, en la sección cultural de la embajada de Francia. Y yo... Pos lo que hace uno cuando vive en un lugar y no hace el servicio militar, o sea guiones y artículos y cosas de ésas.
Veintidós años y cacho... Se va rápido el tiempo, pero siempre vale la pena. (Bueno, quizá no siempre.)
La foto la encontró Thierry en alguna de las decenas de cajones en las que guarda todo. "Todo" es... bueno... todo lo guardable. Todo, pues.

26 de marzo de 2009

De traducidos y traducciones

El martes pasado por la noche se realizó en la librería Sophos de Guatemala, con el apoyo de la Alianza Francesa, un foro con escritores centroamericanos traducidos al francés y publicados en Francia, y me tocó estar en una mesa junto con Rodrigo Rey Rosa y Allan Mills. (A la izquierda, Philippe Hunsiker, dueño de Sophos, y Marie-Paule Lara, de la Alianza.)
Me pareció que era un tanto injusto que los traducidos fuéramos las estrellas exclusivas del asunto, y que los traductores no tuvieran voz ni voto en el asunto, así que le pedí a Thierry Davo que me mandara un texto acerca de las traducciones que había hecho de mis libros. Igual suena a ego trip, pero era mejor que hablara él que yo: ¿qué podía decir yo acerca del hecho de estar traducido al francés excepto que me da mucho gusto?
El siguiente es el texto de Thierry, que fue con el que se abrió la plática:
Traducir un texto de Rafael Menjívar Ochoa exige –o ¿permite?– un estado de atención permanente. En una de las tantas charlas que hemos tenido juntos, me confesó que escribe como una abuelita que teje cobijas de ganchito y, por supuesto, el traductor no puede obviar este dato: la traducción ha de ser tan minuciosa como la misma escritura. 
Mi trabajo, si se puede hablar de trabajo, siempre comienza igual: impregnarme del texto, instaurar con él un clima de confianza mutua, dejar que me penetren dos cosas, fundamentalmente: un tono y un ritmo. Sólo entonces puedo comenzar a traducir, cuando siento el texto. Luego hago traquear los nudillos – “saco mentiras” - como haría un pianista antes de emprender una intrepretación. Cuando traduje TRECE, andaba de paseo, condenado a ir de cibercafé en cibercafé, cada noche con teclados diferentes, con un entorno cada vez diferente; indudablemente fue la traducción que me resultó menos natural, por la dificultad para instaurar un clima caluroso e íntimo entre el texto y yo. 
El texto siempre es el que guía la traducción. Yo nada más lo acompaño. Aunque el soporte siempre es la muy gutemberguiana imagen alfabética en pantalla, el texto como obra de lenguaje no escapa a la ley básica del lenguaje, o sea su oralidad. El texto tiene una voz propia, la famosa imagen acústica a la que se refería Saussure, una voz silenciosa que, curiosamente, no es la mía ni la de Rafael Menjívar, ni la de nadie conocido: es la voz del texto, y es la que guía mis pasos al traducir.
La obra de Rafael Menjívar Ochoa es altamente intertextual, en esto sus libros constituyen una obra y no simplemente textos sueltos. Él tiene razón: es una obra tejida. La traducción debe respetar esta dimensión, haciéndose el eco de los ecos internos de la obra, de sus remisiones. También debe respetar, lo cual no es lo más fácil a la hora de traducir, los matices que estructuran el pensamiento del autor y hacen imposible el recurso a sinónimos más o menos parecidos: siempre hay que buscar la palabra, la fórmula exacta, la cual no siempre coincide, en francés, con la armonía deseada o incluso a veces sencillamente no existe. Las 45 ocurrencias de la palabra “motivo” en TRECE, el matiz entre “morir” y “morirse” (los hay que mueren y los hay que se mueren), los diferentes grados en la expresión de la compasión sólo son algunos entre tantos ejemplos. Entonces sí traducir se vuelve un trabajo de verdad.
No sé por qué traduzco. En cambio sé que se trata de una actividad de doble díalogo: diálogo con el texto por una parte, y en segundo lugar diálogo conmigo, un ensimismamiento en el cual me enfrento a mi savoir faire. A este doble diálogo -“horizontal”, digamos - se suman aportaciones exteriores: primero la investigación necesaria para entender la sutileza del texto y tengo que documentarme sobre estrategia del ajedrez, leyes de la óptica para comprender cómo funcionan los espejos de verdad (única manera de entender cómo funcionan los de Menjívar), detalles técnicos sobre armas de fuego, historia de los serial killers. Y en segundo lugar la ayuda que siempre me brinda el autor cada vez que se me presenta una duda. En este sentido es mucho más fácil – y agradable - traducir a Menjívar Ochoa que a Shakespeare u Homero.
Cuando tiene que explicar en qué consiste su trabajo de escritor, Rafael Menjívar Ochoa suele evocar a Miguel Angel, el escultor del Renacimiento. Según él, cualquier estudiante de una escuela de bellas artes sería capaz de esculpir La Piedad. Lo que caracteriza el trabajo de Miguel Angel y lo hace único es el largo pulido final.
Antes de este minucioso trabajo, el texto debe reposar algunos meses, debo olvidarme de él antes de retocarlo, leyéndolo una y otra vez hasta que me quede más o menos perfecto. Entonces lo entrego al editor, Alain Mala, quien se ensañará contra el pobre. El último toque lo daremos juntos, en sesiones de trabajo comida y vino agotadoras pero sabrosas, con no pocas consultas –via Internet- con el autor. Sólo una vez, en 2002, pudimos trabajar los tres juntos, autor-traductor-editor, en la finalización de una traducción. La distancia no permite que este tipo de trabajo, que para nosotros sería lo ideal, ocurriera para todos los libros. Traducir en mi caso, publicar en el caso de Alain siempre es una aventura humana.
Las dos veces en que me tocó leer textos de Rafael Menjívar traducidos al francés por otro, las traducciones no me gustaron. Yo lo habría hecho de otro modo, tal vez no mejor, pero sí diferente. Dos libros de Rafael Menjívar fueron adaptados al teatro: Instrucciones para vivir sin piel y Trece. Las dos veces, al presenciar los espectáculos experimenté la sensación rara de que estos textos que estaba oyendo, yo los había escrito en su versión francesa, y sin embargo la lectura que estaba oyendo me hacía descubrir otras cosas, cosas nuevas. En una de las dos oportunidades filmé el espectáculo y al volver a escucharlo con el libro en mano, me dí cuenta de que en dos o tres oportunidades los actores habían modificado mi traducción. Fue una buena lección: si a un actor el texto no le parecía 10% natural es que en efecto había que corregirlo. La soltura, la fluidez, es tal vez lo más difícil de conseguir. Y sin embargo lo más imprescindible.

Con algunas observaciones extra, Rodrigo y Allan estuvieron de acuerdo con lo planteado en el texto --al menos en lo referente al modo de traducir--, y nos pusimos a hablar acerca de nuestras experiencias como traductores. Rodrigo está trabajando ahora en el epistolario de una poeta guatemalteca que vivió en Madrás (India) y mantuvo correspondencia en francés con varias amigas acerca de sus experiencias como enfermera voluntaria. Incluso leyó la primera de las cartas, bastante impactante, en la que habla del ritual para ocuparse de los muertos, mediante la utilización de buitres. El tono tranquilo y mesurado de las cartas contrasta fuertemente con la brutalidad de las escenas.
Por mi parte hablé de mi experiencia sobre todo en la traducción de Eliot y Edgar Lee Masters --alguien preguntó acerca de la dificultad de traducir poesía--, y dije que la simplicidad del lenguaje de ambos poetas da la impresión de que pueden hacerse versiones casi textuales, cuando en realidad hay una intención poética y unos códigos bastante complejos.
Después hubo una discusión acerca de una traducción que hice de "Berenice", de Edgar Allan Poe. Resulta que, a la hora de cotejar mi versión con las de Julio Gómez de la Serna y Julio Cortázar, en la de este último encontré frases completas que no estaban en el original. Mi teoría es que no tradujo, al menos este texto, directamente de Poe, sino de Baudelaire, quien le echó más crema de la necesaria a los tacos. La extrañeza fue porque, bueno, Cortázar era traductor profesional, manejaba el inglés y el francés, y se supone que es la traducción más fiel que hay de Poe hasta el momento. Pero allí está la excepción, y quedó pendiente el asunto. (La discusión vino porque Allan, precisamente, mencionó ese caso como un ejemplo de algo que había señalado Rodrigo: que la traducción es un sine qua non de nuestra cultura, que ni siquiera se pone en cuestión, excepto de manera retórica, digamos.)
En mi caso, dije, traduzco a maestros para tratar de entender cómo funcionan, aprender recursos y, de ser posible, "ser ellos" durante algunas fracciones de segundo. Rodrigo y Allan reivindicaron --con razón-- la traducción de gente menos famosa como una especie de diálogo entre culturas diferentes, con los traductores como intermediarios. (Digo "con razón" porque gracias a esa actitud Thierry ha traducido varios libros míos y Alain Mala, el director de Cénomane, los ha publicado. Gracias a ambos, como siempre.)

Y una foto de Denise Phé-Funchal, compañera de La Casa y anfitriona. Cocinó unas cosas deliciosas y la plática, larguísima, estuvo deliciosa también.

23 de marzo de 2009

Respuestas estúpidas

Como supondrán, ha habido preguntas estúpidas --junto con los insultos respectivos-- acerca del hecho de que haya ido a votar el día de... bueno... de las elecciones, que es cuando uno va y vota. Desde hacía meses que había dicho que no iría a votar, porque no daría mi voto por Salvador Sánchez Cerén, pero que igual me agarraba la locura y me presentaba a la casilla correspondiente, como ocurrió. Y que prefería no ir porque soy "voto duro" del FMLN, que no iba a votar por ninguno de los otros partidos, y menos aún por Arena. Cosas de uno y del derecho ciudadano.
Al final Krisma me dijo "Tienes que votar", así de simple. Su argumento: pase lo que pase, gane quien gane, hoy se hace historia, y hay que ser parte de esa historia. La llevé entonces a Ciudad Delgado, porque allí está inscrita, y después nos aventamos a Panchimalco a comer raspados o minutas o como quieran llamarles y, de paso, a que yo votara. Hace unos posts puse mi voto junto con el de Valeria, que exigió también ejercer su derecho, y listo. Nos llevó más tiempo comer los raspados que votar.
Mis trolls particulares me han hecho comentarios y preguntas que contestaré por diversión, y bajo el entendido de que cualquiera de ellos puede recibir un simple "porque se me pegó la gana". Pero igual abundaremos un poco. No, no voy a publicar los comentarios originales.
1. ¿Por qué publiqué la foto de mi voto al día siguiente de la elección, cuando ya se sabía que había ganado el FMLN? Sencillo: porque se me pegó la etcétera, y porque lo dejé programado desde el día domingo, igual que programo otros posts, como los que han estado leyendo en estos días, de a uno diario (incluido éste, por cierto, que escribo el viernes por la noche). De hecho, el lunes y martes ni siquiera me acerqué a una computadora conectada a internet, y el miércoles apenas ya tarde, para responder los correos más urgentes y poner más posts, como el de ayer y anteayer y el anterior. ¿Qué estaba haciendo lunes y martes? Eso es algo que mis amigos podrán saber si me lo preguntan; los imbéciles, que piensen lo que quieran. Lo que sé es que no me gusta publicar más de un post al día, salvo casos excepcionales, en especial porque a veces puedo pasarme varios días sin poner ninguno. Así que, cuando salen varios, aprovecho y los distribuyo. Además ya intuía que me iban a salir con que seguro había votado por Arena, y quería que la respuesta se publicara solita, justo cuando no tendría internet. De ese juego salieron los comentarios más rabiosos.
2. Ahora que el FMLN tendrá el poder me correrán de Concultura. Ése es problema del FMLN, no mío. El mío es trabajar. Si no es en Concultura, ya habrá otros lugares. Si me corren del país, como también me han ofrecido, sigue existiendo el mundo. Por de pronto tengo un contrato por un año más, que desde luego pueden romper en el momento en que quieran. Lo que me va a encantar es el motivo oficial de mi despido, que prometo poner por aquí.
3. ¿Por qué cambié de opinión a última hora y voté por Funes? Ésa es una pregunta de verdad estúpida: en lo que cambié de opinión fue en el hecho de votar; mi voto siempre hubiera sido por el FMLN, o sea por Funes, que era su candidato. Jamás se me ocurrió votar por Rodrigo Ávila, con todo y que me cae bien mientras no saque el discurso antocomunista ochentero; lo malo es que es de mecha muy corta en ese aspecto. Zablah me parece un tipo de veras capaz, pero no me gusta su falta de solidez cuando se trata de ver si se va con melón o con sandía, que me perdone el señor. (O sea el señor Zablah.)
4. No, no me pagan nada de la "partida secreta" de la presidencia de la república. Nunca he estado lo suficientemente cerca del poder como para que algo asi suceda, ni me parece que mi adhesión merezca una partida especial dentro de la partida secreta, y menos aún lo aceptaría. Ahora que lleguen Funes y su gente van a saber, si les interesa, quiénes han andado en ésas. Se me ocurren algunos nombres, pero para qué andar incordiando a la gente. Como decía hace ya algunos meses en otro post: la gente más brillante de la... llamémosla izquierda proactiva... ha descubierto que el verdadero enemigo a combatir, el enemigo del pueblo, es un escritor de novelas policiales que maneja un par de talleres en Los Planes de Renderos. Agradezco el poder que me confieren, pero en serio que soy un simple escritor que... vaya... escribe, y que algo sabe de periodismo, después de más de 30 años de ejercer ambos oficios. (También sé traducir. La cuota por cuartilla es según el material. Se puede negociar por volumen. Y cocino muy bien, pero eso lo hago gratis para mi familia y mis amigos.)
5. No he hablado ni en bien ni en mal del gobierno electo, porque francamente no tengo nada que decir mientras no tome posesión y empiece a trabajar. Y lo haré si se me pega la gana; si no, pues no. Es lo que he hecho en mis trabajos periodísticos acerca del gobierno actual, y lo mismo en este blog. Entiendan, niños: hay gente que piensa por sí misma y no necesita que los anden arreando, o juntarse con nadie más, para pensar y decir lo que piensa y dice. Están malacostumbrados a verse en el espejo. Si sirve de algo --y si no, pues igual--, uno de los factores que me decidió a votar fue que se incluyera en el equipo de trabajo del entonces candidato del FMLN (a quien sigo sin conocer en persona) a gente a la que quiero y respeto, como María Isabel Rodríguez, Héctor Dada Hirezi y Héctor Silva. Los "amigos de Mauricio" me parecían... no sé... no muy convincentes; demasiado lejanos a lo que yo pudiera entender como gente en la que confíe de buenas a primeras. A los otros los conozco en persona, sé sus capacidades, y sé que creen en lo que hacen.
6. No, no he difamado a Sánchez Cerén. Todo lo que he dicho está documentado.
7. No, no le pasé ninguna información acerca de Sánchez Cerén a Geovani Galeas con respecto a Mayo Sibrián, por el simple hecho de que yo no la tenía. (Por cierto, Geovani olvidó en su libro, o no quiso decirlo, el nombre verdadero de Mayo Sibrián.) El hombre se aventó un trabajo bastante serio de investigación, y vale la pena leer su libro.
8. A Federico Hernández Aguilar, que me cae muy bien, lo he visto quizá unas seis o siete veces en los últimos cinco años; he cruzado mails de trabajo (informes sobre La Casa, digamos; es mi obligación) y la última vez que hablé por teléfono con él fue hará... no sé... un mes, por cosas más bien personales. Generalmente, cuando no hay cosas oficiales de por medio, hablamos de literatura. En diez años de conocerlo, nunca me ha parecido gente de conspiraciones, y quizá por eso nos llevemos bien, aunque hemos tenido diferencias fuertes y a la postre divertidas. Estoy seguro de que cree en lo que dice, esté o no de acuerdo con él; si no fuera así, hace rato que yo no estaría en Concultura.
8. Me da gusto que haya ganado el FMLN del mismo modo en que me daría gusto si hubiera ganado Arena en las mismas condiciones, es decir en elecciones que me parecieron limpias, pacíficas y bien organizadas. (También tengo meses diciéndolo.) Sé algo: el margen de victoria del FMLN fue muy estrecho, cercano al empate (curioso que las tan atacadas cifras de EDH fueran las más acertadas), y eso debería llevar a ser cautelosos a Funes, al FMLN y, sobre todo, a los imbéciles que se han autoproclamado defensores de... ¿qué? "El pueblo" no votó masivamente por el FMLN: "el pueblo" se expresó de un modo bastante particular, y el gobierno es para todos, no sólo para el 51 y pico por ciento de la gente. (¿Se acuerdan de que Saca ganó por unos 20 puntos de diferencia?)
9. Si tanto les enojo, ¿para qué me leen? Ya dije: detesto la manía de cierta izquierda (¡eso no es izquierda!) de hacerla de policía. Para eso está la PNC. Estoy seguro de que muchos de los que ahora hablan "desde la izquierda" hubieran sido capaces de llamar a los números que tenía la Fuerza Armada para denunciar "comunistas", con el posterior descuartizamiento de los denunciados por los escuadrones, y sentir placer por los resultados. Su lógica es la misma, y háganle como quieran y argumenten lo que puedan. Entre la difamación y una llamadita de ésas sólo hay una cuestión de grado; la lógica es la misma.
10. Hoy ha sido un buen día, parte de una buena semana. Espero que también lo haya sido para todos ustedes. Miren la calle: la gente no se está agarrando a golpes porque ganaron unos y no otros. Quizá hasta sea cierto que haya esperanzas. No lo sé; soy bastante escéptico. Pero a veces es bueno dejarse llevar, para sentirse como cuando uno era niño y las cosas eran nuevas.
Ya me voy. Tengo cosas que hacer. Aunque escribo en viernes, hoy lunes me toca levantarme muy temprano por algo que tengo que hacer mañana martes, de lo que pondré algo quizá mañana mismo, quizá el miércoles. Será un buen modo de pasar mis días de descanso.
(No, no escribo a las 4:43 de la mañana, sino a la medianoche. Es un modo de dramatizar eso de que me tengo que levantar temprano.)

22 de marzo de 2009

Y con ustedes... ¡el OIE!

Con la llegada de Mauricio Funes a la presidencia del país, por primera vez el ahora llamado Organismo de Inteligencia del Estado (OIE) estará a las órdenes directas y al servicio de un presidente de izquierda, que representa a un partido autodefinido como revolucionario y socialista.
El OIE, en efecto, sólo responde al presidente de la república, en este caso a Funes, como lo hizo su antecesor, ANSESAL. La diferencia es que ANSESAL estaba en manos de la Guardia Nacional, y ahora no existe Guardia Nacional, y es de suponerse que el OIE sea un órgano de carácter civil o mayoritariamente civil.
Una pregunta bien obvia se me viene a la cabeza: ¿qué van a hacer Mauricio Funes y sus colaboradores con cierta información del OIE, y con al archivo histórico, que obviamente incluye el de ANSESAL, el que "robó" el mayor Roberto d'Aubuisson para organizar las bases de ARENA, y los escuadrones de la muerte para saber a quién descuartizar y a quién no, entre otras delicadezas? A ese archivo, del que los militares conservaron originales, ni siquiera Duarte tuvo acceso, y habrá que ver hasta qué punto los presidentes que lo siguieron, de Cristiani a Saca. 
Si se trata de un asunto de principios, mucho de esos archivos deberían ser desclasificados y puestos a la orden de la población. Me refiero a los de ANSESAL, claro. Allí debe estar el expediente de muchas personas, vivas o muertas, y, por la minuciosidad y orden que demuestran los militares en sus asuntos, algo habrá que hable de cómo pasaron de estar vivas a estar muertas, o por qué pasaron o no de un estado al otro.
Y habrá sorpresas. Imaginen, digamos, las listas de colaboradores, las relaciones entre --pongamos-- la gente de izquierda con los militares, y viceversa; los métodos de infiltración, lo que quieran. Y qué es lo que dice el expediente de cada uno de los que tuvimos --¿lo tendremos aún?-- un expediente.
En cuanto al OIE, satanizado por la izquierda durante tantos años, ¿se convertirá en algo bueno ahora que lo manejará alguien declarado de izquierda? La experiencia dice que un órgano de inteligencia no tiene moral, no tiene banderas y no tiene madre conocida. Es parte de los aparatos del poder que hacen que, sea quien sea el que gobierne, tiene como único objetivo sostenerlo en el poder. El OIE no será de izquierda, obviamente, ni tendrá una "opción preferencial" por los pobres, investigará sólo a los ricos ni dejará de infiltrarse en todo lo que se pueda infiltrar. Quizá cambie de nombre, pero sólo responderá al presidente, y "en última instancia" (odio esa frase) servirá para el monitoreo y control de la población y la protección de quien se encuentre en el poder. Espionaje, al más puro estilo KGB, pues, con restricciones que la KGB quizá no tuvo.
¿Se acuerdan por allá por 2000, cuando NO había escuchas telefónicas manejadas por y desde Casa Presidencial? Bueno, pues NO las manejaba el OIE y yo era uno de los que NO tenían el teléfono intervenido. Lo descubrí de la manera más simple: tratando de comunicarme a internet por módem. Conectaba y había un punto en que la señal comenzaba a rebotar hacia mi computadora, y así de ida y regreso, hasta que la comunicación se hacía pelotas. Organicé varias pruebas y, sí, la señal no llegaba directamente al servidor de Telecom, sino "filtrada", es decir "sucia", es decir que, como todos negaron que hubiese intervención, tuve que poner lo que en ese entonces se entendía como "banda ancha" (64kbps) con Telefónica, y otro número de teléfono que no sé si habrán intervenido, ni me importa; no hay nada que hable por teléfono que no pueda decirle en persona al agente encargado, a su jefe o a la puta madre de ambos.
Lo que propongo es que, así como existe el Museo de Historia Militar y el de la Revolución, se organice el Museo de ANSESAL, con un archivo en el que cada quién pueda revisar sus expedientes y el de sus familiares muertos. Si hay cosas que son de valor histórico y hay registro de ellas, que se den a conocer, como las míticas conversaciones entre el Chele Medrano y Schafik Hándal, sólo por dar un ejemplo.
Si se trata de pedirle cosas al nuevo presidente, sería una que nos ayudaría a saber qué, quién y cómo nos ha manejado en el último medio siglo.
Con respecto al OIE, creo que la parte interesante vendrá por otros lados. Por ejemplo: ¿qué gente importante de la izquierda ha trabajado con el servicio de inteligencia? No me refiero a personas a la que algún agente les haya sacado información, sino que hayan colaborado directa y voluntariamente. ¿Cuántos de nuestros iconos se romperían? La verdad, me gustaría saberlo.
A mí me han acusado de estar a sueldo del OIE. Pues bien, señores, ahora tienen el juguetito en la mano, Búsquenle. Quizá se lleven sorpresas. No de que yo colabore con "el enemigo", porque saben que es falso. El problema es que ahora ustedes serán el enemigo.
Suerte.

21 de marzo de 2009

Notas varias - 1989, 1994 y 1995

Un poco más del/los diario/s que he tratado de llevar, en vano, a lo largo de años. De estas notas me llama la atención la primera; en esta blogosfera, veinte años después, desde cuando internet era un bebé, ya intuía la vocación de policía --o delator, que no es mucho más abyecta-- de algunos imbéciles con pseudónimo y con una causa que creen propia. Policías del pensamiento, como los temía Orwell, y como pulularon tras más de alguna cortina de hierro, física o del alma. Son los peores: los que temen el pensamiento ajeno, sea el que sea. El pensamiento a secas. Y vieran cuántos seguidores consiguen, y sin siquiera mancharse las manos ni arriesgar nada, pobrecitos.

7/III/89
De los militantes de izquierda detesto esa patética propensión a convertirse en policías.
Tienen una excesiva noción del dentro y del fuera. Los de fuera (y hablo de los no enemigos) son despreciados a la vez que temidos; los enemigos son castigables a fuego. Pero sólo los de dentro son punibles con dolor, con humillación, con placer. La pureza talvez incite al sadismo; vaya cosa.
El mundo es mesurable con la vara del dentro; y el dentro es tan pequeño en relación con el mundo... No hay poder sobre el mundo y es necesario ejercer el poder, si no la militancia no tendría sentido. Orwell es claro: el poder es la capacidad absoluta de producir dolor.
NOTA AL MARGEN: Una abyección voluntaria.
Al enemigo se le odia; es sencillo. Al militante de base se le somete; es funcional... y grato. De los demás se necesita, y me imagino que eso llega a producir algo intermedio entre el desprecio, el miedo y la envidia. Pero hay que disimular o, en todo caso, convivir. La prepotencia del que tiene la verdad (pero aun así no termina de comprenderla) vuela entre la necesidad de convencer para convencerse y proteger al clan del posible infiltrado (cualquiera que no sea comprensible es un infiltrado en potencia).
La verdad sólo puede ser sencilla, una frase: patria libre o morir, alianza obrero-campesina con hegemonía proletaria, la religión es el opio de los pueblos. Los demonios, de Dostoyevski: el militante no necesita de preparación teórica, de duda, de contradicción; todo es más sencillo (y efectivo) si se reduce a un slogan fácilmente recordable. "Causa común" quiere decir cualquier cosa, pero sirve para aglutinar.
Sin los de fuera, sin los enemigos incluso, su vida no tendría razón.
Otra idea pedante: se necesita de mil y un militantes para "crear" un solo individuo y, no obstante ser poderoso, sin voluntad propia. Un golem, en suma. Triste destino del pueblo, carajo: ser el fin de la lucha y creerlo, y a cambio anularse en una masa amorfa.

Artículo de Gide acerca de la correspondencia de Dostoyevski: un hombre lleno de vergüenza, un hombre demasiado patético para ser tolerado frente a frente. Dostoyevski sólo puede ser un admirable personaje de Dostoyevski.
Me gustaría ver la (frágil) línea divisoria que hay entre el genio y el pobre diablo.

* * * 

Algún momento de 1994
Orwell: Existe una puerta en el Edificio. Detrás de ella está lo peor. ¿Qué es lo peor?, pregunta Winston Smith. Cualquier cosa, responde su torturador. Cada uno tiene su propia idea de lo peor. La de Winston Smith son las ratas.
Pienso: Un espejo en la oscuridad. La imagen de un espejo en la oscuridad. La imagen distorsionada de un espejo en la oscuridad. El que se para enfrente no lo advierte, pero el mundo que el espejo refleja es aberrante.
Cuando era niño tenía una pesadilla cada cierto tiempo: Yo era gente grande y manejaba el coche de mi tío, un Mustang 1966. Iba vestido con traje negro y usaba lentes oscuros. De pronto veía por el retrovisor y la imagen era la mía, la misma cara y los mismos lentes, pero el traje del reflejo era blanco. Despertaba, aliviado. Un segundo más dentro del sueño y quizá no hubiera despertado a causa del terror, me hubiera quedado encerrado en el terror, o hubiera despertado convertido en otra gente, en otra cama, en un mundo aún más difícil de entender.

* * * 

Mayo 14, 1995
En marzo, en el parque donde estaba la Secretaría de Comercio. Un boxeador antes de una pelea se baña en la fuente con dos mujeres, una de unos 20 años, otra de unos 40, la mayor con el pelo pintado. Ellas traen traje de baño de una sola pieza. Las dos tienen unos pechos inmensos. El boxeador tiene unos 22-23 años. Juegan a echarse agua, a toquetearse. En una banca del parque están los guantes.
Se van y aparece una muchacha grande y torpe de unos 14 años ofreciéndome un bebé en adopción. En realidad quiere venderme, por cinco pesos, un muñequito de hule metido en un frasquito. Le doy un billete de diez pesos, no tiene cambio, le compro dos. La muchacha tiene tierra en las uñas.

Dos soldados viendo con interés unas botas en un tiradero de mercancía, en una tienda por el metro Normal.

Vivo en una casa grande en la que alquilan cuartos: $150 a la semana los pequeños, que son realmente claustrofóbicos; $200 los grandes, de unos 3.5m por 5. Baño compartido, cocina compartida, lavaderos y tendederos compartidos. Cama, dos sillas, un ropero, una almohada, un par de mesas. Es caro, pero uno tiene la posibilidad de ver toda la semana cómo rayos hacerle para conseguir lo de la renta de la otra semana. Hay que darle al encargado una lista con los nombres de las personas que pueden visitarlo a uno.
El encargado es un mormón que fuma Delicados.
Siempre hay, en algún lugar de la casa, una radio a volumen excesivo; ayer tocó que fuera en el cuarto de al lado. Cumbias, por supuesto, y malas. Es inútil cerrar la puerta; se oye todo. A veces pongo a Zappa a volumen moderado, pero no se logra tapar del todo la música en los otros cuartos. Hay que esperar a que sean las once de la noche para oír música.
También hay pláticas. Hace unos cuatro o cinco días hubo una plática entre el encargado y dos de las inquilinas, una de voz joven y otra de unos 45 años (la edad de las voces engaña). El tema: el encargado decía que las mujeres lloran bastante, y que muchas lo hacen para sacarle dinero a los hombres. La voz joven decía que su mamá lloraba mucho, pero no era de ésas. La voz mayor sólo hacía comentarios y, supongo, mencionaba casos en los que sí es cierto y otros en los que no; en realidad hablaba alto, pero no le entendí mucho.
Anteayer empezó a vivir en el cuarto frente al mío una mujer de unos 32-35 años, pero aparenta algunos más. Tiene tres hijos pequeños. El encargado trató de convencerme de que el cuarto en el que está ella era más bonito que el mío; en realidad es mucho más angosto y oscuro. Su hijo, de unos 8-9 años, estuvo jugando Doom en mi computadora.

Es curioso: mi padre quiso dedicarse a escribir y ahora ése es mi oficio. Yo quise dedicarme a la música y ahora Eduardo está aprendiendo guitarra, y a pasos acelerados. Anoche hubo una jazziza en casa de Toño Malpica. Eduardo se puso a tocar bajo eléctrico por primera vez en su vida, acompañándonos a Toño y a mí en un blues. Se puso nervioso y se equivocó, desde luego, pero no lo hizo mal. Toño y yo nos divertimos viéndolo sudar cuando nos poníamos a sincopar.
Después, algo de jazz, blues y rock and roll. Me subió el ánimo, que últimamente llega a andar bajo cero.

Mayo 19, 1995.
Anoche soñé que la Luna, de repente, empezaba a acercarse a la Tierra hasta verse de tamaño inmenso. Yo estaba en la calle platicando con un amigo (creo que Mauricio Schwarz o Héctor Zamarrón, o una mezcla de ambos), y la veíamos. Mi amigo se ponía nervioso y decía que iba a chocar contra nosotros y nos iba a matar; yo me reía y le decía que no se preocupara, que según Newton la Luna se iba a hacer pedazos antes de estrellarse contra la Tierra.
De repente, la Luna se cuarteaba en muchos pedazos, como si fuera una hostia, y de ella salía mucha luz. "¿Ves?", le decía a mi amigo, y él se reía, aliviado. Después los trozos empezaban a alejarse y, de pronto, la Luna estaba en el lugar de siempre, del tamaño de siempre, del color de siempre.
Antes de dormir estuve leyendo El espacio y el tiempo en el universo contemporáneo, de P. C. W. Davis, un libro que compré hace unos diez años y que no había hojeado. También Crónica del desconcierto, de Mauricio, acerca de los primeros 101 días de gobierno de Ernesto Zedillo. Extraña mezcla de temas en el sueño. Y más extraño que lo recuerde; hacía mucho que no recordaba un sueño.

20 de marzo de 2009

16 de enero de 1992. 04:12

Recordaba que el día de la firma de los Acuerdos de Paz de 1992 me sentía bastante mal, pero no recordaba qué tanto. Copio y pego de mi asistemático diario de trabajo, escrito y encriptado en WordPerfect 5.1. (¡Ah, cómo me gustaba el WP 5.1! Creo que no se ha hecho un procesador de palabras mejor. Más bonito e impresionante, talvez, pero no con tantas posibilidades. Y en puro DOS.)
Viene la catarsis del día de la firma de los Acuerdos de Paz, y ya sabrán disculpar --o no; es igual-- los aludidos:

Dentro de unas horas se firmarán los primeros acuerdos de paz en El Salvador. Los noticieros, los periódicos, la radio no hablan de otra cosa. Se acaba la guerra. Por supuesto, las presiones de siempre (Cristiani no da todas las garantías, el ejército miente en las cifras de soldados, la guerrilla protesta y denuncia las maniobras, como si pudiera esperarse otra cosa); las negociaciones-de-última-hora, los preparativos, el fasto, la mentira de siempre. Ah, cómo me encabrona la pinche mentira; como si no la conociera por haberla proclamado en nombre de la verdad durante tantos años. Me avergüenza a veces el tipo de periodista que fui.
Me siento mal. Asqueado, en realidad. Trato de dormir y siento angustia. Me pongo a ver una película que no me hace reír y a fumarme cigarro tras cigarro hasta que la garganta me arde. Quisiera ser realista y decir: bueno pues, es lo mejor. Si para llegar a esto tuvo que morir tanta gente, valió la pena. Sí, muchacho: la burguesía necesitaba de toda esta guerra para soltar migajas, así es la política. No, no podíamos decir la verdad a los idiotas de siempre, nuestros hermanos: no hubiera resultado nada, ni siquiera la negociación a ultranza. A lo Stanislavski, pues, la puritita escuela de las vivencias. Si el actor no cree en lo que hace (y qué mejor que lo crea realmente), no se logran los resultados buscados. Lo ideal y lo factible, la realidad y la ficción (esto es la ficción, I guess), la muerte y la vida (esto es la vida, y de eso no cabe ninguna duda).
Desde 1983 (desde aquella fecha) los representantes del pueblo se han dedicado a hacer el indigno papel de mendigar pláticas; los gringos y el par de gobiernos salvadoreños desde entonces se han dedicado a dar largas y a permitir que los otros hablen en foros, se desgasten, pierdan credibilidad con todo y su corbata, y que los jodidos sigan muriendo de hambre. ¡Ah, Schafik Handal, si hubiera estado -si yo hubiera estado para hablarlo en voz alta- en las montañas, en medio de las masacres, huyendo del miedo, matando por lo menos! Si buscaban la paz, ¿para qué carajos se metieron y metieron a todos en la guerra? No Schafik, el comandante; ése sólo buscó la forma más rápida de conseguir su dosis miserable de poder, al menos la remota posibilidad de estar cerca de donde se piensa por los demás. Él fue de los que asesinaron la revolución, esa estúpida revolución, sacerdotal, burocrática, sectaria, absurda, pero elaborada con el material de los sueños, como el halcón maltés, como la vida, como los hijos y las cosas que se quieren. A cambio de la revolución que ya no va a ser, disculpen las molestias que estas obras ocasionan: la promesa durante nueve años de negociar. Sigan muriendo de hambre, sigan jodiéndose a gusto, sigan perdiendo hijos y agachen otro poco la cabeza, o ténganla alzada que es peor: dentro de nueve años negociaremos.
Schafik se dejó la barba desde entonces (los revolucionarios usan barba; ¿se dieron cuenta de que Marcial era lampiño?), pero la panza sigue del mismo tamaño.
(Leído no recuerdo dónde: alguien sueña que el líder se acerca a un niño, lo alza en brazos con una sonrisa y después se lo come.)
Hace nueve años alguien asesinó a Ana María. Quiero creer que fue sólo Marcelo; otra cosa resultaría aterradora. Después los sandinistas obligaron a Marcial a suicidarse. Todo por negociar. Los sandinistas perdieron el poder después de un gobierno de corrupción tan pequeña como eran grandes los ideales que despertaron; la corrupción pequeña se convirtió en casi grande -y necia y denigrante- cuando perdieron el poder: algo teníamos que llevarnos después de diez años, ¿no? Palabras casi textuales de Ortega. Igual con los salvadoreños: algo teníamos que llevarnos, ¿no? La posibilidad de mendigar poder, vaya. Aparecer en los diarios y que nos tomen en cuenta, por fin en serio.
(Escena: el nuevo rico se llena de oro, se pone ampuloso, compra ropa cara para ir a su tercera o cuarta o milésima fiesta de sociedad. Usa un diente de oro. Frunce el ceño, habla de caballos y trata de ser snob. A sus espaldas todos sonríen con burla.)
¿Y a los que les prometieron el paraíso y el mundo mejor y el hombre nuevo? Para la próxima, muchachos, nosotros les avisamos. Por ahora confórmense con que a lo mejor hay elecciones democráticas algún día. Ah: la democracia burguesa después de todo no es tan mala, al menos si estamos en ella. Pero recuerden: voten en el cuadrito donde vean nuestra cara; es su deber histórico. Patria o muerte, ¿eh?
Me encantaría escuchar a Schafik en privado, sabihondo, con las manos sobre el estómago, tono de maestro de prepa; él siempre tiene una respuesta para todo, a veces dan ganas de creerle. No será una respuesta necesariamente coherente con lo que habló un minuto antes, pero seguro la tiene. Los comunistas siempre tuvieron la inteligencia (supongo que es inteligencia) de demostrar que lo que acaban de inventarse siempre lo habían sabido, y que además estar en contra es ser un enemigo de los pueblos o algo peor.
De acuerdo: los salvadoreños por fin tendrán paz. La merecen después de tantos años de muerte, muerte y muerte. He releído informes de derechos humanos y aterran. Pero entonces quizá hubiera bastado con las huelgas de 1979. ¿Por qué mintieron? ¿Por qué se mató Marcial? (Por suerte: este mundo ya no sería el suyo. Estaría anciano, quizá senil; la revolución era su fin, no su modo de llegar a nada. Pobre viejo.) De acuerdo: la perestroika, el mundo cambia, el muro de Berlín cae, las concepciones se liberalizan, el posmodernismo, el fin de la historia. Hay que poner los pies sobre la tierra; miren el ridículo que hace Cuba, Fidel chochea. Pero entonces ¿por qué nos mintieron?
En 1983, a principios de 1984, el FMLN tuvo la oportunidad de tomar el poder. Militarmente era posible; políticamente, aún. Pero tuvo miedo de la invasión gringa. ¡Carajo! ¿No que la furia del pueblo respondería a la agresión extranjera? ¿No que se regionalizaría el conflicto y Estados Unidos sufriría una derrota más vergonzosa que la del sudeste asiático? Uno, dos, tres Vietnam. ¡Ah, Salvador Samayoa! ¿Tenías miedo de que se te ensuciara la corbata, los zapatos, a ti el representante impecable de un pueblo miserable, sucio, que muerde sin dientes y humillado?
(Escena: un falso ciego grita: "De lo perdido, lo que aparezca". Sus hijos y sus nietos están muertos, y sus hermanos y todo el mundo. Él pasa junto a sus cadáveres, ignorándolos.)
Me siento un imbécil. Ojalá haya muchos que se sientan imbéciles. Todo la tragedia sólo para que se lucieran los sacerdotes. Como siempre: a Cristo, a Judas, a los apóstoles se los llevó la chingada en la cruz, la horca y cadalsos diversos; como condición lógica no faltó quien --y hasta sobró-- usufructuara la muerte ajena y sedujera a beatas repletas de hastío.
¿Dónde están Roberto Franco, Hugo, Benjamín Valiente, noventa mil más? No murieron para negociar, sino para que alguien, algún día, dijera: Bueno, pues, valió la pena.
Espero conservar la vergüenza hasta que llegue a viejo.

19 de marzo de 2009

De países y sándwiches de jamón

Seguí revisando mis archivos encriptados en WordPerfect 5.1 --intentos de diario-- y encontré algo que no termino de entender, pero allí está. Fue escrito en diciembre de 1991, seguramente de madrugada. Desde hacía más de un año había entrado peligrosamente en una depresión clínica, que sólo logré empezar a controlar en 1993; creo que algo se notará de eso.
El hombre del cáncer del que hablo por allí era José Belisario Peña, uno de los suboficiales que se levantaron contra Hernández Martínez. De todos sus hijos sólo quedó viva Lorena Peña, que creo anda como diputada en el Parlacen. Era papá también de Felipe Peña, uno de los primeros militantes de las FPL. Él mismo fue militante de las FPL, y estuvo preso en plena guerra en Santa Ana, creo, y después en Santa Tecla. No sé cómo logró que lo dejaran vivo.
Va el trozo de diario:

Uno siempre recuerda con tristeza; el recuerdo es profunda y esencialmente triste. Aun los falsos recuerdos (todo recuerdo es falso), los que se acomodan a la imagen y semejanza que cada quien tiene de sí mismo, son tristes, y más tristes mientras más cierta es su falacia.
Siempre negué que el pasado fuera determinante. Freud al diablo. La memoria colectiva al diablo. Las guerras antiguas, la guerra de ayer mismo. Al diablo. Es claro: un trauma tiene que ver con el pasado, pero no con cualquier pasado, sino con hechos tan específicos que se pierden en la maraña de lo general, de eso que hace las conciencias, la individual y la otra. Cada quien acomoda sus hechos y experiencias según le conviene a su siempre prescindible ego y adquiere el trauma que más le guste, como en barata. Vaya, hay maneras tortuosas de ser feliz.
Comienzo mal, pero tampoco tiene importancia.

¿Quién hace la historia? El que la hace, ¿para qué?
Más allá del slogan, ¿quién recuerda realmente a --digamos-- el héroe (¿Che Guevara?) como no sea como un par de consignas que no lo explican, o al compañero del pupitre de al lado que apareció asesinado bajo un puente un veintisiete de julio como no sea como lo que uno imagina que fue, como lo que desearía ser?
Ejercicio: Ubique la cara del mejor amigo que se le haya muerto. Recuerde su voz. Si logra recordar su voz, nombre sus gestos más característicos. Si lo logra, recuerde la forma de sus uñas. Si lo logra, recuerde una frase textual de por lo menos quince palabras que él o ella le haya dicho alguna vez. Si lo logra, el país lo necesita para ser grande y mejor y libre. Mientras, usted será la persona más triste, porque vivirá recordando a un amigo y el recuerdo de los muertos que se quieren no deja dormir en paz.
Si no pasó la prueba, felicidades. No conviene tener la mente llena de cosas que no vienen al caso. Olvidar, sistemáticamente.

¿Qué tan cansado puede estarse de morir?
Vaya a su casa, mírese en el espejo e imagínese muerto. Divida el tiempo que tarde en llorar entre la cantidad de lágrimas que logre derramar en treinta y cuatro segundos y obtendrá una respuesta cuantitativa que se aproximará al tamaño de su cansancio.
Si permanece indiferente, continúe en lo suyo; aún soporta. Si estalla a carcajadas, siga intentando, al menos una vez diaria, hasta que logre llorar.
Si ha llorado antes, pregúntese si valió la pena.

Me niego a creer que la envidia, el ansia de poder, el abuso de poder, la necesidad de la traición, sean inherentes al ser humano e inevitables sin duda. Pero entonces ¿cómo definir a un ser humano? No al Ser Humano de las mayúsculas, sino a usted o a mí.
Pero ¿no son los personajes de Dostoytevski los más patéticamente adorables? ¿No es Ricardo III asquerosamente bello?
Y pensar que hay quienes aún creen...
Por ejemplo:
Conocí a un hombre que murió de cáncer. Su último acto trascendente --tuvo muchos-- fue ofrecerse como conejillo de indias para que probaran en él nuevos medicamentos. Quizá logró vivir seis meses o un año de más, quizá sólo prolongó innecesariamente una agonía de por sí innecesaria. Pero pensaba en el Ser Humano de las mayúsculas. Antes de eso, con orgullo, perdió tres de sus hijos en una guerra de guerrillas que al final no sirvió para nada, y no maldijo: el Ser Humano. Antes de eso, hace años, mantuvo ocupadas las oficinas de telégrafo durante un golpe de estado, fusil en mano, incluso después de que todos los implicados se hubieran rendido o asilado o ido al demonio. En el exilio siguió siendo amigo de ellos y asistían juntos, dos veces por semana, a las reuniones de Alcohólicos Anónimos. Y mucho antes de eso ayudó a derrocar un gobierno, siendo subteniente.
Convivió, y con humildad, con el responsable político de muchos que pasaban hambre, pero que usaba camisas del que costaban lo mismo que recibía una familia de militantes para sobrevivir todo un mes.
¿Qué es un ser humano, después de todo?

Trato de ser inmune a la nostalgia y a veces lo logro. Muchos amigos se pasaron cinco, siete, quince años pensando en el momento del regreso y siempre el recuerdo: la calle, la cara, la anécdota.
Regresaron y tratan de ser felices; otros se alejaron más: Canadá, Australia. Uno o dos se quedaron aquí y tratan de convencerse de que no necesitan volver, que el país es donde está la familia, el corazón, las librerías de viejo, la seguridad, el trabajo que allá nunca encontrarán.
Tengo otro acento, a veces una mezcla de acentos, pero aquél está listo para atraparme al menor descuido. Se me salen palabras que aquí no tienen sentido, que para mí ya no tienen sentido pero que están allí, agazapadas y esperando con dientes. Oigo de lugares nuevos, olvido los lugares viejos, vienen a verme familiares en los que no me reconozco; mi forma de ser -si algo así existe- cada vez tiene menos que ver con ellos.
Siempre hay un sin embargo para amargar las madrugadas.

Me siento autoconmiserativo y falsamente patético haciendo confesiones. Peor para mí.

¿Qué esperaría ver de El Salvador?
Pienso y pienso y no encuentro en la memoria un lugar que pudiera decirme cosas. Hace tanto tiempo...
Recuerdo un perro que fue mi único amigo durante un tiempo y que murió envenenado. Recuerdo parientes a los que visité eventualmente y que nunca me prestaron demasiada atención. Tengo abuelos, tíos, primos, toda la cohorte de gentes que mal o bien lo acompañan a uno por la vida, incluso tan ausentes.
Pero ningún lugar.
Hay una excepción: la tumba familiar donde está enterrada una hermana a la que no conocí. Cierto primero de noviembre comimos sándwiches de jamón sentados sobre la tumba, después de limpiar y poner algunas flores. Siempre me gustaron los sándwiches de jamón.

18 de marzo de 2009

Sobre novela negra (1989)

De las varias veces en que he tratado de llevar un diario de trabajo --hasta ahora este blog es lo más sistemático que he tenido--, encontré unos apuntes acerca de novela negra en unos archivos de WordPerfect 5.1 que tenía encriptados (vaya a saber por qué me dio por encriptarlos, y con un password largo y complicado). Por las épocas en que escribí estas notas, estaba por terminar Los años marchitos, o sea la primera novela negra que escribí y que funcionó. (Ya he contado que antes escribí una malísima, que después desbaraté y de allí salió una trilogía. Las otras son Los héroes tienen sueño, reeditada recientemente por la DPI, y De vez en cuando la muerte. Después se volvió pentalogía, y allí están Cualquier forma de morir y una inédita.)
Van las notas.

18/II/89
La novela del crimen.

I. El El simple arte de matar, Chandler hace mención de la "novela criminal" o "novela del crimen". Sin embargo insiste en la clasificación "novela detectivesca" y, al final del artículo, propugna la creación de personajes tipo Phillip Marlowe como clave para una buena novela policial.
El término "detectivesco" o "de detective" es insuficiente si se busca la potencialidad del género negro. Ejemplos: 1280 almas, Eleven mi horca, El señor Capone no está en casa, Secuestro de un detective.
El término "novela del crimen" quizá propicie una clasificación más válida, si es que alguien necesita de clasificaciones. Da pauta, asimismo, para la inserción del género negro dentro del gran cuerpo de la literatura. Thriller, novela de misterio, etcétera, hablan demasiado de la autoconciencia de estar al margen, se refocilan en la idea del subgénero.
¿Ayuda de algo poner énfasis en el crimen? ¿En qué parte de los dominios del crimen? Corrupción estatal, individual, drama psicológico, drama jurídico... De Macbeth a Chandler, pasando por Dostoyevski y, por qué no, por toda la literatura universal: todo lo que valga la pena de ser leído pasa por la locura, el amor y la muerte, con sus correspondientes subclasificaciones.
Novela claramente criminal: tiendo aún a pensar en Dostoyevski.
Género negro (según Víctor Magdaleno): una clasificación provisional, en tanto no se sepa de qué se trata, y sólo se sabrá cuando se hayan agotado sus posibilidades y sus recursos.
Pienso en el género negro como en un clima, un mood, no como una temática predeterminada. Ricardo III, Tener y no tener, Crimen y castigo, La llave de cristal y El guardián en el centeno me dan ese clima. Hablar de sordidez sirve, pero tampoco explica todo; el asesinato sirve, en tanto es el extremo de la sordidez, pero no se necesita un énfasis sobre él para dar el clima: bastaría entonces con una buena crónica roja. En 1280 almas hay sordidez, asesinato y thriller, con una hermosa dosis de humor: el protagonista es el "criminal", pero es el héroe al mismo tiempo. Lo que interesa es la efectividad literaria, por encima de la clasificación. 1280 almas es la novela del crimen por excelencia, si nos gusta jugar a los "subgéneros".
Chandler habla de un mundo institucionalmente criminal (El simple arte de matar), es decir criminal desde las instituciones hasta el ciudadano común (la corrupción es un instrumento de opresión: es fácil participar en ella). El sistemas de valores del héroe no puede ser medido jurídica ni cristianamente: él es parte de la podredumbre; también apesta. ¿Cuáles son entonces los valores intransgredibles para el héroe? La vida (su vida a la larga); el dinero y la ética que con él se compra (Sam Spade), la amistad (Marlowe), la integridad como ser (Lew Archer), la sobrevivencia de la especie (Grave Digger y Coffin Ed). "La ley" es un asunto personal; los códigos son una tabla de precios, no la justicia.
Rafael Bernal dio en el clavo: Filiberto García es el héroe de ese mundo institucionalmente criminal.
El Poder fija las reglas del juego: ¿es posible jugar con otras y sobrevivir?
Marlowe y Spade son posibles sólo si, en lo fundamental, caen en el juego: los métodos podrán ser heterodoxos, pero llegan al mismo punto que las instituciones llegarían si quisieran.
Nota al margen: ¿Cuáles son los crímenes perfectos? ¿Vale la pena descubrir al asesino?

II.
Corre hombre, de Himes, es la metáfora del poder como generación de corrupción y como destructor de la "buena conciencia". Sólo el poder y sus aliados (económicos, morales y putativos) tienen derecho al crimen.
a) La "buena conciencia" es peligrosa en tanto niega la validez del crimen, de allí que la corrupción (por lo menos en sus formas elementales) esté al alcance de todos. Hay que corromper para subsistir como poder.
b) El poder no puede subsistir sin "buenas conciencias" que realmente crean y voten por él.
Se cae en la lógica del doublethinking de Orwell: soy buena conciencia a pesar de mi corrupción. Tengo derecho a mi ración de crimen porque participo del poder, en el que buenamente creo.
La otra es la idea de un bienestar real, una democracia plena y un poder conciente de su obligación representativa. Pero la idea de poder huele demasiado a corrupción en sí misma: un hombre que se mida con otra vara que a su prójimo ya huele a corrupción. ¿Necesita el género negro de un toque de mentalidad anarquista?

III.
Los crímenes de aficionado ponen en tela de juicio la efectividad del sistema. Por otra parte, ¿de qué sirve el poder si no puede ejercerse, por lo menos, sobre los descarriados?
Un aficionado necesita de algo más que móviles y oportunidad para cometer un crimen (asesinato o no). Necesita una moral, un contexto, una actitud vital determinada, una niñez no necesariamente freudianizada. Ésa es la carne de cañón de un segmento de la novela criminal, igual que de la vida cotidiana. El aficionado es una entelequia, por eso cae.
El crimen pertenece al mundo del crimen, el mundo de los profesionales. Los chantajistas no matan, por ejemplo; las prostitutas no lloran de amor, diga lo que diga Yolanda Vargas Dulché. El mundo de los políticos está hecho de correlaciones de fuerzas y estadísticas sobre la mortalidad infantil. Si los números no checan, igual se recorta el presupuesto, se soborna al secretario general del sindicato o se asesina a cuatro o cinco líderes (hay muchas formas de asesinar, aunque el muerto camine). Y los gatilleros no rezan por el alma de sus víctimas.
Demasiado se habló ya de aficionados; quizá sea la hora de los profesionales. El crimen no es un asunto fortuito.

IV.
De cualquier modo, no está respondida la pregunta: ¿novela del crimen, negra, de misterio, thriller o qué? ¿Y cuáles serían sus eventuales características?
Me gusta la idea de ese mundo en el que cada escritor haga lo que (y como) se le pegue la gana, y que se las vea con su conciencia. Más allá de los encasillamientos, me gusta La llave de cristal, El largo adiós y Adiós muñeca, algunas de McDonald y Thompson, las más de Himes y dos o tres dispersas de Hadley Chase y James Cain. Me gustan por su efectividad como literatura, sea eso lo que sea. Por comodidad, no me molesta hablar de "género negro"; tampoco me obsesiona. "Novela del crimen" puede dar lugar a un espectro más amplio de existencias y, claro está, las ideas se me desencasillan un poco (el nuevo casillero es al menos más amplio).
Por otra parte, no alego nada. El genero negro es así: se lo quiere o no se lo quiere. Es una pasión o simplemente se prescinde de él. Igual que nadie pone objeciones a los lunares de la mujer amada; si hay objeción no existe el amor, y entonces para qué.

17 de marzo de 2009

El poder y la imitación del poder

El autobús es de "Davicito", o eso da a entender el rótulo pintado en la parte más alta. Lo había visto varias veces, y seguro me subí más de alguna para ir al trabajo, pero no había tenido la oportunidad de tomarle una foto.
El mensaje es inspiración de un cretino, un iluminado, un sabio o salió de chiripa, pero resulta bastante perturbador bajo la efigie de Jesucristo, y perturbador a secas en estos días post electorales:
Porque tenemos el poder
otros simplemente nos imitan
En la defensa hay otra peor, pero no alcanzo a leerla y no la anoté; iba manejando. Si tengo chance de tomarla con una cámara de verdad, prometo ponerla.

16 de marzo de 2009

Maneras de votar

Pues Valeria exigió votar al igual que su papá y su mamá, y no le bastó con que le pintáramos el dedo con plumón (tres veces, hasta que se durmió), sino que exigió su propia papeleta de voto. Krisma le enseñó cómo hacerla, y dijo: "Me gusta el rojo", así que marcó la bandera del FMLN con una X. Y después la de ARENA con una cruz. Y después se puso a hacer figuras geométricas para complementar los rectángulos.

Y, desde luego, pintó un gato en el reverso.
Ya irá aprendiendo: sólo tiene cuatro años y medio.

El que no aprende soy yo, y ya voy a cumplir 50.
Dijeron que no se podía tomar fotos del voto, pero no vi que hubiera impedimento legal, y además lo hice muy rápido. Eso sí, en la rapidez puse mi licencia al revés.
¡Y se rompió la maldición! ¡Por fin voté por alguien que ganó!

15 de marzo de 2009

Con la pistola en la cabeza

Lo primero fue irnos desde temprano (bue... como las 10 de la mañana) a Ciudad Delgado para que Krisma pudiera votar. Llegamos como a las 12 y algo, por el congestionamiento y por una parada táctica en KFC para almorzanos unos camarones de los que están anunciando en la tele. No están para tanto, si he de ser franco.
Después, a Avenida Paleca. Mientras platicaba con el papá de Krisma, ella se fue a votar al Complejo Educativo. Valeria ya estaba desde el viernes con la mamá de Krisma, así que aprovechamos para traerla a casa.
¿A casa? Nop. Con la 9 mm en la cabeza (digo, si tuviéramos una 9 mm o algo parecido) Krisma me dijo que tenía que ir a votar, y el tono es de los que no admiten negociación. Y pues de Ciudad Delgado a Los Planes, donde pasamos a casa unos minutos --le propuse que viéramos un par de capítulos de la serie Roma, cuya primera temporada compramos en Sanborns por 10 dólares 10-- y pues que sí, pero cuando regresáramos. Así que a Panchimalco, que es donde estoy empadronado. Y a votar, y alli va mi dedo manchado en prenda.

Dedo manchado en prenda.

Ahora veremos si esta vez se rompe el axioma: hasta hoy, ha perdido quien sea por quien haya votado, incluso por supergoleada, como Schafik en las presidenciales anteriores.
Al rato nos enteramos.

5 de marzo de 2009

Citas de Borges

Copio algunas citas de Discusión (1932), de Jorge Luis Borges, que acabo de releer con harto placer:
La condición indigente de nuestras letras, su incapacidad de atraer, han producido una superstición del estilo, una distraída lectura de atenciones parciales. Los que adolecen de esa superstición entienden por estilo no la eficacia o la ineficacia de una página, sino las habilidades aparentes del escritor: sus comparaciones, su acústica, los episodios de su puntuación y de su sintaxis. Son indiferentes a la propia convicción o propia emoción: buscan tecniquerías (la palabra es de Miguel de Unamuno) que les informarán si lo escrito tiene el derecho o no de agradarles. Oyeron que la adjetivación no debe ser trivial y opinarán que está mal escrita una página si no hay sorpresas en la juntura de adjetivos con sustantivos, aunque su finalidad general esté realizada. Oyeron que la concisión es una virtud y tienen por conciso a quien se demora en diez frases breves y no a quien maneje una larga. (Ejemplos normativos de esa charlatanería de la brevedad, de ese frenesí sentencioso, pueden buscarse en la dicción del célebre estadista danés Polonio, de Hamlet, o del Polonio natural, Baltasar Gracián.) Oyeron que la cercana repetición de unas sílabas es cacofónica y simularán que en prosa les duele, aunque en verso les agencie un gusto especial, pienso que simulado también. Es decir, no se fijan en la eficacia del mecanismo, sino en la disposición de sus partes. Subordinan la emoción a la ética, a una etiqueta indiscutida más bien. Se ha generalizado tanto esa inhibición que ya no van quedando lectores, en el sentido ingenuo de la palabra, sino que todos son críticos potenciales. (De "La supersticiosa ética del lector".)

Imposible definir el Espíritu [Santo] y silenciar la horrenda sociedad trina y una de la que forma parte. Los católicos laicos la consideran un cuerpo colegiado infinitamente correcto, pero también infinitamente aburrido; los liberales, un vano cancerbero teológico, una superstición que los muchos adelantos del siglo ya se encargan de abolir. La Trinidad, claro es, excede esas fórmulas. Imaginada de golpe, su concepción de un padre, un hijo y un espectro, articulados en un solo organismo, parece un caso de teratología intelectual, una deformación que sólo el horror de una pesadilla pudo parir. Así lo creo, pero trato de reflexionar que todo objeto cuyo fin ignoramos, es provisoriamente monstruoso. Esa observación general se ve agravada aquí por el misterio profesional del objeto. (De "Una vindicación de la Cábala".)

...la magia es la coronación o pesadilla de lo causal, no su contradicción. [...] Para el supersticioso, hay una necesaria conexión no sólo entre un balazo y un muerto, sino entre un muerto y una maltratada efigie de cera o la rotura profética de un espejo o la sal que se vuelca o trece comensales terribles. (De "El arte narrativo y la magia".)

...esos fieles epítetos eran lo que todavía son las preposiciones: obligatorios y modestos sonidos que el uso añade a ciertas palabras y sobre los que no se puede ejercer originalidad. (De "Las versiones homéricas".)

Imaginemos que una biografía de Ulises (basada en testimonios de Agamenón, de Laertes, de Polifemo, de Calipso, de Penélope, de Telémaco, del porquero, de Escila y Caribdis) indicara que éste nunca salió de Ítaca. La decepción que nos causaría ese libro, felizmente hipotético, es la que causan todas las biografías de Whitman. Pasar del orbe paradisiaco de sus versos a la insípida crónica de sus días es una transición melancólica. Paradójicamente, esa melancolía inevitable se agrava cuando el biógrafo quiere disimular que hay dos Whitman: el "amistoso y elocuente salvaje" de Leaves of Grass y el pobre literato que lo inventó. Éste jamás estuvo en California o en Platte Cañón; aquél improvisa un apóstrofe en el segundo de esos lugares ("Spirit that formed this scene") y ha sido minero en el otro ("Starting from Paumanok", 1). Éste, en 1859, estaba en Nueva York; aquél, el dos de diciembre de ese año, asistió en Virginia a la ejecución del viejo abolicionista John Brown ("Year of meteors"). Éste nació en Long Island; aquél también ("Starting from Paumanok"), pero asimismo en uno de los estados del Sur ("Longings from home"). Éste fue casto, reservado y más bien taciturno; aquél efusivo y orgiástico. Multiplicar esas discordias es fácil; más importante es comprender que el mero vagabundo feliz que proponen los versos de Leaves of Grass hubiera sido incapaz de escribirlos. (De "Nota sobre Walt Whitman".)

4 de marzo de 2009

Algunas fotos de febrero

1. Valeria sin diente.

Pues sí, a los cuatro años y medio de su edad, ya llegando a los cinco, se le cayó el primer diente a Valeria, ya viene el sustituto en camino y ya está flojo otro más. Todo lo rosa que tiene puesto o en las manos se lo trajo Krisma de Nicaragua, donde asistió el Festival Internacional de Poesía de Granada.

2. Gata literaria.

Los 187 trabajos del concurso Letras Nuevas, en la rama de narrativa, me los entregaron en una caja. A la izquierda están los trabajos sin revisar y a la derecha los ya revisados. La gata Sombra, desde luego, se puso encima de los ya revisados.
Sombra ya está cargada otra vez, y apenas regalamos a la gatita (una sola) que tuvo hace tres meses. Ya había hablado de los tres que tuvo antes, y antes de eso estaba en casa de la mamá de Krisma, así que no había tenido oportunidad de cargarse con los gatos locales.

3. Una hoja en el cojín.

Es un insecto, claro, de los que parecen hojas. Se puso en el cojín en el que yo estaba escribiendo, panza abajo, cuando me levanté a comer o tomar algo. Y allí se quedó. Y allí la dejé hasta que se le pegó la gana irse. Por mi parte usé el sofá para lo que sirve: para sentarse y, entre otras cosas, ponerse a escribir.

4. La esperanza es verde.

Y ésta era bien grandota. Una gran esperanza en la puerta de mi casa. (Para los extranjeros, a esta variedad particular de chapulines en El Salvador se les llama "esperanzas". Y también hay Vaios verdes, más o menos del mismo tono, lo que sería un profundo tema de reflexión.)

5. Celebración.

Y, claro, celebramos el premio de Letras Nuevas a Sandra Aguilar. Sí, yo fui jurado, y allí está la gata Sombra para atestiguarlo, pero Sandra ha trabajado poesía en La Casa, o sea que no tenía por qué saber que había escrito un cuento y que ese cuento sería el ganador. En la foto faltamos Krisma y yo.

Bueno, pues allí está Krisma.

3 de marzo de 2009

Lecturas rezagadas y relecturas

Il Novelino. Las cien novelas antiguas es --literal y literariamente-- un pequeño libro compuesto entre 1280 y 1330, en pleno inicio del renacimiento italiano (por esas fechas Dante fijó la forma del soneto y, vaya, escribió La divina comedia). Fue lanzado por el Instituto Mexiquense de la Cultura en  una colección que incluye el Primero sueño, de Sor Juana, y la poesía completa de San Juan de la Cruz, en ediciones realmente bellas y bien cuidadas.
Me lo regaló el entonces jefe de diseño del IMC, y luego gran amigo, Hugo Ortiz, en 2002, durante una exposición que se hizo en la Biblioteca Nacional de las ediciones de las obras completas de Sor Juana, incluido un libro de cocina (que luego compré en México), iconografías y qué sé yo. Gracias a esas ediciones tan bellas me decidí a publicar Trece en el IMC, y no quedé decepcionado, como conté alguna vez. Apenas hace unos meses me decidí a leerlo.
Es evidente que en las 220 páginas de Il novelino no caben cien novelas. Más bien se trata de pequeños relatos dedicados a entretener y a dar alguna guía "moral" al eventual lector. Hay relatos que apenas están esbozados, otros son de una efectividad y una capacidad de síntesis difíciles de encontrar en el siglo XIII, y en el XXI; otros son relatos convencionales. Algunos son dolorosamente imperfectos, otros son deliciosamente imperfectos, pero uno siempre está ávido de pasar a la página siguiente, para saber qué encontrará. Y no siempre encuentra algo que lo satisfaga, pero algo, de entre esas líneas casi siempre truncas, le sacará al menos una sonrisa.
En el prólogo, Giorgio Manganelli lo describe muy bien: "...visiones minúsculas, estos débiles alientos de sueño no inventan un mundo: se disponen uno junto al otro, a veces fáciles y risiblemente necios: no son más que visiones, no son un libro; y no obstante, son acaso, en su armonía desigual y discontinua, mucho más que un libro, del cual conocemos sus dimensiones y fronteras."
Se cree que el libro tenía como objetivo a gente poco afecta a la lectura, en especial comerciantes, que en pocas palabras podían sacar algo de provecho o al menos divertirse con unos instantes de lectura. Hay errores de bulto que uno, en fin, debe perdonar, como cuando habla del filósofo romano Sócrates, y Pitágoras aparece como astrólogo. Hasta es probable que no se trate de errores, sino de una "vulgarización" extrema para facilitar la lectura; ¿quién sabe cómo pensaban en los siglos XIII y XIV?
Transcribo mi fragmento favorito, bastante borgiano:
XXIX
De cómo los sabios astrólogos discutían cerca del Cielo Empíreo

Grandísimos sabios se hallaban en una escuela de París, y discutían acaloradamente acerca del Cielo Empíreo, afirmando que estaba por encima de todos los demás cielos. Hablaban del cielo donde estaba Júpiter, Saturno y Marte; y del cielo del Sol y de la Luna, y de cómo, sobre éstos, se hallaba el Cielo Empíreo, donde está Dios Padre en toda su majestad. Mientras así hablaban, llegó un loco y les dijo: "Señores, ¿y qué tiene tal Señor sobre su cabeza?" Uno de los sabios le respondió en son de burla: "Tiene un sombrero." El loco se fue y los sabios permanecieron. Uno de ellos dijo: "Tú crees que le has dado una lección, pero la locura ha quedado entre nosotros. Ahora os pregunto: ¿qué hay sobre su cabeza?"

* * *

He revisado rápidamente (conocía desde antes todo el material) el tomo III de la poesía completa de Roque Dalton, recopilada bajo el título No pronuncies mi nombre, que hace referencia a uno de sus mejores poemas ("Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre / porque se detendría la muerte y el reposo..."), escrito en impecables alejandrinos, por cierto. Hay quienes se escudan en RD para escribir simplemente mal, so pretexto de que éste no sabía de preceptivas. Y este tercer tomo podría ser la confirmación de esa percepción: con excepción de Las historias prohibidas del Pulgarcito, bien podría subtitularse "Lo peor de Roque Dalton".
El volumen incluye los libros El amor me cae más mal que la primavera, Un libro levemente odioso, Las historias prohibidas del Pulgarcito, Un libro rojo para Lenin e Historias y poemas de una lucha de clases, mejor conocido como Poemas clandestinos.
Hace cerca de medio año traté de leer completo, después de varios intentos fallidos, con toda la buena voluntad del mundo, Un libro rojo para Lenin. No pude. Es verdaderamente malo. Y sin embargo la idea del "poema-collage" es excelente, y llegó a cuajar en Las historias prohibidas.... No es de extrañarse que, antes de salir de Cuba en 1973, en el ordenamiento que hizo de su propia obra completa, Dalton retirara ese libro como si no hubiese existido (entre otras cosas que sin embargo son dogma de calidad para muchos de sus seguidores y... uh... estudiosos).
Mi teoría siempre ha sido que RD dejó sin publicar, a propósito, Doradas cenizas del fénix, El amor me cae más mal que la primavera y Un libro levemente odioso. Eran cosas que tenía para él y nada más, quizá libros fallidos, quizá borradores que no llegó a corregir, por falta de tiempo o interés. Pero, en fin, era necesaria la publicación de este tercer tomo; uno puede decir misa si lo desea, pero sólo el conocimiento de la obra de alguien pondrá finalmente las cosas en su lugar. Y, sí, habrá quien ponga este tomo III entre sus favoritos, que para gustos están los colores.
Pongo uno de los poemas que siempre me ha indignado por su prepotencia:
De un revolucionario a J.L. Borges

Así que para nuestro Código de Honor,
Ud. también, señor,
fue de los tantos lúcidos que agotaron la infamia.

Y en nuestro Código de Honor
el decir: "qué escritor"
es bien pobre atenuante;
es, quizás,
otra infamia...

* * *

Pisando fuerte, de Alexandre Jardin, lo compré de segunda mano hará unos tres o cuatro años, y por algún motivo no lo había leído. Lo atribuyo al gerundio al inicio del título, que me parece espantoso, como cualquier gerundio mal usado; histerias de uno, pues.
Lo leí rápidamente y sin demasiada emoción, con todo y que Gallimard le dio el premio a la mejor primera novela en 1987. Dice la contratapa:
A sus dieciséis años, Virgile pretende vivir la vida a todo gas y no se resigna a amargarse en las aulas de su escuela. Adolescente encantador, dotado de una alegría infernal, seduce a Clara, una millonaria amiga de su padre. Noches de amor en hoteles, en los que son confundidos como madre e hijo, van convirtiendo esta relación en una especie de cuento de hadas amoral. Su padre no acepta esta conducta de Virgile, que sólo encuentra apoyo en su abuela. Mujer tierna, fuerte y auténtica, la abuela es para Virgile una especie de aval contra todos los peligros que se ciernen sobre su vida sentimental.
Lo encantador no se lo encontré por ningún lado, la "alegría infernal" está hecha de palabras, a veces compuestas de manera bastante torpe, y la seducción de Clara y su relación con ella son tan creíbles como un billete de cuatro dólares. Lo de "cuento de hadas amoral" también es excesivo, a menos que quien haya escrito el texto de la contratapa tenga los mismos 16 años de Virgile.
La única parte que me gustó y conmovió, casi al final, fue el modo en que Virgile ayuda a su abuela a bien morir, con un banquete pantagruélico. Después se va de la casa de la abuela para no enterarse de su muerte.
Quizá me hubiese gustado un poco si no existiera El guardián en el centeno, de Sallinger. Pisando fuerte es una versión edulcorada y facilona, con ínfulas de más. No sé qué otras cosas haya escrito Jardin, pero no creo que me interese leerlas.

* * *

Yo, Augusto fue escrito antes de la muerte de Pinochet, y es un estudio minucioso (digamos más de mil cuartillas) de su trayectoria pública desde que era ministro de Defensa del presidente constitucional chileno Salvador Allende, a quien "sustituyó" después de un golpe de estado en el cual entró de última hora, pero del cual tomó el control para convertirlo en una de las más terribles pesadillas de las que se tiene noticia en América Latina, continente acostumbrado a los malos sueños.
En un principio me molestó algo: no se trata de un libro escrito "desde abajo", desde donde se sufren las consecuencias de las decisiones del poder, sino desde la perspectiva de la elite misma del poder. Pronto me di cuenta de que ése es su gran valor: no la denuncia de siempre, con cifras y testimonios de los sobrevivientes --aunque algo, muy poco, haya de eso--, sino la crónica de cómo funcionan realmente las cosas en los centros de decisión, cómo van interrelacionándose las elites políticas, cómo se atacan y al mismo tiempo cenan en la misma mesa, cómo se protegen cuando las cosas llegan a un punto en que uno de los suyos (en este caso Pinochet) se encuentra en peligro: las barbas del vecino nunca dejan de parecerse a las propias.
El eje del libro es la captura de Pinochet en Inglaterra por petición de las autoridades judiciales españolas, bajo las acusaciones de delitos contra la humanidad, respaldadas por los protocolos de Nüremberg. Para quienes hablan en El Salvador de que es necesario juzgar a los criminales de guerra locales, allí hay muchas pistas que pueden seguirse.
No tengo nada especial que decir acerca del libro, excepto que vale la pena de leerse. Es una lección de realpolitik que a nadie le cae mal para fortalecer el carácter y no creerse demasiado los shows mediáticos en los que se involucran los políticos, en tiempos electorales o en cualquier tiempo.

* * *

Casi por casualidad, un físico escocés descubre que ha habido una explosión en el centro de nuestra galaxia y que después de decenas o cientos o millones de años ésta pasará por la Tierra, arrasando con casi toda la vida del planeta. Viaja a su nativa Escocia --que será de las zonas menos afectadas por la explosión-- y se dispone a armar una "resistencia" en contra de la naturaleza y por la sobrevivencia pura y simple de su gente más cercana.
Ésa es, en suma, la historia de Infierno, de los ingleses Fred y Geoffey Hoyle, publicada en la magnífica colección Súper Ficción de Martínez Roca, ya desaparecida.
El libro lo habré leído hace un cuarto de siglo, lo compré hará unos seis años en Punto Literario (QEPD) por 15 colones, y apenas lo releí en los últimos tres días; hasta le debo el desvelo de anoche.
Se trata de ciencia ficción "dura", esto es: basada en probabilidades científicamente mesurables, con fórmulas y diagramas y lenguaje técnico y todo.
Como en la lectura original, me gustó el modo pausado y minucioso de la narración, muy "literario" si se quiere. Los personajes están trazados con parquedad y todo está justificado con precisión. No es el mejor libro de ciencia ficción que haya leído (o releído), pero me pasé algunas horas bien divertido, que es lo que uno espera cuando lee cualquier libro. (Hay modos y modos de divertirse.)
Quizá he tratado de leer a demasiados escritores "inteligentes" en los últimos tiempos, y, como ya dije, detesto a los escritores "inteligentes". Siempre que me toca una racha de ésas regreso a Borges, a Cortázar, a la novela negra y a la ciencia ficción. Y nunca me decepcionan.