Plática, columna, entrevista, reportaje, René y otros cementarios
El miércoles 20 de agosto me tocó un día pesado. Por la mañana, desayuno con periodistas de varios medios de comunicación bolivianos; después, una entrevista con el ex presidente Carlos Mesa, que estuvo de lo más interesante. (La primera parte se publica en Centroamérica 21 esta semana, aquí, junto con la primera parte de un pequeño reportaje.) Con Mesa me tocaría estar en una mesa de discusión ("la mesa con el Mesa", decía Érika Bruzonic) el viernes siguiente, acerca de literatura en tiempos autoritarios, así que aproveché para pedir una entrevista previa. Luego, almuerzo antes de ir al taller en El Alto; de regreso, un rato de descanso y por la noche una plática acerca de literatura y exilio, con mi amigo René Bascopé como referencia. Podría decir lo que pasó en la plática, pero mejor los remito a mi columna en CA21, que puede encontrarse en este link. La noche anterior había tenido una cena por mi cumpleaños con la presidenta de la Cámara del Libro, su esposo, Érika y yo. (Una buena cena, por cierto. Comida muy boliviana y deliciosa.) Esa noche recurrí, como siempre, a la comida china para descansar de los condimentos. Ángel Bascopé me llevó a un buen restaurante y me dijo que al día siguiente pasaría por mí para que fuéramos a ver la tumba de René, su hermano y mi amigo.
René está enterrado en el Cementerio General de La Paz. "Enterrado" es un decir, porque la mayor parte de las tumbas son... uh... aéreas, grandes criptas con pequeños nichos. El Cementerio de los Ilustres de El Salvador es a veces como estar en medio de una alucinación; el de La Paz pertenece más a la vida real o, peor, a un sueño en el que uno no sabe para dónde agarrar, o si de verdad está soñando.
Son filas y filas y filas de edificaciones de cuatro o cinco o más niveles, como la que se muestra en la foto de arriba. Hay partes para muertos muy pobres (pero ¿no son pobres todos los muertos?), para muertos más acomodados, para muertos aún más acomodados, pero seguro no para los más ricos.
Obviamente es un cementerio bastante antiguo, por lo menos de la segunda mitad del siglo XIX, como se observa en estas lápidas. Hay partes que están muy bien cuidadas, y otras dadas a la desgracia.
Al fondo se puede observar la parte dedicada a la beneficencia, con rótulos que dicen "Vacío". Me explicó Ángel que en en realidad uno no compra los nichos, sino que los renta por periodos de tres años. Si no paga, el muertito va para la fosa común. Imagino que podrá pagar una perpetuidad, o una perpetuidad más larga de tres años. Aquí he visto en el Cementerio General estructuras parecidas, pero son la antesala, precisamente, de la fosa común.
Los hay que tienen terrenos más amplios. Éste en particular creo que era un comentarista de televisión o cantante o algo así --no lo recuerdo--, muerto hace 18 años, según un letrero que anda por el lado izquierdo. Siempre está lleno de flores frescas.
¡Tumbas en condominio!
Esos edificios me recordaron las escuelas mexicanas. Hay muchas así, pero en lugar de tumbas hay salones de clases, que a veces se perciben de manera similar. Caben muchísimas en cada uno de los edificios, y de paso los muertos pueden morir de manera parecida a como vivieron. Como algunos edificios de la Zacamil, pues.
Otra vista de lo mismo.
Esta tumba me llamó la atención, por lo que dice el letrero. Busqué en internet a Daniel Rodríguez Cárdenas y me encontré a alguien con el mismo nombre que se dice perseguido por el gobierno boliviano, y que --se supone-- vive exiliado en Perú. Quizá su exilio terminó en pocos meses, con la muerte de por medio, o quizá se trate de un homónimo.
Ésta es la tumba del sacerdote Luis Espinal, quien fuera director del semanario Aquí, del cual René Bascopé era subdirector. Lo asesinaron en 1980, y René debió exiliarse en México, donde lo conocí.
Y ésta es la tumba de René. La luz no dejó tomar una buena foto, y está en el cuarto nivel de una de esas estructuras. Sentí algo en la garganta y en el estómago y en todas partes al ver la simpleza de la tumba: su nombre escrito a mano con un palito, un QEPD y la fecha de su muerte. Me llamó la atención la rosa azul artificial. Me recordó un cuento que se llama así (puede encontrarse aquí). Trata de una princesa que no quería casarse y dijo que sólo lo haría con alguien que le llevara una rosa azul, que no existen. (Bueno, la genética habrá hecho maravillas, y quizá ya existan.) Rechazó a uno que le llevó una joya azul en forma de rosa, una rosa teñida de azul y un vaso extraordinario, azul, con una rosa grabada. Hasta que se enamoró de un trovador. El padre exigió que llevara una rosa azul para darle la mano --y el resto-- de la princesa, y el trovador dijo que con todo gusto. Cortó una rosa blanca del jardín real y se la llevó a la princesa, quien dijo: "Si, ésta es la rosa azul que quería", y se casó con el trovador.
Siempre hay una rosa azul que uno quiere. Y siempre aparece en el lugar menos esperado, aunque sea de otro color.
René está enterrado en el Cementerio General de La Paz. "Enterrado" es un decir, porque la mayor parte de las tumbas son... uh... aéreas, grandes criptas con pequeños nichos. El Cementerio de los Ilustres de El Salvador es a veces como estar en medio de una alucinación; el de La Paz pertenece más a la vida real o, peor, a un sueño en el que uno no sabe para dónde agarrar, o si de verdad está soñando.
Son filas y filas y filas de edificaciones de cuatro o cinco o más niveles, como la que se muestra en la foto de arriba. Hay partes para muertos muy pobres (pero ¿no son pobres todos los muertos?), para muertos más acomodados, para muertos aún más acomodados, pero seguro no para los más ricos.
Obviamente es un cementerio bastante antiguo, por lo menos de la segunda mitad del siglo XIX, como se observa en estas lápidas. Hay partes que están muy bien cuidadas, y otras dadas a la desgracia.
Al fondo se puede observar la parte dedicada a la beneficencia, con rótulos que dicen "Vacío". Me explicó Ángel que en en realidad uno no compra los nichos, sino que los renta por periodos de tres años. Si no paga, el muertito va para la fosa común. Imagino que podrá pagar una perpetuidad, o una perpetuidad más larga de tres años. Aquí he visto en el Cementerio General estructuras parecidas, pero son la antesala, precisamente, de la fosa común.
Los hay que tienen terrenos más amplios. Éste en particular creo que era un comentarista de televisión o cantante o algo así --no lo recuerdo--, muerto hace 18 años, según un letrero que anda por el lado izquierdo. Siempre está lleno de flores frescas.
¡Tumbas en condominio!
Esos edificios me recordaron las escuelas mexicanas. Hay muchas así, pero en lugar de tumbas hay salones de clases, que a veces se perciben de manera similar. Caben muchísimas en cada uno de los edificios, y de paso los muertos pueden morir de manera parecida a como vivieron. Como algunos edificios de la Zacamil, pues.
Otra vista de lo mismo.
Esta tumba me llamó la atención, por lo que dice el letrero. Busqué en internet a Daniel Rodríguez Cárdenas y me encontré a alguien con el mismo nombre que se dice perseguido por el gobierno boliviano, y que --se supone-- vive exiliado en Perú. Quizá su exilio terminó en pocos meses, con la muerte de por medio, o quizá se trate de un homónimo.
Ésta es la tumba del sacerdote Luis Espinal, quien fuera director del semanario Aquí, del cual René Bascopé era subdirector. Lo asesinaron en 1980, y René debió exiliarse en México, donde lo conocí.
Y ésta es la tumba de René. La luz no dejó tomar una buena foto, y está en el cuarto nivel de una de esas estructuras. Sentí algo en la garganta y en el estómago y en todas partes al ver la simpleza de la tumba: su nombre escrito a mano con un palito, un QEPD y la fecha de su muerte. Me llamó la atención la rosa azul artificial. Me recordó un cuento que se llama así (puede encontrarse aquí). Trata de una princesa que no quería casarse y dijo que sólo lo haría con alguien que le llevara una rosa azul, que no existen. (Bueno, la genética habrá hecho maravillas, y quizá ya existan.) Rechazó a uno que le llevó una joya azul en forma de rosa, una rosa teñida de azul y un vaso extraordinario, azul, con una rosa grabada. Hasta que se enamoró de un trovador. El padre exigió que llevara una rosa azul para darle la mano --y el resto-- de la princesa, y el trovador dijo que con todo gusto. Cortó una rosa blanca del jardín real y se la llevó a la princesa, quien dijo: "Si, ésta es la rosa azul que quería", y se casó con el trovador.
Siempre hay una rosa azul que uno quiere. Y siempre aparece en el lugar menos esperado, aunque sea de otro color.
1 comentario:
HOLA: YO SE QUE NO TIENE NADA QUE VER LO QUE TE PIDO, PERO NECESITO URGENTEMENTE QUE ALGUIEN ME MANDE LA LETRA DE EL BARREÑO, DE DON PANCHO LARA. PORFA, MIS NIÑOS LA VAN A CANTAR.... AHHHHHH , SOY YO, LA USUARIA ANONIMA, SALUDES NIÑO.
Publicar un comentario