¿Una derecha no anticomunista?
Durante decenios, y hasta hace muy poco, las diferentes derechas que han gobernado El Salvador se han caracterizado por su anticomunismo expreso y a veces violento. Buena parte de las medidas de gobierno que adoptaron estaban basadas en el combate al comunismo, es decir a cualquier cosa que lejanamente sonara a izquierda; allí está la represión a veces exagerada contra la democracia cristiana --que de izquierda tenía muy poco-- en los años setenta, y luego la suma de la DC, cuando ésta debió mostrar su verdadero rostro, al combate contra el FMLN y otras fuerzas no tan a la izquierda.
ARENA nunca dejó de cantar su himno (“El Salvador será la tumba donde los rojos terminarán”, “patria sí, comunismo no”), y de actuar en consecuencia. Con una perspectiva de veinte años de gobierno, puede verse que muchas de las decisiones que se tomaron desde el poder no se correspondían con un proyecto de país, sino con la “necesidad” de golpear a la izquierda --de diferenciarse de ella, de combatirla-- desde diferentes flancos: el económico, el político, el moral, etcétera. Por eso, en parte, el dominio de ARENA fue colapsando, hasta llegar a un punto en que era imposible encontrarle coherencia a las medidas de gobierno y solución a los problemas estructurales. Allí entra también la necesidad de satisfacer a los grupos de la alianza, con intereses económicos y políticos incluso enfrentados, a los cuales no unía un “algo” positivo (un proyecto de país), sino el “anti”; la falta de rumbo del partido tras su derrota electoral podría demostrarlo. El anticomunismo como principal bandera no tiene sentido desde hace mucho tiempo, pero la inercia es difícil de controlar.
La pregunta es si es posible una derecha que no sea anticomunista, y la respuesta podría ser que no por mucho tiempo. Tarde o temprano, en algún momento, se declarará una lucha abierta entre los partidos de izquierda y los de derecha, y el “anti” será la tónica que guíe sus acciones y reacciones. Pero hay un momento, como se está viendo en El Salvador, en que una organización de la derecha (GANA, en este caso) puede dejar de lado el anticomunismo cerril que ha caracterizado a su partido originario (ARENA) y llevarse bien con un gobierno de izquierda y en algún momento llegar a acuerdos fáciles con el partido que lo sustenta, el FMLN, sin que la ideología “anti” sea un problema.
GANA no es una de las tantas disidencias que se han dado en el seno de la Asamblea Legislativa, y que son más carne de folklore que de preocupación. En un tiempo extraordinariamente corto logró su reconocimiento legal como partido político, lo cual habla de una organización más o menos amplia, y esto a su vez habla de que cuenta con bases que no pueden ser sino las que han logrado arrebatar a ARENA. Es una disidencia con todas las de ley; minoritaria, pero disidencia al fin, y lo que le falta es fortalecerse para convertirse en una alternativa viable.
¿Alternativa a qué? Ante todo a ARENA, obviamente. A lo que GANA le tira no es a convertirse en un partido accesorio como el PCN y el PDC de las últimas dos décadas, sino a desplazar a su partido matriz. El objetivo estratégico, como el de cualquier partido político que se respete, es la toma del poder, y eso incluye el desplazamiento de la izquierda con la que ahora sostiene una alianza táctica.
Esa alianza, que a veces parece no tener matices ideológicos, se explica fácilmente: GANA necesita ponerse en el centro de la escena política, y lo está logrando de la mano del Ejecutivo y a un ladito del FMLN. Las votaciones favorables a ambos en la Asamblea Legislativa son verdaderas declaraciones de principios: no vota por las banderas de la izquierda, sino que da a conocer indirectamente cuáles son las propias. En otras palabras, está mostrando su ideario a través de los proyectos ajenos. No creo que tenga, ya, un ideario propio; simplemente usan el sentido común, y dejan de lado el “anti” para mejor ocasión.
De paso, está preparando su campaña electoral. Dentro de unos años, en el recuento que se hará de la trayectoria de GANA, sacará a relucir las causas que han apoyado, que incluirán algunas de la izquierda, algunas de la derecha, algunas propias: es lo que se mostrará al electorado, quién sabe aún con qué resultados.
Es simplista decir que el presidente Funes se ha doblegado a la derecha por el apoyo que ha recibido de GANA; es simplista decir que GANA es un partido de corte popular por unirse a algunos proyectos del mandatario. Se trata de un asunto de simple política, pragmático, en el cual ambos tienen algo que ganar.
Las alianzas son, por definición, tácticas, aunque su objetivo sea estratégico. Tarde o temprano se romperán. Habrá que ver cuánto dura ésta, es decir: habrá que ver qué tanto se fortalece GANA para no depender de nadie y mostrar, así, su verdadera naturaleza.
ARENA nunca dejó de cantar su himno (“El Salvador será la tumba donde los rojos terminarán”, “patria sí, comunismo no”), y de actuar en consecuencia. Con una perspectiva de veinte años de gobierno, puede verse que muchas de las decisiones que se tomaron desde el poder no se correspondían con un proyecto de país, sino con la “necesidad” de golpear a la izquierda --de diferenciarse de ella, de combatirla-- desde diferentes flancos: el económico, el político, el moral, etcétera. Por eso, en parte, el dominio de ARENA fue colapsando, hasta llegar a un punto en que era imposible encontrarle coherencia a las medidas de gobierno y solución a los problemas estructurales. Allí entra también la necesidad de satisfacer a los grupos de la alianza, con intereses económicos y políticos incluso enfrentados, a los cuales no unía un “algo” positivo (un proyecto de país), sino el “anti”; la falta de rumbo del partido tras su derrota electoral podría demostrarlo. El anticomunismo como principal bandera no tiene sentido desde hace mucho tiempo, pero la inercia es difícil de controlar.
La pregunta es si es posible una derecha que no sea anticomunista, y la respuesta podría ser que no por mucho tiempo. Tarde o temprano, en algún momento, se declarará una lucha abierta entre los partidos de izquierda y los de derecha, y el “anti” será la tónica que guíe sus acciones y reacciones. Pero hay un momento, como se está viendo en El Salvador, en que una organización de la derecha (GANA, en este caso) puede dejar de lado el anticomunismo cerril que ha caracterizado a su partido originario (ARENA) y llevarse bien con un gobierno de izquierda y en algún momento llegar a acuerdos fáciles con el partido que lo sustenta, el FMLN, sin que la ideología “anti” sea un problema.
GANA no es una de las tantas disidencias que se han dado en el seno de la Asamblea Legislativa, y que son más carne de folklore que de preocupación. En un tiempo extraordinariamente corto logró su reconocimiento legal como partido político, lo cual habla de una organización más o menos amplia, y esto a su vez habla de que cuenta con bases que no pueden ser sino las que han logrado arrebatar a ARENA. Es una disidencia con todas las de ley; minoritaria, pero disidencia al fin, y lo que le falta es fortalecerse para convertirse en una alternativa viable.
¿Alternativa a qué? Ante todo a ARENA, obviamente. A lo que GANA le tira no es a convertirse en un partido accesorio como el PCN y el PDC de las últimas dos décadas, sino a desplazar a su partido matriz. El objetivo estratégico, como el de cualquier partido político que se respete, es la toma del poder, y eso incluye el desplazamiento de la izquierda con la que ahora sostiene una alianza táctica.
Esa alianza, que a veces parece no tener matices ideológicos, se explica fácilmente: GANA necesita ponerse en el centro de la escena política, y lo está logrando de la mano del Ejecutivo y a un ladito del FMLN. Las votaciones favorables a ambos en la Asamblea Legislativa son verdaderas declaraciones de principios: no vota por las banderas de la izquierda, sino que da a conocer indirectamente cuáles son las propias. En otras palabras, está mostrando su ideario a través de los proyectos ajenos. No creo que tenga, ya, un ideario propio; simplemente usan el sentido común, y dejan de lado el “anti” para mejor ocasión.
De paso, está preparando su campaña electoral. Dentro de unos años, en el recuento que se hará de la trayectoria de GANA, sacará a relucir las causas que han apoyado, que incluirán algunas de la izquierda, algunas de la derecha, algunas propias: es lo que se mostrará al electorado, quién sabe aún con qué resultados.
Es simplista decir que el presidente Funes se ha doblegado a la derecha por el apoyo que ha recibido de GANA; es simplista decir que GANA es un partido de corte popular por unirse a algunos proyectos del mandatario. Se trata de un asunto de simple política, pragmático, en el cual ambos tienen algo que ganar.
Las alianzas son, por definición, tácticas, aunque su objetivo sea estratégico. Tarde o temprano se romperán. Habrá que ver cuánto dura ésta, es decir: habrá que ver qué tanto se fortalece GANA para no depender de nadie y mostrar, así, su verdadera naturaleza.
2 comentarios:
Muy buen artículo, Rafael. Estoy de acuerdo en que la relación GANA-gobierno es sólo estratégica.
Sólo tengo, con todo respeto, una pequeña observación. Has escrito:
"...una organización de la derecha (GANA, en este caso) puede dejar de lado el anticomunismo cerril que ha caracterizado a su partido originario (ARENA) y llevarse bien con un gobierno de izquierda..."
Mi observación es que este no es un gobierno de izquierda, porque su ideario no es el de un verdadero gobierno de izquierda. Este gobierno es un gobierno de derecha, es un continuismo de los gobiernos de ARENA.
Gracias, Rafael, por permitirme opinar.
Rafa: es pura casualidad, después de leer tu escrito, me fui a ver las noticias y al rato me topé con este editorial: http://www.elsalvador.com/mwedh/nota/nota_opinion.asp?idCat=6342&idArt=4807592
Este Hids sigue en el "mackartismo" de los cincuenta.
Veremos si tu hipotesis es buena. La voy a tener en cuenta. Pero realmente no creo que el anti-comunismo cavernario de la derecha termine tan pronto.
Publicar un comentario