El caracol, el gusanito y otros salvadoreños
Pues sí, tal cual: un caracol y un gusanito en el barandal de la entrada de casa. Uno de esos gusanitos, por cierto, me rozó hace como tres semanas y todavía tengo la cicatriz; tuve la mano inflamada durante tres o cuatro días, y dolores durante una semana. Y no es porque sean salvadoreños; está en la naturaleza de esos gusanitos quemar a la gente, e incidentalmente nacer en El Salvador. En todas partes hay gusanos, pues. Y caracoles. Ése me gustó especialmente.
Por otra parte, y sin nada que ver con el asunto, Centroamérica 21 publicó esta semana una buena reseña de la presentación de los libros de Jorge Galán, Vanessa Núñez y mío en la Feria del Libro de Guatemala. Puede encontrarse en este link, con reseñas, a su vez, de cada uno de los libros, realizadas por Vanessa y por Hilma Schmook.
En la foto que se presenta en la parte de abajo hay varias personas a las que Hilma no menciona, ni tiene por qué conocerlas. Por ejemplo, a la derecha está Ricardo Roque Baldovinos, y al centro, atrás, Luis Alvarenga, además de Werner Mackenbach (de pelo y bigote blancos), Beatriz Cortez a su lado y en primer plano hacia la izquierda, casi de espaldas, María José, a quien conocí en Biarritz y luego estuvimos en una presentación en Montpellier, donde vive. En primer plano, a la derecha, Lilian Fernández Hall, quien me reclamó --muy discretamente-- por ponerle dos "l" a su nombre. Prometo no hacerlo de nuevo.
Mientras, escribo para matar el tiempo en el aeropuerto de Comalapa. Me gusta que el internet inalámbrico sea gratuito. En el de Costa Rica hay que pagar --a menos que uno se ponga en el Burger King, que siempre está llenísimo y con refrescos dispuestos a caerse sobre el teclado--, y es complicado y caro. En el de la Ciudad de México hay que estar suscrito a no sé qué, o también pagar una tarjeta. Traté de comprar en septiembre pasado, en escala a Francia, y nadie supo decirme dónde comprarla. Resultado: pagué no sé cuántos dólares por media hora en un cíber lento y con máquinas que daban pena.
Tengo cosas pendientes que contar, como de un insecto rarísimo que llegó a casa hace un par de días. Ya habrá tiempo.
Por otra parte, y sin nada que ver con el asunto, Centroamérica 21 publicó esta semana una buena reseña de la presentación de los libros de Jorge Galán, Vanessa Núñez y mío en la Feria del Libro de Guatemala. Puede encontrarse en este link, con reseñas, a su vez, de cada uno de los libros, realizadas por Vanessa y por Hilma Schmook.
En la foto que se presenta en la parte de abajo hay varias personas a las que Hilma no menciona, ni tiene por qué conocerlas. Por ejemplo, a la derecha está Ricardo Roque Baldovinos, y al centro, atrás, Luis Alvarenga, además de Werner Mackenbach (de pelo y bigote blancos), Beatriz Cortez a su lado y en primer plano hacia la izquierda, casi de espaldas, María José, a quien conocí en Biarritz y luego estuvimos en una presentación en Montpellier, donde vive. En primer plano, a la derecha, Lilian Fernández Hall, quien me reclamó --muy discretamente-- por ponerle dos "l" a su nombre. Prometo no hacerlo de nuevo.
Mientras, escribo para matar el tiempo en el aeropuerto de Comalapa. Me gusta que el internet inalámbrico sea gratuito. En el de Costa Rica hay que pagar --a menos que uno se ponga en el Burger King, que siempre está llenísimo y con refrescos dispuestos a caerse sobre el teclado--, y es complicado y caro. En el de la Ciudad de México hay que estar suscrito a no sé qué, o también pagar una tarjeta. Traté de comprar en septiembre pasado, en escala a Francia, y nadie supo decirme dónde comprarla. Resultado: pagué no sé cuántos dólares por media hora en un cíber lento y con máquinas que daban pena.
Tengo cosas pendientes que contar, como de un insecto rarísimo que llegó a casa hace un par de días. Ya habrá tiempo.
2 comentarios:
Buen día señor. Insisto: ¿Habrá algún libro que sea una conjunto de ensayos que hable sobre la literatura salvadoreña contemporánea? Algo que esté escrito en relación a la importancia de la obra que se está gestando en esas tierras y que, por supuesto, hable de la trascendencia de sus libros. Yo sigo fascinada con sus textos, pero no encuentro en la red algo que me lleve a reseñar más a profundidad.
Con cariño
Cynthia de los Santos
Cuidado con estos insectos raros. Qué pasa si un día de estos amanece convertido en un comerciante llamado Gregorio Samsa... Un abrazo. Thierry
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