Félix Ulloa
Desde hacía meses que se trataba de elegir al rector de la UES, y no se llegaba a un acuerdo. Los motivos no eran académicos, sino de saber quién pondría a su candidato: el Bloque Popular Revolucionario (BPR) o el Frente de Acción Popular Unificada (FAPU). Después de varios candidatos y de elecciones que siempre terminaban en un virtual empate, la decisión quedaba estancada en la Asamblea General Universitaria. Era 1980, el peor año de represión que haya conocido El Salvador, y la polarización no sólo era de la izquierda con respecto al gobierno, sino también con respecto a sí misma. Lo importante era quién hegemonizaría el proceso político --y dentro de los "campos de batalla" se contaba a la UES--, y el BPR y el FAPU eran las organizaciones de masas más poderosas. La fuerza del BPR era mayor, pero estaba más concentrada en el campo, y en todo caso el FAPU entraba en alianzas con las Ligas Populares "28 de Febrero", el Partido Comunista y otras organizaciones, y el impasse tenía a la UES en el aire.
Como último recurso, el FAPU propuso la candidatura de mi padre, que el BPR aceptó de inmediato. Desde 1975 mi padre pertenecía a las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), el organismo político militar que "controlaba" al Bloque, pero eso se supo años después. Casi hasta su renuncia a las FPL, en mayo de 1983, se manejaba públicamente como independiente, era presidente de la Comisión Externa del Frente Democrático Revolucionario y su filiación formal era con el Moviniento Independiente de Profesionales y Técnicos (MIPTES). Muchas siglas, mucha complicación, pero así se acostumbraba. Sus mejores contactos e incluso buenas amistades estaban entre miembros de la Internacional Socialista, es decir los socialdemócratas, nada mal para alguien que se declaraba marxista-leninista, y en esa calidad publicaba libros y artículos y se movia por el mundo.
Cuando llamaron por teléfono a mi padre para decirle que el FAPU lo había propuesto, hubo risas, por supuesto, porque "los otros" no se sospechaban a quién promovían, pero también preocupación. El BPR le dijo que era una oportunidad valiosa. También era seguro que tratarían de matarlo si regresaba al país, y lo más probable era que lo lograran. (Lo intentaron cuando vino en 1979, o al menos le dieron una seria advertencia en forma de bombazo.) Además, ¿qué hacer en una universidad así de conflictiva y polarizada? Con todo y que ya había sido rector de la UES, y con todo y que estaba al tanto de lo que ocurría en El Salvador --y hasta formaba parte de un organismo de toma de decisiones--, la lejanía era determinante después de ocho años; no sabía cómo se movía la política práctica dentro del país, y se daba cuenta de que se perdería en una maraña de politiquerías de las que no saldría mucho. Por otra parte, para mediados de 1980 ya estaba en marcha el trabajo para conseguir el reconocimiento internacional de la guerrilla salvadoreña, que él encabezaba, y era quien tenía buena parte de los hilos en la mano.
Aun así, durante días nuestro tema de conversación fue ése: ¿aceptaría o no? Por las mañanas hacía planes para la UES, por la tarde explicaba por qué no podía aceptar, por las noches pasábamos juntos sus insomnios, hablando de lo mismo. Parecía que su decisión sería aceptar --a la familia no le gustaba la idea--, bajo condiciones que sin duda aceptarían el FAPU y el BPR. Pero, como militante de las FPL, la decisión no era sólo suya, aunque le hubiesen dejado que hiciera lo que creyera correcto.
Hubo varias visitas de personas desde Nicaragua y El Salvador para hablar sobre el tema. Lo que le importaba a la mayoría era que el BPR fuera quien controlara la UES; lo que le interesaba a mi padre era que la UES estuviera bien.
Realizó consultas por teléfono con gente dentro de El Salvador, y tomó la decisión: no aceptaría, pero apoyaría abiertamente a alguien que pudiera garantizar unidad dentro de la universidad. El nombre que le mencionaron como más viable fue el de Félix Ulloa. Pidió hablar con él.
Un día --no recuerdo las fechas-- llegó Félix a casa y lo pusieron en el cuarto de mi hermano Mauricio, y a Mauricio en el de mis padres; para ese entonces tenía nueve años. Durante tres días se la pasó conversando con mi padre, y obviamente no me enteré de qué. No pregunté y tenía mucho trabajo también; estábamos en los toques finales para armar Salpress, entre otras cosas. (De verdad que pasó y nos pasó mucho en esa época. Unos meses después matarían a los dirigentes del FDR, entre ellos Enrique Álvarez Córdova y Juan Chacón, amigos de la familia. Ya habían matado a otros. Unas semanas antes nos había rodeado un escuadrón de la muerte; algún día contaré de esa noche. Hay gente que la recuerda claramente porque estuvo allí, aunque ahora parezca que ha olvidado.)
De lo poco que recuerdo de Félix Ulloa era que por las mañanas salía de su cuarto en calzoncillos bóxer y camiseta, ambos blancos inmaculados, con su cepillo de dientes y una toalla, por un corredor del patio que llevaba al baño. Se veía muy solemne y sonriente a la vez. Después de bañarse regresaba a su cuarto y salía vestido de manera que con sólo ponerse un saco y una corbata quedaria formalísimo. Y a trabajar con mi padre.
Al cuarto día mi padre y mi madre lo fueron a dejar al aeropuerto. Me despedí de él como se despide un casi adolescente de un señor con el que apenas cruzó unas frases. Sentí el nudo de siempre en la garganta; así me había despedido de varios que en poco tiempo serían asesinados, y faltaban aún. Durante años no fui al aeropuerto, aunque mi padre o mi madre me pidieran que los acompañara. Era más fuerte que yo.
Félix Ulloa llevaba una carta de mi padre en la que le daba todo su apoyo como candidato a la rectoría de la UES, y se disculpaba de aceptar diciendo que estaba alejado de la realidad universitaria salvadoreña y que quizá no pudiera cumplir con las expectativas que tenían de él.
Eligieron a Ulloa, entiendo, por una amplia mayoría, si no por unanimidad, y mi padre suspiraba a ratos pensando en lo que hubiese podido hacer como rector de la UES; sólo lo habían dejado serlo durante un año y medio, hasta la ocupación militar de julio de 1972. Igual sabía que no podía hacer nada en condiciones de guerra, y que su trabajo era importante en el exterior.
Un día, no mucho tiempo después, llegó la noticia de que un escuadrón de la muerte había asesinado a Félix Ulloa. Mi padre estaba preparando maletas para irse a Francia, en calidad de diplomático del FDR --y de las FPL, y del futuro FMLN-- en Europa y el norte de África. Agarró una depresión tan terrible como las que acostumbraba agarrar, y un sentimiento de culpa como los que no le faltaban. "El culpable no es usted --le dije, como le decía siempre y como le dije durante años--, sino los que lo mataron. Usted hizo lo correcto." No lo logré convencer del todo, pero de algo habrá servido, como siempre.
En octubre se cumplirán 28 años del asesinato de Ulloa. Me encontré una foto que tomé hace unas semanas en la UES y se me ocurrió ponerla por aquí, con un pedazo de historia personal.
Lo que sé es que quien olvida a sus muertos, y cómo murieron, y por qué, y reniega de ellos en su vida cotidiana y en sus ideas y en sus acciones, merece desprecio. Hay cosas que no pueden venderse, y que se vayan a la mierda los que no lo entiendan o finjan que no lo entienden.
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Sí, esto va para ustedes. De verdad, ¿creen que se puede ser de izquierda y haber perdido la decencia, como la han perdido? ¿Creen que alguien se puede vender por dinero o poder cuando sus muertos lo observan? Eso aplíquenselo a otros, o a ustedes mismos; yo estoy en paz con los míos.
Como último recurso, el FAPU propuso la candidatura de mi padre, que el BPR aceptó de inmediato. Desde 1975 mi padre pertenecía a las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), el organismo político militar que "controlaba" al Bloque, pero eso se supo años después. Casi hasta su renuncia a las FPL, en mayo de 1983, se manejaba públicamente como independiente, era presidente de la Comisión Externa del Frente Democrático Revolucionario y su filiación formal era con el Moviniento Independiente de Profesionales y Técnicos (MIPTES). Muchas siglas, mucha complicación, pero así se acostumbraba. Sus mejores contactos e incluso buenas amistades estaban entre miembros de la Internacional Socialista, es decir los socialdemócratas, nada mal para alguien que se declaraba marxista-leninista, y en esa calidad publicaba libros y artículos y se movia por el mundo.
Cuando llamaron por teléfono a mi padre para decirle que el FAPU lo había propuesto, hubo risas, por supuesto, porque "los otros" no se sospechaban a quién promovían, pero también preocupación. El BPR le dijo que era una oportunidad valiosa. También era seguro que tratarían de matarlo si regresaba al país, y lo más probable era que lo lograran. (Lo intentaron cuando vino en 1979, o al menos le dieron una seria advertencia en forma de bombazo.) Además, ¿qué hacer en una universidad así de conflictiva y polarizada? Con todo y que ya había sido rector de la UES, y con todo y que estaba al tanto de lo que ocurría en El Salvador --y hasta formaba parte de un organismo de toma de decisiones--, la lejanía era determinante después de ocho años; no sabía cómo se movía la política práctica dentro del país, y se daba cuenta de que se perdería en una maraña de politiquerías de las que no saldría mucho. Por otra parte, para mediados de 1980 ya estaba en marcha el trabajo para conseguir el reconocimiento internacional de la guerrilla salvadoreña, que él encabezaba, y era quien tenía buena parte de los hilos en la mano.
Aun así, durante días nuestro tema de conversación fue ése: ¿aceptaría o no? Por las mañanas hacía planes para la UES, por la tarde explicaba por qué no podía aceptar, por las noches pasábamos juntos sus insomnios, hablando de lo mismo. Parecía que su decisión sería aceptar --a la familia no le gustaba la idea--, bajo condiciones que sin duda aceptarían el FAPU y el BPR. Pero, como militante de las FPL, la decisión no era sólo suya, aunque le hubiesen dejado que hiciera lo que creyera correcto.
Hubo varias visitas de personas desde Nicaragua y El Salvador para hablar sobre el tema. Lo que le importaba a la mayoría era que el BPR fuera quien controlara la UES; lo que le interesaba a mi padre era que la UES estuviera bien.
Realizó consultas por teléfono con gente dentro de El Salvador, y tomó la decisión: no aceptaría, pero apoyaría abiertamente a alguien que pudiera garantizar unidad dentro de la universidad. El nombre que le mencionaron como más viable fue el de Félix Ulloa. Pidió hablar con él.
Un día --no recuerdo las fechas-- llegó Félix a casa y lo pusieron en el cuarto de mi hermano Mauricio, y a Mauricio en el de mis padres; para ese entonces tenía nueve años. Durante tres días se la pasó conversando con mi padre, y obviamente no me enteré de qué. No pregunté y tenía mucho trabajo también; estábamos en los toques finales para armar Salpress, entre otras cosas. (De verdad que pasó y nos pasó mucho en esa época. Unos meses después matarían a los dirigentes del FDR, entre ellos Enrique Álvarez Córdova y Juan Chacón, amigos de la familia. Ya habían matado a otros. Unas semanas antes nos había rodeado un escuadrón de la muerte; algún día contaré de esa noche. Hay gente que la recuerda claramente porque estuvo allí, aunque ahora parezca que ha olvidado.)
De lo poco que recuerdo de Félix Ulloa era que por las mañanas salía de su cuarto en calzoncillos bóxer y camiseta, ambos blancos inmaculados, con su cepillo de dientes y una toalla, por un corredor del patio que llevaba al baño. Se veía muy solemne y sonriente a la vez. Después de bañarse regresaba a su cuarto y salía vestido de manera que con sólo ponerse un saco y una corbata quedaria formalísimo. Y a trabajar con mi padre.
Al cuarto día mi padre y mi madre lo fueron a dejar al aeropuerto. Me despedí de él como se despide un casi adolescente de un señor con el que apenas cruzó unas frases. Sentí el nudo de siempre en la garganta; así me había despedido de varios que en poco tiempo serían asesinados, y faltaban aún. Durante años no fui al aeropuerto, aunque mi padre o mi madre me pidieran que los acompañara. Era más fuerte que yo.
Félix Ulloa llevaba una carta de mi padre en la que le daba todo su apoyo como candidato a la rectoría de la UES, y se disculpaba de aceptar diciendo que estaba alejado de la realidad universitaria salvadoreña y que quizá no pudiera cumplir con las expectativas que tenían de él.
Eligieron a Ulloa, entiendo, por una amplia mayoría, si no por unanimidad, y mi padre suspiraba a ratos pensando en lo que hubiese podido hacer como rector de la UES; sólo lo habían dejado serlo durante un año y medio, hasta la ocupación militar de julio de 1972. Igual sabía que no podía hacer nada en condiciones de guerra, y que su trabajo era importante en el exterior.
Un día, no mucho tiempo después, llegó la noticia de que un escuadrón de la muerte había asesinado a Félix Ulloa. Mi padre estaba preparando maletas para irse a Francia, en calidad de diplomático del FDR --y de las FPL, y del futuro FMLN-- en Europa y el norte de África. Agarró una depresión tan terrible como las que acostumbraba agarrar, y un sentimiento de culpa como los que no le faltaban. "El culpable no es usted --le dije, como le decía siempre y como le dije durante años--, sino los que lo mataron. Usted hizo lo correcto." No lo logré convencer del todo, pero de algo habrá servido, como siempre.
En octubre se cumplirán 28 años del asesinato de Ulloa. Me encontré una foto que tomé hace unas semanas en la UES y se me ocurrió ponerla por aquí, con un pedazo de historia personal.
Lo que sé es que quien olvida a sus muertos, y cómo murieron, y por qué, y reniega de ellos en su vida cotidiana y en sus ideas y en sus acciones, merece desprecio. Hay cosas que no pueden venderse, y que se vayan a la mierda los que no lo entiendan o finjan que no lo entienden.
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Sí, esto va para ustedes. De verdad, ¿creen que se puede ser de izquierda y haber perdido la decencia, como la han perdido? ¿Creen que alguien se puede vender por dinero o poder cuando sus muertos lo observan? Eso aplíquenselo a otros, o a ustedes mismos; yo estoy en paz con los míos.
5 comentarios:
Rafa:
Claro que no puede uno olvidar a sus muertos. A tantos que fueron muertos porque pensaban distinto y que lucharon por verdaderos cambios. Pienso en Quique Alvares y en Chacón, que has mencionado, con uno hasta jugué a tirar al arco en la finca Modelo, a él lo acompañaba una niñera, los otros pues hacíamos como que no veíamos a la muchacha. Lo volví a ver aquí, en París y a Chacón me lo encontré en una misión. Vi fotos de sus cadáveres inflados, tirados a la vera de la carretera. ¿Se puede olvidar eso? ¿Se puede aceptar simplemente una petición de perdón? No sé. Realmente no lo sé. Siempre insisto que se puede pedir perdón, pero eso no lava el crimen. Afirmo siempre que la víctima nunca está obligada a dar el perdón. El que pide perdón tiene que estar preparado a que se lo nieguen. El perdón se otorga, es la víctima, quien decide cuándo y en qué circunstancias.
Por otro lado, el agua se aclara sola...
Un abrazo.
exexelente post rafael,la verdad me gusta tu analisis, y muchas personas que se dicen "izquierdosos ortodoxos", tiene es te defecto de olvidar a nuestros muertos; si no veamos al mismo FMLN actual, que ni de farabundo se acuerdan ya... Q cosas no?
Cosa rara, yo no he olvidado al rector Ulloa, pero se me escapan los detalles de su asesinato ¡Qué poca memoria la mía!
Carlos: Lúcido tu comentario. Lo que sé es que no se puede perdonar a alguien que no quiere ser perdonado, o que evade o negocia el perdón. Teología básica, pues. En lo personal, creo que hay de dos: armar una ley que hable de investigar y clarificar crímenes, aunque no sean castigados, o que haya gente que se ponga a investigar en serio y publique los resultados, y más bien se haga un juicio "político-social". Sería un buen avance; al menos sabríamos parte de las verdades. (Imagino que estás pensando en la ley de amnistía.) Y de paso hay un par de "historiadores" en los que estoy pensando que podrían ponerse a hacer algo serio.
FERM 19: Me parece que la obligación de uno es ser feliz y hacer lo necesario para que haya un país mejor; es la maneta de honrar a nuestros muertos. Lo demás es hablar paja.
Y la palabra "ortodoxia" siempre me ha dado comezón. Lo importante, para ellos, son los principios políticos o ideológicos, no los humanos. No entiendo una ideología que olvida que el fin último es la gente. Así, a secas: la gente.
¡Oh, Aquél Cuyo Nombre Se Graba En Basalto Pero No Puede Leerse En Voz Alta!: Fíjate que tampoco me acuerdo cómo lo mataron... En algún lugar de internet leí detalles alguna vez; busqué ahora y leí que "lo atacaron" el 28 de octubre, y que murió al día siguiente. En general no me gustaba averiguar cómo había muerto la gente que conocía; casi siempre fue de modos siniestros. De los compañeros del FDR recuerdo todo; estaba en el periódico recibiendo cables en los que se reportaba la aparición de cada uno, y el modo en que lo habían asesinado. Los últimos en aparecer fueron Juan Chacón y Enrique Alvarez. Híjole... Te podría recitar los cables, pero no quiero.
A mi hermana Ana le fue peor: ella tuvo que revelar las fotos; nos llegaron algunos negativos de El Salvador. La mamá de Eduardo todavía guarda la de Juan, que se llevaba muy bien con ella. No la quise ver, ni ésa ni las demás, y creo que ella la guarda en un lugar donde no tiene que verla, sólo saber que está allí.
En honor a la historia, se solicita que, quien lo sepa, nos lo cuente.
Gracias Rafael por traer a cuenta en su proximo 28 aniversario el magnicidio del Rector de la UES ocurrido el 28 de Otubre de 1980.
Como el lo dijera en una intervnecion publica (y nos lo repiera siempre en privado)DICHOSOS LOS PUBLOS QUE RECUERDAN A SUS MUERTOS PORQUE ELLOS VIVIRAN PARA SIEMPRE, frase imperecedera!!!
Al igual que su llamado a continuar la lucha pese a las agresiones contra el demus universitario y la ocupacion militar de su campus "LA UNIVERSIDAD DE EL SALVADOR SE NIEGA A MORIR"
fraternalmente
Felix Ulloa hijo
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