Menjívares, hermanos, nietas, patos de guayaba y otros tacos de chuleta
Margarita, Eunice, Eduardo y yo. Todos Menjívar, por supuesto. Estamos en una cena a la que me invitó (con hijos incluidos) la gente de la Feria del Libro del Zócalo. Eunice estudió arquitectura del paisaje durante un año --ahora estudia ópera--, y se había pasado horas y horas y horas hablándome del edificio 222 de Reforma, construido con concreto translúcido, entre otras rarezas. La cena fue en un restaurante de ese edificio, y de verdad que está impresionante por donde se lo vea.
Aisha Menjívar, de un año con tres meses, hija de Margarita. Y yo en el papel de abuelo, claro. Le gustó el león gordo que le compré, pero creo que le pareció más interesante el celular que me prestó Eunice durante los días en que estuve en el Distrito Federal.
Eunice y Eduardo en el Café La Habana, el lugar tradicional de reunión de los periodistas desde hace... no sé... ochenta años. Allí cerca están el Excélsior, El Universal, estaba el Novedades (que ya no existe), El Día (que tampoco, o casi), La Jornada (que se pasó para otra parte), la mítica revista diaria Cine Mundial --donde trabajó durante varios años Álvaro Menen Desleal-- y dos o tres más. Aún llegan por las tardes algunos periodistas viejos, y otros no tan viejos, como mi hermano Hugo Martínez Téllez y, en este caso, yo.
Y aquí estamos precisamente Hugo Martínez y yo, en el Café La Habana, cada vez más canosos, pero qué jijos. ¡Nos conocemos desde hace 25 años...! Un buen rato.
Aquí, a la izquierda, Ranllús Sleman, una Menjívar honoraria, y mucho más. Cómo llegó a eso es una historia que quizá le corresponda a ella contar; mi papel es quererla como a una hija que también me hubiera gustado tener.
Aquí, con Salvador de la Mora, otro de mis hermanos carnales, con quien hemos pasado dos o tres cosas desde 1992, cuando nos conocimos. Él me regaló los primeros libros de José Saramago que leí, porque me resistía a comprarlos. y es él quien nos da el hosting y el dominio de La Casa del Escritor.
Aquí, al día siguiente, con el escritor Bernardo Ruiz, también gran amigo. Él fue quien publicó Terceras personas cuando era director de Promoción y Difusion de la Universidad Autónoma Metropolitana. Ahora tiene su propia editorial, y me dijo que le gustaría hacer otra edición. Bernardo y Terceras personas se llevaron muy bien desde que se conocieron, y se lo agradezco a ambos. En esta foto estamos en la Hostería de Santo Domingo, en la maravillosa Plaza de Santo Domingo, a unas cuadras del Zócalo. La foto la tomó Aniuxa, quien se encuentra por allá estudiando una mestría en FLACSO.
Y aquí, de derecha a izquierda, están Ana, Selva Prieto Salazar (Madreselvas) y Tamara de Anda (o sea Plaqueta, ¡y ya!), nieta y bisnieta del rockstar de la literatura salvadoreña Salvador Salazar Arrué. (Lo de "rockstar" es invento de Tamara, no mío, pero es bastante citable.)
En la tienda de un restaurante Vips, Eduardo toca una pieza victoriana en una guitarra de juguete. Un poco con el sonido Mario Bros., pero le salió muy bien, que por algo se dedica a eso. (A la guitarra. A Mario Bros. no se dedica desde hace varios años; también era bueno para los videojuegos, y hasta fue parte del equipo de exhibición de Nintendo en México.)
Yo mero, chateando con Krisma en la Hewlett Packard de Ana Escoto. Había dejado la Vaio (que supongo alguna vez mencioné que es verde) en el hotel, y estaba con Eduardo en el departamento de Aniuxa en Universidad y Copilco. Lindo depto. (Quizá un día deje que Ana se acerque a menos de un metro de la Vaio, en compensación. Sí, sí, es verde. La Vaio; Ana es más bien... uh... muy poco morena.)
Y la multicitada Aniuxa demostrando que en un mes ha aprendido las más sofisticadas técnicas para comer tacos de chuleta con queso sin morir en el intento. Eso sí, con la ayuda de un pato de guayaba, o sea un refresco Pascual Boing. (En la botella ya no aparece el pato, y ya no se llama Pascual, sino Boing a secas, pero uno no olvida.)
Aisha Menjívar, de un año con tres meses, hija de Margarita. Y yo en el papel de abuelo, claro. Le gustó el león gordo que le compré, pero creo que le pareció más interesante el celular que me prestó Eunice durante los días en que estuve en el Distrito Federal.
Eunice y Eduardo en el Café La Habana, el lugar tradicional de reunión de los periodistas desde hace... no sé... ochenta años. Allí cerca están el Excélsior, El Universal, estaba el Novedades (que ya no existe), El Día (que tampoco, o casi), La Jornada (que se pasó para otra parte), la mítica revista diaria Cine Mundial --donde trabajó durante varios años Álvaro Menen Desleal-- y dos o tres más. Aún llegan por las tardes algunos periodistas viejos, y otros no tan viejos, como mi hermano Hugo Martínez Téllez y, en este caso, yo.
Y aquí estamos precisamente Hugo Martínez y yo, en el Café La Habana, cada vez más canosos, pero qué jijos. ¡Nos conocemos desde hace 25 años...! Un buen rato.
Aquí, a la izquierda, Ranllús Sleman, una Menjívar honoraria, y mucho más. Cómo llegó a eso es una historia que quizá le corresponda a ella contar; mi papel es quererla como a una hija que también me hubiera gustado tener.
Aquí, con Salvador de la Mora, otro de mis hermanos carnales, con quien hemos pasado dos o tres cosas desde 1992, cuando nos conocimos. Él me regaló los primeros libros de José Saramago que leí, porque me resistía a comprarlos. y es él quien nos da el hosting y el dominio de La Casa del Escritor.
Aquí, al día siguiente, con el escritor Bernardo Ruiz, también gran amigo. Él fue quien publicó Terceras personas cuando era director de Promoción y Difusion de la Universidad Autónoma Metropolitana. Ahora tiene su propia editorial, y me dijo que le gustaría hacer otra edición. Bernardo y Terceras personas se llevaron muy bien desde que se conocieron, y se lo agradezco a ambos. En esta foto estamos en la Hostería de Santo Domingo, en la maravillosa Plaza de Santo Domingo, a unas cuadras del Zócalo. La foto la tomó Aniuxa, quien se encuentra por allá estudiando una mestría en FLACSO.
Y aquí, de derecha a izquierda, están Ana, Selva Prieto Salazar (Madreselvas) y Tamara de Anda (o sea Plaqueta, ¡y ya!), nieta y bisnieta del rockstar de la literatura salvadoreña Salvador Salazar Arrué. (Lo de "rockstar" es invento de Tamara, no mío, pero es bastante citable.)
En la tienda de un restaurante Vips, Eduardo toca una pieza victoriana en una guitarra de juguete. Un poco con el sonido Mario Bros., pero le salió muy bien, que por algo se dedica a eso. (A la guitarra. A Mario Bros. no se dedica desde hace varios años; también era bueno para los videojuegos, y hasta fue parte del equipo de exhibición de Nintendo en México.)
Yo mero, chateando con Krisma en la Hewlett Packard de Ana Escoto. Había dejado la Vaio (que supongo alguna vez mencioné que es verde) en el hotel, y estaba con Eduardo en el departamento de Aniuxa en Universidad y Copilco. Lindo depto. (Quizá un día deje que Ana se acerque a menos de un metro de la Vaio, en compensación. Sí, sí, es verde. La Vaio; Ana es más bien... uh... muy poco morena.)
Y la multicitada Aniuxa demostrando que en un mes ha aprendido las más sofisticadas técnicas para comer tacos de chuleta con queso sin morir en el intento. Eso sí, con la ayuda de un pato de guayaba, o sea un refresco Pascual Boing. (En la botella ya no aparece el pato, y ya no se llama Pascual, sino Boing a secas, pero uno no olvida.)
5 comentarios:
Ay sí la pasamos re-bien!!! A pesar de mi estado convaleciente (que los tacos de chuleta y música ayudaron a superar). :) Como dirían los mexicanos es "tu" casa.
Este post, como tantas casos que he visto en mi vida, me convencen que los salvadoreños, celebramos, nos reunimos, platicamos y todo, con comida de por medio.
Se ve que la paso bien. Saludos a Anita, de paso.
rockstar, jaja. vaya que sí. :)
qué linda familia :-)
Gracias :)
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