Ser escritor y punto
Este domingo apareció en el suplemento Séptimo sentido, de LPG, un... uh... reportaje titulado "Ser escritor en El Salvador", de Brian Velasco, quien estuvo en casa para entrevistarnos a Krisma y a mí. Empezamos mal: a Krisma le dijo que trataría acerca de su obra, con comentarios de otros escritores, y me imaginé que, como su esposo, sería parte de esos otros escritores.
Lo que me encontré, como resultado final, fue una nota --puede hallarse en este link-- que trata acerca de escritores que no han podido publicar su obra en editoriales establecidas y han decidido autopublicarse, con resultados más bien malos, como es siempre de esperarse. El tema es para mí, digamos, sensible: siempre he creído que la autopublicación es uno de los actos menos honestos que puede cometer un escritor, pues está violentando un proceso natural: si el libro es bueno, se publicará solo, o con muy poca dificultad, todo es cosa de encontrar al editor adecuado. Está la ya trillada analogía: autopublicarse es como otorgarse a sí mismo un título que uno no se ha ganado. La diferencia es que en otros oficios o profesiones hay gente que puede morirse o ir a la cárcel si uno se da un título a sí mismo, mientras que en literatura todo se remite a un montón de papel sin mucho valor metido debajo de la cama, con pocas posibilidades de que salga de allí a menos que uno lo regale o lo use para cosas como encender chimeneas --hay muy pocas en El Salvador y otros materiales más adecuados para encender fuego-- o ajustar las patas de algunas mesas --no hay gente que vaya a pagar no sé qué cantidad de dólares existiendo los pedacitos de cartón o las páginas dobladas de un diario, y aún queda la posibilidad de recortar las otras tres patas.
El reportaje comienza hablando de diez escritores que están en la librería La Casita tomando café, esperando que alguien llegue a comprar sus libros --autoeditados-- y les pidan una firma. Cita a dos de ellos: uno que tiene el pseudónimo de Caralvá y a David Ernesto Panamá. Por el modo en que está planteado el reportaje, da la impresión que Krisma y yo estamos entre ellos, y quizá sea eso lo que más me molesta. No conozco a ninguna de las personas que cita, hace cosa de dos años y medio que estuve en la última firma de libros, en París (acababan de publicar por allá Breve recuento de todas las cosas), y muy rara vez tomo café (la última vez fue en uno de los Cofee Cup de Metrocentro con el poeta Ricardo Lindo, y fue agradable felicitarlo en persona por su libro Bello amigo, atardece..., publicado por Índole Editores.)
Por mi parte, desde que publiqué mi primer libro, a los 25 años y hace 25 años, nunca he puesto un peso para publicar nada mío. Incluso me han dado regalías, que han servido para comprar ropa, algunos electrodomésticos, me han ayudado a sobrevivir en alguna crisis económica (pasó con el premio EDUCA para Historia del traidor de Nunca Jamás, como está dicho en algún recoveco de este blog) y hasta han pagado alguna buena cena, pero no mucho más.
Es claro que muy pocos escritores profesionales viven de sus regalías, y que no vivir de sus regalías no les quita lo profesionales. Simplemente uno trata de vivir de otras cosas, lo más cercanas que se pueda al oficio. En mi caso he trabajado como traductor, editor de revistas y libros, he escrito tesis ajenas (sí, el lado oscuro), artículos, guiones de historieta y televisión; en la Secretaría de Cultura (antes CONCULTURA) he trabajado en cosas que un escritor debería saber y ejercer, y así sucesivamente. Mientras, se han ido acumulando libros publicados en varios países --incluido El Salvador--, y mi placer es, de tarde en tarde, agarrar alguno y leerlo como si alguien más lo hubiese escrito; mi onda con la literatura es, precisamente, escribir los libros que nadie ha escrito y que me gustaría leer alguna vez, y por eso me paso años trabajando en ellos en el tiempo que me deja... bueno... todo lo demás.
No me quejo de lo que me ha tocado. He tenido la oportunidad de publicar en un par de editoriales grandes, y no lo he hecho porque las condiciones me han parecido terriblemente injustas, y se trata de divertirse, no de convertirse en apéndice de nadie o de nada. He preferido las editoriales pequeñas y me la he pasado bien, tengo ediciones muy bonitas y puedo cumplir con mi papel, que es escribir. Porque uno es escritor para escribir, no para editar, publicar, imprimir y vender sus libros; hay gente que se encarga de eso.
No veo, por otra parte, la importancia que le dan en la nota a ciertos detalles acerca de mí, por ejemplo que soy "alto" (1.76 no es para tanto), de ojos verdes y barba poblada (ya me la recortaré este fin de semana, o mañana); que me cuesta caminar y sentarme a causa de mi enfermedad (sobre la cual no me preguntaron), lo que no es tan así: estoy en una larga convalecencia y buena parte de eso se va a revertir, buena parte no, y así las cosas.
Creo en la buena intención del reportero al escribir su nota. Creo también que debería informarse mejor antes de escribir sobre cosas de las que no sabe mucho y, sobre todo, ser ético a la hora de decirle a la gente acerca de qué tratará el reportaje que esté escribiendo. Si me lo hubiera dicho, no hubiera aceptado, simplemente y sin problemas. Como la conozco, puedo decir que Krisma hubiese hecho lo mismo.
En fin, me molesta servir como relleno en una nota que trata de algo que no he ejercido, ni pienso ejercer. Me tomo en serio el oficio.
Lo que me encontré, como resultado final, fue una nota --puede hallarse en este link-- que trata acerca de escritores que no han podido publicar su obra en editoriales establecidas y han decidido autopublicarse, con resultados más bien malos, como es siempre de esperarse. El tema es para mí, digamos, sensible: siempre he creído que la autopublicación es uno de los actos menos honestos que puede cometer un escritor, pues está violentando un proceso natural: si el libro es bueno, se publicará solo, o con muy poca dificultad, todo es cosa de encontrar al editor adecuado. Está la ya trillada analogía: autopublicarse es como otorgarse a sí mismo un título que uno no se ha ganado. La diferencia es que en otros oficios o profesiones hay gente que puede morirse o ir a la cárcel si uno se da un título a sí mismo, mientras que en literatura todo se remite a un montón de papel sin mucho valor metido debajo de la cama, con pocas posibilidades de que salga de allí a menos que uno lo regale o lo use para cosas como encender chimeneas --hay muy pocas en El Salvador y otros materiales más adecuados para encender fuego-- o ajustar las patas de algunas mesas --no hay gente que vaya a pagar no sé qué cantidad de dólares existiendo los pedacitos de cartón o las páginas dobladas de un diario, y aún queda la posibilidad de recortar las otras tres patas.
El reportaje comienza hablando de diez escritores que están en la librería La Casita tomando café, esperando que alguien llegue a comprar sus libros --autoeditados-- y les pidan una firma. Cita a dos de ellos: uno que tiene el pseudónimo de Caralvá y a David Ernesto Panamá. Por el modo en que está planteado el reportaje, da la impresión que Krisma y yo estamos entre ellos, y quizá sea eso lo que más me molesta. No conozco a ninguna de las personas que cita, hace cosa de dos años y medio que estuve en la última firma de libros, en París (acababan de publicar por allá Breve recuento de todas las cosas), y muy rara vez tomo café (la última vez fue en uno de los Cofee Cup de Metrocentro con el poeta Ricardo Lindo, y fue agradable felicitarlo en persona por su libro Bello amigo, atardece..., publicado por Índole Editores.)
Por mi parte, desde que publiqué mi primer libro, a los 25 años y hace 25 años, nunca he puesto un peso para publicar nada mío. Incluso me han dado regalías, que han servido para comprar ropa, algunos electrodomésticos, me han ayudado a sobrevivir en alguna crisis económica (pasó con el premio EDUCA para Historia del traidor de Nunca Jamás, como está dicho en algún recoveco de este blog) y hasta han pagado alguna buena cena, pero no mucho más.
Es claro que muy pocos escritores profesionales viven de sus regalías, y que no vivir de sus regalías no les quita lo profesionales. Simplemente uno trata de vivir de otras cosas, lo más cercanas que se pueda al oficio. En mi caso he trabajado como traductor, editor de revistas y libros, he escrito tesis ajenas (sí, el lado oscuro), artículos, guiones de historieta y televisión; en la Secretaría de Cultura (antes CONCULTURA) he trabajado en cosas que un escritor debería saber y ejercer, y así sucesivamente. Mientras, se han ido acumulando libros publicados en varios países --incluido El Salvador--, y mi placer es, de tarde en tarde, agarrar alguno y leerlo como si alguien más lo hubiese escrito; mi onda con la literatura es, precisamente, escribir los libros que nadie ha escrito y que me gustaría leer alguna vez, y por eso me paso años trabajando en ellos en el tiempo que me deja... bueno... todo lo demás.
No me quejo de lo que me ha tocado. He tenido la oportunidad de publicar en un par de editoriales grandes, y no lo he hecho porque las condiciones me han parecido terriblemente injustas, y se trata de divertirse, no de convertirse en apéndice de nadie o de nada. He preferido las editoriales pequeñas y me la he pasado bien, tengo ediciones muy bonitas y puedo cumplir con mi papel, que es escribir. Porque uno es escritor para escribir, no para editar, publicar, imprimir y vender sus libros; hay gente que se encarga de eso.
No veo, por otra parte, la importancia que le dan en la nota a ciertos detalles acerca de mí, por ejemplo que soy "alto" (1.76 no es para tanto), de ojos verdes y barba poblada (ya me la recortaré este fin de semana, o mañana); que me cuesta caminar y sentarme a causa de mi enfermedad (sobre la cual no me preguntaron), lo que no es tan así: estoy en una larga convalecencia y buena parte de eso se va a revertir, buena parte no, y así las cosas.
Creo en la buena intención del reportero al escribir su nota. Creo también que debería informarse mejor antes de escribir sobre cosas de las que no sabe mucho y, sobre todo, ser ético a la hora de decirle a la gente acerca de qué tratará el reportaje que esté escribiendo. Si me lo hubiera dicho, no hubiera aceptado, simplemente y sin problemas. Como la conozco, puedo decir que Krisma hubiese hecho lo mismo.
En fin, me molesta servir como relleno en una nota que trata de algo que no he ejercido, ni pienso ejercer. Me tomo en serio el oficio.
4 comentarios:
La verdad parece increible la manera en que algunos periodisttas tratam de conseguir una noticia. No digo que todos son asi, pero como alguien que piensa en la VERDAD como fin de sus acciones, es una accion anti-ética.
Estoy de acuerdo con que un escritor no debe autopublicarse. Es algo que debe ganarse. Soy un escritor joven, y muchos al ver el panorama del "mercado literario" (Cuanto odio estas palabras), me dicen que si quiero ser reconocido y/o leido debo autopublicarme, y mi respuesta es y será la misma: No. Un escritor debe tener la suficiente calidad y el suficiente merito como para publicarse. Gabriel García Marquez, por citar un ejemplo famoso, tuvo que publicar en periodicos y ganar algunos concursos para luego ser reconocido. Un escritor escribe para si mismo, para gustar a si mismo o en su defecto al Lector Supuesto. Uno tiene que ser escritor y punto.
Ya decia yo,que Krisma y tù no encajaban en esa nota.
Y eso de autopublicarse y ofrecerles el libro a tus amigos pues no.
Un abrazo.
Saludos a Krisma y a Vale
es que dios los cr ... Ver másía y ellos se arrejuntan vea? puede haber sido buena la intención del "periodista" (le doy el beneficio de la duda), quizá lo hizo, veamos, para ayudar en algo al proceso editorial en el país como parte de su responsabilidad social y salvar al mundo del analfabetismo y bla bla bla bla bla, pero a los entrevistados autopublicados como que les dieron cuerda y cayeron en un trampa. O sea, es como decir: me autopublico porque....(acotando) "En tiempo pasado, nuestros autores eran conocidos mundialmente. Hoy, teniendo todos los medios, a nosotros no nos conoce nadie”. O sea, ¿de quién es el crédito de que un autor sea leído, o conocido mundialmente, de los medios de comunicación o de la calidad literaria del autor? Primero ubiquémonos y después dejémonos entrevistar.
ya bien decía Borges que "el periodismo es incorregible"!!
saludos a Krisma, Rafael :)
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