18 de marzo de 2009

Sobre novela negra (1989)

De las varias veces en que he tratado de llevar un diario de trabajo --hasta ahora este blog es lo más sistemático que he tenido--, encontré unos apuntes acerca de novela negra en unos archivos de WordPerfect 5.1 que tenía encriptados (vaya a saber por qué me dio por encriptarlos, y con un password largo y complicado). Por las épocas en que escribí estas notas, estaba por terminar Los años marchitos, o sea la primera novela negra que escribí y que funcionó. (Ya he contado que antes escribí una malísima, que después desbaraté y de allí salió una trilogía. Las otras son Los héroes tienen sueño, reeditada recientemente por la DPI, y De vez en cuando la muerte. Después se volvió pentalogía, y allí están Cualquier forma de morir y una inédita.)
Van las notas.

18/II/89
La novela del crimen.

I. El El simple arte de matar, Chandler hace mención de la "novela criminal" o "novela del crimen". Sin embargo insiste en la clasificación "novela detectivesca" y, al final del artículo, propugna la creación de personajes tipo Phillip Marlowe como clave para una buena novela policial.
El término "detectivesco" o "de detective" es insuficiente si se busca la potencialidad del género negro. Ejemplos: 1280 almas, Eleven mi horca, El señor Capone no está en casa, Secuestro de un detective.
El término "novela del crimen" quizá propicie una clasificación más válida, si es que alguien necesita de clasificaciones. Da pauta, asimismo, para la inserción del género negro dentro del gran cuerpo de la literatura. Thriller, novela de misterio, etcétera, hablan demasiado de la autoconciencia de estar al margen, se refocilan en la idea del subgénero.
¿Ayuda de algo poner énfasis en el crimen? ¿En qué parte de los dominios del crimen? Corrupción estatal, individual, drama psicológico, drama jurídico... De Macbeth a Chandler, pasando por Dostoyevski y, por qué no, por toda la literatura universal: todo lo que valga la pena de ser leído pasa por la locura, el amor y la muerte, con sus correspondientes subclasificaciones.
Novela claramente criminal: tiendo aún a pensar en Dostoyevski.
Género negro (según Víctor Magdaleno): una clasificación provisional, en tanto no se sepa de qué se trata, y sólo se sabrá cuando se hayan agotado sus posibilidades y sus recursos.
Pienso en el género negro como en un clima, un mood, no como una temática predeterminada. Ricardo III, Tener y no tener, Crimen y castigo, La llave de cristal y El guardián en el centeno me dan ese clima. Hablar de sordidez sirve, pero tampoco explica todo; el asesinato sirve, en tanto es el extremo de la sordidez, pero no se necesita un énfasis sobre él para dar el clima: bastaría entonces con una buena crónica roja. En 1280 almas hay sordidez, asesinato y thriller, con una hermosa dosis de humor: el protagonista es el "criminal", pero es el héroe al mismo tiempo. Lo que interesa es la efectividad literaria, por encima de la clasificación. 1280 almas es la novela del crimen por excelencia, si nos gusta jugar a los "subgéneros".
Chandler habla de un mundo institucionalmente criminal (El simple arte de matar), es decir criminal desde las instituciones hasta el ciudadano común (la corrupción es un instrumento de opresión: es fácil participar en ella). El sistemas de valores del héroe no puede ser medido jurídica ni cristianamente: él es parte de la podredumbre; también apesta. ¿Cuáles son entonces los valores intransgredibles para el héroe? La vida (su vida a la larga); el dinero y la ética que con él se compra (Sam Spade), la amistad (Marlowe), la integridad como ser (Lew Archer), la sobrevivencia de la especie (Grave Digger y Coffin Ed). "La ley" es un asunto personal; los códigos son una tabla de precios, no la justicia.
Rafael Bernal dio en el clavo: Filiberto García es el héroe de ese mundo institucionalmente criminal.
El Poder fija las reglas del juego: ¿es posible jugar con otras y sobrevivir?
Marlowe y Spade son posibles sólo si, en lo fundamental, caen en el juego: los métodos podrán ser heterodoxos, pero llegan al mismo punto que las instituciones llegarían si quisieran.
Nota al margen: ¿Cuáles son los crímenes perfectos? ¿Vale la pena descubrir al asesino?

II.
Corre hombre, de Himes, es la metáfora del poder como generación de corrupción y como destructor de la "buena conciencia". Sólo el poder y sus aliados (económicos, morales y putativos) tienen derecho al crimen.
a) La "buena conciencia" es peligrosa en tanto niega la validez del crimen, de allí que la corrupción (por lo menos en sus formas elementales) esté al alcance de todos. Hay que corromper para subsistir como poder.
b) El poder no puede subsistir sin "buenas conciencias" que realmente crean y voten por él.
Se cae en la lógica del doublethinking de Orwell: soy buena conciencia a pesar de mi corrupción. Tengo derecho a mi ración de crimen porque participo del poder, en el que buenamente creo.
La otra es la idea de un bienestar real, una democracia plena y un poder conciente de su obligación representativa. Pero la idea de poder huele demasiado a corrupción en sí misma: un hombre que se mida con otra vara que a su prójimo ya huele a corrupción. ¿Necesita el género negro de un toque de mentalidad anarquista?

III.
Los crímenes de aficionado ponen en tela de juicio la efectividad del sistema. Por otra parte, ¿de qué sirve el poder si no puede ejercerse, por lo menos, sobre los descarriados?
Un aficionado necesita de algo más que móviles y oportunidad para cometer un crimen (asesinato o no). Necesita una moral, un contexto, una actitud vital determinada, una niñez no necesariamente freudianizada. Ésa es la carne de cañón de un segmento de la novela criminal, igual que de la vida cotidiana. El aficionado es una entelequia, por eso cae.
El crimen pertenece al mundo del crimen, el mundo de los profesionales. Los chantajistas no matan, por ejemplo; las prostitutas no lloran de amor, diga lo que diga Yolanda Vargas Dulché. El mundo de los políticos está hecho de correlaciones de fuerzas y estadísticas sobre la mortalidad infantil. Si los números no checan, igual se recorta el presupuesto, se soborna al secretario general del sindicato o se asesina a cuatro o cinco líderes (hay muchas formas de asesinar, aunque el muerto camine). Y los gatilleros no rezan por el alma de sus víctimas.
Demasiado se habló ya de aficionados; quizá sea la hora de los profesionales. El crimen no es un asunto fortuito.

IV.
De cualquier modo, no está respondida la pregunta: ¿novela del crimen, negra, de misterio, thriller o qué? ¿Y cuáles serían sus eventuales características?
Me gusta la idea de ese mundo en el que cada escritor haga lo que (y como) se le pegue la gana, y que se las vea con su conciencia. Más allá de los encasillamientos, me gusta La llave de cristal, El largo adiós y Adiós muñeca, algunas de McDonald y Thompson, las más de Himes y dos o tres dispersas de Hadley Chase y James Cain. Me gustan por su efectividad como literatura, sea eso lo que sea. Por comodidad, no me molesta hablar de "género negro"; tampoco me obsesiona. "Novela del crimen" puede dar lugar a un espectro más amplio de existencias y, claro está, las ideas se me desencasillan un poco (el nuevo casillero es al menos más amplio).
Por otra parte, no alego nada. El genero negro es así: se lo quiere o no se lo quiere. Es una pasión o simplemente se prescinde de él. Igual que nadie pone objeciones a los lunares de la mujer amada; si hay objeción no existe el amor, y entonces para qué.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Emmanuel Pocasangre

creo q debere conseguir el libro de 1280 almas, suena como aun collar de almas o algo asi, pero me gustaron los puntos de la novela negra....