Los años y los hijos
Hace unos días tuve una sensación extrañísima. Después de conversar con mi hijo Eduardo, quien se encuentra en El Salvador, mi hija Valeria pidió su turno, y pues a darle con la platicada con ella.
Lo exrañísimo es que Eduardo tiene 33 años, y Valeria 6, y ni siquiera eso, ni los temas o la madurez o las cosas obvias en una conversación entre dos adultos o entre un adulto y una niña, sino la sensación de estar hablando con dos hijos, y que las pláticas y --Eduardo o Valeria me perdonen-- tuvieran el mismo valor. ¿Cómo clasificar las cosas del cariño, si una plática lo es?
También me di cuenta de que la edad de mi otra hija, Eunice (23 años) es muy cercana a la diferencia de edades entre Vale y Eduardo, y que la diferencia entre cada uno puede ser inmensa, si uno se pone dramático.
Lo que sé es que mis hijos, en especial los mayores, me han devuelto mucho de lo que les enseñé cuando eran niños, y he tenido la fortuna de que fuera lo mejor. En las últimas semanas, ni más ni menos, Eduardo me ha ayudado a recuperar trozos de memoria que perdí en los peores momentos que me ha tocado pasar. Con Eunice siempre estamos cerca, y Valeria me ha dado fuerzas para seguir vivo (los otros también, pero quiero que ella me recuerde, y que me recerde bien).
¡Ah, los años...!
Lo exrañísimo es que Eduardo tiene 33 años, y Valeria 6, y ni siquiera eso, ni los temas o la madurez o las cosas obvias en una conversación entre dos adultos o entre un adulto y una niña, sino la sensación de estar hablando con dos hijos, y que las pláticas y --Eduardo o Valeria me perdonen-- tuvieran el mismo valor. ¿Cómo clasificar las cosas del cariño, si una plática lo es?
También me di cuenta de que la edad de mi otra hija, Eunice (23 años) es muy cercana a la diferencia de edades entre Vale y Eduardo, y que la diferencia entre cada uno puede ser inmensa, si uno se pone dramático.
Lo que sé es que mis hijos, en especial los mayores, me han devuelto mucho de lo que les enseñé cuando eran niños, y he tenido la fortuna de que fuera lo mejor. En las últimas semanas, ni más ni menos, Eduardo me ha ayudado a recuperar trozos de memoria que perdí en los peores momentos que me ha tocado pasar. Con Eunice siempre estamos cerca, y Valeria me ha dado fuerzas para seguir vivo (los otros también, pero quiero que ella me recuerde, y que me recerde bien).
¡Ah, los años...!