29 de junio de 2006

Recuentos de La Casa I

El proyecto de La Casa del Escritor salió de una idea simple. Apenas un par de semanas después de que me nombraran coordinador de letras de CONCULTURA, junto con la Fundación Cultural Alkimia, organizamos una serie de encuentros de escritores en la Casa de la Cultura del Centro, con la esperanza de que llegaran algunos y que al menos esos algunos pudiéramos platicar un rato. Mi asistente en ese entonces, Julia Henríquez (hoy trabaja en el Coro Nacional), y yo nos pasábamos haciendo llamadas telefónicas, mandando faxes, correos electrónicos y visitando escritores para que asistieran, y fue sorprendente: la primera vez logramos convocar a 35 personas. Menos de un mes más tarde llegaron 60.
Noté sorpresa en muchos de ellos. Había gente que no se había hablado en años, que pertenecía a grupos no sólo diferentes, sino también rivales, y más de uno miraba con hostilidad a cualquiera que lo mirara. Estaban además los grupos que sólo hablaban entre sí y qué sé yo. La sorpresa fue porque estaban juntos y no necesariamente peleando o discutiendo de posiciones ideológicas o de rencillas que habían surgido nadie sabía de dónde.
En la mesa estaba Ricardo Castrorrivas, hablando de poesía, y un par de personas más. De repente, un joven evidentemente universitario se levantó y dijo con voz emocionada:
--No sé cómo somos capaces de estar hablando de poesía, de amor, de técnica, cuando hay niños afuera que se mueren de hambre.
Nos acusó de muchas cosas feas y el viejo Castro, que por algo era el veterano, lo interrumpió con su muy especial modo:
--Mirá, papá, a mí también me indigna y me duele lo que estás diciendo, y estoy de acuerdo con vos. Pero ahora estamos hablando de poesía. Si querés hablar de desnutrición y de baja escolaridad, te propongo algo: cuando terminemos te acompaño a chupar y allí platicamos de lo que querás, y hasta hacemos otra revolución. Pero ahora estamos hablando de poesía. Es la primera vez que muchos años que nos juntamos para hablar de poesía, y es bien importante. Así que a la salida nos vamos a chupar, pero con la condición de que nos dejés hablar de lo nuestro.
El chavo se puso entre avergonzado e indignado, dijo algunas frases más para que nos sintiéramos culpables y se quedó oyendo hasta el final. Debió ser abstemio, porque al final ni él ni Castrorrivas se fueron a tomar.
Seguimos platicando y leyendo cosas y, zaz, otro levanta la mano y toma la palabra.
--Quiero denunciar a *** (no me acuerdo a quién; en ese entonces era editor del Suplemento Cultural 3000) porque perdió mis originales.
Todos nos quedamos callados por razones que para cualquier escritor son obvias. Supongo que a más de uno se le atravesó un nudo en el estómago. Y siguió:
--Exijo que *** se haga responsable de mis originales, los busque y me los devuelva. Y pido que todos los presentes firmen una carta denunciándolo, porque ése no es el modo de tratar la obra de un poeta joven.
--¿Guardaste copias? --preguntó Castrorrivas.
--No --dijo angustiado el muchacho.
--Siempre hay que guardar copias. Y nunca le des tus originales a nadie, porque seguro te los van a perder.
--Pero es que él me dijo...
--Mirá, lo que te pasó es importante para tu aprendizaje. Ahora sabés que no hay que quedarse sin copias y que no hay que dar los originales.
--Lo que quiero es que protesten por esa actitud arbitraria e irresponsable de ***.
--Entendé: no podemos hacer nada. Ni aunque nos juntemos todos los poetas del mundo podemos hacer nada. Tratá de escribirlos otra vez y que te quede de experiencia. Ya tomamos nota y de verdad que estamos todos muy preocupados. ¿Verdad, compañeros, que estamos todos preocupados? ¿Ya viste? Ahora tomalo de experiencia y sigamos hablando de poesía.
Hubo más comentarios, denuncias, de todo. Y fue agradable.
Desde hacía poco más de un mes, hasta ese momento, buena parte de los allí reunidos me había tratado mal por "venderme" a Concultura, y me lo decían abiertamente. Varios de los presentes me acusaron en un acto en Santa Ana, dos días después de que tomara el cargo, no sólo de vendido, sino también de corrupto, de traficar influencias, de extranjero, de no haber sufrido la guerra, de lo que fuera. Resultó más divertido que angustiante agarrarme contra todo un auditorio de la UES de Santa Ana, incluido el ponente que tenía a la derecha, un poeta nicaragüense que me acusó de cosas que todavía me sonrojan. Cuando le dije que no me conocía, me contestó: "Todos los escritores que entran al gobierno son iguales." El hecho de que esos mismos (excepto el nicaragüense) estuvieran en esa reunión significaba que estaban dándome el beneficio de la duda, y lo agradecí. Después iba a trabajar estrechamente con varios de ellos, quizá los más críticos, y hasta la fecha.
Como colofón, Castrorrivas dijo:
--Qué bueno que el compañero Menjívar nos haya convocado y que nos hayamos reunido. De seguro muchos de ustedes le van a exigir muchas cosas, que haga esto y que haga lo otro. Y así no funciona. ¿Sabés qué, papá? --me dijo--, con que nos reunás de vez en cuando es suficiente, porque es más de lo que se ha hecho desde que empezó la guerra. Y si no nos reunís vos, nos reunimos nosotros solos. Y si no nos reunimos, ya estuvimos juntos un rato hablando de poesía.
Me fui a casa contento, vi televisión, cené y todo lo que hace uno más o menos todos los días. Cuando ya me estaba durmiendo, pegué un salto. Era tan simple que daba vergüenza: un lugar donde pudieran reunirse escritores de todas las edades, con mesitas aquí y allá, espacios, una salita, un patio... Un local sin reglas escritas donde se reunieran cuando quisieran para platicar de literatura. Castrorrivas había dado en el clavo. (O creo que eso esperábamos él y yo.) Me levanté, encendí la compu y escribí el borrador del proyecto, que presentaría los primeros días de diciembre de 2001.
En enero, junto con Tatiana de la Ossa, en ese entonces coordinadora de artes escénicas de Concultura, armamos un encuentro de escritores y otro de gente de teatro en el Palacio Nacional. A ambos llegaron más de 100 personas, ni más ni menos que al Salón Amarillo, el despacho del presidente, cuyo último ocupante en tal calidad fue Maximiliano Hernández Martínez, en 1931. Usar ese local, creo, fue algo más que un manifiesto.
Alkimia (que no participó en este último evento) por esos días anunció sus Miércoles de poesía, me parece que para aprovechar los reencuentros de escritores que habíamos logrado. Hubiera sido redundante seguir participando en las reuniones (llevaban un montón de tiempo y de trabajo) y más bien dedicarnos a la creación de ese espacio en el cual pudieran reunirse los escritores; sólo éramos Julia y yo, y no dábamos para tanto.
Así que vino la segunda parte del plan. Además de reunir a escritores, era importante sondear cuáles eran las necesidades no sólo de los escritores, sino también de la gente interesada en la literatura desde el punto de vista de la creación, o de lectores expertos o del público en general. Así que conseguí un poco de presupuesto y armamos talleres para quien quisiera llegar, y otros para gente con necesidades particulares.
El primero fue uno de métrica y rima, que impartió Roberto Laínez, dedicado a poetas con los que tuve diferencias en el auditorio de Santa Ana y otros más. El segundo, que comenzó un par de días después, fue uno de edición de revistas culturales, a petición de gente dedicada a la edición de revistas independientes. (Hubo como 25 personas de ocho revistas, incluida una religiosa.) Duró nueve sábados. Las primeras tres horas estaban a mi cargo, y después de una pausa había una hora más a cargo de algún invitado. Cristian Villalta estuvo tres veces; Carmen Tamacas, un par; un buen amigo mexicano, Hugo Ortiz, diseñador temible, estuvo en otra ocasión; Carlos Cañas Dinarte habló acerca del manejo de información documental, y la lingüista Karen Schairer, de la Northern Arizona University, dio toda una sesión acerca de la realización de encuestas y entrevistas y su procesamiento.
Luego vinieron otros: Laínez dio dos talleres más de formas poéticas clásicas (uno en San Salvador y otro en Santa Ana), yo uno de estructuras narrativas, Thierry Davo uno de lectura de Pedro Páramo, Ricardo Roque Baldovinos uno de lectura de Borges, Mauricio Orellana uno de narrativa en Santa Ana, Carmen Tamacas uno de géneros periodísticos... Fueron como 14. A los de Santa Ana fui en alguna ocasión, y a los de San Salvador a casi todos, además de los que di (cuatro, creo). El objetivo era no sólo medir el interés, el nivel o las necesidades y preocupaciones, sino también comenzar con la detección de talentos para que La Casa tuviera su propia apuesta. Escogi, de entre el centenar de personas que asistió a los talleres, a cuatro mujeres y a dos hombres; uno de ellos no había participado en los talleres. Se trataba de un taller literario dirigido por mí, en el que sólo entraría quien yo decidiera (bueno, sí, esa vez fui de lo más vertical, pero estaba empezando y así era necesario), fuera de horario de trabajo y en mi casa. Hacerlo en mi casa significaba precisamente que nadie más tuviera influencia en él, ni siquiera Concultura, aunque después fuera una de las bases de La Casa, que era el plan. Comenzamos el 22 de septiembre de 2002.
De los hombres no voy a decir los nombres. Las mujeres fueron Krisma Mancía (por esos días comenzamos a vernos también con ojos de agrado y... bueno... cuatro años después allí está Valeria, con dos recién cumplidos), que escribía poesía; Yuleana Juárez, teatro; Judith Barrientos, narrativa, y Nancy Gutiérrez, narrativa. En la primera semana de noviembre se sumaría Teresa Andrade, ganadora reciente, a los 17 años, del premio Alkimia de poesía.

25 de junio de 2006

Página de La Casa

De manera provisional (espero) he puesto la página de La Casa del Escritor en un servidor gratuito que está aquí. La dirección es
http://three.fsphost.com/casadelescritor/
La página ya tiene varios meses de elaborada, y se ha desactualizado un poco --han pasado cosas nuevas--, pero no demasiado. Hay que añadir una sección de noticias, me parece, que se actualice cada que ocurra algo o que se culmine un proyecto. Mañana lunes haré algunos cambios, como poner los blogs o páginas de algunos de los mencionados, poner un correo de contacto en todas las páginas, algunos libros electrónicos que están en otro lugar, una revista de la que ya tengo dos números y otras lindezas.
Por de pronto, allí está en lo que se coloca en el portal de Concultura. Escogí ese servicio, a pesar de que es un poco lento, porque se permite poner todo tipo de archivos sin limitaciones de tamaño, y porque 250 megas gratis siempre lo hacen sentir seguro a uno. Hay fotos, poemas, cuentos, fragmentos de novelas, videos, música y qué sé yo.
Se admiten comentarios, etc.

20 de junio de 2006

J.M. Basil

J.M. Basil tiene unas frases muy buenas que me han servido para varias oosas. Por ejemplo, en Terceras personas hay un epígrafe para el cuarto texto del libro ("Las puertas"), sacado de una novela suya (Ensayo sobre la escritura de los dioses) que dice así:
¿Dónde están realmente los ciegos? ¿Dónde estamos nosotros, su terrible pesadilla?
En Trece me vino al pelo una frase de su libro Los años de Beatriz como epígrafe para el libro:
--Me quedan muchas vidas --le respondió el Gato antes de sufrir un ataque de esa tos seca y desesperante.
--Te estás muriendo. No te quedan tantas --le dijo el Pulga.
--Trece --repitió el Gato--. Me bastan y me sobran.

En la versión anterior de mi página La mancha en la pared, que estaba en Geocities, venía también una frase suya que estaba en plena entrada. Decía más o menos así:
Y pasan los años y uno observa la vida como se observa un automóvil en marcha, una mosca en la sopa, una mancha en la pared.
Y cuando estaba escribiendo Tiempos de locura se me ocurrió que había una frase bien provocadora que podía usar como epígrafe. No la saqué de su obra literaria, sino de un ensayo que no recuerdo cómo se titula:
...porque la complejidad de tales análisis no deriva de su profundidad o de su originalidad, sino de la utilización de las mismas preconcepciones y lugares comunes de siempre, barajados de diferente manera. Por eso a veces es necesario ponerse a pelar mandarinas con la navaja de Occam...
Me pareció que sería prepotente de mi parte poner algo así, y me conformé con un epígrafe de Von Clausewitz: "La intención política constituye el fin, en tanto que la guerra es el medio; y no cabe concebir el medio independientemente del fin."
Como sea, J.M. Basil me ha acompañado desde 1985 con sus frases a la medida, aunque debo confesar que no he leído aún, completo, uno solo de sus libros. Y viene la anécdota (im)pertinente.
En 1998 o 1999, una académica que vive en Estados Unidos estaba trabajando su tesis de doctorado acerca de obras de varios autores salvadoreños, y en mi caso agarró precisamente Trece, Terceras personas y un par más (creo que Los años marchitos y Los héroes tienen sueño). Le llamó la atención que citara a J.M. Basil en dos de los libros, y que mi página abriera con una frase suya. Antes de preguntarme quién rayos era J.M. Basil (como académica de las letras supongo que supuso que debía saberlo), vino un interrogatorio (telefónico; aún no la conocía en persona) más o menos así:
--¿Sientes mucha afinidad con la obra de Basil?
--No. Me gustan sus frases.
--Pero tienes muchas citas suyas.
--Son frases magníficas.
--Pero podrías poner frases de alguien más, o no poner ninguna.
--Me gustan sus frases.
--¿Lo conoces personalmente?
--Desde hace años.
--¿Es tu amante?
Casi solté la carcajada.
--J.M. Basil es hombre, no es mujer --le dije.
--Por eso pregunto --la voz le tembló con un poco de vergüenza y otro poco de... uh... no sé de qué.
--¿Crees que es hombre y que es mi amante?
--Sí.
--¿Por qué crees que es mi amante?
--Porque lo citas demasiado. Uno sólo cita a alguien de ese modo si tiene afinidad con su obra o si es su amante. ¿J.M. Basil es tu amante?
Y allí sí solté la carcajada.
--J.M. Basil no existe --le dije--. Soy yo. Las frases son mías.
--¡Ya decía yo que existía una relación muy estrecha!
El resto de la plática fue para ver cuál era la verdadera relación entre Basil y yo. Y en la tesis y en un ensayo suyo hay todo un rollo en el que se habla de ciertos dejos homosexuales en Terceras personas que francamente no termino de ver muy bien. (La frase final de "El viejo no durmió esa noche" tiene algo de eso, y algunas frases aquí y allá, pero creo que apunta a otra cosa, como la complejidad de la relación entre los personajes de ese texto y no de otro. Ella encontró relaciones por todos lados. Hasta en el epígrafe. Aprovecho para poner "El viejo" en mi otro blog; pueden encontrarlo aquí.)
El caso es que J.M. Basil nació de la manera más boba. Necesitaba un epígrafe para darle ambiente a un texto de Terceras personas y me lo inventé con la autorización del maestro del tema, Jorge Luis Borges. "J.M." viene porque mi hermano se llama Juan Mauricio y mi tío Juan Manuel. "Basil" porque me gusta la comida italiana, y una buena salsa italiana sin albahaca es casi inconcebible. (Claro que se puede usar perejil, o hierbabuena, o menta, o varias combinaciones interesantes.) Listo. Tenía al autor y tenía la frase exacta que necesitaba para crear el ambiente.
Cuando escribí Trece, necesitaba una justificación para el título (el "título de proyecto" era Diario del suicida; demasiado obvio) antes de que el lector se enterara de qué quería decir exactamente; sólo se dice de manera explícita por allí de la mitad del libro. Me inventé la frase adecuada y pensé en varios posibles autores, y decidí adjudicársela también a Basil. Igual con la frase de La mancha en la pared. Y, ya entrados en gastos, sería el autor de la fallida frase para Tiempos de locura.
En resumen: no, no he leído ningún libro de Basil, porque no ha escrito ninguno. No, no es mi amante. Ni siquiera lo conozco en persona, aunque he convivido con él durante toda mi vida. Sí, me gustan sus frases, porque dicen exactamente lo que quiero. Sí, a veces a los académicos se les pasa la mano en sus atribuciones y, por buscar "el lado oculto", se olvidan de las cosas más obvias. El texto, digamos, y lo que el texto dice.

17 de junio de 2006

Musiquita, animación y otros concursos

Debe haber ("debe" y "haber" son términos contradictorios en contabilidad, pero pase) algún rollo de ética y confidencialidad, así que en este post no voy a citar títulos, nombres, apellidos ni pseudónimos, para proteger a los inocentes.
La semana pasada me pidieron que hiciera la música para una animación en video, y yo claro, desde luego, ¿cómo la quieren? Y pues la querían con una orquesta, con cuerdas, maderas y todo eso, y sí, claro, con cuerdas y maderas. Y efectos de sonido, porque sólo estaban la narración y el diálogo. Cómo no, con efectos de sonido. Muy valiente yo, y hasta me sonreí de ladito.
Cuando llegué a casa me senté frente a la compu y me pregunté no qué iba a hacer, porque eso de algún modo se resuelve, sino cómo. Mejor aún: cómo rayos.
Tengo el Reason y el Fruity Loops y el Melody Assistant, y muy buenos samples y filtros, y eso debía servir. La bronca es que la compu no hace nada que uno no sepa, y sólo había hecho temas musicales que habían servido luego para meter en videos y cosas así; sólo una vez había hecho "música a la medida", con Cada quién necesita a su asesino. Y no era tan a la medida como en una animación, donde hay que cuidar cuadro por cuadro.
Así que me acordé del lema de los AA ("Un día a la vez") y lo apliqué: una escena a la vez. Y me divertí como niño con una bodega de cajas de cartón vacías, todas para él solito. Armé el tema principal basado en una pieza orquestal que armé hace como dos meses (y que va a servir para los créditos), hice bromas musicales (usé "Swing low, sweet chariot", "God bless the little girls" y el tema del acuchillamiento de Psicosis, why of course) junto con temas escritos a propósito, incluido un par de coros de iglesia, y traté de armar todos los efectos de sonido con los propios instrumentos que estaba usando: sección de contrabajos, dos secciones de cellos, dos de violines, un fagot y un corno y algunas percusiones. Y terminé el jueves, cansado y contento. A ver qué dicen los implicados.
Luego, me pusieron de jurado en un certamen de novela. Interesante. Hacía como seis años que no estaba en ésas, y noté algo: la calidad ha mejorado bastante. (No creo que me haya puesto buena gente. Nunca he sido buena gente en materia literaria.) A finales de 1999 fui jurado en un certamen de novela y de 17 trabajos sólo había dos que no eran cualquier cosa menos novela. Catorce las eliminé con sólo leer la primera página; una redacción infame, cursilerías obvias, un falso bucolismo que daba lástima... Otra la leí como hasta la mitad, pero nomás porque era policial; desde la página cinco ya estaba pidiendo esquina. De las otras dos, una tenía faltas de ortografía y acentuación --aunque estaba más o menos armada--, y otra era de Mauricio Orellana, que ganó por unanimidad.
Esta vez me dieron como quince. Con un par no pasé del primer párrafo, la verdad; algo así no mejora. Las otras las coloqué en tres pilas: las más interesantes (cinco), las menos interesantes y las que aparentemente no eran interesantes. Y la verdad tuve que lanzarme más por la técnica que por la ortografía o la redacción (es doloroso tener que guiarse por esos parámetros; ya me ha tocado), y lo que busqué fue cuál era "más novela" que las demás.
De las cinco, ya escogí dos. Una está impecablemente escrita, pero de repente tiene unos aires de petulancia del autor --no de los personajes-- que me hace chirriar los dientes. Apenas entra en los requisitos mínimos de tamaño del concurso. La otra está muy bien escrita, con algunos problemas --mínimos-- de redacción, que pueden arreglarse. El armado es impecable, mantiene muy bien la tensión, sabe cómo modular, qué sé yo. El problema --para mí no lo es, pero ya veré con los otros jurados-- es que se trata de un "subgénero", y eso a la gente seria le da comezón.
No es que haya notado un surgimiento masivo de la novela en el país, sino que es un género que se ha cultivado poco y con no muchos aciertos, y veo en los trabajos una mejor noción y un mayor trabajo que en lo que había leído hasta ahora en manucrito, en concursos o no. Es una pena que no vaya a saber los nombres de varios de los que mandaron sus trabajos, porque me encantaría darles algunos tips para que, con un poco de trabajo y algunos trucos de gato viejo, salieran buenos productos. Ya veremos.
(Para los que crean que los concursos están arreglados de antemano: No, los premios en los que he participado no están arreglados de antemano. No en mi caso, al menos. Sé de algunos que sí. Sé de otros en los que el mal gusto o el desconocimiento de los jurados ha premiado cosas malísimas. Pero no, no sé quién mandó ninguna de las novelas. No, no sé si hay alguien de La Casa; creo que no, o algo hubiera reconocido. Y ojalá que me caiga bien la persona que resulte premiada, porque seguro me toca estar en la ceremonia y qué incómodo felicitar a alguien que le cae mal a uno. No, no voy a cambiar mi fallo si descubro que el ganador me cae mal.)
Y el martes me empezó un ataque de gota. Unos analgésicos de caballo y unas pastillas ad-hoc y listo, creo que para mañana ya estaré bien.
¡Y ya tenemos unos lentes para las cámaras, para seguir con los videos! Un gran angular y unos polarizadores. No es que con eso aspiremos al Nobel de fotografía, pero vamos a poder filmar con luz fuerte sin que se queme la imagen y vamos a poder filmar en espacios bien reducidos.
Y hay gente nueva en La Casa con la que he trabajado en la semana. Y mañana a la una comienzo a dar un taller de periodismo, para periodistas en activo, que auguro polémico y divertido... para mí. Ya veremos para ellos.
Por eso había estado inactivo en el blog. No prometo que no se repetirá, pero al menos les iré contando lo que pase.

12 de junio de 2006

Enrique Walden Lagos y Miguel Huezo Mixco

Pues bien, en una entrevista publicada hoy en El faro, así se identifica el anónimo editor de la extinta revista electrónica El ojo de Adrián. La entrevista fue realizada por el poeta Miguel Huezo Mixco. Desde el título ("En El Salvador la crítica sólo puede ejercerse desde la independencia o el anonimato") uno sabe que se va a encontrar más justificaciones que reflexión, y no queda defraudado.
Dice Miguel en un párrafo:
¿Quién es Enrique Walden Lagos? Quien quiera que sea, ha hecho un gran trabajo y esto debiera bastarnos. Más allá de las especulaciones, esa es su identidad.
En general no me gusta hablar de gente que no sé quién es (o que no lo reconoce), y me parece poco honorable eso de andar de francotirador cultural amparado en anonimatos, así que lo primero era averiguar quién era el tal Walden, y qué ha hecho. Era imposible no pensar en el libro de Thoreau, una de las utopías más notables junto con las de Thomas Moore y Francis Bacon (para lo contrario, las distopías, tenemos a Orwell, Huxley y un libro bien interesante de Kurt Vonnegut llamado La pianola). Lo de "Lagos" me recordó Nicaragua; era el modo en que la guerrilla la llamaba durante la guerra. Debió ser porque, como se dijo en este blog desde hace meses, "el editor" eran la pintora Mayra Barraza y el poeta René Rodas, y René vivió por allá en la época de la guerra y en varios diskettes guarda citas de libros y cosas así, entre los que no falta Thireau.
Y, claro, a buscar en Google como primera instancia. Encontré dos resultados, y ambos llevan a esta página, donde Walden aparece como responsable de varios blogs, entre ellos El ojo de Adrián, una página del poeta Alfonso Kijadurías, una de Mayra Barraza, El libro de la penumbra, de René Rodas, y un blog con poemas del propio Miguel Huezo, que puede hallarse aquí. Más averiguaciones no hacían falta. Sabiendo que Alfonso y Miguel no se llevan muy bien con la tecnología, lo que queda es "el editor", obviamente.
Hay otras aseveraciones de Miguel que vale la pena mencionar:
Si pensamos que la abrumadora mayoría de blogs no son más que puros ejercicios de narcicismo en los que igual caben poemas, fotos de mamá, ultrasonografías y chismorreo, la propuesta del Ojo era interesante. Abrió una brecha de la cual las publicaciones culturales tendrían que sacar lecciones.
Me gusta la alusión a las ultrasonografías que uno pone en su blog (aquí está la de Valeria, por ejemplo), porque presupone que eso basta para desacreditar todo lo demás que uno pueda escribir. Pero me atrevo a hablar, descalificado y todo.
De Miguel Huezo Mixco supe por allá de 1978 o 1979, en México, por gente que llegaba de El Salvador y hablaba de él con admiración, como "el poeta", como el clandestino, como el militante de las FPL. Perdió a su esposa, no sé si en un enfrentamiento o si fue asesinada, y siguió en la pelea. Aunque en Chalatenango usaba el pseudónimo de Haroldo (imagino que por el poeta argentino Haroldo Conti, que por esas fechas era un emblema), pocos no sabían que era él, Miguel Huezo Mixco, quien dirigía Radio Farabundo Martí. Fue de los primeros en desmovilizarse cuando Alfredo Cristiani declaró a amnistía de 1990, y eso requería de valor: no se sabía si la cosa iba en serio o si se trataba de un modo de agarrar a los ex guerrilleros desprevenidos, en sus casas y en pijama. Obviamente iba en serio. Y el poeta en cuestión andaba por la calle con sus documentos personales, es decir a nombre de Miguel Huezo Mixco.
Con el gobierno de Calderón Sol hizo algo que a muchos (no a mí, aclaro) les pareció una herejía: entró como director de la Dirección de Publicaciones e Impresos (DPI). El trabajo que hizo allí, casi hasta finales del gobierno de Francisco Flores, fue excelente: creó la Biblioteca Básica (de la que por desgracia aún no se ha descubierto el valor; aún está embodegada en la DPI), la Biblioteca de Historia de El Salvador, la colección Ficciones, rediseñó y rearmó la colección Orígenes (la que ahora está publicando las obras completas de Roque Dalton y Hugo Lindo, ya bajo la égida de Carlos Clará), lanzó una colección de música salvadoreña... Lo hizo con rigor, y tanto los aciertos como lo que a muchos no les ha gustado (nunca faltan) pueden ponerse a la cuenta de Miguel Huezo Mixco, que lo hizo con su nombre. Ahora trabaja con el PNUD (también con su nombre y apellido) y es miembro del consejo consultivo de CONCULTURA. Algo que siempre le he agradecido fue que me pidiera un libro, Los héroes tienen sueño, para publicarlo en Ficciones; eso fue en 1998. A varios escritores "de fuera" nos dio la dignidad de ser salvadoreños por nuestra obra, no por nuestros lugares de residencia o por nuestro acento.
No entiendo, entonces, cómo puede avalar el marerismo anónimo que se lanzó en un principio desde El ojo de Adrián; no es lo que se espera de alguien con su trayectoria, aun con los lazos familiares que pudiera tener con los participantes. Curioso: cuando le bajó al tono, El ojo decayó. Quizá, con todo lo interesantes que eran los autores (entre ellos el propio Miguel), ya se había cerrado la discusión que sanamente se había planteado en un principio.
Quizá Miguel debería reconsiderar eso de los "ejercicios de narcisismo" que según dice son la mayor parte de los blogs. Es un modo nuevo de comunicación, y quizá en ellos se encuentre esa propuesta cultural que buscamos, esa diversidad y esos espacios de discusión que hacen falta. ¿Que uno pone poemas malos o ultrasonografías o fotos de mamá? Pues sí. Uno los pone para los amigos, y los amigos los ponen para uno, y así se pueden armar redes de pensamiento, amistades, intercambios y hasta materiales que, en conjunto, hacen más que una revista o la sección que sea de cualquier periódico. Por ejemplo, ahora estoy trabajando en cosas bien serias con gente a la que conocí aquí, en este espacio de narcisismo. Hasta acabamos de ganar un certamen nacional de video, y con alguien más hemos hablado de sus cosas de literatura y qué sé yo.
Agradezco que le parezca que El ojo acertó al publicarse en forma de blog; fue mi idea, y creo que fue Mayra quien acertó al dejar de lado sus reticencias iniciales. Pero eso Miguel ya debe saberlo.
Quizá lo que pasa es que la mayoría de los blogs (millones a estas alturas) no son lo que uno entiende por buenos, o no traen lo que uno quisiera, o quizá uno suponga que lo que se publica en el propio es mejor que lo que se publica en los demás. Pero ¿no es maravilloso que todo el mundo --textualmente-- pueda decir lo que se le pegue la gana, y que haya gente que quiera leerlo? O no. Ya uno decidirá qué lee y qué no lee, y con lo que lee se sentirá satisfecho. Si no, pues arma uno propio y listo. Democracia, que le mientan.
De Walden no voy a hablar. Ya habló "él" lo suficiente.

8 de junio de 2006

Murió Billy Preston

Eso del "Quinto Beatle" quizá haya impulsado su carrera, pero también lo dejó catalogado y de algún modo suspendido en el tiempo y el espacio. (Será lo que quiera, pero los Beatles se acabaron con Abbey Road, y de allí todo fue recordarlos o verlos por pedacitos haciendo papeles más bien... uh... parciales.) Igual las drogas le ayudaron a no terminar de desarrollar su talento, que era mucho, público y notorio.
A principios de los setenta una de sus canciones, "Nothing from nothing", sonó en todas partes y a todas horas, y su actuación en Concierto para Bangladesh es difícil de olvidar, con "That's the way (God Planned It)". También tiene una versión bastante buena (pero sólo Joe Cocker es grande, allí sí) de "You are so beautiful", con un acompañamiento rarísimo. (Aquí, La jornada de México dice que la canción es de Preston y Joe Cocker la hizo famosa. En realidad la canción es de Cocker, y también la cantó Billy Preston, después de que Cocker la hizo famosa.)
Eso sí, tocó con todo el mundo: con Los Beatles en Let it be, con Clapton en lo que fuera, con Ringo Starr en un disco curiosamente buenísimo que se llamó Ringo (Beaucop of Blues y Goodnight Viena me parecen prescindibles), con la Plastic Ono Band (¿en serio hay alguien que crea que Yoko Ono siquiera trataba de cantar y de hacer arte, aunque fuera "conceptual"?) y hasta consigo mismo.
No sé por qué, pues no viene al caso, con la muerte de Preston me acuerdo de Rita Coolidge. Debió ser porque siempre me da la impresión (aunque sé que no es así) de que Preston estuvo en la gira Mad Dogs and Englishmen, de Cocker, armada por Leon Russell. (Otro talentoso que no terminó de ser lo que podía haber sido, aunque su canción "Masquerade" sonó y sigue sonando, y creo que también la cantó Billy Preston... no, fue Stevie Wonder.)
En esa gira, realizada en 1970, Rita Coolidge era parte del coro de Joe Cocker, y éste le dio chance de cantar una canción, "Superstar", que se publicó en el disco. Me imagino que la idea era lanzarla como artista independiente, y la Coolidge tenía con qué. Pero al poquito tiempo, en 1971, apareció el álbum Carpenters, con Karen Carpenter cantando la misma canción, y el sencillo fue la locura. Y listo, Rita Coolidge tuvo una muy buena carrera de segundo nivel y la Carpenter se murió a consecuencia de la anorexia.
Voy a buscar las cosas que tengo de Preston. Hace varios años que no lo escucho, y hasta me da por sentirme culpable.

5 de junio de 2006

Óscar Romero es negocio...

...y no me refiero a los que (como con Shakespeare) hacen fama, dictan conferencias y arman ONGs en su nombre, sino a las monedas conmemoriativas de oro, plata y ambas que han salido con el escudo de El Salvador de un lado y la efigie del arzobispo asesinado en el otro. Las puede comprar aquí por $1,300, $45 y $65, respectivamente, más $6.95 de gastos de envío.
Me encantó la presentación, que ni siquiera habla de que "hay que recordar a..", sino que se lanza al discurso de izquierda (o lo que sea) sin más explicaciones, y de allí brinca al discurso comercial:
Monseñor Romero quien representa al pueblo, considerado por el resto del mundo como un mártir moderno, y camino a ser un Santo en el futuro, representa para esta generación de salvadoreños el hombre que desde el pulpito condenó los crímenes contra la población, y fue vilmente asesinado durante el ejercicio de una misa, y representa el comienzo de la guerra. [...]
Todos nuestros productos tienen 30 días de garantía para poder retornarlos, siempre y cuando la cápsula no haya sido abierta, 100% de su dinero será devuelto excepto por los gastos de envío y manejo, y seguro si aplica.
Uhm... Quizá la de $45, porque $1,300 no tengo, y la otra se me hace como de mal gusto. ¡Plata con oro, por San Cartier! ¿Se me quitará un poco lo ateo si la pongo en la mesita de noche y le pongo una velita? También están las monedas de los Acuerdos de Paz, y cuestan lo mismo...
¡Ah, qué decisión más difícil para las 3:15 de la mañana!

Shakespeare y la mediocridad

Hay muchas carreras y famas hechas a expensas de gente que sí ha tenido algo que decir al mundo, y de cambiarlo un poco, y son carreras parasitarias y más bien efímeras; la prisa no tiene noción de la vergüenza.
Hay varias figuras alrededor de las cuales un montón de garrapatas académicas --o que quisieran serlo-- se pescan en busca de una razón de ser, o al menos de estar. Las más socorridas han sido Cervantes y Shakespeare.
Con Cervantes la cosa ha sido un poco más sencilla: uno se inventa un tema. arma una teoría acerca de cualquier cosa suya (por ejemplo El Quijote) y, listo, a lo mejor hasta puede encontrar un lugar en la Academia. Si ya lo tiene, de cervantista ínclito no bajará hasta el día de su muerte, y quizá más, sin que exista la obligación de que nadie lea su obra, porque seguro será un bodrio similar a los escritos por la gente que alaba o ataca al manco de Lepanto. (¡De verdad que así le dicen! Como si fuera extraordinario que a alguien a quien le falta una mano le salgan cosas buenas de la pluma... Otro caso sería si trata de escribir decapitado, que no se conocen casos famosos hasta la fecha.)
Entre la bibliografía sobre Cervantes hay cosas bien interesantes, apasionantes y sumamente literarias, como en una lista que recogí hace algunos años y que no encuentro en el disco duro, pero recuerdos uno que se llamaba La salud de la moneda en la época de Cervantes. Había otros maravillosos, como uno acerca del clericalismo en el Quijote y otro del anticlericalismo en el Quijote, que manejaban tesis contrapuestas y ambos juraban que tenían la razón, y que Cervantes era hereje o muy institucional.
Como sea, de Cervantes todo el mundo está de acuerdo con que existió y con que escribió lo que escribió, excepto el Apócrifo de Avellaneda, evidentemente. (Hay de parásitos a parásitos, y ése es de los peores.)
Con Shakespeare el asunto es más serio. Durante años se han manejado teorías y más teorías acerca de su identidad, incluida una --de las más antiguas-- que sostiene que no existió, y que su obra es de la autoría de...
Y allí vienen las sanguijuelas a ver qué se les ocurre para que alguien les haga caso, y desentierran a duques y condes y a gente que quizá no escribió ni la lista del supermercado, porque en la Inglaterra isabelina no había supermercados y una cosa es la mediocridad y otra inventarse estupideces demasiado obvias.
Se ha dicho que Shakespeare era Christopher Marlowe, uno de los más populares dramaturgos de la época, o que el primero plagió al segundo. Sólo he tenido la oportunidad de leer una pieza de Marlowe, el Doctor Faustus, y en honor a la verdad es muy buena, pero nada que se le acerque remotamente al talento de Shakespeare. (Iba a poner "el Cisne de Avon", háganme el favor. Esas cosas se contagian.)
Se ha dicho también que el filósofo Francis Bacon (uno de mis favoritos, por cierto) escribió la obra dramática y poética de Shakespeare, o el Duque Edward de Vere. El colmo es un tipo que --según leí hace un mes aquí-- asegura que Shakespeare sí escribió lo suyo, pero sólo porque fue el hijo bastardo de la "reina virgen", Elizabeth I, y tuvo chance de educarse a conciencia.
Los argumentos en contra de Shakespeare tienen que ver con su vida: habla con gran propiedad de Verona, Venecia, Dinamarca y otros lugares, y él no fue más que un muchacho provinciano sin mayor educación formal. A nadie se le ocurre que fuera autodidacta, que tuviera un talento de los mil diablos, que tuviera algo de imaginación y que hubiera leído un par de libros de historia y hubiese consultado algunos mapas, como cualquier escritor más o menos serio. Es decir: que William Shakespeare fuera William Shakespeare. Pero a muchos les da miedo, quizá, que alguien así haya existido, porque cuestiona sus propias vidas y sus propios talentos, y lo que no se entiende hay que destruirlo. Pero allí sigue Guillermo cuatro siglos después, escribiendo cada vez mejor.

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Y ahora va a resultar que Neil Armstrong escribió De la Tierra a la Luna y Viaje alrededor de la Luna porque Verne apenas salió una vez de Francia y casi nunca de París (y menos fue a la Luna), excepto para recluirse en la torre donde escribió buena parte de su obra. O Kipling, porque Verne nunca conoció la India. O algún minero desconocido, porque jamás fue al centro de la Tierra. O Lord Nelson, porque de andar en barcos no sabía gran cosa.
En El Salvador tenemos a Roque Dalton, que ha servido un poco más para lo mismo, aunque a nivel municipal. Ojalá a alguno de los que medran con su cadáver leyeran por lo menos sus obras completas.