30 de marzo de 2007

Bacilos y otros

Desde hace casi una semana no puedo dejar de tararear aquello de "mientras sigaaaa mirando tucaraen lacaradelalunaaa..." Me gusta la parte de "mientras ten gaque cambiar larra diodeestación, porquecadacanción me hable de tiii..." Y toda la canción, para qué me hago guaje.
A veces, cuando me clavo en una melodía, puedo llegar a angustiarme, especialmente si es el himno de algún partido político (ya ha pasado), pero las dos últimas las he disfrutado. Así que pongo aquí "Caraluna", de Bacilos, aunque el video... bueno... me parece que desmerece la canción.



La anterior obsesión fue... uh... Suéltate el pelo, de Hombres G. (Es mi confesión obscena del año. Lo lamento, muchachos: para algo más revelador deberán esperar hasta 2008.)
De paso pongo el link al video de una canción que, a su modo, me conmueve, "Mi primer millón", también de Bacilos. Ya que estamos con ellos, y como dato curioso, aquí está un video del mismo grupo hecho para Animal Planet.
Y, sin nada que ver, sólo porque me gusta, Llorarás, con Óscar d'León, en versión completa y bailada. Ya por simple asociación de ideas, va el video de la versión sinfónica de Oye Cantinero, de El Tri, con Alex Lora en el papel de cantinero.

La semana antes de Semana Santa

Lunes y martes. Días de dudoso descanso. Me pidieron un artículo largo, en dos partes, para una publicación de la que hablaré otro día. Ya tenía algo escrito y casi listo: un capítulo que no incluí (no recuerdo por qué; creo que falta de tiempo para elaborarlo bien) en la segunda edición de Tiempos de locura, y que entrará en la tercera y definitiva como parte de otro. (Ya se están tardando, ¿no?) Si hubiera sido un artículo verdaderamente largo, no hubiese existido problema, pero había que dejarlo en más o menos mil palabras por entrega. Y a cortar y reacomodar.
Hubo que desvelarse, pues, y para contrarrestar o complementar el desvelo --yo me entiendo-- terminé el martes por la tarde en Flacso --sin que tenga que ver con el asunto-- conversando con Carlos Briones de todo lo que se puede platicar con él, o sea de todo, y muy divertido. Hasta la vez que nos peleamos estábamos rebotando de risa...
Hacía meses que no nos sentábamos a hablar de cualquier cosa, y me la pasé bien. Me dio los materiales de un seminario que Flacso hizo con FundaUngo en febrero pasado, bajo el tema "La polarización política en El Salvador", que deberá publicarse muy pronto en forma de libro. No se lo pierdan, en serio, y va un adelanto.
Hay seis ensayos de personas dedicadas a diferentes profesiones u oficios, de un buen rango de ideologías políticas, y casi todas llegan a la misma conclusión, y la fundamentan: en El Salvador no existe una polarización social, sino política. Esto es: "la gente" no está polarizada ideológicamente, sino que los partidos promueven esa idea junto con la polarización. Y entre la población no es un factor importante que un partido sea de derecha o izquierda a la hora de votar.
Uno de los ponentes, un politólogo, descubre que no hay dos polos ideológicos, sino tres; que la mayor proporción se considera de derecha, seguida por una que se considera de centro, y la minoría --significativa, pero minoría-- es de izquierda. Pero eso no se ve reflejado en los votos, y no porque los partidos "de centro" sean tres y se los dividan, porque la proporción de gente que los elige es mínima (al menos así fue en las últimas presidenciales; las municipales funcionan de otro modo). Hay varios criterios por los cuales la votación da la sensación de polarización, y no necesariamente son excluyentes:
a) Se vota por partidos que tengan alguna posibilidad de ganar.
b) Históricamente, el voto ha sido "antisistema" o "prosistema", "antigobierno" o "progobierno", "antimilitares" o "promilitares". Se da entonces la paradoja de que haya gente de izquierda que vote por ARENA, como se vio en las últimas presidenciales, o lo contrario.
c) Se vota por el partido que tenga un mejor proyecto. Allí iría, supongo, buena parte del voto "de centro".
d) Se vota por individuos que se consideren fiables, como en Santa Tecla, Santa Ana, San Miguel y Nejapa. O se vota contra los que no muestren ser fiables.
Unos fragmentos de esa ponencia:
¿Qué tal si los electores no votan en términos de ideología, como lo supone el razonamiento “tradicional”? Es posible imaginar que los electores sigan otra “lógica” aunque los partidos se autoproclamen como ideológicamente orientados. Así, el FMLN sería un partido autoproclamado de izquierda y ARENA sería un partido autoproclamado de derecha. Como la mayor parte del electorado “tradicionalmente” vota a estos partidos, la conclusión lógica es que el electorado vota según la ideología explícitamente proclamada de los partidos. [...] Diversos analistas asumen que los electores se comportan en términos ideológicos porque asumen que los partidos compiten en esos términos. Dando por sentado que así son las cosas, la suerte electoral de los partidos de centro aparece como un enigma. [...]
Si preguntamos a militantes del PCN y ARENA sobre su ideología, seguramente contestarán que es de derecha, mientras que si preguntamos a militantes del FMLN sobre el mismo punto seguramente responderán que es de izquierda. Pero, ¿qué pasa si preguntamos a militantes del PDC? Es muy probable que afirmen que su ideología es “de centro”. Éste me parece que es el punto. Porque el “centro” no alude a una ideología, sino a una “ubicación” en una dimensión. Evidentemente, si en esa dimensión el FMLN está a la izquierda y ARENA a la derecha, necesariamente el PDC se ubica en el centro. Ahora bien, si recurrimos a un plano bidimensional para representar las oposiciones partidistas, hablar del centro no tiene sentido, como tampoco lo tiene hablar de izquierda y derecha.
Etcétera.
Un periodista señala en su trabajo:
La descripción de un sistema político polarizado, como el nuestro, podría dar lugar a concluir que El Salvador es, consecuentemente, un país polarizado. Pero esta tesis se cae con sólo ver las encuestas de opinión sobre la aceptación de partidos políticos en El Salvador. La de Latinobarómetro de 2003 registra que el 61 por ciento de los ciudadanos se declaran sin afinidad por los partidos políticos, y menos del 5 por ciento dicen ser ¨muy afines¨ a los partidos de su preferencia.
Las diversas encuestas realizadas sobre confianza en los partidos políticos registran, en el más conservador de los casos, a más del 75 por ciento de la población expresando desconfianza hacia los partidos políticos. Los enfrentamientos y el discurso polarizante parten de las dirigencias partidarias, no de sus militantes ni de los ciudadanos.
El Salvador no es un país tan polarizado. Las sospechas y las zancadillas políticas de las extremas no se trasladan, al menos en el terreno de las ideologías o el pensamiento político, a la ciudadanía. Sociedades como la estadounidense, la venezolana o la española muestran características de mayor polarización que la salvadoreña.

Para aprovechar que estaba por el rumbo, me fui a Galerías a comer un spaghetti en Piccolo Tre Fratelli, y caminé desde la 9a calle (donde está Flacso) hasta el Paseo Escalón. En la 3a calle me detuve maravillado: en el cordón de la acera, después del número, habían puesto un parche de pintura amarilla, y sobre el parche se leía el nombre de Schafik Hándal. Esto es: la 3a calle ahora se llama Schafik Hándal. Quizá lo había leído, pero no lo registré. Me reí: sé que la calle es muy larga, pero me tocó ver el rótulo precisamente en la colonia Escalón, a unos metros de un centro de consumo que muy poco tiene que ver con la ideología del difunto y a unos metros más del Paseo General Escalón. La muerte hace extraños compañeros de calle.
Me acordé de cuando le pusieron nombre a la 2a avenida, la que pasa cerca de El diario de hoy: Monseñor Óscar Arnulfo Romero. Más de uno en el periódico se habrá sentido incómodo, y supongo que ese criterio no habrá estado ausente en la decisión del alcalde Silva. Y la 29a calle ahora se llama Camilo Minero. Emocionante.
Y hay más cosas emocionantes: Ernesto Bautista, quien ha llegado a La Casa a trabajar sus textos en varias ocasiones, se ganó el premio Amílcar Colocho de poesía joven. Otra compañera de La Casa, Claudia Alas, recibió una mención. Se puede ver en el PDF del Suplemento Tres Mil, en este link.

Miércoles. Suspendido un taller. A cosas administrativas y a planificar. El miércoles siempre es un día extraño. A veces no hay nada, a veces cae todo al mismo tiempo.

Jueves. Taller de periodismo. Hace meses que pasamos del rollo técnico, y más bien estamos en los intríngulis del oficio, en casos específicos, en las preguntas más difíciles de responderse a uno mismo. Una de las de ayer fue cómo ser un periodista "completo", que pueda manejar diferentes géneros, enfoques, etcétera, con la misma calidad y destreza. Y la respuesta es que no hay modo. Igual que en literatura, uno es lo que es, y así escribe: habrá temas y enfoques que podrá olfatear a leguas a la redonda, y otros que ni siquiera advertirá, o que hará falta mucho entrenamiento para que advierta. La obligación de un periodista es saber lo más que pueda, manejar todos los géneros, ser un comando del manejo de la información, pero siempre se especializará en algo. Los más codiciados son los cronistas: uno puede aprender a hacer crónicas, pero encontrar un cronista natural es de lo más difícil. Cuando un editor lo halla, no lo suelta, porque no hay técnica que pueda superar lo que haga. Igual hay gente buena para reportajes "duros", para nota diaria, para análisis, para edición... Poner a un buen reportero de calle a editar es un desperdicio, lo mismo que poner a un cronista a hacer nota diaria o a un entrevistador a ir por las gaseosas. Quizá de ese modo están desperdiciándose talentos en el periodismo nacional, etcétera.
Krisma se fue desde temprano a Santa Ana, para el recital que dio junto con Jorge Galán y Eleazar Rivera, que armaron en la UES los compañeros de La Casa en la vecina república. De regreso llegó a La Casa y, zaz, en ese momento me llaman para decirme que la nota que hice el lunes y martes se atrasa una semana, que necesitan un artículo de opinión para hoy. Y, bueno, después de ver House M.D. me puse a hacerlo. A mí me divirtió, pero creo que van a llover los blogs anónimos, por decir lo mejor. Y eso será más divertido aún. Ya lo envié.
Y Alberto Quiñónez dio señales de vida después de cuatro o cinco meses: ¡terminó su poemario! Ya le di una revisada rápida. Guau. Me mandó también el de Claudia Alas. Imagino que los trabajaremos en los próximos días para que queden listos para publicación. (No, no los escribo ni reescribo. Ni siquiera les meto mano. Nomás leemos verso por verso y me pongo a hacer preguntas incómodas. Hay que encontrarle también un orden a los poemas: el orden determina el carácter del libro, y en un solo poemario hay muchos libros posibles. Es difícil decidir cuál quedará.)

Viernes. Por la mañana, nada especial. Por la tarde, algo muy especial. Desde hace más de un mes, los viernes por la tarde, está llegando una muchacha que acaba de cumplir quince años y que me mandaron de la Escuela Goldtree, que vive cerca de La Casa. Desde el primer momento me lo dijo: Quiero ser escritora, quiero escribir novela. Y en ésas estamos, ya que no puede llegar al taller de los domingos.
Aparece con su hermano menor y con su cuaderno, nos sentamos en el jardín, y va armando poco a poco un relato. Tiene una sabiduría natural para el comportamiento de los personajes; aún es ingenua para el manejo de historias, pero aprende muy rápido.
De entrada me planteó un tema: un muchacho se pelea con su padre y decide que se va y no regresa. Camina unos metros fuera de la casa, saca lo que trae en los bolsillos y mira: unos billetes, unas monedas, unos trozos de papel con nada importante y las llaves de la casa. Lo primero que hace es tirar las llaves.
--¿Para dónde las tira? --le pregunto.
--¡Pues para atrás! --me contesta como se le contesta a alguien que no ha entendido de qué se trata el asunto después de largas explicaciones.
--¿Por qué para atrás?
--¡Pues porque allí está su pasado!
--¿Qué hace con los papeles?
--También los tira.
--¿Hacia dónde?
--Ésos sólo los deja caer. No son importantes --me dice, y luego hace que el personaje cuente el dinero y calcule para cuánto tiempo le alcanzará.
Ya avanzó mucho más que eso. Ahora está con el segundo de tres personajes principales, y hace que se mueva con mucha soltura. Ya veremos hoy cómo armó la historia, y cómo va a comenzar la trama.
No sé si las vacaciones de semana santa comienzan el lunes o el miércoles; ni siquiera he preguntado. Como el lunes y el martes descanso, no me preocupa tampoco. Necesito no hacer nada. Quizá lo logre, aunque no apostaría nada.
Me gustan mi vida y mi trabajo.

25 de marzo de 2007

Fotos de un álbum de la abuela


Encontré un álbum de fotos de la abuela Mina y pongo algunas por aquí.
La de arriba está fechada en septiembre de 1959, pero en la parte de atrás hay una anotación en la letra de mi madre que dice que fue tomada el 19 de agosto, dos días después de mi nacimiento. En foto de al lado hay una anotación, en la esquina superior derecha, en la misma letra, que dice que tengo 22 meses.
Uno no tendría por qué acordarse de fechas tan tempranas --o lejanas, según desde donde se vea--, pero recuerdo cosas de ese día. (Del otro no. Como verán estaba dormido, y apenas abrí los ojos a los quince días. Y me sigue costando.)
Estábamos en el Parque Infantil y mi madre llevaba un paraguas. Yo necesitaba con urgencia saber si el paraguas cabía en los agujeros cuadrados. Lo que no entendía era por qué el señor que estaba junto a mi madre, con unos lentes de aro negro y grueso y un traje que le quedaba como si fuera espantapájaros, estaba tan ansioso, siguiéndome por todos lados, viéndome como si quisiera comerme. Sabía que me iba a tomar una foto, y detestaba las fotos (aún me pasa); lo que no entendía era cuáles eran sus ansias y las de mi madre. Uno apachurra el botoncito y listo. Obviamente el fotógrafo era bueno. Mi madre cada cierto tiempo contrataba a uno para que nos tomara fotos en ocasiones que aún no sé definir, además de cumpleaños y esas cosas. Quizá nada más eran ganas de que nos tomaran fotos.
Ese día, después de la foto, mi madre me regañó: la sombrilla en efecto cupo, pero quedó del otro lado de la malla. Hubo que dar una laaaaaarga caminata para recuperarla. (Debieron ser unos metros, pero ¿qué esperaban con unas piernas tan cortas?)
Y la foto de abajo está tomada después de mi primera comunión, el día en que decidí que lo de la religión no era para mí, como conté en alguna ocasión. Tenía siete años, así que mi primo Quique Rodríguez (el de la derecha) tenía nueve, René Pérez Menjívar (el de la izquierda) como 11, mi prima Sonia (su hermana) 14 y María Eugenia Vargas, hija del médico familiar, Jorge Vargas, unos 15. Me cuentan que María Eugenia murió muy joven, de cáncer.


En lo que viene a parar uno...

24 de marzo de 2007

Frase citable

Un amigo me envió esto:

Antes de la Gala del Libro, en otra sesión del Hay Festival, el poeta colombiano Juan Manuel Roca, que acaba de ganarse en Cuba el premio José Lezama Lima, había dicho que no recomienda leer.
"(Mario) Benedetti es a la literatura lo que Silvio Rodríguez es a la música, (Oswaldo) Guayasamín a la pintura y Julio Iglesias a la filosofía", sentenció con malicia Roca, y muchos en el auditorio rieron a carcajadas.

Roussel, el tiempo y todas las cosas

Hace unas semanas me llegaron por correo, desde España, unas treinta separatas de un artículo mío que apareció en Cuadernos hispanoamericanos, como se menciona aquí (y de paso se reproduce la nota que se publicó). Me extrañó que no enviaran por lo menos un ejemplar completo de la revista, y pensé en preguntar en el Centro Cultural de España, pero hoy llegó uno a La Casa por "correo terrestre". No sé, la verdad, cómo puede llegar cualquier cosa desde España por vía terrestre, pero debe ser algo así como la caballería en los ejércitos modernos, que tiene de todo, hasta caballos; la terrestridad postal tendrá barcos.
Aparte del dossier acerca de la cultura salvadoreña, sabía que me estaba perdiendo de algo, y sí: un muy buen artículo titulado La fiesta de los maniquíes de Roussel, de Mario Jurado, que trata de tres de las obras más importantes del escritor francés, Locus solus, Impresiones de África y Cómo escribí algunos de mis libros. Debo decir que sólo leí el primero, un par de veces, hace ya muchos años, además de un estudio de Michel Foucault acerca de Roussel, que recuerdo entre brumas, quizá por el desconocimiento de su obra.
En todo caso, Locus Solus fue para mí una extraña revelación, y quizá me puso de frente y bruscamente ante lo que ha sido mi preocupación técnica en todo lo que he escrito: el valor del tiempo en la literatura, el tiempo cronológico, el tiempo narrativo. El manejo del tiempo, pues.
En varias novelas --concretamente en las policiales-- he experimentado con estructuras más o menos simples, más o menos complejas, para armar narraciones falsamente lineales; en "las otras" (las "más literarias"), el tiempo es a veces tan importante como los personajes o lo que se cuenta.
Locus solus (¿lugar solitario?) trata de una mansión de lo más excéntrica que sólo sirve para guardar extrañas maquinarias que no sirven para maldita la cosa, pero que tienen un mucho de enigmático y de sórdido, como su creador, Martial Canterel. La narración es sencilla: Canterel guía a un grupo de amigos por su propiedad, les muestra la máquina y después les explica para qué sirve (o para qué no sirve), todo en un lenguaje casi quirúrgico, sin demasiados énfasis, sin más modulación que la que ofrece la sorpresa de que esos ingenios sean posibles. La casa tiene vida propia, incluso en el modo en que funciona la muerte. (La muerte también tiene su tiempo y su lógica de tiempo.) Mario Jurado describe así una de las escenas clave de la... uh... novela:

Ese equilibrio del sistema, esa imposibilidad del gasto, se muestra especialmente en el cuarto capítulo de Locus Solus, cuando Martial Canterel, usando conjuntamente unos compuestos químicos de su invención (con denominaciones propias de opereta científica: resurrectina y vitalio), consigue que ocho cadáveres vuelvan a la vida y realicen como autómatas los hechos más importantes de su vida, en reproducción exacta y repetida. Este pasaje le sirve al biógrafo Mark Ford de excusa para afirmar que, al fin y al cabo, los proyectos artísticos de Roussel y de Proust coincidían en la búsqueda del tiempo perdido. La diferencia entre ambos, sin embargo, radica en que la labor del científico-mago Canterel niega el discurrir temporal, niega que el tiempo esté efectivamente perdido y, por tanto, supone la implícita afirmación de que cada momento en que un cadáver es traído a la vida, el tiempo continúa siendo el mismo; tanto es así que, según afirma Canterel, los familiares de esos muertos obtienen con esas resurrecciones temporales consuelo de su pérdida. La verdad psicológica de tal argumentación es completamente falaz pero resulta válida si la consideramos desde el punto de vista de la lógica formal. Es decir, tal repetición sólo puede resultar consoladora en un sistema cerrado, en un proceso (procédé) sin proceder, apragmático, irresoluto, sin desarrollo en el tiempo, ya inmerso en la muerte. Puesto que, como afirma Deleuze, «Repetir es comportarse de una determinada manera, pero en relación a algo único y singular que no tiene igual ni equivalente», esa vuelta a la vida incitada por la pseudociencia del nigromante Canterel sólo resulta consoladora si el autómata redivido interacciona, al resucitar, con sus iguales, también autómatas. En este capítulo de Locus Solus la fiesta de los maniquíes que constituyen las novelas de Roussel alcanza su punto extremo.

Los maniquíes de Roussel, más que personajes, son cosas que repiten mecánicamente lo que un personaje hizo alguna vez, y ese personaje es ahora un cadáver. El tiempo tiene un valor diferente: las cosas sólo ocurrieron realmente una vez, pero se podrán repetir casi hasta el infinito --dependerá de la resistancia de los "materiales"-- como un hecho definitivo, único y a la vez tan múltiple como si se colocaran espejos enfrentados y en medio de ellos uno de los maniquíes se moviera como alguna vez, y sólo ésa, se movió. Pero los reflejos en los espejos no son simultáneos, sino desfasados: cada uno tiene su propio tiempo.
La idea de Roussel --entre otras-- me sirvió para armar dos novelas que surgieron del mismo proceso: Instrucciones para vivir sin piel (aquí está el mismo fragmento en francés) y Breve recuento de todas las cosas; la primera está publicada en Francia; la segunda se publica este año también allá, en una de las excelentes traducciónes de Thierry Davo, y ambas se hallan inéditas en español.
Instrucciones tiene una característica especial: la novela transcurre en veintinueve segundos, ni uno más, ni uno menos. (Traté de que fuera en veintitrés, que me gustaba más, pero no hubo modo. Al menos ambos son primos.) La historia es sencilla: un tipo está acostado en una cama de hotel, cambiando canales, mientras espera la llegada de una mujer con la que se reúne todos los años, la Señora Tal y Tal. Se harta de eso, se pone de pie, se sienta en el marco de la ventana y en unos instantes recuerda la historia que lo llevó allí. Abre la ventana y, zaz, se acaban los veintinueve segundos, y de nuevo está en la cama, pasando canales, y así sucesivamente, en periodos de veintinueve segundos. Hay un personaje narrador múltiple --un coro, un grupo de demonios o de ángeles, su conciencia, lo que sea-- que observa su interior segundo a segundo, y es el que narra buena parte de la historia. Etcétera.
La idea tiene mucho que ver con esa escena de Locus solus: marionetas que repiten obsesivamente y sin hilos los mismos actos --que una vez fueron únicos-- fuera del tiempo, en su propio tiempo. Los personajes de Roussel no tienen conciencia; el de Instrucciones está demasiado lleno de ella, y la ha traicionado tanto que no puede salir del loop en el que se encuentra encerrado.
El Breve recuento es un poco de lo mismo, pero desde otra perspectiva: todo ha ocurrido ya. No hay historia que contar, no hay personajes, la trama se desenredó mucho tiempo atrás. Lo que queda de una historia de amor espantosa con algunos documentos, recuerdos imprecisos de un personaje narrador impreciso (la primera parte tiene mucho de la lógica del Canto de guerra de las cosas, de Joaquín Pasos: el predicador en la tribuna que habla de las verdades posibles de la vida y la muerte); un personaje central que es como las marionetas de Roussel, con una diferencia: en el fondo de su cerebro, en alguna parte, hay una conciencia que guía su cuerpo, pero no hay pensamientos ni sensaciones, sino la repetición mecánica de actos. Y esa abolición de la conciencia es paradójicamente una decisión voluntaria, por lo que se cuenta en la novela.
Creo que el tiempo es --o debería ser-- una de los problemas a resolver de cualquier narrador, y de hecho lo es: el devenir requiere de tiempo, y la efectividad de un texto fuerza a utilizarlo de ciertos modos. (El maestro es Kafka, en El proceso). Pero en el fondo no hay narrador que no diera una parte de su obra --no la mejor quizá, pero sí una buena parte-- con tal de ser capaz de abolir el tiempo en por lo menos un texto, que las cosas no ocurran, sino que sean, y que el texto funcione. Es allí donde la puerca tuerce el rabo: cómo lograr que el texto narrativo funcione sin tiempo.
Los personajes de Terceras personas, por ejemplo, viven en un tiempo circular, igualmente repetitivo, marcado por sus obsesiones. (Tienen mucho que ver con los personajes de Poe.) El tiempo se mueve hacia el futuro, pero eso sólo hace que la circularidad tenga más referentes que confirman las obsesiones, y no las resuelven, y no deben ni pueden resolverlas. Allí hay algo del tiempo que ya pasó, de algo irremisible y doloroso a lo cual los personajes se encuentran fijados con pegamento epóxico. El tiempo sigue pasando, y la conciencia lo registra, pero sólo en una lógica obsesiva y circular.
Quizá el mayor experimento que he hecho con el tiempo ha dado una novela que parece más convencional que las que ya cité, Trece, basada en una cuenta regresiva y progresiva a la vez (un tipo se va a suicidar en trece días). Para que la novela no quede paralizada a la mitad (digamos en el capítulo 7, donde se juntan ambas cuentas), es necesario recurrir a otros tiempos, probables, improbables, pasados, otros pertenecientes a un futuro que no será, qué sé yo. Lo difícil es que no se note, o no sería una novela sino un aburrido manual de cómo hacer cosas que a nadie le interesan: lo importante para el lector es leer un libro, no estar viendo cómo se corta, se mide y se cose; eso ya deja el terreno de la literatura y entra en el de la vanidad o la torpeza.
Me he divertido leyendo la revista, y ese artículo en especial. Hay otro acerca de un libro alemán que trata de las peores películas que se han filmado, obviamente destinado a irritar y a hacer pensar en la validez de los hiconos hinexpugnables (las h son de Cortázar) del Séctimo Harte.
Por cierto, Thierry ha decidido traducir el título Breve recuento de todas las cosas como Bref inventaire de toutes les choses. Me resulta raro, pero me gusta. Deberá estar impreso para septiembre en Cénomane, de Le Mans, como siempre, y presentarse a finales de ese mes.

22 de marzo de 2007

Más fotos

William Alfaro ha puesto en un sitio de Picasa algunas fotos más del Día Internacional de la Poesía en Los Tacos de Paco. Están aquí.

En Los Tacos de Paco

Bonita la celebración por el Día Internacional de la Poesía en Los Tacos de Paco. Al principio, más o menos poca gente, pero fue llegando más y más, y al final podía armarse una manifestación de regular tamaño, aunque a esas horas ya no nos hubieran hecho mucho caso.



Primero leyeron algo de su poesía algunos compañeros de La Casa del Escritor, en el orden de la foto, de izquierda a derecha y de arriba a abajo hasta llegar a la quinta foto: Herberth Cea, René Figueroa, Sandra Aguilar, Krisma Mancía y Ana Escoto. La sexta foto me la tomaron antes de empezar con el festejo, y la puse para que no quedara el espacio en blanco. No, no me subí al escenario ni leí nada ni nada; nomás me puse a tocar un poco de rocanrol. Después de eso, y antes de que los compañeros leyeran sus poemas, música de gente que sí se dedica a eso, y después también música, y la Vale feliz bailando entre las mesas y recogiendo --quién sabe para qué-- unos huacalitos en los que estaban las bolsitas de la sal.
Fueron llegando otros compañeros, como Roberto Laínez, María Cristina Orantes, Edenilson Rivera, Herbert Galeano, Jorge Galán, Eleazar Rivera, etcétera. Sólo una vez había conversado con Eleazar, hace ya varios años, y fue un gusto conocerlo un poco más, con un agua de tamarindo de por medio (cerveza Suprema para él). Y, claro, había que tomar la foto de los tres ganadores de los premios en España del último año; ya Krisma la puso en su blog, y puede encontrarse aquí. (La foto está directamente aquí: Eleazar, Krisma y Jorge.) Hubo teatro, con el grupo de Jennifer Valiente, y William Alfaro la hizo de anfitrión. Hubo también dos compañeros (Roberto Palencia y su esposa) que estuvieron en los primeros talleres de La Casa, en 2002, y gente nueva.
En general voy poco a esas celebraciones, pero esta vez me pareció que valdría la pena. Así fue. Lo más importante fue estar con amigos, platicar un rato y comer unas tortas. Tan fácil.
Ah: llevé algunos ejemplares de Cualquier forma de morir a Los Tacos de Paco, por si les interesa comprarlo. Creo que en La Casita ya no hay.

21 de marzo de 2007

¡Cultura 94!

Hoy me llegó la revista Cultura número 94, y estoy contento por partida triple. En primer lugar, la edición es basante más bonita que las anteriores, con un cambio interesante en el concepto de la portada y de la tipografía. Mucho más colorida por fuera, mucho más sobria por dentro. Además de artículos buenos --como uno sobre radiodifusión, de Amparo Marroquín, y otro de Carlos Peña acerca de Justo Armas--, hay un poema de Gerardo Chávez, el bebé de La Casa, que debe estar por cumplir 18 años (el poema que viene lo escribió a los 14, y es un portento) y tres poemas del Viaje al imperio de las ventanas cerradas, de Krisma Mancía.
También trae un disco de regalo, una antología de voces de poetas salvadoreños, desde Claudia Lars hasta los más jóvenes: gente nacida entre 1899 y 1988, de la que hubiera grabaciones y que dieran su permiso para reproducirlos. Las joyas, además de Lars (viene un soneto escrito pocas semanas antes de su muerte, que por cierto le quedó trunco), son un fragmento de Sólo la voz, de Hugo Lindo, aunque el poema se publicó completo en el disco anterior; el final de Vida, pasión y muerte del antihombre, de Pedro Geoffroy, y Le romperán la estatua de la sangre, de Oswaldo Escobar Velado. Por supuesto vienen los tres poetas que se han ganado premios en España en el último año (Krisma, Jorge Galán y Eleazar Rivera, en orden de aparición) y representantes de cuanta tendencia se pueda encontrar. Cuarenta y cinco en total.
Lo bonito es escuchar el disco de corrido y darse cuenta de las tendencias, de los altibajos, de los grandes hallazgos y los grandes azares de la poesía salvadoreña. Un trabajo importante, para este momento y para los que sigan, en el que me tocó ser el "armador" del artefacto. (Las decisiones editoriales, como dije antes para curarme en salud, no fueron mías, pero las comparto.)
Algo bueno para las celebraciones del Día Internacional de la Poesía.

19 de marzo de 2007

Si las dudas persisten, Julio. (Y un boleto de autobús.)

Dos fragmentos tomados de La vuelta al día en 80 mundos, de Julio Cortázar:

1.
La ironía de la pregunta de mi mujer se me ha quedado un poco como la nube sobre Cazeneuve. ¿Y por qué no un libro de memorias? Si me diera la gana, ¿por qué no? Qué continente de hipócritas el sudamericano, qué miedo de que nos tachen de vanidosos y/o de pedantes. Si Robert Graves o Simone de Beauvoir hablan de sí mismos, gran respeto y acatamiento; si Carlos Fuentes o yo publicáramos nuestras memorias, nos dirían inmediatamente que nos creemos importantes. Una de las pruebas del subdesarrollo de nuestros países es la falta de naturalidad de sus escritores; la otra es la falta de humor, pues éste no nace sin naturalidad. La suma de naturalidad y de humor es lo que en otras sociedades da al escritor su personería; Graves y Beauvoir escriben sus memorias el mismísimo día que se les antoja, sin que ni a ellos ni a los lectores les parezca nada excepcional. Nosotros, tímidos productos de la autocensura y de la sonriente vigilancia de amigos y críticos, nos limitamos a escribir memorias vicarias, asomándonos a lo Frégoli desde nuestras novelas. Y si cualquier novelista hace siempre un poco eso, porque está en la naturaleza misma de las cosas, nosotros nos quedamos dentro, constituimos domicilio legal en nuestras novelas, y cuando salimos a la calle somos unos señores aburridos, preferentemente vestidos de azul oscuro. Vamos a ver: ¿por qué no escribiría yo mis memorias ahora que empieza mi crepúsculo, que he terminado la jaula del obispo y que soy culpable de un montoncito de libros que dan algún derecho a la primera persona del singular?

2.
¿Por qué diablos hay entre nuestra vida y nuestra literatura una especie de "muro de la vergüenza"? En el momento de ponerse a trabajar en un cuento o una novela el escritor típico se calza el cuello duro y se sube a lo más alto del ropero. A cuántos conocí que si hubieran escrito como pensaban, inventaban o hablaban en las mesas de café o en las charlas después de un concierto o un match de box, habrían conseguido esa admiración cuya ausencia siguen atribuyendo a las razones deploradas ccn lágrimas y folletos por las sociedades de escritores: snobismo del público que prefiere a los extranjeros sin mirar lo que tiene en casa, alevosa perversidad de los editores, y no sigamos que va a llorar hasta el nene. Hiato egipcio entre una escritura demótica y otra hierática: nuestro escriba sentado asume la solemnidad del que habita en el Louvre tan pronto le saca la fundita a la Remington, de entrada se le adivina el pliegue de la boca, la hamarga hexperiencia humana asomando en forma de rictus que, como es notorio, no se cuenta entre las muecas que faciliten la mejor prosa. Estos ñatos creen que la seriedad tiene que ser solemne o no ser; como si Cervantes hubiera sido solemne, carajo. Descuentan que la seriedad deberá basarse en lo negativo, lo tremendo, lo trágico, lo Stavrogin, y que sólo desde ahí nuestro escritor accederá (en los dos sentidos del término) a los signos positivos, a un posible happy end, a algo que se asemeje un poco más a esta confusa vida donde no hay maniqueo que llegue a nada. Asomarse al gran misterio con la actitud de un Macedonio se les ocurre a muy pocos; a los humoristas les pegan de entrada la etiqueta para distinguirlos higiénicamente de los escritores serios. Cuando mis cronopios hicieron algunas de las suyas en Corrientes y Esmeralda, huna heminente hintelectual hexclamó: "¡Qué lástima, pensar que era un escritor tan serio!" Sólo se acepta el humor en su estricta jaulita, y ojo con trinar mientras suena la sinfónica porque lo dejamos sin alpiste para que aprenda. En fin, señora, el humor es all pervading o no es, como siempre lo supieron Juan Filloy, Shakespeare y Max Ernst; reducido a sus propias fuerzas, solo en la jaulita, dará Three Men on a Boat pero jamás Sancho en la ínsula, jamás mi tío Toby, jamás el velorio del pisador de barro.
Le aclaro entonces que el humor cuya alarmante carencia deploro en nuestras tierras reside en la situación física y metafísica del escritor que le permite lo que para otros serían errores de paralaje, por ejemplo ver las agujas del reloj del comedor en la una y media cuando apenas son las doce y veinticinco, y jugar con todo lo que brinca de esa fluctuante disponibilidad del mundo y sus criaturas, entrar sin esfuerzo en la ironía, el understatement, la ruptura de los clisés idiomáticos que contamina nuestras mejores prosas tan seguras de que son las doce y veinticinco como si las doce y veinticinco tuvieran alguna realidad fuera de la convención que las decidió con gran concurso de cosmógrafos y pendolistas de Maguncia y de Ginebra. Y esto de los clisés idiomáticos no es broma; se puede verificar el predominio de un lenguaje hierático en las letras sudamericanas, un lenguaje que en su más alto nivel da por ejemplo El siglo de las luces, mientras todo el resto se agruma en una prosa que más tiene que ver con la sémola que con la vida que pretende encarnar. En la Argentina hay índices de un divertido proceso; por reacción contra la prosa de los tortugones amoratados, unos cuantos escritores más jóvenes se han puesto a escribir "hablado", y aunque los mejores lo hacen muy bien la mayoría le ha errado al bochín y se está hundiendo todavía más que los acrisolados (palabra que éstos colocan siempre en alguna parte). A mí me parece que no es con pasar del calor del crisol al de la cancha de Rácing que haremos nuestra literatura. Un Roberto Arlt escribía idiomáticamente mal porque no estaba equipado para hacerlo de otra manera; pero tener una cultura de primera fuerza como suelen tenerla los argentinos y caer en una escritura de pizzería me parece a lo sumo una reacción de chiquilín que se decreta comunista porque el papá es socio del Club del Progreso.

* * *


En medio del libro de La vuelta al día en ochenta mundos (Siglo XXI Editores, séptima edición en formato especial, México, 1986) ha habido, durante años, un boleto de autobús de Acapulco al Distrito Federal. Algo me llama la atención: el día del viaje, un jueves. Y la fecha: 2 de diciembre de 1993.
Llegué a Acapulco en los primeros días de abril de ese año, quizá los últimos de marzo, en medio de una depresión clínica y con un matrimonio a pedazos, para fundar un diario, El Sur, junto con unos compañeros de La Jornada y Novedades. El dinero alcanzó para pagarnos dos meses, y en los meses siguientes tuve (al igual que los demás) que hacer otros trabajos para ganarme el derecho de trabajar allí. Hice guiones para historieta, a un ritmo mucho menor; estaba agotado después de ocho años de eso. También di clases de historia contemporánea en la Universidad Loyola del Pacífico. Divertidísimo. Usé métodos de taller, y me dice el entonces coordinador de la carrera de Comunicaciones que todavía, a principios de ciclo, se les da un curso a los maestros para que utilicen algunos de ellos. El coordinador, Sergio Lépez Vela, es ahora el rector. También diagramé durante varios meses la revista Tiempo Libre Acapulco.
Un día, por motivos que no vale la pena mencionar, además de los económicos, me fui de regreso al Distrito Federal, y no volví a Acapulco, a pesar de que siempre hice planes. Llegué a estar en la terminal de Tasqueña a punto de comprar boleto, y cambié el rumbo a última hora. Supongo que regresaré alguna vez.
Creo que ése fue el último boleto que compré de Acapulco al Defe. Cuando viajaba para arreglar algún asunto, familiar o de dinero, lo hacía los viernes a la medianoche, luego de terminar la edición. Trato de pensar si estuve allá después del 2 de diciembre y no me llegan recuerdos. Y veo que me fui en el servicio de 70 pesos, no en el de 90, que era el que acostumbraba. (Había uno de 120 que detestaba. Trataban de hacerlo tan cómodo que resultaba angustiante.) No creo que tomara ese autobús por la falta de veinte pesos, sino por la prisa. Quizá, así como de un día para otro decidí irme a Acapulco en el primer avión que saliera, de un momento a otro decidí regresarme al Defe, en lo primero que agarrara.
El Sur persistió como diario de alcance estatal hasta los últimos días de 1993. En 1994 se convirtió en semanario local, y allí sigue, con algunos de los fundadores originales, que aguantaron más que yo. Por mi parte entré a trabajar como jefe del laboratorio de pruebas de hardware y software de la revista Personal Computing México, desaparecida hace ya varios años. Un mes y medio después era jefe de redacción, y un par de meses más tarde editor ejecutivo, aunque seguía desarmando máquinas junto con Roberto Zarco (un nerd magnífico al que me dejaron contratar, y a quien admiro) y las mismas cosas que en el cargo anterior, aunque con varios miles de pesos más al mes, lo que es el status.
Etcétera.

17 de marzo de 2007

Ante la duda, las palabras del maestro

(No, no me refiero a mí mismo, sino a Saramago, en Cuadernos de Lanzarote.)

7 de abril
Palabras oídas en Buenos Aires a Fernando Vizcaíno Casas, escritor de mucha venta y popular consideración en España, Dios le bendiga: «Buenos Aires está muy bien, parece Barcelona o Madrid, y además de eso no hay aquí negros, ni indios, ni sucios». Con esto se demuestra que un escritor no tiene que ser, forzosamente, un ser humano. También declaró esta persona importante y ya mayor que venía con la esperanza de ser diana del asedio sexual de las «mu¬chachas porteñas», pero esta presunción siempre se puede perdonar: la esclerosis mental no escoge profesiones ni edades, un imbécil es un imbécil, incluso cuando escribe libros.

8 de octubre
La casa de Pablo Neruda, en Isla Negra, es simplemente un horror. Puede decirse, como disculpa, que tiene poco de casa y mucho de museo, lo que, desde luego, levantaría la cuestión de saber si es posible vivir en un museo. Lo peor es que este museo excede cuantiosamente todo cuanto yo pudiese haber imaginado de acumulación de objetos absurdos, heteróclitos, disparatados, incongruentes, donde, al lado de piezas magníficas se encontrasen, mereciendo crédito y presentación igual, otras de un mal gusto inenarrable, muchas veces cómico, otras veces milagrosamente recuperado en el último instante por un remoto humor surrealista. Lo mejor de Pablo Neruda no es, con certeza, la casa que él inventó para vivir...

10 de octubre
No es frecuente que los médicos, de manera general y pública, hagan comentarios desfavorables respecto a otros médicos: probablemente, después de unos cuantos milenios de secreto profesional, ya traen la deontología en la masa de la sangre. O la aprenden en la facultad con las primeras nociones de fisiología. Pero los escritores, ah, los escritores, con qué gozo apuntan para el disfrute del gentío la simple paja que lastima el ojo del colega, con qué descaro fingen no ver ni percibir la viga que tienen atravesada en el propio ojo. Vergílio Ferreira, por ejemplo, es un maestro en este tipo de ejecuciones sumarias. Que se sepa, nadie las ha pedido, pero él continúa emitiendo sentencias de exclusión perpetua, sin otro código penal que su propio e inconmensurable orgullo, siempre arañado. Me dicen que se decidió finalmente a hablar de mí en Conta-Corrente, pero no he ido corriendo a leerlo, ni siquiera con calma tengo intención de ir. La diferencia entre nosotros es conocida: yo no sabría escribir sus libros y él no querría escribir los míos... Ahora me llega la noticia de que Agustina Bessa-Luís se dedica también a estas actividades conjuntas de policía, ministerio público y juez. Declaró que no soy un «gran escritor», que soy apenas «producto de diversas circunstancias»... Ser, o no, yo un «gran escritor» no quitaría ni añadiría nada a la gloria literaria y a la importancia social de Agustina Bessa-Luís, pero eso para ella es insignificante ante la ocasión que le dieron de mostrarse tan revoltosa cuanto le pide la naturaleza. Incluso si yo demoradamente lo explicase, Bessa-Luís no comprendería que nunca pretendí ser un «gran escritor», sino un escritor simplemente. Bessa-Luís tiene los oídos tapados a estas distinciones, tan tapados como parece que estuvo en este caso su entendimiento al dejar a los lectores de la entrevista dada al Independente sin saber —porque no las mencionó—de qué circunstancias perversas soy yo mistificador producto. Mucho peor aún, si posible fuera, es que Agustina Bessa-Luís haya callado las circunstancias que hicieron de ella la «gran escritora» que sin duda cree ser...

"La tía Helen", de T.S. Eliot

Me encontré esto en el disco duro. Es de Pruffrock y otras observaciones. La traducción es mía.

La señorita Helen Slingsby era mi tía la solterona
Y vivía en una casa pequeña, cerca de una elegante plaza,
Cuidada por sus sirvientes, que eran cuatro en total.
Cuando murió se hizo el silencio en el cielo
y hubo silencio al final de su calle.
Las persianas se cerraron y el tipo de las pompas fúnebres limpió sus pies en la entrada:
estuvo consciente de que cosas así habían ocurrido antes.
Se alimentó generosamente a los perros,
pero poco después también murió la cotorra.
El reloj de Dresde continuó su tic tac sobre un mantel bordado,
y el lacayo se sentó a la mesa
con la segunda doncella en las rodillas,
aunque siempre fue cuidadoso mientras su ama vivió.

16 de marzo de 2007

Breve historia del alba

Vino Jorge Galán a dejarnos su libro Breve historia del alba, publicado por ediciones Rialp, y que en diciembre pasado ganó el premio Adonais, en España. Una edición hermosa, con buenos materiales y buena tipografía, como corresponde a un premio de ese calibre. (Para quien tenga dudas, en este link está el acta, los nombres de los jurados y los dos españoles que ganaron sendos accésits.)
Primero fue a casa y conversó un rato con Krisma, pero yo estaba en La Casa del Escritor dando el taller de apreciación poética de los jueves, así que subió un kilómetro más y me llevó el libro, después de que Krisma lo viera y leyera la hermosa dedicatoria.
En la sesión de hoy (bueno, de ayer jueves), en el taller, vimos algo de los primeros trabajos de Roque Dalton, algunos muy buenos, otros... uh... no sé cómo calificar el que termina: "Anastasio Aquino, / camino", uno de los peores ripios que he leído en mi vida, con los relativos atenuantes de que:
1. Tenía como 21 años cuando lo escribió.
2. Cuando dejó preparadas sus obras completas, antes de salir de Cuba, en 1973, lo eliminó junto con muchos más. (Ver el primer tomo de los poemas completos publicado por la DPI.)
Ya en otras sesiones hemos trabajado a otros poetas, por ejemplo a los que sirvieron de influencia a RD: García Lorca, Vallejo, Neruda... A varios clásicos (Quevedo, Khayyam), a algunos obligatorios (Pizarnik, Hernández, el Pierre Louÿs de Bilitis) y, claro, a salvadoreños como el propio Galán. ("Los trenes", que viene en El día interminable, es un poemazo donde lo pongan.)
Así que le pedimos a Jorge que se sumara y hablara sobre Dalton, y nos dio una bonita lección acerca de las influencias de Neruda en la primera etapa de RD, de la obra de Neruda y del modo en que ambos se meten no sólo en la elegía, sino también en la poesía política, y los recursos que utilizan.
Y, como llevaba el librito, lo pusimos a él mismo en discusión. Leímos unos diez poemas, dos de ellos escogidos por Galán, uno por Herbert Galeano --quien lo acompañaba-- y unos siete al azar, incluidos dos sonetos. (Hay diez. El resto del libro es puro verso libre.)
Si algo puedo decir de Galán (y lo he dicho) es que su poesía es de una solidez indudable, con un conocimiento de la técnica tradicional y un excelente desarrollo de la propia. Es un placer leer cosas hechas de manera inteligente, con un gran control del texto, y a la vez capaces de emocionar casi hasta las lágrimas. Leer a un buen poeta, pues.
No voy a poner textos suyos, porque no se trata de eso. Puedo decir que me da orgullo que un amigo, un compañero y un compatriota escriba así, y que haya algunos que van por el mismo camino. Pocos, pero el camino no es demasiado ancho, ni necesita serlo.

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Nota bene: La portada del libro, la tipografía, el formato, incluso el muñequito de la tapa y los adornitos que vienen dentro, la solapa, todo, es exactamente igual en el libro de Galán que en los que se han publicado desde que se estableció el premio, en 1943. Hasta ahora, sólo un salvadoreño, José Roberto Cea, había estado en la lista del Adonais, con un accésit por su libro Códice liberado, en 1966. En la Wikipedia, hasta hace unos minutos, Cea aparecía como español en la lista del Adonais, y pues no, así que edité la entrada para darle su verdadera nacionalidad.

14 de marzo de 2007

Ego trip (un par de Menjívares)

He encontrado en internet, mientras descanso de la transcripción de notas en mi Denisekhine, varias cosas que había olvidado o que no conocía, después de buscar "Menjívar Ochoa" en Google, el ego trip del mes. (¡Se entera uno de cada cosa de uno mismo y de su familia...!) Pongo algunos links:
Aquí hay una nota de Telena, compañera de la revista Vértice que tenía una columna sobre libros y literatura. Es de 2002. Yo ya era coordinador de letras de Concultura, y ella me preguntó qué estábamos haciendo. Por ahora, le dije, talleres sobre temas específicos, para ver cuál es el nivel general de la gente a la que le gusta la literatura y para escoger a algunas personas para armar un taller de mayor alcance. (El que existe ahora.) Se mostró desconfiada; había estado en varios talleres en otras partes y había salido decepcionada. Le lancé un reto: asiste a un par y, si te parecen buenos, publica una nota. Estuvo en por lo menos dos: uno mío sobre estructuras narrativas y otro de Thierry Davo sobre Pedro Páramo. Le encantaron y cumplió con su palabra.
Aquí hay una pequeña reseña de Treize que no conocía. Está bonita. Hay también una cita siniestra del libro (y no la más siniestra). (Me avisaron, por cierto, y no daré detalles, que piensan armar por allá una mesa para analizar mi obra en francés y español. Estoy asustado, así que aprovechen, trolls, para escribir sus idioteces. Tienen sólo hoy, porque mañana ya se me habrá quitado el susto.)
Aquí hay un ensayo de la académica puertorriqueña Sheila Candelario en el que habla de Mediodía de frontera, de Claudia Hernández, y de Instrucciones para vivir sin piel, que conoció en español aunque sólo se ha publicado en francés. Interesantes sus puntos de vista.
Aquí, en pdf, hay una nota que escribí en Vértice acerca del asesino serial mexicano Goyo Cárdenas. Creo que por ese entonces andaban en la onda de endurecer las penas para los menores de edad o algo. Lo interesante es que Cárdenas fue ovacionado de pie por los diputados mexicanos, con todo y que era un criminal...
Aquí, también en pdf, en la página 15, hay un interesante artículo acerca de Álvaro Menen Desleal. Me citan con una frase, que me pareció excesiva cuando la dije pero muy en el estilo del Maestro: "En El Salvador siempre ha habido una cierta impermeabilidad a los buenos escritores." Me doy cuenta de que es cierto, pero sólo en medios muy reducidos y, digamos, poco afectos a la literatura y mucho al show biz.
Aquí hay un artículo del Dr. Menjívar (o sea mi hermano Mauricio, el menor), titulado "De ritos, fugas, corazas y otros artilugios: Teorías sobre el origen del hombre o de cómo se explica la génesis de la masculinidad". Bien interesante.
Aquí hay otro también de mi hermano, donde dice cosas interesantes acerca de la preservación de la memoria histórica.
Hay más, pero mejor sigo en lo que sigo.

11 de marzo de 2007

Bola de nieve

Me enviaron un link para un sitio cubano donde, entre otros, hay un documental acerca de Bola de Nieve, el cantante cubano. Excelente. También se puede encontrar en Google Videos, aquí. En el primer siti0 --basta con darle una ojeada para enterarse de que no es precisamente procastrista-- hay otros videos interesantes, en este link. Hay uno, que veré después, con entrevistas a Reinaldo Arenas, Guillermo Cabrera Infante y otros.
Para la gente sensible al anticastrismo, aquí hay un video musical de Paris Hilton. De nada.

La Inquisición, contra Jon Sobrino

Sí, el Vaticano anunció una sanción contra el jesuita Jon Sobrino (callarlo, ni más ni menos) por afirmar demasiado la humanidad de Cristo y no destacar su carácter divino. En el mismo mundo, protege a sacerdotes que destacan demasiado su propio lado humano, digamos los que han sido acusados de pederastia, perversión de menores y cosas quizá no tan importantes para los que buscan la pureza de una doctrina, no la verdad de las cosas, cierta verdad al menos.
Dejé de ser creyente (o como se pueda decir) mientras estudiaba con los jesuitas, quizá porque con ellos aprendí a pensar un poco más allá de los dogmas. Me parece que lo de Jon Sobrino, tanto como las vigas en el ojo del Vaticano, es simplemente indignante y bajo. Allá ellos con sus leyes, y uno en lo suyo.
Reproduzco la nota que La prensa gráfica publica al respecto, que puede hallarse en este link.

El Vaticano sanciona a sacerdote Jon Sobrino
Se le acusa de no afirmar la conciencia divina del Jesús histórico

Enviado en el Vaticano: Javier Espinoza

El teólogo jesuita Jon Sobrino ha sido sancionado por la Congregación de la Doctrina de la Fe por “falsear la figura del Jesús histórico al subrayar en demasía la humanidad de Cristo, ocultando por el contrario, su divinidad”, confirmaron ayer fuentes del Vaticano a LA PRENSA GRÁFICA.
La condena, que se hará pública el próximo jueves, le prohíbe impartir clases en centros eclesiales o publicar libros con la editorial nihil obstat de la autoridad de la Iglesia, “es decir, el silencio más absoluto”, opina un editorial.
“Estoy cansado de estas cosas que distraen mucho de mis ocupaciones”, fueron las palabras que Sobrino dijo al teólogo Evaristo Villar, colega cercano del jesuita, cuando le preguntó cómo se sentía tras la noticia.
Sobrino y la Compañía de Jesús, a la que pertenece, conocen desde hace meses el contenido de la nota vaticana. Roma le solicitó al teólogo que rectificara por escrito antes de condenarle.
Según el rotativo español El Mundo, Sobrino informó sobre la misiva a su superior, el padre Kolvenbach, prepósito general de la Compañía de Jesús, que le contestó: “Piénsatelo y cualquier decisión que tomes será apoyada por la Compañía”. Sobrino no rectificó.
A pesar de que la carta está firmada por el actual director de la congregación, el cardenal Joseph Levada, las inquisiciones contra Sobrino comenzaron desde antes, cuando el órgano del Vaticano estaba dirigido por Joseph Ratzinger, el Papa de turno.
Se le acusa de “no afirmar abiertamente la conciencia divina del Jesús histórico”.
Para Evaristo Villar, director de Redes Cristianas, la sanción contra Sobrino va más allá de una carta y ciertas prohibiciones contra el religioso.
Esta no es la primera vez que el Vaticano acusa de disidente de la teología tradicionalista a un miembro de la Iglesia. Durante el papado de Juan Pablo II, 140 teólogos fueron silenciados, incluyendo a Leonardo Boff, otro exponente de la teología de la liberación.

8 de marzo de 2007

La muger en 1611

Ya hice un homenaje a mi mujer en 2007. Ahora recordemos lo que era "la muger" en 1611, según el Tesotro de la lengua castellana o española, de Sebastián de Cobarruvias, autor del primer diccionario de la lengua, en 1611.
La edición facsimilar la compré en México hace unos años por una ridiculez (como seis o siete dólares), y cada vez que necesito reírme un rato, o indignarme, o pasar el rato, le doy una leída.
Basta con hacer clic en las imágenes para verlas en un tamaño legible.
Y me voy a firmar contrato a Concultura. Un año más, un año menos, según.

El día en que Krisma se cortó el cabello

Pues sí, fue el día en que comenzamos a vivir juntos, el 27 de noviembre de 2002. Me tocaba corte de cabello, y ella dijo: "Vamos, pues, yo también." La primera foto se la tomé en la mañana y la segunda por la tarde.




Y la que sigue es parte de una serie de un montón, tomada en agosto de 2002. Varias de ellas se han publicado ya, incluso en la solapa de Viaje al imperio de las ventanas cerradas.

7 de marzo de 2007

Fotos porque sí


La abuela Mina y mi hija Eunice, de unos dos años de edad, en el Desierto de los Leones, en México. (Sería en 1989.) Obviamente la abuela trataba de que Eunice le diera la mano para caminar, y obviamente Eunice no quería dársela, porque siempre fue bien independiente. Y la abuela también tenía su carácter.


Yo, desde luego payaseando para la foto, con dedo en el mentón y todo, en el restaurante Boca del Río de la calle de San Cosme, en el Defe, en 1998. Así usaba el pelo generalmente, quizá un poco más largo. Esa camisa me duró aaaaaaños.



Mi padre y mi madre en julio de 1998, en mi departamento de San Miguel Chapultepec. Y mi padre, como siempre, leyendo.
Y ya.

Los guardaespaldas

Durante buena parte del día de ayer, el vecino tuvo visita, supongo que importante, porque había como seis guardaespaldas rondando por todos lados, todos armados, uno de ellos con una evidente Uzi. Llegó a casa a visitarnos Aquél Cuyo Nombre Etcétera, y se pusieron nerviosos, y uno de ellos se puso lo más cerca que pudo de la casa, o sea en un arbolito a un lado de la cochera. Natasha, muy en su papel y muy seriecita, se puso a cuidar el carro de Aquél Etcétera, y el guardaespaldas no se acercó más.
Incomodísimo. Además debían estar de pésimo humor, porque hacía un viento de los mil diablos y... bueno... para los estándares salvadoreños, un frío terrible de unos 22 grados. Y más incómodo debió ser porque Aquél me dio un aventón a Los Planes, fue a dejarme a casa y se fue a la suya, todo en cosa de diez minutos. Un hormiguero porque alguien sale a la farmacia a comprar lo que haya comprado. (¡Sufran, víboras, que no voy a decirlo!)
En homenaje a estos servidores, pongo en La mancha en la pared un fragmento del Manual del perfecto transa dedicado a ellos y a sus patrones, con todo el respeto del mundo. (Y con más respeto si se puede; ellos están armados, y yo sólo llevo mis llaves y... uh... el poder de la palabra, chale.)

6 de marzo de 2007

Y más gripe

Y ayer peor que anteayer, y hoy es todavía una hipótesis. Y escribo con lágrimas en los ojos (¿y dónde más, menso?) porque todavía no me tomo el respectivo Panadol, así que se puede decir que para escribir, en los últimos días, he tenido que llorar. Si fuera poeta, ese hecho sería la comprobación de muchas cosas que por sabidas se callan; como sólo soy narrador, nada más puedo hablar de una gripe del carajo. (A los poetas no les da gripe. Sépase. Es otra cosa. Cada uno le llama diferente: "Se me enfermó la musa", "Es la emocionalidad que se me sale hasta por la nariz", "Es que escribí un poema largo; así me pasa".)
Ayer, entradita la noche, caí fulminado --más que dormido-- durante varias horas. Me desperté tan lúcido como fue posible justo en el momento en que Krisma se iba a dormir. Así que puse el Universal Channel y me dediqué a ignorarlo mientras escribía un par de detalles para la Wikipedia y a pasaba en limpio (ahora sí en la Vaio que, ojo, es verde) otro trozo de lo que llevo escrito en mi Denisekhine. Me asusté: diez páginas a mano se han convertido en treinta a máquina (con algunos complementos, un par de ellos sacados de este blog), y llevo escritas a mano casi cien... Si sigo así, unos apuntes personales se van a convertir en una Comedia Humana. (A ver si llego a la parte de la piel de zapa.)
Lo bueno de la Vaio (verde, ejem) es que me permite escribir tirado de panza en el piso, sentado al pie de un sillón con la compu puesta sobre el mismo, con la compu en el descansabrazos y yo cómodamente sentado. Aunque es una laptop (es decir: para poner sobre el regazo), por el lado izquierdo sale aire caliente, y no me voy a hacer eso; ni siquiera la literatura lo vale.
Hay un problema: la señal del router inalámbrico, por algún motivo, no entra en las recámaras, y apenas llega al comedor. Si quiero estar conectado a internet con la Vaio (verde), debo estar en la sala, lo más lejos. Y la tele encendida es una compañera que está conmigo desde hace años, aunque haya cambiado de país, de modelo y de tamaño. Me ayuda a no pensar con tanta rapidez (aunque con gripe... bueno... no soy Flash es sus mejores momentos) y evita que la cabeza se me ponga demasiado densa (aunque con gripe, etcétera). Es casi un vicio, pues, de las épocas en las que vivía solo.
Hoy, por cierto, y sin nada que ver, en Universal Channel, a las 8 de la noche, termina un excelente reality show, dirigido por Stan Lee (¡sí, el creador de Spiderman y los X-Men y Hulk!), llamado Who wants to be a superheroe?. (Sí, ya sé quién ganó, pero quiero saber cómo.) Sensacional, porque en general no se han dedicado a hacer tonterías; la medida no es la cantidad de fuerza o poderes o carisma o zancadillas, sino la ética del superhéroe. Y ya sólo quedan tres, al menos en la versión para América Latina (en "la otra" ya van a empezar la segunda temporada). Stan Lee comenzó a expulsar gente en la primera media hora del primer programa. Una de las pruebas "clave" fue darles 20 dólares y mandarlos a comprar el almuerzo... De allí salieron lecciones severísimas. No por lo que coman los superhéroes, sino porque debían mantenerse en su papel y no perder su identidad secreta. De siete, sólo dos la pasaron: ¡Ah, la humana necesidad de confesar...!
Otra serie que me está gustando es Shark, una de James Woods haciéndola de fiscal de distrito, luego de una carrera de abogado defensor marrullero que defendía a quien le pagara mejor. Woods es un magnífico actor de cine, y dudaba que pudiera hacerla bien al pasar a la tele, pero la hace bien. A Vincent d'Onofrio, Law & Order: Criminal Intent le queda como camisa cuatro tallas más pequeña; quizá Woods sea un actor mucho más versátil.
Y ya que estamos en ésas, Tony Shalhoub siempre fue un excelente actor, pero nunca pudo pasar de los secundarios en las películas. Hay gente que sirve para cargar películas a sus espaldas, hay gente que no. Pero en Monk está que ni mandado a hacer. Otro que es buenísimo para los secundarios, y actúa mejor que muchos protagónicos, es Ed Harris. La ha hecho de todo, desde militar ético hasta psicópata desatado. Pero uno lo ve en Pollock y, sí, su dirección es excelente. Da el papel, pero bien pudo hacerlo Bruce Willis con mejor fortuna. No es que Harris no sea sensacional: es que no funciona como protagónico. Quién sabe qué se necesite para eso.
Voy por mi Panadol. De verdad no vuelvo a escribir con una de ésas entre pecho y espalda, y menos bajo los efectos del Rivotril y la coca de dieta.

5 de marzo de 2007

Antihistamínicos y otros rivotriles

El post anterior lo titulé "cisas peronales", y algo habrá tenido que ver el Rivotril. Pensé: "Bueno, mi mamá hacía cisas en la ropa. Termino costurerístico, pues. Ni idea de lo que eso significaba, así que me fui al DRAE y resulta que ella lo que hacía era sisas:

sisar.
De sisa.
1. tr. Cometer la defraudación o el hurto llamado sisa1.
2. Hacer sisas en las prendas de vestir.
3. Acortar o rebajar las medidas de los comestibles en proporción al impuesto de la sisa.
4. Preparar con la sisa lo que se ha de dorar.

Y pues como mi mamá, que yo sepa, no comete fraudes llamados "sisal" (qué raro: "sisal. m. Fibra flexible y resistente obtenida de la pita y otras especies de agave, del sureste de Méjico y partes de América Central"), ni acorta las medidas de los comestibles en proporción al impuesto de la sisa, me voy directo a la palabra "base":

sisa.
Del ant. fr. assise, impuesto.
1. f. Parte que se defrauda o se hurta, especialmente en la compra diaria de comestibles y otras cosas.
2. Corte curvo hecho en el cuerpo de una prenda de vestir que corresponde a la parte de la axila.
3. Impuesto que se cobraba sobre géneros comestibles, menguando las medidas.
4. Mordente de ocre o bermellón cocido con aceite de linaza, que usan los doradores para fijar los panes de oro.

En otras palabras: sí, me equivoqué. Quería poner "cosas" y me salieron mordentes de ocre o bermellón cocido, pero con falta de ortografía.
Claro que lo de "peronal" no tiene perdón de Dios...
Otros errores: "terribele", "coimo", "cpm" en lugar de "con", "siemprr" (bueno, ésa debe ser klingon), "asií", "lirtatura", "lñas", "tecldo", "jukega a ss juefos", y la culminación: "Hpta de dormir hasta tarfe. Ya neremos."
No vuelvo a escribir dopado con Rivotril, antihistamínicos y coca de dieta, después de ver The Final Cut.

Gripe, Rivotril y cisas peronales

Valeria ha estado en los últimos días un poco agripada. Nada serio, excepto algo de tos durante tres noches, un poco de jarabito y Vick y listo.
A Krisma y a mí nos empezaron las molestias anteayer, y fui a los quince años de Silvana porque algo así no se lo pierde uno. Dicen que las gripes transmitidas por los bebés a los adultos son terribles. No sé cuál sea el fundamento, más allá de las consejas de abuelitas --que casi siempre resultan ciertas-- pero, Panadol y té antigripal de por medio, me siento más o menos de la patada, y me da la impresión de que Krisma tendrá mañana su dosis de lo mismo (hasta ahora ha sobrevivido con estoicismo).
Con 2mg de Rivotril y todo, no he podido dormirme. Es decir: estaba viendo la tele y se me cerraban los ojos, y hasta me quedé dormido un par de horas, llegué a la cama y no podía respirar. No por Krisma, que es uno de los motivos fundamentales para seguir respirando. Otra Panadol y, mientras espero que haga efecto, escribo este post y me he puesto a pasar en limpio el texto en el que estoy trabajando en mi "denisekhine".
Ya llegué a un punto interesante: abro el cuaderno al azar, leo y no reconozco como mío lo que hay allí. Sé que lo es, pero las palabras son "de otro", lo mismo que lo que dicen esas palabras. Como es la primera vez que escribo algo totalmente autobiográfico (no, no son mis memorias; ésas se las dejo a quienes merezcan escribirlas), veo algunas cosas:
1. Escribir por exorcismo o catarsis es una maravilla, pero no lo es todo, uy se corre el riesgo de caer en el patetismo o la autolástima. Es como un psicoanálisis, pero sin la interferencia del psicoanalista, y uno puede ir descubriendo causas y efectos que hasta el momento de releer no eran obvios.
2. He estado escribiendo porque tengo una cosa psicosomática de la que no voy a hablar. (Mi diario personal no es tan personal, disculparán. Si alguna vez publico el libro se enterarán.) A medida que avanzo, la enfermedad mejora. Bueno, no, el que mejora soy yo; la enfermedad remite un poco. Dejo de escribir unos días y empieza a agravarse, vuelvo a escribir y me pongo mejor. Freud dirá lo que quiera en cuanto a causas y efectos y todo ese rollo enredado que elaboraron sobre todo sus seguidores. Pero de que era un maestro del método, lo era.
3. Como complemento a lo anterior, a veces tengo que escribir cosas con las que no me quiero enfrentar, porque duelen. Los trastornos se ponen más severos mientras estoy escribiendo, pero sé que debo seguir hasta terminar el pasaje, o me voy a sentir mal físicamente durante dos o tres días. Esto es: una vez se echa andar la bolita, no hay modo de pararla.
El bienestar que me produce la ficción es diferente al que me está produciendo lo que hago. Al escribir una novela soy feliz, estoy siendo feliz; cuando la termino soy más feliz aún, y cuando la leo después de publicada ya no hay medida de felicidad. Lo que estoy escribiendo me produce alivio, quizá mñas profundo que la felicidad, y estoy logrando ver la etstructura de un pedazo de vida que creía caótico. Pero no hay caso: hay la vida, y de algún modo debe ser coherente.
Hoy volví a ver The Final Cut, uno de los mejores papeles --si no el mejor-- de Robin Williams. (Lo pondría a competir con One Hour Photo, quizá con Jacob the Liar y, ¡claro!, con la breve aparición en The Secret Agent, donde no aparece su crédito. ¡Qué papel tan perverso y bien ejecutado!) Aunque el final de The Final Cut es precipitado, y la justificación que se le da es bastante maniquea, me encanta todo el asunto de cómo funciona la memoria.
Estoy trabajando con recuerdos, nada más. Algunos son clarísimos, pero a compararlos con otros hay algo que no checa. Otros no los tengo claros, pero hay cosas que debieron pasar por simple heurística. Y a veces creo que invento detalles, pero en el momento en que pasan al texto pasan, también, a convertirse en recuerdos reales.
En The Final Cut hay un recuerdo espantoso que sigue a Robin Williams, y por fin logra "verlo" gracias a un chip que traía implantado desde antes de nacer. Y lo que pasó no era tan terribele, y no como lo recordaba a fuerza de repeticiones a lo largo de los años. Creo que no estoy cayendo en eso, porque cruzo datos que vienen de todos lados, y necesitaría de demasiados falsos recuerdos para que las cosas no sean más o menos coimo las recuerdo. El cuerpo ayuda también: uno evoca y hay sensaciones físicas que confirman que "eso" (lo que sea) pasó
Estoy tratando de meterme lo menos posible con el sexo; siempre puede ser un distractor, y los eventuales lectores podrín confudir cpm hechos más importante. Además hay tanto que contar... Ya precisaré un poco mas; con las ochenta o noventa páginas que llevo, siemprr hay algo que le lleva a uno la contraria. Y pues asií esto de la lirtatura.
Ya se me cruzan lñas letras, las ideas y el tecldo; le Rivotril jukega a ss juefos. Hpta de dormir hasta tarfe. Ya neremos.

4 de marzo de 2007

Quince años de Silvana

Silvana, hija mayor de mi hermana Lorena, cumplió quince años hace unos días, y se los festejaron ayer, con salón, vals, cosas de color de rosa y pastel. La mayor parte de los asistentes eran familiares maternos de Lorena, a quienes --con excepción de su mamá, con quien hemos platicado varias veces-- no conocía. Lorena tardó en llegar al salón, porque hubo dos choques en el camino de Mejicanos a la colonia Layco, con el congestionamiento consecuente, así que durante media hora --¡y eso que llegué tarde!-- tuve que asilarme con Silvana y con doña Emma, su abuela.
Hubo un problema serio: ¿qué regalarle a una muchacha que desde los once años trabaja como violinista clásica? Lo lógico era un disco de Bach o Vivaldi, sus favoritos, pero los tiene todos, o casi. Y, si no, tiene las partituras, que lee a primera vista. Así que hice lo que generalmente hago: regalar algo que me guste mucho. Le llevé el álbum de "música de arte" latinoamericana que comenté hace unos días, y estuvimos hablando un rato de la música de German Cáceres. Después, pláticas y más pláticas con Lorena, Boni (su esposo), doña Emma, Silvana y su hermana Andrea, que es también un dechado de talento(s). En unos días tiene su audición para entrar en la Sinfónica Juvenil como cellista; toca el instrumento desde hace cuatro años, y tiene 12 recién cumplidos.
Bonita noche. Me hace falta una familia cercana (además de la inmediata, que me parece maravillosa, y la que uno se va creando, igualmente maravillosa), y con Lorena, sus hijos (está Javier, el menor), su esposo y su mamá la estoy teniendo. Una buena noche.


Silvana en la entrada del salón, recibiendo a los invitados. Nótese la sonrisa: no se la quita ni para dormir.



Aquí, bailando el vals con Boni, su papá. Fue un esfuerzo heroico: ambos son bastante malos para bailar, pero lo hicieron con toda propiedad. ("Y eso que no ensayamos", me dijo Boni, todavía jadeante, más de nervios que de cansancio.)


Silvana baila con uno de sus tíos, y al fondo Boni hace lo propio con Andrea.


Javier, el menor de los hermanos (poco más de dos años; es cinco meses menor que Valeria), baila el vals con una prima. Hemos hablado por teléfono varias veces, y es muy comunicativo, pero las veces que nos vemos en persona permanecemos en silencio (como ayer), viéndonos, yo haciendo gestos con ojos nariz y cejas, y él con una seriedad mayor que la de Andrea, que ya es de palabras mayores. Me queda el consuelo de que ayer no lo vi hablar con nadie más. Ya tendremos oportunidad.


Boni, Silvana, mi hermana y Andrea. Detrás de ellos, invisble, el pastel.


Silvana con doña Emma Santillana, su abuela y mamá de Lorena. ¡Y un vislumbre del pastel! Estuvo buenísimo.

3 de marzo de 2007

Business as (un)usual

Semana de trabajo y más trabajo, además de escribir y más escribir.
Ya tengo una parte del material "en bruto" (¿y cómo más podría ser?) de lo que estoy escribiendo en el cuaderno de Denise (un verdadero "Denisekhine"), pero empecé a ponerme repetitivo y a perder el rumbo después de unas ochenta o noventa páginas a mano, con mi --ejem-- Parker 45. Así que ayer comencé a pasar en limpio lo que va, en la compu (no, no en la Vaio verde; veo que estoy lleno de fetiches), para ver qué me está pidiendo el texto. Y me doy cuenta de que lo que he escrito en el último mes es apenas el hilo conductor de algo más amplio. Por lo que intuyo, habrá que insertar cosas aquí y allá, contrapuntos, en la intención de fijar causas y efectos y más hilos conductores. Creí que llevaba una estructura lineal, pero voy a tener que empezar a dar brincos temporales como los que tanto me gustan, a veces saltos de treinta o cuarenta años de un párrafo a otro, para que el asunto tenga sentido. (Algo así hice en Tiempos de locura, pero la intención era radicalmente otra.)
Lo mejor es que aquí, en este blog, están muchos de los materiales que van a "contrapuntear" la historia principal. De algo sirve llevar un diario personal, que muy pocas veces llevé. (Para mí este blog no ha dejado de ser un diario personal; si alguien piensa que es más que eso, su libre derecho y que haga el suyo con la idea que mejor le parezca.) O sea que voy a ordenar los materiales del blog en un archivo de texto y habrá partes con las que haga copy/paste y luego ajustes de estilo, ampliaciones, etcétera. Lo que veo es que son ya más de 400 posts, y me llevará un rato seleccionar qué materiales sí y qué materiales no.
He aprovechado que sigo siendo escritor en Wikipedia --retiraron la consulta de borrado-- para escribir allí algunos artículos y colaborar en otros. Podré hacerlo nada más lunes y martes, días de mi descanso, aunque chamba no falta para esos días. Hay una comunidad pequeña pero interesante de wikipedistas salvadoreños que trabajan en un portal referido al país, y hay todo un proyecto para armar una historia nacional, con sus cosas y gentes. A paso de hormiga, desde luego. Hay discusiones constantes y a veces fuertes, pero hay discusiones, y se resuelven democráticamente, por votación o consenso, como es el carácter de Wikipedia. Si algo falla, están los bibliotecarios, el equivalente a un consejo de ancianos, que decide lo que parece correcto para la comunidad y, sobre todo, para la historia.
Conocí la Wikipedia, o más bien lo que significa, porque la había visto desde antes, hace más de tres años, casi cuatro, en la oficina del siempre querido y siempre extrañado Ernesto Richter, cuando él dirigía el programa Escuela 10 del Ministerio de Educación, y yo era coordinador de letras. Estábamos en edificios anexos, y a veces lo visitaba por las tardes, cuando él iba de salida y yo trabajaba horas extra en los proyectos para La Casa del Escritor. Me sorprendió que quien fuera, absolutamente quien fuera, pudiera llegar y escribir un artículo, y que cualquiera pudiera modificarlo. Me pareció que era terreno para abusos, como a veces lo es, pero a la larga lo que se ha formado es un comunidad sensatamente regida y jerarquizada, que cuida una obra que es, literalmente, de todo el mundo. Ese mismo día me puse a jugar un rato, modificando algunos artículos, precisando otros, ampliando otros, de manera anónima, porque no sabía que uno podía registrarse con tanta facilidad. Luego me registré con un nombre y una clave que he olvidado, luego con otros, y hace unos meses puse mi nombre y apellidos. Ahora estoy aprovechando los ratos libres para trabajar en algunos artículos sobre temas que más o menos conozco (hay materiales de Tiempos de locura que no usé, y de allí derivan otros varios) y, en fin, contento.
Contento también porque, después de tantos años, hoy por fin supe quiénes son los inventores o posibles inventores del clip para papeles, que para mi gusto es una de las genialidades de la humanidad, más incluso que la hamburguesa doble con queso amarillo y la pizza mexicana (queso oaxaca, mole negro, aguacate y rebanadas de tomate; a veces le ponen jalapeños, que me parece un exceso). Copio la nota de La Prensa Gráfica:

Los estadounidenses Cornelius J. Brosnan y Samuel F. Bay, en 1867, fueron los primeros en patentar la idea de un clip para papel, al que se llamó “Konaclip”. Sin embargo, fue Gem Manufacturing Ltd., de Inglaterra, la empresa que diseñó y sacó al mercado el clip con la forma tradicional de dos óvalos que se utiliza actualmente, a finales del siglo antepasado. Actualmente se encuentran de diversas formas y tamaños.
Al principio, estos instrumentos eran utilizados para sostener trozos de tela, pero cuando se obtuvo la patente se reconoció que también podían utilizarse para sujetar papel.
En Noruega también aseguran tener al inventor del clip: Johann Valer. Él era estudiante de electrónica, matemáticas y ciencias en 1899. Incluso le han dedicado el monumento de un clip gigante en la ciudad de Oslo, erigido en 1989, un centenario después.

También he estado trabajando música ("musiquita", para no herir sensibilidades) para el corto que está en edición, y también para una comedia romántica que escribió Rebeca Torres. La semana próxima comienzo precisamente en la edición del corto. Había ya una estructura bien pensada, pero la escena del sábado pasado salió tan bien que quizá haya que modificarla. Ya veré. Y hacer más... uh... musiquita.
Hoy cumple 15 años mi sobrina Silvana, hija de mi hermana Lorena, así que esta noche no cuenten conmigo (si es que pensaban en contar conmigo). Como esa parte de mi familia es un club de abstemios empedernidos (igual que yo), espero que no me ponga muy loco con el agua de limón o de horchata; se han visto cosas graves bajo su influencia.