29 de enero de 2009
27 de enero de 2009
Fotos de paso
¿Quesos con olor de santidad? Naaa... (¡Esta foto es para que me la envidie Plaqueta!)
2. Club de Leones.
Esos dos están allí desde que tengo memoria, pero nunca los habían pintado de color tan feo. En algún momento (1970) las Damas Leonas les pusieron una placa, pero ya existían los mismos dos leones machos, uno junto al otro, igualitos, pero uno más bajo y el otro no es leona, en serio.
3. ¡Noches de Gloria!
No, no es un lupanar. Ni siquiera una cervecería. Es un predicador con aires de Ricky Martin a través del cual, claro, Jesús te sanará. (Quién sabe si sea el mismo Jesús de los quesos.)
4. Detalle.
Mi pantalón de mezclilla visto muuuy de cerca.
5. Instituto El Salvador.
Allí estudió mi padre, junto a la iglesia de San Francisco (donde hice la primera comunión, entre otras cosas.)
6. Capilla.
La capilla del Colegio Externado de San José vista desde PriceSmart. Allí estudié yo, y desde ese ángulo no ha cambiado; desde el otro sí, porque el edificio principal del colegio se cayó en el terremoto de 1986. El guardia en la torre de vigilancia es de PriceSmart, y no está allí para que uno no se acerque al colegio. Ah: la arquitectura de la capilla provocó serios escándalos entre la gente bien, por su diseño hereje (vamos, eran los sesentas en un país muy chiquito), y porque fue la primera iglesia que hizo una misa "amenizada" por una banda de rock. Los jesuitas tenían lo suyo...
6. Juan Pablo II y Monseñor Romero.
Ahora hacen esquina, pero, hasta el asesinato de Romero, el papa se encargó de hacerle la vida de cuadritos, y mandó a todo el que pudo para que no siguiera con su prédica. Según un par de teólogos, la iglesia católica prácticamente lo dejó solo y lo convirtió en objeto de cacería: es del que lo pesque. Y pues lo pescaron.
7. Turista en tu propia tierra.
Buena campaña, medios un tanto... uh... paradójicos.
8. Foto movida.
Unos edificios en la zona de la Alcaldía. Viví cerca de allí hasta los ocho años, y pasaba todos los días desde el kinder y, luego, desde un espantoso colegio llamado Corazón de María (la mamá del niño de los quesos, pues).
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25 de enero de 2009
"Violeta sigue", un lema genial
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19 de enero de 2009
Paquete de por allá
Mi experiencia era mala. No por los de Amazon, que siempre han sido muy correctos, sino por el correo mexicano. Hubo paquetes que llegaron abiertos, se robaron un par (no sé si eso siga pasando, pero era muy frecuente en aquellos ayeres) y con Barnes & Noble tuve mala suerte: encargué el segundo tomo de los prólogos de Bernard Shaw, me lo cobraron, juraron que lo habían enviado y... el libro no existía. Estaba agotado. No lo tenían ni lo habían enviado. Mandé un par de cartas y, cuando por fin me contestaron, de mala gana y en feos términos me reintegraron el dinero... menos los gastos de un envío que no habían hecho.
Hace poco menos de tres semanas me atreví y pedí algunas cosas; el correo salvadoreño es bastante bueno --o mejor que todos los otros de los que tengo noticia-- y varios amigos compran en Amazon sin problemas.
Y lo que pedi no fueron novedades, ni mucho menos. En onda borgiana, llega un momento en que uno se dedica a releer, y en este caso a reoír y rever. No sé si haya llegado a ese punto, pero aquí está el reporte de lo que me llegó hoy, y que ya estoy disfrutando.
No creo exagerar si digo que Pop. 1280 (traducida como 1280 almas) es la mejor novela negra que se haya concebido, escrito, publicado y leído, y muy, muy cerca de ella pondría El largo adiós, de Raymond Chandler; los cuentos del "Detective de la Continental" y Cosecha roja, de Dashiell Hammett, y desde luego They shoot horses, don't they?, de Horace McCoy, que comentaba por aquí hace unos días. (Hay más: Un ciego con una pistola o Todos muertos o Por amor a Immabelle, de Chester Himes; El cartero llama dos veces, de James Cain, etcétera, pero no llegan a esos niveles ni son tan... uh... paradigmáticas, digamos).
Lo interesante de Pop. 1280 es que rompe con el rollo de que la novela negra es sinónimo de novela detectivesca, como querían Hammett --el creador del género-- y Chandler --su profeta. Ni siquiera debe existir un policía, un patrullero, un curioso que quiere averiguar quién mató al canarito de Mrs. Heavybottom. Y el protagonista, desde Thompson, no tiene por qué ser el bueno de la película, incluso en los difusos márgenes de bien y mal que maneja el género.
El protagonista de esya novela es el sheriff de un pinche pueblo del sur de Estados Unidos, con una población de 1280 personas, como lo señala el cartel que está a la entrada de la calle principal, que seguro es la única. Se acercan las elecciones y él quiere quedar nuevamente, pero sabe que es imposible: no sólo hay un mejor candidato, honesto y con mayor credibilidad, sino que el protagonista --que es quien cuenta la historia en estricta primera persona del singular-- es lo más parecido que hay a un mal tipo. Corrupto, racista, de un machismo asqueroso, vengativo, cínico, sabe que en unos días se le acabarán sus dos mil dólares anuales --"más lo que pueda pescar por allí"--, vivienda gratis en la segunda planta de la corte de justicia y, lo más importante, un baño privado, uno de los muy pocos que existen en el pueblo, con regadera, retrete y todo. Y debe tantas que están a punto de estallarle en la cara, con lo que no sólo perderá los privilegios, sino que puede terminar en la cárcel o, en el mejor de los casos, lejos de allí, sin un centavo y sin saber hacer nada más que cosas feas para ganarse la vida.
Así que se pone a ver cómo ganar unas elecciones imposibles, y para eso usa las calumnias más viles --sabiamente propaladas--, golpea, amenaza, se alía más con el Diablo que con Dios y... bueno... hay que cambiar en el cartel la cantidad de personas que viven en el pueblo, y no precisamente a la alta. Todo ello escrito en un lenguaje ante el cual sólo hay de dos: tirar el libro a la basura o comérselo completo. En mi caso lo he leído media docena de veces, y lo he tenido dos --ésta es la tercera--; la primera se la regalé a mi padre, ya bastante deteriorada, y la segunda aún no me la han devuelto ("Este viernes sin falta, en serio").
En novela negra tengo dos maestros: Rafael Bernal (El complot mongol) y Jim Thompson, por varias de sus novelas. Sus personajes son maravillosos: obsesivos, sin escrúpulos y a la vez inocentes, golpeados hasta el borde de la insensibilidad y sin embargo inteligentes, y sin embargo, en el fondo, buenas personas. Su libro más famoso, Texas by the Tail, es otro de los grandes del género (y no digo "de los grandes clásicos" porque es un libro vivo, y "clasico" a veces suena a polilla instantánea, que me perdone Spielberg). Su autobiografía, Rough Neck, es uno de los libros más desconcertantes que he leído, y quizá más apasionante que la mayoría de sus novelas. En apenas unos minutos ya me leí un par de capítulos de Pop. 1280. Si la encuentran, no la dejen pasar.
Y todos tenemos, desde luego, nuestro lado fresa. Una parte del mío son ciertas películas que veo una y otra y otra vez, hasta que Krisma me dice que ya, que es la tercera vez en la semana y que no acapare la tele. Es el caso de Legalmente rubia. Si está, la pongo y la veo, no importa si está enpezando o va a la mitad. (Todavía no me sale vien el "Bend and Snap", pero qué diablos.) Otra, que me regalaron unos amigos, es The Princess Bride. Otra, Miss Simpatía, la primera. Otra que no veo desde hace un par de años (treinta o más veces han sido suficientes hasta ahora) es El quinto elemento. Ya me pasó la etapa de Aladdin, El rey león, Shrek (1 y 2), Lilo y Stitch y Toy Story, quizá porque allí tenemos las películas y necesito tomarme un aire después de verlas tantas veces.
Pero en un lugar especial está The Breakfast Club, el paradigma del teenage movie gringo de los ochenta. La he llegado a ver tres veces en dos días. (Claro que fue cuando la conocí...), y cada vez la pasan menos por el cable, así que la pedí también.
La historia es simple: cinco chavos totalmente diferentes (un nerd, un "criminal", una chica fresa, un deportista y una... uh... no sabría cómo calificarla) tienen que llegar un sábado a la escuela durate toda la mañana, castigados, y son vigilados --o descuidados-- por un maestro mediocre que a su vez se siente castigado, pero el único poder que tiene sobre los chavos es ser su carcelero.
De manera previsible, los cinco chavos chocan inicialmente y luego van haciendo una amistad bastante particular. Chida película, sin muchas complicaciones, pero de tanta profundidad como uno esté dispuesto a encontrarle. La tradujeron al español como El club de los cinco. No recomiendo ésa ni otras porque ya sé que el political correctness dice que un escritor casi cincuentón, con un chorro de libros publicados por todas partes, debe ser serio y circunspecto e ir más bien por el lado de Rojo, Azul y Blanco, que en general me pudren. Pero igual pueden dejar un rato el cine vietnamita o malgache y ponerse a ver ésta. (No se pierdan la escena del baile en la biblioteca.)
The Rocky Horror Picture Show es otra frecuencia. Filmada en 1975, durante muchos años se mantuvo en los círculos underground no sólo de Estados Unidos, sino de todas partes. Vaya: hay cadenas de cines gringos en las que todavía está prohibido pasarla, y ordenanzas municipales y todo el asunto.
Lo que más me gusta de la película es la música; rocanrolito puro. De hecho me gusta más cómo les quedó la música en la versión original para teatro, pero no me quejo. (Tengo aquí la colección completa de la música de las versiones, como ocho, y las oigo con cierta regularidad. Genial en cualquiera de sus formas.)
La historia es... bueno... muy setentera, si me preguntan. Un travesti del planeta Transilvania (¿?) crea a una criatura que es un fisicoculturista medio estúpido al que bautiza como Rocky. El travesti es, desde luego, el doctor Frank N. Furter, o sea un juego de palabras que tiene que ver con salchichas. A una pareja de recién comprometidos (el papel femenino está a cargo de Susan Sarandon, en su primera aparición protagónica) se le arruina el carro, después de asistir a una boda, y en medio de una tormenta se encuentra con un castillo siniestro donde se hace una reunión de gente de Transilvania para celebrar el nacimiento de Rocky, a quien el doctor Frank N. Furter no quiere precisamente para discutir a Schopenhauer.
En fin, travestismo, bisexualidad, homosexualidad, machismo, lo que sea, son tratados de una manera bastante irreverente --y a veces dolorosamente acertada--, y la música simplemente no tiene madre.
La tenía en videocassette, la perdí y la pirateé también en videocassette, hace unos meses la bajé en formato AVI y, lo lamento, la piratería no fue suficiente, así que la mandé traer.
Comentábamos hace unos meses con Salvador Canjura, Osmín Magaña y Aldebarán que quizá con esta película se abre oficialmente, en el cine, el asunto del entonces llamado "tercer sexo", y se le da el carácter de tema válido para una película, en una época en que las simples insinuaciones resultaban escandalosas. Y sólo con esa desfachatez y ese sentido del humor violentísimo --¡y esa música!-- podía tener el impacto que tuvo y aún tiene. Quizá es un equivalente, mucho más fuerte, a Jesucristo superestrella, prohibida por el papa Pablo VI y denigrada por cuanta asociación católica de damas, caballeros y jóvenes reprimidos se le puso al paso. La diferencia es que JC envejeció, aunque sea un parámetro y uno de los mejores musicales que se han hecho; creo que The Rocky Horror Picture Show sigue vigente.
Ah: creo que Tim Curry, el travesti de Transilvania, debió dedicarse más a cantar que a actuar. No es que actúe mal (una vez hizo un Richelieu espléndido), sino que cantaba terriblemente bien. Años después dio un par de conciertos y ya la voz se le había ido. Lástima.
Apenas unos meses después de la muerte de Charlie Parker, y muy poco antes de su malogrado cumpleaños número 35, el 5 de agosto de 1955, Miles Davis y el vibrafonista Milt Jackson se reunieron con la banda de este último y armaron un disco sin título, que en general pasa desapercibido en la discografía de ambos. Incluso el color de la carátula cambia según la edición; la he visto en verde y amarillo, y a mí me tocó que me llegara la azul. (Era la más barata, qué quieren, y trae exactamente lo mismo que las otras.)
Lo interesante de este disco es que, de un modo tácito, es un homenaje a Charlie Parker y a la vez una ruptura con el maestro., que por cierto no era mucho mayor que ellos.
Los cuatro temas que conforman el disco (y que apenas rebasarán los treinta minutos) comienzan con riffs que ya pronostican el hard bop, en especial Minor March, el tercer tema, pero el desarrollo de las piezas es mucho más libre que en el bop, sin las rígidas y sin embargo deliciosas estructuras fijadas por Parker y Gillespie. (Para ese entonces Dizzy andaba buscando por el lado del jazz latino junto con Chano Pozo.) Es un jazz que en términos del bop tradicional sonará... uh... light, pero en términos de jazz puro es... bueno... jazz puro. Hay por allí algunos vislumbres del cool, que sería lo siguiente que desarrollaría Miles (ya andaba en ésas, pero aún se oía bien tosco). Los solos de él y de Jackson son esplendorosos, y además suenan cuando se les pega la gana, cuando hace falta o cuando se les ocurre. En una de las piezas, por ejemplo, Miles se echa dos solos, y todos felices, y en otra Milt Jackson se pasa de los compases que teóricamente le corresponden, e igual, todos felices.
Y brillante la participación de Jackie McLean en "Dr. Jackle" y "Minor March" en el sax tenor, sobre todo en la segunda pieza, que es de su autoría.
Y, bueno, uno es un organismo simple, pero la simpleza puede tener muchas facetas. Aquí están algunas de las mías.
Luego sigo con unas películas que compré hace poco. También están de no perdérselas. Ahora me voy a cenar unas deliciosas mollejas con arroz que cocinó Krisma.
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18 de enero de 2009
Besar causa embarazos, güey
Guanajuato, Gto., 15 de enero. El ayuntamiento de Guanajuato aprobó un bando de policía y buen gobierno que castiga con 36 horas de cárcel o multas hasta de 30 salarios mínimos (más de mil 500 pesos) a quienes pidan limosna, digan palabras altisonantes, vendan en la calle, hagan manifestaciones o se besen.A todos los alcaldes panistas de Guanajuato se les ocurre cada cosa... Hace unos años se prohibió que las mujeres usaran faldas cortas en las oficinas públicas (supongo que porque eran preludio para los besos que embarazan a las muchachas, o porque uno exclama "¡Ay, güey!" frente a unas buenas piernas), antes prohibieron --entre otros-- un concierto del grupo Black Sabbath en pleno Festival Internacional Cervantino, cuando los señores ya están más cerca de los valses vieneses que del heavy metal, y así.
El acuerdo fue autorizado por los 10 ediles del Partido Acción Acción Nacional y uno del Partido del Trabajo.
También se castigará a los promotores turísticos que se acerquen a los automovilistas, a quienes no usen los puentes peatonales y a los limpiaparabrisas.
El alcalde de Guanajuato, el panista Eduardo Romero Hicks, aseveró que el reglamento no es excesivo ni persecutorio. La finalidad, dijo, es “inculcar valores y civilidad” entre la población, que sepan que “puede haber una sanción. Eso va modificando la conducta. Según el panista, es necesario castigar esas conductas porque “si no lo prohíbes, si no lo contemplas, la gente lo va a hacer”.
También calificó de “lamentable” que la mayoría de la gente use expresiones como “güey” o que los jóvenes se den “unos agarrones de olimpiada” (besos) en la vía pública.
Marco Antonio Figueroa, regidor panista, afirmó que una de las razones para prohibir los besos en la calle es prevenir que las adolescentes de secundaria queden embarazadas.
La dirigencia nacional del PAN se lava las manos
En un comunicado, el Partido Acción Nacional (PAN) informó que se deslinda “terminantemente” de la decisión del ayuntamiento de Guanajuato.
El Comité Ejecutivo Nacional del blanquiazul, señala el texto, reitera su convicción de que “el ejercicio pleno y responsable de las libertades individuales no es sólo un derecho garantizado en el marco jurídico vigente en nuestro país, sino una condición fundamental para la convivencia democrática”.
Mientras, los cuatro regidores priístas del ayuntamiento calificaron el reglamento de “ejercicio epistolar sacado de la Biblia. Regresamos a la Santa Inquicición”.
Además, las autoridades tendrá un amplio margen de discrecionalidad para aplicar multas o privación de la libertad, lo que propiciará represión, abusos y zozobra, advirtió Hernández.
El artículo 86 del bando de policía y buen gobierno prohíbe y sanciona “todas aquellas conductas que bajo la apariencia de mendicidad o bajo formas organizadas impliquen coacción o acoso”.
Los artículos 34 y 36 proscriben “cruzar una vialidad sin utilizar los accesos o puentes peatonales” y “proferir palabras, adoptar actitudes de carácter obsceno en lugares públicos y que ofendan o causen molestia a terceros; realizar tocamientos obscenos en espacios públicos”.
Los artículos 41 y 85 prohíben ofrecer bienes o servicios no solicitados a personas que estén dentro de vehículos.
Esta disposición afectará a por lo menos 900 promotores turísticos de la capital del estado, 200 de los cuales pagaron 500 pesos cada uno al gobierno local por cursos de capacitación.
“Nos entregaron constancias de estudios, gafetes y playeras, y ahora nos quieren dejar sin trabajo. Esto es una burla”, recriminó el promotor turístico Roberto García Méndez.
El comentario de La jornada: "¿Y entonces el Callejón del Beso se convertirá en el Callejón del Preso?"
Las cosas que puede hacer la gente tonta en el gobierno, me cae. Hasta su propio partido lo desautorizó...
Ah: hoy son las elecciones municipales en todo El Salvador. Ojalá no nos toquen muchos de ésos. Que tengan buen día.
(Por suerte no voto en San Salvador, sino en Panchimalco, así que no tendré que ver si gana Norman Quijano o Violeta Menjívar. Pase lo que pase, no es culpa mía.)
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17 de enero de 2009
La piel y los brazos extendidos
Rafael, he estado pensando sobre el hombre sin piel caminando desnudo por las aceras de Phoenix con los brazos extendidos. La imagen es impactante y me he preguntado ¿por qué? Mi respuesta cabe en una de estas imágenes, o tal vez en la reunión de las cuatro. Un abrazo.
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16 de enero de 2009
Plagios, paráfrasis y guiños
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15 de enero de 2009
Un día sin
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14 de enero de 2009
París lineal
Y hoy se presenta a las 6 de la tarde, en el MUPI, el libro 1932. Rebelión en la oscuridad, de Jeffrey Gould y Aldo Lauria Santiago. Lauria Santiago publicó en la DPI, hace algunos años, el libro El Salvador: Una república agraria, dentro de la Biblioteca de Historia Salvadoreña, un excelente esfuerzo que al parecer se encuentra un poco estancado. Ya se desestancará.
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11 de enero de 2009
Trece en Séptimo sentido
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10 de enero de 2009
Una de esas madrugadas
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8 de enero de 2009
Relecturas
La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita.
Cuando sepas que he muerto, di sílabas extrañas.Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.
En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Frey Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer de pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemont Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplicaban sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osadura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.
El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 para esperar el buque en que llegaba el obispo.
Me puse en pie. Por un instante vi nuevamente a Gloria sentada en aquel banco del muelle. El proyectil le había penetrado por un lado de la cabeza; ni siquiera manaba sangre de la herida. El fogonazo de la pistola iluminaba todavía su rostro. Todo fue de lo más sencillo. Estaba relajada, completamente tranquila. El impacto del proyectil hizo que su cara se ladeara hacia el otro lado; no la veía bien de perfil pero podía apreciar lo suficiente para saber que sonreía. El fiscal se equivocó cuando dijo al jurado que había muerto sufriendo, desvalida, sin amigos, sola salvo por la compañía de su brutal asesino, en medio de la noche oscura a orillas del Pacífico. Estaba muy equivocado. No sufrió. Estaba completamente relajada y tranquila y sonreía. Era la primera vez que la veía sonreír. ¿Cómo podía decir pues el fiscal que sufrió? Y no es verdad que careciera de amigos.Yo era su mejor amigo. Era su único amigo. Por tanto, ¿qué era eso de que no tenía amigos?
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1 de enero de 2009
Cincuenta años...
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