31 de diciembre de 2007

Pues bien, es 31...

...y en un rato tengo que ir a La Casa del Escritor a recibir a la nueva empresa de seguridad y darle la despedida a la anterior. En términos prácticos, el vigilante, don Carlos, se cambiará el uniforme de una empresa por el de la nueva. Le dieron la opción de quedarse, me pareció bien y a él le conviene, porque vive en la zona de Mil Cumbres y trabajamos cómodamente juntos. No tener que viajar hasta san Salvador, para alguien que tiene un régimen de trabajo de 24/24 (¿no es ilegal eso en empresas privadas?), es un buen ahorro de horas. Don René, por su parte, prefiere quedarse en la empresa anterior; tiene más años de trabajo y, por el contrario, le sale pesado eso de viajar a y de Los Planes, y caro, porque debe tomar varios autobuses.
Anoche terminé de corregir las pruebas de Trece. Encontré dos o tres torpezas que arreglé, y espero no haber añadido algunas torpezas más. Me gustó. Es una buena novela. El lenguaje a ratos puede parecer muy convencional, o serlo, pero la estructura es de lo más compleja. La idea es que el lector no lo note, y me parece que se logra. Después de tantos años de trabajarla y de haberla escrito, me impresionó menos emocionalmente de lo que esperaba. Igual, hacia el final, sentí una sensación de ahogo que es, precisamente, el efecto que quería lograr. Y el "final-final" es muy bueno. Hasta anoche creí que era una especie de "parche" necesario pero, leyéndolo más en frío, es fluido y natural. Estoy satisfecho, y acabo de mandarle las correcciones a Raúl Figueroa, para que haga lo pertinente.
Y queda un cigarro. Quedaban dos, pero Krisma acaba de despertarse y qué mejor desayuno. (En eso tenemos los mismos gustos.) Me lo fumaré e iré por más. La carencia de cigarros comenzó anoche: a las nueve de la noche, cuando ya todo está cerrado en los alrededores, nos dimos cuenta de que quedaban poquitos. Así que simplemente fumamos menos y listo, tan bobo como eso.
Anoche, un grande y --cada vez más-- viejo amigo por fin se atrevio a mostrarme textos suyos. Espero que entre sus propósitos de año nuevo esté escribir una novela, porque tiene con qué y sabe cómo; todo es cosa de adquirir un poco de orden y método. Le mandé un "eneálogo" que ojalá le sirva, y que me gustaría reproducir aquí. El problema es que, bueno, el lenguaje es un tanto más tosco que el usado por Quiroga para su decálogo, y además quién soy yo para andar publicando correspondencia privada. A lo mejor un día de éstos lo arreglo y lo pongo; hay algunos tips acerca de cómo armar una novela que a alguien le servirán de algo.
Desde anoche, también, está macerándose la pierna de cerdo. Compré un pedazo demasiado grande, y guardé un trozo para cocinarlo después; con lo que quedó bastará para la cena y unos dos días de recalentados. Está en jugo de naranja agria, con cilantro, perejil y laurel, y con algunos trozos de cebolla. Al rato habrá que enjuagarla para que no quede ácida y ponerle el condimento con el que se va a hornear. Y las cerezas casi al final, claro. Había un lugar en México al que fui durante varios meses, los sábados de cada quince días (sólo abrían los sábados y domingos), a comer una deliciosa pierna con cerezas; de allí salió la idea. Nunca pedí la receta, pero para eso está el viejo arte de improvisar.
Y anoche hablé también con el tío Jaime Olivo, después de varios meses. (Un año, más bien y, si me fuerzan, casi año y medio.) Agradable, como siempre. Se crió junto con mi padre, aunque es tres años menor, y viene del lado de los Choto. (Mi abuela era Larín Choto.) De allí, creo, es que nos ha salido la onda musical; de ese lado hay guitarristas y cantantes bastante buenos, todos ellos líricos, que le enseñaron a mi padre, y él a mi madre. Ambos me enseñaron a mí, y yo me seguí con mi hijo. Mi hermano estudió un rato de guitarra clásica. Mi hermana Lorena todavía canta y toca en la parroquia de Mejicanos, donde trabajó en la época de la guerra; pertenecía al grupo Nueva América y le costó un par de años de exilio en Estados Unidos, concretamente en Kansas City, donde nació mi sobrina Silvana, integrante de la Sinfónica Juvenil desde sus 11 años. (Es violinista.) Igual su hermana Andrea, como ya he contado, toca el cello. Etcétera. La cosa es que el tío Jaime Olivo Choto me llamó para invitarnos a las montañas nevadas de Juayúa algunos días de las próximas semanas. Le dije que mi visa había caducado, y me aseguró que hablará con las autoridades competentes para que me dejen pasar; la abuela Carmen es oriunda de allí, y el derecho de sangre manda. A ver cómo hacemos con Krisma y Valeria. (Lo mismo pasa con Santa Ana: cuando se ponen necios en la frontera, muestro que soy hijo de santaneco y asunto arreglado. Cuando las tensiones con El Salvador han sido excesivas, por aquello del separatismo --de El Salvador, claro--, el compañero Mario Zetino ha movido sus contactos y ni siquiera nos revisan el equipaje.)
Acabo de poner el disco Miguel Hernández, de Joan Manuel Serrat. Tengo una contradicción con ese disco. Como muchas personas --incluso en España--, conocí a Hernández a través de Serrat, y me fascinó. Después me di cuenta de que la música que le puso Serrat a los poemas anula mucho de la musicalidad propia de los poemas. El caso más palpable es la "Elegía" a Ramón Sijé: con la música de Serrat se debilita bastante. Leído como es y como viene, tiene un poder impresionante, por lo menos hasta la parte donde dice "...y desamordazarte, y regresarte". De lo que viene después, en el poema, puedo prescindir sin problemas, excepto por un verso: "Tu corazón, ya terciopelo ajado...", que vale la obra de varias decenas de poetas. Y el final: "Que tenemos que hablar de muchas cosas, / compañero del alma, compañero", un anticlímax sensacional. (Está sonando en este momento.) El problema es que el disco me gusta, y allí se me nubla la razón literaria. Eso sí: el acompañamiento es bastante setentero, con convenciones muy setenteras, y me temo que ya es un disco viejo y especial para añorantes. Hubo otros (como Mediterráneo) que más o menos sobrevivieron el paso del tiempo, y ojalá sigan así.
Y, bien, lo que siga del día seguirá, y lo que no, pues no.
Es hora de irme a La Casa.
Feliz año, por si no nos vemos de aquí a la noche.

30 de diciembre de 2007

Trece otra vez

Raúl Figueroa Sarti, director de F&G Editores de Guatemala, me envió ayer, en PDF, las galeras de Trece, que quiere publicar para el primer trimestre del año próximo, probablemente para finales de febrero. Sería la tercera edición de la novela, después de la de México en 2003 y la de Francia en 2006. A ésta le hice algunos cambios en los primeros capítulos, para que el texto quedara un poco más fluido; si algo me gusta de esta novela es la limpieza del texto, y todavía aguantaba una revisión más.
Ya he contado que la empecé en 1989 y la terminé en 1998. Luego la estuve corrigiendo hasta 2001, y no volví a tocarla. En 2005 tomé un ejemplar de la edición mexicana y me puse a corregir directamente sobre él, hasta cierto punto, y luego a máquina. Creo que Osvaldo Hernández tiene ese ejemplar; un día me pidió prestada la novela y era el que tenía a la mano.
Me da gusto y orgullo que Trece se publique en los días en que se presentará Las flores, de Denise Phé-Funchal, y poco antes de dos novelas, bastante notables, de compañeros salvadreños con los que hemos compartido cosas acerca de la narrativa: El sueño de Mariana, de Jorge Galán (me tocó ser jurado en los juegos florales en los que ganó un premio), y Los locos mueren de viejos, de Vanessa Núñez Hándal, compañera de La Casa.
A finales del año pasado, F&G publicó Cualquier forma de morir, y desde antes Raúl me dijo que quería publicar Trece. Tuve, también en Guatemala, un ofrecimiento de una editorial más grande para la misma novela, pero la verdad es que prefiero las editoriales pequeñas, en las que uno trabaja con el editor y hasta se toma un café con él, o lo que le guste tomar. Es lo que me gusta de trabajar con Alain Mala en Francia: es un tipazo que cree en lo que hace, y que las ha pasado verdes para poder lograrlo. Ahora, al igual que Raúl, ya tiene un fondo editorial bien decente y es feliz haciendo lo que ha nacido para hacer.
Hay un detalle que va a cambiar en el que quizá pocos se fijen, y todo a causa de La Camisa, como le dicen Vanessa y Denise.
Tengo tres camisas de cuadros que son las de batalla, igualitas, y apenas cambia el color. (Todas tienen azul, hay que anotarlo.) Las uso desde hace unos cuatro años --salieron buenísimas--, por lo menos una vez a la semana casa una. Con ésas me fui a México en 2005 y con esas mismas estuve en la FILCEN de Guatemala de 2006. En esa ocasión, Vanessa me tomó un montón de fotos, como mi hija me había tomado --con las mismas camisas-- un año antes. Cuando Raúl me pidió que le enviara una foto para la solapa, tomé una con La Camisa, se la envié y, a pregunta expresa y necesaria de su parte, le dije que la había tomado Vanessa. En realidad la tomó mi hija Eunice. O sea que ahora el crédito tendrá que ser para ella, sin detrimento de las buenas fotos que me ha tomado Vanessa, ejem, como la que acompaña el perfil de este blog.

La foto y La Camisa. Tomada en el restaurante Vips de Insurgentes y Gómez Farías, en la ciudad de México.

Hay algo que me va a gustar. En 1999, cuatro años antes de que se publicara Trece, encontré una foto en una tienda de la Ruta 66, en Flagstaff, Arizona. Cuando la vi, dije: "Ésta es para la portada de Trece". Y pues no: la idea gráfica que tenían en el Instituto Mexiquense de la Cultura, donde se publicó primero, era radicalmente diferente, y más aún la de Alain Mala en Cénomane. Se la envié a Raúl para decirle que quizá podría quedar en la portada de F&G, y me dijo que le parecía bien. En principio creo que quedará al menos como uno de los elementos de la portada. Es una foto de finales del siglo XIX o principios del XX, casi un daguerrotipo. Me costó dos dólares con cincuenta, y estaba entre varios cientos de fotos antiguas.
No era el primer lugar de Flagstaff en el que veía tantas fotos antiguas a la venta, y pregunté por qué. Me contestaron que en Arizona viven muchísimos mormones, y que una de sus características es que trazan largos árboles genealógicos, y que eso es un factor importante para ellos. Pero hay quienes quieren entrar a la iglesia mormona y no tienen antecedentes familiares más allá de un par de generaciones, así que inventan su genealogía y, para comprobarla, andan a la cacería de fotos antiguas, en el plan de "Ésta es mi bisabuela Gertrude" o "Mire, tengo la misma nariz del tatarabuelo Spencer". La gente es gente, pues, y yo me enamoré de esa foto para Trece. Ojalá que de verdad pueda quedar en la portada; la decisión final es de Raúl.
Para la edición original, los diseñadores usaron un cuadro de Domenico Fetti titulado "La melancolía", que es una maravilla también. Lo reproduco completo. La portada del libro puede hallarse aquí.


Ahora estoy con las galeras. Como siempre, hay detalles que a uno se le pasaron antes, y que según uno arruinan todo el texto y toda su carrera literaria, o pequeñas torpezas que uno siente como cañonazos en los ojos, además de algunos detalles de formato --que siempre los hay-- y errores de dedo que sobreviven a los años.
Y al rato voy a poner a macerar la pierna con naranja agria, para la cena de mañana. Y a ver si me da el tiempo para continuar con el séptimo capítulo de la nueva novela. En serio que quiero saber qué sigue.

29 de diciembre de 2007

De todo y columna tardía

Me he pasado los últimos días desenmarañando el relajo en que se me la convertido la novela que estoy escribiendo. Como la he escrito en capítulos salteados, y como en toda novela hay cientos de hilos que hay que amarrar por todas partes --pero sólo con los hilos correspondientes--, llegó un momento en que no sabía qué venía antes ni qué venía después, qué dije en el capítulo 3, escrito después del 7, y qué había puesto en el 1, que cambió con lo que puse en el 8, que ahora será el 13.
Así que me puse a pasar las correcciones, a ajustar lo que hubiera que ajustar y a ponerlo en orden. Tengo, pues, seis capítulos ya corregidos y en orden, impresos y todo, y estoy escribiendo el séptimo, que sólo está comenzado. (El octavo sí lo tengo, el noveno no, creo que el décimo sí, y así sucesivamente.) Han aparecido cosas nuevas que ni imaginaba (sí, la Directora le trae un hambre tremenda al psicópata, y ya supe por qué), la forense joven se va a poner bien interesante en un capítulo que no sé cuál será (intuyo que el 12, aunque la vengo preparando desde el segundo) y no sé todavía por qué hace lo que hace en el último párrafo del 13. Creo que me enteraré en el primero o segundo capítulo de la segunda parte. (Porque tiene que haber una segunda parte. Eso nunca lo hemos dudado, me parece.)


En medio de todo, Thierry Davo me mandó a mi correo de Yahoo --que reviso una vez a la semana; está demasiado lleno de spam, pero de vez en cuando alguien me escribe allí-- una foto del póster de la representación que L'Actelier, de Claude Esnault, está haciendo de Trece en Le Mans. Me tocó ir a la primera representación, de la que escribí un post que no sé por qué no he puesto; lo tengo en la Vaio desde el mismísimo día, con fotos y todo. (¿He comentado que la Vaio es verde?) Al parecer ha hecho una versión aumentada con respecto a la que vi, y ya antes presentó una pieza basada en Instrucciones para vivir sin piel, de la que hablé en su momento. Según me dice Thierry, la idea es montar una trilogía, que incluiría el Breve recuento de todas las cosas. Y yo emocionado, pues. Ya pronto pondré el post acerca de Esnault y los actores que trabajan con él, que son una maravilla, y del teatro, que es otra maravilla, y hasta de la pequeña iglesia gótica que está en la esquina, que es otra más. Y de los papás de Thierry y de Georges Brassens, que vienen mucho al caso.


Sin relación con lo anterior, después de que había puesto las fotos del almuerzo de fin de año de La Casa, Osmín Magaña me envió otras en las que aparecía yo. Para los que digan que mi vanidad no tiene límites: sí, sí los tiene. Rara vez me tomo fotos a mí mismo. Ésta la tomó él, y estoy enseñándole a Valeria las que acababa de tomar yo de otras personas. Interesante: hasta hace muy poco, la Vale se parecía bastante a mí --y aún, porque la genética es la genética--, pero ahora está pareciéndose cada vez más a Krisma, para su beneficio.
Y ya que estamos en el tema de las hijas, aquí va una foto de Eunice tomada hace unos días. Ya tiene veinte años, y sigue siendo mi bebé. Lo que no sé es por qué se alisa los bucles; tiene un pelo envidiable.


Y ya entrados en el tema de las fotos familiares, pongo una de Krisma que tomé anoche. Está en el proceso de corregir y armar su cuarto poemario --el tercero lo terminó hace ya unos meses--, y es evidente que está usando tinta roja.


Por lo que conozco del poemario, hay allí cosas que van a armar un buen bullicio poético. En el tercero se dedicó a utilizar todos los recursos que tenía hasta ese momento; en éste más bien está violándolos, y lo hace de una manera bastante impresionante y fluida. Hay un momento en que uno necesita "enloquecer" literariamente (en lo personal debe estar bien lúcido) para que la obra tenga una voz propia y única. A pesar de que los códigos de Krisma siempre han sido bien definidos, me parece que en ese poemario es donde alcanzará por fin su verdadera voz. Ya quiero verlo terminado. (Y me parece que ella también.)
Y como este blog es mío y pongo lo que quiera, y a petición de Valeria, aquí va una foto de su perro rojo, que vino a hacer una visita a mi escritorio. El perro es un par de meses mayor que la Vale, pero se llevan como si hubieran nacido al mismo tiempo. Igual con el Tigger que Eunice le mandó cuando cumplió un año. No los suelta a veces, textualmente, ni para ir al baño. Cada vez que hay que lavarlos es un drama griego, con llanto y todo.


Y va la columna de esta semana en Centroamérica 21, que debí haber puesto desde el lunes pero, híjole, en serio que la novela me tiene atareado. La nota puede hallarse en este link.

Concepto, plagio y mediocridad (II)
Rafael Menjívar Ochoa

Uno toma una fotografía ajena, la carga en el Adobe Photoshop –de preferencia en una copia pirata; la actitud es la actitud–, le pone un par de efectos –cambio de color, algo de textura, un marquito–, la guarda, la imprime, la firma con su nombre y lo que sale de allí es... bueno... arte. Se ha “apropiado” de algo ajeno y le ha puesto un sello único, así los efectos básicos del Photoshop sean los mismos y tan fáciles de aplicar, y gracias a ello puede debutar en las ligas municipales del arte conceptual.
Fue lo que al parecer ocurrió cuando Miguel Orlando Rivas “se apropió” de una magnífica fotografía del periodista gráfico Francisco Campos, distribuida por la agencia AFP en 1987 (¿creería que ya nadie se acordaría de ella?), en la que unas mujeres están paleando y transportando ripio y hay un letrero que dice “Hombres trabajando”.
Aparte de algunos cambios menores a través de un programa de procesamiento de imágenes, la foto sigue exactamente igual. El “concepto” de la foto era clarísimo antes de que a Rivas se le ocurriera... eh... apropiársela y pasarla por el PhotoShop (o el programa que sea) durante un par de minutos. Eso para muchos será plagio, y legalmente lo es, y totalmente comprobable y encausable; en términos artísticos, es un reconocimiento de la propia mediocridad, avalado por el homenaje de un tercer lugar en un concurso del Centro Cultural de España y por reconocidos artistas plásticos locales que formaron parte del jurado.
Cuando Campos reclamó la autoría del trabajo, dos de los jurados dijeron que se premió la “sinergia de concepto”, y que no tenía nada que hacer allí. Según la versión electrónica del DRAE, “sinergia” tiene dos acepciones: “Acción de dos o más causas cuyo efecto es superior a la suma de los efectos individuales” y “Concurso activo y concertado de varios órganos para realizar una función.” Quisieran decir lo que quisieran decir, “el concepto” y la “sinergia” estaban en la obra original, y pasar la foto por una computadora no iba a añadir nada. Lo premiable era la foto, no el “concepto” del “apropiador”.
En ese carnaval del eufemismo, entró Walterio Iraheta, presentado por La Prensa Gráfica como “pionero del arte contemporáneo en El Salvador”, “con experiencia como jurado y curador”. Señala textualmente la nota de LPG, publicada el pasado 3 de diciembre:
“Iraheta explica que se trata ya de una pintura. Si el premio hubiese sido de fotografía y el joven participaba con la foto de Campos se trataría de un plagio, ‘pero al cambiar de medio e introducir cambios, aunque leves, como el color, se libera de ese calificativo’.”
Y asunto arreglado: Rivas se queda con los 2,000 dólares del premio y con una raya en el currículum, el Centro Cultural de España como el aval de un plagio y Campos sin su fotografía, todo porque a alguien se le ocurrió usar la palabra “sinergia” y a un “experto” dijo que esa “apropiación” no es plagio. Y queda el mensaje bien explícito: un artista, para serlo, no necesita de largos y tediosos años de preparación, sólo encontrar un “concepto” –junto con una foto plagiable– y hacerlo “sinérgico”.
Siempre se recurre a las autoridades para sustentar lo que se dice, y no podía faltar Marcel Duchamp, quien hizo dos cosas que hasta la fecha son parámetros que se equivocan con facilidad. Una, copiar la Mona Lisa de Leonardo y ponerle bigotes; dos, presentar a una exposición un orinal firmado por R. Mutt, un supuesto plomero que exigió que se exhibiera porque él era un artista de lo suyo, es decir de la plomería. Lo único que Mutt–Duchamp hizo, además de firmar el orinal, fue ponerlo al revés: la parte donde se orina al frente y abajo la parte por la que circula el agua.
Duchamp, como parte del movimiento Dadá (no “dadaísta”, porque no se trató de una escuela, ni mucho menos), estaba burlándose de los solemnes de la época y jugando con sus juicios, prejuicios, su cuadradez y sus eufemismos. No estaba “apropiándose” de nada: estaba poniendo a los solemnes –como ahora lo son los “conceptuales”– frente a sus propios iconos inexpugnables para decirles: “El arte es otra cosa. El arte innovación. El arte es creación, no repetición de cosas que otros hicieron antes”. Y entre esas repeticiones está el plagio, hay que anotarlo.
La obra de Duchamp no es un orinal firmado o una Mona Lisa con bigote; eso era un juego. El tipo era un pintor serio, como lo demuestran dos de sus obras maestras: “El vidrio” y “Desnudo descendiendo una escalera”, que seguramente los jurados deben conocer, así como el “concepto” que representan.
Otro artista fundamental para Dadá, Tristan Tzara, dijo que para escribir un poema basta con recortar palabras de un periódico, meterlas en un sombrero, agitar el sombrero, sacar las palabras una por una y colocarlas en el orden en que vayan saliendo. Eso será un poema, dice, “y se parecerá a usted”. Obviamente estaba hablando a los mediocres incapaces de armar algo original. Por su parte, Tzara es autor de un poema monumental, “El hombre aproximativo”, que no tiene nada que ver con sombreros, recortes de periódico ni eufemismos. Ésa es la parte de Dadá a la que los “conceptuales” no llegan, o no se atreven a llegar, o no les conviene.
La otra autoridad que se cita es Andy Warhol, quien también tiene sus recovecos. Pero de eso se hablará en la próxima entrega.

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Nota bene: Para quienes estén interesados en esas cosas, el pasado 24 cenamos un delicioso pollo horneado con relleno de carne. Como se hace un pavo, pues, pero en chiquito; para tres personas --Vale come bastante y vale (je) por una-- era más que suficiente, y hasta tuvimos recalentado. Estuvo divertidísimo, porque improvisamos todo; generalmente los 24 nos la pasamos viendo películas y comiendo sanguchitos de jamón. Krisma consiguió un buen pollo al mediodía, lo mechó con un tocino que nos había quedado de la fabada de hace unos días y con mucho ajo, y lo condimentamos con algunas hierbas, cebolla y, para que brillara. un poco de clara de huevo. No encontramos almendras o avellanas en el WalMart de Los Planes de Renderos, así que me fui a la tiendita y compré diez bolsitas de maní de las de cinco centavos. Con limón y sal, porque no había de otras. A falta de pasas, una lata de maíz dulce. A falta de alcaparras o aceitunas, nada. Más el pan tostado para que agarrara consistencia, más ajo, hierbas y no recuerdo qué. Quedó riquísimo el relleno, y el pollo otro tanto. Por pura casualidad, la señora de la otra tiendita tenía unas manzanas, y las compré para hornearlas con azúcar y canela. Eran de las rojas, que no quedan tan bien como las amarillas, pero estuvo excelente.
Nos gustó eso de preparar cenas para ocasiones especiales, algo que no habíamos hecho en cinco años, así que el 31 hornearemos un bonito trozo de pierna que compramos hace un par de días. La haremos con cerezas. No de las naturales, porque están carísimas, sino con unas de bote y con mermelada. Para acompañarlas, un buen puré. (Para evitar improvisaciones, ya tenemos allí las papas. Lo que no sabemos aún es cómo condimentar. Se me antoja macerar la pierna desde el día anterior con naranjas agrias; tenemos un árbol de ésos fuera de casa. Otro día pongo la foto, porque en este post ya fueron demasiadas, y porque tendría que ir a tomarla y no quiero.

27 de diciembre de 2007

Las Flores por fin

Ayer vi a Vanessa Núñez Hándal, quien anda de vacaciones por El Salvador. Trajo una docena de ejemplares de la novela Las flores, de la compañera Denise Phé-Funchal, de La Casa del Escritor en Guatemala. Algunos pagaron su ejemplar de antemano --la lana es de Denise--, otros lo han encargado a la suma de $10.
Me la eché de un tirón. Cambió de la última versión que conocí, y ya era un libro bastante impresionante. Uno puede decir muchas cosas para presentarlo, y hasta hacerse el inteligente analizándolo, pero no vale la pena. Hay dos palabras que lo definen mejor que nada: ¡Qué maravilla!
Cómprenselo. Encárguenlo a los cuates. Pídanlo prestado. Lo que sea. Vale la pena. Es de los que no se olvidan.


Y gracias, Denise.

Ah: Denise es la segunda compañera de La Casa que publica por lo menos un libro, en buena editorial además. Nada mal para cinco años de trabajo, porque ya vienen otros detrás.
Además de otras posibilidades, está anunciada para junio la publicación de la novela de Vanessa, Los locos mueren de viejos, igual por F&G Editores. Ayer leí la versión final. También es de las que vale la pena esperar y, en su momento, leer.

25 de diciembre de 2007

Breve recuento de 2007 - I


En 2006 estaba cansado. En 2002 escribí Cualquier forma de morir; en 2003, Réquiem para una señora sin canas; en 2004 terminé Breve recuento de todas las cosas, después de seis años de trabajo, y me metí en un proyecto que resultó fallido, pero que ahora está dando frutos (de eso hablaré en unos meses, después de una taza de café con una editora que conozco). También me tocó hacer una traducción de cerca de 1,000 cuartillas en mis ratos libres, que no eran muchos, y la traducción era urgentísima. Eso me cansó tanto que no sé si me haya recuperado aún.
En 2005 escribí dos libros: Al director no le gustan los cadáveres y Tiempos de locura. El Salvador 1979-1981, y a principios de 2006 a preparar una rápida segunda edición. Me llevó cerca de un año preparar la tercera --ya que salga, ¿no?--, que era el libro que debía haberse publicado desde el principio, aunque creo que las otras dos ediciones no desmerecen, y sin ellas no hubiese podido mejorarlo tanto. (Hubo información que en un principio me ocultaron o que no estaban dispuestos a darme algunos de los que me ayudaron. Al ver el enfoque del libro, poco a poco fueron saliendo cosas nuevas y enriquecedoras.)
Así que decidí que durante 2006 no escribiría ninguna novela, que no trabajaría cosas de literatura, y casi lo cumplí: sólo hice un cuento, "La tercera puerta", que entrará en el libro Un mundo en el que el cielo cae y cae. Es una recopilación de cuentos escritos entre 1990 --creo-- y 2006. No son muchos. He escrito más novelas que cuentos; me resulta mucho más fácil. El cuento --y el resto del libro-- ya está traducido al francés por Thierry Davo y casi listo para su publicación. Casi todos los cuentos han aparecido en antologías y revistas, pero será mi primer libro de cuentos formal. Será el tercero, también, que aparezca en francés antes que en español.
En 2007 escribí un cuento más y corregí un par que tenía pendientes, más como ejercicios o paliativos que como trabajo literario "serio". Nada de novelas, nada de proyectos. Y empecé a ponerme mal físicamente. Lo atribuí a tensiones acumuladas --que las tenía y las tengo--, a problemas sin resolver, a viejas deudas y a asuntos con los que un psiquiatra se pondría feliz, aunque no llegara a dar brincos o a hacer fiestas después de cada sesión.
Me puse entonces a escribir un libro estrictamente autobiográfico, en un cuaderno maravilloso que me regaló Denise Phé-Funchal, un Deniskine. (Por cierto, vi en Francia los Moleskines originales. Son bonitos, y quizá me gustaría tener uno, pero no me emocionaron especialmente.) Un relato crudo y en crudo, con cosas que no he contado a nadie, y que no sé si me gustaría publicar alguna vez. Ya llevo más de la mitad de lo que tenía planeado, pero tuve que dejarlo durante un rato. Aunque enfrentar cosas terribles a través de la escritura puede ser sano --le limpia a uno bastante la cabeza y el corazón--, también tiene efectos secundarios. Hay ramificaciones que aparecen de sorpresa, y uno no sabe qué hacer con ellas. Escribirlas, claro, pero el proceso de asimilación de ninguna manera es rápido.
Y en todo caso no es lo mío. Lo mío es la ficción, la novela, y, como cosa lateral --aunque importante--, el periodismo. No escribir ficción durante un año fue sano, porque pude hacer un balance mientras descansaba de un ritmo para mí frenético; no había parado de escribir desde 1996, cuando me puse a armar Trece. La pausa implicó una reflexión, y esa reflexión me llevó a una conclusión: no tenía nada nuevo que escribir. O sí, pero había repetición de fórmulas usadas en alguna de las demás novelas, personajes que funcionaban de ciertos modos, así fueran bien diferentes; no encontraba estructuras nuevas, etcétera.
Con el viaje a Francia, entre septiembre y octubre, pasaron cosas. Entre las más importantes, hubo mucha gente que me habló de mi propio trabajo desde un punto de vista bastante externo y objetivo, y pude --apenas estoy pudiendo- tener un panorama de lo que he hecho, y cómo. Me enteré de manera consciente de cuáles son los recursos con los que cuento y cuáles no; me pusieron frente a un espejo de buena calidad y lo que vi me gustó a veces, a veces no, pero era lo que era.
Y empecé, precisamente en Francia, a escribir una novela que no tiene nada que ver con todo lo anterior, aunque sin "todo lo anterior" no hubiera sido posible. Estoy usando buena parte de los recursos que tengo, y estoy aprendiendo a usar otros que no tenía; por eso tanta corregidera, todos esos ajustes, el desconcierto por todo lo que pasa --temas, historia, personajes, trama--, y la estoy sufriendo de manera deliciosa. Es como estar aprendiendo de nuevo a escribir.
Entre el 23 y la madrugada del 25 me he dedicado a re-revisar los capítulos segundo y tercero, que variaron casi radicalmente con la escritura de los otros ocho que llevo escritos o comenzados. Y estoy siendo angustiosamente feliz, y los problemas físicos están desapareciendo, lo que es andar en la onda de los males psicosomáticos.
Hice algo que no hacía desde hacía años: revisar un poemario que escribí aproximadamente entre 1990 y 2000 o 2001. Y me ha gustado. No creo que sea lo mejor que se haya escrito en el país --eso se está escribiendo aún--, ni que aporte cosas fundamentales, pero está bueno. Entiendo cómo, siendo esencialmente narrador, he podido llevar un taller de poesía durante cinco años, con resultados más que buenos --atribuibles, desde luego, a los compañeros de La Casa del Escritor. Y descubro con orgullo que los trucos que haya aprendido son de gran utilidad para gente con más talento poético que el mío. Pero en serio que el poemario no está nada mal, y, leyéndolo años después, lo disfruto y me satisface. Igual no pienso publicarlo, o no por ahora; hay otras prioridades.


Las ilustraciones corresponden a las correcciones y añadidos de la tercera parte --¡apenas!-- del capítulo tercero de la novela; el segundo sufrió pocas modificaciones, apenas las suficientes para aclarar la trama y preparar lo que viene en los capítulos siguientes.
Ésta era la medicina que necesitaba. Tomada en buenas dosis, está funcionando de maravilla.

24 de diciembre de 2007

Oscar Peterson. 1925-2007

En la foto, Oscar Peterson con Ray Brown al bajo y Herb Ellis, mi guitarrista favorito de jazz.

Ayer murió Óscar Peterson en Canadá, su país natal. Siempre me pareció extraño que un canadiense llegara tan lejos y tan profundo en materia de jazz. Sus inicios los tuvo con figuras como Charlie Parker, Dizzie Gillespie y los grandes del Be-bop, cuando Parker estaba a punto de morir a la lejana edad de 34 años --era Leo, al igual que Peterson-- y el bop estaba a punto de ser parte de la cultura establecida, luego de haber sido contracultura pura y maciza.
El bop tenía un objetivo: llevar la música al extremo de la resistencia humana. Sus temas ("riffs") generalmente no pueden tatarearse, así son de complejos; la velocidad de sus piezas llega a 240 o más (como "Cherokee", "Donna Lee" o "Bebop"), había que soltar la mayor cantidad de notas por segundo y los parámetros para la improvisación eran rigurosísimos, como desde entonces lo son. (El free jazz, como el "arte conceptual", rompió con eso, me parece que más por la incapacidad de sus ejecutantes que porque estuvieran planteando algo nuevo. Claro que hay free jazz y free jazz; uno oye a Miles Davis en Filles de Kilimanjaro o en los cuatro discos del Bitches Brew completo, y se da cuenta de lo que se puede hacer cuando un artista es libre y sabe ser libre.)
Peterson era hijo putativo de Art Tatum, uno de los genios del piano, casi ciego y bien excéntrico. Prefería tocar en los lobbys y restaurantes de los hoteles que en los grandes escenarios. Peterson, por su parte, empezó con los grandes y en los grandes escenarios (Storyville era casi como su casa). Ambos tenían una característica: parecía que tocaban con tres manos, no con las dos que les dio la naturaleza, su mamá o quien dé esas cosas.
El primer disco de Peterson que conocí, por allí de 1978, fue The Trio, así, simplemente, publicado por Pablo Records, que se llevó algunas de sus mejores y más excéntricas grabaciones. La primera pieza del disco, "Blues Étude", es alucinante. No hay batería; sólo están Peterson, Joe Pass y Ray Brown, otro par de virtuosos extremos. La pieza es frenética desde el principio, y allí parece que todos tienen tres manos. Antes de oír el resto del cassette (sí, lo compré en cassette), lo regresé una y otra y más veces para entender qué demonios estaba pasando. Y sigo sin entenderlo, pero desde entonces disfuté varias decenas de discos de Peterson. con diferentes formaciones. Cuando Ray Brown se fue al Modern Jazz Quartet, Peterson se alió con Niels Pedersen, un contrabajista que hacía en el bajo lo que Peterson hacía en el piano. (Pablo Records, desde luego, publicó un LP completo que es un virtual duelo entre Ray Brown y Pedersen, con Peterson acompañándolos solito. No tiene desperdicio.)
Hace tres o cuatro días escuché, después de varios años, una versión bien interesante de las canciones de Porgy and Bess, de Gershwin, con Joe Pass y Peterson y nadie más. Uno esperaría que Peterson hiciera el acompañamiento y Pass se luciera con su guitarra, y luego viceversa, pero no. Y no es que Pass acompañe a secas --ese tipo nunca acompaña "a secas"-- y Peterson toque el piano: es que Peterson toca las melodías directamente con el arpa del piano, no con las teclas. Rarísimo. También debe andar por allí otro dúo extrañísimo: Peterson al piano --obvio-- y Dizzy Gillespie en la trompeta --más obvio--, improvisando sobre estándares de jazz. Son sonidos harto disparejos y no muy compatibles para un dúo, pero el resultado es que uno se queda pegado a la silla y bien agarrado de pies y manos: los dos hacen todo lo que saben hacer, y saben mucho.
Como acompañador lo recuerdo en especial en un disco con Dizzie Gillespie, Roy Eldridge y Harry Edison, tres trompetistas de miedo, tocando durante quince o diecisiete minutos una de Charlie Parker, "Klactoveedsedstene", una de las piezas más endiabladamente difíciles del bop. También en un jamming con Charlie Parker, Zoot Sims, Lockjaw Davis, Roy Eldridge, Johnny Hodges y como ocho o diez más.
Además de la velocidad y el virtuosismo, Peterson era un genio de la armonía. En Exclusively for my Friends (creo que así se llama el disco), viene una pieza que es de lo mejor que se ha ejecutado después de los solos imposibles de Tatum: "I'm in the Mood for Love". No sabía que pudieran caber tantas notas en un solo acorde, y se la pasa haciendo acordes llenos de notas. Fascinante.
Otro que se va, pero lo que ha dejado está lleno de vida y ha hecho feliz a mucha gente. ¿Qué más podría ambicionarse?

23 de diciembre de 2007

Pocos, pero bien comidos

El partido Barcelona-Real Madrid cobró su cuota de asistencia al almuerzo de La Casa, y qué bien: alcanzó para repetirse varias veces --el mole quedó bien--, uno pudo pescar dos o tres porciones de pastel, más todo lo demás que hubo, como unas quesadillas a la mexicana de queso con chile chipotle que llevó Lya Ayala.

De derecha a izquierda, nada más para llevar la contraria, Salvador Canjura, Lya --¡tenía más de tres años de no verla!--, Osmín Magaña, Loida Pineda, Ana Escoto al frente y Grecia Jorge.

Momento religioso: Nelson Ochoa, Salvador y Nancy Gutiérrez comen el pastel.

Krisma le entra también a lo del pastel.

Además de los ya conocidos, entre Loida y Osmín está Mauricio Vallejo, y detrás de Valeria está Santi, su hijo.
Roger y Krisma: músculo poético.

Mientras los adultos hablan de poesía, carros, el partido Barcelona-Real y esas cosas, los niños ejercen el oficio de niños rodando por el patio.

Krisma y Osmín. Nomás una foto.

Y ellos también tienen tema de conversación, cómo no.

René Figueroa --el nuestro--, Nancy, Grecia, Roger y Lya.
Y hasta el próximo año.

De Mayo Sibrián

Me enviaron a mi correo una nota acerca de Mayo Sibrián, el comandante psicópata de las FPL en el Frente Paracentral, en la época de la guerra. Viene firmada por Óscar Martínez Peñate, del periódico digital Nuevo enfoque, aunque parece que es el testimonio de otra persona. La nota puede hallarse aquí, y la reproduzco a continuación porque no sé si la conserven en archivo, y me parece interesante de leer y de conservar.
Hace casi un año, El faro publicó otra nota acerca de Sibrián, en la que se habla de algunas cosas más específicas. Puede hallarse aquí.
Hay un punto de debilidad que el FMLN no ha considerado: el protector de Mayo Sibrián en las FPL es ahora candidato a la vicepresidencia de la República. Si lo agarran por ese lado, seguro tendrá problemas.
Va la nota.

MAYO SIBRIÁN:
LAS LOCURAS DE UN COMANDANTE DEL FMLN (Relato)

Oscar Martínez Peñate
Realidad y Reflexión
enfoque@ufg.edu.sv

El ajusticiamiento de Mayo Sibrián

Mayo Sibrián fue un comandante del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), estuvo preso en las bartolinas de la fuerza armada en 1984 y fue liberado en octubre de 1985. Mayo era un hombre duro, y lo mandaron para el Paracentral cuando salió de la cárcel como castigo de haber caído preso, se desconfiaba de él porque pudo haber dado información al enemigo.
Mayo llegó furioso, él se dio cuenta de la información con lujos de detalles que tenía el enemigo de la guerrilla, en cuanto a su estructura de mando y sobre la distribución de las zonas controladas, asimismo sobre los canales de abastecimientos, etc.
Mayo Sibrián, cuando estaba en la cárcel, los miembros de inteligencia de la S2 lo que hacían era darle un poco de referencias para ver cuánto le sacaban, él también recopiló datos que tenían ellos, que le daban de carnada, para extraerle información.
La S2 era el departamento de inteligencia o Sección de Investigaciones Especiales que tenían en cada cuartel, Mayo algo de razón tenía, yo por lo menos comprobé varios casos, había una red de inteligencia del enemigo al interior del frente.
Mayo empezó su trabajo desde que llegó al paracentral, yo continuaba en ese tiempo en el volcán de San Vicente, ya se había convertido en una subzona, se había trasladado completamente el mando a Gavidia y el oriente sólo se veía como una subzona.
Mayo organizó una escuadra especial para tratar los casos de la infiltración, a nosotros nos llegaba el mensaje, mándame a zutano, a fulano y a mengano pero amarrado, tenía que ir ya preso y así hacíamos, atábamos a los compañeros y los mandábamos.
Empezó precisamente con todo el aparato de comunicaciones y rastreo en el batallón Andrés Torres, que estaba ubicado en el volcán de San Vicente, allí estaban los aparatos de rastreos, eran utilizados por compañeros radistas que escuchaban todo el tiempo al enemigo, ya se había establecido comunicación a través del mismo radio PRC 77 con la fuerza armada, y a través de ahí fue organizando la infiltración enemiga.
Los radios PRC 77 eran los que usaba la fuerza armada en el terreno para comunicarse, nosotros los recuperábamos y por ese medio los escuchábamos, a cualquier canal que se fueran descifrábamos sus claves, sabíamos las posiciones, se llegaba a conocer tanto a los que hablaban que cuando se les oía hablar, se reconocía la voz y se identificaba en que unidad andaba y el lugar, porque se escucha y se identifica a la voz de cada uno y, ya se sabía quién era quién y aunque se cambiaran de indicativo. Mayo creía que la gente de nosotros que hacía esta escucha se comunicaba por medio de esa radio con la fuerza armada.
No se podía descartar del todo, porque hubo hechos que lo demostraron, por ejemplo el caso de, que a partir de un determinado tiempo, Mayo llegó a un grado de desconfianza enfermiza que, todo era secreto, pero absolutamente oculto, de tal manera que cuando íbamos a preparar una operación militar sólo debían conocer de ella tres personas y el jefe, y nadie más, estaba preparando una operación de emboscada y... cabal sólo sabían las tres personas y yo.
Cuando ya estaba preparada la operación militar reunimos los tres pelotones en un lugar determinado para informarles parte, no todo el plan, el jefe de pelotón, comenzó a dar las órdenes para preparar la comida, la logística y el abastecimiento, hasta ahí, pero se les decía un día antes, el jefe del pelotón empezaba, sin decir, sino que hagan esto y lo otro, limpien los fusiles, preparen comida, cada quién, sin decir para qué, porque a la gente se les comunicaba ya vamos a reunirnos en tal parte, pero ya iban preparados, en ese lugar se les informaba sobre el plan y ahí todo mundo iba claro, pero ya iban todos de camino hacia la misión.
Un compañero fue al lugar donde se iba a transmitir el plan, y no apareció, como pasaron horas y no llegaba lo mandé a buscar y no lo encontraron, había desertado.
Cuando el pelotón se concentró para que le dieran a conocer el plan, él estaba en posta (de centinela), es decir, que estaba vigilando, asegurando que no los atacaran los miembros de la fuerza armada, cuando el pelotón salió lo buscaron, y no lo encontraron y el caso fue que ellos se fueron por la calle y vieron la huella donde él había pasado, ahí nadie caminaba porque ese lugar estaba minado, entonces cuando el compañero pasó el plan, él, apareció hasta después y...
-- ¿Y vos dónde has estado?, y... ¿y por qué no te encontramos?, ah...
-- Es que estaba encaramado en un palo de mango, yo oí cuando me andaban gritando, ya sabía que iban ir a una operación militar pero como no quería ir, por eso no les contesté.
Me lo mandaron amarrado con una nota, sólo me decía que él no se había presentado a la hora y que por eso, que lo tuviera amarrado por si acaso pensaba desertar, vaya ahí lo tuvimos, lo estuve interrogando sobre las razones del por qué no había querido ir, ah, no quiero, ¿y por qué no te encontraron cuando te fueron a buscar? Ahí estaba subido en el palo de mango, y no quería ir; ahí lo dejamos amarrado, la operación militar iba empezar el día siguiente en la mañana, pero antes de la hora comenzaron el bombardeo blum, blum, blum, blum, blum, llamé por radio en repetidas ocasiones, nadie me contestó, a las dos horas me contestó un radista, le pregunté:
-- ¿Y qué pasó?
-- Nos acabaron.
-- ¿Qué?
-- Corrimos y nos alcanzaron.
Solo eso alcanzó a informarme, se cortó la comunicación y le seguí llamando y nada, le dije a los compañeros, vayan a darle verga a ese hijueputa que él es el traidor, porque fue una emboscada, fueron a darle verga y confesó todo, todo.
Dijo que a él no lo encontraron, porque tenía un contacto en el monte con la Patrulla de Reconocimiento de Largo Alcance (PRAL), él fue el que había minado esa zona, claro, podía pasar por ahí, y hasta dijo cómo se identificaban, el caso es que el compañero radista me dijo, nos acabaron, yo dije, eran como ochenta compañeros y al final, ahí si lo ajusticiaron y en realidad no se habían acabado a toda la gente, quince guerrilleros fueron los que murieron.
Entre otro orden de cosas, recuerdo un compañero que era un gran hombre, pero para Mayo Sibrián era un enemigo, me dio la orden tres veces que lo ajusticiara y no lo hice, y como no le obedecía me dijo que yo también era parte de la red de infiltrados, y para que no me involucrara, con todo el dolor de mi alma, sabiendo que era un combatiente aguerrido y de extrema confianza tuve que mandarlo a ejecutar.
Ese proceso de "purgas" que Mayo ejecutó, no fue él el único que lo hizo, si traemos a cuenta el asesinato clandestino de Roque Dalton y de otros compañeros, llegamos a la conclusión de que ese fue un procedimiento que se vino dando durante todo el transcurro del conflicto armado, Mayo lo que hizo fue hacerlo abiertamente, a la luz del día, y además era una concepción, yo cuando era novato de haber ingresado a las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), recuerdo las discusiones que teníamos para no apoyar por ejemplo el uso de anticonceptivos, traigo esto a cuenta para mostrar, el nivel ideológico, tan cerrado y oscurantista y absurdo que se fue dando, y de tal manera que cualquier situación por pequeña que fuera, pero que se saliera de esta concepción ya era visto con desconfianza.
Había, el convencimiento que era necesario filtrar gota a gota hasta lograr la potabilización de la fuerza guerrillera, hasta quedar en el asiento del filtro la esencia del color rojo, porque el que cuestionaba o preguntaba lo más probable es que era traidor en potencia o ya lo era, la revolución tenía que ser pulcra.
Mayo Sibrián informaba a la comandancia de las FPL del sistema inquisitivo que tenía establecido, y le correspondía los mensajes que él mandaba; de tal manera que estaba autorizado por los cinco comandantes del FMLN de lo que estaba haciendo, él mismo nos enseñaba el cuaderno de mensajes, no obstante después del Acuerdo de Paz, aducen amnesia o que se pusieron en contra de crímenes que cometía Mayo, la pregunta es: ¿Si no estaban de acuerdo, como se explica la tolerancia?
Se iban a llevar a cabo una campaña de reuniones y asambleas, para preparar unos combatientes para que participaran como delegados ante el consejo nacional de las FPL, pero, la zona era tan inestable con tanto enemigo alrededor, no se podía, nos turnábamos, por ejemplo, del volcán de San Vicente teníamos que ir ocho compañeros, se hizo en dos asambleas de tal manera que fueron cuatro primero, y cuatro fueron después, en esa primera asamblea que hubo que participaron los primeros cuatro, Mayo Sibrián, se los dijo con claridad a los compañeros que fueron del volcán:
-- En ese volcán tenemos un jefe aguado, yo no sé si realmente es de nosotros o es infiltrado, vengan se los voy a enseñar.
Se estaban refiriendo a mi, después les dijo:
-- Vengan para acá, les voy enseñar cómo se hacen las tareas revolucionarias aquí.
Habían llevado un pelotón de jóvenes cuyas edades oscilaban entre los 12 y 17 años procedentes de un campamento de refugiados salvadoreños que estaba asentado en Honduras, para integrarlos a la guerrilla, les dijo:
-- Cipotes háganse para este lado y se ponen en fila.
Los muchachitos pensaban que Mayo les iba a decir algunas palabras de bienvenida, estaban contentos y sonrientes, se les notaba el nerviosismo característico de su edad, sin mediar palabra Mayo tomó su fusil y le dijo:
-- Vaya les voy enseñar, plah, plah, plah, plah.
Los masacró a todos, los bichitos cayeron al suelo como si eran pollitos, sin saber por qué los había asesinado el comandante.
Disparó a sangré fría a quince niños que habían llegado, y a los compañeros procedentes del volcán de San Vicente le dijo:
-- Todos estos monos son enemigos, y por eso les mostré como se debe actuar, ay que ser revolucionario hasta las últimas consecuencias, para que le digan a su jefe (se refería a Abelio) cómo es que se hacen las cosas en ese lugar.
Asesinó a estos niños delante de la gente que yo había mandado, y que estaban participando en la asamblea, Mayo Sibrián comentó más cosas sobre mi persona, a mí ellos no me quisieron comentar todo, pero lo que sí, que cuando llegaron me dijeron:
-- Abelio te vamos a cubrir la retirada, ándate, antes que te mate ese loco, acordate que además es hombre de confianza de la comandancia general del FMLN, tenés todas las de perder mejor huí, hoy que podes.
-- Yo no debo nada y nada temo, voy a topar.
Me fui para el campamento de Mayo Sabrían, ellos estaban al tanto que iba, me esperarían en tal parte, sabía dónde nos íbamos a juntar.
Cuando estaba por llegar al lugar de contacto que ya habíamos quedado, a saber si uno ya estaba prejuiciado, pero yo sentí que... como que me querían matar ahí, pero pasé. Al segundo día de haber llegado Mayo Sibrián me entregó unos cuadernitos pequeños, en la mitad de una hoja estaban escritos los nombres de unos colaboradores que se habían ofrecido a colaborar, que eran de allá de la zona del volcán.
Mayo me dijo, Abelio aquí están los nombres de esta gente, búscalos viven en tal parte, quieren colaborar con nosotros, metí la hojita en el cuaderno, y cuando estábamos en la votación para elegir los que iban ir al consejo, nos dijeron que en la mitad de una hoja del cuaderno, que ahí escribiéramos dos nombres de quienes queríamos que fuera, de la lista que estaba ya, yo anoté los dos nombres, y cuando se llegó la hora del almuerzo, dijeron vamos a recoger los nombres hasta después, fuimos a comer, al regreso, Mayo estaba recogiendo los papeles, los leía y estaba anotando quién quedaba electo, todos fuimos a depositar los papeles en un guacal y de ahí él extraía los nombres.
Estábamos participando dieciséis compañeros, era una asamblea para elegir al consejo nacional de la FPL, estábamos en círculos y se puso a observar la cara de todos nosotros.
Ese ambiente se volvió tan tenso que, una mosca zumbaba como un avión, todo mundo se quedó paralizado cuando él empezó hablar de la manera siguiente:
-- Uujum. Aquí hay un enemigo, que se ponga de pie.
Los presentes sentimos congelarnos porque como sabíamos que era loco, él podía señalar a cualquiera y afirmar que era traidor, e inmediatamente ahí mismo pegarle un balazo, la palabra de Mayo Sibrián era ley. Y siguió viendo, de repente, cambio de tema y prosiguió con la reunión en aparente normalidad.
Tenía mi champa ubicada un poco retirada del campamento de Mayo y su gente, en medio del campamento había un chorrito de agua de un nacimiento natural que caía en una pila, él estaba reunido al centro del campamento con todos sus subalternos, por temor más que por lealtad la gente siempre le alababa todo lo que él decía, estaban carcajeándose cuando yo estaba llenando mi caramañola y, escuché que él estaba hablando de mí, y la gente se destornillaba de la risa.
Me fui acostar con el fusil puesto en ráfaga, me lo coloqué en el pecho y con el dedo en el gatillo, la mujer al verme, sorprendida me preguntó;
-- Abelio y qué te pasa, algo te sucede, decime ¿qué es?
-- No voy a dormir.
-- ¿Por qué?
-- Mayo me va matar, y no me va agarrar dormido.
Esta situación de aniquilamiento físico fue en el paracentral descomunal, el "ajusticiamiento" de los mismos compañeros fue a nivel nacional e internacional, muchos compañeros del paracentral se fueron para el exterior y nunca volvieron porque los eliminaron físicamente, por lo tanto, no hay que echarle a Mayo Sibrián toda la culpa.
Mayo Sibrián pertenecía a la comisión política y era el jefe del frente paracentral, y yo era jefe de la subzona de volcán de San Vicente.
Habíamos cinco jefes de subzonas y tres incluido Mayo que formaba parte del secretariado, era una especie de conducción colectiva, nos llamaron a la reunión, pasó el primer día, los que habíamos llegado de otra subzona casualmente nos habíamos colocado por un pequeño bosque, habíamos amarrado las hamacas en unos árboles, ahí nos juntábamos en la noche a analizar como estaba la situación, los cinco de la subzona estábamos conscientes de que estábamos literalmente cagados, así lo dijimos cagados, no teníamos valor de decir la verdad porque era jodido.
Poner el dedo en la llaga nadie tenía valor, entonces nos pusimos de acuerdo para solicitar el turno para intervenir, de tal forma que fuéramos diciendo la verdad sobre la paranoia de Mayo, pero apoyándonos unos con otros y vigorizando nuestros planteamientos.
El comandante Ricardo Gutiérrez asistió a la reunión en calidad de representante de la dirección de las FPL, por esa razón él estaba dirigiendo la reunión y daba la palabra, Carlos pidió opinar, después David (eran hombres de confianza de Mayo), después Raúl y por último yo, porque era el odiado, Carlos se acobardó, no tomó la iniciativa a él correspondía el turno de primero, Raúl que era de los últimos, pidió hacer uso de la palabra, como estábamos claros que al pedir uno de nosotros la participación, seguíamos los otros, o sea que los cinco estábamos en continuidad, nos íbamos a reforzar mutuamente, porque en la práctica estábamos los cinco contra los tres del secretariado que eran los que apoyaban a Mayo, si había sido elegido por el organismo que él conducía, eran los que tenían que estar más a su lado.
Raúl pidió la palabra, pas, pas, pas, le caímos los otros y, ahí dimos a conocer lo que estaba sucediendo, es decir, todo lo que Mayo Sibrián hacía, ese día se acabó Mayo, Margarita la mujer de él, hasta esa noche me habló, me dijo, hoy si le voy a contar todo. Siguió la reunión, siete días pasamos en sesión.
Margarita me contó que Mayo la golpeaba y que estaba con él por terror no por amor, era un sometimiento a la fuerza bruta, obviamente contra su voluntad, ella tenía miedo que Mayo en sus ratos de locura, la acusara de traidora y la hiciera fusilar, no sin antes torturarla, bajo el pretexto de obtener información.
A Ricardo le ordenaron que él quedaba de jefe y que Mayo Sibrián a partir de ese momento estaba suspendido de todos los cargos políticos y militares que ostentaba, Mayo dijo, si ustedes deciden que me van a fusilar, no crean que me voy escapar, estoy conscientes que lo que he hecho ha sido lo correcto y voy a responder por ello, si la decisión de ustedes es que me fusilen, háganlo.
A petición de la Comisión Política (CP), nos trasladamos dos compañeros, fui con Gavidia a Chalatenango a dar el informe de cómo había estado la situación acerca del caso de Mayo Sibrián.
Después de haber informado a la CP, regresamos a San Vicente, ahí en asamblea la mayoría iba a tomar la decisión de que se hacía con Mayo, los asambleístas pidieron ajusticiamiento, pero la CP no daba el visto bueno, era lógico, porque de manera indirecta se estaba cuestionando las prácticas de "ajusticiamiento" de combatientes sin previa investigación, simplemente por pura sospecha o porque a alguien se le ocurrió, mientras tanto, Mayo anduvo deambulando en los talleres de producción, él no exteriorizó en ningún momento muestras de arrepentimiento por haber masacrado y asesinado a sus propios compañeros, al final llegó la hora en que Mayo había que fusilarlo.
Siete compañeros, lo fueron a capturar, y lo llevaron al lugar donde él iba a pagar con su vida por el daño que había infringido a tantos combatientes inocentes, antes de fusilarlo le pregunté si quería decir algo que procediera, él solo dijo:
-- Me voy tranquilo, estoy convencido que lo que hice fue lo correcto, no me arrepiento de nada.
-- Cuál es tu último deseo.
-- Sólo un cigarro denme.
Se lo fumó de manera normal y corriente, no mostró nerviosismo ni ansiedad, lo pusimos frente al paredón y los combatientes que se habían designado para que lo fusilaron, fueron pícaros porque les pusimos a los fusiles un tiro a cada uno, pero en lo que estábamos hablando con Mayo Sibrián, le cambiaron cargador al fusil y le pusieron ráfaga, y ahí quedó Mayo tendido en su charco de sangre como antes quedaron sus víctimas.
A partir de entonces, se tomó la decisión que todos los que estábamos en el Paracentral había que sacarlos de ahí, con la idea de desarticular hasta hacer desaparecer los que eran combatientes en la época del terror de Mayo Sibrián, es decir, que no quedara huella, sin importar si era amigo o enemigo de él, por ejemplo un compañero médico no se para donde lo trasladaron y por último tuvo que desertar, y lo que dijeron en la reunión de la comisión política fue, la cagó aquel salió por la puerta de atrás, y yo les dije, no, solo él sabe lo que está viviendo, ustedes no lo han vivido, yo si lo sé, porque él me contó todo lo que le hicieron en Nicaragua antes de irse.
A los días se llevó acabo el último congreso de la FPL, en el concejo se trató el caso de Mayo Sibrián por varios días, el acuerdo de este organismo fue que los culpables de todo fueron los jefes de las subzonas del frente paracentral, es decir, las víctimas terminaron victimarios, y quien decidió los asesinatos o "ajusticiamiento" fue la misma comisión política de la FPL, y la comandancia del FMLN, porque nada se escondía; o sea, todo lo que pasaba en la FPL lo sabían en la comandancia, ésta era la máxima dirección de todo, por lo tanto lo que pasaba en cada organización lo sabían; en ese concejo decidieron que a todos los jefes de subzonas del frente paracentral se les despojaba de todos los cargos, como eran miembros del concejo nacional de la FPL, entonces quedaron destituidos, y los condenaron a que no podían ejercer cargos de dirección.
El máximo organismo de la FPL, era el concejo, los destituyeron de todo y quedaron ahí, deambulando, eso fue en el noventa y dos, y por último les pidieron la renuncia.
En ese momento histórico, la comandancia general del FMLN y en especial la máxima dirección de las FPL jamás perdonaron el fusilamiento de Mayo Sibrián, para ellos fue un héroe que lo inmolaron. Sin embargo, post Acuerdo de Paz, algunos comandantes dicen que estuvieron en contra de los crímenes de Mayo Sibrián.

Querido diario (VIII)...

No, no tuvo que ver con lo del vino, aunque siempre duele que se rompa una botella de cabernet sauvignon chileno, así sea de las de bajo presupuesto, en especial si dentro de la misma bolsa va el cuaderno naranja en el que uno está escribiendo una novela y algunas páginas quedan empapadas y olorosas a algo que uno ni siquiera bebe. (¿Cómo llegó la botella a manos de un abstemio? Respuestas, en persona. No voy a hablar de eso aquí, porque no es el tema y no se me da la gana. De nada.)

Y, bien, lo peor fue que la botella se quebró --y el cuaderno se manchó, junto con un ejemplar de Viaje al imperio de las ventanas cerradas, que tampoco diré por qué llevaba; de nada nuevamente-- en medio de la fila en la sucursal del Banco Cuscatlán de Metro que se encuentra cerca de Selectos, y qué oso, porque ¿qué hace uno?, ¿soltar la bolsa y dedicarse a limpiar el cuaderno?, ¿limpiar el cuaderno y el libro sin soltar la bolsa con la botella rota, que sigue chorreando?, ¿disculparse con alguien?, ¿con quién?, ¿con el guardia que le pidió que por favor apagara el celular?, ¿tratar de limpiar el piso?, ¿con qué?, ¿hacerse el que nada pasó?, etcétera. Por suerte apareció otro guardia que no estaba visible, con una papelera metálica en la mano, y dijo: "¿Por qué no mejor la echa allí?", y claro que ya era demasiado tarde, pero era lo que había y eso hice, a la vez que seguía secando lo que se había mojado del cuaderno --poco-- y del libro --mucho. Luego llegó una muchacha muy amable y sonriente que trapeó y quién sabe qué habrán pensado los clientes que llegaron después de todo ese olor a vino en un banco tan pulcro.
Pero el tema ni siquiera es ése, sino que hasta ayer estaba escribiendo un nuevo capítulo V y, zaz, hizo falta añadir un VI --justo el que se manchó--, esta vez con tinta negra y Parker 45, por suerte, porque con la tinta morada de gel hubiera perdido las líneas de abajo a la izquierda, que ya sin vino corren el riesgo de ser indescrifrables. La página de la derecha estaba escrita a la mitad, y hace rato me puse a escribir lo que seguía, sin importarme manchas ni tonteras, porque lo importante era precisamente escribir.
Y de pronto, zaz, me doy cuenta de que la novela está yendo aún más allá de lo que había previsto, que la memoria ya está a punto de no alcanzar para guardar tantos detalles que han cambiado o se han añadido, y que hay que revisar otra vez todo hasta ese punto, del capítulo I hasta el supuesto capítulo VI, que en realidad no será VI: hay que insertar uno antes para justificar lo que se dice en el V, lo que se dirá en el --actual-- VI y lo que hay de allí hasta el... uh... XIII. (A renumerar de nuevo, pues. Eso no es complicado.)
Así que dejé de escribir el VI, con una anotación que dice "Sigue en la página __", que quién sabe cuál será, y dediqué las dos páginas siguientes a anotaciones del capítulo I.

O sea que el cuaderno naranja no será para la segunda parte, como triunfalmente había anunciado, sino para las anotaciones de los capítulos que tengo que modificar. Es así de simple: lo que he aumentado al capítulo I es, en cuartillas, más que el propio capítulo I, que era cortito, y ya estoy calculando que aumentará más cuando lo pase a máquina, sin hablar de que ya estoy previendo cambios en el capítulo II que modificarán el I, y así sucesivamente.
Eso sí, vean qué papel tan maravilloso: la página izquierda es el reverso de la manchada por el vino, y casi no se pasó al otro lado. Los Calligraphe son una belleza. Si quieren saber más, pínchenle aquí.

Y aquí está la primera página del capítulo I. En morado está la corrección de hace unos días, que creí más o menos definitiva. En negro están algunas correcciones y añadidos. Lo mismo en la página de abajo.

Ojalá me alcancen las vacaciones para terminar de terminar de corregir y poner lo nuevo. Ya veré después de dónde saco tiempo para pasar las correcciones a máquina; eso es lo de menos.
Y, no, no sería más fácil hacerlo directamente en la compu. Pierdo muchos detalles, y el proceso de corrección es mucho más largo, porque el de escritura es demasiado rápido.
Lo que sé es que he avanzado mucho en los tres meses y medio que llevo en la novela. Y cada vez me parece menos rara y voy entendiéndola más. Igual me sorprendo con algunas de las cosas que van saliendo; de verdad que los personajes son animales caprichosos, y ése es su encanto. Hasta parecen humanos... (O los humanos parecen personajes. Creo que moriré sin querer averiguarlo.)
Y al rato hay almuerzo de Navidad y fin de año en La Casa. Ya está el pollo cocinado; en un rato nos ponemos en lo del mole y todo lo demás.

22 de diciembre de 2007

Miscelánea del 22

Aprovechando que es 22 de diciembre, pongo de todo.

Y aprovechando que fuimos a Sanborns de Metro a comer (en realidad íbamos por una pizza, pero todo estaba llenísimo, y sólo en Sanborns había lugar; hasta se podía respirar a gusto), y con eso de que todos los DVDs tienen 20 por ciento de descuento, incluso los que ya están en oferta, compramos varias películas: 300, basado en un cómic del magnífico Frank Miller; Walk the Line, que le gusta a Krisma, y Lilo & Stitch, la favorita de Valeria. Las dos últimas las hemos visto, y más la tercera, en una vergonzosa versión pirata (ejem), así que compramos el original a 13 dólares menos el 20 por ciento, tomando en cuenta que ya estaba a mitad de precio, y la Vale feliz,
No hay que perderse 300. Es de lo mejor que he visto en el género, y sin duda emocionante, de una factura mucho más que impecable y actuaciones bien notables. Como viene del cómic, el énfasis en la imagen es obvio y magnífico. Sólo por eso, por sus imágenes, vale la pena de verse. Y por lo demás (la batalla de las Termópilas, Leónidas contra Jerjes, lo que quieran). Sensacional.

Aquí, Valeria tomándose su sopa de verduras con su respectivo frozen de fresa. A su izquierda se puede ver una oferta que no pudo aprovechar: ¡dos cervezas por el precio de una! Si ni siquiera el frozen se terminó...

Krisma se puso a hurgar fotos y encontró una del 9 de octubre de 1999. recién llegado yo a El Salvador, y desde luego había que hacer el peregrinaje a El Mozote. No lo hice solo.

Además del taxista, iba a académica puertorriqueña Sheila Candelario. Ella tomó la foto anterior y yo tomé ésta, en la que conversa con un vecino de El Mozote. Después hablamos con Rufina Amaya; por allí debe haber una foto de eso.

Y encontré unos contactos de unas fotos tomadas por Jenny Cruz (de quien ya he hablado hace poco) a Álvaro Menen Desleal. Jenny me dejó varias docemas de negativos con fotos de escritores salvadoreños, en especial de la Generación Comprometida. Ya irán saliendo.
Y feliz 22 de diciembre.

21 de diciembre de 2007

Proclive. de William Alfaro

Durante varios años, por más motivos de los que caben aquí, he esperado el primer poemario de William Alfaro, y por fin ayer tuve la oportunidad de comprarlo en Los Tacos de Paco, al fabuloso precio de tres dólares. (Paco Hidalgo, el dueño de Los Tacos, me dijo que aún no se había vendido ninguno, que fui el primero. Un verdadero honor.) La presentación era a las 7:30 de la noche, y yo llegué a las 5:00, cargado con bolsas del súper, después de un par de reuniones, y ya era demasiado stress para esperar dos horas y media, más lo que durara el asunto. Sin embargo, agua de tamarindo mediante, lo leí allí mismo, en el plan de saber qué era lo que William había logrado.
Con anterioridad, y talvez con precipitación, William había autopublicado una plaquette, Déjà vu, que no me gustó. La hizo para un festival de poesía, y me parece que así no funcionan las cosas, como en efecto no le funcionaron. Ya pasó, la plaquette se acabó y ahora ha entrado, por fin, a sus 34 años, al dominio de lo serio.
Proclive es un recuento de lo mejor que ha escrito William casi desde el inicio de su carrera. Lo caracteriza el rigor con que está realizado cada poema y --algo extraño en la poesía de cualquier lugar y de cualquier época-- la fluidez con la que se puede leer. En general los poemas que tratan acerca de los propios poetas, o que hacen referencia al oficio de escribir, no terminan de satisfacerme; hay mucho en ellos de vanidad y muy poco de rigor. Pero William logra sortear muy bien los contras y el balance es excelente.
No es un poemario en la medida en que no hay una intención de armar un libro con una cierta temática, o con un cierto estilo, o con un cierto "espíritu". Pero el resultado es muy bueno, y creo que es de los libros de poesía que vale la pena comentar y, sobre todo, leer. Así que, si pueden, vayan a Los Tacos de Paco y cómprenlo con confianza; se van a pasar un buen rato y van a tener algo de lo mejor que se ha publicado en la temporada, junto con --por ejemplo-- La habitación, de Jorge Galán. (Este último puede comprarse en la Dirección de Publicaciones e Impresos, a un par de cuadras del Parque Bolívar, casi frente a la iglesia del Perpetuo Socorro.)
Y ahora a esperar el segundo poemario, el más difícil sin duda: es allí donde William deberá conformar --y mejorar-- lo que ha logrado en Proclive. Ya veremos.

20 de diciembre de 2007

La Luna en La Puerta del Diablo

A pesar de estar a cosa de un kilómetro de La Casa del Escritor, no he ido a la Puerta del Diablo desde que vivimos en Los Planes (ya va para cinco años). Y desde mucho antes; quizá tenía cuarenta años sin asomarme.
Hoy por la tarde pasó Carlos Peña, el director de comunicaciones de Concultura, por La Casa. Sale de vacaciones a Estados Unidos, y quería comprar recuerditos para sus sobrinos. Como ya había terminado lo que tenía que hacer, le dije que lo acompañaba, pensando que nos meteríamos en el Parque Balboa, donde está lleno de puestos con cuanta artesanía se le ocurra a uno, o iríamos por el lado del Mirador. Pero no. Se fue derecho por la calle que pasa frente a La Casa (Avenida Salvador Salazar Arrué, para los iniciados) y terminamos en un lugar que se me hizo vagamente conocido. Y, sí, era La Puerta del Diablo.
No pasamos de la entrada, ni quise darme una vuelta por alguno de los paseos; mis zapatos marca Texto serán muy bonitos, pero no aguantan ese pedrerío.
Lo que sí hice fue tomar algunas fotos, en las que no aparece puerta alguna, pero que me gustaron. Las primeras dos son de una piedra, un árbol y otra piedra más grande a la que llamamos Luna.


La tercera es de una rueda de la fortuna (como le llaman en México), una rueda de Chicago (como se llama en El Salvador) o una rueda de Chicao (como al parecer se llama en Los Planes).

Es una rueda pequeñita, como la que moví a principios de 1978 para ganarme unos centavos en lo que salía un trabajo que estaba esperando, como redactor del periódico El día. También cantaba para sacar un poco más de dinero, porque de verdad que se gana menos moviendo una rueda de ésas que como periodista, e incluso que cantando en bares y lugares así, y ya es decir.
Me acuerdo que siempre que íbamos con mi padre a La Puerta del Diablo se inventaba hipótesis nuevas acerca de por qué se llamaba asi. En medio de la neblina y el frío que hacía las veces en que fuimos, cualquier cosa que dijera era apasionante, y en serio hacía que caminara con cuidado, escudriñando cada rincón, esperando que algo saltara de alguna de las cuevas.
Hay historias reales bastante siniestras alrededor del lugar, todas humanas, y por tanto diabólicas, de la época de la guerra y de mucho antes, pero no quiero hablar de eso hoy. Me gustó estar allí, y listo.

18 de diciembre de 2007

Querido diario (VII)... (Critical update!)

Y, claro, era de presumirse que en algún momento saldría que el asesino serial no sólo sería asesino serial y vividor de mujeres, sino también militar veterano y antiguo héroe de guerra en la Centroamérica del futuro (nuestro futuro, su pasado). Entiéndase: héroe de guerra para "ellos", porque fue de los que contribuyó a que nuestras tierras dejaran de ser tierras y se convirtieran en algo muy parecido al azúcar glass, todo con la intención de cortar el curso de la Corriente del Golfo y convertir a Inglaterra en un glaciar. (Eso es sólo el telón de fondo, y lo de la Corriente del Golfo lo leí en un viejo libro de ciencia ficción. La referencia al libro esta en la novela.)
El asesino serial, sin dejar de serlo, se reivindica: se convierte en héroe también para la gente contra la que combatió en una guerra de exterminio contra un barrio nicaragüense, y le dan una medalla y todo. (Van a tener que esperar un par de años para ver la medalla, que de verdad es encantadora.) Gracias a eso logra huir de varios crímenes que comete después de tres años de soportar la tentación para poder regresar a su tierra de origen, etcétera.
El tipo de verdad me resulta desagradable, y pensaba que sería un personaje secundario, un pretexto para lucir a la Forense Joven, que era mi personaje más complejo. Ahora tengo que reforzar a la Forense Joven, o se la traga el psicópata de marras, y un solo capítulo que he insertado (¡falta insertar dos, y apareció uno nuevo, para un total de 12!) ya me cambió la perspectiva de toda la novela.
Por ejemplo, la Directora y la Inspectora Jefe. Estaban muy, muy bien antes de que al asesino se le ocurriera reb/velarse. Ahora es necesario hurgar también en sus memorias de guerra, cuando eran adolescentes, y ponerlas en el plan de antiheroínas en la ocasión en que el psicópata ayudó a los nicas. En serio: quien diga que corregir le quita espontaneidad a las cosas debería dedicarse al arte conceptual. Iba bien, y ahora lo que tengo son las piezas chuecas de un rompecabezas, que hay que volver a plantear y a recortar antes de volver a armarlo, o no queda nada coherente. Bueno, sí, pero no se lo traga nadie, en especial yo.
Hace rato descubrí por qué me resulta extraño el modo de narrar que estoy usando, y que no había usado nunca. ¡Estoy contando una historia! Sí, así nomás, a secas: contando una historia. Nunca lo había hecho. En general he dejado --y me gusta-- que los personajes armen sus propias historias, y yo nada más de haragán siguiéndolos y describiendo lo que veo, a veces poniendo algunos obstáculos para darles más emoción, y listo. No es que sea fácil, y de hecho es mucho más difícil, nomás que nunca había contado una historia, así, secuencialmente, en tercera persona, como Dios manda. (¿Dios manda en la literatura? Uhm...)
Me alarmé y me puse a pensar en qué bicho me habría picado. Lo tenía enfrente, y picándome desde hace semanas, cuando me di cuenta: Verne. El maestro --junto con Dumas, digo yo-- de los contadores de historias. Me explico.
He estado leyendo muy de a poquito, a veces un par de párrafos por día, a veces un par de capítulos, De la Tierra a la Luna, y es sorprendente cómo Verne logra emocionar con situaciones tan bobas como las interminables reuniones del Gun Club, en las que se dice poco pero se divierte uno mucho. Quizá Dickens sea de los pocos que haya llegado a eso. Lo leo de a poquito porque, bueno, ya lo he leído un montón de veces y no quiero hartarme. En el momento en que recuerdo lo que sigue, lo dejo y lo agarro otro día. Después me seguiré con Viaje alrededor de la Luna.
Me di cuenta de que estoy usando la aparentemente simple y básica técnica de Verne de contar lo que se tiene que contar, dar los detalles necesarios --ni más ni menos--, hacer identificables a los personajes mediante recursos sencillos --que uno sepa quiénes son sin mencionarlos, con una sola frase-- y dando a las cosas los nombres precisos, a los lugares su geografía precisa --a pesar de que en mi novela no hay nada que se parezca a lo que hay en este mundo, con todo y que es este mundo-- y los detalles técnicos necesarios para que el lector se sienta satisfecho, pero no saturado. Tan tan.
Miento cuando digo que estoy en plan secuencial. Más bien es una narración con trozos que tienden a ser como espirales que se juntan en un centro (si alguien entiende, por favor explíquemelo) y forman un dibujo geométrico, no simétrico, pero sí balanceado. Algunos de esos recursos los usé en Tiempos de locura, o sea en un relato histórico periodístico, válgame, y de allí estoy sacando tela para una novela negra de ciencia ficción...
Al buscar nombres para los lugares donde viven los nicaragüenses de inmediato me llegó uno que usé, sin checar el dato (y tampoco era necesario, la verdad): Leonel Rugama. En la novela hay un barrio nombrado por él.
Ayer, en un momento de descanso, me puse a buscar referencias de Leonel Rugama, fundador del FSLN, gran héroe sandinista, poeta guerrillero, etcétera, de quien leí por última vez cuando tenía --yo-- unos 20 años. Y lo que encontré --además de una única foto, que pongo aquí al lado-- me rompió el corazón. Murió a los 21 años, en 1970, en un combate con la Guardia Nacional de Somoza. Leí sus poemas --pueden encontrarse varios en este link-- y se me atravesó un pedazo de mundo en la garganta. Son malitos, sí; llenos de esperanza, sí; el chavo estaba convencido de lo que hacía, sí; allí están para quien quiera leerlos, y uno sabe que había talento, y que no habrá modo de que pasen de ser poemitas, sólo poemitas, que veinte años más de vida hubieran hecho quizá mejores. O no, pero no importa. No es justo que nadie muera a los 21 años en combate. Y varios de mis amigos no pasaban de allí, o no pasaban mucho, cuando les pasó lo mismo. Y pienso también que es injusto el título de gran héroe que le dio el sandinismo: era un chavo, pues. No se debe glorificar la muerte de un chavo. Debe lamentarse, sin himnos, sino con silencios pensativos y bastante autocríticos.
Era un chavo...
Igual el nombre se queda en la novela, para que el chavo siga presente aun en una novela en la que pocos sabrán de quién se trata, protagonistas y lectores.
¡Y ya llevo cerca de noventa cuartillas, y creciendo! ¡Y sólo voy por la primera parte! El capítulo que empezaré apenas termine este post tendrá unas 12-15 cuartillas, más o menos. El que apenas he empezado, unas 10. El que falta no sé, porque en el que apenas terminé me metí en una serie de complicaciones que no sé cómo sortear, y por primera vez en la vida no estoy corrigiendo al estilo Auschwitz --es decir: exterminando lo sospeche que quizá pueda no venir al caso, y pido disculpas históricas por el símil--, sino añadiendo y añadiendo y añadiendo. Lo que pasa es que se trata de crear todo un mundo diferente --y sin embargo tan igual-- al nuestro, con reglas, condiciones, ecología, gente, animales, etcétera, harto diferentes. Lo que en una novela "normal" puedo dar por sentado, aquí es necesario decirlo y, si no describirlo --detesto las descripciones--, por lo menos dar una idea general. En mis novelas a veces no hay ni siquiera ideas generales, sólo hechos.
Espero que la semana de vacaciones me sirva para poner las cosas en claro; por ahora he escrito a trancos desde que regresé de Los Ángeles, donde escribí la parte gruesa del asunto --en Francia apenas esbocé el tema; algún día contaré no sólo el tema, sino el modo bien divertido como me llegó a las manos--, y necesito un poco de tiempo sin pensar en otra cosa.
Lo que venga en la segunda parte ya es otro problema. No tengo la menor idea, si he de decir la verdad. Pero de que hará falta una segunda parte, hará falta una segunda parte. Y ni siquiera pienso en la tercera, que también será necesaria.
Ah: felicidades a Diego Vaya por ganar el accésit del Premio Adonáis de poesía. A él le tocó ganar la parte española del premio de La Garúa hace un par de años, cuando Krisma ganó la parte latinoamericana. Me da gusto que gente joven, muy joven, empiece a destacar, y no sólo eso: que estén pasando por encima de la gente de mi generación (¡pero si no tengo generación!) y de la anterior, sin piedad ni consideraciones extraliterarias. Nos lo merecemos. No sólo en El Salvador se están cociendo habas.
(¡Una fabada asturiana! A ver si mañana compro lo necesario para hacer una buena fabada asturiana. Hace años que no como una fabada asturiana. Con echarle algunas hierbitas no cae tan pesada al estómago, garantizado.)
Y amén.