22 de septiembre de 2005

Cosas del sonido

He estado trabajando en algunas grabaciones dejadas por poetas salvadoreños antes de su muerte ("Después no han hecho nada que valga la pena de escucharse", diría si anduviera de ánimo negro), y me doy cuenta de lo que ha cambiado el sonido y la idea del sonido desde que a alguien se le ocurrió registrarlo en diversos medios y materiales.
La idea de estas grabaciones es publicarlas en forma de discos compactos, para que los viejos maestros puedan comunicar de viva voz lo que crearon, y del modo en que lo percibían. El problema es que las grabaciones están en diferentes grados de deterioro, y allí viene el primer problema: el ruido.
Cuando uno oye un cassette o una cinta de media pulgada, de entrada sabe que existirá un cierto hiss, y al escucharlo simplemente lo borrará de la mente. Una grabación "limpia" en cinta tendrá una buena cantidad de ruido, pero no la percibiremos. Lo mismo cuando se escucha un acetato; entre que el aparato de sonido elimina ciertas frecuencias y uno ignora el ruido que queda, lo que se oye es un disco con más o menos scratch. Si la grabación se digitaliza y se quema tal cual en un CD, pasa algo grave: el ruido se convertirá en parte del sonido "natural" de lo que se haya digitalizado, y será incluso insoportable al reproducirse en un buen estéreo, mientras más lleno de lucecitas, peor.
Lo peor con lo que me he topado es con unos acetatos grabados por Salarrué en los años cincuenta. En el estudio de audio de Canal 10 nos pasamos horas con don Joaquín Alvarenga (ya retirado, para su suerte y para desgracia de otros, como yo) tratando de escuchar si había "algo" escondido detrás de una cortina compacta de scratch. De repente escuchábamos un sonido un tanto menos agudo y él empezaba a mover palanquitas en su consola para tratar de entender de qué se trataba. Cuando lograba algo, lo grabábamos en minidisc. Me vine a casa con lo que logramos, transferí el sonido a la compu y me puse a ver qué podía sacar en claro. Así salieron un par de piezas cantadas por él y su esposa, doña Célie Lardé, y piezas de guitarra compuestas y tocadas por el propio Salarrué. Los discos tenían un 90 por ciento de ruido; don Joaquín logró bajarlo a un 65-70 por ciento, y en algunos de ellos, después de días de trabajo, llegué a obtener un 30 por ciento de ruido. Y me topé con un problema: el riesgo de degradar la voz a cambio de quitarle el scratch, y que lo que sonara fuera una caricatura, no algo parecido al original. Ya logré algunas cosas buenas, pero me imagino que tendré que meterle más ganas cuando termine con otras grabaciones un tanto más urgentes.
Las menos complicadas son unas que dejó Pedro Geoffroy Rivas de Claudia Lars y de él mismo leyendo poesía. Están en cassettes, copias de alguna copia de una copia del original en cinta. El sonido está borroso y oscuro, pero se entiende todo perfectamente... mientras no se pase a CD. Entonces suena fatal. Así que a aplicar filtros, quitar ruidos, equalizar y qué sé yo para que se oiga bien gracias a un poco de reverb aplicado al resultado final.
Y allí viene otro tema. Además de estas grabaciones, he recopilado las voces de varios escritores vivos con la ayuda de los poetas Carlos Clará y Susana Reyes, y de vez en cuando registro los avances de los poetas jóvenes de La Casa del Escritor. Lo hemos hecho en minidisc, y los resultados son impresionantes: la grabación digital directa tiene profundidad, cuerpo, y es totalmente moldeable. Se puede hacer lo que uno quiera con ella. La analógica no: es rígida, quebradiza, poco maleable, cruel. (Quizá los términos no sean muy técnicos, pero así siente uno frente a la consola virtual.) Así como puede convertirse en lo que uno quiera una voz grabada en minidisc, las grabaciones viejas se comportan como trozos de baquelita, listos para fracturarse si uno se pone muy brusco.
A veces las grabaciones son más o menos parejas, y algunos filtros dejan algo decente. Hay una en especial con la que me he peleado en varias ocasiones y, con todo y que siempre logro resultados, no estoy contento aún. Es una entrevista realizada en 1974 a Claudia Lars, poco antes de su muerte, por Marina de Quezada (después Marina de Arocha). Lo que me dieron fue una segunda copia, ya bien desgastada, con pocos agudos y demasiados tonos medios-bajos, y algo terrible: a medida que avanza el cassette, uno se da cuenta de que las pilas se estaban acabando, y al final a veces sólo se escuchan chasquidos donde debería haber voces. Hasta ahora he hecho que se pueda entender casi todo lo que dice Claudia Lars, y las pocas palabras que no se entienden bien pueden intuirse. Pero el sonido sigue siendo espantoso, y no se espera algo así de una poeta que murió a las pocas semanas, y menos de su última grabación, en la que cuenta cosas bien impresionantes de sí misma. En estos días le voy a meter el diente de nuevo.
Ya logré lo mejor que pude con unas cosas de Hugo Lindo y con dos discos de música: un homenaje a David Granadino publicado en Guatemala en algún momento de los años sesenta por una marimba anónima, quizá grabado originalmente en los cincuenta, y un disco editado a principios de los setenta, pero grabado entre veinte y treinta años antes, de la Orquestra Verdi Lírica Vicentina, tocando música de salón.
Ahora trabajo con un aparato que saca el sonido vía USB al estéreo y lo filtra de ruido eléctrico; la tarjeta de sonido de mi compu no es patética, pero sí es integrada, y ya se sabe que las tarjetas integradas sirven porque deben servir, pero para estos menesteres son bien bobas. Una de las siguientes metas es comprar una buena Sound Blaster y no tener que grabar varias pruebas para saber cómo se oye realmente el disco en el aparato de sonido (tengo uno bueno, eso sí) y luego corregir por intuición, y nueva prueba. Por ahora el aparatito USB está funcionando bien.
Tengo dos piezas de Lydia Villavicencio Olano compuestas, cantadas y grabadas por ella para una edición que distribuyó de manera privada. Cuando se oyen en acetato están bien; al digitalizarlas hay unos bajones y subidas de volumen espantosos; a alguien se le ocurrió utilizar un compresor de volumen, sin pensar en lo que sufriría alguien cuarenta y cinco años después. Ya ajusté el nivel de volumen (es decir: lo desajusté para que se oiga parejo, aunque legalmente no lo esté) y ya le di algo de profundidad al sonido, que estaba muy seco. Cuando esté inspirado voy a tratar de moldearlo un poco más; hay por allí unos buenos plugins con los que he estado experimentando, que me han dado buenos resultados en otro tipo de archivos.
Mientras, he soñado con voces viejas, y a veces siento que en el ruido que estoy quitando se esconde el mensaje verdadero, cualquier mensaje verdadero. Y quizá sea así: el sonido ambiental tiene también su historia, y también algo que decir, pero en grabaciones tan dañadas es sólo un estorbo. Lástima que uno nunca sea tan racional para soñar.

12 de septiembre de 2005

Altura y pelos

Desde hace días tengo muchas cosas que contar, pero me falta la vocación temporal para hacerlo. Es de esas épocas en que todo va pasando y uno no piensa en ello de manera demasiado compleja, y no está para descifrar devenires, sino para devenir. Llego al blog, pongo "Create", espero unos minutos y, puf, mejor cierro el Netscape porque algo está pasando, va a pasar o dejó de pasar y me llevó la atención y la gana hacia otra cosa.
Hoy lo más importante es que estuve recordando un poema de César Vallejo, uno de los mejores quizá, y con uno de los peores títulos ("Altura y pelos") en la historia de la humanidad y razas circunvecinas. Lo transcribo a falta de otra cosa:

¿Quién no tiene su vestido azul?
¿Quién no almuerza y no toma el tranvía,
con su cigarrillo contratado y su dolor de bolsillo?
¡Yo que tan sólo he nacido!
¡Yo que tan sólo he nacido!

¿Quién no escribe una carta?
¿Quién no habla de un asunto muy importante,
muriendo de costumbre y llorando de oído?
¡Yo que solamente he nacido!
¡Yo que solamente he nacido!

¿Quién no se llama Carlos o cualquier otra cosa?
¿Quién al gato no dice gato gato?
¡Ay, yo que sólo he nacido solamente!
¡Ay, yo que sólo he nacido solamente!

11 de septiembre de 2005

Primer video

Esta semana, de todo. Lo más interesante fue que el miércoles, después de dos meses y medio de taller de guiones, terminamos de editar el primer video de ficción producido por La Casa del Escritor. Bueno, hoy discutimos que hay que arreglarle un par de segundos de audio; nada serio. Dos minutos de trabajo y listo.
La idea del taller no es sólo aprender a hacer los guiones, sino también ver para qué sirven. Recursos, sólo los que tengamos entre nosotros: tres cámaras de video (una de Rebeca Torres, una prestada y una con el motor arruinado), un par de trípodes (uno de ellos de quince centímetros de alto debido a un accidente), un micrófono de largo alcance que se nos olvidó llevar a la filmación, una computadora decente, un par de programas y buena voluntad. No es que no podamos conseguir más; es que el trabajo del guionista, entre otras cosas, tiene que ver con adaptarse a los medios que haya a disposición, y nada mejor que comenzar "a valor mexicano", con lo que haya, sea lo que sea.
No teníamos iluminación buena, así que el video salió un tanto granuloso. No había modo de arreglarlo, y entonces hicimos lo más lógico: ensuciarlo más. Una carencia se convirtió en una característica. Los colores eran opacos; los viramos a azul. La música quedó sensacional, modestia aparte.
El guión lo hizo Nelson Ochoa, con 18 años recién cumplidos, y él fue el protagonista principal. Como faltó Osmín Magaña, que debía hacer un papel, lo sustituyó Salvador Canjura, y yo aparezco como voz en off en la última escena. Rebeca dirigió e hizo las tomas principales, yo me aventé la cámara secundaria, y listo. Una botella de catsup sirvió como sangre.
El video dura tres minutos. Ya hay otro al que hay que ponerle las voces (que van en off), ya están las voces de un tercero (que Carlos Guardado complementará con quince segundos de dibujos animados) y tenemos como cuatro guiones más, que ojalá podamos filmar en las próximas dos semanas. Sí, nosotros mismos estamos actuando, haciendo voces, efectos de sonido, música, todo. Carlos está haciendo otro también de dibujos animados, y quizá el miércoles o jueves filmemos un guión de Ricardo Hernández, si la actriz, una estudiante de derecho con la que ya trabajé junto con Rebeca, puede aparecerse.
Después vendrá la segunda ronda de guiones y haremos una producción un tanto más compleja. Y luego un cortometraje de quince o veinte minutos. Luego, el próximo año, guión radiofónico; el resultado deberá ser una serie o una radionovela, aún no lo decidimos.
La idea es, además de aprender a hacer guiones, divertirnos y demostrar que puede trabajarse en cosas de buena calidad con pocos recursos, y con un presupuesto muuuy cercano a cero.
Los resultados se pasarán por Canal 10 en febrero.

7 de septiembre de 2005

Cita y catedráticos de andar por casa

Estoy leyendo la revista Cultura dedicada a Roque Dalton. Empieza con algunos artículos de RD acerca de escritores y libros, y encuentro un párrafo sobre Juan Gelman y su libro Gotán que leo varias veces para asegurarme de que las palabras son las que son:

Por ejemplo, ¿podría decirse en aras del elogio, que en Gotán está incluido el único gran poema que se ha escrito hasta ahora para Fidel Castro? Es más, ¿que dicho poema esté tan rigurosamente perfilado que hará difícil para los poetas incorporar la figura de Fidel a su obra sin repetir a Gelman? Creo yo que esta consideración, de por sí, alude objetivamente a la trascendencia del libro de Juan Gelman.

Hay un catedrático salvadoreño que desde hace unos diez años está -o dice que está- recopilando el trabajo crítico de Roque Dalton y haciendo un estudio acerca de sus ideas literarias, sus influencias académicas y todo eso. Ha usado esa investigación, que hasta ahora nadie ha visto, para conseguir cátedras, participar en mesas redondas y publicar artículos bastante malos en varios lugares, y se ampara en su "expertitud" en el trabajo crítico de RD para ponerse de lo más soberbio. Curiosamente, en sus artículos nunca habla de la obra crítica de RD, y tampoco en sus ponencias (no he estado en ninguna de sus clases y de eso no podría hablar). Hace unos años se autopublicó un libro de cuentos. La portada quedó bonita y el papel es de muy buena calidad; lo demás es torpe. También es curioso que su nombre no aparezca entre los veinte o veintiún autores que aparecen en Cultura hablando de RD. Tengo que preguntar a qué se debe tan evidente ausencia, y quizá protestar.

2 de septiembre de 2005

Cultura 89



Pues bien, después de un buen par de años, por fin vuelve la revista Cultura, que tanta falta hacía. Entre pronósticos y diagnósticos de muerte, malentendidos, campañas de prensa más o menos inútiles y de dudoso fundamento, poco ruido (y pocas nueces) de artistas, de proyectos alternativos que terminaron en cosas más feas de las que acusaban a Cultura, la revista viene con un semi monográfico de Roque Dalton en el que hay de todo y para todos, y -según me dicen- una parte dedicada a otras cosas, como narrativa, libros, poesía y cosas así. Qué bueno, porque los monográficos a secas son de lo más aburridos, y así le dan de otros sabores a los lectores. La noticia la da El diario de hoy en su sección de cultura.
Por allí viene un texto mío titulado "Un artículo levemente odioso", que escribí a finales de 1998 para el libro Otros Roques. La poética múltiple de Roque Dalton, armado por Rafael Lara Martínez y Dennis Seager y publicado por la University of the South Press, de Nueva Orleans. También se publicó en una revista hundureña, en una de El Salvador y creo que en otra chilena.
El artículo es larguísimo y habla acerca del mito de RD desde varias perspectivas: su influencia sobre los poetas jóvenes salvadoreños de la guerra, la caducidad o permanencia de su obra, sus influencias, qué sé yo. Viéndolo ahora, me parece que tiene detalles mejorables, como las publicaciones a los que los salvadoreños tuvieron a su disposición durante la guerra. Lo escribí un año antes de regresar a El Salvador, después de 27 años de ausencia, y eso puede servir de pretexto para justificar un par de imprecisiones. En general está bien, en especial en un aspecto: los que han alabado el martirologio de RD y han alabado su obra incondicionalmente han hecho que RD se convierta en un santón que a estas alturas provoca bostezos y rechazos de muchos jóvenes a quienes no les interesa su vida ni sus posiciones políticas, sino su poesía... y la poesía que sus sacerdotes alaban no es precisamente la mejor, y mucha es francamente mala. Las mejores obras de RD (como "Los extranjeros", "Esbozo de adiós" y sus poemas de amor) son ocultadas o ignoradas por "académicos" y "poetas" que, con suerte, no habrán pasado de leer los Poemas clandestinos y algún artículo laudatorio antes de convertirse en expertos.
Por suerte, junto con Cultura se presentará el primer tomo de las obras poéticas completas de RD, y ojalá salgan pronto los otros dos tomos. Eso colocará a Dalton en el lugar que le corresponde y pondrá sus trabajos en perspectiva. También saldrá pronto la obra poética completa de Hugo Lindo, quizá el poeta más grande que haya tenido El Salvador hasta ahora, también ocultado en nombre de RD, la ideología y otras cosas que nada tienen que ver con la poesía.
Es una lástima que deba trabajar el sábado próximo y no pueda estar en la presentación. Ya estará el lunes, que es mi día de descanso, para ir por un par de ejemplares a la Dirección de Publicaciones de Impresos, así como del primer tomo de su poesía, y de paso para platicar un rato con Carlos Clará, editor de la DPI y excelente poeta que, precisamente, viene más de la línea de Hugo Lindo que de la de Roque Dalton.