29 de noviembre de 2007

Programa piloto

Hoy grabamos el piloto del programa de radio Tribulaciones y asteriscos, que pasará al aire un día de éstos. (Ya les avisaré cuándo y dónde.)
Hubo invitado --alguien que sabe un par de kilómetros de poesía--, musiquita (¡hasta una canción de Roberto Goyeneche!) y hasta sentido del humor.
Si el piloto funciona, se grabaría de a dos programas cada quince días en La Casa del Escritor. Y, sí, habrá gente de La Casa, de fuera de La Casa y de los lados y arriba y abajo de La Casa. A menos que me toque grabar solo, que hay varios programas diseñados así. No habrá un formato específico, ni secciones fijas. Mäs bien cada programa se pensará de manera diferente, para no aburrir ni aburrirme ni aburrirnos.
La música de identificación, la que se use durante el programa y alguna del intermedio y el final será mía. Ya alguna emisora había usado varias de mis piezas como identificación y para promos. Habrá piezas de otros, ojalá que también de algunos salvadoreños. Si no, para eso está el resto del mundo.
Me había tocado estar como invitado en programas de radio, y hacer guiones, pero nunca hacer de anfitrión. Es divertido, y la gente de la radio me dijo que quedó bien. Ya veremos cuando me lo manden editado.

28 de noviembre de 2007

Cinco años

Un poemita por los primeros cinco años:

Soy tu silencio y tu boca,
El vello que te brota y acaricia.
Soy el agua que juega en las mañanas
Entre los dedos de tus pies.
Soy al anochecer tu gato pardo,
El borde de tu espejo al que le das las buenas noches,
los buenos días, la buena ausencia.
Soy, si lo quieres, el eco de tu sombra.

Ayer (ya es ayer) almorzamos camarones en salsa blanca con papas y uvas. Se nos olvidó echarle azafrán al arroz, pero ya habrá otros arroces y otros azafranes.

26 de noviembre de 2007

Columna

Por ahora no tengo mucho que decir, excepto que estoy terminando de leer, no sé por qué vez, El arpa y la sombra, de Alejo Carpentier. Ya hablaré de él cuando lo termine y tenga algo de tiempo. Mientras, va la columna de esta semana en Centroamérica 21. El texto en línea puede hallarse en este link. (Interesante, por cierto, la nota acerca del centro y las candidaturas existentes y aliazas posibles. Se puede hallar aquí.)

¿Qué le pasó al periodismo salvadoreño? IV
Rafael Menjívar Ochoa

Se clasifica al periodismo según diferentes rubros: político, cultural, educativo, científico, etcétera. La clasificación es falsa: no tiene que ver con el periodismo, sino con las secciones del medio para el cual se escribe y, sobre todo, con las capacidades personales del reportero.
El periodismo que se aprende en una universidad sólo será un punto de referencia a la hora de ejercer el oficio. Lo que se ha aprendido en la escuela son algunas generalidades, algo de teoría de la comunicación –que tiene un valor académico, pero no práctico, y el periodismo es sobre todo práctica– y, quizá, algo sobre el valor social del periodismo, no siempre de los mejores maestros y no siempre con la receptividad necesaria.
Ante todo, el periodismo es una serie de técnicas para el manejo y transmisión de información. En el plano personal, requiere de vocación, y con ella la necesidad constante de alimentar sus conocimientos, mejorar las técnicas y especializarse en ciertos temas o géneros.
Como en cualquier carrera, lo aprendido en la universidad es una guía para que el profesional siga formándose con cierto orden. La formación autodidacta es fundamental; poco se enseña en las escuelas acerca de los métodos y temas con que el reportero deberá trabajar al aterrizar en la realidad.
La verdadera escuela es la redacción misma, y los maestros –en rigor– son los periodistas de mayor experiencia. Éstos guiarán a los periodistas nuevos y los irán colocando en los lugares en los que, según su potencial, puedan desarrollarse mejor.
“Potencial” es la palabra clave: un periodista puede tener aptitudes para cierto género o para cierta sección, pero es necesario que las desarrolle. Para eso se requiere de que tome la iniciativa y no sólo desarrolle la buena memoria que los caracteriza –que ayuda al indispensable manejo de datos–, sino también a la comprensión de los fenómenos sobre los que trabaja.
Cuando se trata del manejo de información general, de las notas “del día”, bastará con que el reportero sepa redactar, conozca estructuras básicas –como la pirámide invertida– y tenga algunos antecedentes del tema, que en todo caso podrá obtener del editor. En rubros más especializados hace falta una mayor iniciativa.
Por ejemplo, si se maneja la fuente legislativa, será importante no sólo conocer los nombres de los diputados y los partidos a los que pertenece, sino también saber acerca de teoría del estado, de leyes y legislación, haber leído al menos la Constitución –y comprenderla–, ciertos códigos y decretos y, desde luego, tener claros los antecedentes históricos de los partidos políticos, el origen de sus ideologías y su desempeño a lo largo del tiempo. Si no, siempre habrá confusiones, imprecisiones o absurdos.
Un caso desconcertante es el de muchos periodistas del rubro cultural. En ocasiones hacen notas acerca de literatura, y no han leído los trabajos a los que se refieren; casi siempre recurren a las opiniones de “expertos”, como críticos y escritores, o de los propios autores. El problema es cómo saber qué tan objetivos son los criterios que van a reflejar, si ni siquiera conocen el tema del que hablan.
Lo mismo puede aplicarse a quienes cubren las muestras de teatro, conciertos, festivales de danza... Su desconocimiento los lleva a dos posibles resultados: notas mal elaboradas –en general ambiguas y ampulosas– o la búsqueda de enfoques que los eximan de hablar de la cosa en sí y poner énfasis en aspectos externos: la hora a la que empezó la función –generalmente tarde–, la mala organización, los errores –que siempre los hay– en la ejecución, etcétera. Se convierten en “críticos” de algo que no conocen, y lo hacen por deficiencias, no porque sepan de lo que hablan, o porque les interese.
Hay dos comunidades dentro del gremio que podrían ser parámetros de un buen trabajo periodístico. En primer lugar, los reporteros de nota roja, por el manejo de la técnica. Hechos muy similares, con pocas variantes –crímenes, fraudes, etcétera–, deben ser presentados siempre de manera novedosa, desde ángulos inéditos. Eso necesariamente afila la técnica, bajo el riesgo de volverse tediosos y perder lectores y hasta el trabajo. En segundo lugar, los periodistas deportivos. Pocos hay que no tengan claro el deporte acerca del que escriben, lo hayan practicado o no, y ello viene del placer o el interés que encuentran en el objeto de su trabajo.
Muchas deficiencias del periodismo vienen de las malas concepciones que se encuentran en las escuelas y en los medios, pero también son responsabilidad de los periodistas. Y es un asunto de simple vocación.

24 de noviembre de 2007

Fernando del Paso

Tenía 21 años cuando leí el primer libro que leí de Fernando del Paso: Palinuro de México. Era un tabique bastante incómodo de llevar en el metro y en los autobuses, pero la mayor parte de él lo leí precisamente en metro, autobuses, peseros, de pie esperando el metro, los autobuses y los peseros, mientras caminaba del metro (etcétera) al trabajo o a casa, en los pocos ratos que me quedaban libres entre la escuela de música, los ensayos (los de la escuela y los necesarios para las tocadas nocturnas con las que complementaba mi mal salario), las tocadas, la vida familiar, la militancia política, Salpress... En otras palabras, no podía soltarlo, con todo lo --físicamente-- pesado que era, y hasta hacía las cosas con mayor rapidez para seguir leyéndolo.
Tardé una semana. Ese mismo día lo comencé otra vez, y me tardé otra semana en releerlo, y fue como haberlo leído dos veces por primera vez.
Es uno de los libros con mayor magia en los que me ha tocado surfear, y bucear. Lo más impresionante es que es un libro que trata de absolutamente nada: Palinuro --el nombre del piloto de la nave de Eneas-- es un estudiante frustrado de medicina que vive en un departamento muy viejo en la Plaza de Santo Domingo, frente a la antigua Escuela de Medicina, y lo usa como base de operaciones para vivir en su lugar más real que existe para él, que son sus fantasías. Lo único cierto es que está enamorado de su prima Estafanía, que viven un romance largo y que el romance termina de manera triste. Lo demás son palabras, muchas palabras, palabras maravillosamente encadenadas.
Tratar de contar "de qué trata" Palinuro de México es inútil e innecesario. Hay que leerlo. Hay que caminar, con él como piloto, por los mares de la Ciudad de México --cantinas, parques, calles y callejones, rincones-- y reírse a cada página, querer u odiar a sus personajes excesivos, o aguantarse las ganas de llorar, o admirarse de la sutileza del lenguaje, o de sus frases explosivas ("Tocar el violín es el arte de hacer de tripas corazón"), y de todo al mismo tiempo.
Del Paso tardó como diez años en escribirlo. Quizá con ese libro aprendí una lección básica de literatura: un libro es un asunto de tiempo. Mientras más fluido, natural y "espontáneo" quiere uno que quede, más tiempo hay que invertir, y mucho más trabajo. Un asunto de paciencia, y por allí estará la noción de que uno es mortal, imperfectísimo y que a los que no somos Mozart nos queda sólo utilizar los recursos que tengamos con humildad y hasta donde se pueda.
La primera novela escrita y publicada por Fernando del Paso fue José Trigo, y la segunda que leí. También dos veces al hilo. (De Palinuro leí durante años muchos pasajes, muchas veces, y ahora me gustaría leerlo completo otra vez.) Es un libro harto diferente. Es un prontuario de recursos narrativos y técnicas de escritura. Todo lo que uno puede aprender alguna vez --y sólo alguna vez, y no todo-- está allí. La historia es incidental: alguien busca a un tal José Trigo en un campamento ferrocarrilero en Nonoalco-Tlatelolco. En lo que lo busca, se echa toda la historia de la vida de José Trigo y de sus antepasados, de sus compañeros ferrocarrileros, desde la Cristiada hasta las luchas dirigidas en 1958 por Demetrio Vallejo. (El libro es de 1964 y tardó más de diez años en escribirlo.) Y José Trigo jamás aparece, como es de preverse.
Hay todo un capítulo, por ejemplo, armado con puros dichos populares. Decenas y decenas y deenas de dichos populares que cuentan una parte de la historia. Hay personajes divertidísimos, como el tipo que todos los días se llama de tres o cuatro maneras diferentes, porque nació el Día de Todos los Santos. Su esposa mira el calendario y lo llama según las advocaciones del día. Igual hay que leerlo. Lo seguro es que no se trata de un libro para paladares delicados; más bien es un manjar de sabor fuerte para escritores que no le tengan miedo a meterse en problemas.
Con su tercera novela, Noticias del imperio, me pasó algo fuerte. La compré y empecé a leerla ese mismo día, y me atrapó. De repente alguien --alguien, no más-- me dijo que se la prestara, y sin más trámite la agarró, se la llevó y me la devolvió cinco o seis días después, pero ya no pude leerla. Ese alguien era alguien a quien no quería, o ya no quería, y me pareció que el libro quedó "sucio" después de que lo tomó y lo leyó. Tardaría años en leerlo y en admirarlo, y tuve que comprarlo dos veces más. (Uno de ésos se lo regalé a mi padre, y es el que tengo ahora en casa.)
Pero Palinuro siempre fue mi favorito.
Después Del Paso publicó un libro muy bonito de sonetos, que hojeé en un Sanborns y decidí no comprar. Por lo que leí, sólo sería una curiosidad después de tres novelas excepcionales, y no necesitaba de eso. Cosas de uno. Hizo también textos para niños, entiendo, pero ni siquiera vi el libro. Quizá fui excesivo; prefiero no cuestionármelo.
Ahora está a punto de recibir el premio de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que antes llevaba el nombre de Juan Rulfo, y según dice La Jornada de México ha decidido no escribir otra novela. Treinta y cinco años dedicados a tres novelas me parece una buena carrera, en especial porque son "esas" novelas. Y una confesión: cuando se dijo que el Nobel podía caer en un mexicano, pensé de inmediato en Fernando del Paso, y sentí tristeza de que se lo dieran a Octavio Paz. La vitalidad de Del Paso es.. híjole... Es. Hay que leerlo, en serio. Una novela suya vale las obras completas de más de uno que haya publicado en pasta dura y forrado en cuero.
Hace cosa de un mes estuve en la feria del libro de Le Mans, y me tocó que me entrevistara Claude Fell, académico de gran trayectoria y traductor de Noticias del imperio. Fue un verdadero honor, en especial porque le gustó el Breve recuento de todas las cosas y hasta leyó un fragmento para el público. Curiosamente es mi fragmento favorito, y me gustaría pensar que en él encontró algún eco de Fernando del Paso, de quien aprendí el disfrute por las palabras y ciertos modos de meterse innecesariamente en problemas de lenguaje. Pero es tan delicioso...
Pongo ese fragmento en mi otro blog, nomás porque sí.

23 de noviembre de 2007

Pancho

Desde hace un mes y medio andan merodeando por casa dos salamandras. Una vive detrás del librero que está a su vez detrás de mi silla. Es grande, sólo la hemos visto de tarde en tarde y no sabemos su nombre.
La otra es Pancho.

Pancho vive entre el baño de nuestra habitación, el ropero, el baño de la estancia y el cuarto de Valeria. Es pequeño y delgadito, y parece que no se le da bien eso de cazar insectos.
Uno se mete a bañar y de repente, zaz, salta de algún lado y se le queda viendo a uno, inmóvil como salamandra, que por algo es lo que es. A veces se pone en la mesa de noche, debajo de la lámpara de leer, y se nos queda viendo durante quince minutos en una inmovilidad militar; de repente ha cambiado de posición en una fracción de segundo y sigue viéndonos; se sube en un libro y los párpados casi transparentes se le cierran, y unos segundos después está a unos centímetros de allí, otra vez despierto. O dormido, porque nos ha tomado confianza. A la única a quien le huye es a Natasha, la chow chow, que por algo es también lo que es.

Hoy Krisma lo encontró afuera del baño general (el de la estancia, pues) y lo invitó a subirse en su dedo. Y Pancho aceptó con mucha naturalidad, y allí anduvo, heladito él, durante media hora o más, y ni siquiera se mosqueó --mal verbo, pero valga-- cuando le cayeron los flashazos de la cámara. El único momento en que se puso bien nervioso fue cuando se acercó Natasha. Trató de saltar, pero Krisma se le adelantó, lo acarició un poco y se quedó tranquilo.

Después de la sesión de fotos lo fue a dejar a nuestro baño. Ojalá tenga buena cacería de zancudos o lo que sea que coman las salamandras.

21 de noviembre de 2007

¡La novela de Denise Phé-Funchal!

F&G Editores acaba de publicar en Guatemala la novela Las flores, de Denise Phé-Funchal, que sin duda va a recomponer el panorama de la narrativa en Guatemala. Su lenguaje, su temática, el modo de contar las cosas es algo fuera de serie en la narrativa actual de --por lo menos-- Centroamérica.
Denise trabajó --para mi orgullo-- con La Casa del Escritor desde agosto de 2004 hasta hace poco más de un año, precisamente cuando terminó Las flores y debió salir del taller. Tiene también una muy notable producción cuentística.
Felicidades a Denise y felicidades a todos los que leeremos su libro.
Puede encontrarse aquí en la página de F&G, con un trozo de la novela. El blog de Denise puede hallarse aquí. Y aquí está una modesta ficha en la página de La Casa.
Y todavía habrá más noticias muy pronto. Todo en su momento.

20 de noviembre de 2007

Pide perdón la iglesia católica española

Pues sí, y no de manera tan ambigua como lo hizo Juan Pablo II con las comunidades religiosas no católicas, ni dejaron pasar tanto tiempo.
En España, el obispo de Bilbao y presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, pidió perdón por el apoyo de la iglesia católica a Francisco Franco, que significó la complicidad con muchos crímenes e ignominias, según puede leerse en La jornada de hoy.
El arzobispo hizo una reflexión que a los salvadoreños nos queda que ni mandada a hacer:
No es acertado volver al pasado para reabrir heridas, atizar rencores y alimentar desavenencias. Miramos al pasado con el deseo de purificar la memoria, de corregir posibles fallos, de buscar la paz. Recordamos sin ira las etapas anteriores de nuestra historia, sin ánimo de revancha, sino con la disponibilidad de afirmar lo propio y de fomentar al mismo tiempo el respeto a lo diferente, ya que nadie tiene derecho a sofocar los legítimos sentimientos de otro ni a imponerle los propios. La búsqueda de la convivencia en la verdad, la justicia y la libertad debe guiar el ejercicio de la memoria.
Y ya que estamos en las cosas insólitas, lean un post de Jacinta Escudos en el que se da noticia del tipo que se casó con una perra para quitarse el karma por haber asesinado a una pareja de perros años atrás. El asesinato le produjo graves males, que así pretende neutralizar.
¡Ah, las religiones...! Tan fácil que es no hacer las cosas desde el principio...

19 de noviembre de 2007

¡Qué entrevista más fea! y columna

Anoche vi la repetición de la ya célebre entrevista de Narciso Castillo con Mauricio Funes. ¡Qué cosa tan horrible!
Sé que Nacho puede ser un entrevistador muy bueno e inquisitivo. En plan de ponerse de tú a tú con Funes, de seguro lo mete en aprietos, porque tiene más experiencia, más años y seguramente es más malo.
Lo que vi fue un tipo sibilino, sin una estrategia de entrevista, tratando de hacer tropezar a Funes con cualquier cosa que éste dijera. Como cazándolo, pero sin una buena mira. Lo descontextualizó, juzgó puntos de vista que nunca son negociables --uno no negocia puntos de vista con un entrevistado; a lo mucho los confrontará--, no lo dejaba hablar... Al final Funes lo resumió bien: Se supone que el entrevistado soy yo. O sea: se suponía que lo llamó para que los televidentes se enteraran de quién es Funes el candidato, qué propone, etcétera, no quién es Nacho Castillo, algo público y notorio. No es que me parezca que Nacho sea un mal entrevistador: es que en esa entrevista se dedicó a tratar de que Funes quedara mal, y no lo hizo de frente, sino con frases ambiguas, insinuaciones, juicios de valor personales y sin querer escuchar lo que el otro le decía. Si puedo describir la entrevista en dos palabras, serían "mal gusto".
Creo que el único problema de Funes --porque en general me parece que se manejó bien en las respuestas-- fue demostrar su tedio o su desagrado con lo que estaba ocurriendo. Perdió dinamismo y no transmitió toda la convicción que seguramente tiene. Eso está bien cuando uno no es candidato a la presidencia. He oído muchas interpretaciones acerca de la entrevista, y algunos dan como ganador a Nacho y otros a Funes. A mí me parece que fue una pérdida de tiempo para Funes y un fuerte bajón de nivel de parte de Nacho.
Quizá hubiera sido más interesante que confrontara directamente a Funes, no que usara ese tono como de lamentarse de lo que se veía obligado a preguntar, en el plan de "Yo no quisiera, pero mucha gente me ha dicho que..." Y eso de "mucha gente", para un periodista, es bastante impreciso. Había una obvia necesidad de cazarlo por donde fuera. ¡Qué fregar con las mismas preguntas! Había algunas que daban para hacer preguntas secundarias muy buenas, pero no me parece que Nacho tuviera un guión: se confió en que es un buen entrevistador y subestimó a un colega que también tiene dientes, muchos y afilados. Hasta llegó a acusarlo --Funes-- de arenero con un juego de palabras con respecto a los colores de la corbata y de la camisa. Elegante.
Insisto: la deficiencia que vi en Funes, como candidato que es, fue demostrar que estaba hastiado de impertinencias. Porque Nacho, por desgracia --me gustan sus entrevistas y lo considero una desgracia--, cayó en la impertinencia. El objetivo no era saber qué pensaba Funes y confrontarlo, si era necesario; el objetivo era hacerlo quedar como... No sé como qué. Quizá como alguien poco confiable.
No es que tenga una estampita de Funes --ni de Nacho-- en la cabecera de mi cama, y la única camisa roja que hay en mi guardarropa es para los días de frío, y la compré de ese color porque no había de otro color en mi talla. (La compré en barata.) Nomás me molesta ver un mal trabajo periodístico, en especial si viene de alguien que sabe su oficio.
De pésimo gusto fueron los spots que estuvieron pasando con declaraciones directamente en contra de Funes de un diputado --suplente, claro-- que renunció hace poco al FMLN. Eso no se hace. Me pareció que eran espacios pagados, pero aparecían como si fueran parte de lo que Canal 33 tenía preparado como "contrapunto" a la entrevista. Algo así le hicieron a Schafik Hándal en TCS. Hay éticas básicas que deberían respetarse, sea quien sea el entrevistado, paguen lo que paguen por los spots.
Ahora vamos a ver si Jorge Hernández se lanza a invitarlo, si Funes acepta y si lo deja hablar. Allí sí puede haber cosas interesantes: Hernández se enoja bien fácil, Funes tiene buena sangre fría y terminaría con una... uh... rivalidad cantada hace años por el de TCS.
Y, mientras, va la columna de esta semana en Centroamérica 21, que puede encontrarse en este link.

¿Qué le pasó al periodismo salvadoreño? III
Rafael Menjívar Ochoa

Ejercer el periodismo, en general, está lleno de labores rutinarias, de coberturas poco trascendentes, y sólo de tarde en tarde habrá algún tema o noticia que de verdad pueda influir en el panorama político, cultural, deportivo o el que sea. Sin embargo, hay reporteros, editores y medios que le apuestan a hacer carrera o a reposicionarse en un solo golpe, con una sola nota, un reportaje, una entrevista.
Buscan casos de corrupción donde apenas habrá ambigüedades, poca información o nada; escarban en busca de hechos ocultos, mientras más sórdidos, mejor; lanzan campañas contra funcionarios en el supuesto de que tarde o temprano mostrarán sus cartas y ellos estarán allí para verlas y denunciar lo que descubran al paso.
A veces lanzan una piedra y esperan que le caiga a alguien, y allí estará la nota, o descubren conspiraciones donde hay hechos fortuitos. O, peor, buscan “la verdadera historia” en casos que son, en sí mismos, historias verdaderas. Casi siempre la historia a secas bastaría para crear un buen impacto, pero no daría réditos extra al autor ni al editor.
El documentalista Jorge Dalton lo llamó “periodismo paparazzi”, y el término, así como las circunstancias que lo produjeron, muestra muchas deficiencias del periodismo salvadoreño.
En el II Certamen Nacional de Video, celebrado en San Salvador en 2006, los reporteros comenzaron la semana denunciando la existencia de conflictos de intereses: una de las jurados era madre de un participante, y así se insistió durante todos los días, con entrevistas y comentarios. Se criticó el apoyo –o su carencia– de las instituciones culturales a la producción de obras; se promovió el enfrentamiento entre los participantes y en el momento mismo de la premiación se dijo que había tráfico de influencias, porque el corto ganador en la categoría de ficción había sido patrocinado por Concultura y un empleado de ésta estuvo en el equipo de realización. Hubo notas acerca de en las que se hablaba de que los premios se habían otorgado de manera injusta, y se tomaba como expertos a los perdedores.
Todo podía ser parte de una cobertura minuciosa y exhaustiva, pero no hubo más. Ni una sola reseña de los videos participantes. Si acaso, un párrafo o dos acerca de la trayectoria del director o el equipo realizador, alguna declaración y nada acerca de los videos en sí.
Fue obvio algo doloroso: los reporteros no estaban preparados para la cobertura del certamen. No se habían preparado ni tenían idea de cómo funciona como medio de expresión. Había que realizar la cobertura, y recurrieron a lo que conocían: la búsqueda del escándalo, de la “verdadera historia” detrás del evento. Y nada de lo que hizo importante al evento: varias decenas de videos, su factura, sus aciertos, sus deficiencias.
Otro ejemplo fue un reciente reportaje acerca del papel de la KGB en el trasiego de armas para la guerrilla de El Salvador. Se daba por cierto que la Unión Soviética y el FMLN habían actuado de cierto modo, basados en un par de declaraciones y documentos que bien podían ser apócrifos. En el mejor de los casos, fue una cobertura deficiente. De inmediato aparecieron personas que, con conocimiento de causa, hablaron acerca de esas armas, si se trató de las mismas, y de por qué las cosas no pudieron ser como el reportaje decía. El reportaje ni siquiera había considerado que la nota pudiera ser falsa o estar “envenenada”, y no buscó lo primero que hay que buscar en esos casos: contrapartes que equilibren el valor de la información.
Aparte de un extraño acto de censura en un medio electrónico, que apoyaba a los responsables del reportaje, no hubo respuesta ni rectificación: para el medio que publicó la cobertura ése es un modo de hacer historia, y eso es parte ahora de nuestra historia. La “verdadera historia”, que en realidad fue un trabajo más que deficiente.
En ocasiones –muy pocas–, un buen reportaje lleva a la renuncia de funcionarios de alto nivel. Pero el objetivo no es tirar funcionarios, sino cumplir con una labor social: comunicar. Si un funcionario cae, es porque en efecto había algo que fallaba, y el reportero hizo bien su trabajo. Dedicarse de allí en adelante a ver a qué funcionario botar, desplaza los objetivos a otra parte: no a un buen periodismo, sino a hacerla de vigilante vengador.
Hay en muchas ocasiones, pues, una concepción errada de lo que es el periodismo, y en la base está la tan humana prisa por destacar de los reporteros y editores, y por otra el motivo por el cual no sólo no destacan, sino que puede hacer que trunquen una carrera quizá prometedora: la falta de formación. Ésta en parte se deberá a escuelas deficientes o a editores poco preparados, pero también a una decisión de los propios reporteros.

18 de noviembre de 2007

Blanco y negro II

La cámara es una extensión de nosotros mismos. Si alguien quiere saber cómo lo mira una persona, basta con decirle que le tome una foto; lo que saldrá --salvo que de verdad el otro sea una verdadera papa sin sentimientos ni ojo-- es lo que ven de uno.
A veces uno se ve especialmente viejo, especialmente gordo, especialmente diferente en ciertas fotos que le han tomado. Los gestos habituales, congelados en la imagen, adquieren valores diferentes: el que toma la foto ha escogido la fracción de segundo que considera que describe mejor al fotografiado.
Allí están, para confirmar la regla, las fotos oficiales, tan sin chiste, tan estándares, tan similares a sí mismas y a todas las demás. Y las de bodas.
De las del pasaporte o la credencial de identidad se podría hacer una antología de proporciones cósmicas; los empleados públicos encargados de tomarlas de seguro ven a todos feos, tediosos, innecesarios. Y cumplan a cabalidad con su trabajo, pero miren qué resultados tan... uh... Tan.
En fin, dos fotógrafas que de eso viven me tomaron algunas... ejem... fotos en blanco y negro en mi pasado viaje a Francia.


Ya puse en otro post las fotos a color que me tomó Ángela Mejías, que aparece aquí conmigo después de la sesión respectiva. (Esta ya la había puesto antes, pero no está de más repetirla.) La sesión ocurrió mientras daba una entrevista a TV3, una emisora regional del País Vasco (Euskadi para los habitantes de la zona e interesados en la precisión), en Biarritz. La entrevista está en el video que sigue, y después van las fotos de Ángela.







Un par de semanas después, en Lyon, conocí a Melanie Morand, una fotógrafa profesional que está armando una carpeta con fotos de escritores para moverlas a través de una agencia. Hay un montón que no reproduzco, pero por lo menos van tres.

Ésta es Melanie tomada con mi camarita de Spider Man. Cuando le enseñé la cámara estaba fascinada, a pesar del animal Canon que traía en la mano. Dijo que compraría una, no sé muy bien para qué; nerdeces de fotógrafos, imagino.
Y van unas fotos de Melanie, con su respectivo watermark, para evitar pirateos.



16 de noviembre de 2007

Política y soneto según San Huidobro

"La política es una enfermedad contagiosa, muy traidora. Para muchos, es un negocio. Cuestión de colocarse del lado conveniente y colocar a los suyos y a todos sus peones, bien instalados en el tablero. ¡Ah! y una cuestión olfativa. El lacayo sigue a su amo, el perro al salchichón, etc. La política es el arte de mentir, camuflar, falsificar, ensuciar la vida, comprar y vender conciencias (si se puede llamar así a un simple artículo de compraventa), especular sobre ideas que no se comprenden y opiniones que suben y bajan en un termómetro de saliva. La ciencia del salto mortal, de la pirueta tenebrosa, de la venalidad. Para sostener un partido, hay que gastar enormes sumas, hay que tener radios, diarios, salas de conferencias. Dinero, mucho dinero. No basta la verdad. La verdad no entra sino envuelta en un billetito especial y de agradable color. El ojo humano rechaza los colores amorfos..."

* * *

"No me preocupa el soneto porque preocupó a sus abuelos. Seguir teniendo los mismos problemas de los abuelos me parece algo muy triste y síntoma demasiado grave.
"Hay muchos hombres que son abuelos de sus abuelos. Otros querrían ser nietos de sus nietos. las dos posiciones son falsas. Yo prefiero la segunda. Pero la verdadera es ser hombre de su tiempo vuelto hacia el porvenir, mirando hacia adelante y trabajando en el presente para el futuro. Es necesario conocer las experiencias del ayer, no para repetirlas, sino para la seguridad en la marcha hacia nuevos horizontes. Los hombres vueltos hacia el pasado pueden ser historiadores, pero no serán poetas. Poema, poesía, del griego poiem, significa crear, creación, no repetición.
"Los que miran demasiado hacia atrás corren el riesgo de convertirse en estatuas de sal; ellos van a llenar la tierra de esas bellas estatuas, las cuales pueden tener cierta atracción, y desde luego es seguro que las irán a lamer todas las vacas del mundo."

* * *

Los textos anteriores vienen en Vicente Huidobro. Poesía y poética (1911-1948).
Quizá algo se me atraviesa en la memoria, pero recuerdo un soneto de Huidobro dedicado a Lenin o a la Revolución de Octubre (de 1917, no de 1944, porque así bautizaron en Guatemala a lo de Árbenz), con lo cual caía en un doble pecado. Y son pecados, me imagino, que hay que cometer en algún momento, y ojalá ese momento sea pronto para no convertirse en un adolescente anciano, o más bien viceversa.
Lo primero que conocí de Huidobro fue Altazor, en 1979 o 1980, gracias a Luis Melgar Brizuela, en una edición chilena. Después conocería la de Premiá Editores, y con los años sería amigo del responsable de la edición y del estudio crítico, Bernardo Ruiz; él publicó Terceras personas cuando fue director de Promoción Cultural de la Universidad Autónoma Metropolitana.
No hay muchas cosas que me hayan impresionado tanto, ni de las que haya aprendido tanto como Altazor. Lo leí minuciosamente muchas veces, y aún de tarde en tarde leo algún canto, algún fragmento, o todo de un tiro, y puedo ser feliz. (Recomiendo en especial el Canto II. ¡Qué poema de amor!)
Lo que hizo Huidobro en Altazor fue una lección magistral de cómo se hace poesía. Allí están todos --o muchísimos-- recursos, técnicas, trucos, lo que sea. Se tardó década y media en armarlo, con un par de versiones intermedias publicadas, y vale su peso en uranio. ¿Que le sobran cosas? Sin duda. ¿Que hay partes aburridas o desesperantes? Pues sí. Pero nadie se ha arriesgado a tanto, y nadie ha logrado lo que él logró con una materia tan inestable como son las palabras.
Leo Poesía y poética y encuentro que Altazor es el centro de toda la obra de Huidobro, y me duele que no haya muchas más cosas de él que puedan emocionarme o impresionarme, quizá por comparación. Y es injusto, pero así es. En muchos de sus poemas encuentro relaciones mecánicas, combinaciones a veces brillantes, aunque muchas otras forzadas. Antes de Altazor aún no había llegado; después, ya había pasado de su punto culminante. La misma impresión me da Octavio Paz con Piedra de sol; no hallo antes o después algo que quiera leer nuevamente, y a veces ni siquiera la primera vez.
Hay un caso interesante, el de Joaquín Pasos, con el Canto de guerra de las cosas. Es el acierto único de un joven de menos de 30 años, un acierto maravilloso. El resto de su obra puede ser tan torpe en ocasiones que no parece salida de la misma cabeza ni de la misma mano. Incluso el Canto tiene sus asegunes. Así como se publica generalmente, como un solo bloque de texto, es de lo más confuso. Hay que cortarlo en partes para que tenga sentido, y a veces es peligroso caer en la arbitrariedad. Quizá ofrezca un día de éstos la versión que usamos como biblia en La Casa del Escritor. (¿Biblia? Pues sí. En ese poema están aplicadas todas las técnicas básicas necesarias para cualquiera que quiera hacer poesía. En serio. Eso y un poco de San Juan de la Cruz y estamos listos para lo que sea.)
Igual José Gorostiza: aparte de Muerte sin fin, que es monumental, no hay mucho en su obra donde ponerse a escarbar.
En fin, buenos días. Es hora de ponerse a trabajar.

15 de noviembre de 2007

Querido diario (V)... y columna

Ayer llegó un fax a la oficina, de parte de la Alcaldía Municipal de San Salvador (pero ¿hay alcaldías que no sean municipales?; si hasta gobiernos nacionales a veces son municipales...), para invitarme a participar en un foro acerca de los planes para mejorar la ciudad, en el Real Intercontinental. Cuando me llegan de ésos, generalmente no los respondo; soy escritor, etc., y de reordenar ciudades sé tanto como de domar caballos, nomás que monto mejor caballos que ciudades completas. Esta vez me dio curiosidad, y le pedí a Joahnna que llamara para decir que sí, pero...
Bueno, soy escritor, etc., y mañana tengo por la tarde el taller de novela en La Casa. Lo podría cortar un poco antes y estar cómodamente en el hotel antes de que empezara el foro, pero --otra vez "pero"-- después del taller tengo una reunión que ya se ha aplazado durante cerca de un mes, y basta, porque pinta bien. Se trata de planear un programa de radio de La Casa del Escritor, y lo que hemos hablado por correo electrónico suena atractivo. Algo muy sencillo, en un formato no muy rígido, en una radio pequeña pero pertinente, sin dinero de por medio. Así que hay de dos: ¿ser un buen ciudadano o ser un buen empleado público? (No, desde este año ya no soy "funcionario", sino "empleado. Trolls: averigüen la diferencia. Documéntense. Esmérense. Igual seguirán siendo unos pobre imbéciles, pero con conocimiento de causa.) Y no veo contradicción, aunque eso de trabajar de ocho a cuatro no se me da muy bien; de hecho la hora de entrada en La Casa es a las diez, y a veces me paso trabajando hasta la madrugada en cosas por las que no me pagarán horas extra, ni lo pretendo. De todas maneras lo haría (las cosas y desvelarme), y me da gusto que sirva para algo y para alguien más.
Decidido el asunto de no ir, para cumplir con mis labores de empleado público --pero no propiedad de nadie, que allí ya entramos en otros terrenos--, y porque lo del programa suena muy bien, me pregunto para qué pueden invitar los de la Alcaldía a alguien como yo, o sea escritor, servidor público y no muy bien visto en ciertos círculos de... uh... ¿diré "la izquierda"? Y la verdad no entiendo, eso y otras cosas.
No entiendo para qué alquilar un salón en el Real Intercontinental, con todos los espacios a su disposición que debe tener la Alcaldía, y no entiendo muy bien --en serio-- qué podría aportar, además de algunos aplausos a los oradores de turno y saludos a algunos amigos, compañeros y desconocidos. Como a veces me entra lo mal pensado, se me ocurre que es parte del rollo de la campaña electoral, pero falta aún año y medio, y no creo que quieran hacerse propaganda tan pronto con gente que... bueno... Yo decido generalmente en la casilla por quién voy a votar, por eso en las anteriores municipales no fui: iba a terminar votando por el FMLN, como en las presidenciales anteriores, con todo y que la candidatura de Schafik Hándal me parecía una torpeza mayúscula, y quedó demostrado. No creo que por un voto se gasten la parte proporcional de lo que costó la renta del salón, la movilización de gente, el café o lo que vayan a dar, etcétera, sobre todo si me tienen cautivo, con todas las tonteras que pudiera hablar por aquí. Y pienso que el mío será el caso de muchos votantes, incluidos los del FMLN, que al parecer a última hora deciden votar por ARENA. (También demostrado.)
Hoy, después del taller de la mañana, el almuerzo --¡sí!, ¡los empleados públicos tenemos derecho de almorzar, con todo y que no podamos sindicalizarnos!-- y un rato de planeación, llegó un viejo ex compañero de militancias. Vino por asuntos que tenían que ver con La Casa, o sea literatura y aledaños, pero después estuvimos conversando acerca de compañeros que aún viven y otros que se quedaron en algún lugar de los años ochenta, como Benjamín Valiente Álvarez, "Juan Ángel", a partir de un artículo que publicó hoy Miguel Huezo Mixco en La Prensa Gráfica. Fue triste, pero también agradable. Hubo algunos que sabemos que están vivos, en alguna parte, pero no se nos ha dado volver a verlos.
Lo que entendí, al final de la tarde, es que hay muchas cosas que aún no entiendo, pero quizá algún día. (Preferiría que no.)
Por ejemplo, sé quién soy, qué soy y por qué, aunque el llegar hasta aquí a veces fuera un tanto confuso. (¿Qué vida no lo es en algún momento?) Sé qué papel estoy jugando en esta sociedad que nos está tocando, porque una cosa es no hablar de eso o hacerse el modesto y otra no tener bien claros los objetivos, los medios para llegar a ellos y los logros o fracasos a medida que ocurren. Sé que mi apuesta en el país es a largo plazo, pero también sé que no voy a verla en persona, o sólo en algunas visitas eventuales o periódicas, porque tengo cosas que hacer, algunas de ellas fuera del país. Y sé, desde hace varios años, cuál es el momento preciso de irme, y por qué.
Entonces, querido diario, entenderás por qué me pueden hacer sonreír los trolls a los que a veces les da por amenazarme con que ahora que gane Mauricio Funes --"ahora" es un año y medio-- voy a tener que salir huyendo del país. En primer lugar, porque supongo que Mauricio Funes tendrá cosas más importantes que ver a qué escritor arruinarle la vida la semana en que tome posesión, y porque el hombre sabe lo que es ser crítico, pues de eso se ganó la vida; en segundo, porque conozco muy bien a gente que trabaja directamente con él, y su amistad me enorgullece; anduvimos en dos o tres cosas en algún momento y el resultado fue bueno. Supongo que la labor se la dejarán a los comisarios mediocres de siempre --estamos dando por sentado de que las elecciones serán un mero trámite para que lo nombren presidente--, pero con ésos ya tengo experiencia, y nunca se me ha secado la boca por mandar al carajo a cualquier imbécil, si viene al caso. (Hay también imbéciles simpáticos a los que hay que alimentar para que no se marchiten.)
Lo que me están ofreciendo los trolls es convertirme, pues, en un perseguido político, y lo hacen desde ya, mientras una alcaldía del FMLN me invita a un foro en el que de verdad no vengo al caso. Me acusan de vendido a medio mundo --si medio mundo es la derecha-- mientras recuerdo a mis muertos con cariño y respeto, y también a muchos de mis vivos, y eso significa sostener ciertas ideas y actuar en consecuencia. "Actuar en consecuencia" significa no traicionarlos con golpes de pecho acerca de los errores de juventud, o sea eso de anda creyendo en cosas que no. Para nada. Sigo creyendo que tenía la razón, y que lo que cambió fue la concepción de izquierda; que los Acuerdos de Paz fueron de todos y para todos, y quien quiera quedarse fuera, será su bronca. No sé ellos; yo peleé para que las cosas funcionaran, y mi intención es de que donde yo esté, funcionen bien.
De perseguido político ya me tocó vivir una porción de mi vida. Me ofrecen el exilio, y ya lo conozco también; le debo demasiadas cosas buenas para no agradecerlo, aunque me enojen los modotes en que nos lo impusieron, ustedes perdonarán. De que me acusen de idioteces, no es la primera. En cierta ocasión uno de mis mediocres favoritos me acusó de estar a las órdenes de Edén Pastora, y para eso se unió con unos periodistas y funcionarios nicaragüenses y cubanos. Las pruebas que dijeron que tenían no las presentaron, porque el señor Pastora me cae mal y nunca hubiera estado a sueldo de él, y terminó en que decidí no despedirlo --tenía fueros para ello: yo era su jefe y él quería mi cargo-- porque tenía cinco hijos y qué sé yo; durante meses no se publicó en el diario información generada por Agencia Nueva Nicaragua ni Prensa Latina y varios etcéteras más. Al final, después de tres o cuatro años de querer mi puesto, y después de que quedó el jefe al que sugerí y éste debió irse, le tocó a él. Duró unos meses; no supo qué hacer con tanto paquete. Y quienes me acusan y me amenazan son gente que ni siquiera pone su nombre... Ya me veo teniéndoles miedo o poniendo mis barbas en remojo nomás porque alguien que se avergüenza de su nombre, o tiene miedo de ponerlo, se pone a tirar piedritas contra una ventana del séptimo piso...
Y veo a personas que están en la imaginería de los... esteee... revolucionarios y me doy cuenta de que sus parámetros son un tanto débiles. Por ejemplo Salarrué: no sólo recibió un sueldo del estado durante buena parte de su vida, sino que también fue diplomático en Estados Unidos, es decir: representante directo de presidentes de la república que, vaya, no eran precisamente de izquierda. Claudia Lars, otro tanto. Hugo Lindo. Incluso algunos que ahora están vivos y vigentes.
¿Qué nos queda, querido diario? Nada que no nos haya quedado o tocado antes. Lástima que haya tanta gente que pierda el tiempo en veleidades (había escrito "pendejadas", pero éste es un blog muy correcto); con todo lo que hay que construir y reconstruir aún en el país... Lástima que sea gente de... uh... izquierda, porque antes era la derecha la encargada de esos menesteres en el país, y le salía bien.
Con lo que llevan hasta ahora, hasta podría pedir asilo junto con mi familia en algún país de ésos que se suponen más civilizados, y en algunos aspectos lo son. (No sería mala idea...)
En fin, he seguido escribiendo acerca de periodismo en Centroamérica 21. Mi columna de esta semana la pongo otra vez en jueves, y no en lunes, y pido disculpas a los eventuales lectores. La nota puede encontrarse aquí.

¿Qué le pasó al periodismo salvadoreño? II
Rafael Menjívar Ochoa

A veces las tareas de los periodistas se ven determinadas por intereses de los medios para los que trabajan. Ven en ello –y en ocasiones los hay– conflictos éticos y profesionales insuperables, y se hallan ante la alternativa de continuar moviéndose dentro del marco de una línea editorial amplia, pero con márgenes bien marcados, buscar otro medio –en el que tarde o temprano se toparán con lo mismo– o dedicarse a otra cosa.
Algo que todo periodista debe tener claro desde que busca su primer trabajo es que todo medio de comunicación tiene una línea editorial, y que ésta responde, en efecto, a intereses personales, de un grupo de personas o de una institución: los dueños del medio, sean inversores privados, una cooperativa, un sindicato o el estado.
Aunque en el último caso puede ser bastante difuso, es claro que lo que une a un periodista con el medio de comunicación no es una convergencia ideológica –que puede haberla– ni una comunidad de intereses –que también–, sino un contrato laboral, que puede terminarse según lo establezcan las partes y la ley.
Los periodistas, pues, cuando obtienen un trabajo, no obtienen una tribuna, sino un simple trabajo. Éste tiene el mismo objetivo de cualquier trabajo asalariado: ganarse la vida. Salvo excepciones, a un periodista se le contrata para que haga lo que el medio necesite, no para que ejerza su derecho a una irrestricta libertad de expresión, si es que hay algo así.
En general el trabajo periodístico es rutinario. No se sabe de antemano lo que ocurrirá en el día, pero buena parte es seguir las convocatorias de instituciones, cubrir actos anunciados con antelación y los temas vigentes en la temporada: elecciones, aprobación de presupuesto, festivales musicales o poéticos, fechas deportivas. Un alto porcentaje de lo que ocurrirá y llenará las planas estará en la orden de trabajo que recibirá desde el día anterior, o el mismo día por la mañana.
Pero hay también temas especiales, los que desarrolla el periódico por sus necesidades, por sugerencia de los reporteros, porque el momento lo pide o por azar, infidencia o investigación. También es necesario buscar estos temas especiales para las revistas y suplementos que, por su propia naturaleza, deben ser originales, llamativos y –de preferencia– provocadores. También están los temas políticos o de consecuencias políticas, cuyo tratamiento podría ser objetivo e imparcial, pero donde entran en juego los intereses y necesidades del medio –resumidos en su línea editorial–, así como las convicciones del periodista.
La represión de una manifestación, por citar un caso, puede ser eso, seca y llanamente: la represión de una manifestación. Para el periódico puede ser la provocación de un grupo influido por el partido de la oposición para desestabilizar al gobierno. Para el reportero quizá sea el uso innecesario de la violencia contra gente que exigía algo justo.
¿Cómo conciliar el hecho, la línea y la convicción? Si hay orden explícita de tratar el tema de cierto modo, deberá tratarse de ese modo, por simple contrato laboral. Hay una trampa: el reportero puede negarse, el periódico puede despedirlo. Lo interesante es que, dentro de la ética periodística, el reportero estará haciendo su trabajo al negarse a escribir algo que no fue lo que presenció.
Casi nunca ocurre así. Los medios tienen personas a las que encargan cada asignación según sus capacidades, tendencias, etcétera. El que cubra la represión contra la manifestación en principio podría estar de acuerdo con el enfoque del diario; por eso se le envió. También hay espacios e instancias bien definidos: la cobertura del hecho puede ser objetiva e imparcial, pero al pasar por el editor algunas palabras de más o menos cambiarán el enfoque, y el encabezado reflejará lo que el periódico quiera reflejar. Están asimismo los espacios de opinión editorial, donde se dará explícitamente la posición del medio.
La pregunta del periodista es siempre si podrá vivir con eso, porque es inevitable, y allí se da un proceso transaccional del reportero consigo mismo.
Hay temas, siempre, que un medio no podrá tratar de manera “objetiva” e “imparcial”. Hay temas sobre los que nunca se podrá hablar, como si no existieran. Son bastante pocos, pero en ciertas temporadas son constantes. Las preguntas que se hará el reportero son básicamente dos: ¿puede someterse a un régimen así? y ¿vale la pena cambiar esos pocos temas por los que sí podrá tratar con amplia libertad, que son la mayoría?
La respuesta nunca es fácil, y nunca hay sólo una. Pero es así. Es el lado de la ética del que a muy pocos les gusta hablar, aunque lo vivan a diario.

14 de noviembre de 2007

Blanco y negro

Me gusta la fotografía en blanco y negro, en especial los retratos. Me parece que los colores a veces no dejan ver lo que es más importante de transmitir: expresiones, miradas, detalles que son los que revelan qué o quién es una persona.
Alguna vez traté de entrar en la fotografía más en serio. Descubrí, además de que tenía poco tiempo, que era un hobbie que no podía costearme; ya tenía otros hobbies que se llevaban el poco dinero que --no-- me sobraba. Aun así comencé con una Pentax A2 (creo que ése era el modelo), y luego seguí con una Canon AE1 Program que terminó vendida en un momento de necesidad, que fue cuando decidí que la fotografía no era para mí, o yo no era para ella. No estuvo mal: me había salido baratísima, comprada a un suizo que las sacaba de la fábrica, les ganaba un poco y de eso vivía. Le vendí casi al doble de lo que me costó, después de usarla durante un buen rato.
A falta de laboratorio, PhotoShop, con la desventaja de que uno no puede regular tan bien el tiempo de exposición, el papel, las texturas, y la ventaja de que no quedan las manos amarillas. (¿Revelar con guantes de látex? ¡Por Dios...!)
La ventaja ahora es que no es necesario imprimir las fotos para saber cómo quedaron, ni siquiera pasarlas a la computadora. Las cámaras digitales también pueden ser más baratas, y mucho: las primeras tres fotos que aparecen abajo fueron tomadas con una mínima instamátic digital comprada en Arizona en 2002, en una oferta de Office Depot. Aún anda por allí y suele servir como webcam. Toma fotos de 640x480 en su máxima resolución. Aun así, varias de las fotos de la serie a la que pertenece la segunda que aparece allá abajo se han publicado en varias partes, incluso en la solapa del Viaje al imperio de las ventanas cerradas.
Después de que tronara una CyberShot de Sony, de respetable capacidad y más respetable precio, volví por unos días a una camarita instamátic de Spider Man, que me costó lo mismo que la primera, nomás que ya no en oferta y su máxima resolución es como de 1280x1024. Ahora tengo una Kodak EasyShare C713, baratita, a 7 megapixeles, y no está mal. La última foto fue tomada con ésa.
Van las fotos y algunas explicaciones.
Krisma a principios de agosto de 2002. Ya empezábamos a trabajar en cosas de poesía (el taller de La Casa no se había abierto aún; ella fue la primera) y, como resulta obvio, a vernos con ojos de mucho agrado.

Ésta fue tomada no mucho después, cuando ya nos veíamos con más ojos de agrado aún. Ella está sentada en la mesa del comedor de mi casa, en la Colonia Buenos Aires. Tomé cerca de 80 fotos, de las que salieron bien unas diez. Nada mal.


Ésta debió tomarse a finales de 2002 o principios de 2003, cuando ya compartíamos sueños, catre y macarrones, como dice el tío Joan Manuel. Sí, lo de nosotros fue un proceso bien acelerado, y ha valido cada segundo. De esos días es un poema, de los primeros que produjo en el taller, que presento en exclusiva. Créanme: no lo van a leer en otra parte.

En las fauces de mi gata
hay cien hombres espejos.
Qué miras,
preguntan al abrir el abismo de sus ojos.

Una mujer,
contesto,
una mujer invisible,
hambrienta de imágenes.



Ésta la tomé en 2006 con una cámara de video que. entre otros chistes, puede tomar fotos de emergencia.


Y ésta la tomé apenas ayer, de una serie que enviamos para un encuentro de poetas en el que estará dentro de un par de semanas.
Todas se tomaron en color, pero hay algo que las hace más interesantes en blanco y negro. Quizá sea, como digo, que los colores no distraen de lo más importante, que es la propia persona fotografiada.

13 de noviembre de 2007

Galán


Jorge Galán --a la derecha en la foto, junto a Krisma Mancía y Eleazar Rivera-- se la ha pasado trabajando durante muchos años en la sombra, evitando los reflectores quizá por su timidez extrema, y preparándose para ser un escritor bastante completo. Aquí y allá ha ido ganando juegos florales en los que ha participado a manera de subsistencia, y el año pasado ganó por fin, merecidamente, el prestigioso Premio Adonais de poesía, que no incluye dinero pero --además de una estatuilla-- representa un aval indudable.
La publicación de El día interminable en la colección Nueva Palabra de la Dirección de Publicaciones e Impresos, en 2004, lo colocó en un buen lugar de la poesía nacional. El Adonais, ganado con el poemario Breve historia del alba, ratificó una carrera preparada durante más de quince años, y me parece que logró su madurez poética con La habitación, publicado hace apenas unas semanas por la Dirección de Publicaciones e Impresos en su colección Poesía.
Además de un pequeño libro publicado por la Alianza Francesa hace unos meses (ganador del premio Charles Perrault), está en prensa, por parte de una buena editorial del exterior, una novela suya que ganó unos juegos florales en los que me tocó ser jurado, junto con Carmen González Huguet y Carlos Paz Manzano, como escribí aquí el año pasado.
Ahora, Alfaguara anuncia que publicará una novela suya, enfocada a los jóvenes. En poco más de un año, si se descuenta la publicación de Nueva Palabra, Jorge Galán (su nombre de pila es George Alexánder Portillo; Galán es el segundo apellido de su mamá) se colocará en el centro de la literatura de El Salvador, y sin duda se convertirá en uno de los escritores más influyentes del país. Su preparación larga y minuciosa lo avala. En la lenta carrera contra el tiempo que es la literatura, Jorge se está convirtiendo en el eje de su generación, merecidamente, y de seguro será uno de los guías de las generaciones más jóvenes, si no lo es ya.
Felicidades a Jorge.

Guerras y batallas perdidas y ganadas


Exactamente a la edad que tengo ahora, el 12 de abril de 1983, mi padre perdió una guerra.
Había dedicado 20 años a la lucha política, y de algún modo lograba hacerla compatible con su trabajo académico y administrativo en la Universidad de El Salvador.
Comenzó en el Frente Unido de Acción Revolucionaria (FUAR) en 1963, justo el año en que lo eligieron decano de la Facultad de Economía. Aunque el FUAR, dirigido por Schafik Hándal, debía dedicarse a la lucha armada, a lo más que llegaron fue a entrenamientos azarosos con armas de palo y a arduas labores de pinta en las que anunciaban que con el FUAR iniciaba la lucha armada.
Alguna vez le pregunté por qué se había salido del FUAR, y me dijo que no estaba para perder el tiempo ni para arriesgarse en tonterías, aunque reconoció que lo divertía lo de hacer pintas en la madrugada, con la Guardia Nacional por todas partes. Me contó que decidió salirse del FUAR un día en que le dijo a Schafik que la cosa se estaba poniendo peligrosa y que había que empezar a armarse en serio. "Bueno, en mi casa tengo una 38...", le contestó Schafik, y él mejor se dedicó a ser decano como Dios manda (con todo lo comecuras que era en esas épocas). Una 38 era lo más lejos que estaban dispuestos a llegar, y a él le gustaba jugar a todo o nada.


En 1966 estuvo en la reactivación del Partido de Acción Renovadora, de Ascencio Menéndez. Era vicepresidente del partido, se lanzó a orador de plaza durante la campaña de 1967 (era pésimo para eso, aunque muy bueno para las charlas académicas), hizo pintas y pegas, y se movía en un Volkswagen 1963 que había conservado muy bien y se acabó en unos meses. Fue de los que preparó el plan de gobierno, en especial lo relacionado con una reforma agraria, su fuerte.
Cuando les cancelaron el registro, estuvo durante un tiempo en la organización del Partido Revolucionario (PR), pero resultó claro que el Partido Comunista trataría de hegemonizarlo, como lo había intentado con el PAR, y mejor se dedicó a escribir libros, a comprar una computadora para la UES --de decano pasó a gerente general-- y a estar con la familia.
En 1975, según veo en su carta de renuncia a la organización, entró a militar en las Fuerzas Populares de Liberacion "Farabundo Martí". Allí hizo de todo. Hay cosas que ya he dicho, otras que no vale la pena decir y otras que es mejor dejar como están. Su obra maestra fue el Acuerdo México-Francia para el reconocimiento del FMLN como fuerza política representativa en El Salvador, lo cual le otorgaba legitimidad internacional.
En mayo de 1983, antes de renunciar oficialmente, entregó lo que tenía de las FPL a la dirigencia en Managua. Se le dijo que lo enviarían a Cuba, como... eh... invitado del gobierno de La Habana, un bonito eufemismo para la palabra "preso". Esa noche escapó a Costa Rica, sobornando guardias --sandinistas, ejem-- en la frontera, y un par de días después era secretario académico de Flacso Latinoamérica. Le dieron pasaporte diplomático, y con él regresó a Nicaragua a entregar su renuncia a Salvador Sánchez Cerén, Leonel, quien sustituyó como primer responsable de las FPL a Salvador Cayetano Carpio, Marcial. La "invitación" a Cuba quedó sin efecto.


El que mi padre haya perdido una guerra no significa que la guerra no haya continuado. Al contrario: se prolongó durante nueve años más, pero ya los objetivos eran otros, no esa toma del poder para crear un régimen socialista que nos parecía el sueño ideal. (A mí también, aunque sabía que no podría vivir en El Salvador después del triunfo; los pequeño burgueses como yo sabemos nuestro lugar en la vida,.)
El 12 de abril de 1983 murió su amigo Marcial, de quien había sido un cercano asesor en los siete años anteriores. Se dedicó sobre todo a la diplomacia, aunque trabajó en el proyecto de un Gobierno Democrático Revolucionario desde 1980 hasta después de la ofensiva de 1981 y, en sus ratos libres, nos poníamos a armar folletos mimeografiados. Se convirtió en un apestado para el FMLN, que nunca le quitó el ojo de encima. Siempre intentaron descalificarlo, pero no les salio bien; el hombre tenía lo suyo. Igual le pedían asesoría, y aceptó darla sólo a través de ciertas personas, que él mismo escogió. Había otros con los que no quería el menor contacto.
Cuando la firma de los Acuerdos de Paz, en enero 1992, lo invitaron a México, pero no a la firma en sí ni a la celebración principal. Nos paramos frente a la ventana trasera de mi departamento, desde donde se veía el Castillo de Chapultepec, y pusimos el televisor entre la ventana y nosotros. Fue un momento triste.
Sabíamos que la paz era necesaria. Sabíamos que era lo mejor. Sabíamos que la utopía era una utopía. No sabíamos --y él se lo recriminó hasta la muerte, por la parte que le tocó de refilón-- si había valido la pena tanta sangre y tanto dolor y tanto miedo y tanta destrucción, física y del alma. Creo que logré convencerlo, antes de que muriera, de que había hecho lo que había creído justo y correcto, y que los espacios abiertos en el país eran amplios, que el precio había sido alto, pero el único posible.
Esa noche fue a una fiesta donde estaban muchos dirigentes del FMLN. Allí se vio, después de nueve años, con viejos amigos. Regresó a casa con mucho vino dentro y una sonrisa que no dejaba de ser triste, pero tampoco dejaba de ser sonrisa. Me contó varias veces cada una de las pláticas que tuvo esa noche, con más vino de por medio. (En ese entonces yo era adicto a los jugos de fruta. Debí consumir una cantidad respetable.)


A mis 48 años he perdido muchas batallas, pero no una guerra. Sé que estoy haciendo lo que me corresponde, y lo hago con orgullo. Es una lástima que mi padre no pudiera verlo ni leer los poemas, cuentos y novelas que están creando los compañeros de La Casa. Quizá los hubiera disfrutado tanto como yo, o más; le encantaba la literatura, y en algún momento de su juventud --como me confesó por allí de 1985-- quiso ser escritor. Escogió la economía, y desde allí hizo lo que tenía que hacer.
Qué fría está la madrugada, por cierto. Suerte que ya los vientos se han calmado bastante.

11 de noviembre de 2007

Convención

Apenas llegué a tiempo para ver la segunda parte del discurso de Mauricio Funes en la XXIII Convención Nacional del FMLN; hubo chamba en La Casa, no mucha, pero sí minuciosa. (Un compañero nuevo salió con un poema bastante bueno y compacto, el primero en lo que lleva con nosotros. Eso emociona.)
No me fijé mucho en lo que Funes decía, que era obviamente lo de rigor --preferí ver a la gente y sus reacciones--, aunque me pareció que en varios aspectos hacía algo sano, que ya se esperaba de él: tender lazos a sectores amplios de la sociedad salvadoreña. Mostró también mucho de la cara que debía mostrar: la que lo hace un buen candidato a la presidencia. (Igual Leonel me sigue pareciendo un mal candidato a la vice.)
No lo había visto frente a tanta gente. Es obvio que los que estaban allí lo veían con simpatía pero, más allá de eso, hay un buen líder potencial.
Digo "potencial" porque será una nueva faceta de su vida. Como periodista televisivo conoce su trabajo y sabe cómo tratar a la gente; como político, tendrá un año y pico para demostrarlo. Y habrá que ver si es capaz --allí está el meollo de todo-- no sólo de tratar con efemelenistas convencidos, sino si logra también transmitir esa emoción a gente de fuera del FMLN, gente indecisa o que no votaría por el Frente, aunque sí por él. Lleva todo en contra --y a mucho del Frente incluido--, y la etapa de desgaste que le espera es larga. A mí, en lo personal, me parece una persona que cree en lo que dice, o no lograría transmitir lo que transmite.
Algo interesante: se veía contento. No sólo exaltado, como sería lógico, sino contento. En general los políticos, cuando logran manejar a la gente como él lo logró, no pueden evitar que se les salga en algún momento una mirada un tanto torva y una sonrisita de lado. No vi eso, y lo agradezco, porque es un posible futuro presidente, y me espantaría tener a alguien de doble cara. Ojalá que logre conservar esa convicción y esa frescura. Y que lo dejen.
Eso es todo: que lo dejen. El FMLN le ha puesto muchos candados, según se ve, para que no tenga demasiado margen de maniobra. Pero su discurso muestra que al menos tratará de ampliar ese margen. Si lo logra, si lo dejan, talvez logre neutralizar la campaña de desprestigio que de seguro se viene. (Me dicen que comenzó ya con unos spots publicitarios. No he visto televisión nacional en mucho rato, así que no lo sé. Trataré de verlo en los siguientes días para comentarlo.)
Ahora falta ver quién será el candidato que tendrá en contra. ARENA no la tiene muy fácil en ese sentido. Tampoco será muy difícil si el FMLN no se lo toma en serio.
De verdad: ya que cambien sus modotes, ¿no? Angustian. Y eso es lo que quieren: angustiar, asustar, enojar, qué sé yo. Recurrir a los instintos y sentimientos más básicos. Ahora tienen una oportunidad de racionalizar el asunto, y me parece que la van a desperdiciar. Igual tengo esperanzas.
Hay que ver qué pasa con Zablah. Sigue pareciéndome un excelente candidato. Creo que, si se lanza por el centro, y si éste no se pone tan blando como casi siempre, él podría ayudar a elevar el nivel de esa discusión. (Otra es que se sume al FMLN. No me parece que la izquierda institucional esté muy emocionada con la perspectiva, y la evita abiertamente. Lástima.)
Ah: es ilegal lanzar una campaña electoral con tanta anticipación. Deben cuidar un poco más su discurso.

¡Niños, niños, por favor...!

Y aquí estamos ante un caso en el cual las partes cometen todas las torpezas políticas posibles y pasan por encima de quien se les ponga enfrente, que en este caso es el pueblo en general, y allá a quien no le guste; aquí somos retemachos y el que se acerque, que se aguante.
Me parece una torpeza política, en sí misma, que el FMLN efectuara su XXIII Convención Nacional en el aniversario de la ofensiva de 1989. No porque haya sido su momento culminante, sino por todo lo contrario: como en 1981, los guerrilleros hicieron un llamado a la insurrección popular que obviamente no se acató, y lo que hubo --igual que en 1981-- fue un enfrentamiento entre dos fuerzas disímiles: el FMLN no podía derrotar al ejército frontalmente y el ejército no podía enfrentar a una guerrilla inasible, como es el carácter de cualquier guerrilla. Si se trata de convocar al pueblo mediante un símbolo --la ofensiva de 1989-- de la lucha popular, no es el símbolo más adecuado. Los recuerdos de muchos salvadoreños con respecto al tema son más de miedo que de ganas de que se les recuerde lo bien que la pasaron pegándole tiros al ejército.
Mauricio Funes ha sido un buen prospecto de candidato precisamente porque aleja un poco del FMLN, con su imagen independiente, moderada e imparcial, respecto de los símbolos más crudos de la guerra; era la idea, en su momento, con la candidatura de Zamora.
La candidatura a la vicepresidencia de Salvador Sánchez Cerén ya era una torpeza grave, porque daba un blanco muy amplio a los siempre previsibles ataques de la derecha. La efemérides para anunciar las candidaturas no ayuda demasiado, y habrá quien por ese simple hecho retire su voto desde ya --igual habrá quien por eso vote por el FMLN; será de ver el balance al final--, y algo peor: está ubicando a Funes dentro de la estructura de pensamiento tradicional (hasta podría decirse "conservador") del FMLN. Quizá para los militantes frentistas todos esos elementos (la candidatura de Sánchez Cerén, la fecha de la convención, el alineamiento de Funes) ayuden a una mejor votación, pero no ven la contradicción patente: las elecciones y el mensaje que están enviando son simplemente incompatibles. Pertenecen a dos mundos y dos realidades diferentes.
Donde hay elecciones y se respetan los resultados, la insurrección es innecesaria y negativa. Donde hay insurrección, las elecciones no pueden ser válidas, porque un sector de la población --que se presupone amplio-- está contra mecanismos de estado espurios como --digamos-- las elecciones. Si el FMLN coloca una insurrección --además fallida-- como símbolo de su campaña, está invalidando las elecciones que espera ganar, y en las que se espera que se reconozca su triunfo, y que quien los reconozca sea el gobierno contra el que está planteando la insurrección. Me parece que hay algo que no checa: el FMLN está invalidando los mecanismos que le podrían dar el poder. ¿O sólo se trata de un poco de demagogia para exacerbar emocionalidades y ganar algunos votos más?
Por otra parte, la respuesta de ARENA es simplemente infantil: hacer que se declare el 11 de noviembre como día de luto por las víctimas de la ofensiva de 1989, como reportó hace un par de días El diario de hoy. La ofensiva de 1989 habrá sido una insurrección fallida --y eso es materia de análisis de la izquierda, no de descalificación a priori, y más bien de constatación a posteriori--, pero también fue el ataque de una fuerza políticamente representativa de El Salvador, según estaba reconocido internacionalmente, y la mayor parte de las víctimas no fueron generadas por la guerrilla, sino por el lado oficial, que ya manejaba ARENA.
La torpeza política de ARENA, en este caso, es que de facto está invalidando algo que ha sido su caballito de batalla desde el principio de la paz: la ley de amnistía. Al elevar a rango de ley la declaratoria de día de luto por la ofensiva de 1989, y al culpar --también con rango de ley-- al FMLN por los muertos, está abriendo un puerta no muy ancha, pero sí evidente, a la investigación y castigo de crímenes de guerra: el decreto es, de hecho --y de jure, cómo no--, un juicio nacional por un acto de guerra, y su calificación --declararlo día de luto-- un castigo para los supuestos responsables. Un abogado hábil podría sacar mucha raja de allí.
Además, ¿qué es eso de andar manipulando las leyes nacionales sólo para satisfacer intereses inmediatos, como hacer quedar mal a un adversario político con miras a unas elecciones? Imagino que el FMLN sería capaz también de hacer lo mismo, pero no lo ha hecho, por falta de poder o porque algo entienda de ética. Las elecciones pasarán, y un capítulo importante de la historia salvadoreña --la ofensiva de 1989-- quedará calificado de modo negativo antes de que logremos entender muy bien qué rayos pasó.
Hay un problema: aunque éticamente sea repudiable, quizá ese decreto encuentro algún eco en la emocionalidad de ciertos votantes, en favor de ARENA. No hay que olvidar que la ofensiva se produjo cuando acababa de elegirse a un presidente (Cristiani), por primera vez sin fraudes, y que la ofensiva pretendía invalidar también un resultado popular; quizá de allí, en parte, que la insurrección haya fallado.
Pero los osos políticos no sólo se dan en el país, sino ambién en el amplio mundo del extranjero.
Si me preguntan qué pienso de Hugo Chávez, contestaré que no me gusta. Me parece que tiene una constitución sensacional, unos programas sociales envidiables, un plan de desarrollo alterno bien interesante. El problema del gobierno de Chávez, para mí, es el propio Chávez. Pero ése es mi problema, no de los venezolanos, que lo han elegido ampliamente cada vez que se ha presentado a elecciones.
Mi mayor problema es que habla demasiado, y habla como lo que es: un militar. Por la esencia misma de la carrera militar, no veo un país regido por uno de ellos en el que florezca la democracia o al menos cierta tolerancia, y donde no haya una demagogia rampante, como la hay en Venezuela. De Chávez me molesta la verborrea en el tono que usa, el constante insulto a quien sea, sin más fundamentos que su propio discurso --el discurso autocontenido de los militares de cualquier signo y de algunas organizaciones políticas cerradas, de izquierda o derecha-- y sin más objetivos que arengar a sus gobernados --o sus electores, según se quiera--, como un militar ante sus tropas.
Por eso, no me extrañó que en su discurso ante la XVII Cumbre Latinoamericana se pusiera a acusar de fascista a Aznar --igual pudo ser otro-- y a ponerse de verdulera ante la observación --justa y correcta-- de Rodríguez Zapatero de que, como presidente electo por los españoles, Aznar merecía respeto.
Lo desconcertante fue que el rey Juan Carlos, siempre tan mesurado y equilibrado, le dijera a Chávez que se callara. Chávez se encontró en su elemento y se siguió de largo con los insultos, o así lo intentó; la intervención de la presidenta chilena calmó los ánimos, o los puso en un nivel más diplomático.
El diario La jornada de México interpreta el exabrupto de Juan Carlos, en su editorial, como una reacción colonialista ante las muestras de independencia de ciertos países de nuestro continente. También me dio risa: lo que Juan Carlos no debió soportar fue el tono machacón, monótono y militarote de Chávez, y reventó.
Oso de Chávez por andar de demagogo, oso de Juan Carlos por no soportarlo --yo tampoco lo hubiera soportado, pero no soy rey-- y oso de La jornada por su editorial.
Ayer precisamente hablábamos con varios compañeros de La Casa acerca de la autoridad moral que agarró Juan Carlos como "el rey de todos" cuando el asunto de Tejero, en 1978. Parecía que Juan Carlos sería un rey más bien de imagen, débil e innecesario, pero mostró que sería más bien un excelente sostén de la España posfranquista cuando se fue a meter a la Moncloa y a ordenarle a Tejero que se rindiera. Y hacía fata pantalones para eso: el hombre se había tomado la Moncloa con el presidente de gobierno, ministros y medio mundo, armado, y amenazaba con cosas bien feas. Tejero esperaba el aval del rey, y no lo obtuvo, sino más bien la orden de entregarse --cosa que hizo-- para un juicio militar.
La monarquía, así sea formal, me da urticaria, y a veces admiro a Cromwell; pero Juan Carlos siempre me ha caído bien. Creo que, en efecto, ha sido el eje de una transición larga, azarosa y siempre complicada. Y admiro su capacidad de gobernar para todos. Nomás que Chávez le colmó el plato...
Supongo que el hecho de que Chávez "colme el plato" a más de uno será motivo de orgullo para varios, y más que varios. Yo la lógica de la demagogia y del comportamiento lumpen en un presidente no lo veo muy bien. Pero, insisto, ése es mi problema y de nadie más.

Fama

Andy Warhol --quien tuvo mucho más que eso, no sé si con justicia-- decía que "en el futuro todos tendremos quince minutos de fama". La frase puede ser despectiva al aplicarse a otras personas, que en efecto no buscan más que eso a cualquier costa, o puede ser una esperanza para quienes quieren tener aunque sea esos quince minutos, mientras más rápidamente, mejor.
En la revista Letras libres de noviembre, Félix Romeo lanza un artículo provocador acerca del tema, en el cual señala:
El modelo de fama de Andy Warhol tiene mucho de maoísta. Una fama igualatoria que rompe con la idea de una fama elitista, que es la única verdadera fama: unos piden los autógrafos y otros los firman; unos salen por la tele y otros miran la tele. Es posible que Andy Warhol pintara cuadros de Mao porque realmente creyera en los postulados de Mao. [...]
Esa exigencia de un derecho obligatorio tiene bastante de maoísta, de orden de dictador, de revolución cultural y no de reflexión pop. No dejo de ver detrás de esa frase a un ejército de funcionarios y burócratas organizando los quince minutos de fama de cada uno de los ciudadanos: los impresos, las colas, las gestiones, el vuelva usted mañana, los sorteos, los plazos, las chapuzas… La fama de Andy Warhol era una fama totalitaria...
...o sea que en ningún caso la fama es democrática. Y resulta que los "héroes del trabajo revolucionario" no son más que el equivalente socialista del "empleado del mes" de McDonald's, sólo que su foto estará en una fábrica propiedad del estado --también dueño de adjudicar a quien quiera lo de "empleado del mes"--, no en una tienda de las miles y miles que posee una transnacional.
Hay otro artículo de Enrique Lynch acerca de la fama en este link. Habla de cómo, en palabras de Emerson, Cary Grant era famoso porque "está dotado para soportar la mirada de millones de personas". La fama no es teórica, pues, sino todo un asunto práctico, y tampoco democrático: la fama la obtiene quien posee no sólo la capacidad de hacer algo bien, sino de soportar las consecuencias. Quien no la tiene simplemente le apostará a los quince minutos de Warhol o a la gloria local de McDonald's.
¿Por qué hablo del tema? Por un motivo harto válido: me desperté como a las cuatro de la mañana, aún en el desajuste de los viajes, y algo había que hacer, así que me puse a ojear (aquí no se aplicaría "hojear", porque lo hice por internet) Letras libres y me divirtieron los artículos. Ahora me dio sueño de nuevo --son las 04:34-- y me voy a dormir de nuevo. Hasta ahora ya llevo dormidas unas cuatro horas; cuatro más al hilo y estaré listo para lo que sea.
Me gustan los/las poetas que buscan una fama de Guía Guiness, esto es: sin nada que ver con su poesía ni con los quince minutos de Warhol. Debe ser emocionante ser el "empleado del siglo" de una empresa aún más grande que McDonald's, porque hay cientos de categorías, y cada año se abren más.
Un poeta que sea "empleado del mes". Maravilloso. Como un maratonista al que premian por ser el mejor taxista de un pueblo de mediana magnitud.
Nos vemos al rato, que se me cierran los ojos y no quiero desvariar más de la cuenta. (Ya habrán notado que no hablo del Rivotril. ¿Quién necesita Rivotril con tanto sue

10 de noviembre de 2007

Querido diario (IV)...

Vaya: el problema no es ése, porque uno sabe lo que escribió y sólo es cosa de rascarle un poco a la lógica del texto y a la memoria para saber qué palabra era tal o cual glifo, etcéera, y llamar "glifos" a eso es el festival del eufemismo.
El asunto es que en el borrador se han quedado fuera muchas cosas que estaban en las anotaciones y que pueden ser importantes, por ejemplo lo que dice en la hoja de iziquierda, en la zona de la derecha, en el último punto. Sí, la escena es fuerte, y es necesario ponerla, y para ello hay que precisar el lugar donde ocurrió, que en este caso es el lugar donde no ocurrió, que es lo que de algún modo me inquieta. Habrá que insertarla, pues, en el capítulo... uh... Ya no recuerdo. La primera vez que aparece el psicópata o lo que sea antes de entrar en el barrio.
Allí hay un problema de timing. Tenemos que, si pasa lo de la señora que hace ejercicio compulsivamente, no hay un capítulo donde pueda hablarse de la muchacha coreana de las piernas interminables, flaca, terriblemente atractiva e imperdonablemente joven. No puedo dejar de ponerla, porque... Bueno, no sé muy bien por qué. Creo que es el hecho de que, cuando sale del hotel, a eso de las 10 de la noche, lleva una falda de algodón que deja ver apenas el inicio de los músculos glúteos (éstas son anotaciones serias, así que no diré "nalgas", la palabra más adecuada siempre), una falda mínima y apretada. Cuando regresa, a eso de las tres de la mañana, ya tiene una falda de mezclilla del mismo tamaño y enseña lo mismo, pero no lo remite a uno a cosas inquietantes sino que lo hace decir: "Mira tú, qué muchacha tan guapa, qué bien le queda la faldita."
Hay dos puntos donde pueden entrar las escenas:
1. El segundo capítulo en el que aparece el psicópata --con él abrimos, así que podemos moverlo como mejor querramos-- ocurre en un lugar indefinido. Se puede precisar --se debe precisar; de eso precisamente estoy hablando--, y que ocurrra afuera del barrio lo de la mujer que se la pasa haciendo ejercicio.
2. La escena final de la primera parte es larguísima, y está emocionante, así que se puede cortar en dos, y en medio los otros personajes pueden hablar de los casos anteriores o no sé qué. Las tres escenas de la primera parte están ocurriendo en tiempos simultáneos, pero igual puede haber un flashback o algo. No me gusta el recurso; nada más es posible.
El psicópata debe morir donde muere, antes de entrar en el Barrio, no en otro lugar, eso no es negociable. Y es una pena. porque el lugar adecuado para que la muchacha de la faldita muera es dentro del Barrio. A menos que sobreviva...
Eso es. La muchacha sobrevive y va al Barrio con la queja, porque el fulano la deja muy mal. ¡Ah! ¡Tenía cita con él en el Barrio! Por eso cae en la trampa. Simple y efectivo. Es otro de los motivos para que quiera entrar: el simple miedo no es suficiente, porque de todos es conocido que los pscópatas se creen mucho más listos que los policías, y siempre se creen capaces de burlarlos; y, por otra parte, el ansia perpetua de ser capturados.
Listo. Será la próxima semana, o la que viene, porque antes habrá que pasar en limpio todo el cuaderno rojo --unas 80 cuartillas en bruto--, ir ajustamdo, etcétera. No sé cómo hacer coincidir los tiempos del psicópata y la forense joven, para que ella pueda llegar y dispararle a gusto en el momento en que tiene que hacerlo. Creo que habrá que abrir el lapso: hasta ahora todo ocurre en un par de días. Necesitaré una semana, o cinco días, de tiempo narrativo, y de paso lucimos un poco a la Directora y la Inspectiora Jefe. La primera parte podría ser una novela completa, aunque sin un cierre propio, así la segunda parte no quedaria como injerto. (¡Sí! ¡Ya está listo el cuaderno anaranjado para empezar a borronearlo!)
Ahora bien, hay algo que no he contado en el blog, pero que quizá haga pronto. En el viaje a Francia me tocó trabajar con académicos bien interesantes y muy bien formados, algunos de ellos retirados ya, que me dieron buenas pistas acerca de cómo funcionan algunos de mis libros, los más complejos, no sólo en cuanto a temática, sino también técnicamente. Ante todo, me quedó claro cuáles recursos tengo y cuáles no, y un grupo es tan importante como el otro; saber que uno no maneja ciertas cosas, y cuáles, soluciona muchos problemas futuros.
Es rico trabajar con gente que de verdad ha leído lo que uno escribe, frase por frase, a veces letra por letra, a veces en francés y en español para que la traducción también sea parte de la ecuación. No he hablado de eso porque quizá sean cosas muy íntimas, aunque hayan pasado en lugares muy públicos.
Lo que me impresionó fue el respeto con el que trataban los textos, y el respeto con el que me trataban a mí, algo que uno no tiende a encontrar en la academia de EU --mi otro parámetro-- o en algunos comentarista salvadoreños. Me doy cuenta del porqué: un fulano que ha publicado cinco novelas --o lo que sean a falta de un género preciso-- fuera de su país, algo de respeto merecerá. Y si ha publicado unos quince libros en total, en varias editoriales y países, también algo tendrá. Eso, entre otras cosas, da un poco de aliento para recordar que esto de la escritura es un asunto de:
1. Paciencia.
2. Persistencia.
3. Calzones suficientes.
Comentaba con algunos de esos académicos que en El Salvador generalmente no existo como escritor, y el modo en que los imbéciles de siempre se la pasan jodiendo, al modo del joven --o mediocre, a falta de juventud-- vaquero que quiere medirse con el que tiene fama de disparar mejor y tener mejor puntería, y de verdad no lo creían. Un par citó aquello de "pueblo chico, infierno grande", y les dije que en esto de la literatura todos los pueblos --incluidos los de Francia-- son chicos, y todos los infiernos tienden a ser grandes o magnificados, que por algo son infiernos.
Y, sí, casi siempre que se habla de la novela salvadoreña en los periódicos, y a veces en foros de aguas un poco más profundas --así se esperaría--, se menciona lo menos que se puede a los tres que tenemos una mayor cantidad de obra y, por el modo en que se publican, se esperaría que de calidad: Manlio Argueta, Horacio Castellanos Moya y yo. O se menciona a Manlio, o a Horacio, muy a veces a mí, pero no a los tres al mismo tiempo, y en ocasiones a Jacinta Escudos. Lo demás es la mención exhaustiva y minuciosa de algunos otros cuya prioridad no es la novela, y una pléyade --qué fea palabra, por cursi-- de autopublicados y autopromocionados, en cuyos libros no puedo navegar más de algunas páginas, por malos. Y las displicencias que se toman los imbéciles, claro. "Igualados", diría una Claudia que conozco --conozco a varias Claudias con palabras y frases para todo-- cuando anda en su etapa soberbia, o sea la más interesante. Pero entiendo que de algún modo quieran llamar la atención; el hecho de que les conteste los valida como interlocutores. Y no lo son, porque al final en esto de la literatura hay jerarquías, y hay que ver si lo que hacen es literatura o nada. Más bien tiendo a creer que nada, así me sobren esperanzas. Algo es seguro: mientras menos literatura haya en lo que escriban, más usarán medios extraliterarios para llamar la atención, y esos medios van desde el modo de vestirse hasta la necesidad de armar escándalos periódicos para que no los olviden.
Pero ya están olvidados, y están pensando en el reloj, no en el calendario. Les interesa seguir vivos y presentes para el final del día, no para después del final de su vida. Y los apoyo: para eso se requiere de invertir mucho tiempo, mucho esfuerzo, dejar de lado muchas cosas que a ellos les parecen vitales. Que se dediquen a lo vital mejor; uno sólo tiene sus cuadernitos rojos o anaranjados y un montón de dudas acerca de cómo resolver temas complejos, aunque no tan trascendentes como los de ellos, y más aún en estas etapas preelectorales.
Porque uno sólo es escritor. No piensa en cambiar el mundo, sino en escribir. No quiere pelearse con nadie, porque quita tiempo para escribir. Pero bue... Hay cosas que hacer antes de empezar con el trabajo de La Casa, y antes de eso tengo que terminar un texto periodístico y uno más o menos literario que es difícil de hacer cuajar. Eso de dormir por pedacitos, ante el aún notorio desajuste de horarios del último mes y pico, está resultando bien, y he logrado hacerlo productivo. Claro que daría el par de páginas del cuaderno de arriba --que por algo escaneé-- por un par de noches de sueño de 11 horas, pero entiendo que el desajuste también tiene que ver con el proceso creativo, y que en este oficio es buena señal tener que despertarse a escribir algo urgentemente, so riesgo de que se vaya para siempre.
Ya encontraré el equilibrio, si alguna vez debe haberlo o si alguna vez lo tuve. Ya terminaré lo que tenga que terminar y, aprovechando que me van a correr de Concultura cuando gane el FMLN --me lo han dicho bastante últimamente, no sólo en el blog--, ya tendré tiempo para dedicarle más a la literatura, que me lo exige.
Hasta ahora ha sido un asunto de balance: un salario regularcito a cambio de hacer un buen trabajo. Cuando quede desempleado podré buscar un trabajo menos matado --y cuánto ha valido la pena-- pero con un poco más de lana. Igual vendemos todo, recortamos gastos y nos damos una beca de un año en donde se nos ocurra --y donde nos alcance el dinero. Zambia podría ser un buen país. O Singapur, quede donde quede. Ojalá haya alguien que hable español en Singapur, así sea la dueña de la tiendita de la esquina, y ojalá haya tienditas en algunas esquinas de Singapur.