De plumas y panzas


Cosa personal de Rafael Menjívar Ochoa
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...el refranero popular recoge un aserto que provoca que los científicos echen espuma por la boca: "Es la excepción que confirma la regla"; fórmula que permite incluir en un teorema aquel ejemplo que no la cumple. No hay un precepto más bestia y anticientífico que éste: si hay excepción, no hay regla. El método científico difiere notablemente en este sentido de otros, es más modesto de partida, aunque los debates no son siempre pacíficos: el ego se resiente cuando otro expresa un parecer distinto al de uno.
El filósofo Jean François Ravel ha explicado que la mentira es en sí misma parte de la humanidad y psicólogos y psiquiatras estiman que la mentira es un mecanismo normal de la personalidad. Pero ¿por qué mentimos? Hay muchas razones, todas ellas descritas en la bibliografía sobre la materia. Los que engañan buscan algo material, o satisfacer sus fantasías, o tapar sus carencias. Todo el mundo, en mayor o menor grado, miente para protegerse o para proteger a los demás; se falsea la respuesta por miedo a ser rechazados si somos sinceros, para darnos importancia, para evitar un castigo, para obtener una recompensa que de otra forma sería imposible, para ganar admiración, para tener poder sobre otros, para evitar la vergüenza, para ocultar nuestras inseguridades, para encubrir nuestros desmanes, para exagerar un currículo y acceder a un puesto de trabajo......un trabajo en la Universidad de Carolina del Sur aseguró que los mentirosos compulsivos tienen menos materia gris. (Eso está bien, porque en un futuro podemos imaginar los juicios, los debates políticos o las entrevistas con el orador con un casco en la cabeza que se ilumine cuando está intentando dárnosla con queso.)Y, además, los estudiosos de la mentira han constatado que engañar puede causar en el embaucador un placer, el de sentirse superior al engañado. Esto roza con lo patológico, pero es que también existe una mentira enfermiza, el mentiroso compulsivo, que vive en la creencia de que el mundo elaborado por sus fantasías es real. Los psiquiatras explican que el autoengaño se usa como defensa.Un filósofo tan reputado como Arthur Schopenhauer escribió un manual llamado Dialéctica erística o el arte de tener razón expuesta en 38 estratagemas, donde facilita consejos para lograr superar en el debate a un adversario, prescindiendo de si se esgrimen los argumentos correctos o no, de si lo que se expone es lícito o no. Entre los ardides que facilita el pensador para vencer en el combate oratorio se incluyen irritar al oponente (y si notamos que se molesta, insistir aún más), establecer las preguntas desordenadamente para confundir al interlocutor, no dejar continuar al otro orador si vemos que va bien enfocado, menospreciar a la gente común dando muchas citas de autoridades para deslumbrar al auditorio y desconcertar al rival con "absurda y excesiva locuacidad".Jean Gervais, profesor de la Universidad de Quebec, ha dicho que la historia miente más que habla, y es que en no pocas ocasiones se emplea como arma ideológica o como excusa. Los gobiernos aluden a conceptos como seguridad nacional o razón de Estado para escudarse y no dar cuenta de sus actos. Aceptemos que existen estos argumentos, pero también recordemos que cuando se revela la integridad de lo ocurrido hemos visto que a veces, simplemente, se trata de la seguridad del gobernante o de la razón para continuar en el poder. Eso, cuando no se incurre en falsificaciones groseras. Austria condenó al historiador inglés David Irving por negar que existió el Holocausto. Y personajes tan poco dignos de encomio como César Augusto Pinochet o Sadam Hussein levantaron la bandera de la economía o del patriotismo para justificar la persecución de su propio pueblo, para que al final sepamos que su amor a la patria es directamente proporcional a su cuenta corriente.De un lado está el papel del que mente, pero del otro el del que es engañado, que a veces transige con la farsa por comodidad, aceptando un bien común superior que sirge de actuaciones poco claras.La verdad absoluta, en la historia, en la ciencia, en la política, en la vida, queda para los otros: para los Pinochos profesionales, a quienes, por mucho que embauquen, mientan o falseen, no les crecerá nunca la nariz.
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Mañana, entre las 11 y 12:30, se llevará a cabo en la Casa de las Academias un foro sobre acción cultural autogestionaria, en el que me invitaron a participar para hablar de la experiencia de La Casa del Escritor. Ya sé que La Casa es un espacio institucional, manejado por un ente estatal (Concultura), con lo que en este caso, y por el tema, quedaría como espacio "alternativo" (y de hecho lo es). La convocatoria la hace el Centro Cultural de España.
También estarán Miguel Ángel Ramírez, Paola Lorenzana y Blanca Estela del Castillo. Nos vemos por allá.
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