27 de febrero de 2009

1966

En medio de un artículo que publicó Álvaro Darío Lara en el Suplemento 3000 del Diario Colatino (puede hallarse aquí en pdf), y en la sección Aula Abierta, pueden encontrarse unas fotos en las que aparece mi papá (no mi padre: mi papá; lo digo con gusto de niño) en una premiación a Matilde Elena López.

En la primera se ve a Claudia Lars, a mi papá, a Salarrué y a Matilde Elena López. Según el texto, el asunto ocurrió en 1966, cuando mi padre (ahora sí, con más respeto) era decano de la facultad de Economía (lo fue de 1963 a 1967). Tenía 31 años, o sea todo un bebé para esos cargos, pero así fue él: todo le pasó y lo hizo a una velocidad exorbitante; quizá por eso se quemó tan rápido.

Aquí aparece, a la derecha, mientras le dan el premio a la doctora López.
La pregunta obvia es: ¿qué hace un economista en un acto cultural? Y la respuesta es que mi padre se pasó toda su vida haciendo lo posible y lo imposible para que la cultura --en especial la literatura-- fueran parte fundamental de la vida universitaria. Cuando lo eligieron rector, en 1970, lo primero que hizo fue organizar un homenaje a Salarrué y Claudia Lars, junto con Ítalo López Vallecillos, con publicación de obras y doctorado honoris causa y todo el show. Salarrué, desde luego, no asistió, como ya he contado por aquí; esas cosas lo incomodaban y no les daba mucha importancia, así que la noche fue para Claudia Lars. (Desde entonces comenzó a llegar a casa. No permitía que le dijéramos "doña Claudia"; para nosotros era "doña Carmen".) También mandó a hacer un galerón de madera y allí montó una escuela de artes plásticas. Contrató para eso a Camilo Minero, Carlos Cañas y César Sermeño. Su sueño era crear una facultad de artes antes de terminar su periodo, que debía ser en 1975.
Estudié en la escuela durante el año y medio que duró, antes de la ocupación militar de 1972. Descubrí dos cosas:
1. Soy pésimo para eso de la dibujada.
2. Soy pésimo para eso de la dibujada.
O sea pésimo por partida doble. Pero me la pasaba bien, y qué más podía pedir un chavo nerd de 11 o 12 años de edad. Lo otro era quedarme encerrado en casa leyendo --como el resto de días-- o salir aún de madrugada con mi perro Chéster a buscar renacuajos y a ver cómo se iban desarrollando en la zona inhóspita donde ahora están las Tres Torres. (Un señor que vivía a una cuadra de casa, en una vivienda absolutamente rural que hacía esquina con el Boulevard de los Héroes, llevaba a una vaca y a su becerro a pastar al parque de la colonia Buenos Aires, que aún no era un parque; así estaban las cosas.) Y las matinés de sábados y domingos en el Viéytez y el Izalco. Y los fines de semana con mis tíos, con uno de ellos a bebederos de toda calaña (él tomaba, yo comía), con el otro a su finca entre Aguilares y Suchitoto. O los fines de semana largos en la playa, hasta el punto en que me decían "el Negro Menjívar". Y en realidad, ahora que lo veo, no me la pasé tan mal en la infancia, nomás que casi todo lo hacía solo o me alejaba de la gente; por eso mi madre, que detestaba los animales, decidió comprarme un perro.
Como sea, me dio gusto ver a mi papá en el periódico, aunque no estuvieran hablando de él. Uno siempre extraña a su papá. Ahora que extraño, lo que se dice extraño, es ver a mi papá de 31 años, verlo como papá y tener --yo-- 49 años de edad. Me pregunto si me hubiera llevado bien con él, yo con mis 49 y él con sus 31... Creo que sí, y quizá no hubiera evitado verlo como mi papá; la impronta es la impronta.
Ya estoy desvariando. Me pongo a trabajar.

21 de febrero de 2009

Más cosas de por allá

Con T.S. Eliot me agarran etapas obsesivas de traducir cosas suyas, y luego lo dejo durante años --de traducir, porque de leerlo no he dejado en muchos años. Lo de la traducción es porque quiero entenderlo, y el mejor modo es meterse en el entramado y ver cómo va uniendo los hilos, "reescribir" sus cosas, palabra por palabra, aunque sea en plan de traditore. No me interesa entender "lo que quiso decir", porque eso es
a) imposible (Cuatro cuartetos),
b) obvio (Pruffrock),
c) innecesario (La tierra baldía),
sino ver cómo va uniendo las ideas, por qué corta los versos de cierto modo, cómo hace para lograr, con esa simpleza, esos fuertes contenidos emocionales, él tan frío e intelectual que se ve.
Habré leído por primera vez a Eliot por allí de 1978, La tierra baldía, en una plaquette de la excelente colección "Cuadernos de lectura", que sacó la UNAM; allí mismo conocí el Canto de guerra de las cosas, a José Juan Tablada, Pessoa, qué sé yo. No era excelente por su edición, porque eran horribles, aunque con unas portadas de envidia, generalmente con ilustraciones de Elvira Gascón, sino porque existía, y allí podía uno ir buscando lo que le fuera conviniendo de la grande, mediana o pequeña poesía que le marcaría la vida o nomás le serviría para enterarse de que había un tipo llamado Kavafis o Manuel José Othón. Si no me equivoco, sacaban las plaquettes en grupos de veinticinco, y uno podía comprar la caja o de a una por una, a precios verdaderamente estúpidos (un par de pesos de la época, a veintidós cincuenta por dólar).
La traducción de La tierra baldía no recuerdo que fuera especialmente buena, y me pasó lo que le pasa a la mitad de los que le entran a Eliot: empiezan a pelearse con él, quieren discutir con él, ser más inteligentes. Lo mismo que les pasa con Borges, y uno no debe hacerse eso: nadie es más inteligente que Eliot o Borges, al menos literariamente, y a veces sin el "al menos". Un día cualquiera acepté simplemente lo que decía y, ¡zaz!, se me abrió un mundo extraño y a ratos medio retorcido, pero maravillosamente emotivo. El intelectual, el gélido Eliot, era una gelatina en lo relativo a sensaciones y sentimientos. Y desde entonces.
Compré la edición (carísima) de la Poesía reunida de Alianza Tres y ni siquiera la pésima traducción me hizo dejarlo. Me lo devoré. Lo busqué en inglés y lo encontré librito por librito en la Británica de Serapio Rendón (yo me entiendo), y un día me dije: si las traducciones son tan malas, ¿por qué no hago la mía? No se ve tan difícil... La respuesta fue: porque no estaba preparado. A Eliot los traductores lo agarran como si se tratara de prosa, por su simplicidad y porque, bueno, todo está claro, sólo se trata de buscar la palabra equivalente. Y pues no. El tipo es un poeta de vuelos muy altos, y su "prosaísmo" y su parquedad son en realidad un lenguaje poético muy elaborado. Así que varios intentos de traducir La tierra baldía, Pruffrock y Cuatro cuartetos terminaron en el bote de la basura.
Empecé a traducirlo en serio en 1999, porque mi padre no entendía qué tanto le veía a ese señor que escribía "poesía sin poesía", o con unas imágenes tan retorcidas e incluso incoherentes, y alcanzó a ver trozos de poemas que traduje para él. Un par de esos trozos quedaron perdidos en diskettes defectuosos.
La cosa es que por fin tengo la poesía reunida de Eliot, en pasta dura y toda la cosa, y anoche mismo hice unos borradores de las dos primeras partes de Miércoles de ceniza. Con eso me meto en un problema: me falta traducir todavía la mitad de Cuatro cuartetos, algunos "poemas menores" de Pruffrock y otras observaciones, dos tercios de The Waste Land y un tercio de las Notas para la definición de la cultura, un libro capital para entender en qué andamos y en qué no. Pero aún hay años, y poco a poco irán saliendo.

Mario Zetino y yo tenemos la profunda convicción de que uno de los grandes maestros de Eliot, si no el mayor, es Edgar Lee Masters (¡también lo conocí en "Cuadernos de lectura"!), en particular con su Antología de Spoon River, que también venía en el cargamento de Amazon. Su poesía es tan grande y compleja como la de Eliot, pero es aún más simple y hasta podría parecer más... uh... narrativa y prosaica.
El tema del poemario (lo de "Antología" no es porque se trate de una antología; así se llama) es la gente de un pueblo llamado Spoon River hablando desde sus tumbas y mostrando la relación entre ellos, en el plan de "pueblo pequeño, infierno grande". A veces los muertos son los que hablan, a veces son sus lápidas, y uno se pregunta quién enterró al último, y quién fue el último. Es sencillamente genial, aunque al parecer bastante olvidado, con harta injusticia.
Es otro de los libros que me he puesto a traducir desde hace varios años; ya llevo como 65 de sus doscientos y tantos poemas. Ahora mismo he estado buscando el archivo para poner un ejemplo, pero cambié de compu, aún no tengo todo en su lugar y me da pereza en este instante ponerme a buscar en las otras dos, incluida una Vaio que tengo por allí y que --no están para saberlo, ni yo para contarlo-- es verde.
Las traducciones las trabajé con un archivo del Proyecto Guttenberg; ahora ya puedo hacerlo con el libro, ejem.

Cuando Krisma empezó a dar a conocer sus poemas, hubo dos nombres que siempre le mencionaban: Alejandra Pizarnik y Sylvia Plath. "Por cierto, ¿ya leíste a etcétera?" Y pues no, y pues yo tampoco.
De Pizarnik le regalé las obras completas (un tomo de poesía, un tomo de prosa, teatro incluido, carísimos pero conseguibles en Sophos, en Guatemala), y de paso le di una ojeada a sus poemas. Nada que ver en absoluto con lo que escribe Krisma, pero me impresionó su técnica: su concisión, su precisión, su manera quirúrgica de mostrar su propia locura. Aun así no me parece una/o de mis poetas favoritas/os; sólo me impresiona su modo de decir las cosas, como pedradas, como puñaladas, sin piedad.
De Sylvia Plath conseguí un montón de cosas por internet, me puse a traducirlas para Krisma y, cuando llevaba como cuarenta poemas traducidos, reventó el disco duro y se perdió eso y algo más. Ahora, vuelta a empezar, pues.
Me parece que Plath es una poeta mucho más "plena" que Pizarnik, quizá mucho más lúcida y con más herramientas poéticas, pero está por comprobarse; no he leído nada de ella en unos cinco años y ahora es la oportunidad. Eso sí: es hija indudable de Emily Dickinson, con ventaja para Plath, que me perdone la gran Emily.

¡Y llegaron películas, claro! Dos. La primera es Apocalypse Now, que tengo unos 20 años de no ver. Viene en dos versiones: la original y el corte del director. Le dije a Krisma que es una de las que no se podía perder, y voy a esperarla para verla. (Sí, está en el Festival de Poesía de Granada. Regresa mañana.) A ver qué materiales le añadió Coppola...

Y La tiendita de los horrores, claro, para que haga juego con The Rocky Horror Picture Show, que llegó en el cargamento anterior. Me cae bien Steve Martin en el papel de dentista.
Y ya.

17 de febrero de 2009

Enfermedades clasistas y posibilidades

Hay enfermedades que no saben de status, profesión o cuenta bancaria, como el cáncer y lo pendejo, y otras que son totalmente clasistas.
Por ejemplo, hace 15 años tuve una infección de escherichia colli, una de las bacterias que entre otras cosas provocan el cólera. En ese entonces, y desde varios años antes, había una epidemia de escherichia colli --y de vibrium cholerae-- en varias partes de México, que mataba gente por racimos. Debí pescarla en Acapulco, donde viví casi todo 1993, pero no fue sino hasta 1995 que la infección se me desató, por las vías urinarias, después de un atropellamiento de lo más chistoso. (Sí, me atropellaron. Sí, fue chistoso. Lo que no fue chistoso fue que me desplazó la vejiga, que se reacomodó sola.) Después de dos o tres días, y mientras la gente seguía muriéndose de eso, fui al médico, me dieron un par de inyecciones y me declararon curado.
Y pues resulta que no. Hace unos días me hicieron unos análisis bien minuciosos y resulta que allí sigue el escherichia colli, y al parecer en proporciones más bien alarmantes, como si lo hubiera tenido durante... uh... digamos 15 años. Me recetaron unos antibióticos de caballo, que deberé tomar durante diez días. Al leer la posología me doy cuenta de que cura hasta el mal aliento. Vaya: es tan fuerte que una gonorrea común debe desaparecer con una sola toma, y una cistitis seria en dos o tres días, de a dos pastillas diarias. Lo peor fue a la hora de pagar mis veinte pastillotas. Cada una cuesta lo que tres cajetillas de Marlboro, descuento incluido (de las pastillas; los Marlboro acaban de subir de precio), y pues al tarjetazo, porque efectivo llevaba como para comprar, si acaso, tetraciclina de la más genérica.
El punto es que, en medio de gente --pobre, o sea-- que moría de las consecuencias del escherichia colli, a mí me pusieron dos inyecciones, me pasé quince años con esas cosas adentro y tan fresco. Cuestión de simple alimentación, hábitat, emocionalidad, qué sé yo de qué. Y suena a que estoy descubriendo el agua azucarada, y es cierto, pero no podía dejar de decirlo.
Lo otro es que, entre que hacen los análisis y el médico le explica a uno los resultados, y siendo un casi cincuentón que no se ha cuidado precisamente mucho, está el miedo: "¿Y si...?" Es decir: uno se enfrenta a la posibilidad de su propia muerte con el simple hecho de hacerse un chequeo a fondo.
Mi "¿Y si...?" particular --tengo que bajarle a la fumada-- incluía la pregunta: ¿qué tal si tengo una enfermedad mucho más seria que el escherichia colli? Y la respuesta llegó sola: cinco años más de vida. Es lo que necesito para terminar y publicar un par de novelas que llevo en marcha, y el tiempo necesario para que Valeria llegue a una edad en la que me pueda recordar. Me parecería terrible morirme y que mi hija menor no me recordara.
Y, bueno, Krisma y mis otros hijos son mayores, he vivido cosas con ellos, tenemos recuerdos de todo tipo. Hasta podría dejar de lado las novelas con tal de que Valeria me recordara y no tuviera que andar preguntándole a todo el mundo cómo era su papá, etcétera.
Lo demás, señores, es accesorio, novelas incluidas.

7 de febrero de 2009

El QQ y otras circunstancias

¿Que por qué en nueve años, desde que regresé a El Salvador, no había comprado un carro? Los pretextos eran muchos. Por ejemplo, que los salvadoreños son bien locos para manejar, y disparan sin apuntar. Que había cosas prioritarias como... bueno... cosas, ¿no?; siempre hay cosas. Que para qué, si para eso están los autobuses, los micros y don Francisco, el señor que me llevaba y traía por tarifas razonables. Además es un gasto extra. ¿Y si chocamos? ¿Y si me come el tigre? Vaya: hasta mis trolls particulares me reclamaron alguna vez que no tuviera un pinche coche. Así que le dije a Krisma: vámonos a ver si encontramos un carro, ¿no?, uno usado, de año reciente, y que cueste la lana que tenemos.
Lo primero fue irnos a los usados de Grupo Q y, después de probar varios, nos decidimos por un Renault Clio 2007, verde grisáceo. Lindo el maldito. Quedamos en el precio, quedaron de prepararme los papeles para el día siguiente, porque ya eran como las seis y media de la tarde, y...
Y al día siguiente el vendedor nos llamó muy temprano para decir que el precio había aumentado en 1,200 dólares, pero que por ser nosotros sólo serían 700 más. Ah: sin trámites ni garantías ni nada; eso era otro pisto. No hubo que pensarlo mucho para mandarlo al demonio; el tipo se estaba pasando de listo, quizá porque vio cuánto nos había gustado el carro, etcétera.
Dijimos al carajo y, en fin, ya agarraríamos impulso otro día, otro mes u otro año.
En una de ésas, Krisma estaba leyendo el diario y vio que vendían un Chery QQ nuevo, pero modelo 2008, y eso le bajaba varios cientos de dólares al precio normal. Hablamos a Excel, nos pusieron con una vendedora y esa misma tarde estaba probando el carro. (Ah: además era blanco. Quedaban tres, y los tres eran blancos. Parece que la gente tiene sus objeciones con respecto a los carros blancos.) En plan de ponerme a negociar, además de la rebaja, ellos se hicieron cargo de los costos de la tarjeta de circulación, placas y no sé qué más: nos iban a dar un carro a mi nombre, y eso era lo que interesaba. Me tramitaron el seguro contra cuanta cosa haya --excepto actos de terrorismo, claro--, saqué mi licencia (la última que tuve venció en 2000) y en menos de una semana ya teníamos el carro en la mano.
Es pequeñito, de tres cilindros, 12 válvulas y 800cc. Full extras, desde luego; fue parte de la negociación. Hasta pedí un downgrade: que los vidrios no fueran eléctricos, sino mecánicos, y mecánicos son y seguirán siendo.
Y somos felices. Anoche, poco antes de las 8, nos fuimos a una panadería que queda a algunas cuadras de aquí, sobre la carretera. Antes hubiera sido absurdo pensar en hacerlo; ayer nos compramos un pastel, nomás por la gana de comprarnos un pastel, y allí esta, con varios trozos de menos. Me gusta eso de estar motorizado.
Ah: y da entre 80 y 85 kms por galón. Quizá un poco menos; la subida a Los Planes siempre se lleva su ración extra.

Entre otras cosas que son de lo más normal, y que cualquier carro que se precie trae, en el tablero hay un dial que mide las revoluciones por minuto. Mi padre, en varios de sus carros, soñaba con tener uno de ésos, un "tacómetro", decía. No sé para qué demonios pudiera servirle, como no sé para qué me va a servir a mí, pero allí está. Ya averiguaré y, en su honor, diré: "¡Ah, vamos a 6,000rpm, y eso significa..." lo que signifique. (Sí, sus últimos carros tenían tacómetro, pero nunca me los mencionó. Supongo que se dio cuenta de que saber cuánta gasolina tiene uno y a qué velocidad va es más que suficiente.)

Fui a la farmacia (en el Chery QQ blanco, claro está) y entre otras cosas estaban vendiendo aceite de hígado de bacalao noruego.
Estaré desactualizado con respecto a la producción de bacalao salvadoreño, francés y australiano, pero me da la impresión de que por allí hay una redundancia. O lo que nos vendían antes era auténtico aceite de hígado de bacalao hecho con entrañas de tiburón nacional.

Y ¿tan devaluado está el arduo y honorable servicio de espionaje que ya se hace abiertamente y se da servicio a cualquiera que pueda marcar el teléfono que aparece en el cartel? Antes hasta los fusilaban; hoy de seguro les cobran impuestos.

Y aquí una foto del ronco pecho de Salvador Canjura, quien luce una playera guatemalteca con motivos pertenecientes a la milenaria cultura... uh... hopi, de Arizona. Sí, lo que se ve en los tres cuadritos no es ninguna representación de ningún dios maya, sino de Kokopelli, un mago, músico y espíritu de la cultura del norte de Arizona, de los miembros de la etnia hopi. Vaya y busque en Google y pídale que le enseñe imágenes; allí viene.
La cultura milenaria actualizada. Era algo que faltaba por ver.

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Nota bene: A los dos días de lo del Renault, nos habló el vendedor de Grupo Q para disculparse y ofrecernos otro carro igual al Clio, pero un año anterior, en mejores condiciones económicas que el verde (que no era verde Vaio, no vayan a creer). Le dije que gracias, que ya había comprado otro, y en plan sádico hasta le conté en qué condiciones y todo. Y, bueno, se disculpó y le echó la culpa a su jefe, que era él quien había cambiado las condiciones, que había sido un error, y que si en el futuro quería otro carro...
He pasado varias veces frente al lote de usados de Grupo Q. Hasta hace un par de días, el carro seguía allí, con un letrero que habla de un precio especial. No me ha dado por bajarme para comprobarlo, pero estoy seguro de que es el mismo precio que nos ofrecieron en un principio. Qué se le va a hacer.

6 de febrero de 2009

Grandeza y miseria de una guerrilla

Informe de una matanza. Grandeza y miseria de una guerrilla es un libro que debe leerse para saber un poco más quiénes somos, qué queda de nosotros después de una guerra que cada vez se ve más lejana e irreal, aunque las cicatrices que dejó sigan sangrando.
Es un libro armado a partir de reportajes y crónicas publicadas en la revista electrónica Centroamérica 21, y su elaboración estuvo a cargo de Geovani Galeas y Berne Ayalá. Se anuncia como el primer volumen de la Colección Partes de Guerra. No queda claro si habrá una segunda parte de este mismo trabajo o si es una serie en la que se tratarán asuntos análogos. El tema del libro parece estar cerrado, por lo que se esperaría lo segundo, y en el propio texto se dice en varias ocasiones que hay episodios ligados a los que se narran, ocurridos en otros lugares, en los que habrá que profundizar.
El libro trata de la matanza sistemática y constante de militantes y colaboradores que ocurrió en el Frente Paracentral de las Fuerzas Populares de Liberación "Farabundo Martí", bajo la acusación de ser infiltrados del enemigo, es decir el ejército, la inteligencia del estado, la CIA, etcétera.
Los asesinatos en el Frente Paracentral siempre fueron un secreto a gritos, pero por algún motivo muy pocos hablaron de él a lo largo de los años. Hubo alusiones aquí y allá por parte de comandantes guerrilleros, como Juan Ramón Medrano (Balta), del ERP, y Francisco Jovel (Roberto Roca), del PRTC, y hace cerca de un año la revista digital El faro publicó testimonios de gente de la zona y de la época, y fue quizá la primera vez que se habló abierta y extensamente del "carnicero de la Paracentral".
Lo de Galeas y Ayalá va mucho más lejos. Durante varias semanas realizaron viajes a diferentes lugares de San Vicente y entrevistaron a viejos militantes y parientes de las víctimas, y el resultado es espeluznante: habla de cientos --quizá hasta un millar-- de militantes y colaboradores de las FPL que fueron asesinados, en medio o después de torturas salvajes, en medio de una "campaña de contrainteligencia" para contrarrestar una supuesta infiltración enemiga. Las escenas que narran los testigos --combatientes probados, algunos de ellos fundadores del Frente Paracentral y de organizaciones afines a las FPL-- recuerdan escenas que Coppola no filmó en Apocalypse Now, y a veces no muy diferentes a las que en esos mismos momentos debían estar ocurriendo en las cárceles clandestinas de la Policía Nacional, la Guardia Nacional y la Policía de Hacienda.
Según los testimonios, si alguien, por algún motivo, se salía un poco de las estrictas reglas fijadas por Sibrián --más duras aun que las duras normas bajo las que se movían las FPL--, si decía la palabra equivocada, si le fallaba el fusil en pleno combate, si no mostraba "la suficiente compenetración" con la lucha, si vacilaba, podía terminar apaleado hasta morir, colgado de un árbol; "no se gasta balas en traidores".
Según lo que cuentan los autores, sin embargo, había un "sistema" para interrogar a los acusados de infiltración: se les fracturaba las piernas, luego los brazos, luego otras partes del cuerpo. La lógica era la misma de la Inquisición: no se puede estar seguro de que alguien dice la verdad por voluntad propia, aunque la diga; hay que salir de dudas a través de la tortura. Luego se les ejecutaba (en la Inquisición y en el Paracentral), a unos porque confesaban y a otros porque mentían.
Suena grotesco, y lo es. Suena imposible pero, según la lógica de la época, y según los materiales en los que se basa el libro, es bastante probable que fuera de un modo bastante parecido al que se describe, en una reiteración que resulta angustiante.
Y así decenas de personas, en decenas de campamentos. Y más: hubo acusados de infiltración que pudieron salir del Paracentral y fueron ejecutados en otros frentes y en Nicaragua. (También hay denuncias de que organizaciones guatemaltecas, en concreto el Ejército Guerrillero de los Pobres, realizaron matanzas similares, y que varios de sus militantes fueron asesinados en Nicaragua, con la aquiescencia de las autoridades sandinistas de los ochenta, varias de las cuales están de nuevo en el poder. En este caso, a veces se ejecutó a personas que sólo preguntaban por el paradero de sus parientes asesinados, sin saber que se los había asesinado.)
La conclusión del libro es obvia: una "pequeña industria" de muerte como ésa no pudo ocurrir sin el conocimiento de los máximos dirigentes de las FPL, en particular su primer comandante, Salvador Sánchez Cerén, actual candidato a la vicepresidencia del país por el FMLN. Según se anota en el libro, era él --junto con la Comisión Política-- quien daba el visto bueno a las ejecuciones, y Sibrián era apenas un tornillo de una maquinaria que se había vuelto paranoica. Los testimonios señalan que, poco antes de su ejecución, Sibrián estaba convencido de que había hecho lo correcto, y que sólo cumplió órdenes de la Comisión Política. No le pareció que debiera ser ejecutado, pero recibió el fusilamiento con la disciplina extrema con la que había ordenado lo que ordenó.
En plan de buscar carencias --algo fácil desde detrás de una computadora, como es mi caso--, quizá Galeas y Ayalá se pasan mucho del libro tratando de convencer de que lo que dicen es cierto, y pierden un poco la oportunidad de profundizar en el tema o de especular un poco más a partir de los datos existentes, que son muchos. Pero es bastante lógico: es la primera vez que se hace algo así, con esa crudeza y, sobre todo, por encima de la idealización que muchos han hecho de la guerrilla después de los Acuerdos de Paz, en especial los que no fueron militantes y no conocieron la zonas más sombrías de la lucha.
Uno de los aciertos del libro es poner nombre y apellidos a los responsables más altos de las matanzas de Mayo Sibrián, concretamente el de su primer comandante. Esto es: las matanzas en el Frente Paracentral de las FPL --y el propio Sánchez Cerén ha llegado a reconocerlo-- fueron parte de una política institucional, no la boutade de un comandante psicópata, como en Apocalypse Now. Pero se quedaron cortos en el cuestionamiento: además de tomar nota de lo que ocurría y hacer algunas denuncias internas y proteger a algunos combatientes, ¿qué hicieron las demás organizaciones del FMLN para evitar la masacre? Y, ante todo, ¿por qué? En cualquier lugar eso las convierte en cómplices de crímenes de lesa humanidad, porque de eso se trata: en el Frente Paracentral de cometieron crímenes de lesa humanidad, como se cometieron a través de los escuadrones de la muerte institucionales. Que los crímenes del Paracentral fueran menos que los de los escuadrones no les quita su carácter; los derechos humanos son absolutos, no dependen de parámetros externos.
Desde que apareció, el libro y sus autores han recibido ataques por parte de gente afín a la izquierda institucional. Lo curioso es que no los acusan de mentir, sino de haberlo publicado en plena campaña electoral. Y, sí, en algún momento hay que publicar las cosas, y ellos escogieron éste; en otro momento se estaría atacando al vicepresidente de la república, o al ex candidato vencido (el árbol caído del que todos hacen leña. etc.), pero siempre podría hallarse un motivo para que no apareciera. Y sin embargo siempre es un buen momento para que un libro así vea la luz, se lea, se comente, se medite, se sufra.

5 de febrero de 2009

Mi columna en CA21

Desde hace varias semanas --¡desde el año pasado!-- no he publicado mi columna en Centroamérica 21. No ha sido por falta de ganas ni de temas, que de ésos siempre hay, sino de hartazgo con respecto a la campaña electoral y el modo en que se mueven los ánimos. No he sufrido censura, nadie ha tratado de darme línea con respecto a qué escribir e incluso Geovani Galeas --con quien rara vez hemos compartido opiniones-- ha insistido en que continúe. He preferido leer Centroamérica 21 "desde fuera", por ahora, lo mismo que los demás periódicos digitales y analógicos. Creo que no es el momento para decir cosas fuera de este blog, donde tengo mucha mayor comodidad en lo que digo y en el modo de decirlo.
Va una pequeña explicación.
En general, muchos columnistas escriben con la esperanza o la convicción de que en algo puedan influir en el rumbo de las cosas. Me parece un buen estímulo creerlo, aunque sé que es ingenuo. Uno no cambia nada; a lo sumo dará su punto de vista, alguien estará de acuerdo, alguien no, y a la mayoría le vendrá flojo. Lo que uno diga, si acaso, servirá de rápido punto de conversación en alguna sobremesa, eventualmente le dará una nueva idea a alguien y listo, misión cumplida, valió la pena pasarse unas horas escribiendo una nota.
Lo que más me gusta de escribir en periódicos y revistas es la discusión, tácita o explícita, que puede armarse entre columnistas y, quizá, con algunos lectores. (Estoy descartando las puteadas de trolls y anexos. Eso es nomás ser malcriado.) Ver desde aquí, desde mi computadora, y quizá platicarlo con amigos, lo que fulano o zutano dicen con respecto a un tema es agradable, a veces apasionante, y mejor si se puede complementar con algunas entrevistas y programas que pasan por la tele. Desde mi perspectiva, no hay más que eso.
Y viene el asunto central: ¿por qué a alguien lo nombran o lo reconocen o lo que sea como columnista? No tengo la menor idea, si he de ser franco. Mis primeras columnas comencé a escribirlas a eso de los 19 o 20 años, bajo pseudónimo y sin decir que ése era yo, en la sección internacional del periódico El día, de México, y era divertido. Varios compañeros me comentaban lo que había dicho Julio Castel y a veces estaban de acuerdo, a veces no, y yo casi siempre adoptaba el punto de vista contrario, en el plan del adolescente o casi adolescente que aún era. Llegué a tener una discusión, por escrito, con el compañero que se sentaba en el escritorio de atrás a la derecha, el boliviano René Bascopé Aspiazu, y cuando se enteró de que era yo nos fuimos a comer unas hamburguesas para festejar. (Casi siempre nos íbamos a comer hamburguesas, pero esa vez fue para festejar.)
Entiendo, pues, lo de escribir columnas --políticas en este caso-- como una discusión acerca de hechos, perspectivas, matices, posiciones diferentes, etcétera, aunque no haya una alusión directa a lo que diga otro columnista. Si hay un lector de todas o varias de esas columnas, algo se llevará de positivo con el contraste.
Pero en las últimas semanas los columnistas a los que podría tomar como referencia han enloquecido, o poco menos. Ya está dejando de importar el análisis crítico de los hechos, el intento de lectura del momento, la hipótesis que mañana o la semana que viene será desmentida por otra hipótesis más sólida, o porque se ha movido --o desgajado-- la coyuntura. Con las presidenciales a un par de cuadras de distancia, el análisis periodístico se ha convertido en un pretexto para convencer a quien sea que lea la columna de que vote por cierto candidato. Los periodistas están dejando de ser periodistas y se están volviendo simples promotores de votos, a veces con argumentos tan elaborados --y jalados de los pelos-- que dan pena. Y más de uno tendrá argumentos para contradecir este argumento, pero es problema de ellos: el diálogo tácito se ha convertido en monólogos a gritos, cada quien vendiendo su producto con argumentos que a un vendedor le darían vergüenza.
Y así no juego.
Me queda la opción de escribir acerca de literatura, que es lo que hago la mitad de las veces. Pero en medio de ese mercado con bocinas a todo volumen, ¿a quién rayos le interesa leer de literatura? Y no falta quien vea en eso un "escape" con respecto a temas que yo "debería" tratar, algo banal en momentos en que el país está al borde de un cambio histórico o lo que demonios quieran. Y no. Escribir sobre temas políticos es uno de mis oficios; la literatura --escribir literatura o acerca de ella-- es otro, y los dos me los tomo en serio.
No he dejado de escribir o de pensar "en eso"; simplemente me parece que no es el momento de publicar en un medio de prensa. Para eso tengo mi blog, mi "cosa personal". Y tampoco he publicado mucho en mi blog últimamente, quizá porque estoy escribiendo un par de libros, quizá porque mis prioridades personales son otras, quizá porque no se me da el ánimo o la gana. Sé algo, y lo reitero: estoy harto de promotores de voto que se presentan como columnistas. Sé que con ellos no quiero platicar, al menos mientras no regresen a su estado... uh... normal. Ahora están enloquecidos, con miedo de que ganen unos, de que pierdan otros, de que pase lo que tenga que pasar. A mí me tiene sin mucho cuidado si gana Arena o el FMLN, en serio; me interesa que haya un proceso limpio y justo, y poder hablar de eso en su momento.
Los periodistas no somos participantes de los hechos acerca de los que nos toca tratar; somos testigos, a veces calificados, a veces no. (Eso es otro tema.) Tengo una posición ideológica, que tira mucho a la izquierda, y no la de las consignas, sino la que aprendí con años de estudio y vivencias y, sobre todo, de ideales. Habrá quien la confunda, por miopía, mala leche o estupidez, con todo lo contrario. Bronca de él, ella o ellos. Mi post anterior, por ejemplo, no es un apoyo a Arena: es una advertencia al Frente de que se está pasando de ingenuo o superficial, y no ve todo lo que la derecha ha armado alrededor de la propia posición del Frente. Y no veo una izquierda en el Frente, nada que vaya más allá de algunas frases de manual, de una posición bastante en bruto (lo que Marx llamaría, si fuera generoso, "conciencia en sí") y una lumpenización que, para demostrar, bastará con poner algunos comentarios que lleguen a este post, o repasar otros que a veces he dejado en posts anteriores.
Eso es todo. Cuando acabe el proceso electoral, me dará gusto seguir escribiendo mi columna, quizá la única en la que he dicho siempre todo lo que se me ha roncado la gana. Hasta entonces, por aquí nos estaremos leyendo.

4 de febrero de 2009

El cambio, sí, es seguro

En la (casi) recta final hacia las elecciones del 15 de marzo, resulta interesante ver el enfoque de los anuncios de los candidatos del FMLN y ARENA.
El de Funes, en los espectaculares de calles y carreteras, es el más sencillo, y se supondría que en la sencillez puede haber una mayor efectividad. Aparece Funes con una sonrisa muy franca y un slogan: "El cambio es seguro", o algo parecido. Después, "Mauricio Presidente" y algunas letras más, aparte del color y la bandera que lo identifican con el FMLN.
El de Ávila ha cambiado severamente. Ya no es la foto que decía "Soy una buena persona", con sonrisa light, maquillaje y todo. Ahora se lo ve retador y con una sonrisa abierta, en el plan de "¿Te avientas o no te avientas?" Y el slogan es de lo más interesante: "Vota con sabiduría". Es curioso, porque no dice "Vota por mí" o "Vota por Arena" o "Vota por el  cambio" o "...por la continuidad", sino "Vota por quien quieras, pero vota bien. ¿Aceptas el reto?" Y el reto es él mismo.
Los dos anuncios indican posiciones de alto riesgo, y están bien entrelazadas, aunque el FMLN --no sé si extrañamente-- no parece darse cuenta.
"El cambio es seguro" es un lema obvio: si Funes y el FMLN llegan al poder, hay cosas que van a seguir exactamente igual al menos durante unos años, y otras que van a cambiar de manera radical desde el primer instante. Pero ¿cuáles? Hasta ahora, a apenas unas semanas de las elecciones, sigue sin haber propuestas concretas por parte del FMLN; lo único que se promete es:
a) un cambio y
b) que con Funes va a ser posible ese cambio.
(Si ven la introducción en la página oficial de Funes y oyen el rap u lo que sea se darán cuenta de que no hay fondo, sólo un llamado... digamos... emocional a votar por él. Se puede ver y oír aquí. Eso de "¿Quién me dará la paz?" "Funes." "¿Y la educación?" "Funes", etc., no dice nada. Y después el recurso del tipo que le escribe una carta a su mamá, en contraposición al comercial de la campaña pasada en la que se decía que iban a cesar las remesas es de un kitsch que, en serio, ya no, si alguna vez sí.)
Por otra parte, en los últimos meses Arena ha lanzado una campaña en la que dice lo mismo: si Funes gana, el cambio es seguro, pero será para mal: dependencia de Chávez (¿en serio habrá quien se crea eso?, quizá en el FMLN...), auge de las maras, regreso al autoritarismo de la izquierda en épocas de la guerra (nomás se les olvida el autoritarismo de la derecha y de detalles como masacres y escuadrones, pero, bue, así son las campañas y en estas épocas la memoria es bien selectiva), gente bastante siniestra en cargos de poder...
En otras palabras, Funes y Arena parten del mismo slogan en lo referente al FMLN: las cosas sí van a cambiar. Primera vez que veo que un partido está de acuerdo, al menos superficialmente, con el extremo opuesto del espectro ideológico.
Y de allí Arena saca tajada: "Sí, ya sabemos que quieres votar por el FMLN, estamos en desventaja, pero piénsalo bien y vota con sabiduría y verás que..." ¡Cha-chaaaan..." Allí está Rodrigo Ávila retando al elector.
Ávila no propone un cambio radical con respecto a lo anterior (o sea al mismo Arena). Vaya: ha planteado una ligera ruptura con respecto a Saca, y parece una táctica interesante. Hace unas semanas parecía que la ruptura debía ser más explícita y tajante, pero Ávila estaba solo contra el mundo y contra casi todo su partido. Ahora ya recibió el apoyo de los ex presidentes de la república, el COENA se ha puesto mucho menos hostil y, en fin, la derecha se ve unida. Y la entrada de Zablah en la fórmula presidencial al parecer está dando frutos: ya no se trata de una campaña de imagen o de "por favorcito crean en mí", ni de ofrecer cambios en el vacío, sino propuestas factibles, con nombres, apellidos y hasta plazos. Lo mismo que hizo ganar a Norman Quijano la alcaldía capitalina, pues: contra un slogan tan poco afortunado como "Violeta sigue" (y un peinado espantoso), hizo tres o cuatro movimientos bien hechos que lograron que los electores olvidaran el poco afortunado inicio de su campaña, berrinches, banderas y nylons incluidos.
Un detalle que no deja de ser interesante: en las primeras fotos de los espectaculares, se había recortado la parte más alta de la cabeza de Ávila, es decir: se negaba un poco su calvicie. En los actuales se muestra la calvicie tal cual, y ya no usa el traje de señor buena gente, sino ropa mucho más casual.
¿Campaña sucia? La ha habido, y ha llegado a límites de cochinismo inconcebibles. El día anterior a la elección para alcalde, por ejemplo, se repartieron volantes en los que aparecía la cara de un marero (la misma que está usando Arena en sus anuncios actuales en la televisión) e identificando a los candidatos a diputados con él. Feísimo. Y también había un asunto ético y legal muy serio, como lo hubo cuando se "acusó" al FMLN de usar mareros como apoyo para hacer campaña: todos los mareros, excepto los que están presos, tienen todos sus derechos intactos mientras no estén condenados en un juicio. Ningún marero es criminal mientras no haya sido vencido en un juicio --pocos lo han sido--, y si ya cumplió su pena, tampoco es criminal. Si quiere --y lo dejan-- hacer campaña política, puede hacerlo, o trabajar como lo que se le pegue la gana, salvo los casos en que tenga antecedentes penales y en puestos en que esos antecedentes sean importantes. Lo otro se llama... no sé... racismo, clasismo, exclusión social, prejuicio, cabronada. Es lo mismo que usar la imagen de un bebé --o un árabe o un japonés o un hondureño-- para provocar reacciones emocionales adversas. Y son reacciones que cuajan, y se juntan en dos slogans que, viéndolo bien, son complementarios: "El cambio es seguro" y "Vota con sabiduría".
Insisto: con su slogan, Arena está reconociendo que va por debajo en las preferencias electorales pero, con el resto de "estímulos", positivos, negativos y algunos muy sucios, hace que las cosas caigan en su lugar.
Yo que el FMLN pensaría seriamente en cambiar el slogan, porque se le puede voltear a grados que no se imagina. Ya vimos que las encuestas no funcionan como uno quisiera, o más bien funcionan como deben funcionar: son simples indicadores, y cada quién los lee como mejor le parece, le conviene o le da el espíritu. Mi preocupación es el altísimo índice de "No sabe / No responde" que se ha dado desde el principio. Allí está el inmenso margen de incertidumbre que puede hacer que parezca que hay alguien manipulando los números, y quizá no.
Un par de observaciones muy personales:
1. Si el FMLN hubiera ganado las presidenciales de 2004, nuestro presidente actual sería el doctor Mata Benet. La verdad es un señor que no me cae bien y no me hubiera gustado como mi presidente. (Recordar: voté por el FMLN, así Schafik tampoco me pareciera idóneo, pero qué diablos, al menos lo conocía desde mi niñez.) Si Funes, por algún motivo --no sólo que lo maten, no sean extremistas-- no puede terminar su periodo, tendremos de presidente a Salvador Sánchez Cerén. Nunca ha sido una de mis personas favoritas pero, después de lo que investigué acerca de Cayetano Carpio, de leer su... digamos... autobiografía y las mentiras que allí suelta, y a punto de terminar de leer el libro de Geovani Galeas y Edwin Ernesto Ayala acerca de Mayo Sibrián, el "psicópata de la Paracentral", me da bastante frío la posibilidad de votar por el FMLN y que Leonel quede de presidente aunque sea cuando Funes salga de viaje. No, no voy a votar por Arena ni por nadie más. Soy voto duro del Frente; por eso mejor no voto.
(Me pasó algo fuerte con las elecciones para alcalde y diputados. No fui a votar, por supuesto, porque el alcalde actual es de Arena, y ha ayudado muchísimo en muchas cosas de La Casa del Escritor y en algunos asuntos comunales. Pero por principio no voto por Arena, y no iba a empezar ese día. Pensaba votar por CD para diputado. Y resulta que, votara como votara, estaba también haciéndolo por un diputado del Parlacen, un voto sobre el que no tenía control. Y tampoco iba a votar directa o indirectamente por nadie del Parlacen, incluido José Luis Merino, que me perdone su señora madre y, de paso, Hugo Chávez y las FARC. Por suerte una amiga enfermó y hubo que atenderla y ya no dio tiempo de ir, y era de lo más fácil: afuera de casa había tres microbuses, dos de Arena y uno del FMLN, que lo llevaban y traían a uno sin importar por quién votara.)
2. Si gana el FMLN, ¿quién sería ministro de gobernación? ¿Y de economía? ¿Y el jefe de la OIE? (No, no cobro sueldo de la OIE ni recibo instrucciones de ellos ni de su abuela. Pero de que seguirá, seguirá, y necesitará alguien que la dirija, y ese alguien tendrá nombre y apellido.) ¿Dónde están los cuadros que conformarán el gabinete? ¿Los "Amigos de Mauricio"? Naaa...
En fin, voten sabiamente por el cambio. Ese día mejor me quedo en casa.