28 de agosto de 2005

Malpica, Parra y Hernández



A Toño Malpica (alias Antonio Malpica Mauri, a la derecha en la foto) lo conocí hará unos diez años a través de Spin, el mítico boletín electrónico mexicano de Javier Matuk y Jorge Kobeh, tristemente absorbido hace unos años por Terra. Allí, de hecho, conocí a algunos de los que son mis mejores amigos, y a otros que dejaron de serlo y extraño. Desde el principio resultó obvio que el tipo era brillante, y además tocaba el piano muy bien. Armamos una banda de jazz mezclado con rocanrol, blues y lo que se atravesara en el momento, y llegamos a tener ratos memorables, quizá no tanto en lo musical (aunque es un mago de la armonía) como en la sensación de hacer algo divertido y digno de recordarse con una sonrisa.
A veces Toño mandaba algunos relatos a alguno de los foros de Spin, a los que no muchos les dedicaban más de algún comentario casual tipo "vas bien", "me gustó" y "sigue así". Tenía un talento indudable, pero no enviaba lo suficiente para ver qué tanto. De repente presentó una pieza de teatro que se llamaba Séptimo round, que había escrito junto con su hermano Javier. La vi por lo menos seis veces, y llegó a ponerme más de un nudo en la garganta. Seguí su trayectoria a través de internet, y me enteré de que había estrenado otras piezas de teatro, que se había metido de cabeza en la novela y que ganado varios premios de literatura, curiosamente bien merecidos. Lo vi en mayo pasado en México, y ahora vino a la Feria del Libro Centroamericano en calidad de invitado. Y sigue siendo el Toño de siempre: callado, algo tímido, siempre brillante y con el comentario preciso en el momento exacto. Traté de conseguir un piano para ver si tocábamos un rato, pero no fue posible, así que nos dedicamos a platicar de todo junto con los otros dos invitados mexicamos a la FILCEN, que aparecen en la foto.
El que está en la cabecera es Eduardo Antonio Parra, cuentista, responsable de la edición para 2004 de Los mejores cuentos mexicanos, de Joaquín Mortiz, en la que (gracias, gracias) me incluyó. No lo conocía en persona, y fue una buena oportunidad para darle las gracias. Lamento decir que de él he leído sólo dos cuentos, pero quedó en dejarme una novela antes de regresar a México, mañana lunes.
Y el de la izquierda es Jorge Hernández. Voy a dedicar un rato a buscar sus textos, porque me avergüenza no conocerlos. Sé algo: cuenta unos chistes que no sé si sean buenísimos, pero uno no puede dejar de reírse. Su modo de vivir el sentido del humor se agradece.
La borrachera estuvo buena, con más de cinco litros de coca de dieta y varias cervezas para Toño. Tenían ganas de probar las pupusas y, bajo su cuenta y riesgo, compramos un montón donde la Delmi, la mejor pupusería de Los Planes según yo; al menos puedo estar confiado de que no se van a morir de alguna cosa en el estómago. Y, claro, muy a la mexicana, estuvimos platicando como hasta las tres y tantas de la mañana. Salvador Canjura (que tiene el blog Tierra de collares) estaba con nosotros (apenas se ve un trozo de su pierna en el ángulo inferior derecho) y se ofreció a regresarlos a su hotel.
Me alegra reiterar mi amistad con Toño y contar, ahora, con la de Eduardo y Jorge. Ya habrá vida para alguna otra noche como ésta.

Epílogo.


De repente veo este blog y me doy cuenta de que el link al boletín electrónico El ojo de Adrián sigue allí, y que ya no quiero que siga. Pienso en Mayra Barraza y René Rodas ("el editor") y me digo: sí, se han portado autoritarios y hasta orwellianos, pero a lo mejor es una iniciativa cultural que es necesario que permanezca, a lo mejor el intolerante soy yo, porque ya ha ocurrido, y un espacio cultural es un espacio cultural. Y aunque ya no esté con ellos ni recomiende la publicación ni la retransmita a otros amigos, un modo de apoyarlos es dejar aunque sea el link, y allá su conciencia y su ética. Y de repente recuerdo a René Rodas haciendo lo que hizo cierta vez, diciendo lo que dijo, y por lo cual le comuniqué que ya no vivía en mi casa desde ese preciso momento -una noche más bajo el mismo techo que mi hija Valeria era intolerable-, y me dije: al carajo, éste es mi blog y pongo los links que quiera y los quito a discreción.
Estoy amenazado -con puras insinuaciones, y desde luego sin firma- con recibir un par de golpes en El ojo de Adrián 4 y 5. Lástima por Mayra; no necesita de eso para ser quien es.

23 de agosto de 2005

Definición de novela

Hace un rato Claudia Hernández me pidió una definición de novela. Le di ésta:
Una novela es una narración larga. Se escribe como Dios da a entender, y Dios no existe.
Después mejor le mandé la traducción que hice de Aspectos de la novela, de E.M. Foster. Tiene una definición de novela igual de mala que la mía, pero al menos la desarrolla en ciento y tantas páginas.

El ojo y yo. (Epílogo.)

Resulta que en medio de la discusión acerca del anonimato de los editores de El ojo de Adrián el tema se resolvió, conmigo, de la manera más sencilla: hoy por la mañana descubrí que Mayra Barraza, quien maneja el foro Arte con voz en Yahoogroups, me había borrado de la lista justo cuando le pedí que declarara si ella formaba parte del cuerpo editorial de la revista, y luego de reproducir los comentarios que hizo Thierry Davo en el post que está debajo de éste y en el blog de Jacinta Escudos.
La pregunta a Mayra era retórica: todos los colaboradores sabemos que ella y el poeta René Rodas son "el editor", pero no lo admiten públicamente, y por lo tanto no hay modo de reclamarles nada ni de centrar responsabilidades. Lo paradójico es que Rodas trabaja con David Escobar Galindo, en la universidad José Matías Delgado, y él (David) es el primer atacado en el editorial que provocó las protestas de más de un colaborador. (Somos al menos cinco los que pedimos que hubiera un responsable de la revista, con nombre y apellido.) Y precisamente ayer Mayra envió al foro una invitación a una exposición de "libro arte" que se realizará en la Feria del Libro, en la que ella participará. Lo primero que se dice en la invitación es que la exposición está patrocinada por CONCULTURA, el organismo al cual atacan con más fuerza en los editoriales y en la sección de "humor".
Es obvio que "el editor" seguirá anónimo, y que cualquier cosa que diga acerca de los motivos para permanecer así será sospechosa o parcial. Y es obvio que lo que exigen de los demás no es precisamente lo que están dispuestos a dar, entre otras cosas eso que los mexicanos llaman "valor civil". Lástima, porque era una muy buena idea, y Mayra hasta ahora ha sido una persona bastante recta, con una gran credibilidad y una obra más que respetable.

20 de agosto de 2005

Respuesta del editor de El Ojo de Adrián

Recibí esta mañana la respuesta del editor de El ojo de Adrián. Me encantó: me acusa en el primer párrafo de retirarme para no quedar mal en Concultura (donde trabajo) y de tener más de un salario (que no lo tengo), asume la responsabilidad del editorial, pero no acepta que haya caído en el libelo ("Yo no fui, y Teté tampoco"), y de paso se sigue escudando en el anonimato ("Pégale, pégale a quien puedas, porque a nosotros no nos encuentras"). La Mara Cultural Salvatrucha, ni más ni menos.
Lo bueno es que, si reproducen la respuesta junto con mi carta, no hará falta que entre en discusiones. La carta explica todo.
Aquí va la carta del editor:

Estimado Rafael:
Entendemos que por sus numerosos compromisos salariales tenga que distanciarse publicamente del Ojo, aunque nos parezca innecesario. Claramente se establece en el Ojo que los editoriales y textos no firmados son responsabilidad exclusiva del Ojo.
Acusa al editorial de caer en el libelo y en ataques personales. Debemos aclarle que mencionar los nombres de artistas y clasificarles de acuerdo a sus posturas artisticas de ninguna manera consiste en denigrarlos o atacarlos personalmente, a no ser por supuesto que usted considere que esa clasificacion sea por si sola denigrante. Decir que el Dr David Escobar Galindo propone un arte universal en defensa de la belleza, la justicia y la verdad para muchos podria ser considerado un halago.
Por este medio le confirmamos su carta ha sido recibida y sera publicada en la seccion correspondiente del Ojo 4 con copia de esta respuesta.
Atentamente,
EE

16 de agosto de 2005

46

Pues sí, mañana miércoles 17 de agosto cumplo 46 años. Como hombre moderno que soy, tengo una reunión de coordinadores de casas de la cultura a las 8:30, que termina a la 1:30. Luego me queda tiempo para comer e ir a otra reunión a las 3:00, que termina no sé a qué hora (no más de las 5:00, supongo), y a partir de entonces podría celebrar.
Soy injusto: rara vez tengo reuniones, y menos de las maratónicas. Nada más que ésta tocó mañana. Además, en la segunda se va a tratar de unos diseños que van a donar para construir unas instalaciones en la parte posterior de La Casa del Escritor, y hay que precisar detalles, espacios, cosas así. Ya hay contactos para donación de materiales de construcción, y también para conseguir mano de obra. O sea que bien lo vale.
Quizá extraño un poco los tiempos en los que uno cumplia años desde que despertaba y se la pasaba cumpliendo años todo el día, y en medio le daban a uno regalos, y recibía llamadas y visitas y un almuerzo y una cena y todo eso, hasta que quedaba con la panza llena y el corazón contento. Igual un par de los peores días de mi vida han caído en mi cumpleaños, así que no tendría que añorar nada.
Y de hecho no añoro, únicamente pospongo. El jueves Krisma tiene que dar clases por la mañana y recibirlas por la tarde. El viernes, si otra cosa no sucede, nos iremos a comer una buena pasta a Tre Fratelli, y después al cine y después ya veremos, siempre y cuando consigamos con quién dejar a Valeria.
Cada vez está más interesante Valeria. Por eso es bueno que pase el tiempo y que haya que medirlo por cumpleaños y navidades y fiestas patrias.

15 de agosto de 2005

Carta al editor de El ojo de Adrián

Hace un rato envié una carta al editor de la revista electrónica El ojo de Adrián, que reproduzco sin comentarios.

Responsables de

El Ojo de Adrián.

Cuando se planteó el proyecto de El ojo de Adrián, ofrecí mi colaboración porque me pareció importante que hubiera una publicación alternativa e incluyente que reuniera a artistas de diferentes disciplinas y tendencias. Desde el principio noté algo que he señalado en varias ocasiones: en ninguno de los tres números que se han publicado hasta ahora se hace constar quiénes son los responsables de la publicación.
Me parece que, al amparo de este anonimato, se han hecho ataques serios y personales que sólo podrían sostenerse con una firma que los avalara. La impresión que da es que todos los que hemos colaborado con El ojo de Adrián estamos de acuerdo con lo que se dice en el editorial, y no es mi caso. Me parece que en el número tres se ha llegado al libelo y, a falta de un responsable de la publicación, pareciera que comparto lo que allí se dice. Sólo soy responsable de lo que firmo, y el eventual director, editor o responsable, quien sea, lo será de las notas no firmadas, como en cualquier medio de prensa.
Les comunico, entonces, que mientras no haya constancia de quiénes se responsabilizan de la publicación, dejaré de colaborar con ustedes. Espero que se trate sólo de una pausa breve, y espero también que, por coherencia con lo que han declarado desde el principio, publiquen esta carta en la sección correspondiente.

Rafael Menjívar Ochoa.
Escritor.

12 de agosto de 2005

Sin City y otras psicosis

Siempre creí que Frank Miller, el autor de los emblemáticos Return of the Dark Knight (me gusta la traducción del título como "El regreso del caballero oscuro") y Sin City, era un tipo por lo menos sesentón, tirándole a más, como varios de los maestros indudables del cómic. En su biografía resulta que nació en 1957, lo cual no lo convierte en un pollo, pero sí en uno de los historietistas más jóvenes que han influido en la historieta moderna: a él le tocó replantear a Batman y su universo como lo conocemos ahora, en la serie Año Uno, de 1986, aunque originalmente se presentó como una serie autocontenida, sin relación con el canon. El aporte de Miller fue definir el perfil psicológico del hombre murciélago y sus ad láteres, y la perversa relación entre Bruce Wayne -y su monstruo enmascarado- con lo que pasa en Ciudad Gótica, psicópatas incluidos. (Se habla un poco del tema en el post Por fin Batman.)
Cuando se anunció la película Sin City sentí una mezcla de alegría y frustración anticipada, porque ya se sabe que las cosas del cómic pasadas al cine no siempre son lo que deben ser, y Sin City es de lo más difícil de reproducir fuera del cómic. Para frustraciones, allí están el Juez Dredd, que es algo muy parecido a un desperdicio de recursos; hasta cierto grado, los Batman de Tim Burton, y sin duda los prescindibles de Schumacher (Batman inicia es otro cantar). Curiosamente, Daredevil, con Ben Affleck, estuvo bastante bien, y no sé si sea coincidencia que uno de los principales guionistas del cómic haya sido Frank Miller.
No pude esperar el estreno de la película. Hace un par de días conseguí una copia, en resolución aceptable, por métodos alternos (ejem), con desconfianza porque no veía a Robert Rodríguez dirigiendo algo así. El mariachi y Desperado no son las películas que voy a ver cada tres o cuatro meses, ni Spy Kids 2 y 3 (aunque la pasé bien con esta última). Once upon a time in Mexico, me divirtió de lo lindo y la he visto como cinco veces, pero no auguraba automáticamente un buen destino para Sin City. Y me alegro de que mi desconfianza fuera infundada.
Para empezar, Sin City se convierte en un nuevo hito para el cine negro: jamás el género había llegado a tanto. (Mis principales modelos hasta ahora eran Blood simple, de los hermanos Coen; Deep Cover, con Laurence Fishburne y Jeff Goldblum, y algunos clásicos, como D.O.A., en su versión de 1950. No es de despreciarse El último boy scout, del que ya se ha hablado aquí.) Luego, se convierte en un parámetro para el cine, punto. Jamás el cine había llegado a tanto en su relación con el cómic, en su relación con el mundo, en su relación con los personajes y en su relación consigo miso. George Lucas le pegó a algo cuando bautizó como Industrial Light and Magic su empresa de efectos especiales. Eso es el cine: luz y magia (lo industrial es opcional), y Rodríguez le atinó con fuerza. No es gratuito, sin embargo, que Frank Miller aparezca como codirector de la película. Y sí me parece raro que Tarantino aparezca como director invitado: dentro de toda la psicosis que rezuma la película (los buenos sólo se diferencian de los psicópatas en que matan a pura gente mala, porque sus métodos son más o menos los mismos y sus cabezas funcionan más o menos igual), hay un buen gusto visual y en el desarrollo del guión del que Tarantino carece. Quizá un par de las escenas de descuartizamiento, que están a punto de ser excesivas; quizá más, pero Frank Miller logró neutralizar el mal gusto inherente a Tarantino. (No digo que sea malo. Digo que hay mal gusto en todo lo que hace; es su sello.) Quizá Rodríguez sienta un especial aprecio por Tarantino, por su ayuda en Once upon a time in Mexico, y especialmente en Desperado. No sé, y en todo caso el resultado es magnífico. Podría ponerme lírico y empezar a decir ambigüedades, como crítico cualquiera, y no me acercaría a la maravilla que es Sin City. Mejor véanla.
Ah: las actuacines de Bruce Willis, Mickey Rourke, Elijah Wood (¡sí, Frodo como uno de los más terribles psicópatas en un mundo de psicópatas!) y Michael Madsen, de lo mejor. Personal de lujo para una película de lujo.

* * *

Otra película que vi, por casualidad y por el cable, fue la versión de D.O.A. protagonizada en 1988 por Dennis Quaid y Meg Ryan. De la versión original se habla en un post anterior, y sigue estando entre mis favoritas del cine negro. La nueva versión... Híjole... No sabía que existía, y es una pena no haberme quedado en la ignorancia.
Si se habla de recursos, actuaciones, lo que sea, la anterior no tiene nada que hacer con ésta. Está muy bien planteada y muy bien hecha, con los recursos adecuados. Pero eso no hace una buena película. Al final no se sabe qué pasó, porque el tipo no cae brusca y totalmente muerto frente a los policías en la última escena, sino que camina de espaldas al espectador hacia un equivalente rectangular de la luz al final del túnel.
Un problema de esta D.O.A. tiene que ver con la definición del género negro. Para ser simples, se trata de historias que se mueven dentro del mundo del crimen, o de gente que cae en él como langosta en una sopa de res. Ese fue el planteamiento de los padres fundadores, Dashiell Hammett y Raymond Chandler, que este último explica muy bien en el prólogo y el epílogo de El simple arte de matar. La "nueva" versión parece un regreso a las novelas y películas en las que hay un misterio que resolver, y en las que el asesino es el asesino porque fue el único que tuvo la oportunidad de entrar en la biblioteca o porque mató a los demás y fue el único que quedó vivo, el muy estúpido. (Fue el caso.) Aghatha Christie y familia pueden llegar a ser terriblemente repetitivos, aburridos y tramposos, y hay mucho de eso aquí.
Otro problema es el planteamiento mismo: el personaje central tiene 24 horas para averiguar quién lo asesinó con un veneno radioactivo. En la versión original, uno siente el reloj sobre la cabeza del personaje, y sufre porque al pobre tipo lo traen de un lado a otro, lo tirotean, lo persiguen, le hacen de todo, y no tiene tiempo más que para resolver el crimen y entregarse a la policía. En la versión de Dennis Quaid no hay esa sensación. Hasta le alcanza el tiempo para tener un micro affair con Meg Ryan, echarse una siesta y escribirle una nota en la que le da las gracias. No es gratuito que se use la palabra thriller para hablar del género: la angustia es consustancial a las historias del crimen. Incluso cuando no hay angustia ésta se encuentra allí, agazapada.
Y, por Dios, uno no mata a tanta gente para quedar como el autor de la novela de un escuincle de 18 o 19 años, así sea Mishima, y lograr prestigio como profesor de literatura, que es lo que mueve al asesino en la versión de Quaid.
En el cable la están presentando como Muerto al llegar. Ustedes saben si la quieren ver.

* * *

Y anoche vi Casablanca por muchésima vez. Qué maravilla. La parte donde empiezan a cantar La Marsellesa para callar a los nazis no tiene desperdicio. Ni toda la película.
¿Se ha dado cuenta, por ejemplo, que cuando Laszlo y la Bergman están juntos siempre hay algo entre ellos? Una lámpara de techo, una sombra de la pared, lo que sea. Y cuando Laszlo se sube a cantar la Marsellesa (con el vieto bueno de Rick a los músicos de la banda, why of course) uno sabe por qué la Bergman se casó con él, y por qué nunca lo va a dejar. Nunca de los nuncas. Y si se queda con Rick lo va a abandonar como en París para irse con Laszlo, así no lo quiera.
El DVD trae escenas borradas y un par de bloopers, sin el sonido original. Para un fan abyecto vale la pena el gasto, cómo no.

* * *

Otrosí: Con eso del género negro, puse aquí "Cimitero d'automobili", la traducción de Attilio Aleotti a mi cuento "Cementerio de carros", que aparece aquí en su versión en español.

11 de agosto de 2005

Siempre la ficción

En un post anterior, titulado Verdades y simulaciones, se me ocurrió que podía escribirse un libro acerca de uno mismo, estrictamente acerca de la vida de uno mismo, sin caer en el melodrama, la ñoñez o el heroísmo barato, asignándole la vida de uno a un personaje que tuviera las mismas características, paso a paso y arruga a arruga, pero que funcionara como un personaje de ficción. (No era de escribir una autobiografía, porque esas cosas a mí no mucho, sino una novela en la que no hubiera ficción, aunque pensándolo bien la forma literaria ya implica ficción en sí misma.) La idea es que, al escribir sobre uno mismo, uno tiende a justificarse o a ponerse en un plan en el que no estuvo en el momento en que pasaron las cosas, y es porque el ego se siente lastimadito cuando no hay justificación para ciertas cosas, tristes, sórdidas o ridículas.
Lo intenté por las fechas en que escribí el post en cuestión. Armé personajes, les asigné características bien estrictas, los puse a actuar y yo me puse a transcribir lo que hacían. A eso de las veintitantas cuartillas me trabé. No porque no hubiera material suficiente, ni porque los personajes no funcionaran, sino porque me di cuenta de que saldría un libro de lo más aburrido: repetitivo, freudiano (en el peor sentido: el que le han dado los freudianos, no Freud), lleno de efectismo para dar fuerza a ciertas cosas...
Obviamente es una incapacidad mía, o quizá por eso es que hay tantas novelas melodramáticas, ñoñas o baratamente heroicas que hablan acerca de las vidas de sus autores, procesándolas a través de personajes ad hoc. (Nunca he sabido qué tienen que hacer los ápices en esa frase hecha. Por cierto, "frase hecha" es también una frase hecha.) Lo que siento es que a partir de cierto punto hace falta meterle ficción al asunto, o el resultado será flojo o -como casi toda autobiografía- bastante falso.
Hay una autobiografía, por cierto, que es una maravilla: Kill-out (¿o era Kill-off?), del maestro Jim Thompson, novelista negro de personajes excepcionales, a quien le debo más de un punto y coma. (No se pierdan Pop. 1280, traducido como 1280 almas, ni Texas by the Tail, traducido simplemente como Texas.) Allí hay un personaje de vida real que puede convertirse a sí mismo en un personaje de ficción excepcional, y plantearse magníficamente. El problema -de ésa y de otras autobiografías- es que llega un momento en que no hay tensión narrativa: la vida real no es tan interesante como la vida de la ficción, y uno tampoco tiene tanto que contar, así sea Jim Thompson, que las vivió todas.
Así que me pongo a hacer lo mío y voy a ver cómo voy a usar el material que ya llevo escrito. Tendré que esperar, eso sí, a terminar un libro un tanto más urgente que tengo entre manos, algo sobre la historia "reciente" de El Salvador (en realidad la de hace 25 años) que me han encargado. Hace como cuatro años que dejé el periodismo por enésima vez, y me siento contento haciendo lo que estoy haciendo. Tanto así que el primer capítulo, que debía tener unas 30-35 cuartillas, quedó como en 90, y 75 de ellas son de texto propio (lo demás son citas). Del segundo y del tercero ya van 50 de cada uno. Para un libro que debía tener "unas 300 cuartillas" no está mal.
Nunca he escrito algo tan largo. Mi primera novela, Historia del traidor de Nunca Jamás, anda en las 60 cuartillas, por ejemplo, y Los héroes tienen sueño en setenta. Mis récords son De vez en cuando la muerte, con doscientas cuatro. y Réquiem para una señora sin canas, con ciento noventa. Por eso es que no puedo participar en concursos: piden 200 o 250, y no me da el pellejo para tanto.
Ya me dispersé. Cambio y fuera.

7 de agosto de 2005

La gota y el dolor

Ayer amanecí con un ataque de gota. La padezco desde que tenía 26 años, así que no vengan con eso de la vejez. Soy abstemio de tiempo completo y desde siempre; tampoco es el alcohol. Como poca carne, aunque en los últimos días... bueno... tampoco he comido tanta. Ácido úrico, en todo caso, y duele como el diablo. El concepto es bien sencillo: cristales de ácido úrico se concentran en una articulación, generalmente en una mano o un pie. Y ya. En la práctica, un punto del tamaño de la cabeza de un alfiler duele como todo un ejército de muelas bien dañadas.
Un poco de la Colchicina que mi madre me trae de Costa Rica (aquí en El Salvador no se consigue, y lo que hay no pega tan fuerte), un par de analgésicos de caballo y un masaje en el pie con Cofal han menguado bastante el asunto, y ya para mañana sólo quedará algún nervio exacerbado. Me ha ido bien: cierta vez en México, en 1998, un ataque llegó a durarme tres semanas, y de verdad que parecía estar en un Apocalipsis del tamaño de un Aleph.
Con eso de que me gustan los males psicosomáticos, hace unos años una novia que andaba en lo de las medicinas alternativas me regaló un libro, Tú puedes sanar tu vida, de Louise Hay, en una época en que tuve un ataque especialmente fuerte de gota y la migraña no me dejaba ni sudar, sin contar con un par de gripes espantosas y algunas cosas más. (Esa novia no iba a gastar en regalarme un libro, o cualquier cosa, si no hubiera visto que iba en serio.) Fue por el tiempo en que decidí salir de México y, por cierto, tronar con esa novia, después de tres años de altibajos.
En el libro busqué la sección dedicada a la gota y decía que la provoca el temor a avanzar, el miedo al futuro. Me pareció bastante lógico en el momento pues, ciencia aparte, la mayor parte de los ataques memorables han coincidido con decisiones bastante duras que tienen que ver con el futuro. Lo que pasa es que no hay modo de saber: uno siempre está tomando decisiones bastante duras que tienen que ver con el futuro, y no se la pasa cojeando por el mundo. Igual la migraña puede dar -en la lógica de Hay- porque uno no quiere pensar, y el dolor de espalda porque el peso del mundo. (Para la gripe no se me ocurre nada, y no tengo el libro de Hay a la mano.) Igual es el ácido úrico, una hernia de disco y falta de vitamina C. En toco caso, cada vez que siento que puede venir la gota, me veo en el espejo y digo: "¿Miedo al futuro? Naaa." A veces funciona.
De lo que quería hablar era del dolor de la gota, parecido a la ira de Dios, pero más agudo. En 2000, cuando murió mi padre, escribí un ensayo que se publicó en Costra Rica y El Salvador, y hubo una parte relativa al dolor que transcribo aquí. Hablaba del dolor del alma, pero cuando escribí esos párrafos sólo se me ocurrió la gota como medida posible.

El dolor es egoísta. Siempre. Sin excepciones.
El doliente no puede pensar más que en sí mismo. Por eso es tonto esperar que los suicidas tengan compasión de sus familias (“Su hija lo encontró, pobre niña, por qué no pensó en ella”), o que los depresivos terminales hagan algo más que ver la pared, o que los bebés con cólico dejen de llorar, llorar, llorar.
Puede no ser egoísta cierta aceptación de sufrir dolor, digamos, por una causa noble: el héroe que salva a una o tres o cuatro personas del incendio, la madre que protege al hijo con su cuerpo en la erupción del Etna. O trabajar excesivamente para que las cosas mejoren –la situación económica propia, la miseria de tanta gente–, sin importar las consecuencias ni el cansancio que, de verdad, en algún momento dejará de sentirse.
Pero llegado el dolor sólo hay egoísmo y retraimiento. Por eso detesto a los mártires profesionales: necesitan de los peores dolores o del deseo de las peores torturas para que su vida tenga sentido, y cada vez que dicen “Estoy dispuesto a...” sienten el dolor anticipadamente y se retuercen de placer. El pueblo, o la religión, o la patria –siempre una generalidad: ¿cómo puede individualizar un egoísta?– son el motivo declarado de su dolor futuro, que sin embargo disfrutan de antemano. Para el mártir el dolor no es un riesgo: es un objetivo.
Los que verdaderamente “están dispuestos a...” no se andan con justificaciones: simplemente hacen lo que tienen que hacer, y saben que todo tiene un precio; si pueden, se abstendrán de pagarlo. No son gente enferma: son gente que vive a secas, al igual que la gente que “no está dispuesta a...”, esa mayoría respetable.


Mi madre ha pasado por varios dolores extremos. Dice que el de parto es fuerte, pero que uno sabe que va a pasar en algún momento, y que uno puede hacer cosas para que pase. El cólico nefrítico, el peor, paraliza y llega un momento en que desaparece, de tan agudo que es. El de la gota -sí, lo heredé de ella-, según su definición, es "exquisito". El simple roce de una sábana de seda hace que uno se retuerza, un cambio de posición parece una explosión nuclear, el toque de una mano hace que uno vea rojo y pierda todo rastro de racionalidad. Y se mantiene constante durante horas y horas y horas, sin aumentar ni disminuir, pero no hay modo de olvidarlo o de lanzarlo a un rincón de la mente. Eso cuando no comienza a palpitar...
Mi madre no es una persona especialmente expresiva, pero cuando habla de dolores es una verdadera sibarita. Tampoco es que sea masoquista. ¿Qué sé yo lo que es mi mamá?

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Nota bene: recién publicado este post, cuando vi la fecha, me di cuenta de que hoy es el quinto aniversario exacto de la muerte de mi padre, y que sin pensarlo agarré el artículo sobre el dolor y puse aquí un fragmento. Con razón tuve una gripe la semana pasada, y estuve un par de días malo de la panza y qué sé yo... Silvia Castellanos, mi madre honoraria y médica de la familia, habla de los síndromes de aniversario y dice que después de la pérdida de alguien, durante años, pasan cosas en los días cercanos a la efemérides. Parece cierto. Había olvidado que mi padre murió en agosto, el día 7 para se precisos, y que ha sido uno de los peores días de mi vida. En honor suyo, voy a poner en mi otra página el ensayo completo que escribí en aquel entonces, publicado por la revista Forja de Costa Rica en su número de septiembre de 2000 y por Alkimia de El Salvador en diciembre.
Qué raro es uno...

5 de agosto de 2005

Nosferatu, Callighari, el Golem y más

En una de las visitas de rutina al Prelinger Archive, encontré que tienen entre sus títulos, listo para descargarse gratuitamente en varias resoluciones, el Nosferatu, de Murnau, una de las maravillas del cine expresionista alemán, filmado en 1922. Lo pueden encontrar aquí. (Si quieren más información, aquí está la ficha de IMDB.) También está El gabinete del doctor Caligari, quizá el producto más audaz de esa tendencia, y el más influyente, filmado entre 1919 y 1920 por Robert Wiene. (Aquí la ficha de IMDB). Puede hallarse asimismo El Golem, de Carl Boese y Paul Wegener, una maravillosa fantasía acerca del ser de la mitología judaica que puede ser creado (y destruido) utilizando las letras del nombre secreto de Dios. La película está basada en la también mítica novela de Gustav Meyrink. (Aquí la ficha de IMDB.)
Quizá haya algunas cosas más del cine expresionista alemán (cuya cumbre y final es El Ángel Azul, de Von Sternberg, una de mis cinco favoritas), pero no he tenido tiempo de buscar; aproveché las vacaciones de agosto para trabajar en proyectos personales pendientes, y me remuerde la conciencia si descanso demasiado. Por favor avisar si encuentran algo.
No está todavía, en resolución para DVD, Un chien andalou, de Buñuel y Dalí; sólo puede bajarse una copia en QuickTime, un formato que detesto casi tanto como el Real. Al que no le moleste, aquí está. Y aquí pueden encontrar The General, de y con Buster Keaton, otra maravillita del cine mudo.
Y ya que empezamos con Nosferatu, los que gusten de todo lo que tenga que ver con vampiros pueden hallar aquí The Vampire Bat, y aquí su respectiva ficha en IMDB. (La reseña trata bastante mal la película, pero ¿a quién le interesan las reseñas ante una buena película clase B?)