31 de julio de 2005

Detector de fantasmas por USB

Las personas a las que desprecio en el universo no pasan de tres, y no creo que lleguen a dos. A ésa que queda siempre la monitoreo, porque el desprecio es un sentimiento de lo más tonificante y, en las dosis adecuadas, bastante bueno para el hígado y para el ego.
El caso es que en el blog de mi ser despreciable personal vi una maravilla: un radar de fantasmas que puede conectarse al puerto USB de la computadora. "Los fantasmas -dice en la presentación del producto al que el despreciable hace referencia- pueden estar detrás de usted, observando todo lo que hace. O alrededor suyo, esperando o atrapados en el más allá, o perdidos en un rincón del tiempo. ¿Son amigables y buscan una conexión? ¿O sólo tienen hambre?" Un discurso que a uno le hubiera gustado escribir.
El aparatito, que puede verse aquí, tiene una serie de botoncitos y de "modos" para monitorear energías y presencias alrededor de la computadora, una especie de médium personal mezclado con alarma contra robos de almas. No sé en lo que hará falta creer para tomárselo seriamente, pero sin duda valdría la pena comprarlo, para tener un tema de conversación -lo menos importante- y para pegar un buen brinco a eso las tres de la mañana, mientras uno escribe una página especialmente absorbente, porque la alarma de activó.
Habrá quien piense que se trata de un fraude. A mí me gusta más creer que es un juego, y que la magia y la tecnología, como desde que se descubrió el fuego, siguen yendo de la mano.
La misma empresa vende memorias USB en forma de patito (vea aquí) y en forma de sushi, en presentaciones de rollo de pepino, salmón o atún (vea aquí). Hay más productos en esta tienda, y una mayor variedad de patitos, rollos de sushi, pastelitos, camarones fritos y dedos mutilados.

La mancha en la pared

Para los que no se han dado cuenta, he abierto otra página en Blogspot que se llama La mancha en la pared, como la que tenía antes en Geocities y que no supe en qué terminó. Estoy poniendo por allí algunos textos de creación literaria. Hasta el momento van un texto rarísimo llamado "Espejos", "Reliquat" (traducción de "Ripio", de Terceras personas, realizada por Thierry Davo), un cuentecito llamado "Los bárbaros están en febrero" y un fragmento de la novela Trece. Ahora voy a poner el "Ripio" en español, para que no se diga. Visítenla. Voy a actualizarla cada semana, a más tardar. La próxima entrega será el cuento "Cementerio de carros" y su traducción al italiano por Attilio Aleotti, que se publicó en la revista Crocevia.

28 de julio de 2005

Por fin Batman

Uno de los personajes más fascinantes de la ficción es Batman, el vigilante pscópata que sale todas las noches a buscar al hombre que mató a sus padres un cuarto de siglo atrás, y regresa todas las mañanas sin haberlo encontrado.
A Batman no lo mueve la sed de justicia, ni siquiera la idea abstracta de justicia: lo mueven la obsesión y el miedo. No tiene poderes más allá de su extraordinaria fuerza física, su preparación para el combate, su voluntad de sobrevivencia y la necesidad visceral de que ya nadie muera, de que ya nada malo pase, de que todos puedan vivir en paz: Batman es apenas un niño asustado vestido de monstruo.
Bruce Wayne es otra cosa. Quizá él sí piense, en la burbuja de cristal en que lo mantiene Alfred Pennyworth, su mayordomo, que "hay que hacer algo" para que Ciudad Gótica -de la que es dueño- funcione un poco mejor; lo piensa como podría pensarlo un filántropo, no como el superhéroe que no es. Su modo de combatir "el crimen" es la ciencia, la tecnología... y mantener a Batman, su demonio, equipado con lo necesario para que haga el trabajo sucio.
El punto de reunión entre Batman y Wayne es la baticueva. Allí Wayne, el científico genial, planea lo que hará Batman, el niño sufriente e hipertrofiado. No hay comunicación directa entre ambos; Alfred es quien pasa los recados, y quien de algún modo logra mantener el equilibro entre las partes de ese ente desequilibrado. (En algún momento Wayne y Batman, mientras el primero se pone el traje, pueden llegar a coincidir en el mismo cuerpo, pero creo que ambos vuelven la cara hacia otro lado, con vergüenza de sí mismos y de su alter ego.)
Desde uno de sus encuentros con Szaz, el asesino serial, cuando casi lo mata a golpes, Batman se dio cuenta de algo: no puede matar. No porque no lo desee -lo desea con toda el alma: otro motivo de sufrimiento-, ni porque tenga un especial respeto a la vida: si mata no podrá detenerse, y será igual que los criminales a los que combate, en especial a uno, al asesino sin rostro de Thomas y Martha Wayne, sus padres. Y él no quiere ser como el asesino de sus padres, así de simple.
Se menciona más arriba un hecho clave: Bruce Wayne es el dueño casi absoluto de Ciudad Gótica. Es su ciudad en el sentido económico, y también en el moral. Ciudad Gótica es uno de los engendros más portentosos de la irracionalidad urbanística, herencia de la Metrópolis de Fritz Lang: autopistas con estatuas a la altura de un piso 25, y debajo un vacío que marea; rostros ciegos de pìedra que se asoman por las ventanas, callejones que llevan a callejones que llevan a callejones que no llevan a ninguna parte, cines que aún exhiben La marca del Zorro, con Douglas Fairbanks, la película que vieron Bruce y sus padres el día en que mataron a éstos; una cantidad imposible de criminales psicópatas que persiguen a Batman por el placer de perseguirlo, con todas esas perversiones de la arquitectura como escenario... Ciudad Gótica es, ni más ni menos, el mapa de la mente de Wayne y el lugar donde a Batman no le queda más que perderse, asustado, siempre asustado. El eje de todo ese laberinto es el asilo Arkham, dirigido por un psiquiatra esquizofrénico: en Ciudad Gótica los criminales no van a la cárcel, sino a Arkham.
Sólo hay, en medio de ese pandemónium, un ser racional, que trata de mantener las cosas en un nivel mínimo aceptable: James Gordon, el comisionado de policía, otro ser sufriente pero al menos consciente de sus dolores. Gordon es la conciencia de Ciudad Gótica. Sabe que Batman es un criminal disfrazado de otra cosa, sabe que Batman es Wayne desdoblado, sabe que Batman es el único que tiene el poder de poner las cosas en orden al menos provisionalmente, porque Ciudad Gótica es un reflejo de su mente y de su corazón. Entre ambos hay una especie de amistad, y más parece que Gordon hace las veces de padre de Batman -no de Wayne; para él está Alfred- y que Batman es para Gordon lo que a él mismo le gustaría ser si no tuviera todos esos principios. (El bien y el mal vestidos de murciélago.)
Y por fin existe una película que se acerca bastante a esta idea trazada en las épocas originales de la serie (los números de Detective Comics de los años cuarenta), que se perdió en los años sesenta y setenta y que en 1980 DC Comics retomó con Año uno y Año dos, los emblemáticos capítulos de la saga del murciélago. (Comienzan, precisamente, con la llegada de Gordon a Ciudad Gótica: él es el relator oculto de la saga.)
Las dos películas de Batman filmadas por Tim Burton tenían lo suyo, como todas las películas de Burton. Lo más importante de ellas fue la ambientación, el trazo de Ciudad Gótica, la ciudad irracional y macabramente bella en la que se mueve Batman. El Comodín, Gatúbela y en especial el Pingüino fueron hallazgos notables. El problema fue Michael Keaton: es un muy buen Batman, pero como Bruce Wayne deja que desear. Alfred Pennyworth es sensacional.
La tercera no vale mucho la pena mencionarla. El director Schumacher no entendió de qué se trataba, y Val Kilmer otro tanto. Al ver a Batman sonriendo dan ganas de salirse del cine, y ese amor por la psicoanalista no viene al caso. Batman no puede enamorarse, punto. El hallazgo fue Dick Grayson, el primer Robin, que Chris O'Donnel interpretó bastante bien. Los trajes son de lo menos adecuados: no son las armaduras de guerreros, sino modelos de algún desfile de modas gay. (Nada contra los desfiles de moda gay; sólo que Batman es otra cosa, pese a lo que insinuara la pésima serie televisiva de los sesenta, con Adam West y Burt Ward, y los cómics de la época, que se adaptaron a la imagen.)
La cuarta película, con George Clooney, tuvo también cosas buenas. Ciudad Gótica ya es Ciudad Gótica, desquiciada y absurda. Clooney es un excelente Bruce Wayne... y un pésimo Batman. El Doctor Hielo no está mal, Hiedra Venenosa se queda corta y la Batichica no se la cree nadie. (Además, la Batichica original es Barbara Gordon, la hija del comisionado, no una eventual sobrina de Alfred. El Comodín la deja paralítica de un balazo y se convierte en Oráculo.)
En fin, aunque menos espectacular que las anteriores, Batman inicia por fin le hace honor al antihéroe por excelencia. El papel de Gary Oldman como el comisionado Gordon es de lo más notable, aunque Michael Caine no era, ni de lejos, el actor para el papel de Alfred, más allá de su acento inglés. La idea del batimóvil como un vehículo experimental de guerra es novedosa y bastante creíble. Quizá la introducción del personaje interpretado por Morgan Freeman se deba a la debilidad del personaje de Alfred; en todo caso encontraron un equilibrio que permitió que Batman fuera quien es... y también Bruce Wayne.

27 de julio de 2005

Mi compu y yo

Ayer no fue el mejor día en la relación entre mi compu y yo. De algún modo me las arreglé para borrar un archivo oculto que guarda la información de la partición de los discos y no hubo modo de encenderla, reinstalar el sistema operativo o correr uno alterno en compacto. Para terminarla, se cayó el Win XP de mi portátil, y no quiso reinstalar desde el CD-ROM, nomás porque no. No leía el boot y háganle como quieran.
Al final arreglé las cosas como los machos: colgué los discos duros de la compu de Krisma y con toda la minucia posible corregí lo que había que corregir, algunas desde DOS. Y algo más pasó y a mi compu se le arruinó la fuente de poder, y hay que comprar otra... (Krisma me acaba de llamar de Metrosur. Está buscando una igual, porque si no, no cabe en el gabinete.)
Un problema serio fue la tarjeta de video Nvidia que tanto he presumido. Resulta que choca con el programa de instalación de XP, y Linux no sabe qué hacer con ella si se inicia desde CD y se pone bien tonto.
Tengo que grabar unos DVDs, así que me llevo el quemador y los discos duros a La Casa del Escritor. La compu de allí ha soportado de todo en los últimos dos años; si aguanta unas horas más, ya la hice.
Ah: y se ha estado yendo la luz, y se interrumpe todo lo que he hecho. Mejor grabo esto en el blog no vaya a ser que

26 de julio de 2005

Solaris y el cine de arte

Hace unos días, gracias a Osmín Magaña, vi otra vez la película Solaris, de Tarkovski, luego de... híjole... casi dieciocho años, la edad de mi hija Eunice.
La novela original, del polaco Stanislaw Lem, es quizá una de las reflexiones más profundas y provocadoras acerca de la comunicación y el deseo (el deseo a secas, el deseo de cualquier cosa) que he leído, en un cerrado y asfixiante ambiente como los que tan bien le salen a Lem. (Léanse Retorno de las estrellas, La investigación o La Invencible para que vean a lo que me refiero.) La ciencia ficción, como en los mejores años del género, es para Lem un pretexto para lanzar perspectivas a futuro acerca del desarrollo de lo humano que tenemos los humanos. La conclusión es que la tecnología no es más que otro modo de hacer lo mismo que hemos hecho desde hace un par de millones de años, milenio más, milenio menos.
El tema es más o menos sencillo: existe un planeta llamado Solaris, que contiene un mar vivo, y es descubierto por los humanos. Durante décadas se trata de averiguar qué es eso: un ente inteligente, un ente estúpido, la suma de muchos entes, una especie de dios, un niño caprichoso, etcétera. Saben que es poderoso -cambia a voluntad la traslación del planeta entre tres soles-, y en la superficie pasan cosas raras que nadie entiende. Como se trata de la primera forma de vida extraterrestre de la que los humanos tienen noticia, se impone la comunicación, y se lanza todo el conocimiento de la Tierra para lograrlo. En vano. Décadas y décadas de teorías y esfuerzos y Solaris no parece entender lo que le dicen, ni importarle.
Entonces se fuerza la situación, se lanza radiación sobre el mar y... nada. Excepto que los miembros de la misión Solaris, que dan vuelta alrededor del planeta en una estación, empiezan a recibir "visitantes": seres queridos muertos en el mejor de los casos, sus fantasías más perversas en el peor. No informan de eso; solamente suspenden el contacto con la Tierra, hasta que uno de los científicos, Gibarian, ya desesperado, pide que manden a un amigo suyo a investigar. Lo mandan, pero cuando llega Gibarian se ha suicidado y sólo quedan dos habitantes en la estación, encerrados con los productos de su deseo (un niño y un enano, respectivamente). Por allí anda suelta una mujer inmensa y bella, la fantasía que provocó el suicidio de Gibarian. Mientras trata de comunicarse con ellos, el investigador recibe a su esposa, muerta diez años atrás. Como científico, parte de que ése es el modo de Solaris de comunicarse con los humanos, e investiga en consecuencia; como humano no sabe qué demonios hacer o pensar, porque quiere que su esposa esté allí, pero sabe que debe seguir muerta. (En el transcurso del libro, la relación entre ambos reproduce lo que vivieron en la Tierra y la esposa vuelve a suicidarse, como ocurrió originalmente.) Un libro terrible, obsesivo y bello.
En fin, después de ver la versión protagonizada por George Clooney, que no está mal con todo y las adaptaciones que le hicieron a la historia de Lem, vi la versión de Tarkovski, que recordaba magnífica. Y pasó algo paradójico.
La sensación que me dejó fue la de haber visto algo profundo y excelente. Pero estar viéndola fue una tortura en más de una ocasión. Hay escenas tan minuciosas, en las que el director se detiene en cada detalle de cada cosa; hay tantas reiteraciones, tantas referencias de una escena a otra, tanta imagen que no contribuye en nada al desarrollo de la película, tantas insinuaciones, tantos diálogos en el aire, tantos silencios, que a uno le dan ganas de ponerse a jugar Nintendo o a ver una con Jackie Chan (uno de mis ídolos, por otra parte). La vi con Eduardo, mi hijo, y a ambos nos pasó que nos generó sueño. No es que lo tuviéramos antes; es que nos dio sueño. Yo me quedé dormido en cuatro ocasiones, todas al principio de una escena, y cuando abrí los ojos estaban en la misma escena y no me había perdido de nada. A Eduardo le pasó dos veces.
Creo que originalmente, hace mucho tiempo, me pasó lo mismo, pero había olvidado el proceso de estar viendo la película y sólo me quedé con la esencia. Insisto: después uno sabe que ha visto una buena película... y no extraña los pedazos que se perdieron en las cabeceadas, ni dan ganas de repetírsela.
No es apropiado (como diría Aldebarán) decir lo que voy a decir, pero es cierto: en general me da mucha pereza eso que llaman "cine de arte". Me produce lo mismo que la de Tarkovski, o cosas peores. De Bergman, por ejemplo, me encantan El séptimo sello y La vida de las marionetas, que son de lo más audaz; lo demás lo he visto por cultura general, y no repetí ninguna. La Trilogía y el Decálogo de Kieslovsky se las regalo. Rojo, Azul y Blanco las vi por disciplina, y porque mis amigos dijeron que había que verlas y que tenían que gustarme; no hubo una en la que no me durmiera o en la que hubiera algo que me provocara la mínima emoción. Vi no sé qué números del Decálogo (dos nada más), y de allí me fui a ver alguna de guerra o de karate. Almodóvar me parece una moda para gente light que trata de no serlo; es como un niño haciendo pipí a los pies del pizarrón para caerle bien a los compañeros y mal a la maestra, sin aportarle nada a nadie más que a su poco interesante ego. Uno de los paradigmas, Betty Blue, me pareció una serie de cosas injustificadas, y lo más sensato fue que la mujer se sacara un ojo, porque si no uno no tiene que contarle a los amigos. (Se alaba mucho la escena del principio. Nada que Linda Lovelace o Georgina Spelvin no superen en sus peores momentos, y sin presumir de andar en cosas artísticas.)
Cada cierto tiempo hay gente que me dice que hay un ciclo de "cine francés", así nomás, o de "cine de arte", para diferenciarlo del cine de Hollywood, y me invita a ver un par de películas. Y muy respetuosamente digo que gracias, que tengo que hacer, pero en realidad detesto a los directores que tratan de ser más inteligentes que su público, y de hacer que quede claro. Es el vicio del "cine francés" o del "cine de arte". Hay otro: tratar de hacer las cosas de manera tan diferente a las de "los gringos" que les quedan unos bodrios infumables.
Mientras, me quedo con mis favoritas: Juana de Arco: La ira de Dios, El Ángel Azul de Von Sternberg, Quien le teme a Virginia Woolf, El resplandor y Naranja mecánica de Kubrik, El color púrpura y El imperio del sol de Spielberg, ¿Quién ama a Gilbert Grape? y El sueño de Arizona, con Johnny Depp, varias de Kurosawa, casi ninguna de Woody Allen... además de Star Wars (1, 4, 5 y 6), Indiana Jones (las tres), el cine negro de los cincuenta, Jackie Chan, y las de Bruce Willis. Anoche vi Hostage, precisamente con Bruce Willis. Me la pasé muy bien, aunque me parece que el mejor papel de Willis es El último boy-scout. Hoy toca Constantine, con Keanu Reeves, por segunda vez. Excelente.
Ah: Bird, de Clint Eastwood, está entre mis favoritas, y dura dos horas con cuarenta y cinco, como Solaris. ¿Quieren un consejo? Lean el libro. La de Clooney está bien para divertirse, y le pesca bien el meollo al asunto y hasta se inventa cosas muy buenas, pero se van a perder de lo más importante. Si no lo encuentran en la librería, que es lo más probable, dicen -sólo dicen- que el libro se puede conseguir en Internet, gracias a la maravillosa tecnología del P2P. La de Tarkovski... híjole... No sé si valga la pena toda esa tortura para decir "Qué buena estuvo".

21 de julio de 2005

¿Qué personaje de ciencia ficción es usted?

A mí, vanidosamente, me tocó ser Jean-Luc Picard. (Krisma hubiera preferido que fuese Número Uno. Quién entiende a las mujeres.) Apachúrrele a la foto y averigüe su personaje, total es gratis y no tiene que decirle a nadie los resultados si le sale alguien que no le gusta.

Which Fantasy/SciFi Character Are You?



Y a Krisma, por cierto, le tocó ser Wesley Crusher.

Which Fantasy/SciFi Character Are You?

(Me hubiera gustado más de Andrómeda.)

20 de julio de 2005

Manlio otra vez



Pues bien, Manlio Argueta acaba de ganarse una beca Guggenheim para trabajar durante un año en lo suyo, que es la novela. Tomando en cuenta que es uno de los novelistas más prolíficos y constantes del país -unas siete novelas desde 1974, sólo igualado en este municipio por Horacio Castellanos y un servidor-, y quizá el más conocido fuera de nuestra frontera, el asunto es de celebrarse. Hasta donde sé, sólo él y el músico German Cáceres han recibido la Guggenheim entre los artistas salvadoreños.
Y, desde luego, comenzarán las envidias, que Manlio sabrá evadir, ignorar o responder. En 1999, cuando The Modern Library declaró que su obra Un día en la vida era la segunda mejor novela latinoamericana después de Cien años de soledad, y la cuarta en español del siglo XX, basándose en sus ventas en Estados Unidos, sobraron quienes se le lanzaron a la yugular. A la cabeza estuvieron los hermanos Galeas. Marvin escribió una nota titulada La tomadura de pelo de la Modern Library, que entre otras cosas dice:
Definitivamente ni "Un día en la vida" ni la tecnicosa "Caperucita en la zona roja" tienen el nivel de riqueza narrativa que tiene por ejemplo "Un mundo para Julius", de Bryce Echenique. O a lo mejor la Modern Library utiliza con los escritores salvadoreños los mismos criterios que utiliza la Major League Soccer (MLS) para contratar a nuestros futbolistas: El mercado salvadoreño en los Estados Unidos. ¡Vaya usted a saber!
Marvin incluso llega a poner en duda la existencia o la importancia de The Modern Library (que tiene cerca de un siglo de ser una de las grandes; por allí tengo las obras completas de Jane Austen y los cuentos de Hemingway). Hay algo cierto: la Modern Library (subsidiaria de Random House) hizo la clasificación con base en ventas, no en criterios literarios (lo cual no desacredita a Manlio), y no conservó en su sitio en Internet la categoría de las mejores en español (o en francés o en el idioma que sea), como puede verse aquí, sino de las escritas en inglés. Vaya: no aparece ni García Márquez.
También es cierto que Un día en la vida está publicado por Random House, y uno podrá hacer las salvedades que quiera, pero ni Marvin ni salvadoreño alguno ha llegado hasta allá. Y está junto a Cien años de soledad.
Como la ignorancia es audaz, y como Random House nombró en especial a los publicados por sus editoriales, Marvin no se dio cuenta de que esa casa no ha publicado a Alejo Carpentier, Ernesto Sabato ni a Alfredo Bryce Echenique, a quienes menciona para desacreditar a Manlio. La respuesta de éste, en el propio EDH, puede hallarse aquí.
Hubo un par de notas no firmadas de Geovani Galeas en el desaparecido suplemento El búho, entre ellas una entrevista de lo más agresiva, en la que Manlio se zafa con elegancia. No encuentro referencia en Internet a esas notas, pero las tengo en papel. Y desde luego estuvieron los chismes de viva voz, desagradables, verdes e inevitables, de parte de escritores que mejor harían en escribir que decir tonterías que no los hará obtener lo que sólo se obtiene mediante el trabajo.
En fin, estoy contento de que Manlio tenga, por primera vez, el año en que cumple los 70, un bonito apoyo económico, que es a la vez un premio a su trabajo, para seguir haciendo lo que ha hecho toda su vida y de lo que nos ha dado ejemplo: escribir.

Will Eisner



Buscando cosas que no tienen nada que ver, encontré la página de Will Eisner, y me enteré de que murió en enero de 2005. Me sorprendió, porque creí que había muerto desde hacía tiempo; no creo que nadie sobreviva de esa camada, a la cual pertenecieron Hal Foster ("El príncipe Valiente"), Milton Canif ("Terry y los piratas") y qué sé yo. Eisner era el bebé (1917); veo que Foster nació en 1892 y Canif en 1907, pero forman parte del mismo proceso: la creación de la historieta (o cómic) como disciplina con vida, leyes y arte propios.
Los dibujantes en general languidecen arrobados ante "El príncipe Valiente", y entiendo por qué: cada cuadro -al menos los dibujados por Foster- es una pieza de arte, por su economía y equilibrio. En lo particular nunca me interesó demasiado, ni "Terry y los piratas", que conocí de adulto y más como asunto de cultura general.
Pero "The Spirit" fue otra cosa. Fue la revelación. Antes que nada, en efecto, por la realización de los dibujos, que es monstruosamente buena. Luego, por lo que tiene de humana: los personajes pueden pasar de la desvergüenza al ridículo al llanto y al heroísmo con una facilidad que deja sin respiración. El manejo de personajes de Eisner es magnífico, y sobre todo inteligente. Utiliza todos los pastiches del género negro y, de repente, un pequeño giro y ya está uno a punto de llorar por la muerte del malo a quien uno quería muerto, o deseando enamorarse de la maldita de turno.
Eisner utiliza un recurso interesante: su dibujo es ambiguo, a veces caricaturesco, a veces realista, generalmente las dos cosas, y por eso -y porque es un excelente guionista- puede cambiar de "mood" de un cuadro a otro, y que lo agradezcamos. Y hay algo más: uno siente que, si se pone el sombrero y la mascarita, uno podría ser "The Spirit", aunque sabe que es preferible que no, porque se mete en cada cosa...
Descanse en paz don Will Eisner.

19 de julio de 2005

Ahora sí



Alain Mala, director de Cénoname, me envió las pruebas electrónicas de Tierces personnes y la portada definitiva, que lleva (al igual que Instructions pour vivre sans peau) una foto de una de las dramáticas esculturas de Bruce Nauman. La versión anterior no la incluía porque, hasta donde sé, los agentes de Nauman no habían atendido las solicitudes de Cénomane; me alegra que Alain lograra comunicarse.
La traducción de Thierry Davo, como siempre, me encantó. Se preocupa por cada letra y cada palabra y cada giro. Cuando traduce es como si estuviera escribiendo de nuevo el libro, y así lo sufre y lo disfruta. Y así se lo agradezco. Terceras personas es mi libro favorito entre los que he escrito; no sé si el mejor, pero sí del que me siento más orgulloso. Me llevó diez años, entre escritura y corrección, y de allí salió todo lo que he hecho después. La primera versión tenía unas 225 cuartillas corridas; la definitiva, alrededor de 35. Un fragmentario, digamos. Hubo algunas notas académicas acerca del libro y algunos notaron, en la forma. una fuerte influencia de Elías Canetti (me avergüenza decir que no he leído nada suyo), y, en el tema, del Año de la guerra del cerdo, de Bioy Casares... que leí dos años después de publicarse TP, mea culpa.
Ahora Thierry está traduciendo Trece (que previsiblemente se llamará Treize), publicado en México hace como año y medio en una hermosa edición del Instituto Mexiquense de la Cultura.
Pongo en mi otra página, La mancha en la pared, los fragmentos que cierran Terceras personas, un montón de frases e ideas desarticuladas, a veces microcuentos, a veces sólo insinuaciones de cosas que no tengo muy claras. Esa parte se llama "Ripio" en español; Thierry encontró una maravilla de palabra para su versión en francés: "Reliquat."

17 de julio de 2005

Un asunto de justicia.
Carta de Horacio

Escribí hace unas semanas un par de notas acerca de entrevistas que le hicieron a Horacio Castellanos en Francia y Chile. Las tales notas pueden encontrarse aquí y aquí en orden cronológico. Mi deporte favorito no es hablar a espaldas de la gente, ni quitarle oportunidad a nadie de que me diga lo que le parezca correcto, así que transcribo una carta que recibí de Horacio esta mañana. No hay comentarios de mi parte, al menos ninguno que valga la pena poner en público.

Rafael,
me enviaron lo que planteas en tu blog sobre mí. En realidad me ha dado un poco de tristeza. Entiendo que te repugne esa imagen de escritor supuestamente perseguido e ignorado que se refleja en las entrevistas a las que te referís, porque a mi también me repugna. Ese es el riesgo en este negocio: te piden una entrevista de 30 o más preguntas y el resultado final se centra en media docena de respuestas políticas que repiten la misma imagen de un escritor, y todo lo que respondo sobre la literatura queda hecho a un lado.

No leo francés, pero en ningún momento borré de un plumazo a los escritores del país en la entrevista de Liberation. Incluso vos, Jacinta y Claudia Hernández fueron referencias. Está fuera de mis manos si el periodista no utilizó eso (de hecho, sin que yo lo supiera, en esa misma entrega iba una reseña sobre un libro de poemas de Miguel traducido al francés). Toda esta explicación sobra, por supuesto. Si la hago para vos es porque te tengo aprecio y respeto tu obra.

Cuidate. Salú

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15 de julio de 2005

Ego trip: "Espejos"

En su edición de julio, la revista mexicana Nexos publica un artículo de Guillermo Samperio sobre el libro Los mejores cuentos mexicanos 2004, de la editorial Joaquín Mortiz, preparado por Eduardo Antonio Parra, en el cual fui incluido con el texto "Espejos". Samperio, a quien no conozco más que por su obra, me trata muy bien, y se lo agradezco. Dice:

Hablando ya de los relatos incluidos en Los mejores cuentos mexicanos edición 2004, aparecen textos muy logrados como “Viaje a entonces” de José de la Colina.
En él, los recursos de la fantasía surgen como contrapunto del recuerdo. Al final, la ambigüedad de planos temporales (el pasado y el presente se encuentran en el espejo retrovisor de un taxi) cierra el círculo nostálgico que nos plantea el autor desde el principio.
En “Espejos” del salvadoreño Rafael Menjívar Ochoa, nos enfrentamos a un texto lleno de imágenes en que la exploración de la locura y los espacios internos están contenidos por una estructura nutrida de saltos temporales y espaciales que permiten una lectura intensa, sin duda uno de los mejores textos (que no cuento en su definición más estricta).

Y es cierto. No es un cuento, y nunca lo pretendí. Un día me puse a escribir y salió eso. Como estaba seguro de que nunca se publicaría en libro, porque es un texto rarísimo, se lo envié a mi amigo Hugo Ortiz para la revista Castálida, del Instituto Mexiquense de la Cultura, donde apareció y de donde fue escogida para la antología, con todo y lo salvadoreño que soy (aunque mi acento y mañas sean de mexicano, ora pro nobis).
Como me he pasado un montón de meses hablando de que escribo y he puesto sólo algunas cosas por aquí, voy a abrir un blog con textos míos, que inauguraré con "Espejos". Pueden encontrar el texto aquí.

El martirio de Pedro

Debo reconocer que cuando escribí acerca de San Pedro, en el post siguiente a éste, lo hice más impulsado por la gripe que por el ansia de establecer una verdad (Dios me libre de algo así, que por algo me quedé ateo). Por eso merezco el comentario y la cita que recibí:
Rafael: Pedro fue ejecutado. Murió en la cruz, y pidió que lo colocaran de cabeza, porque dijo que no era digno de morir de la misma manera que su maestro. Puedes revisar este lugar:
http://www.enciclopediacatolica.com/p/pedroapost.htm#4
Sin embargo, el mismo texto de referencia es ambiguo: sólo se habla de manera indirecta del martirio de Pedro, que es más parte de una tradición que un hecho comprobado. Es decir: se parte del "conocimiento" de que Pedro murió en la cruz para leer de cierto modo las referencias, y que éstas demuestren que fue martirizado; la página de referencia es una enciclopedia católica, y anda en lo suyo.
Me parece interesante el artículo sobre Pedro que aparece en la omnipresente Wikipedia, que coloca a Pedro en una dimensión menos interesada. Dice:

Sin embargo, los evangelios recogen también la profecía de Jesús de que Pedro lo traicionaría tres veces. Aún cuando la noche de la última cena Pedro juró no apartarse de Jesús, al ser interrogado por los soldados romanos que lo habían detenido, negó tres veces conocerlo antes de que la noche acabase (Mateo 26:69-75, Marcos 14:66-72, Lucas 22:54-62, Juan 18:25-27).
Tras la muerte de Jesús la figura de Pedro es menos precisa. Si bien varios de los evangelios —tanto canónicos como apócrifos— dejan entrever que había sido especialmente favorecido por Jesús (en Lucas 24:34 se narra una comunicación especial del resucitado a Pedro), los testimonios no son siempre coherentes. El Evangelio de Mateo no vuelve a nombrar a Pedro tras haber éste negado conocer a Jesús, lo que hace pensar que el autor del mismo quizás lo considerara un apóstata. El autor de Hechos de los Apóstoles, sin embargo, presenta a Pedro como una figura crucial de las comunidades paleocristianas; es él quien preside la selección del reemplazo para Judas Iscariote (Hechos 1:15-26) y quien es examinado públicamente por el Sanedrín (Hechos 4:7-22, Hechos 5:18-42) tras haber curado milagrosamente a un hombre a las puertas del templo de Jerusalén, además de emprender misiones a Lidia, Jaffa y Cesárea y de estar presente en el Concilio de Jerusalén, cuando Pablo sostiene que el mensaje de Jesús se extiende también a los gentiles. La prédica de Pedro, sin embargo, estuvo por lo general limitada al pueblo judío.
El autor de los Hechos, sin embargo, se centra luego en las obras de Pablo, por lo que de los años posteriores es mucho lo que se ignora. De acuerdo a la epístola a los Gálatas, se trasladó a Antioquía, donde Pablo lo encontró más tarde (Gálatas 2:11); tradicionalmente se lo considera el primer obispo y patriarca de la ciudad. La primer epístola a los Corintios deja entrever que Pedro quizá visitó la ciudad en sus misiones (1Corintios 1:12).
La tradición indica que Pedro acabó sus días en Roma, donde fue obispo, y que allí murió martirizado. Clemente Romano, en su carta a los corintios, data su muerte en la época de las persecuciones de Nerón.
Es interesante que Padro, si fue martirizado, muriera en época de Nerón. Allí se moría todo el mundo, y básicamente por lo que fuera, según lo destaca el artículo de la propia Wikipedia. El correspondiente a Nerón dice:

Por cierto, parece evidente que es falsa la presunta culpabilidad de Nerón en cuanto al incendio que destruyó la ciudad. Esta acusación probablemente fuera fruto de la imaginación de los posteriores historiadores latinos, que le tenían particular resentimiento y aversión. El caso es que Roma debía de ser una ciudad impresionante. Miles de personas hacinadas en edificios que se derrumbaban e incendiaban cada dos por tres. Todo tipo de sectas orientales vaticinando el fin del mundo en soportales compartidos con prostitutas y vendedores de cuanta mercancía hubiera en el Imperio. La guardia pretoriana asesinando o eligiendo a los emperadores a su antojo. Los senadores más preocupados por sus propiedades que por la justicia. Un sinfín de esclavos torturados y obligados a trabajar hasta la extenuación... Y todo empapado en la sangre de miles de víctimas durante la celebración de los juegos.
Y continuamos con el artículo sobre Pedro:
El evangelio de Juan sugiere, en el característico estilo alegórico, que Pedro fue crucificado; dado que la datación de éste indica que no fue escrito hasta el siglo II, el testimonio es relevante. De acuerdo a la leyenda, Pedro pidió ser crucificado cabeza abajo, no considerándose digno de morir del mismo modo que Jesús. Flavio Josefo relata que la práctica de crucificar criminales en posiciones distintas era común entre los soldados.
Aquí hay carne teológica de dónde cortar. El hecho de que Pedro fuera crucificado -si lo fue- era suficiente para cumplir con su papel de apóstol: Cristo había pedido que lo siguieran y lo imitaran, y el martirio -cualquier martirio, pero la cruz en especial- era el método "idóneo". Pedro, en un arranque de humildad, pide que se le crucifique de cabeza. Si fue así, más que humildad, Pedro demuestra una soberbia capaz de impedir que él mismo se deje pasar por las puertas del cielo. No morir como el parámetro del más humilde de los hombres es, en sí mismo, soberbio. Y Pedro no pudo no saber que ese gesto lo diferenciaría de Cristo, que la posteridad recogería su gesto, que en realidad era otro modo más de negar a su maestro. En otras palabras, según la versión oficial, Pedro pidió que lo crucificaran así. A los demás mártires les tocó lo que les tocó; él pidió un martirio en especial, que lo diferenciara de Cristo. Quod erat demostrandum.
Claro que la Wikipedia ofrece una salida digna: los guardias romanos a veces crucificaban de modo diferente al usual, y pudo ser que ellos -no Pedro- decidieran ponerlo de cabeza, a manera de burla o vaya a saber cómo pensaban los soldados romanos. Entonces la iglesia católica es la que hace aparecer a su fundador como alguien soberbio.
Llama la atención un dato: Pedro murió en el año 63. Si nació más o menos por las épocas en que nació Cristo, para los estándares de la época era extraordinariamente viejo. No trato de establecer un juicio de valor, nada más dar un dato. Por ese entonces cualquiera de 40 años era un hombre viejo (o una mujer vieja, si era mujer; seamos políticamente correctos). El joven Nerón ordenando el martirio del ancianísimo Pedro es una imagen literariamente rica, aunque dudo que Nerón siquiera se enterara de su existencia.
Porque para esa época el cristianismo no era mucho más que una de las tantas sectas que había en Roma, así fuera la que, a posteriori, tuviera mayores perspectivas. No fue sino hasta Constantino que se reconoció al cristianismo y se adoptó como nueva religión, en el año de 313.
O sea que Pedro sigue cayéndome mal, que en el fondo es lo que motivó el post original. Y quizá haya sido martirizado, quizá no, pero no deja de ser sintomático que él haya fundado la iglesia de Cristo, y que incluso en su muerte -si ocurrió como dice la historia oficial- lo haya negado.

Después de escrito el post sobre el martirio de Pedro, se me ocurre una posibilidad literaria à la Borges. Uno no anda ensayando su muerte ni sus últimas palabras, y si lo hace nada garantiza que salgan bien en la sesión de gala, que además es la única. A lo mejor en el momento del martirio -si ocurrió- a Pedro le pareció que ser crucificado de cabeza era un modo de ser humilde -más humilde que Cristo; allí es donde la teoría se cae- y, zaz, le cumplen el antojo. Y quizá, mientras moría, se dio cuenta de la metida de pata teológica, pero ya era demasiado tarde para solucionarla. Los soldados romanos no iban a voltear la cruz sólo para darle gusto, y no hubo quien recogiera sus palabras de arrepentimiento. O a lo mejor alguien las recogió, pero, ya se ve, incluso su crucifixión no deja de ser un mito, y en el mejor de los casos una posibilidad que se acepta por dogma, no por historia.

14 de julio de 2005

No, no es una paradoja

Hay una observación que todo el mundo debió hacer unos dos mil años atrás, pero que a pocos les gusta: el fundador de la iglesia de Cristo fue el mismo que lo negó tres veces antes de que cantara cierto gallo.
Creyentes y ateos coinciden y responden: "Pero después se arrepintió." Y ésa es una de las maravillas del catolicismo: basta con arrepentirse para ser salvo, así uno sea responsable de Auschwitz o de algún escuadrón de la muerte especialmente enfermo. Hay una tranca: el arrepentimiento debe ser verdadero. Y, sí, todo arrepentimiento es verdadero cuando uno tiene miedo, por ejemplo a la muerte que se acerca o a las presuntas consecuencias de la muerte, llamémoslas infierno, vacío o lo que sea.
Es decir que Pedro fue un excelente fundador de la iglesia de Cristo: lo negó, pero se arrepintió, y fue salvo. ¿Quién mejor que un pecador para llevar el mensaje del que enseñó que se perdonara a los pecadores? (Así de viejos son los tecnicismos legales, que valen incluso para la ley de Dios.)
Lo que no deja de parecer sospechoso es que, a diferencia de sus compañeros apóstoles, Pedro no muriera en medio de terribles torturas y predicando, sino en cama y de viejo. Imagino que su integridad física (que cuidó desde la negación de Cristo) fue parte de un sacrificio aún más grande: no acceder al martirio, el ideal que su propia iglesia estableció... para los demás.
Quizá por eso se le nombró santo, y quizá por eso sea el encargado de cuidar de las puertas del Cielo: el supremo selector de las almas, ni más ni menos.
(Es decir: tengo gripe y la nariz absolutamente tapada. ¿En qué otra cosa puede uno cuando anda en ésas?)

Los mandamientos, por supuesto

1.- Todo lo que vaya sobre dos piernas es enemigo.
2.- Todo lo que vaya sobre cuatro piernas, o tenga alas, es amigo.
3.- Ningún animal usará ropa.
4.- Ningún animal dormirá en cama.
5.- Ningún animal beberá alcohol.
6.- Ningún animal matará a ningún otro animal.
7.- Todos los animales son iguales.

Enmienda al séptimo mandamiento:
Pero algunos animales son más iguales que otros.

(De Animal Farm, de George Orwell.)

La guerra es la paz.
La libertad es la esclavitud.
La ignorancia es la fuerza.

(De 1984, de George Orwell.)

-¿Te importa si pregunto? ¿Desde hace cuánto trabajas como bombero?
-Desde que tenía veinte años; hace diez.
-¿Alguna vez has leído los libros que quemas?
Se rió.
-¡Eso va contra la ley!
-Ah. Desde luego.
-Es un buen trabajo. El lunes quemas a Millay, el miércoles a Whitman, el viernes a Faulkner. Los quemas hasta convertirlos en cenizas y luego quemas las cenizas.

(De Fahrenheit 451, de Ray Bradbury.)

7 de julio de 2005

Redrum! Redrum!

Si algo impresiona de The Shining, la película de Stanley Kubrick, es el duelo de actuaciones entre Jack Nicholson, Shelley Duvall y Danny Lloyd, este último un niño de --a la postre-- sólo seis años.
Lloyd hizo uno de los papeles más brillantes que haya representado un niño de su edad, a niveles de Drew Barrymore en E.T. o Shirley Temple en casi cualquiera de las suyas. (Las escenas de baile de la Temple junto al magnífico Bojangles Robinson son cosa aparte.) Y de repente, hace un par de días, se me ocurrió que no sabía en qué había parado su carrera, que trazando una perspectiva de los últimos veinticinco años debía estar entre los grandes, que quizá se hubiera cambiado el nombre.
Y resulta que no. Me fui a la Internet Movie Data Base (www.imdb.com; si la película o el actor o director o productor que busca no está allí, quizá no existan), y veo que Danny Lloyd no apareció más que en otra película, en un papel secundario, en Will: The Autobiography of G. Gordon Liddy, de la que no tenía noticia. La corta biografía de Lloyd que aparece en IMDB es injusta:

Danny Lloyd was selected for the role of Danny Torrance in Stanley Kubrick's The Shining (1980) due to his ability to retain his concentration for extended periods of time. Because of his age (6) and the genre of The Shining (1980) Danny was closely guarded by Kubrick during filming and didn't know it was a horror film until several years later. Despite his notoriety and his famous line "Redrum! Redrum!", Danny made only one more film and has stated that he isn't interested in an acting career.
Su talento, según es obvio en la película, va más allá de mantener la concentración; es capaz de sacar escalofríos. Que no supiera que era un filme de terror es dudoso, sobre todo cuando tuvo a Nicholson persiguiéndolo con un hacha (algo habrán tenido que decirle para que corriera despavorido, gritara como gritó e hiciera cosas raras en un cuarto lleno de sangre), y aunque la frase "Redrum! Redrum!" es una de las más parodiadas del cine, el contexto en que la dijo daba francamente el miedo que sólo un buen actor puede dar, así tenga seis años y así lo dirija Kubrick.
El asunto es que, después de hacer una genialidad y una película de la que no tengo idea, Danny Lloyd es ahora profesor de ciencias en Pekin, Illinois, y de seguro es más feliz de lo que sería actuando o haciendo cualquier otra cosa. Y pienso en otros niños prodigio y en lo que han terminado, o en lo que andan.
Dean Stockwell hizo un papel excepcional en El niño del cabello verde, todo un alegato contra el racismo que no debió gustarles a muchos en plena paranoia de posguerra. Luego siguió en una rutina de películas "para niños" y desapareció en filmes no muy interesantes. Reapareció con fuerza en la serie Quantum Leap, una de mis favoritas, en el papel de Al Calavicci. Se mantiene haciendo papeles secundarios bastante dignos.
Drew Barrymore comenzó a actuar desde bebé, y su papel más impresionante lo logró con E.T., a los siete años. Después vino lo del alcohol y las drogas, y una serie de papeles en los que se explota su cara infantil y su aparente vocación de aparente rubia boba. Quizá fue hasta Confesiones de una mente peligrosa, el estreno de George Clooney como director, cuando logró recuperar el nivel de su infancia... aunque siguió Los ángeles de Charlie, es decir pan con lo mismo. Eso no quita que no lleve una impresionante carrera a sus (apenas) treinta años de edad.
Jackie Cougan, nacido en 1914, comenzó su carrera a los cinco años en A Day's Pleasure, de Chaplin, y de allí pasó a la fama con The Kid, que coprotagonizó con el propio Chaplin en 1921. En 1922 hizo Oliver Twist, en 1930 Tom Sawyer y su carrera comenzó a disolverse, hasta que reapareció, irreconocible, como el tío Lucas (Uncle Fester) en la serie The Addams Family, que lo relanzó a la fama.
Shirley Temple comenzó haciendo cortos en 1932 y terminó siendo el eje de toda una industria, hasta su retiro a los 19 años. Después se dedicó al servicio exterior. Y quizá una cita suya explique un poco por qué muchos niños dejan el cine cuando llegan a ser dueños de su propia vida:

I stopped believing in Santa Claus when I was six. Mother took me to see him in a department store and he asked for my autograph.
Y quizá Danny Lloyd supo cuándo retirarse, es decir antes de cumplir los diez años de edad. No sólo porque sea mejor creer en Santa Claus que ser famoso, sino porque hay niños que nacieron para ser niños prodigio, no adultos prodigio. Por ejemplo, ¿qué pasó con McCaulay Culkin o con Fred Savage (que hace películas malísimas después de Los años maravillosos)? Espero con desesperación lo que sigue de Haley Joel Osment, quien después de Sexto sentido e Inteligencia artificial (¡y Forrest Gump!) ha hecho cosas en las que se repite, o en las que es un adolescente que ha perdido algo, como lo pierden todos los adolescentes.
Quizá pienso como el espectador que admira a gente que en un momento fue grande, y que después se dedicó a ser gente (siguiera o no en el cine), que es lo que todos quisiéramos en el fondo, y por eso les transferimos nuestros deseos a nuestros héroes, y por eso deseamos que no den menos de lo que dieron alguna vez, una sola vez quizá. Pero ¿quién es uno para transferirle sus sueños a los demás, en especial a niños tan pequeños?

Krisma, la risa y lo demás




Krisma tiene el don de la risa. Se la pasa riéndose -al menos sonriendo- en todo momento y circunstancia. Es difícil asociarla con lo que escribe: poemas violentos, sórdidos, que llegan a lugares en los que uno prefiere generalmente no meterse. Nada que ver con su risa fácil y su carácter.
Publicó su primer libro, La era del llanto (DPI, San Salvador, 2004), una semana antes de que naciera Valeria. No sabíamos si la presentación se convertiría en un performance en el que el acto principal sería un parto; Krisma es pequeñita (1.48m) y Valeria nació inmensa (55 cms., 4.5 kilos). Y entre los seis poetas que presentaban sus libros, como parte de la colección Nueva Palabra, destacaba por dos cosas: la panza inmensa y su sonrisa blindada, uno de los motivos por los que me enamoré de ella.
Pongo por aquí, como contraste con la foto, un fragmento del poema largo "La puerta de los suicidas", que viene en La era del llanto.

IV. Instrumentos

Soy la cuerda con nudos atada a la voluntad de tu aliento. Mi misión es no dejarte caer de la silla. No dejarte caer.

Murió de amor dirán al cerrarme la boca.

Murió llena de miedo dirán al meterme en la bolsa negra (cancha reglamentaria para difuntos ilegalmente plastificados).

Y tras las ventanas seguirán desplomándose adolescentes envenenados y te dará envidia ver cómo disfrutan el sabor de un día húmedo.

“Duelen los dientes bajo la lluvia. Paño de seda sobre la lengua”, recitarán los sepulcros con su voz distorsionada como pirámide al revés.

No sé arrastrar los pies y el destino del linaje es un mar tormentoso que me alborota los sonidos.

El psiquiatra me aconseja tomar las pastillas rosadas para señalar el rastro de las arañas.

Pero él no sabe que adoro los puentes. Breves instantes equilibrados sobre la corriente, abismos ilustres, prófugos elegantes que anhelan el crecimiento larvario dentro de mis venas.

Las manos tiemblan ante los filos como sucede con los ebrios al desenterrar a su dama de cristal.

En el apartamento de arriba la bailarina ya no duerme con su amante. Al parecer se cortaron las alas en una pirueta mortal. El techo fue tan débil que la sangre se empeña en hacer bosquejos del suceso sobre mi alfombra.

Presentí a mi madre. (Solsticio / Proximidad al cuchillo / Palo / Estaca verde.) Fue el día en que la encontraron en el baño eternamente dormida con sus polvos angelicales inundándole la nariz. Años después la volví a ver: tenía el mismo perfil indiferente de una Bella Durmiente estampada en la pared. Sin mirarme a la cara me limpió las uñas y en un descuido me devoró la nariz.

Pero no lloré.

No lloré.

Fui valiente.

Escríbeme desde un beso estrictamente clandestino y déjame dormir en una huelga de labios roídos.

3 de julio de 2005

El ojo de Adrián

¡Ya está en línea El ojo de Adrián, un boletín cultural realizado por la pintora Mayra Barraza! Se puede encontrar en:


Éste es un esfuerzo alternativo para tratar de unir voces de artistas salvadoreños, en lo que se averigua qué va a pasar con la revista Cultura, y como siempre Mayra no se anda con vacilaciones. Si en lugar de consultarlo en línea quieren recibirlo por correo, sólo tienen que escribir a:


Es para ponerse contento, cómo no. Hay varias iniciativas en marcha ante la polémica sobre la revista Cultura... y entre otras cosas parece que Cultura se queda.

2 de julio de 2005

Algo huele bien mal en
Dinamarca, Horacio amigo

A principios de 1998, quizá a finales de 1997, Facundo Burgos (a la izquierda en esta foto), para entonces editor de la colección MECyF del Grupo Editorial Vid, me pidió que armara una antología de cuentos que se publicaría bajo el título Del amor de la muerte. Había trabajado con él en la Universidad Autónoma Metropolitana en la edición de una plaquette, una traducción que hice de una polémica acerca del socialismo entre G.K. Chesterton y Bernard Shaw, realizada en 1928 o 1929, publicada también en el número más reciente de la excelente revista española Archipiélago.
La edición de la antología es un lujo. El libro está forrado en tela, con una camisa de couché; la portadilla es de papel amate, con una serigrafía especial para ese título, y el papel para el texto es cremoso y estriado. A pesar de que el texto corrido es un Times normalito, la tipografía de los títulos y capitulares es espectacular. En fin, es el libro que todo el mundo quiere publicar alguna vez, aunque sólo sea el antologador y traductor.
Una de las condiciones para la antología era que todos los textos debían pertenecer al dominio público, excepto el último, que debía ser de un escritor latinoamericano vivo y en plena producción. La condición que me autoimpuse fue que no debía verse un cadáver en ningún relato, y de ser posible que no hubiera muertos, a pesar de que la antología trataba precisamente sobre la muerte. Así que me puse a traducir textos que me encantaban. Del inglés, porque otro idioma extranjero no conozco (a veces ni el español).
El índice está bien bonito: "Una modesta proposición", de Jonathan Swift; "El mortal inmortal", de Mary Shelley, que aún estaba inédito en español; "Berenice", de Edgar Allan Poe (allí descubrí que las traducciones de Cortázar son malas, y peores las de Aguilar); "Mi asesinato favorito", de Ambrose Bierce; "La ventana abierta", de Saki; "Mil muertes", de Jack London; "Una casa encantada", de Virginia Woolf... y "Amaranta", de Horacio Castellanos Moya.
Fue más o menos difícil tomar la decisión. Se me ocurrió pedirle textos a un par de escritores mexicanos, pero pensé que era bueno meter a un centroamericano, de ser posible salvadoreño. No conocía aún la obra de Claudia Hernández (ni a Claudia), o quizá le hubiera pedido "Hechos de un buen ciudadano I y II", que ya se había publicado; ni a Jacinta Escudos, que hubiera cabido con "¿Y ese pequeño rasguño en tu mejilla?", y los escritores con los que tenía contacto no escribían cuentos, sino poesía o novela. Más de uno, antes y después de que se publicara la antología, me dijo que no incluyera a Horacio, que era meterme en problemas. No me lo pareció, y sigue sin parecérmelo, así que fue Horacio.
"Amaranta" me pareció un tanto gross en relación con los demás relatos de la antología, y con poca artesanía de lenguaje y estructura. De sus cuentos sólo conocía los de ¿Qué signo es usted, niña Berta?, publicado en Honduras, varios de ellos llenos de propuestas nuevas en materia de estructura, con una buena utilización del lenguaje y tramas sórdidas, pero bien creíbles. Un buen primer libro como para esperar algo mejor en el segundo, y mucho más en el sexto o séptimo. De sus novelas conocía una que nunca publicó, La travesía, tan mala como la primera novela de cualquiera, y La diáspora, un tanto torpe pero, igual que los cuentos, con planteamientos interesantes para alguien de veintialgo de años. Trazando una perspectiva, esperaba algo demoledor, porque la gente evoluciona.
Pero no vi eso en "Amaranta", sino más bien un relato de lo más concencional, aunque tenía lo suficiente para funcionar y provocar un poco a los lectores. Me preocupó que tuviera que insertarse justo después de la brillante y extraña prosa de Virginia Woolf, e incluso Facundo me dijo que le justificara su inclusión, y algo me inventé para convencernos.
Había un motivo más para incluir a Horacio: en El Salvador estaba mal, me imagino que con motivos. No se integraba, le habían fallado un par de proyectos, y sin embargo no se alejaba y seguía en el mismo círculo de amargura. (Así se lo dije a Miguel Huezo Mixco cuando lo conocí por esos días, antes de que me publicara Los héroes tienen sueño, DPI, 1998.) Horacio vivía en Guatemala en esos días, aunque viajaba para acá a menudo. Pensé que la publicación podía darle un chance de empezar a proyectarse hacia fuera de El Salvador.
No sé si habrá servido de algo, porque Horacio se mueve solo y sin ayuda, pero algún impulso le habrá dado. Después de una temporada en Europa se fue a México y empezó a publicar en la versión local de Tusquets, luego en la española, y en eso salió un libro en alemán y hace poco en francés. Me alegré, porque siempre es bueno que a un compañero de armas le vaya bien. Regresó a Guatemala y de repente resulta que se va refugiado a Alemania porque aquí lo quieren matar, y se hace escándalo de eso...
No es cierto que lo quieran matar, no más que a cualquier salvadoreño que camine por el centro de San Salvador. Y sin duda mucho menos que a uno que camine por la ciudad de Guatemala; he andado por allí y la gente ni siquiera se vuelve a mirarlo a uno. Aun así le dije que qué bueno que estuviera allá, que escribiera a gusto y que qué diablos.
Hace unos días, como consta en este blog, en una entrevista con Liberation de Francia, borró a todos los escritores salvadoreños de un plumazo, y habló de lo terrible que es que no lo publiquen ni lo lean a uno en su país. Y ya vimos que es falso: hay varios libros suyos por acá (seis al menos), casi todos publicados por editoriales locales... dos por la editorial "del gobierno". Si no se han vendido no es porque no estén en las librerías.
Ahora una amiga y también escritora me envía un link hacia la revista cultural de El mercurio, de Chile, en el cual le hacen una entrevista muy similar a la de Liberation, pero las respuestas aún son más amargas. Por ejemplo:

-¿Quiénes te amenazaron de muerte?
-Quién hizo las amenazas, no puedo precisarlo, porque se escudaron en el anonimato. Pero sí puedo mencionar a algunos que se molestaron mucho: los dueños del monopolio cervecero de El Salvador, porque en la novela se destruye a la cerveza que han convertido en un símbolo de su supuesta identidad nacional; los personeros del partido de gobierno, porque les recuerdo que su fundador, Roberto D'Aubuisson, ordenó el asesinato de monseñor Óscar Arnulfo Romero; y los personeros de la guerrilla, porque les recuerdo que uno de sus comandantes mandó a ejecutar a medio millar de campesinos militantes por sus sospechas paranoico-estalinistas.

La cerveza a la que se refiere es la Pílsener, que en efecto menciona en El asco, quizá su mejor novela y la única suya que he leído más de una vez. Creo que los cerveceros están más preocupados porque han entrado dos marcas nuevas, Bahía y Brahva, más efectivas que las referencias en una novela. Y los verdaderos consumidores de la Pílsener no se van a poner a leer El asco (ni nada cercano a la literatura, francamente), así que está descartado un linchamiento cuando Horacio baje del avión o del autobús como lo ha hecho muchas veces desde 1998, fecha de aparición del libro. (No, no ha venido clandestino. Varias veces me comentaron que en ese momento estaba en tal o cual bar, y una noche en que fui a saludarlo y ya se había ido.)
Sobre el papel de Roberto D'Aubuisson en el asesinato de Romero hay decenas de recordatorios semanales, y los hace gente que da sus nombres y apellidos, y no se ha ejecutado a nadie por eso desde 1992, que yo sepa. Y que conste que muere una cantidad industrial de personas al día, pero no por eso. Para hacer un poco de historia, el primero que lo "recordó" después de la guerra fue Belisario Betancur, que nada tiene de izquierdista, en el informe de la Comisión de la Verdad. Más bien la derecha ha hecho campañas para limpiar a D'Aubuisson, que nadie se traga, y ARENA sigue ganando elecciones presidenciales de manera aplastante.
Los "personeros de la guerrilla" ahora son una serie de señores con pancita (o panzota) que se la pasan peleándose entre ellos, y quién no sabe de las masacres que armó el comandante Mayo Sibrián en el oriente del país, y cómo fue ejecutado por la propia guerrilla a mediados de los ochenta. Claro que el tipo estuvo varios años haciendo de las suyas, primero con asesinatos individuales, para terminar con una matanza en regla, quizá menos espectacular y menos sistemática que las del ejército, pero también con un lugar en la historia universal de la cabronada. Los muertos, hasta donde sé, fueron cerca de trescientos y, sí, sería bueno que el FMLN aclarara por qué no lo detuvieron antes, porque de que sabían lo que estaba haciendo, lo sabían. Me consta.
Porque Mayo Sibrián pertenecía a las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), la misma organización de la que fuimos militantes Horacio y yo, más o menos en la misma época. Ambos estábamos en la misma "facción estalinista", ambos sabíamos que Sibrián andaba en ésas en ese preciso momento y hasta escribimos notas en Salpress, hablando de sus acciones militares. Por cierto, me tocó fundar Salpress en 1980, junto con Joaquín Samayoa y Jato Hasbún. El primer redactor fue Benjamín Valiente Álvarez, asesinado en Chalatenango en 1981. Horacio llegó, si mal no recuerdo, a finales de 1981; a mí me expulsaron a principios de 1982 y ya no supe en qué terminó él, ni se lo pregunté después.
En fin, Horacio se está haciendo buena publicidad como víctima de una sociedad enferma e insoportable que lo detesta y quiere eliminarlo, y como adalid de unas denuncias que cualquiera hace abiertamente todos los días, aquí mismo y en público. Y esta sociedad no está precisamente sana, pero tampoco está obsesionada con él.
Lo que me parece es que un escritor que necesita de ese tipo de publicidad para lograr notoriedad, y que ya eliminó (al menos en un par de diarios y revistas) a sus compañeros de oficio, algo tendría que cuestionarse con respecto a la calidad de su obra. Por otro lado, qué bien que se promueva como se promueve; está estableciendo nuevas medidas en el mundo de las letras en cuanto a lo que es necesario para abrirse paso, y no es un aporte pequeño, aunque tampoco sea el más interesante. Lo curioso es que siempre que hace algo así se arma un escándalo en El Salvador, y esta vez lo han ignorado... Eso también es una lástima: los escándalos hacen saltar a gente a la que uno le gusta oír diciendo tonterías, sórdido que es uno.
Y pensar que había un par de cuentos muy buenos que pudieron entrar en aquella antología, realizada por un escritor que nunca existió...
Nadie sabe para quién trabaja. En serio.

1 de julio de 2005

El avión de Beto



Hace un rato me avisó Humberto Acevedo, viejo amigo salvadoreño que vive en México desde 1980, que está por salir el número 1 de su revista El Avión. Es una sola hoja, impresa por los dos lados, que tendrá precisamente la forma de un avión de papel. Lanzará 25,000 ejemplares y se repartirá de manera gratuita en varios países de Latinoamérica; 5,000 deberán regalarse en Centroamérica, mil de ellos en El Salvador. Lo que se ve allí arribita es el diseño de una de las caras de la revista, que debe imprimirse a más tardar en un par de semanas.
Como le pareció que venía al caso, me pidió que le diera uno de los textos aparecidos en los primeros días de este blog, Costumbres de vuelo, y cómo le voy a decir que no a mi amigo Beto, con todo lo que pasamos juntos durante tanto tiempo. Entre otras cosas, me dio casa cuando la necesité, y en cierta etapa la hice de niñera de su hija Catía cuando él tenía que salir de gira con su grupo de títeres. Yo escribía guiones de historieta, así que no tenía que estar en ningún lado en especial a ninguna hora, y tan buena era mi casa como la suya si tenía a mano mi Lettera 30. (Catía tiene ahora 28 años; es un año mayor que mi hijo Eduardo, con quien eran muy amigos. Había otra niña, Mayela, que a veces nos acompañaba.) Precisamente en su casa, cuidando a Catía, me agarró el terremoto del 19 septiembre de 1985. (¡Veinte años ya! ¡Válgame! ¡Y eso que parecía interminable el maldito terremoto!)
Ahora, junto con Romeo Galdámez (en la actualidad es coordinador de artes visuales de CONCULTURA), está echando a andar una editorial, Dosdedos. Ediciones de autor, que en unos días sacará a la luz su tercer libro, un poemario de Luis Tiscareño. El cuarto será una novela mía, Instrucciones para vivir sin piel, ya publicado en Francia, como se ha repetido por aquí casi hasta el hartazgo. Me dijo que por allí por octubre ya deberá estar listo, y me dará gusto leerlo en español, porque el francés no se me da.
Hoy, por cierto, salió una revista distribuida por e-mail, El ojo de Adrián, de la incansable y excelente artista plástica Mayra Barraza. Le estoy proponiendo que la ponga en forma de blog. Ojalá acepte, y ya pondré el link por aquí.
El asunto es que Beto quedó de enviarme, con el auxilio de la embajada salvadoreña en México, los mil ejemplares de El avión que corresponden al país para repartirlos en librerías y antros diversos, y tendremos una buena reserva en La Casa del Escritor. Ya les avisaré.

Valeria revisited


Valeria y su galleta en La Casa del Escritor.

Diana Valeria no aparecía por aquí desde que tenía 5 meses de edad, en noviembre pasado. Ahora tiene casi un año con un mes. Entre otras cosas que ocurren a esa edad, le están saliendo ocho muelas a la vez, y sería suficiente para tenerla mal. Pero se pone a morder de todo, como corresponde, y además va a la guardería, donde uno agarra hasta lo que no le pegan, y ha pescado una infección en la garganta que le afecta el estómago y la pobre no sabe si va o viene.
El médico, como todos los médicos, sabe de medicina, pero no tiene mucha idea de la vida real, o no le importa. Durante todo el día hay que estar dándole medicinas, pero en la noche el asunto llega a niveles de tortura. Hay que darle dos a las siete de la noche, una a las ocho, una a las diez, y de allí se brinca hasta la una de la mañana, y luego a las dos, y luego a las cinco, y luego a las seis, que es su hora normal de despertarse.
Tiene paciencia suficiente para aguantar de todo y hasta permanecer sonriente, pero las medicinas no le gustan y sufre con cada cucharada. Y nosotros también, porque hay que detenerle las manos para que no la rechace, y a veces hay que abrirle también la boca y sostenerle la cabeza y las piernas. Todo un drama. Después de un par de abrazos se queda tranquila y otra vez sonriente, y se duerme casi de inmediato, hasta la siguiente toma.
Krisma está molida, yo no sé ni en qué horas estoy y la Vale es bebé y se acomoda a todo. Y cada vez pienso que el médico no debe tener hijos ni piedad por los ajenos; esos horarios son heródicos. No tendría que ser tan complicado, pero hay unos medicamentos que deben administrarse distantes entre sí en por lo menos una hora; dos deben darse cada cuatro horas, uno cada seis, uno cada ocho... y por suerte hoy es el último día del tratamiento.
Y cuando llegan a los quince años los pobres se ponen tan insoportables y le echan en cara a uno tantas cosas, como el descuido al que uno los sometió, que es de las favoritas. Y uno se calla, claro, o protesta enérgicamente y dice cosas que ni vienen al caso, porque en el fondo es un juego -el juego de la vida- y uno sabe que esas negaciones y esas confrontaciones son necesarias para que lleguen a algún lado. Mientras ese glorioso día se aproxima, tengo bastante sueño y me duele todo. Al menos he estado oyendo Captain Fantastic, algunas de las clásicas de Police y algunas cosas de jazz mientras trabajo.