6 de julio de 2010

Los inicios. 2

Hubo varios lugares que se consideraron para sede de La Casa del Escritor. El primero fue la Casa de la Cultura del Centro. Aunque había mucho ruido de la calle --la parada de autobuses está exactamente enfrente--, tenía varios pros. Por ejemplo, desde hacía años era sitio de reunión de escritores jóvenes; allí armamos buenas reuniones con escritores de todas las edades; era sitio obligatorio de paso para mucha de la gente que era nuestro objetivo, y en todo caso quedaba cerca de donde vivía la mayoría de las personas a las que pudiera interesarles el proyecto.
Por algún motivo --por muchos en realidad-- no se pudo. Entonces se pensó en la Casa de la Cultura de la Miramonte, que apenas iba a abrir, y ése fue el objetivo durante un tiempo. Después, más a mediados que a principios de 2003, me dijeron que Concultura (hoy Secretaría de Cultura) estaba adquiriendo la casa de Salarrué, en Los Planes de Renderos, y que allí sería La Casa.
La idea original era hacer un museo de Salarrué, y la habían venido trabajando el presidente Francisco Flores y el presidente de Concultura, Gustavo Herodier. Sin embargo veían que podía ser un museo poco visitado, y que había que darle un plus, y ése sería La Casa del Escritor, con los talleres y todo lo demás.
En un principio me opuse. Me parecía que estaba muy lejos de donde estaba la actividad literaria, pero el motivo principal era político. Penaba que el nombre de Salarrué sería atractivo para muchos que la querrían para sí mismos, y que obviamente tendrían mejores proyectos que el mío. Y así fue y siguió siendo. Nada más se supo que se abriría la casa de Salarrué, y que allí se instalaría La Casa del Escritor, aparecieron personas bastante escandalosas diciendo que poner La Casa allí era casi un sacrilegio, y que lo mejor era dejarlo en un museo, nada más. La propuesta más sensata era de un tipo que decía que él manejaría la casa de Salarrué --el museo-- y que me darían un espacio para que hiciera La Casa del Escritor. Desgastante.
Pensamos entonces en hacer un museo vivo, donde se interactuara con el contenido y que la actividad no se limitara a la exposición. A eso llegamos cuando me dijeron que era la casa de Salarrué o no era nada y, puestos a escoger, pues que fuera la casa de Salarrué. El Museo de la Palabra y la Imagen se haría cargo de la exposición, tanto de las piezas que estaban a su cargo como las que eran propiedad de Concultura, y listo.
(Como aclaración a un par de notas periodísticas: durante las tormentas de principio de año, y con unas goteras de respetable tamaño, se mojaron y dañaron algunos materiales: dos dibujos de Zélie Lardé y un manuscrito de Salarrué. No eran originales. Excepto objetos como un bastón, unos lentes y unos caracoles, todo lo que había allí eran facsímiles de excelente calidad. Todo era cosa de llevárselos y traer otros. No hubiera dormido en paz durante todos esos años si hubiésemos tenido originales.)
El 22 de octubre de 2003 --aunque la placa dice que el 20--, el presidente Flores inauguró La Casa del Escritor y empezamos actividades oficialmente, aunque el nombre de La Casa se había utilizado desde junio del año anterior.
Ese diciembre se estableció una costumbre que se convirtió en ley: los aniversarios de La Casa y los fines de año se celebrarían con mole poblano. No hubo un motivo especial. Nada más que convoqué al almuerzo, había mole y pollo en casa y calculamos que era lo que más rendiría. En algún momento traté de cambiar el menú, pero las protestas fueron bastantes y fuertes.
A partir de 2004, además de los talleres que ya se impartían y los que nos inventábamos, comenzamos un proyecto que se prolongaría por cuatro años: el Archivo de Historia Social. Estaba a cargo de Karen Schairer, de la Universidad del Norte de Arizona (NAU), con el apoyo de su esposo, Don. Recorrió El Salvador desde Ahuachapán hasta el Golfo de Fonseca, a través de las casas de la cultura, haciendo entrevistas con personajes importantes en cada comunidad, que pudieran hablar de la historia del lugar. Hay de todo, entre ello entrevistas sobre oficios perdidos y tradiciones aún más perdidas.
Pero no era sólo de ir y preguntar; daban algo a cambio. Karen, que es lingüista, dio por todo el país pequeños talleres sobre técnicas pedagógicas, y Don impartió clases de dibujo para quien se interesara. Don también dio talleres de acuarela --es un acuarelista excelente-- para pintores ya establecidos, a través de Adapes, y para pintores jóvenes en la Casa Taller Encuentros de Panchimalco, con el apoyo de la Casa de la Cultura del lugar. Todo lo hicieron con el patrocinio de Fullbright.
El archivo allí está, esperando su momento. Consiste en un montón de CDs con entrevistas en video, bien indexado. Quizá aún sea muy pronto para que genere interés; en unos años será una joya. Karen, por su parte, usó las entrevistas para sus trabajos de lingüística y sus clases de español en la NAU.
En 2003, a finales. empecé a trabajar un poco de video, que continuaría en 2004 y 2005, y luego lo sistematizaríamos a través del taller de guiones.
Los primeros fueron de poesía, de unos tres minutos de duración. Por supuesto, Krisma me sirvió de conejillo de Indias. Aparecía ella caminando y haciendo cosas mientras se oía el poema, y terminaba con ella leyendo en un cuarto lleno de tiliches, que era uno de los cuartos de La Casa. Sencillo pero bonito. Después hice uno de Gerardo Chávez, uno de Nancy Gutiérrez y uno de Carlos Clará. Propuse que los pasaran en Canal 10, los pasaron y fueron un éxito.
El problema era que cada video se llevaba horas y horas de renderización; ni la computadora de La Casa ni la mía daban para hacer rápido el trabajo. Se quedó en cassette otro de Heriberto Montano (QEPD), que algún día tendré que renderizar aunque sea por orgullo.
Para lo que sí daba la compu de La Casa era para hacer pequeñas cuñas de 45 segundos con efemérides diversas. Muy diversas. Desde Truman Capote hasta Batman, desde Johnny Weissmuller y Claribel Alegría hasta los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki. Cada cierto tiempo iba a Canal 10 a transferirlas de DVD a BetaMax y, listo, pasaban de diez a doce cuñas diarias. Las cuñas tenían sus fans, y un par de compañeros llegaron a La Casa porque les gustaron los pequeños videos.
Cuando llegó Rolando Reyes a la direcciójn de Canal 10 simplemente dejaron de pasarlas. Quedaron varias "inéditas", al igual que videos de poesía mucho más sencillos y cortos que los originales. Lástima.

2 comentarios:

Alfredo Aguilar dijo...

Querido Rafita, veo que seguís con el entusiasmo de siempre y lo celebro desde San José. Hace una semana regresé de Buenos Aires, donde visité a nuestro amigo Jorge Boccanera y no pocas veces te evocamos. Me recomendó escribirte y remiterte su abrazo, que con mío son dos.

Unknown dijo...

He vivido engañada! Son falsos!!!