Año nuevo, libro nuevo
Nos cambiamos de casa y Telecom se portó del asco. Para cambiar los teléfonos y la línea de internet pidieron mi identificación y un recibo de teléfono o de agua o de algo. El día en que los llevamos, necesitaban una autorización de la dueña de la nueva casa para estar seguros de que no lo hacíamos clandestinamente. La llevamos y entonces necesitaban más papeles, cada vez más papeles. A la quinta vez la gerente de la sucursal de Telecom en Metrosur, en pocas palabras, me dijo que yo era sospechoso potencial de fraude, a menos que le llevara la copia de la identificación tributaria de la dueña de la casa y de su documento único para avalar el montón de papeles que ya le llevaba, incluida una copia del contrato. Suspendí todos los servicios y al diablo. Ahora tenemos el teléfono que ya estaba en la casa, nada de cable para la tele (la programación nacional de verdad es angustiante) y apenas hoy me conecté a internet por módem para contestar correos, en la notebook viejita que Osmín Magaña me hizo el gran favor de volver a la vida. En la semana veré de conseguir otros proveedores.
Por lo demás, un mes de trabajo pesado, pero agradable. La gente de La Casa del Escritor está haciendo maravillas con la literatura, el taller de video va bien (ya hay cuatro cortos terminados, tres a punto de terminarse, uno que creo habrá que repetir, porque quedó oscuro, y un par de guiones en espera), estamos dándole vuelta al mediometraje que empezaremos a filmar por allí de marzo o abril y ya tengo algunas propuestas para la música.
¡Y acabé el libro que estaba escribiendo desde abril! Me siento satisfecho.
Habla del periodo que va del golpe de estado del 15 de octubre de 1979 a la "ofensiva final" del 10 de enero de 1981, quince meses en la historia de El Salvador en los que pasó absolutamente todo, y casi al mismo tiempo. Si hubiera hecho simplemente un cronograma o una enumeración de hechos, me hubiera llevado mucho más de las 430 cuartillas que escribí (un récord en mi caso; mi libro más gordo tiene 190 cuartillas). Ahora estamos en las correcciones de pruebas y todo eso, y el martes o miércoles debe entrar a prensa, porque se presentará el martes 10 de enero, en el hotel Camino Real. (Están todos invitados. Será a las 4 de la tarde.)Además de documentación por toneladas y por megabytes, entrevisté a ocho personas que participaron, desde diferentes bandos, en los hechos más importantes del periodo, y que tuvieron un ángulo de visión particular y privilegiado. Del lado del gobierno, el general Jaime Abdul Gutiérrez y el coronel Adolfo Arnoldo Majano, ambos miembros de la Junta Revolucionaria de Gobierno, y también el coronel Reynaldo López Nuila, jefe de la Policía Nacional durante el periodo. Del lado de la insurgencia, los comandantes Fermán Cienfuegos (Eduardo Sancho, según sus documentos de identidad) y Balta (Juan Ramón Medrano), así como el líder sindical Bernabé Recinos, uno de los más importantes dirigentes obreros de todos los tiempos en el país. De las fuerzas "moderadas", Domingo Santacruz, del Partido Comunista, y Rubén Zamora, entonces de la dirigencia del Partido Demócrata Cristiano. Curioso: casi todos ellos me dieron básicamente los mismos datos, con diferencias de enfoque. Lo que me decía Gutiérrez, por ejemplo, encajaba con lo que me decía Zamora, pero desde otra perspectiva; lo que me decían Sancho, Zamora y Majano, coincidía a la perfección. Hubo una excepción, sólo una, y la "imprecisión" fue fácilmente verificable. También hablé con gente que prefirió que no se mencionara su nombre, que me dio pistas vitales para el libro.
Algo me llamó la atención de la mayor parte de los entrevistados: todos están orgullosos de lo que hicieron, y por eso me dieron información veraz. Casi todos, además, fueron marginados por sus ideas, que no cambiaron en aras del oportunismo, y han soportado con estoicismo y hasta con esperanzas lo que les ha tocado vivir. Allí me encontré con algo más importante que ser de derecha o izquierda o lo que se quiera: la dignidad. Así que, aunque más bien tiendo a ver las cosas desde la izquierda, no pude menos que tratar con respeto las entrevistas de personas que hicieron un pedazo de la historia salvadoreña; a mí apenas me ha tocado contarlo.
En fin, es el primer libro de este tipo que aparece en la posguerra. No se trata de un ensayo académico, y menos aún de un libro ideológico. Es un relato, y la idea es que sea fácil de leer y que pueda ser tan emocionante como una novela. Tampoco es una novela, porque detesto el tono afectado y superior que usan muchos escritores cuando "se sumergen" en "el ambiente" y en "los personajes" y se ponen a inventar. Hay excepciones, cómo no; piendo en La rebelión de Los Iguales, de Illia Ehrenburg, una maravillita si las hay.
La cronología lineal, pues, está abolida. En un párrafo se puede saltar a treinta años atrás y luego ir a diez años después para hablar de un hecho específico, cortar el relato, hablar de otra cosa y treinta páginas después retomar el hilo. Difícil de hacer, pero divertido. Y los preconceptos que tenía cuando empecé la redacción los perdí en el camino.
Creo que "ser de izquierda", a estas alturas, tiene reglas muy sencillas, sin relación con diputados o manifestaciones o desplegados en los periódicos. Todo depende de:
1. Posición de clase, es decir a quién va dirigido el asunto.
2. Generación de pensamiento crítico. Esto, según mostró el padrecito Engels, tiene que ver con llegar lo más cerca que se pueda del origen de las cosas y hablar de ellas con honestidad; allí está El proceso de transformación del mono en hombre, sin ir más lejos (o para ir muy lejos).
El problema de la izquierda salvadoreña --en particular-- es que ha olvidado el tema de la clase y habla de democracia, paz, concertación y todo eso, que es importante, pero que no tiene un sustento estratégico real. Pura táctica y puro oportunismo. Y ha dejado de generar pensamiento crítico; el FMLN es un ente terriblemente conservador. Hace unas semanas, ni más ni menos, uno de sus dirigentes dijo que "más allá del FMLN no hay izquierda". Y la institucionalización (dogmática) de la izquierda es, ni más ni menos, su abolición.
En fin, ya veremos. Recuerden: 10 de enero, cuatro de la tarde, hotel Camino Real. No recuerdo el nombre del salón, pero todo es cuestión de preguntar. El libro se llama Tiempos de locura. El Salvador: 1979-1981. Lo publica la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), y a ellos hay que echarles la culpa por el título.
¡Y pintamos el exterior de La Casa del Escritor! Quedó bonita: color naranja y lila, además del amarillo que ya tenía.
4 comentarios:
Primero que nada, ¡Feliz año! Es bueno volverte a leer. La verdad es que Telecom todavía tiene mucho rezago de cuando era la empresa estatal. Y no me refiero a los equipos de comunicación, sino mas bien a las mentalidades de sus empleados, los que tratan con el público. Suerte con la búsqueda de otro proveedor.
Ya veremos si logro estar un rato en la presentación de tu libro.
saludos
Buena suerte con lo del proveedor de Internet. Espero que logrés superar el problema dentro de poco tiempo.
Si no me he muerto llegaré a la presentación del libro. Desde ya creo que será un documento importante para conocer más sobre nuestra historia reciente.
Me contacté con usted para realizarle una entrevista, y luego de leer algunos de sus trabajos, me emociona poder intercambiar ideas con alguien que lleva a la cotidianidad a los índices de belleza de la literatura
y tulibro, donde lo encuentro?
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