2 de octubre de 2008

La línea del cosmonauta

La línea del cosmonauta es una revista publicada en Hermosillo (Sonora) a iniciativa de gente joven, muy joven (no pasarán de los 25 años), y con el apoyo de diferentes instituciones culturales, desde nacionales hasta municipales. Su director es Josué Barrera, y su editor, Manuel Parra Aguilar, se comunicó con Krisma hace varios meses, para pedirle alguna colaboración. Ella le dijo que sí, pero que también podía recomendarle a buenos poetas jóvenes salvadoreños (y no sólo de La Casa del Escritor; eso de la exclusión no se nos da bien). Parra entró en contacto con un par de docenas de poetas de El Salvador y, tras una selección del consejo editorial de la revista, fueron publicados diez: Eleazar Rivera, Susana Reyes, Krisma Mancía, Mario Zetino, Carlos Clará, Paola Lorenzana, Herberth Cea, Ana Escoto, Nathaly Castillo Menjívar (que no es mi pariente, pues, pero me daría orgullo si lo fuera) y Tania Pleitez Vela. Junto a ellos fueron publicados, desde luego, varios autores jóvenes mexicanos, trece para ser exactos. Y, de paso, apareció un cuento mío, "Una luz que nunca se apaga". No en el mismo cuaderno, pero sí en la misma revista. ¿Cómo es eso?

Pues lo bonito de La línea del cosmonauta es que no se trata de una revista que venga en un solo ejemplar, que es lo que se acostumbra, sino en varios. En este caso, en el número 8/9, fueron cuatro: uno compra una revista y se lleva cuatro de un jalón, con diferentes ideas y materiales de diferente tipo. La primera "revista", por ejemplo, está dedicada a trabajos acerca de literatura, entrevistas, ensayos, apuntes, etcétera, enfocados desde un punto de vista más bien académico.

La segunda está dedicada a narrativa. Allí fue donde se publicó mi cuento. También trae trabajos de escritores acerca de literatura y de otros escritores.

En medio de la revista viene una pequeña separata dedicada a poesía, en este caso el cuaderno número 7.

Y, como una publicación especial, una plaquette con poemas de escritores jóvenes mexicanos y salvadoreños, que es donde aparecieron los que ya comenté.
Es interesante cómo ven por allá la poesía joven de El Salvador, al menos la de los autores que publicaron (y de los que no, que también les sirvieron de referente). Dice la nota explicatoria escrita por Carla Xel-Ha López Méndez:

Introducción al vacío
¿Cómo hacer una introduucción a esta poesía que parece flotar?
La poesía de pronto se vuelve el disfraz ideal (la substancia) del escritor, quien deja caer prenda por prenda hasta dejar por fin desnuda a la idea. Aquí el autor se detiene y la poesía se concentra en el poema, se vuelve el personaje que nos habla con su lenguaje propio: la palabra.
Diez poetas salvadoreños con estilos particulares y algunas temáticas en común nos muestran la levedad que habita en cada uno. La sencillez con la que el poema se vuelve tan lijero aun llevando sobre sí significados profundos y con fuerza como lo son el paisaje interior de la infancia, el discurso del pasado real o imaginado, la ciudad en mutación constante, los lugares vistos casi gastados de tan vistos y sin embargo nuevos al poeta, el tema de la muerte con voz de soledad, etc.
La levedad comienza con una poesía lejana, casi intocable, que persigue lo abstracto conde el tiempo parece detenerse: Cada vez que el nimbo te besa --inicia Nathaly Castillo Menjívar, para continuar con la caída sutil huyendo de la descripción comcreta.
Opuesto a este juego de lo efímero, Paola Lorenzana en "Cueva alegre y trono-letrina-rupestre" comienza llenándonos de objetos que reconocemos al momento, que podemos detallar en nuestra mente al ser nombrados: Carretera de vaquitas / Caballos sin cola / y conejitos sin orejas; lo cuenta con una musicalidad agradable, alegre, casi infantil: el trono-letrina de cucarachas que saludan y no dan miedo.
Tania Pleitez Vela amarra también con aparente simpleza el significado exacto y puro de la poesía, en una brevedad por demás sorprendente; como una flecha certera dice: Tengo todo, hasta el vacío.
Pero dentro del vacío también flota la sombra. Cómo no notar ese lenguaje agresivamente sonoro en "La desmemoria" de Eleazar Rivera: las montañas rugen // El viento golpea un pasado sin rostro.
Mario Zetino confunde las palabras con relámpagos negros / que germinan y escapan y no dicen y queman, que surgen como huracanes de los dedos.
Herbert[h] Cea muestra la imagen de la sangre ya no como parte vital de nuestro cuerpo, sino como el fluir doloroso del alma: Si es mi sangre / un viento seco y pardo, / un grito, / un final, poema que exige un Dios presenciando el dolor: quemaré mis manos, señor, / para que de esta sombra no nazca otra sombra.
Unido a este grito, lamento poético, se encuentra Ana Escoto: Los amuletos ya no retienen la suerte [...] y hoy ruedan gritando las cabezas, de nuevo la desesperanza, pues encontrarnos ya no es cosa de este mundo, donde la muerte alcanza a sentarse en el poema.
Dejando a un lado ese tono oscuro un tanto pesimista, son embargo descrito en un lenguaje sin obstáculos ni rupturas semánticas, está la otra parte también real, también imaginaria: la ciudad. Atreverse a hablar como Paola de esta Venezuela [América Latina] en un rostro estirado con tristeza anoréxica y globalizada es retar a la modernidad y el supuesto progreso.
Este lenguaje citadino presente también en los versos de Susana Reyes: Desde la ventana / la ciudad ha entrado a esta habitación, se impone la escala de grises. Reyes nos atrae con la cotidianeidad de su fotografía poética-urbana: Un perro negro cruza la calle / La ciudad y sus sonidos / se cuelan bajo mi pecho, en su poema esconde un lugar trágico entre palabras conocidas e identificables.
Partícipe de este movimiento donde la profundidad toma dimensiones arriesgadas, se encuentran las palabras de Krisma Mancía; su texto comienza con una amargura más allá de la tristeza: Muero, pero sólo a veces, / cuando mis pies tocan la tierra del Sur [...] en un espacio vaporoso donde la luz no calienta los rostros. Poco a poco nos conduce a lo fantástico, al circo de las calles llenas de perros con sombrillas y abrigos de domingo, agarrados de la mano de sus amos, / como una ilusión óptica de un amor bestial [...] atrapando todo lo verde del jardín, hasta que de repente todo se sumerge.
Retornando al poeta Eleazar que en "Argonauta" mimetiza su mundo con el agua, utilizando un coherente "mar semántico" (puesto que deja de ser campo para volverse acuático) crea una ciudad y escribe: Son diez mil las sirenas de mi cuarto, fantasía que termina como la realidad, a la expectativa de lo peor, ser devorado por el propio mundo Víspera de mi infierno.
Antes de dejarse guiar por esta metáfora caníbal, donde el rededor nos consume y viceversa, aparece Carlos Clará con su "Quinta revelación del no retorno" que hace del sitio habitado un territorio encendido con personajes como la tarde, Charly Parker y Alejandra, quien más bien es una pequeña Alicia enamorada, la historia con jazz de fondo, ciudad donde se es extranjera en las noches donde eras viajera / y tu cama se partía en dos como las sagradas escrituras huyendo con la mujer venida del mar.
La ciudad con sus ciclos cerrados, el retorno a lo que llamamos origen, casa, me hacen recordar a Paola Lorenzana: Tengo viaje y avión / con sensación de un país cercano / de un regresar a casa / y no saber cómo regresar.
En este recorrido interno por los versos de cada uno de estos poetas del vacío, le deseo, lector, un buen viaje.

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Y, claro, yo contento y orgulloso de que haya varios compañeros de La Casa, o que han trabajado en algún momento con La Casa. Ya Krisma lo dijo ayer en un post: si no es en El Salvador, será en otra parte, pero esto nadie lo para.

4 comentarios:

Manuel Parra Aguilar dijo...

Hola Rafa. Gracias por tus comentarios. Hablo por qienes hacemos este proyecto literario: realmente es un estímulo este post. Te saludo.

Anónimo dijo...

Emmanuel Pocasangre


me encanta el tema de la revista muy buena...

teien razon... la casa no muere sera algo que arrastraremos en la sombra... obvio como Alejando negaria Aristoteles...

Herberth Cea dijo...

Emma, querrás decir La Casa.

Anónimo dijo...

Emmauel Pocasangre
tenes razon herberth
La Casa..xD