28 de diciembre de 2008

De plumas y panzas

El asunto es simple, aunque no lo parezca, y aunque en realidad parezca trivial, y quizá lo sea, pero en asuntos de escritores es mejor no meterse mucho. Por el bien de los escritores; ya ven cómo son de sensibles y pueden reaccionar ante las burlas y las miradas de "qué raro es este güey", en general, con frases
a) Solemnes.
b) Estúpidas.
c) Racionales (las peores).
d) Simples explicaciones que nadie les pidió.
e) Cosas hirientes, que pueden llegar a la violencia según el tamaño de la afrenta o según se vaya calentando la situación.
f) Del estilo "voy al baño" o "¿no quieres otro vaso de coca?" (mis favoritas).
g) Una mezcla o una secuencia --no en ese orden-- de todas las anteriores.
(Sin nada que ver: estoy oyendo en el nuevo celular los conciertos para oboe de Albinoni. ¡Qué delicia! El celular no está mal. Saqué un plan de ésos pospago con un Nokia Nosecuántos, al que le caben 2 gigas de cosas con la tarjeta micro SD que trae, y hasta 4 u 8 con la que uno puede comprar. Toma fotos decentes, en especial si es de día --las del hotel de Costa Rica, la de Sebastián y de mi sobrino las tomé con él-- y sirve para hablar por teléfono, que es para lo que menos lo he usado. Bueno, sí, usé el roaming y la larga distancia instantánea desde Costa Rica. Es carísimo. El caso es que estoy feliz oyendo a Albinoni, y el sonido es casi tan bueno como el de un minidisk. Y apenas se nota, a menos que uno traiga los auriculares y el micrófono puestos, un excelente imán para ladrones y metiches. El cambio lo hice porque el anterior, un VeryKool bonito, tenía serios problemas. Por ejemplo, con unas 10 canciones que uno reproduzca empieza a bajarse la pila seriamente (en el actual puede durar hasta tres días oyendo música a buen ritmo), la ranura para la micro SD se abre y hay que estar metiendo o ajustando la dichosa tarjetita; ahora mismo la he extraviado en algún lugar de mi maletín. Además, me aburre eso de cambiar de número cada vez que pierdo el fono o me lo roban, que han sido como cinco veces en unos seis años. Así que tengo el nuevo fono, está asegurado contra robo o descompostura y el número es mío per secula culorum, Salarrué dixit.)

Pues bien, de regreso al tema, a lo poco que llevaba del cuarto texto del libro que estoy escribiendo le receté un tachón bastante... uh... definitivo, porque así no iba. La primera frase es buena, y la voy a usar en el propio cuarto texto, pero no va en ese lugar. Y antes de lo que escribi había que dar un montón de explicaciones, dar vueltas, mover al personaje central para que se sintiera cómodo --incómodo, en realidad-- en su nuevo entorno --hay un nuevo entorno, que en realidad es viejo, pero eso es otro cuento-- y lo peor: me di cuenta de que el cuarto texto está escrito en varias partes del cuaderno principal. Hay anotaciones, frases, fragmentos, en varias páginas, que debo copiar y modificar para que ajuste lo que debe ajustarse. Eso se puede hacer en el mismo cuaderno, pero qué pereza estar buscando páginas y notas y luego regresar a la página en la que estoy escribiendo, y más porque debía empezar en página par, y ya se sabe que incómodas son para esos menesteres. (No sé para los zurdos. Para los diestros puede ser estresante trabajar con las páginas izquierdas, yo sé lo que les digo, que por algo de niño traté de ser ambidiestro.)
Así que habilité una libretita de las que recién compré, pequeña pero de formato secretarial; tiene rayas bastante separadas, como se puede ver, así que calculo que el cuarto texto la va a llenar, o casi, con anotaciones y correcciones incluidas. Y si no, pos no; ya quedarán hojas vacías para hacer avioncitos o anotar teléfonos.
No supe dónde dejé los lentes redondos, así que saqué los de repuesto, que tienen la misma graduación; mandé a ponérsela precisamente después de una mañana en que perdí los anteojos y no podía leer ni siquiera las letras del celular, que son de buen tamaño. Eso sí, los redondos se hacen oscuros con el sol y están más guapos, y son más angostos, así que no me mareo tanto cuando estoy en territorio abierto; los que han usado multifocales saben a lo que me refiero. Los que no, ya lo averiguarán, y créanme: son peores los bifocales, aunque se acostumbre uno más rápido.
Como sea, estoy escribiendo el cuarto texto en tinta azul, con la nueva Parker 45 que me compré en Costa Rica y, sí, aún falta domarla, pero es parte del encanto. Más que encontrarle el ángulo, hay que enseñárselo, ampliarlo, hacer que casi escriba sola, que es una de las maravillas de las plumas fuentes: uno las hace a su modo, como las computadoras y como los viejos Volkswagen. (Tuve uno que casi sólo yo podía usar. Mañoso, el maldito, y ay de aquél que quisiera cambiar de segunda a primera o tratara de dar un viraje brusco a la derecha, sin contar con el arranque y algunas maniobras para frenar con motor. Era modelo 1975. Hubo que venderlo en 1993 o 1994. Eso sí, le cambié el sistema eléctrico, la amortiguación y la dirección, y ni siquiera mi Vaio --que entre muchas otras cosas es verde-- ha sido tan personal como ese vochito.)
Estuve leyendo acerca de las Parker 45 y más de alguno se sentiría... uh... no sé, minimizado. En rigor es uno de los primeros modelos baratos de la Parker, que tiene plumas fuente de oro sólido, plata y hasta con cosas de platino y piedras preciosas. Era una versión affordable de la Parker 51, y la hermana muy pobre de, digamos, la Parker 75, sin contar con los modelos más recientes. No sé si las Parker lleguen a los precios de las Mont Blanc más caras --no lo creo--, pero no son lo más cercano a los lapiceros Bic.
La primera que tuve costaba 15 colones, que en ese entonces eran seis dólares. Ahora las 45 "clásicas" --como la que compré: color negro o azul muy oscuro, capuchón de latón, etc.-- andan en alrededor de 50 dólares; la conmemorativa de 1965 que compré hace tres años y medio me salió un poco más cara porque... bueno... era conmemorativa, con los mismos materiales y colores y todo.
Hay plumas Parker desde 8 o 10 dólares --de los actuales--, y por allí, como ya conté, tengo una que me costó 15. Lo siento: demasiado de plástico. Escribe bien, pero es desbalanceada, y el encanto de una buena pluma es el balance. La Mont Blanc Mozart que tengo por allí es de verdad un exceso: se pierde en la mano no sólo porque es pequeñita, sino también porque el peso y el balance son los adecuados. Y tiene una punta que es una delicia. Cuando logre comprarle el capuchón (que cuesta casi lo que cuatro Parker 45 clásicas) hablaré más de ella; ahora nomás me da tristeza.
Y, además, es un asunto de recuerdos. Aprendí a escribir "en serio" con una Sheaffer (costaba tres colones con cincuenta centavos, o sea un dólar con cuarenta de la época), y después pasé a la Parker 45, y no me moví de allí en años. Y estoy de regreso en ella. La Sheaffer que compré hace poco no está nada mal tampoco. Y, no, no puedo resistir la tentación de ponerme a escribir con la anterior Parker 45; aunque ya está viejita, a veces gotea y no siempre es constante en la escritura, me parece que manejo mi viejo Volkswagen, el que sólo yo conocía, y que sólo a mí me aceptaba para andar por aquellas calles de Dios. (En realidad del Partido de la Revolución Democrática, que es el que gobierna el Distrito Federal.)

Y, a petición de Aldebarán (Cuyo Nombre Verdadero Se Mide En Grados Kelvin), pongo aquí un acercamiento del nuevo miembro de la familia de mis plumas.
(Para los que no saben: los cuadernos y la pluma están en el piso porque es el lugar donde escribo con más comodidad, tirado boca abajo. Si tienen alguna pregunta, lean antes la primera parte de este post.)
Y a ver Saturday Night Live.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me llama la atención que escribas a mano... pensé que en estos tiempos para un escritor es mas práctico escribir directamente en el computador. En mi caso (que no soy escritor), es lejano el tiempo en que escribí un buen parrafo a lapicero, actualmente me limito a firmar bouchers o acuerdos crediticios (lamentablemente). Además les digo a mis alumnos que el teclado es como tu lapicero, con la ventaja que siempre tendrán buena letra... Saludos
Egauna