31 de marzo de 2009
30 de marzo de 2009
30 de marzo de 1980
Por otra parte, estaba convirtiéndose en una figura internacional de peso. Semanas antes de su asesinato recibió un doctorado honoris causa de la Universidad de Lovaina, recibió el apoyo del cardenal francés y el Premio de la Paz del Consejo de Iglesias de Suecia. Desde el año anterior era candidato al premio Nobel de la Paz, que –coincidencia o no– ganaría una religiosa, la monja Teresa de Calcuta. Donde su trabajo no recibía apoyo era entre la más alta jerarquía católica, que esperaba el menor error –no llegó a cometerlo– para quitarlo de su lugar.
El apoyo más fuerte con el que contaba, además, era el de la Compañía de Jesús, que tuvo al poderoso sacerdote Pedro Arrupe al frente desde 1965 hasta 1983, en esos momentos en malos términos con el Vaticano por el impulso de los jesuitas a la Teología de la Liberación y la rebeldía de la Compañía de Jesús ante la posición extremadamente politizada del Vaticano. La última audiencia de Romero con Juan Pablo II, el 16 de enero de 1980, debió ser más tensa que la primera, por el evidente enfrentamiento de posiciones, aunque en su diario el arzobispo se mostró –como siempre– optimista [...]
La más alta jerarquía católica no había esperado que el sereno obispo de Santiago de María, confesor de señoras de buenas familias, llegara a tanto, tan lejos, ni con tanta persistencia, en la defensa de los principios adoptados de la propia prédica del Vaticano tras su último Concilio. Su nombramiento había sido un error de cálculo político que debía corregirse.
Y se corrigió. [...]
Tres meses más tarde, Ellacuría registra una conversación con el nuncio en Costa Rica, quien –en todo caso como representante de Juan Pablo II– resumió la posición de la Iglesia Católica hacia el conflicto salvadoreño. Salta a la vista la politización de las observaciones, el abandono de las posiciones “populares” en beneficio de la seguridad en la cúpula, y el pragmatismo –si no la poca sensibilidad– con respecto al asesinato de Romero:
1. La Iglesia no puede apoyar a unos grupos políticos marxistas–leninistas. Tal sería el caso del FDR.Todas las escuelas salvadoreñas, públicas y religiosas, cerraron sus puertas durante tres días, en señal de duelo, al día siguiente de la muerte del arzobispo, y hasta las organizaciones de la derecha que lo habían atacado y acusado de “comunista” publicaron esquelas en los periódicos. [...]
2. La Iglesia no puede politizarse a favor de un lado u otro. Pero la actual solución es democrática y no pone en peligro la libertad de la Iglesia.
3. Dondequiera los comunistas han llegado al poder han arrasado con la libertad y han puesto graves dificultades a la Iglesia y a la fe.
4. Los efectos buenos de la Reforma Agraria no pueden verse pronto, pues en las reformas agrarias hay siempre una baja de productividad al principio.
5. Los sindicatos en Italia causan en las huelgas grandes problemas a la producción. Sólo hablan de derechos y no de deberes.
6. Tras la fechada de l. grupos de [ilegible] están los guerrilleros marxistas–leninistas q. impondrán su dictadura.
7. Hay q. evitar el enfrentamiento sangriento q. sería peor q. la represión actual. Es exagerado hablar de la inviabilidad del actual proyecto y de la inevitabilidad histórica del conflicto.
8. Lo más importante en la Iglesia es la unidad entre los obispos. Esto se ha logrado con la muerte de Mons. Romero, pues los demás obispos reconoces a Mons. [Arturo] Rivera [y Damas].
9. Los jesuitas son responsables de la desunión de la Iglesia aquí y del enfrentamiento d l. religiosos contra la jerarquía. Los jesuitas deben dialogar con los Obispos para cediendo ambos llegar a la unidad, q. es lo más importante.
9. [sic] La Iglesia debe evitar la violencia y no propiciarla nunca.
10. Hay peligro cierto de q. si triunfa la revolución vendrá el Comunismo. Así está pasando en Nicaragua.
A las
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29 de marzo de 2009
Citas para un domingo
...la metáfora es el contacto momentáneo de dos imágenes, no la metódica asimilación de dos cosas...Dios acecha en los intervalos....es quizá un error suponer que puedan inventarse metáforas. Las verdaderas, las que formulan íntimas conexiones entre una imagen y otra, han existido siempre; las que aún podemos inventar son las falsas, las que no vale la pena inventar.
A las
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27 de marzo de 2009
1986
A las
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26 de marzo de 2009
De traducidos y traducciones
Traducir un texto de Rafael Menjívar Ochoa exige –o ¿permite?– un estado de atención permanente. En una de las tantas charlas que hemos tenido juntos, me confesó que escribe como una abuelita que teje cobijas de ganchito y, por supuesto, el traductor no puede obviar este dato: la traducción ha de ser tan minuciosa como la misma escritura.Mi trabajo, si se puede hablar de trabajo, siempre comienza igual: impregnarme del texto, instaurar con él un clima de confianza mutua, dejar que me penetren dos cosas, fundamentalmente: un tono y un ritmo. Sólo entonces puedo comenzar a traducir, cuando siento el texto. Luego hago traquear los nudillos – “saco mentiras” - como haría un pianista antes de emprender una intrepretación. Cuando traduje TRECE, andaba de paseo, condenado a ir de cibercafé en cibercafé, cada noche con teclados diferentes, con un entorno cada vez diferente; indudablemente fue la traducción que me resultó menos natural, por la dificultad para instaurar un clima caluroso e íntimo entre el texto y yo.El texto siempre es el que guía la traducción. Yo nada más lo acompaño. Aunque el soporte siempre es la muy gutemberguiana imagen alfabética en pantalla, el texto como obra de lenguaje no escapa a la ley básica del lenguaje, o sea su oralidad. El texto tiene una voz propia, la famosa imagen acústica a la que se refería Saussure, una voz silenciosa que, curiosamente, no es la mía ni la de Rafael Menjívar, ni la de nadie conocido: es la voz del texto, y es la que guía mis pasos al traducir.La obra de Rafael Menjívar Ochoa es altamente intertextual, en esto sus libros constituyen una obra y no simplemente textos sueltos. Él tiene razón: es una obra tejida. La traducción debe respetar esta dimensión, haciéndose el eco de los ecos internos de la obra, de sus remisiones. También debe respetar, lo cual no es lo más fácil a la hora de traducir, los matices que estructuran el pensamiento del autor y hacen imposible el recurso a sinónimos más o menos parecidos: siempre hay que buscar la palabra, la fórmula exacta, la cual no siempre coincide, en francés, con la armonía deseada o incluso a veces sencillamente no existe. Las 45 ocurrencias de la palabra “motivo” en TRECE, el matiz entre “morir” y “morirse” (los hay que mueren y los hay que se mueren), los diferentes grados en la expresión de la compasión sólo son algunos entre tantos ejemplos. Entonces sí traducir se vuelve un trabajo de verdad.No sé por qué traduzco. En cambio sé que se trata de una actividad de doble díalogo: diálogo con el texto por una parte, y en segundo lugar diálogo conmigo, un ensimismamiento en el cual me enfrento a mi savoir faire. A este doble diálogo -“horizontal”, digamos - se suman aportaciones exteriores: primero la investigación necesaria para entender la sutileza del texto y tengo que documentarme sobre estrategia del ajedrez, leyes de la óptica para comprender cómo funcionan los espejos de verdad (única manera de entender cómo funcionan los de Menjívar), detalles técnicos sobre armas de fuego, historia de los serial killers. Y en segundo lugar la ayuda que siempre me brinda el autor cada vez que se me presenta una duda. En este sentido es mucho más fácil – y agradable - traducir a Menjívar Ochoa que a Shakespeare u Homero.Cuando tiene que explicar en qué consiste su trabajo de escritor, Rafael Menjívar Ochoa suele evocar a Miguel Angel, el escultor del Renacimiento. Según él, cualquier estudiante de una escuela de bellas artes sería capaz de esculpir La Piedad. Lo que caracteriza el trabajo de Miguel Angel y lo hace único es el largo pulido final.Antes de este minucioso trabajo, el texto debe reposar algunos meses, debo olvidarme de él antes de retocarlo, leyéndolo una y otra vez hasta que me quede más o menos perfecto. Entonces lo entrego al editor, Alain Mala, quien se ensañará contra el pobre. El último toque lo daremos juntos, en sesiones de trabajo comida y vino agotadoras pero sabrosas, con no pocas consultas –via Internet- con el autor. Sólo una vez, en 2002, pudimos trabajar los tres juntos, autor-traductor-editor, en la finalización de una traducción. La distancia no permite que este tipo de trabajo, que para nosotros sería lo ideal, ocurriera para todos los libros. Traducir en mi caso, publicar en el caso de Alain siempre es una aventura humana.Las dos veces en que me tocó leer textos de Rafael Menjívar traducidos al francés por otro, las traducciones no me gustaron. Yo lo habría hecho de otro modo, tal vez no mejor, pero sí diferente. Dos libros de Rafael Menjívar fueron adaptados al teatro: Instrucciones para vivir sin piel y Trece. Las dos veces, al presenciar los espectáculos experimenté la sensación rara de que estos textos que estaba oyendo, yo los había escrito en su versión francesa, y sin embargo la lectura que estaba oyendo me hacía descubrir otras cosas, cosas nuevas. En una de las dos oportunidades filmé el espectáculo y al volver a escucharlo con el libro en mano, me dí cuenta de que en dos o tres oportunidades los actores habían modificado mi traducción. Fue una buena lección: si a un actor el texto no le parecía 10% natural es que en efecto había que corregirlo. La soltura, la fluidez, es tal vez lo más difícil de conseguir. Y sin embargo lo más imprescindible.

A las
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23 de marzo de 2009
Respuestas estúpidas
A las
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22 de marzo de 2009
Y con ustedes... ¡el OIE!
Con la llegada de Mauricio Funes a la presidencia del país, por primera vez el ahora llamado Organismo de Inteligencia del Estado (OIE) estará a las órdenes directas y al servicio de un presidente de izquierda, que representa a un partido autodefinido como revolucionario y socialista.
El OIE, en efecto, sólo responde al presidente de la república, en este caso a Funes, como lo hizo su antecesor, ANSESAL. La diferencia es que ANSESAL estaba en manos de la Guardia Nacional, y ahora no existe Guardia Nacional, y es de suponerse que el OIE sea un órgano de carácter civil o mayoritariamente civil.
Una pregunta bien obvia se me viene a la cabeza: ¿qué van a hacer Mauricio Funes y sus colaboradores con cierta información del OIE, y con al archivo histórico, que obviamente incluye el de ANSESAL, el que "robó" el mayor Roberto d'Aubuisson para organizar las bases de ARENA, y los escuadrones de la muerte para saber a quién descuartizar y a quién no, entre otras delicadezas? A ese archivo, del que los militares conservaron originales, ni siquiera Duarte tuvo acceso, y habrá que ver hasta qué punto los presidentes que lo siguieron, de Cristiani a Saca.
Si se trata de un asunto de principios, mucho de esos archivos deberían ser desclasificados y puestos a la orden de la población. Me refiero a los de ANSESAL, claro. Allí debe estar el expediente de muchas personas, vivas o muertas, y, por la minuciosidad y orden que demuestran los militares en sus asuntos, algo habrá que hable de cómo pasaron de estar vivas a estar muertas, o por qué pasaron o no de un estado al otro.
Y habrá sorpresas. Imaginen, digamos, las listas de colaboradores, las relaciones entre --pongamos-- la gente de izquierda con los militares, y viceversa; los métodos de infiltración, lo que quieran. Y qué es lo que dice el expediente de cada uno de los que tuvimos --¿lo tendremos aún?-- un expediente.
En cuanto al OIE, satanizado por la izquierda durante tantos años, ¿se convertirá en algo bueno ahora que lo manejará alguien declarado de izquierda? La experiencia dice que un órgano de inteligencia no tiene moral, no tiene banderas y no tiene madre conocida. Es parte de los aparatos del poder que hacen que, sea quien sea el que gobierne, tiene como único objetivo sostenerlo en el poder. El OIE no será de izquierda, obviamente, ni tendrá una "opción preferencial" por los pobres, investigará sólo a los ricos ni dejará de infiltrarse en todo lo que se pueda infiltrar. Quizá cambie de nombre, pero sólo responderá al presidente, y "en última instancia" (odio esa frase) servirá para el monitoreo y control de la población y la protección de quien se encuentre en el poder. Espionaje, al más puro estilo KGB, pues, con restricciones que la KGB quizá no tuvo.
¿Se acuerdan por allá por 2000, cuando NO había escuchas telefónicas manejadas por y desde Casa Presidencial? Bueno, pues NO las manejaba el OIE y yo era uno de los que NO tenían el teléfono intervenido. Lo descubrí de la manera más simple: tratando de comunicarme a internet por módem. Conectaba y había un punto en que la señal comenzaba a rebotar hacia mi computadora, y así de ida y regreso, hasta que la comunicación se hacía pelotas. Organicé varias pruebas y, sí, la señal no llegaba directamente al servidor de Telecom, sino "filtrada", es decir "sucia", es decir que, como todos negaron que hubiese intervención, tuve que poner lo que en ese entonces se entendía como "banda ancha" (64kbps) con Telefónica, y otro número de teléfono que no sé si habrán intervenido, ni me importa; no hay nada que hable por teléfono que no pueda decirle en persona al agente encargado, a su jefe o a la puta madre de ambos.
Lo que propongo es que, así como existe el Museo de Historia Militar y el de la Revolución, se organice el Museo de ANSESAL, con un archivo en el que cada quién pueda revisar sus expedientes y el de sus familiares muertos. Si hay cosas que son de valor histórico y hay registro de ellas, que se den a conocer, como las míticas conversaciones entre el Chele Medrano y Schafik Hándal, sólo por dar un ejemplo.
Si se trata de pedirle cosas al nuevo presidente, sería una que nos ayudaría a saber qué, quién y cómo nos ha manejado en el último medio siglo.
Con respecto al OIE, creo que la parte interesante vendrá por otros lados. Por ejemplo: ¿qué gente importante de la izquierda ha trabajado con el servicio de inteligencia? No me refiero a personas a la que algún agente les haya sacado información, sino que hayan colaborado directa y voluntariamente. ¿Cuántos de nuestros iconos se romperían? La verdad, me gustaría saberlo.
A mí me han acusado de estar a sueldo del OIE. Pues bien, señores, ahora tienen el juguetito en la mano, Búsquenle. Quizá se lleven sorpresas. No de que yo colabore con "el enemigo", porque saben que es falso. El problema es que ahora ustedes serán el enemigo.
Suerte.
A las
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21 de marzo de 2009
Notas varias - 1989, 1994 y 1995
Un poco más del/los diario/s que he tratado de llevar, en vano, a lo largo de años. De estas notas me llama la atención la primera; en esta blogosfera, veinte años después, desde cuando internet era un bebé, ya intuía la vocación de policía --o delator, que no es mucho más abyecta-- de algunos imbéciles con pseudónimo y con una causa que creen propia. Policías del pensamiento, como los temía Orwell, y como pulularon tras más de alguna cortina de hierro, física o del alma. Son los peores: los que temen el pensamiento ajeno, sea el que sea. El pensamiento a secas. Y vieran cuántos seguidores consiguen, y sin siquiera mancharse las manos ni arriesgar nada, pobrecitos.
7/III/89
De los militantes de izquierda detesto esa patética propensión a convertirse en policías.
Tienen una excesiva noción del dentro y del fuera. Los de fuera (y hablo de los no enemigos) son despreciados a la vez que temidos; los enemigos son castigables a fuego. Pero sólo los de dentro son punibles con dolor, con humillación, con placer. La pureza talvez incite al sadismo; vaya cosa.
El mundo es mesurable con la vara del dentro; y el dentro es tan pequeño en relación con el mundo... No hay poder sobre el mundo y es necesario ejercer el poder, si no la militancia no tendría sentido. Orwell es claro: el poder es la capacidad absoluta de producir dolor.
NOTA AL MARGEN: Una abyección voluntaria.
Al enemigo se le odia; es sencillo. Al militante de base se le somete; es funcional... y grato. De los demás se necesita, y me imagino que eso llega a producir algo intermedio entre el desprecio, el miedo y la envidia. Pero hay que disimular o, en todo caso, convivir. La prepotencia del que tiene la verdad (pero aun así no termina de comprenderla) vuela entre la necesidad de convencer para convencerse y proteger al clan del posible infiltrado (cualquiera que no sea comprensible es un infiltrado en potencia).
La verdad sólo puede ser sencilla, una frase: patria libre o morir, alianza obrero-campesina con hegemonía proletaria, la religión es el opio de los pueblos. Los demonios, de Dostoyevski: el militante no necesita de preparación teórica, de duda, de contradicción; todo es más sencillo (y efectivo) si se reduce a un slogan fácilmente recordable. "Causa común" quiere decir cualquier cosa, pero sirve para aglutinar.
Sin los de fuera, sin los enemigos incluso, su vida no tendría razón.
Otra idea pedante: se necesita de mil y un militantes para "crear" un solo individuo y, no obstante ser poderoso, sin voluntad propia. Un golem, en suma. Triste destino del pueblo, carajo: ser el fin de la lucha y creerlo, y a cambio anularse en una masa amorfa.
Artículo de Gide acerca de la correspondencia de Dostoyevski: un hombre lleno de vergüenza, un hombre demasiado patético para ser tolerado frente a frente. Dostoyevski sólo puede ser un admirable personaje de Dostoyevski.
Me gustaría ver la (frágil) línea divisoria que hay entre el genio y el pobre diablo.
Algún momento de 1994
Orwell: Existe una puerta en el Edificio. Detrás de ella está lo peor. ¿Qué es lo peor?, pregunta Winston Smith. Cualquier cosa, responde su torturador. Cada uno tiene su propia idea de lo peor. La de Winston Smith son las ratas.
Pienso: Un espejo en la oscuridad. La imagen de un espejo en la oscuridad. La imagen distorsionada de un espejo en la oscuridad. El que se para enfrente no lo advierte, pero el mundo que el espejo refleja es aberrante.
Cuando era niño tenía una pesadilla cada cierto tiempo: Yo era gente grande y manejaba el coche de mi tío, un Mustang 1966. Iba vestido con traje negro y usaba lentes oscuros. De pronto veía por el retrovisor y la imagen era la mía, la misma cara y los mismos lentes, pero el traje del reflejo era blanco. Despertaba, aliviado. Un segundo más dentro del sueño y quizá no hubiera despertado a causa del terror, me hubiera quedado encerrado en el terror, o hubiera despertado convertido en otra gente, en otra cama, en un mundo aún más difícil de entender.
Mayo 14, 1995
En marzo, en el parque donde estaba la Secretaría de Comercio. Un boxeador antes de una pelea se baña en la fuente con dos mujeres, una de unos 20 años, otra de unos 40, la mayor con el pelo pintado. Ellas traen traje de baño de una sola pieza. Las dos tienen unos pechos inmensos. El boxeador tiene unos 22-23 años. Juegan a echarse agua, a toquetearse. En una banca del parque están los guantes.
Se van y aparece una muchacha grande y torpe de unos 14 años ofreciéndome un bebé en adopción. En realidad quiere venderme, por cinco pesos, un muñequito de hule metido en un frasquito. Le doy un billete de diez pesos, no tiene cambio, le compro dos. La muchacha tiene tierra en las uñas.
Dos soldados viendo con interés unas botas en un tiradero de mercancía, en una tienda por el metro Normal.
Vivo en una casa grande en la que alquilan cuartos: $150 a la semana los pequeños, que son realmente claustrofóbicos; $200 los grandes, de unos 3.5m por 5. Baño compartido, cocina compartida, lavaderos y tendederos compartidos. Cama, dos sillas, un ropero, una almohada, un par de mesas. Es caro, pero uno tiene la posibilidad de ver toda la semana cómo rayos hacerle para conseguir lo de la renta de la otra semana. Hay que darle al encargado una lista con los nombres de las personas que pueden visitarlo a uno.
El encargado es un mormón que fuma Delicados.
Siempre hay, en algún lugar de la casa, una radio a volumen excesivo; ayer tocó que fuera en el cuarto de al lado. Cumbias, por supuesto, y malas. Es inútil cerrar la puerta; se oye todo. A veces pongo a Zappa a volumen moderado, pero no se logra tapar del todo la música en los otros cuartos. Hay que esperar a que sean las once de la noche para oír música.
También hay pláticas. Hace unos cuatro o cinco días hubo una plática entre el encargado y dos de las inquilinas, una de voz joven y otra de unos 45 años (la edad de las voces engaña). El tema: el encargado decía que las mujeres lloran bastante, y que muchas lo hacen para sacarle dinero a los hombres. La voz joven decía que su mamá lloraba mucho, pero no era de ésas. La voz mayor sólo hacía comentarios y, supongo, mencionaba casos en los que sí es cierto y otros en los que no; en realidad hablaba alto, pero no le entendí mucho.
Anteayer empezó a vivir en el cuarto frente al mío una mujer de unos 32-35 años, pero aparenta algunos más. Tiene tres hijos pequeños. El encargado trató de convencerme de que el cuarto en el que está ella era más bonito que el mío; en realidad es mucho más angosto y oscuro. Su hijo, de unos 8-9 años, estuvo jugando Doom en mi computadora.
Es curioso: mi padre quiso dedicarse a escribir y ahora ése es mi oficio. Yo quise dedicarme a la música y ahora Eduardo está aprendiendo guitarra, y a pasos acelerados. Anoche hubo una jazziza en casa de Toño Malpica. Eduardo se puso a tocar bajo eléctrico por primera vez en su vida, acompañándonos a Toño y a mí en un blues. Se puso nervioso y se equivocó, desde luego, pero no lo hizo mal. Toño y yo nos divertimos viéndolo sudar cuando nos poníamos a sincopar.
Después, algo de jazz, blues y rock and roll. Me subió el ánimo, que últimamente llega a andar bajo cero.
Mayo 19, 1995.
Anoche soñé que la Luna, de repente, empezaba a acercarse a la Tierra hasta verse de tamaño inmenso. Yo estaba en la calle platicando con un amigo (creo que Mauricio Schwarz o Héctor Zamarrón, o una mezcla de ambos), y la veíamos. Mi amigo se ponía nervioso y decía que iba a chocar contra nosotros y nos iba a matar; yo me reía y le decía que no se preocupara, que según Newton la Luna se iba a hacer pedazos antes de estrellarse contra la Tierra.
De repente, la Luna se cuarteaba en muchos pedazos, como si fuera una hostia, y de ella salía mucha luz. "¿Ves?", le decía a mi amigo, y él se reía, aliviado. Después los trozos empezaban a alejarse y, de pronto, la Luna estaba en el lugar de siempre, del tamaño de siempre, del color de siempre.
Antes de dormir estuve leyendo El espacio y el tiempo en el universo contemporáneo, de P. C. W. Davis, un libro que compré hace unos diez años y que no había hojeado. También Crónica del desconcierto, de Mauricio, acerca de los primeros 101 días de gobierno de Ernesto Zedillo. Extraña mezcla de temas en el sueño. Y más extraño que lo recuerde; hacía mucho que no recordaba un sueño.
A las
13:36
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20 de marzo de 2009
16 de enero de 1992. 04:12
Recordaba que el día de la firma de los Acuerdos de Paz de 1992 me sentía bastante mal, pero no recordaba qué tanto. Copio y pego de mi asistemático diario de trabajo, escrito y encriptado en WordPerfect 5.1. (¡Ah, cómo me gustaba el WP 5.1! Creo que no se ha hecho un procesador de palabras mejor. Más bonito e impresionante, talvez, pero no con tantas posibilidades. Y en puro DOS.)
Viene la catarsis del día de la firma de los Acuerdos de Paz, y ya sabrán disculpar --o no; es igual-- los aludidos:
Dentro de unas horas se firmarán los primeros acuerdos de paz en El Salvador. Los noticieros, los periódicos, la radio no hablan de otra cosa. Se acaba la guerra. Por supuesto, las presiones de siempre (Cristiani no da todas las garantías, el ejército miente en las cifras de soldados, la guerrilla protesta y denuncia las maniobras, como si pudiera esperarse otra cosa); las negociaciones-de-última-hora, los preparativos, el fasto, la mentira de siempre. Ah, cómo me encabrona la pinche mentira; como si no la conociera por haberla proclamado en nombre de la verdad durante tantos años. Me avergüenza a veces el tipo de periodista que fui.
Me siento mal. Asqueado, en realidad. Trato de dormir y siento angustia. Me pongo a ver una película que no me hace reír y a fumarme cigarro tras cigarro hasta que la garganta me arde. Quisiera ser realista y decir: bueno pues, es lo mejor. Si para llegar a esto tuvo que morir tanta gente, valió la pena. Sí, muchacho: la burguesía necesitaba de toda esta guerra para soltar migajas, así es la política. No, no podíamos decir la verdad a los idiotas de siempre, nuestros hermanos: no hubiera resultado nada, ni siquiera la negociación a ultranza. A lo Stanislavski, pues, la puritita escuela de las vivencias. Si el actor no cree en lo que hace (y qué mejor que lo crea realmente), no se logran los resultados buscados. Lo ideal y lo factible, la realidad y la ficción (esto es la ficción, I guess), la muerte y la vida (esto es la vida, y de eso no cabe ninguna duda).
Desde 1983 (desde aquella fecha) los representantes del pueblo se han dedicado a hacer el indigno papel de mendigar pláticas; los gringos y el par de gobiernos salvadoreños desde entonces se han dedicado a dar largas y a permitir que los otros hablen en foros, se desgasten, pierdan credibilidad con todo y su corbata, y que los jodidos sigan muriendo de hambre. ¡Ah, Schafik Handal, si hubiera estado -si yo hubiera estado para hablarlo en voz alta- en las montañas, en medio de las masacres, huyendo del miedo, matando por lo menos! Si buscaban la paz, ¿para qué carajos se metieron y metieron a todos en la guerra? No Schafik, el comandante; ése sólo buscó la forma más rápida de conseguir su dosis miserable de poder, al menos la remota posibilidad de estar cerca de donde se piensa por los demás. Él fue de los que asesinaron la revolución, esa estúpida revolución, sacerdotal, burocrática, sectaria, absurda, pero elaborada con el material de los sueños, como el halcón maltés, como la vida, como los hijos y las cosas que se quieren. A cambio de la revolución que ya no va a ser, disculpen las molestias que estas obras ocasionan: la promesa durante nueve años de negociar. Sigan muriendo de hambre, sigan jodiéndose a gusto, sigan perdiendo hijos y agachen otro poco la cabeza, o ténganla alzada que es peor: dentro de nueve años negociaremos.
Schafik se dejó la barba desde entonces (los revolucionarios usan barba; ¿se dieron cuenta de que Marcial era lampiño?), pero la panza sigue del mismo tamaño.
(Leído no recuerdo dónde: alguien sueña que el líder se acerca a un niño, lo alza en brazos con una sonrisa y después se lo come.)
Hace nueve años alguien asesinó a Ana María. Quiero creer que fue sólo Marcelo; otra cosa resultaría aterradora. Después los sandinistas obligaron a Marcial a suicidarse. Todo por negociar. Los sandinistas perdieron el poder después de un gobierno de corrupción tan pequeña como eran grandes los ideales que despertaron; la corrupción pequeña se convirtió en casi grande -y necia y denigrante- cuando perdieron el poder: algo teníamos que llevarnos después de diez años, ¿no? Palabras casi textuales de Ortega. Igual con los salvadoreños: algo teníamos que llevarnos, ¿no? La posibilidad de mendigar poder, vaya. Aparecer en los diarios y que nos tomen en cuenta, por fin en serio.
(Escena: el nuevo rico se llena de oro, se pone ampuloso, compra ropa cara para ir a su tercera o cuarta o milésima fiesta de sociedad. Usa un diente de oro. Frunce el ceño, habla de caballos y trata de ser snob. A sus espaldas todos sonríen con burla.)
¿Y a los que les prometieron el paraíso y el mundo mejor y el hombre nuevo? Para la próxima, muchachos, nosotros les avisamos. Por ahora confórmense con que a lo mejor hay elecciones democráticas algún día. Ah: la democracia burguesa después de todo no es tan mala, al menos si estamos en ella. Pero recuerden: voten en el cuadrito donde vean nuestra cara; es su deber histórico. Patria o muerte, ¿eh?
Me encantaría escuchar a Schafik en privado, sabihondo, con las manos sobre el estómago, tono de maestro de prepa; él siempre tiene una respuesta para todo, a veces dan ganas de creerle. No será una respuesta necesariamente coherente con lo que habló un minuto antes, pero seguro la tiene. Los comunistas siempre tuvieron la inteligencia (supongo que es inteligencia) de demostrar que lo que acaban de inventarse siempre lo habían sabido, y que además estar en contra es ser un enemigo de los pueblos o algo peor.
De acuerdo: los salvadoreños por fin tendrán paz. La merecen después de tantos años de muerte, muerte y muerte. He releído informes de derechos humanos y aterran. Pero entonces quizá hubiera bastado con las huelgas de 1979. ¿Por qué mintieron? ¿Por qué se mató Marcial? (Por suerte: este mundo ya no sería el suyo. Estaría anciano, quizá senil; la revolución era su fin, no su modo de llegar a nada. Pobre viejo.) De acuerdo: la perestroika, el mundo cambia, el muro de Berlín cae, las concepciones se liberalizan, el posmodernismo, el fin de la historia. Hay que poner los pies sobre la tierra; miren el ridículo que hace Cuba, Fidel chochea. Pero entonces ¿por qué nos mintieron?
En 1983, a principios de 1984, el FMLN tuvo la oportunidad de tomar el poder. Militarmente era posible; políticamente, aún. Pero tuvo miedo de la invasión gringa. ¡Carajo! ¿No que la furia del pueblo respondería a la agresión extranjera? ¿No que se regionalizaría el conflicto y Estados Unidos sufriría una derrota más vergonzosa que la del sudeste asiático? Uno, dos, tres Vietnam. ¡Ah, Salvador Samayoa! ¿Tenías miedo de que se te ensuciara la corbata, los zapatos, a ti el representante impecable de un pueblo miserable, sucio, que muerde sin dientes y humillado?
(Escena: un falso ciego grita: "De lo perdido, lo que aparezca". Sus hijos y sus nietos están muertos, y sus hermanos y todo el mundo. Él pasa junto a sus cadáveres, ignorándolos.)
Me siento un imbécil. Ojalá haya muchos que se sientan imbéciles. Todo la tragedia sólo para que se lucieran los sacerdotes. Como siempre: a Cristo, a Judas, a los apóstoles se los llevó la chingada en la cruz, la horca y cadalsos diversos; como condición lógica no faltó quien --y hasta sobró-- usufructuara la muerte ajena y sedujera a beatas repletas de hastío.
¿Dónde están Roberto Franco, Hugo, Benjamín Valiente, noventa mil más? No murieron para negociar, sino para que alguien, algún día, dijera: Bueno, pues, valió la pena.
Espero conservar la vergüenza hasta que llegue a viejo.
A las
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19 de marzo de 2009
De países y sándwiches de jamón
Seguí revisando mis archivos encriptados en WordPerfect 5.1 --intentos de diario-- y encontré algo que no termino de entender, pero allí está. Fue escrito en diciembre de 1991, seguramente de madrugada. Desde hacía más de un año había entrado peligrosamente en una depresión clínica, que sólo logré empezar a controlar en 1993; creo que algo se notará de eso.
El hombre del cáncer del que hablo por allí era José Belisario Peña, uno de los suboficiales que se levantaron contra Hernández Martínez. De todos sus hijos sólo quedó viva Lorena Peña, que creo anda como diputada en el Parlacen. Era papá también de Felipe Peña, uno de los primeros militantes de las FPL. Él mismo fue militante de las FPL, y estuvo preso en plena guerra en Santa Ana, creo, y después en Santa Tecla. No sé cómo logró que lo dejaran vivo.
Va el trozo de diario:
Uno siempre recuerda con tristeza; el recuerdo es profunda y esencialmente triste. Aun los falsos recuerdos (todo recuerdo es falso), los que se acomodan a la imagen y semejanza que cada quien tiene de sí mismo, son tristes, y más tristes mientras más cierta es su falacia.
Siempre negué que el pasado fuera determinante. Freud al diablo. La memoria colectiva al diablo. Las guerras antiguas, la guerra de ayer mismo. Al diablo. Es claro: un trauma tiene que ver con el pasado, pero no con cualquier pasado, sino con hechos tan específicos que se pierden en la maraña de lo general, de eso que hace las conciencias, la individual y la otra. Cada quien acomoda sus hechos y experiencias según le conviene a su siempre prescindible ego y adquiere el trauma que más le guste, como en barata. Vaya, hay maneras tortuosas de ser feliz.
Comienzo mal, pero tampoco tiene importancia.
¿Quién hace la historia? El que la hace, ¿para qué?
Más allá del slogan, ¿quién recuerda realmente a --digamos-- el héroe (¿Che Guevara?) como no sea como un par de consignas que no lo explican, o al compañero del pupitre de al lado que apareció asesinado bajo un puente un veintisiete de julio como no sea como lo que uno imagina que fue, como lo que desearía ser?
Ejercicio: Ubique la cara del mejor amigo que se le haya muerto. Recuerde su voz. Si logra recordar su voz, nombre sus gestos más característicos. Si lo logra, recuerde la forma de sus uñas. Si lo logra, recuerde una frase textual de por lo menos quince palabras que él o ella le haya dicho alguna vez. Si lo logra, el país lo necesita para ser grande y mejor y libre. Mientras, usted será la persona más triste, porque vivirá recordando a un amigo y el recuerdo de los muertos que se quieren no deja dormir en paz.
Si no pasó la prueba, felicidades. No conviene tener la mente llena de cosas que no vienen al caso. Olvidar, sistemáticamente.
¿Qué tan cansado puede estarse de morir?
Vaya a su casa, mírese en el espejo e imagínese muerto. Divida el tiempo que tarde en llorar entre la cantidad de lágrimas que logre derramar en treinta y cuatro segundos y obtendrá una respuesta cuantitativa que se aproximará al tamaño de su cansancio.
Si permanece indiferente, continúe en lo suyo; aún soporta. Si estalla a carcajadas, siga intentando, al menos una vez diaria, hasta que logre llorar.
Si ha llorado antes, pregúntese si valió la pena.
Me niego a creer que la envidia, el ansia de poder, el abuso de poder, la necesidad de la traición, sean inherentes al ser humano e inevitables sin duda. Pero entonces ¿cómo definir a un ser humano? No al Ser Humano de las mayúsculas, sino a usted o a mí.
Pero ¿no son los personajes de Dostoytevski los más patéticamente adorables? ¿No es Ricardo III asquerosamente bello?
Y pensar que hay quienes aún creen...
Por ejemplo:
Conocí a un hombre que murió de cáncer. Su último acto trascendente --tuvo muchos-- fue ofrecerse como conejillo de indias para que probaran en él nuevos medicamentos. Quizá logró vivir seis meses o un año de más, quizá sólo prolongó innecesariamente una agonía de por sí innecesaria. Pero pensaba en el Ser Humano de las mayúsculas. Antes de eso, con orgullo, perdió tres de sus hijos en una guerra de guerrillas que al final no sirvió para nada, y no maldijo: el Ser Humano. Antes de eso, hace años, mantuvo ocupadas las oficinas de telégrafo durante un golpe de estado, fusil en mano, incluso después de que todos los implicados se hubieran rendido o asilado o ido al demonio. En el exilio siguió siendo amigo de ellos y asistían juntos, dos veces por semana, a las reuniones de Alcohólicos Anónimos. Y mucho antes de eso ayudó a derrocar un gobierno, siendo subteniente.
Convivió, y con humildad, con el responsable político de muchos que pasaban hambre, pero que usaba camisas del que costaban lo mismo que recibía una familia de militantes para sobrevivir todo un mes.
¿Qué es un ser humano, después de todo?
Trato de ser inmune a la nostalgia y a veces lo logro. Muchos amigos se pasaron cinco, siete, quince años pensando en el momento del regreso y siempre el recuerdo: la calle, la cara, la anécdota.
Regresaron y tratan de ser felices; otros se alejaron más: Canadá, Australia. Uno o dos se quedaron aquí y tratan de convencerse de que no necesitan volver, que el país es donde está la familia, el corazón, las librerías de viejo, la seguridad, el trabajo que allá nunca encontrarán.
Tengo otro acento, a veces una mezcla de acentos, pero aquél está listo para atraparme al menor descuido. Se me salen palabras que aquí no tienen sentido, que para mí ya no tienen sentido pero que están allí, agazapadas y esperando con dientes. Oigo de lugares nuevos, olvido los lugares viejos, vienen a verme familiares en los que no me reconozco; mi forma de ser -si algo así existe- cada vez tiene menos que ver con ellos.
Siempre hay un sin embargo para amargar las madrugadas.
Me siento autoconmiserativo y falsamente patético haciendo confesiones. Peor para mí.
¿Qué esperaría ver de El Salvador?
Pienso y pienso y no encuentro en la memoria un lugar que pudiera decirme cosas. Hace tanto tiempo...
Recuerdo un perro que fue mi único amigo durante un tiempo y que murió envenenado. Recuerdo parientes a los que visité eventualmente y que nunca me prestaron demasiada atención. Tengo abuelos, tíos, primos, toda la cohorte de gentes que mal o bien lo acompañan a uno por la vida, incluso tan ausentes.
Pero ningún lugar.
Hay una excepción: la tumba familiar donde está enterrada una hermana a la que no conocí. Cierto primero de noviembre comimos sándwiches de jamón sentados sobre la tumba, después de limpiar y poner algunas flores. Siempre me gustaron los sándwiches de jamón.
A las
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18 de marzo de 2009
Sobre novela negra (1989)
De las varias veces en que he tratado de llevar un diario de trabajo --hasta ahora este blog es lo más sistemático que he tenido--, encontré unos apuntes acerca de novela negra en unos archivos de WordPerfect 5.1 que tenía encriptados (vaya a saber por qué me dio por encriptarlos, y con un password largo y complicado). Por las épocas en que escribí estas notas, estaba por terminar Los años marchitos, o sea la primera novela negra que escribí y que funcionó. (Ya he contado que antes escribí una malísima, que después desbaraté y de allí salió una trilogía. Las otras son Los héroes tienen sueño, reeditada recientemente por la DPI, y De vez en cuando la muerte. Después se volvió pentalogía, y allí están Cualquier forma de morir y una inédita.)
Van las notas.
18/II/89
La novela del crimen.
I. El El simple arte de matar, Chandler hace mención de la "novela criminal" o "novela del crimen". Sin embargo insiste en la clasificación "novela detectivesca" y, al final del artículo, propugna la creación de personajes tipo Phillip Marlowe como clave para una buena novela policial.
El término "detectivesco" o "de detective" es insuficiente si se busca la potencialidad del género negro. Ejemplos: 1280 almas, Eleven mi horca, El señor Capone no está en casa, Secuestro de un detective.
El término "novela del crimen" quizá propicie una clasificación más válida, si es que alguien necesita de clasificaciones. Da pauta, asimismo, para la inserción del género negro dentro del gran cuerpo de la literatura. Thriller, novela de misterio, etcétera, hablan demasiado de la autoconciencia de estar al margen, se refocilan en la idea del subgénero.
¿Ayuda de algo poner énfasis en el crimen? ¿En qué parte de los dominios del crimen? Corrupción estatal, individual, drama psicológico, drama jurídico... De Macbeth a Chandler, pasando por Dostoyevski y, por qué no, por toda la literatura universal: todo lo que valga la pena de ser leído pasa por la locura, el amor y la muerte, con sus correspondientes subclasificaciones.
Novela claramente criminal: tiendo aún a pensar en Dostoyevski.
Género negro (según Víctor Magdaleno): una clasificación provisional, en tanto no se sepa de qué se trata, y sólo se sabrá cuando se hayan agotado sus posibilidades y sus recursos.
Pienso en el género negro como en un clima, un mood, no como una temática predeterminada. Ricardo III, Tener y no tener, Crimen y castigo, La llave de cristal y El guardián en el centeno me dan ese clima. Hablar de sordidez sirve, pero tampoco explica todo; el asesinato sirve, en tanto es el extremo de la sordidez, pero no se necesita un énfasis sobre él para dar el clima: bastaría entonces con una buena crónica roja. En 1280 almas hay sordidez, asesinato y thriller, con una hermosa dosis de humor: el protagonista es el "criminal", pero es el héroe al mismo tiempo. Lo que interesa es la efectividad literaria, por encima de la clasificación. 1280 almas es la novela del crimen por excelencia, si nos gusta jugar a los "subgéneros".
Chandler habla de un mundo institucionalmente criminal (El simple arte de matar), es decir criminal desde las instituciones hasta el ciudadano común (la corrupción es un instrumento de opresión: es fácil participar en ella). El sistemas de valores del héroe no puede ser medido jurídica ni cristianamente: él es parte de la podredumbre; también apesta. ¿Cuáles son entonces los valores intransgredibles para el héroe? La vida (su vida a la larga); el dinero y la ética que con él se compra (Sam Spade), la amistad (Marlowe), la integridad como ser (Lew Archer), la sobrevivencia de la especie (Grave Digger y Coffin Ed). "La ley" es un asunto personal; los códigos son una tabla de precios, no la justicia.
Rafael Bernal dio en el clavo: Filiberto García es el héroe de ese mundo institucionalmente criminal.
El Poder fija las reglas del juego: ¿es posible jugar con otras y sobrevivir?
Marlowe y Spade son posibles sólo si, en lo fundamental, caen en el juego: los métodos podrán ser heterodoxos, pero llegan al mismo punto que las instituciones llegarían si quisieran.
Nota al margen: ¿Cuáles son los crímenes perfectos? ¿Vale la pena descubrir al asesino?
II.
Corre hombre, de Himes, es la metáfora del poder como generación de corrupción y como destructor de la "buena conciencia". Sólo el poder y sus aliados (económicos, morales y putativos) tienen derecho al crimen.
a) La "buena conciencia" es peligrosa en tanto niega la validez del crimen, de allí que la corrupción (por lo menos en sus formas elementales) esté al alcance de todos. Hay que corromper para subsistir como poder.
b) El poder no puede subsistir sin "buenas conciencias" que realmente crean y voten por él.
Se cae en la lógica del doublethinking de Orwell: soy buena conciencia a pesar de mi corrupción. Tengo derecho a mi ración de crimen porque participo del poder, en el que buenamente creo.
La otra es la idea de un bienestar real, una democracia plena y un poder conciente de su obligación representativa. Pero la idea de poder huele demasiado a corrupción en sí misma: un hombre que se mida con otra vara que a su prójimo ya huele a corrupción. ¿Necesita el género negro de un toque de mentalidad anarquista?
III.
Los crímenes de aficionado ponen en tela de juicio la efectividad del sistema. Por otra parte, ¿de qué sirve el poder si no puede ejercerse, por lo menos, sobre los descarriados?
Un aficionado necesita de algo más que móviles y oportunidad para cometer un crimen (asesinato o no). Necesita una moral, un contexto, una actitud vital determinada, una niñez no necesariamente freudianizada. Ésa es la carne de cañón de un segmento de la novela criminal, igual que de la vida cotidiana. El aficionado es una entelequia, por eso cae.
El crimen pertenece al mundo del crimen, el mundo de los profesionales. Los chantajistas no matan, por ejemplo; las prostitutas no lloran de amor, diga lo que diga Yolanda Vargas Dulché. El mundo de los políticos está hecho de correlaciones de fuerzas y estadísticas sobre la mortalidad infantil. Si los números no checan, igual se recorta el presupuesto, se soborna al secretario general del sindicato o se asesina a cuatro o cinco líderes (hay muchas formas de asesinar, aunque el muerto camine). Y los gatilleros no rezan por el alma de sus víctimas.
Demasiado se habló ya de aficionados; quizá sea la hora de los profesionales. El crimen no es un asunto fortuito.
IV.
De cualquier modo, no está respondida la pregunta: ¿novela del crimen, negra, de misterio, thriller o qué? ¿Y cuáles serían sus eventuales características?
Me gusta la idea de ese mundo en el que cada escritor haga lo que (y como) se le pegue la gana, y que se las vea con su conciencia. Más allá de los encasillamientos, me gusta La llave de cristal, El largo adiós y Adiós muñeca, algunas de McDonald y Thompson, las más de Himes y dos o tres dispersas de Hadley Chase y James Cain. Me gustan por su efectividad como literatura, sea eso lo que sea. Por comodidad, no me molesta hablar de "género negro"; tampoco me obsesiona. "Novela del crimen" puede dar lugar a un espectro más amplio de existencias y, claro está, las ideas se me desencasillan un poco (el nuevo casillero es al menos más amplio).
Por otra parte, no alego nada. El genero negro es así: se lo quiere o no se lo quiere. Es una pasión o simplemente se prescinde de él. Igual que nadie pone objeciones a los lunares de la mujer amada; si hay objeción no existe el amor, y entonces para qué.
A las
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17 de marzo de 2009
El poder y la imitación del poder
Porque tenemos el poderotros simplemente nos imitan
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16 de marzo de 2009
Maneras de votar
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15 de marzo de 2009
Con la pistola en la cabeza

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5 de marzo de 2009
Citas de Borges
La condición indigente de nuestras letras, su incapacidad de atraer, han producido una superstición del estilo, una distraída lectura de atenciones parciales. Los que adolecen de esa superstición entienden por estilo no la eficacia o la ineficacia de una página, sino las habilidades aparentes del escritor: sus comparaciones, su acústica, los episodios de su puntuación y de su sintaxis. Son indiferentes a la propia convicción o propia emoción: buscan tecniquerías (la palabra es de Miguel de Unamuno) que les informarán si lo escrito tiene el derecho o no de agradarles. Oyeron que la adjetivación no debe ser trivial y opinarán que está mal escrita una página si no hay sorpresas en la juntura de adjetivos con sustantivos, aunque su finalidad general esté realizada. Oyeron que la concisión es una virtud y tienen por conciso a quien se demora en diez frases breves y no a quien maneje una larga. (Ejemplos normativos de esa charlatanería de la brevedad, de ese frenesí sentencioso, pueden buscarse en la dicción del célebre estadista danés Polonio, de Hamlet, o del Polonio natural, Baltasar Gracián.) Oyeron que la cercana repetición de unas sílabas es cacofónica y simularán que en prosa les duele, aunque en verso les agencie un gusto especial, pienso que simulado también. Es decir, no se fijan en la eficacia del mecanismo, sino en la disposición de sus partes. Subordinan la emoción a la ética, a una etiqueta indiscutida más bien. Se ha generalizado tanto esa inhibición que ya no van quedando lectores, en el sentido ingenuo de la palabra, sino que todos son críticos potenciales. (De "La supersticiosa ética del lector".)Imposible definir el Espíritu [Santo] y silenciar la horrenda sociedad trina y una de la que forma parte. Los católicos laicos la consideran un cuerpo colegiado infinitamente correcto, pero también infinitamente aburrido; los liberales, un vano cancerbero teológico, una superstición que los muchos adelantos del siglo ya se encargan de abolir. La Trinidad, claro es, excede esas fórmulas. Imaginada de golpe, su concepción de un padre, un hijo y un espectro, articulados en un solo organismo, parece un caso de teratología intelectual, una deformación que sólo el horror de una pesadilla pudo parir. Así lo creo, pero trato de reflexionar que todo objeto cuyo fin ignoramos, es provisoriamente monstruoso. Esa observación general se ve agravada aquí por el misterio profesional del objeto. (De "Una vindicación de la Cábala".)...la magia es la coronación o pesadilla de lo causal, no su contradicción. [...] Para el supersticioso, hay una necesaria conexión no sólo entre un balazo y un muerto, sino entre un muerto y una maltratada efigie de cera o la rotura profética de un espejo o la sal que se vuelca o trece comensales terribles. (De "El arte narrativo y la magia".)...esos fieles epítetos eran lo que todavía son las preposiciones: obligatorios y modestos sonidos que el uso añade a ciertas palabras y sobre los que no se puede ejercer originalidad. (De "Las versiones homéricas".)Imaginemos que una biografía de Ulises (basada en testimonios de Agamenón, de Laertes, de Polifemo, de Calipso, de Penélope, de Telémaco, del porquero, de Escila y Caribdis) indicara que éste nunca salió de Ítaca. La decepción que nos causaría ese libro, felizmente hipotético, es la que causan todas las biografías de Whitman. Pasar del orbe paradisiaco de sus versos a la insípida crónica de sus días es una transición melancólica. Paradójicamente, esa melancolía inevitable se agrava cuando el biógrafo quiere disimular que hay dos Whitman: el "amistoso y elocuente salvaje" de Leaves of Grass y el pobre literato que lo inventó. Éste jamás estuvo en California o en Platte Cañón; aquél improvisa un apóstrofe en el segundo de esos lugares ("Spirit that formed this scene") y ha sido minero en el otro ("Starting from Paumanok", 1). Éste, en 1859, estaba en Nueva York; aquél, el dos de diciembre de ese año, asistió en Virginia a la ejecución del viejo abolicionista John Brown ("Year of meteors"). Éste nació en Long Island; aquél también ("Starting from Paumanok"), pero asimismo en uno de los estados del Sur ("Longings from home"). Éste fue casto, reservado y más bien taciturno; aquél efusivo y orgiástico. Multiplicar esas discordias es fácil; más importante es comprender que el mero vagabundo feliz que proponen los versos de Leaves of Grass hubiera sido incapaz de escribirlos. (De "Nota sobre Walt Whitman".)
A las
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4 de marzo de 2009
Algunas fotos de febrero





A las
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3 de marzo de 2009
Lecturas rezagadas y relecturas
XXIXDe cómo los sabios astrólogos discutían cerca del Cielo EmpíreoGrandísimos sabios se hallaban en una escuela de París, y discutían acaloradamente acerca del Cielo Empíreo, afirmando que estaba por encima de todos los demás cielos. Hablaban del cielo donde estaba Júpiter, Saturno y Marte; y del cielo del Sol y de la Luna, y de cómo, sobre éstos, se hallaba el Cielo Empíreo, donde está Dios Padre en toda su majestad. Mientras así hablaban, llegó un loco y les dijo: "Señores, ¿y qué tiene tal Señor sobre su cabeza?" Uno de los sabios le respondió en son de burla: "Tiene un sombrero." El loco se fue y los sabios permanecieron. Uno de ellos dijo: "Tú crees que le has dado una lección, pero la locura ha quedado entre nosotros. Ahora os pregunto: ¿qué hay sobre su cabeza?"

De un revolucionario a J.L. BorgesAsí que para nuestro Código de Honor,Ud. también, señor,fue de los tantos lúcidos que agotaron la infamia.Y en nuestro Código de Honorel decir: "qué escritor"es bien pobre atenuante;es, quizás,otra infamia...

A sus dieciséis años, Virgile pretende vivir la vida a todo gas y no se resigna a amargarse en las aulas de su escuela. Adolescente encantador, dotado de una alegría infernal, seduce a Clara, una millonaria amiga de su padre. Noches de amor en hoteles, en los que son confundidos como madre e hijo, van convirtiendo esta relación en una especie de cuento de hadas amoral. Su padre no acepta esta conducta de Virgile, que sólo encuentra apoyo en su abuela. Mujer tierna, fuerte y auténtica, la abuela es para Virgile una especie de aval contra todos los peligros que se ciernen sobre su vida sentimental.


A las
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