30 de junio de 2009

Frase encontrada en el disco duro

Los soñadores hacen la historia. Los políticos la administran, pero no la entienden.

27 de junio de 2009

¿Quién dice quién?

La pregunta se las trae: ¿quién determina quién es artista y quién no? Y la respuesta no es clara se la enfoque desde donde se la enfoque.
Por ejemplo, habrá quien le endose a los críticos la determinación de dónde comienza y dónde no el arte. Pero hay un problema fundamental: en el mejor de los casos, los críticos saben mucho de lo que se mueve alrededor del arte --tendencias, periodos, subperiodos, corrientes, influencias--, pero no tienen un visión desde dentro, es decir desde el arte mismo, y por lo tanto su opinión dependerá de factores externos a éste. En el peor de los casos, los críticos han pasado por el arte y, al no obtener resultados notables, decidieron dedicarse a ver el arte desde fuera. En tal caso son personas que sólo parcialmente conocen lo que se mueve dentro del arte --no han terminado su formación artística o ésta es deficiente-- y tenderán a moverse entre dos mundos, con parámetros externos en un caso y parámetros deficientes en el otro. Están los más peores, si algo así es posible: los que llevan una doble vida de académicos y artistas, que en general aplican la teoría a sus obras o justifican éstas según parámetros académicos no siempre objetivos. (Los parámetros académicos, aquí entre nos, nunca son objetivos; sólo se visten de eso.) Por aquí tengo, sin ir más lejos, los haikús de un... uh... estudioso de las letras. Son pésimos: mal medidos, mecánicos, sin fibra. No son poemas, simplemente, pero el tipo de seguro jura que sí, o no los hubiera publicado, y es probable que tenga argumentos para sostenerlo, así algunos hepasílabos se le vayan al diablo porque no tiene noción de cosas técnicas tan básicas como una sinalefa o un hiato.
Habrá quien le confíe a los lectores, por su cantidad, el éxito de una obra. En tal caso Dan Brown --un escritor harto deficiente-- sería un escritorazo, mientras que Borges sería más bien regular y el Roa Bastos de Yo, el supremo apenas un principiante. Eso sin contar a los que, en nuestras latitudes, apenas logran poner un millar o dos de ejemplares entre los lectores, cuando bien les va, o con los que se quedan con toda una edición de un poemario autoeditado bajo la cama, echando polvo y casi pidiendo perdón.

Aquí hay un caso importante: los propios artistas que se declaran artistas a sí mismos. Los habrá que tengan razón, pero hay poetas, artistas audiovisuales, pintores, músicos, escultores --dactilógrafos, añadiría Thierry--, en cantidades suficientes para llenar un estadio, que lo son sólo por una declaración de fe de sí mismos y de otros como ellos, en y con los que se reconocen. Su obra es bastante deficiente --caemos otra vez en la técnica--, pero no la conocen o la niegan en aras de la frescura, la espontaneidad o "lo esencial". Allí los tenemos dando recitales y armando revistas, haciendo performances al por mayor, exponiendo en paredes marginales, colgados de los blogs y, cuando encuentran un reportero inexperto, dando entrevistas que, la verdad, no suenan del todo mal. (Lo que les falta es el sustento de una obra, ni más ni menos.)
¿Son otros artistas los que validan a los artistas más nuevos? Visto lo que se dice en líneas anteriores, da un poco de miedo decir que sí, pero sí. Se presupone que gente de mayor experiencia, ya instalada en un lugar importante dentro del arte, le da el espaldarazo a los más jóvenes y pone a "los demás" (críticos, público, otros artistas) en conocimiento de que algo se está cociendo. "Jóvenes promesas" es el título que generalmente se usa, y es horrible, pero es así. El problema es el de siempre: de diez "jóvenes promesas", si alguna llega a cumplir, bendito sea Dios; los otros nueve --o los mismos diez-- se quedarán en lo mismo de antes, al suponer que el aval de un mayor ya significa un punto de llegada, y no un punto de partida, y que los mayores no se equivocan.
Sin embargo hay una razón para que las editoriales tengan comités editoriales formados por notables, para que entre los músicos la jerarquía sea harto estricta y para que los museos y galerías tengan comisiones de artistas, críticos y curadores que deciden qué se expone y qué no se expone, como en otros casos los notables deciden qué se toca y qué se publica. No faltará quien hable de elites que impiden el desarrollo de los más jóvenes; el asunto es más sencillo: las cosas funcionan o no funcionan, y los mayores deciden, con razón o no, si ciertas obras cumplen con --otra vez-- ciertos parámetros técnicos, y un poco más.

¿Hay un modo "objetivo" de saber si una obra de arte es en efecto una obra de arte? Me parece que no. Hay medidas para saber, digamos, si un libro está bien escrito, pero no para decir que es bueno; dependerá siempre de los referentes del que haga la calificación. Un cuadro técnicamente impecable puede ser simplemente malo; una sonata perfectamente escrita puede ser aburridísima, y una ejecución al piano puede estar muy bien y no transmitir absolutamente nada.
Aquí caemos en otro lado del mismo cubo: un poema puede transmitir muchísimo y estar pésimamente escrito bajo cualquier estándar. ¿Será un poema por lo que transmite? Mi punto de vista es que no; si me pongo en ésas, soy capaz de sacarle el apéndice a un enfermo usando un manual básico de crugía, pero eso no será una operación, sino una masacre. Se es artista o no se lo es, como se es abogado o economista. Pero conozco medio centenar de personas que declararían con la mano en el corazón, incluidos algunos mayores, que un mal poema es excelente por su calidad expresiva, y al diablo las veleidades como la técnica (el modo de usar el bisturí, pues).
Y están los artistas a los que no se les reconoce (en el sentido más básico del verbo) porque desde un principio muestran una originalidad fuera de serie. El arte, con todo, es bastante impermeable a las novedades, y más aún sus cultores y críticos. Si se ve algo bueno y novedoso, quizá se le rechace y se encuentren defectos donde precisamente están sus hallazgos, y allí es donde los mayores tienden a confundirse con harta facilidad: pueden calificar como simplemente malo lo que talvez sea lo más interesante que han tenido enfrente. (Charlie Parker, genio indudable del jazz, recibió de Duke Ellington --otro genio-- la declaración de que "eso" no era música. Años después Ellington hacía incursiones en el terreno de Parker, con gran acierto, y no antes de desdecirse.)
¿Quién determina, entonces, quién es artista y quién no? Después de un montón de exposiciones y manifestaciones diversas de... uh... arte conceptual, cada vez me atrevo menos a intentar una respuesta. No muy en el fondo se trata de un asunto de honestidad personal, que en el arte no siempre es la constante: a veces el status de artista es más importante que la calidad de artista, y allí se está jugando a otra cosa, no al arte. Cuando un ego mal trabajado entra en escena, es bien difícil quitarle el micrófono; el micrófono es en sí mismo el hecho, el placer, el objetivo.
¿Garantiza una obra extensa que alguien sea artista? Evidentemente no, aunque hablaría al menos de cierta disiplina. ¿Garantiza algo que la obra trascienda las fronteras nacionales o municipales? Quizá, pero sólo de manera relativa.
Lo que sé es que cada vez desconfío más de quienes se declaran artistas de cualquier tipo sin más garantía que su palabra y algunos cuadros o poemas o una guitarra mal tocada acompañando a un voz de buen timbre, pero que tiembla, por no mencionar intervenciones, performances y cosas por el estilo. Cada vez, también, soy más duro con lo que escribo, a veces hasta el punto de la inmovilidad. (Ya pasará.) Treinta y tantos años en mi oficio tampoco son garantía de nada, pero qué diablos; son lo que tengo, y son lo que trato de no olvidar todos los días.
Y el tiempo. Sólo el tiempo puede decir; lo demás son especulaciones.

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Las ilustraciones de este post son cortesía de Valeria, con cinco años recién cumplidos y sin más pretensión que decenas de páginas dibujadas --sólo por el placer de dibujarlas-- con plumones, plumas, lápices y crayones de diferentes colores. En esta ocasión le tocó al naranja.

20 de junio de 2009

Silvana a España


Silvana es hija de mi hermana Lorena, y si de algo no cabe duda es de que nació para la música, específicamente para el violín (aunque también estudió guitarra y algo le pega). Toca con la Orquesta Sinfónica Juvenil desde los 11 años, y a los recién cumplidos 17 ya hace suplencias en la Nacional. Es concertino de la OSJ, y El diario de hoy anuncia que se irá a España a un encuentro de músicos jóvenes y a recibir unos talleres sobre varios temas.
No es por presumir, pero la música es endémica en la familia, como ya he comentado por aquí. La hermana de Silvana, Andrea, es cellista, y también toca en la OSJ; Lorena tuvo un grupo musical en las épocas de la guerra, "Nueva América", y aún toca los fines de semana en asuntos comunales y parroquiales, en Mejicanos; mi hermana Ana canta y toca la guitarra, y Mauricio estudió guitarra clásica unos años; yo dediqué la mitad de mi vida a la música, que ejercí de manera profesional, y juego a ratos a componer cosas; mi hijo Eduardo es jazzista y guitarrista clásico, y mi hija Eunice estudia ópera. (Valeria anda ahora por toda la casa cantando con voz ronca. No sé si eso se pueda citar como requisito para entrar al club. pero tiene cinco años; le queda tiempo.) Mis primeras notas de guitarra me las enseñó mi mamá, y mi papá a tocar la armónica, por allá en mis ya lejanos 11 o 12 años.
Me da orgullo Silvana. Ha trabajado fuerte y con disciplina durante años, y se lo merece.

16 de junio de 2009

Este blog en diez palabras


Algo de "literatura concreta" o "literatura objeto", como se le hubiera llamado hace treinta o más años. Ahora es apenas un cartelito armado en unos segundos en Wordle, un programita en Java que sin embargo puede hacer cosas sorprendentes.
Hace unas semanas puse unos.... uh... lo que sean donde lo predominante era la palabra "odio", porque había dos posts donde precisamente hablaba del odio. Ahora reduje el universo de palabras a las diez más usadas en la dirección de este blog, que aparecen por tamaño, según su recurrencia. La dominante es "si". Me gustó el resultado, después de jugar un rato con diferentes layouts y colores, y por eso lo pongo aquí.
(He estado escribiendo compulsivamente en los últimos días. Se me ha acabado el tema, pero no las energías, y estoy haciendo casi cualquier cosa para quemarlas. Entre otras, le tocó una repasada al Wordle.)

15 de junio de 2009

Frasecita encontrada en una botella

Mucho habrá de ficción en las memorias; el olvido erosiona cualquier recuerdo que se aleje peligrosamente de los deseos [...] Si algo queda de la verdad originaria, si algo falta, sólo podrá juzgarse en función de esos deseos.

J.M. Basil: Ensayo sobre la escritura de los dioses.

11 de junio de 2009

Fotos al paso

No sé si los de la campaña tengan mucha idea de las estupideces que están diciendo en sólo dos frases. Entre otras cosas, establecen una diferencia humana entre hombres en razón de las preferencias sexuales, aun sin decirlo; dicen que los homosexuales, como hombres, son diferentes a los heterosexuales --y bisexuales, supongo--, y requieren por lo tanto de un tipo diferente de protección para tener sexo. ¿Cómo debe protegerse un homosexual que no pueda usar un hetero o bi? Y ¿qué significa esa H en medio del universal símbolo de lo masculino? (El anuncio está a un costado de Metrocentro. Los creativos de la agencia seguro creen que encontraron un enfoque nuevo, cuando en realidad es el mismo y antiguo modo de discriminar a la gente... uh... ¿diferente?)

Me estremecí cuando vi el rotulito en en Sanborns de Metro. No sé qué tengan que ver las hamburguesas con las pupusas, pero pensar en comerlas juntas me provocó un dolor de panza , sobre todo porque eran como las ocho de la mañana y no acostumbro desayunar así de fuerte. Además son dos sacrilegios en uno; hay que respetar lo sagrado de los alimentos. (Como salvadoreño que soy, no me suena mal comer hamburguesa con curtido, pero unas pupusas con mostaza y ketchup son más de lo que puedo concebir. O con queso amarillo.)

"La hóla". ¡Qué manera de meter faltas de ortografía en el nombre de un solo restaurante! (No pidan el spaghetti Alfredo, por cierto. Grasosísimo. Los cocteles, ceviches y algunas cosas japonesas están bien.)

En el aeropuerto de Callao: "Recojo de equipaje." Rarísimo, y más viéndolo traducido al inglés.

"No hay mala suerte cuando estás asegurado en ACSA", y un tiburón a punto de comerse al asegurado en cuestión. Lo de "100% seguros. 100% salvadoreños" debe ser la parte irónica del anuncio.

10 de junio de 2009

Hipercrítico

En los últimos días he andado en plan hipercrítico, y he estado a punto de desbaratar proyectos literarios que están bien, pero que la hipercriticidad ve espantosos. Creo que es el extremo contrario de la aridez literaria: la creatividad extrema basada en lo intelectual. Porque quiero trabajar en los textos que ya tengo en marcha, pero todo lo que veo me parece baladí, y lo que está escrito me parece al borde de lo fallido. (Ahora mismo estoy dudando de lo que escribo y le encuentro vueltas por todas partes: siento que toda idea está incompleta, que hay demasiados peros en cualquier enunciado, que no hay modo de hacer una frase sin que se desbarate de pura incoherencia.)
Se trata, creo, de que la famosa "suspensión de la incredulidad" no sólo funciona para el lector de un texto, que aceptará todo lo que se le diga con tal de que se le diga bien. También cuando uno escribe debe suspender un mucho la incredulidad y suponer (estar seguro) de que lo que dice no es una mera ficción, sino que es cierto, que puede ser demostrado, y que la demostración de un texto está en el texto mismo. (Si no, nadie escribiría fantasía, terror e incluso ciencia ficción. Allí es donde se hallan algunos de los extremos de la suspensión susodicha.)
Cuidado: hay un asunto importante: aunque uno escriba ficción --es decir cosas que realmente no han pasado, pero que son probables bajo ciertas condiciones--, todo lo que se escribe es verdad, o así debe vérsele desde el lado del escritor. Lo que uno enuncia es verdadero dentro del extraño mundo del texto, que son palabras y sin embargo se traducen en hechos, voces, lugares, lo que sea. Si uno deja de creer en eso, no hay modo de escribir ficción de verdad; a lo sumo habrá una emulación de ficción, pues se requiere de la sangre del escritor, no sólo su técnica y su suspensión de la incredulidad, para crear algo interesante, y sostenerlo. No es sólo de tener un tema, una historia y unos personajes y ponerlos en papel, sino de vivirlos, creerlos, ser ellos, sin que eso indique que uno deje de lado su distanciamiento crítico y su sentido de las proporciones, comovaser.
No es la primera vez que me da una crisis de éstas, pero sí es la más fuerte. En una de ellas deseché varios libros de un plumazo, ahora veo que con razón. En otra deseché Terceras personas, ahora veo que sin razón; de los que he escrito, es mi libro preferido, quizá por lo extraño de su estructura y lo complejo de las relaciones y lo fragmentario y todo lo demás. En otras he desechado borradores que, sin embargo, como simples borradores que eran, estaban muy bien, y así lo vi meses o años después. La ventaja ha sido que de cada crisis de ésas salen algunos textos buenos, de los que necesitan de ese estado de ánimo para funcionar. (Un ejemplo es "Espejos". Lo interesante es que, después de escrito, y pasado el periodo hipercrítico, me pareció que no era publicable, precisamente por sacado de onda. Terminó en una revista mexicana, Castálida, y de allí brincó a Los mejores cuentos mexicanos 2004, de Joaquín Mortiz. Cosas veredes.) La desventaja es estar viviéndolo. Hasta ahora nno me he atrevido a revisar varios borradores de trabajos en marcha; lo intenté con uno y estuve a punto de mandarlo a la picota. Hay otro que no he revisado en el último año y pico, y veo problemas fundamentales que no encuentro cómo resolver sin que resulte mal; quizá termine desechándolo. Este hipercriticismo también puede tener un efecto limpiador sano.
Necesito en todo caso estar menos en alerta y entrar más en el juego, o voy a terminar de escritor naturalista o realista socialista o alguna cosa de ésas; al igual que cuando a uno le entra la aridez, parece que esa hiperestesia intelectual va a durar para siempre, y no es así, pero el sentimiento es imposible de quitarse. Ya se quitará solo, espero. Mientras, a ver qué escribo. Tengo unas páginas de hace unos días y me parecen coherentes y sensatas; pertenecen a un trabajo que llevo un par de años haciendo de a poco, después de una carrera inicial de cien páginas. Veremos si funciona.
(Se siente como un desdoblamiento de la personalidad, y como si la parte desdoblada hubiese adquirido el control sobre uno y uno no pudiera hacer nada para evitarlo. No es patológico, sólo incómodo. No me he atrevido tampoco a releer alguno de mis libros; quizá deje de gustarme, así sea provisionalmente. Lecturas recomendadas para este periodo: Borges. Estoy leyendo sus artículos de los años treinta y algunas conferencias, nada de ficción, o seguro se me desarma en las manos. O quizá deba cambiar de autor; desde hace varias semanas que no leo más que a Borges, con algunos toques de Foucault y un par de intentos fallidos con Hammett.)

3 de junio de 2009

Veinte años no es nada

25/V/89
Arturo de Córdova en "Las tres perfectas casadas":
-"En la vida o se es cínico o se es imbécil."
-"El ridículo mata mucho más cruelmente que un revólver."
-"¡Como si alguna vez hubiera existido la verdad! Patrañas para los imbéciles y los infelices."
-"A sobrellevar tu mentira como si fuera la única verdad. La única."
-"Cuando uno dice la verdad sin interés alguno, lo llaman monstruoso. Lo llaman cínico."
-"Yo no sé responder a la ternura. A la pasión sí."
-"¡Es un precio!" "Es una súplica."
-"El estiércol es la razón profunda de la rosa."
-"Talvez yo no sea tan grande como Holofernes, pero soy más educado."
(Gustavo Ferrán)

[15/V/89]
Leído en la ventanilla de un Topaz insolentemente pulcro y de vidrios polarizados:
ES DIFÍCIL SER HUMILDE
CUANDO SE POSEE UN
ROTTWEILER
Recuerdo el anuncio de Chivas Regal: "Se ve caro. Lo es." O el de Anthony Quinn: "Si las cosas que realmente valen la pena fueran fáciles, cualquiera las haría." O el de la revista : "Y tú... ¿quién eres?"
El restregar la superioridad en el hocico (eso es) de los pobres diablos. Pero queda la opción salvadora: comprar un rottweiler con los ahorros de uno o dos años y dejar de ser "eso". Un excelente regalo de día de las madres. O de los padres, mejor aún.
Dadá se declaraba imbécil: buena fórmula para ser brillante. Los ricos se declaran ricos: buena fórmula para ser imbéciles.

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¿Dónde hay del posmodernismo? Sólo en el cerebro de los que no son brillantes, Dadá y ni siquiera imbéciles. Quizá haya que comprarles un rottweiler... Al menos se puede no ser humilde, y fuera conflictos.

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Mi papá, durante una fiebre, acuñó el término matria para lo pequeño. Hoy lo leí en el periódico. Vaya.

16/V/89
Hoy, en Canal 11, "opiniones" de "artistas" y "críticos" mexicanos acerca de lo que significa en México la posmodernidad. Un montón de acrobacias de lengua y nada claro; algo así como un discurso del día de la revolución, pero colectivo.
Espero no arrepentirme algún día, pero no termino de ver lo "posmoderno" sino como algo bastante pre-Dadá, sin un Tzara o un Duchamp para orinarse en el podio.
Por cierto, odio que los determinismos sociológicos hablen de mí sin conocerme. Mi gusto por el cine y la literatura clase B es eso: gusto. La posmodernidad no había nacido cuando empezó. ¿Rabelais posmoderno? ¡Cristo santo! Y Aristófanes y Jimi Hendrix y Messiaën y Bosch y el curado de tuna...
Sí, necesitan un rottweiler con urgencia. Y menos ganas de aparecer en la tele.

27/X/89
Kaminsky, Stuart M.: Camaleón rojo. Bruguera, Libro Amigo, serie policial, Barcelona, 1987.
-Mataron a mi padre -afirmó ella.
-Ya lo sabemos -contestó Rostnikov, asumiendo que tendría que tratar con una descentrada, con una de esas personas para quienes el trauma ha sido tan grande que evocan los sucesos violentos de un pasado inmediato como si éstos no pudieran situarse en el tiempo ni en el espacio, como si se tratara de imágenes vagas, sólo susceptibles de ser recordadas el tiempo justo para poder dudar de su existencia. (p. 35)

Westlake, Donald: ¡Ayúdame, estoy prisionero!
Bruguera, Libro Amigo, serie policial, Barcelona, 1984.
Hay tres reglas que deben seguirse si se quiere pasar con éxito por la vida: no cargar solo un sofá escaleras arriba, no liarse con una escorpio a menos que se vaya en serio y no discutir con locos. (p. 160)