18 de mayo de 2008

Autopsia de Mélida Anaya Montes

Dejo aquí las fotocopias del informe de la autopsia de Mélida Anaya Montes, comandante Ana María. Con un clic, la imagen aparece en un tamaño más razonable.



Llama la atención que un forense se refiera como "compañera" al cadáver que está examinando. No me desagrada; sólo me llama la atención.

13 comentarios:

Loida Pineda Andino dijo...

wow
q fuerte tu... a mí también me llamó la atención lo de "compañera" y luego el logo... en fin, fuerte.

Anónimo dijo...

No tenía lunar en la mejilla izquierda... Salada. Nunca podré enamorarme de un cadáver así, por más compañera que sea. Saludos. Thierry

Rafael Menjivar Ochoa dijo...

Eres un cochino, Davo.
Para los que no entiendan de qué va la necrofilia de Thierry, mi novela De vez en cuando la muerte empieza así:

–Es ella.
–¿Estás seguro? –preguntó el de la voz ronca.
–No –le dije–. Sólo la vi un par de veces, hace años. Pero el lunar es el mismo.
–¿Cuál lunar? –preguntó el de la voz aguda.
Era una pregunta estúpida. A los policías les gusta hacer preguntas estúpidas, y uno tiene que contestarlas. El lunar en la mejilla izquierda de la muchacha saltaba a la vista. Ni el lodo ni las manchas de sangre ni las heridas habían logrado taparlo. Un par de días antes quizá hubiera sido un lunar agradable; la cara era bonita. Ahora, con la muchacha echada sobre la plancha, llena de todo lo que uno puede llenarse cuando lo atropellan bajo la lluvia, resultaba siniestro.
Sacudí la cabeza. Era demasiado guapa para una morgue. No me gustaba verla tan desnuda y tan muerta frente a los policías y al enfermero, o como quiera que se llamen los tipos de bata que atienden en las morgues. Los tres hombres eran siniestros; parecía que a la menor provocación empezarían a dar picotazos. Eran buitres. La expresión de sus ojos era la de los buitres. Pasar tanto tiempo entre cadáveres afecta la mirada de cualquiera.
–Ese lunar –señalé la mejilla de la muchacha.

Aldebarán dijo...

Ya había olvidado eso de "me suscribo revolucionariamente"

Anónimo dijo...

Masturbación Mental.

Baúl de Recuerdos.

Patate del Muerto.

Despertá, panzón, estamos en el siglo XXI.

Cuál es el próximo trabajito que te encargará el gordo Lafitte?

Rafael Menjivar Ochoa dijo...

Esos comentarios ya me dan ternura, por su encanto rupestre. Hay que hacer una ley o algo para que se conserve a este tipo de personas como patrimonio nacional.
Ya te extrañaba, la verdad. Gracias por recordarme que existes.

Anónimo dijo...

Baúl de recuerdos me gusta bastante. Diría que incluso es una especie de homenaje. En cambio, que me digan panzón no me hubiera gustado.Hay verdades que no me parecen imprescindibles de escuchar. Bueno, cada loco con su tema. Después de este descansito vuelvo a trabajar. Un abrazo. Thierry.

Rafael Menjivar Ochoa dijo...

Interesante que en el siglo XX hayan ocurrido cosas que para la izquierda oficial es necesario investigar, aclarar, etc., y con razón, como el asesinato de Romero, de los jesuitas, dos o tres masacres, el asesinato de Katya Miranda... ¿Será que la memoria debe ser selectiva o será cosa de doble moral?
Y lo de panzón no me molesta. La panza que tenía me llevó comos dos años hacérmela, y me he llevado tres quitármela. Lo que deberías es ver la panza de la persona que escribe... Es patética. Al menos las de nosotros son duras, chingao: músculo en reposo, pero músculo al fin.
También en eso son selectivos los trolls y la... uh... bueno, los que se autoerigen en defensores de la izquierda. Vieras éstos en particular la cantidad de infamias que son capaces de hacer en nombre de causas nobles... Creo que algo comentamos varias veces sobre eso.
Se me ocurren varios silogismos con lo que pone la persona esa (el Sagrado Corazón la bendiga):
1. Sólo los panzones hurgan en los baúles de los recuerdos.
2. Los que hurgan en los cajones de los recuerdos son panzones o se vuelven panzones.
3. Todos los panzones están dormidos.
4. Para despertar hay que ser panzón.
5. Tú síguele en otra pausa; tengo mucha chamba ahora.
Y ya que estamos en la hora silogística, ¿cómo se va a recordar algo que no se había olvidado, porque nunca se supo? Creo que es la primera vez que se da a conocer la autopsia de Ana María... Hasta ahora se había dicho que le dieron 81-82 picahielazos. ¡Y fueron 96!
Espérate que ponga por aquí la declaración de Marcelo... Resulta que, según la lógica de los propios trolls --no la mía; para mí es condenable por completo-- él tenía el derecho de matarla... Allí viene en la indagatoria.

Anónimo dijo...

Ahora yo me pregunto: Si Marcelo y sus cómplices ya habian decidido matarla, ¿porqué hacerlo con tanta saña y crueldad? ¿Porqué no un disparo en una parte vital del cuerpo? ¿Porqué hundirle una y ochenta veces mas un picahielo, antes de darle la estocada final? ¿Porqué hacerla sufrir innecesariamente? ¿Porqué tanta brutalidad viniendo de sus mismos "compañeros"? Es algo que aún no logro explicarme y que me causa una gran repulsa y angustia.

Rafael Menjivar Ochoa dijo...

Fíjate que lo mismo me pregunté durante 25 años, y no entendía toda esa saña. Y la respuesta, después de ver el sumario judicial completo, es más estúpida de lo que parece.
Uno de los "ejecutores" dijo en una de las reuniones de planificación que sabía que con un picahielazo o dos la gente quedaba paralizada, inmovilizada. El tipo en cuestión era el que iba a detener a Ana María mientras el otro la degollaba, y había un tercero que iba a cuidar a uno de los escoltas, que no estaba en la jugada o no se sabía si iba a reaccionar contra el asesinato.
Ana María se despertó cuando entraron en el cuarto, el de la idea del picahielo la agarró de los pies y el otro se lanzó a darle un par de picahielazos para detenerla. Pero Ana María era una mujer muy recia, y no era por su falta de carácter que había llegado hasta allí.
Al oír los gritos --porque hubo gritos--, el escolta "indeciso" salió y le dio un balazo al tercer comando. No fue grave, pero le produjo una fractura en la mandíbula (que por cierto le trataron apenas dos años después). El de la idea del picahielo soltó a Ana María y salió a ver que pasaba. Estaban los dos de antes lucando. Llegó, le metió dos o tres golpes de picahielo al escolta y, en efecto, quedó inmovilizado; no fueron heridas graves, según el sumario, pero no se movió en cosa de una hora, hasta que llegó la Cruz Roja o lo que haya llegado.
El que se quedó con Ana María, mientras tanto, siguió tratando de "inmovilizarla", y evidentemente no pudo. Si lees el informe de autopsia, no hay un patrón en los picahielazos; son totalmente erráticos. En su declaración, el tipo dice que le dio "algunos golpes" y después la degolló. Al parecer no tuvo mucha noción de lo que hizo, y créeme que no lo estoy defendiendo; de cualquier modo que lo hubiera hecho resulta espantoso. Creo que se desesperó y se asustó: estaba matando a la segunda comandante, ni más ni menos. El resultado fue... uts... 96 picahielazos.
Si te das cuenta, la degolló dos veces, y con una sola debía bastar. Eso significa que no esperó el minuto o minuto y medio que debía tardar en morir. Estaba aceleradisimo, pues. No es igual darle un balazo a alguien de lejos --que es para lo que debía estar entrenado-- que tenerlo de frente y recibir todo ese sangrerío y arañazos y lo que quieras. En algún momento me puse a leer sobre cosas forenses para ver cuándo tarda en morir alguien a quien se le corta el cuello, etcétera. No fue agradable, pero tenía que saber. Y el asesino no esperó lo necesario; se puso bien loco.
La Procuraduría de Managua pidió que se juzgara a los asesinos bajo el cargo de "crimen atroz" (entre otros), y el juez lo desestimó. No porque el crimen no fuera atroz, sino porque no existía la intención de cometerlo así.
Lo que veo es estupidez. Desde que a alguien se le ocurrió planear su muerte, ni más ni menos. Según declaró Marcelo, las órdenes eran matarla con la menor cantidad de sufrimiento y lo más rápidamente que se pudiera.
Insisto: no defiendo a nadie, no defiendo el asesinato --ni ése ni ninguno--, no me simpatiza nada lo que pasó. Nomás es lo que se lee en el sumario. En el libro que escribí viene más de eso. Quizá un día de éstos, cuando tenga tiempo, arme un blog para poner todos esos materiales. Son de las cosas que uno necesita saber y sobre las cuales hay que reflexionar.

Anónimo dijo...

Rafael:

Gracias por tomarte el tiempo de responder a mis preguntas sobre el sadismo con que se cometió el crimen. Tus comentarios me dejan aún mas perpleja. ¡Indudablemente la estúpidez de nosotros los humanos no tiene límites, en cambio que estrechitos tenemos la mente y el corazón!
Al igual que tu creo que este es uno de muchos hechos sobre los que debe derramarse aire y luz, es imperante que salga de la cloaca para ver si aprendemos y enmendamos alguito nuestras angosturas humanas.
He estado buscando mas información sobre el caso y he encotrado varios artículos, que me supongo tu ya debes haber leído. De cualquier manera te copio el siguiente, por si no lo has visto, y porque me parece que algo debe de aportar viniendo de quien viene. Me llamo mucho la atención que diga que Ana María fue "compañera" o "esposa" de Marcial. Es la primera vez que escucho esto. Si en verdad fueron amantes, me parece, que ese dato agrega otras interrogantes y complicaciones al caso. En fin... me quedo a la espera de tu libro. Con afecto, Y.

La legendaria comandante salvadoreña Ana María y las circunstancias de su asesinato, por Julio López
Trascripción de María Luisa Atienza Salamero. | junio 15, 2007


En la madrugada del 6 de Abril de 1983, ocurrió un evento trágico en Managua: asesinaron brutalmente a una de las más importantes dirigentes del movimiento revolucionario salvadoreño, la comandante Ana María, cuyo nombre real era Mélida Anaya Montes.

En aquéllos años, Julio López Campos era el jefe del Departamento de Relaciones Internacionales del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y en esa calidad, mantenía estrechos vínculos con Ana María y toda la conducción los guerrilleros salvadoreños.

López Campos fue testigo excepcional de los eventos que sucedieron al asesinato de Ana María. Durante estos 24 años, nunca ha querido hablar –ni en público ni en privado– de aquéllos hechos. Hasta ahora. Y lo ha hecho este viernes en «Causa y Efecto» su programa de Radio La Primerísima.

Además:

Sepultan a comandante Ana María en su pueblo natal

Esta es la trascripción, con una mínima edición periodística:

He decidido compartir con ustedes, por lo menos algunos aspectos de lo que en mi vida ha sido uno de los momentos más duros, más difíciles. Y sin duda de un impacto profundo en nuestros sentimientos y en nuestra conciencia política. Hoy voy a compartir con ustedes, y lo voy a hacer por primera vez, algunos datos, algunas informaciones sobre el asesinato de la Comandante Ana María, aquella formidable dirigente del Movimiento Revolucionario Salvadoreño. Mélida Anaya Montes, era su nombre. Y fue asesinada en Managua, en los primeros días de abril de 1983.

Los restos de Ana María fueron exhumados este fin de semana, llevados discretamente a El Salvador, ahí en el pueblecito donde ella nació, en el centro de ese pequeño país.

Y entonces, pensé que: "nos encontramos en el año 25 del asesinato de Ana María". Y me dije: "bueno, 25 años, quizás ya podamos comenzar a contar algunas cosas".

Quiero recordar a unos y hacer saber a otros, que durante prácticamente toda la década de los 80, me correspondió la responsabilidad de Jefe del aparato internacional del Frente Sandinista. Y desde esas responsabilidades teníamos el compromiso de atender las relaciones políticas con los movimientos revolucionarios, con los dirigentes revolucionarios. Y obviamente un capítulo muy especial, muy particular de esa atención, representaba para nosotros las relaciones con los dirigentes revolucionarios de El Salvador. En aquellos momentos, se acuerdan ustedes, de un auge impresionante de la lucha del pueblo salvadoreño.

Estábamos acostumbrados a vivir en contacto periódico con los dirigentes revolucionarios salvadoreños. Y sin duda alguna, una de las personalidades más atrayentes de esos dirigentes, era sin duda, la Comandante Ana María.

Ella ya era una persona de una edad madura –Ana María fue asesinada a los 53 años– y tenía una historia formidable. Maestra de toda su vida, fundadora de ese Movimiento que marcó en diferentes momentos la historia política de las luchas sociales en Centroamérica, ANDES (Asociación Nacional de Educadores Salvadoreños) el movimiento de los maestros salvadoreños. Y esa condición de maestra seguramente tuvo una influencia importante en la conducta política de Ana María.

Ella sabía explicar de manera pedagógica sus ideas, sus convicciones, tenía una enorme capacidad para comunicarse, un rostro sonriente, una actitud optimista, pero sobre todo, tenía una historia personal que hacía de ella, sin duda alguna, un paradigma, un referente de primera importancia, en las fuerzas revolucionarias salvadoreñas.

Ana María había surgido desde maestra, hasta alcanzar las principales posiciones dirigentes de una de las más –o quizás la más– importantes de las organizaciones revolucionarias de su época. Y había pasado por todos los vaivenes y recorridos y etapas del Movimiento Revolucionario hasta formar parte junto a Marcial (Salvador Cayetano Carpio), de las más altas responsabilidades de una organización guerrillera.

En el Movimiento salvadoreño había bastantes compañeras mujeres con responsabilidades; la mayoría de ellas, jóvenes. Pero sin duda nadie con el recorrido, con la estatura política, con aquellos trazos formidables de aquella maestra, convertida en uno de los dirigentes más importantes de las Fuerzas Populares de Liberación, las FPL. Y cuando teníamos la oportunidad de hablar con ella, disfrutábamos enormemente, verla, oírla, escucharla... ella producía en su interlocutor un sentimiento de enorme respeto.

Un día de tantos, en abril del 83, uno de los compañeros que trabajaban conmigo en la atención a los movimientos revolucionarios, me llama desaforado y me dice que habían matado a Ana María. No podíamos creerlo, y obviamente, inmediatamente, nos desplazamos a la casa donde ella vivía, allá en los entornos del INCAE. Y cuando llegamos allí, ya se encontraban todos los principales responsables de la Policía Sandinista, y de la Seguridad del Estado. No voy aquí en este relato, a mencionar nombres, a no ser que ya estén muertos, para no asociar a personas con quienes no hemos conversado sobre el tema.

Cuando llegamos allí, el escenario era tenebroso, porque Ana María no solamente había sido asesinada, sino que había sido asesinada de manera brutal, incomprensible para nosotros en aquellos instantes. Creo, si mal no recuerdo, que dijeron que fueron más de 80, las puñaladas. Aquello era terrible. Para alguien que sabía de su importancia, y por quien los sandinistas teníamos una estima profunda, ver aquel cuadro aquella mañana, era dantesco, era cruel.

Obviamente, se dieron las instrucciones a esclarecer aquel caso. Todo mundo conmovido. Recuerdo muy bien las discusiones preliminares que tuvimos con los principales responsables de la Dirección Nacional y pensamos, en aquel momento, en tres posibilidades.

La primera posibilidad que vino a nuestra mente, era que eso podía ser el fruto de una operación del ejército, de los órganos de inteligencia del ejército salvadoreño o del gobierno salvadoreño. Fue la primera cosa que pensamos. Dijimos: "detectaron a Ana María y la asesinaron". La brutalidad con que fue asesinada, nos hizo pensar que era obra de los enemigos del pueblo salvadoreño

La segunda posibilidad, la segunda hipótesis con que se arrancó las investigaciones, era que no se podía descartar que algún aparato especializado de la CIA pudiese haber cometido ese horrendo crimen con la finalidad de fomentar la división del movimiento revolucionario y tratar de poner en una situación política complicada al gobierno sandinista.

La tercera y última hipótesis, y que se tenía que tomar en cuenta (porque los compañeros de la Policía, de la Seguridad, por su oficio, por su profesión, necesariamente la incluían), era que no podía descartarse la posibilidad de que fuera el fruto de discrepancias o disensiones, en el seno del movimiento revolucionario, o incluso en el seno mismo de la Organización de Ana María.

Así, las cosas, comenzaron las investigaciones. Lo primero que hizo la Policía, fue hacer uso de los perros, y los perros siguieron una huella, y esa huella condujo hasta una casa, donde vivían varios refugiados salvadoreños y la casa correspondía a compañeros que pertenecían a las FPL, es decir, a la fuerza política a la que pertenecía la Comandante Ana María.

Eso hizo pensar con mayor rapidez a los compañeros de la Policía y de la Seguridad, que había que trabajar la posibilidad de que ese horrendo crimen, fuese el resultado de discrepancias al interior de las fuerzas revolucionarias

Costó aceptar esa hipótesis de trabajo, hay que decirlo, pero la mentalidad policial no descarta ninguna posibilidad. De manera que se inició un proceso de investigación, que seguía las tres posibilidades, y rápidamente las sospechas condujeron al jefe de la seguridad personal del principal dirigente de las FPL, Salvador Cayetano Carpio, el comandante Marcial. Las investigaciones indicaban que su jefe de seguridad personal, había estado directamente involucrado en el asesinato. (N. de R.: habla de Rogelio Bazzaglia, quien en ese momento tenía 29 años, cuyo seudónimo era Marcelo).

Aquello parecía aún más increíble, porque resulta que Ana María había sido la compañera de Marcial, la esposa de Marcial, por muchos años. Y Ana María era además, para decirlo en términos de autoridad política, la segunda persona en importancia en las FPL, después de Salvador Cayetano Carpio.

Pero la cosa era más terrible aún, la cosa se volvió más terrible, porque si el jefe de la seguridad personal de Marcial había sido –casi seguro– el asesino de Ana María, eso significaba entonces, que estaba en peligro la vida de Marcial, y de quién sabe cuántos dirigentes más.

Pero antes de llegar a eso, quiero retroceder un poco.

Muerta Ana María, había que informarle al comandante Marcial. Marcial se encontraba en esos días en Libia, en un evento internacional que habían organizado los libios. Y había que darle la terrible noticia del asesinato de Ana María, asesinada además, en Managua. Nos correspondió la terrible responsabilidad de tener que llamar a Marcial a Libia, y tener que informarle. Ya no recuerdo qué expresiones usamos para decirle que... la noticia de que quien había sido su esposa por muchos años, una de las principales dirigentes de su organización política, había sido asesinada. Queríamos saber también qué hacer, cómo proceder en esas circunstancias.

Marcial dijo que se vendría inmediatamente de Libia, que enterráramos a Ana María aquí, y que él vendría a las exequias de Ana María. Recuerdo que fuimos a esperar a Marcial al aeropuerto, para traerlo directamente al acto que se realizó en la placita aquélla de la Comandante Ana María (en el mercado Roberto Huembes, de Managua). Para que no hubiesen problemas, fui a buscar al jefe de la seguridad personal de Marcial, es decir, a Marcelo, es decir, al que asesinó a Ana María, para que fuésemos juntos a traer a Marcial. Y entonces, me fui con Marcelo, que no sabíamos en ese momento que había sido el asesino de Ana María. Fuimos a traer a Marcial al aeropuerto. Recuerdo que del aeropuerto pasamos directamente a la oficina de Daniel Ortega (en ese momento, coordinadora de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional), porque obviamente había que hablar con Marcial de esas terribles circunstancias. Recuerdo incluso que Marcelo entró también y estuvo un momento en esas oficinas, en esas conversaciones. Terminaron las pláticas con el presidente Ortega y nos fuimos entonces, al acto político en homenaje a Ana María.

Me fui con Marcial y con Marcelo. Nunca había pasado por nuestras cabezas, en esas circunstancias y en esos momentos, la idea de lo que sabríamos después: que Marcelo había sido el asesino de Ana María.

Días mas tarde, las investigaciones policiales establecieron las responsabilidades. No había dudas, Rogelio Bazzaglia, más conocido como Marcelo, jefe de la seguridad personal de Marcial, había sido, junto con otros compañeros, los responsables directos del asesinato. (Los otros fueron: Julio Armando Sosa Orellana, cuyo seudónimo era Efrén; Santos Andrés Vásquez Molina, seudónimo Jacinto y Walter Ernesto Elías, conocido como Francisco).

Entonces, vino el drama. Si el jefe de la seguridad, había sido el asesino, este hombre, ¿en nombre de quién cometió ese crimen? ¿era un agente del enemigo? ¿era un agente del gobierno salvadoreño? Si ese era el caso, la situación era terriblemente peligrosa para los dirigentes revolucionarios.

La verdad de las cosas –y no tenemos mucho tiempo– es que Marcelo, no fue el instrumento de ningún organismo exterior enemigo. Realmente había actuado por instrucciones de Marcial. Nosotros sabíamos de las diferencias entre Ana María y Marcial.

Ana María no compartía con Marcial, el exceso de concentración de poder en Marcial. Ana María quería una mayor participación de las diferentes instancias de conducción de las FPL. Ana María tenía una visión crítica de la estrategia de lucha de las FPL, y pensaba que había que darle una mayor relevancia a todas las expresiones del trabajo político. Y quizás por su condición de maestra, es decir, esa capacidad de vincularse con gente de diferentes ideas, orígenes, tenía ella una visión de mayor apertura y estaba decidida a llevar ese debate y esa discusión a las más altas instancias de las FPL.

En aquellos momentos, Marcial era sin duda el más importante dirigente revolucionario de El Salvador, después de Farabundo Martí, escúchese bien, después de Farabundo Martí. En la historia revolucionaria salvadoreña, seguramente nadie había alcanzado un nivel de fuerza política, de representatividad, de trayectoria, de respeto, por aquel viejo dirigente, con una historia sin duda, formidable. Marcial, el más importante de los dirigentes revolucionarios de El Salvador. De una historia de compromisos y de luchas, que era la admiración de todos aquellos que le conocieron o que supieron de su vida...

Fruto de aquellas cosas terribles que solo puede producir el ser humano; fruto del dogmatismo, del sectarismo, de atribuirse para él la propiedad sobre las certezas y las verdades de las luchas revolucionarias, cometió un delito imperdonable.

A través de su jefe de su seguridad, un hombre de su absoluta confianza, asesinar a quien sin dudas, será, seguramente, en toda la historia del movimiento revolucionario salvadoreño, una de las más grandes dirigentes, y sin duda, un paradigma de las mujeres de ese pueblo. Queremos entonces, ahora que exhumaron su cuerpo, recordar a Ana María. No tengo la menor duda que el FMLN, allá en El Salvador, sabrá hacer lo suyo para rendir homenaje a esta mujer extraordinaria.

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Rafael Menjivar Ochoa dijo...

Gracias por el documento.
Ahora bien, que yo sepa, Marcial y Ana María nunca fueron esposos ni nada. Desde por allí de 1948, la esposa de Marcial fue Tula Alvarenga. En serio que eso es chambre. Ni siquiera puedo pensar en que fueran amantes, digamos; tenían personalidades bieeen incompatibles.
Luego, no fue Marcelo a recoger a Marcial, sino gente de la Seguridad del Estado de Nicaragua; mi padre venía con él, y lo que me dijo es que vio a Marcelo durante el sepelio.
Hay fotos de eso: de la llegada de Marcial a Managua y de Marcelo caminando en el mercado Huembes, en la plaza. Están en este mismo blog, en alguna parte.
Otra cosa es que, según creo, no había ningún evento internacional en Libia. Andaban en plan de hacer cosas diplomáticas.
Qué bueno, en todo caso, que empiecen a aparecer cosas sobre el tema. Ya va siendo hora. Después se verá qué tanto sabe cada uno, y se podrá sacar una versión muy cercana a la realidad.

L Ronald Caldersan dijo...

Rafael creo que es importante aclarar muchos detalles. Por ejemplo: que pruebas existen en contra de Marcial como para seguir atribuyendole el asesinato intelectual de Ana Maria. Yo creo que es importante esclarecer muchas cosas, pero fundamentalmente, es importante decir la verdad, por dura que sea. Yo al princio del 83 crei fielmente en la version de la dirigencia de las FPL, pero hoy yo tengo mis dudas, puesto que hasta la fecha se desconoces las evidencias que usaron los sandinista para acusar a Marcial de tal delito. Siempre se dice que Marcial tenia motivos. Los motivos no son pruebas, ni evidencias de las intenciones, ni mucho menos de autoria. Ana Maria tenia un novio, con quien matuvo relaciones sexuales algunas horas antes de ser asesinada, quien es o era este individuo? Que participacion tuvo esta persona en el asesinato? Abra sido el una de las personas que acuso a Marcial? Seria muy bueno que se hiciera una especie de jucio moral en el cual se lleve al acusado (Marcial) y se presenten los cargos y lo que es mas importante las pruebas que tienes sus acusadores. Dale oportunidad a los defensores de presentar todo el material y pruebas que clamen su inocencia, y asi, en su dictamen, dejar establecido definitivamente su culpabilidad o inocencia. Yo creo que esto es importante para todas aquellas personas que como yo tenemos alguna duda. Y para los admiradores de Marcial convencerse o desenganarse de una vez por todas.