Sobre precios de discos
Pues bien: cuando uno compra un disco de Luis Miguel --digamos--, uno está pagando por la música, por la producción, por la edición y, en fin, por el trabajo de un montón de gente que lo hizo posible, y eso tiene un precio. Pero uno no debería pagar para que el productor sea estúpidamente rico, ni para que LuisMi tenga casas por todas partes, compre ropa incomprable --y mucha--, etcétera, o para que algunos de los músicos de estudio hagan méritos para morir de uns sobredosis con la cocaína que uno paga. Uno sabe que todo eso no es inherente a la música, ni es necesario para que la música funcione.
Y uno sabe que la producción de un disco de veinte o veinticinco dólares, si las cosas fueran como deberían ser, no debería costarle al público más de cuatro o cinco, ya puesto en la tienda y con ganancias para todos, y allí es donde viene algo que se olvida: el valor social de todo lo que se hace.
La labor de los músicos no es hacerse ricos o "triunfar" (aunque les vaya muy bien): es hacer música. La labor de los productores no es estar en un lugar más o menos visible de las listas de Forbes: es producir música. Y así. En fin: el asunto no es ganar dinero prestando un servicio, sino prestar un servicio, que eventualmente servirá para ganarse la vida decentemente.
Y no es que uno se ponga a propugnar que todo el mundo piratee todo, porque eso es contrario a la ley y uno es gente de ley, pero hay algo interesante: con todo lo que las productoras se quejan de la piratería, siguen teniendo ganancias casi infames y en realidad no pierden nada; es sólo que no venden varios millones de discos y no se hacen proporcionalmente más ricas, o sea casi trillonarias.
Si los discos bajan de precio según su costo real, las disqueras ganarían quizá lo mismo, y venderían mucho más, pero al parecer no es su objetivo, sino ganar mucho vendiendo lo menos posible. Y allí tiene a mucha gente con discos pirata de un dólar que de seguro comprarían originales, con su booklet y todo, si costaran, digamos, cuatro dólares en lugar de veinticinco.
Todo ese rollo viene por un artículo que leí hoy en La jornada de México, que viene aquí, en las que las trasnacionales se escandalizar porque a alguien se le ocurrió sacar una colección competa de Mozart a casi sesenta centavos por disco. Pasó algo interesante: la edición se acabó y los piratas, para que les tuviera cuenta, debieron venderlo a tres veces su precio...
Y uno sabe que la producción de un disco de veinte o veinticinco dólares, si las cosas fueran como deberían ser, no debería costarle al público más de cuatro o cinco, ya puesto en la tienda y con ganancias para todos, y allí es donde viene algo que se olvida: el valor social de todo lo que se hace.
La labor de los músicos no es hacerse ricos o "triunfar" (aunque les vaya muy bien): es hacer música. La labor de los productores no es estar en un lugar más o menos visible de las listas de Forbes: es producir música. Y así. En fin: el asunto no es ganar dinero prestando un servicio, sino prestar un servicio, que eventualmente servirá para ganarse la vida decentemente.
Y no es que uno se ponga a propugnar que todo el mundo piratee todo, porque eso es contrario a la ley y uno es gente de ley, pero hay algo interesante: con todo lo que las productoras se quejan de la piratería, siguen teniendo ganancias casi infames y en realidad no pierden nada; es sólo que no venden varios millones de discos y no se hacen proporcionalmente más ricas, o sea casi trillonarias.
Si los discos bajan de precio según su costo real, las disqueras ganarían quizá lo mismo, y venderían mucho más, pero al parecer no es su objetivo, sino ganar mucho vendiendo lo menos posible. Y allí tiene a mucha gente con discos pirata de un dólar que de seguro comprarían originales, con su booklet y todo, si costaran, digamos, cuatro dólares en lugar de veinticinco.
Todo ese rollo viene por un artículo que leí hoy en La jornada de México, que viene aquí, en las que las trasnacionales se escandalizar porque a alguien se le ocurrió sacar una colección competa de Mozart a casi sesenta centavos por disco. Pasó algo interesante: la edición se acabó y los piratas, para que les tuviera cuenta, debieron venderlo a tres veces su precio...
2 comentarios:
Hace unos años, Rubén Blades permitió que se bajara su último disco desde su página web. Se podía hacer de manera totalmente gratuita, o bien mandando plata (en este caso, también se podía bajar, de ñapa, la carátula del disco). El aporte era pues voluntario, los que no querían pagar no pagaban, los que pagaban decidían en cuánto evaluaban su participación. Blades presentaba esta innovación con un argumento en forma de pregunta: a ver, decía ¿quién explota a quién? Todavía no he decidido si era una buena o una mala cosa, pero sí me gustan las preguntas abiertas.
Estarán los discos disponibles en Amazon?
Casi babeo de pensarlo.
;-)
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