8 de agosto de 2006


Justo en el sexto aniversario de la muerte de mi padre, Claribel Alegría me hizo llegar, a través del poeta Carlos Clará, varias fotos donde aparece con mi padre, tomadas en París en 1982. Mi padre es el de la izquierda, y está junto a Claribel. El señor de la barba es Eduardo Galeano, a quien la Universidad de El Salvador le dio hace poco un doctorado honoris causa; las muchachas son las hijas de Claribel, y la verdad no sé quién es el joven que aparece a la derecha.
Entre 1980 y mediados de 1982 mi padre se lo pasó en Francia. Había armado un proyecto para el reconocimiento del FMLN por parte de México, y este país ofreció lanzarse si otro más lo respaldaba. Se puso, pues, a negociar con gente del gobierno francés, y a finales de agosto de 1981 se lanzó la declaración mexicano-francesa.
Salvador Samayoa, uno de los firmantes y negociadores de los acuerdos de paz de 1992, dice en su libro que él fue el forjador del acuerdo, y que lo debió a la amistad que trabó con el entonces hijo del canciller mexicano, Jorge G. Castañeda (después canciller con Vicente Fox), a principios de 1981. En realidad las negociaciones con el gobierno mexicano empezaron en 1979, poco antes de la llegada a México del presidente Carlos Humberto Romero. El primer contacto fue con el entonces presidente del PRI, Carlos Sansores Pérez. Cuando éste dejó el cargo, las pláticas fueron con su sucesor, Gustavo Carvajal Moreno, y a finales de 1979 o principios de 1980 con el canciller Castañeda, quien nombró a su hijo (que entonces era simplemente "El Güero") como operador. Recuerdo que llegaba a casa no sólo a negociar, sino también a cenar y a tomar uno que otro vino, en compañía de su esposa. Contaba unos chistes bastante capaces de sonrojar a más de una monja. Simpatiquísimo. No diré que yo haya trabado amistad con él ni que platicara más allá de un par de comentarios; él era todo un doctor y yo un chavo de 21 años.
Samayoa llegó a México después de una temporada en la cárcel durante 1980, luego de que lo capturaran por haberse unido en público a las FPL en enero de 1980, tras la crisis de la Junta Revolucionaria de Gobierno. Él fue el operador que mi padre dejó en México para que tratara con el gobierno, en el entendido de que debía informarle de todo. Salvador menciona como "los otros" negociadores a Héctor Oquelí Colindres y Guillermo Manuel Ungo, ambos socialdemócratas y ya fallecidos, que en efecto estuvieron en el asunto, pero olvida a dos socialcristianos que están vivos: Rubén Zamora y Héctor Dada Hirezi, además de los también fallecidos Enrique Álvarez Córdova y Juan Chacón, ambos pertenecientes a al fracción "rival" de las FPL, es decir la de Salvador Cayetano Carpio, no la de Mélida Anaya Montes, a la que se adscribía Samayoa. Interesantes olvidos. A mi padre ni siquiera lo menciona. Salvador era, en ese momento, el menos experimentado de los negociadores del FMLN. (No diré después, porque no me consta, pero veo un caso muy triste de reescritura de la historia.)
Conocí a Claribel apenas en abril de 1999, en Managua, a pesar de que durante años nos cruzamos mensajes, notas y saludos a través de diferentes personas. Me ha mandado a decir también que siente por mí el mismo cariño que por mi padre, y le agradezco que así lo haya demostrado todas las veces en que nos hemos comunicado; es bueno heredar a gente así de la gente a la que uno más ha querido.
 Posted by Picasa

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Estos posts me gustan mucho.

Eso de reconocer en letras... en libros, en fotos... es tan familiar para mí.

Nuevamente, otro abracito :)

Anónimo dijo...

Qué post más interesante. Nos has dado gotas de una historia ya olvidada y que fue trascendenta. El reconocimiento por parte de Francia y México del FMLN como grupo beligerante (que implicaba entre otras cosas el dominio sobre un territorio importante del país y cierto apoyo de la población) fue determinante para que el gobierno finalmente accediera a sentarse y negociar. En una guerra jamás se negocia si uno de los dos bandos cree que aún puede ganar. Este reconocimiento hizo que el gobierno se diera cuenta que no era el caso. Lo bonito es que no sabía que tu papá hubiera jugado un papel tan importante. Qué foto más bonita, como para museo, no es cierto? Un abrazo Rafael.

Rafael Menjivar Ochoa dijo...

Aniuxa: Gracias.

Vanessa: Mi padre era un tipo bastante modesto. Lo que le importaba era que las cosas ocurrieran, y ya sabía que serían otros los que se llevarian los créditos; asi´pasa en política. En este caso, por ejemplo, Samayoa dice que el borrador del proyecto fue presentado por Jorge G. Castañeda, el hijo de don Jorge Castañeda. Creo que más bien fue a través de él que llegó a la Cancillería. Y originalmente no se trataba del reconocimiento por parte de uno o dos países, sino de una resolución de la Asamblea General de la ONU, que suscribirían varios países de manera individual para crear el equivalente a la declaracion México-Francia. Algo falló, me imagino que por las presiones de Estados Unidos, y se fueron al Plan B. El problema del FMLN es que se aceleró con el lanzamiento de la ofensiva final de enero de 1981, a instancias del ERP y la RN, bajo presiones de Cuba, según me contó Eduardo Sancho y como consta en Tiempos de locura. La resolución apenas salió en los últimos días de agosto. Es decir: si se hubieran esperado unos meses, otro gallo hubiera cantado. O el mismo, pero en otro tono. La ofensiva final fue lo más desorganizado e improvisado que ha hecho el FMLN, y vieras que ya llevan varias. La idea era que "el pueblo" se iba a levantar casi espontáneamente, tomaría las armas y, zaz, tendrían el poder. Y no. Ni en 1981 ni en 1989 pasó algo así.
Me contó Jaime Abdul Gutiérrez (también viene en el libro) que el ejército no tenía miedo de perder militarmente; estaba fuera de toda cuestión. El problema era que la gente saliera a la calle. Ya no para combatir: sólo para apoyar al FMLN. Si la gente hubiera salido de manera masiva, el ejército hubiera tenido que rendirse. Fue lo que pasó en Cuba, por ejemplo, en 1958. Allá no hubo grandes combates ni grandes estrategias militares, como dice ahora el mito. Nada más salió la gente a la calla. Y una cosa es reprimir a cierta población alzada y otra es matar a todos.
Pero pues el acelere, ¿no?
Lo que me parece de un gusto terrible es eso de andar quedándose con méritos que no son de uno, como en el caso del Pollo Samayoa. Bastante tiene con lo de los Acuerdos de Paz, creo. Y no debió escribir ese libro. Dice muchas... uh... cosas imprecisas. Y, por quedar como héroe de la historia, a veces quedan mal las propias personas y cosas a las que defiende. Creo que le faltó alguien que supervisara su ego, pero es la característica de ese tipo de egos: nadie puede supervisarlos, y no creo que nadie quiera.
En la tercera edición de Tiempos de locura, que aparecerá en unas semanas, se habla de cómo justifica las matanzas que hizo gente como Mayo Sobrián, el comandante psicópata. Salvador dice que fue un rollo de infiltración de la CIA; Francisco Jovel, en una entrevista reciente, señala que no, que eran cosas de las propias FPL, que no controlaban a su gente. Salvador dice que a los que hacían cosas como las de Sibrián los castigaban severamente, es decir: los degradaban y les quitaban mando de tropa, un terrible castigo por asesinar gente. A Sibrián lo fusilaron como ocho años y varios cientos de asesinados (militantes y colaboradores) después.
Sea, pues, por Dios.

Anónimo dijo...

Gracias por tus nuevos comentarios. El problema de nuestros países, según se dice, es que no tenemos memoria histórica. Yo creería que va más allá de eso: tenemos memoria, pero muy confundida. Recuerda únicamente lo que le conviene, y eso es aún más peligroso. Las cosas en nuestros países se dicen sin responsabilidad, porque se sabe que no hay quien desmienta.Toda esta historia que vos contás es reciente. Es nuestro pasado inmediato. Y pareciera como si ya nadie lo conociera. Usamos un pasado artificial, de plástico, fabricado a medida por quienes han adquirido una cuota de poder, por pequeña que sea, y se pueden expresar. A nadie pareciera importarle que los muertos aún deambulen entre nosotros, gritándonos nuestras verdades. Saludos. Vanessa.