3 de marzo de 2008

El General y otros generales

Es la tercera vez que leo completo El General, de Graham Greene. La primera de ellas fue recién aparecido el libro, en 1985; la segunda, en algún lugar de los noventa, y la tercera hace una semana. La primera y la tercera fueron en el ejemplar que aparece arriba, que regalé a mi padre. Lo compré de nuevo y lo dejé en México; lo "recuperé" hará un año y medio de lo que sobrevive de su biblioteca en casa de mi madre.
El libro está dedicado al general Omar Torrijos, muerto en 1981 en un extraño incidente aéreo, similar al que unos meses antes había sufrido el presidente de Ecuador, Jaime Roldós Aguilera. En ambos casos se habló --y se sigue hablando-- de atentados de los servicios de... uh... inteligencia de Estados Unidos, y en ambos casos también había un factor común: el apoyo activo de ambos a las fuerzas revolucionarias salvadoreñas y a la aún flamante revolución nicaragúense, lo que había provocado fuertes tensiones y hasta enfrentamientos con el gobierno de Ronald Reagan. (Panamá, bajo Torrijos, formó parte del llamado Grupo de Contadora, junto con México, Colombia y Venezuela, una iniciativa de paz para la región, que tomaba como necesaria la participación de diversos grupos armados de izquierda en una solución negociada y cuestionaba los regímenes militares en turno, a pesar de que Torrijos mismo era militar. Entre otros, el Grupo surgió a petición de figuras "morales" como Gabriel García Márquez y políticas como el primer ministro sueco, Olof Palme, quien también apoyaba a la insurgencia salvadoreña, quizá de manera más decidida que todos los gobiernos de la Internacional Socialista. Palme fue también asesinado, en 1986, a la salida de un cine. Interesante que un primer ministro en funciones pasee a pie con su esposa sin guardaespaldas... Habla bien de Suecia, y mal de ese caso en particular.)
Siempre me pareció extraña la fascinación y hasta el cariño que gente de buena talla intelectual sentía por Torrijos, que ni de cerca se transfirió a su sucesor, Manuel Antonio Noriega, más bien sombrío y, por lo que se sabe, lleno de veueltas y revueltas, desde su colaboración con la CIA hasta narcotráfico, pasando por muchas cosas más. Conservó, sin embargo, el apoyo de su régimen a los procesos revolucionarios centroamericanos, quizá con motivos diferentes a los de Torrijos, pero qué podía pedirse.
El jefe de seguridad, hombre de confianza, negociador, brazo derecho y amigo íntimo de Torrijos era --según el escalafón militar-- un simple sargento de la Guardia Nacional, José de Jesús Martínez, conocido como "Chuchú". Ese "simple sargento", sin embargo, era filósofo, matemático, escritor y algunas cosas más. Recuerdo que en México, cada cierto tiempo, dirigía seminarios e impartía conferencias sobre temas de matemáticas y filosofía que eran más que apreciadas y lograban llenos completos, y no precisamente por su cercanía a Torrijos, sino por méritos propios. A diferencia de Torrijos, que seguía una línea política más bien moderada, Chuchú era marxista-leninista de línea dura. Según cuenta él mismo en el libro Mi general Torrijos (que en esta ficha se da como publicado en Cuba, y en realidad fue lanzado por editorial Legado, de Costa Rica, del salvadoreño Sebastián Vaquerano), se metió a la Guardia Nacional como una especie de reto que le lanzó el propio Torrijos: los intelectuales se la pasan hablando y no hacen nada por la defensa de la soberanía de Panamá, etcétera, y él se enroló ya a una edad avanzada para esos trotes (alredededor de los cuarenta años). Después de sufrir el entrenamiento militar pertinente, pasó al servicio de Torrijos --más bien a su compañía--, y nunca fue ascendido, quizá como juego, quizá como castigo, quizá porque nunca llegó a ser un militar y --como él mismo y Greene cuentan-- no llegó a someterse del todo a la disciplina militar; parte de su trabajo era actuar como pieza suelta en algunos de los asuntos más sensibles de Torrijos.
Si uno pregunta a las personas que lo conocieron y trataron con Torrijos, tampoco podrán dar motivos políticos de fondo. No era especialmente simpático, y el hecho de enfrentar a Estados Unidos y lograr unos acuerdos más o menos convenientes para el Canal de Panamá parecen motivos suficientes para obtener respeto, no fascinación y a veces incondicionalidad. La visión que tengo de él es la del "militar bueno" en una época en que pululaban los tiranos y genocidas; de un tipo sencillo con una visión estratégica no muy compleja, pero sí bien definida, y de una brillantez táctica y práctica fuera de serie. Y de alguien que realmente creía en lo que decía, que decía todas las cosas en las que creía y que sabía reconocer cuando se había equivocado.
Hubo otros gobiernos militares con buenas intenciones y hasta con buenos resultados, como el del general Juan Velasco Alvarado, en Perú, quien desarrolló programas y planes estratégicos de alto contenido social --varios serían revertidos en los gobiernos siguientes--; pero, como en el caso de Perón, hubo mucha arbitrariedad personal en tales planes, y algunos terminaron en la ruina económica y, a la larga, en el rechazo popular. Otro caso fue el del general Juan José Torres, en Bolivia; duró menos de un año en la presidencia, pero se bosquejaba bien.
Torrijos no fue presidente de Panamá. Fue más que eso: modificó la Constitución de manera que lo convertía en un dictador de jure:
Artículo 277 – Se reconoce como Líder Máximo de la Revolución panameña al General de Brigada Omar Torrijos Herrera, Comandante Jefe de la Guardia Nacional. En consecuencia, y para asegurar el cumplimiento de los objetivos del proceso revolucionario, se le otorga, por el término de seis años [a partir de 1972], el ejercicio de las siguientes atribuciones: Coordinar toda la labor de la Administración Pública; nombrar y separar libremente a los Ministros de Estado y a los Miembros de la Comisión de Legislación; nombrar al Contralor General y al Subcontralor General de la República, a los Directores Generales de las entidades autónomas y semiautónomas y al Magistrado del Tribunal Electoral, que le corresponde nombrar al Ejecutivo, según lo dispone esta Constitución y la Ley; nombrar a los Jefes Oficiales de la Fuerza Pública de conformidad con esta Constitución, la Ley y el Escalafón Militar; nombrar con la aprobación del Consejo de Gabinete a los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, al Procurador General de la Nación, al Procurador de la Administración y a sus respectivos suplentes; acordar la celebración de contratos, negociación de empréstitos y dirigir las relaciones exteriores. El General Omar Torrijos Herrera tendrá, además, facultades para asistir con voz y voto a las reuniones del Consejo de Gabinete y del Consejo Nacional de Legislación, y participar con derecho a voz en los debates de la Asamblea Nacional de Representantes de Corregimientos y de los Consejos Provinciales de Coordinación y de las Juntas Comunales.

Sin embargo, ni Greene ni Gabriel García Márquez ni Chuchú Martínez ni varias decenas más de la misma talla lo veían como un dictador (hubo quienes sí, faltaba más), y más bien parecía lógico y hasta deseable que fuera el hombre fuerte de Panamá, y que se eligiera a los presidentes que él dispusiera, y que éstos incluso fueran buenos presidentes.
No era un... uh... patriarca al estilo de Fidel Castro, ni el líder paradójico que --con Evita mediante-- fue Juan Domingo Perón; a veces, según cuentan, se movía con arbitrariedad, pero conocía sus límites y casi siempre había de por medio beneficios que llegaban a la población marginada, algún entuerto que deshacer, alguna causa noble. Y me cuesta escribir lo anterior porque los militares en el poder me producen un rechazo visceral, que después se puede convertir en motivos racionales, pero no tanto y no siempre.
Pienso en Torrijos y lo pongo junto a Hugo Chávez, y nada que ver. El primero era un estratega; el segundo es parte de una estrategia de la que evidentemente es la cabeza, pero sus alcances personales son limitados y demasiado ligados a su ego. En Torrijos, con todo, veo a un estadista; en Chávez, a alguien que no distingue sus palabras de lo que pasa a su alrededor, y sobre todo dentro de sí mismo. Quizá me equivoque, pero eso veo y la comparación es inevitable. Y hago constar que Torrijos nunca me cayó especialmente bien; nada más pienso en voz alta después de leer un libro que siempre me intrigó. Claro: la visión que Greene tiene de Torrijos es directa sólo hasta cierto punto, y está filtrada por su amistad con Chuchú, quien es el verdadero protagonista del libro.
Algunas citas:
--Cuando uno ve que el pasto ha crecido demasiado en un cementerio de pueblo [dice Torrijos], sabe que es un mal pueblo. Si no cuidan a sus muertos, no cuidarán a sus vivos.


Una de las cualidades entrañables de Omar era su deseo de escuchar lo que otros pensaban de los personajes con los que trataba. No se ofendió con mis sospechas sobre el jefe de estado mayor: simplemente las tomó en cuenta. En verdad tenía un respeto exagerado por el instinto para la psicología humana que tal vez es inherente a un escritor de ficción, y se sentía más seguro cuando García Márquez o yo simpatizábamos con el mismo hombre o la misma mujer que él. "¿Qué piensan de esto y de aquello?", las preguntas llegaban con facilidad a sus labios. Era fiel a sus amigos, a [Josip Broz] Tito, a quien veía como una figura paternal, a Fidel Castro, que combatió en el tipo de guerra en el que él anhelaba combatir, y su punto de vista no se alteraba con algo que pudiéramos decir nosotros, pero le daba gusto que nuestra opinión coincidiera con la suya, y así se alegró que yo simpatizara con George Price [primer ministro de Belice]. Quizá fue esta la única razón por la que nos mandó a Belice: para que un amigo pudiera conocer a otro.


--Cómo odio a los perros --dijo [Chuchú].
--¿Entonces por qué tienes uno?
--Es la única forma de conservar mi odio.

En el libro hay pasajes extensos acerca de Salvador Cayetano Carpio, de las impresiones contradictorias que Greene tuvo de él y de su suicidio. Las pondré otro día; ahora tengo sueño.

2 comentarios:

MARTINEZ TELLEZ dijo...

¿Y mi general Cárdenas?

Anónimo dijo...

Hola, leo tu blog cada dia y me impresiona lo elocuente y sincero para escribir.

Hoy que has tratado el tema de Generales, quisiera (que no es tu rollo) le dieras una estudiadita al Coronel David Munguia Payés, dicen que por allí se encuentra un individuo que no fué apoyado por izquierdas ni derechas debido a coyunturas, etc.

Siempre hay militares que de una u otra forma ven las cosas desde la óptica de el bienestar para las mayorias y no para grupos determinados en la sociedad.