30 de abril de 2008

Primero, silencio y luego, el balazo

El 12 de abril pasado fui a la conmemoración por los 25 años de la muerte de Marcial, que me produjo cosas contradictorias. Primero, alegría de ver a gente a la que quiero bastante, como Tulita Alvarenga, Rosario Luna y Salvador Juárez --con quien llevamos una fuerte amistad desde 1985, cuando debió asilarse en México con su familia--; también me gustó volver a hablar con Antonio Morales Carbonell y conversar con gente que trabajó con mi padre en la UES, desde su decanato, en la Facultad de Economía, hasta su rectoría, que terminó bruscamente el 19 de julio de 1972, con la ocupación militar de la UES. Hubo, también, gente que me parece oportunista, la menos, y que no me cae bien. Incluso eso fue soportable; de todo hay en cualquier viña.
El otro sentimiento fue de tristeza, por varios motivos. El acto comenzó con el canto a la bandera de las FPL o algo así. No lo conocía, y sigo sin querer conocerlo. Me pareció retroceder un par de decenas de años, y no a la parte más racional del conflicto, que la tuvo. Algunos discursos y consignas también me parecieron un tanto fuera de contexto; allí también va en gustos, y yo sólo fui un invitado.
Lo que más tristeza me produjo fue el desconcierto de la mayor parte de los asistentes. Muchos de ellos eran gente curtida por luchas importantes, y su pellejo siempre fue la apuesta en el juego. Allí, en el cementerio, parecían --perdonarán la imagen-- pollitos sin dueño, tan desorientados como si la muerte de Marcial huiera ocurrido apenas ayer, o hace una semana, o hace un año, no veinticinco.
Muchos hablaban de que "había que hacer algo" para empezar a crear las condiciones para reivindicar la figura de Marcial, y proponían de todo. Entre los presentes, sólo Tono Morales Carbonell y yo hemos publicado sobre el tema, y me parece que el aporte de él es invalluable. (Debería republicarse Nuestras montañas son las masas, que apareció en Bélgica; aquí sólo llegaron algunos ejemplares.) Y, bueno, hablar de eso me parece el modo más adecuado de comenzar, pero me dio la impresión de que existe miedo de hacerlo. No por temor a las consecuencias prácticas --represión política, etcétera--, sino a algo más intangible, pero que no es menos poderoso en sus concepciones: que se confunda la reivindicación de Marcial como un apoyo "al enemigo", en especial en estas épocas de campaña. Una campaña ilegal de todo a todo, cabe repetirlo.
Igual fue emocionante. Según me contaba Tulita, en otros años apenas llegaban al acto de conmemoración entre ocho y doce personas. Esta vez hubo constantemente, durante las casi cuatro horas que duró el acto, más de sesenta personas, y me dicen que había gente encargada de contar que asegura que, entre los que se quedaban y los que se iban pronto, hubo un total de 200.
Creo que el hecho de que Tulita Alvarenga haya decidido dar abiertamente la cara, hablar, estar allí, moverse, ha dado valor a mucha gente, a los derrotados directos de abril de 1983. (¿Quién no fue derrotado en abril de 1983, excepto los pocos que se quedaron con el aparato de las FPL, con tan pocas credenciales que mostrar?) Tulita, a los 84 años, sigue siendo un símbolo poderoso de un tipo de lucha que la izquierada ha olvidado: la lucha abierta por derechos básicos, por la dignidad, por los sueños. Siempre le digo a Tulita que la obra maestra suya y de Marcial es la huelga general de abril de 1967, cuando en tres días casi paralizaron el país en solidaridad --nada más eso-- con trabajadores del acero que habían sido despedidos por sus actividades sindicales. La huelga, escalonada y ejecutada con una precisión milimétrica, fue levantada al tercer día, porque el gobierno y los empresarios tuvieron que ceder; el paro total del país debía ocurrir al cuarto o quinto día, y no había manera de detenerlo. (Después se violaron los acuerdos a los que se llegó, y fue el momento de la mítica huelga de hambre de Cayetano Carpio en el campus de la UES.)
Allí, en el cementerio, pensé que, si uno busca el momento ideal para hablar de los casos de Marcial y Ana María, se va a quedar esperando para siempre. Ahora es la precampaña electoral --llamémosla así por aquello de presumir inocencia mientras no haya una resolución judicial--, luego la campaña en sí, luego las elecciones, luego la victoria o derrota; en el primer caso, vendrá un gobierno frágil; en el segundo, parecerá que se hace leña del árbol caído. Y después otras coyunturas, otra necesidad de esperar el mejor momento, y así sucesivamente.
Unos días antes había decidido que publicaría el libro, que escribí en 2002, después de las elecciones, ganara quien ganara, y que ése sería mi momento. Al editor no le gustó mucho la idea; era uno de sus libros fuertes para este año. Le dije que cambiaba de opinión, y hace unos minutos me avisaron que se publica para presentarse en junio, como parte de una serie de libros --sólo ése es mío-- de la que ya se enterarán, creo que con gusto. "Ya es el momento" me parece una frase hueca; siempre ha sido el momento. Ver a toda esa gente con ese trauma, con esa necesidad de hablar pero permaneciendo en silencio, fue lo que me dio la pauta. Veremos qué pasa. Supongo que, como con Tiempos de locura, la mayor parte de los compradores serán jóvenes que siempre preguntaron sobre el tema y nadie les quiso responder. Eso me gusta. Los viejos hemos tratado de enterrar a nuestros muertos, y olvidarlos; para los jóvenes es necesario revivirlos y hablar con ellos.
Lo que me ha resultado sintomático es la catidad de jóvenes que han buscado a Tulita. Allí está siempre la esperanza. Lo más importante es que tratan de ver más allá de la visión de corto plazo del FMLN, y que no se mueven por simple consigna. Sea la cantidad que sea, espero que crezca exponencialmente a través de la discusión abierta de temas que han sido tabú para la izquierda actual. Demasiados fantasmas en el ropero, o debajo de la cama, o donde sea que se escondan esos fantasmas. De una discusión, el pensamiento de izquierda saldrá fortalecido, aunque no garantizo nada para el FMLN, que no sé en qué se ha convertido.
Hoy El mundo publica la tercera de tres partes del pequeño reportaje acerca del suicidio de Salvador Cayetano Carpio, Marcial. En la edición electrónica no viene un trozo de una entrevista que le hice a Tula Alvarenga hace seis años. Lo pongo aquí, en la transcripción de la nota. La versión electrónica de El mundo puede encontrarse en este link.
Curioso: por primera vez no me han llovido insultos inmediatos por algo de ese tipo que haya escrito. Quizá están esperando la tercera parte. Allí les va.


TRAS EL FRACASO DE LA "OFENSIVA FINAL" contra la Junta Revolucionaria de Gobierno (JRG), en enero de 1981, todas las fuerzas del FMLN se plantearon la necesidad de una negociación. Pero no todas la entendían de la misma manera, ni buscaban los mismos objetivos.
Había dos posiciones bien marcadas. La del sector de las FPL controlado por Salvador Cayetano Carpio, comandante “Marcial”, hablaba de sostener e incluso intensificar la guerra mientras se negociaba, como había ocurrido unos años antes en el conflicto de Estados Unidos contra Vietnam. Las pláticas, al final, sirvieron para negociar la retirada estadounidense de Vietnam del Norte, en 1973, y del Sur, en 1975. El fin era la creación de un régimen socialista, encabezado por obreros y campesinos, y apoyado por capas medias, como estudiantes, pequeños empresarios, intelectuales y sectores “progresistas”.
La otra posición, sostenida por el Partido Comunista Salvadoreño, dirigido por Schafik Handal, y seguida por las demás organizaciones, incluido el sector de “Ana María”, era más moderada. Buscaba una negociación inmediata, que podía incluir una tregua, y la formación de un gobierno de amplia participación.
Aunque todo el FMLN apoyaba esta posición, incluida una parte de las propias FPL, “Marcial” controlaba más de la mitad de todos los efectivos guerrilleros, incluidas las Unidades de Vanguardia, un pequeño ejército regular –que después de su muerte sería desarticulado– formado por los mejores combatientes, sin contar las milicias.
Desde mediados de 1982, “Marcial” había encargado a sus asesores varios estudios políticos y militares para determinar si era posible lanzar y ganar una nueva ofensiva, y si ésta podía ser sostenida solamente por las FPL. Para finales de 1982 le aseguraron que era posible bajo determinadas circunstancias. Ordenó entonces un plan, que estaría listo para los últimos días de marzo o los primeros de abril, y ya desde 1980 contaba con una plataforma de gobierno, la misma que debía instrumentarse de triunfar la ofensiva de 1981.
Según los resultados de los estudios, la ofensiva podía lanzarse entre agosto y octubre de 1983. Los preparativos incluían una serie de movimientos diplomáticos, y es probable que entre ellos estuviera la gira que realizaba en el momento del asesinato de “Ana María”.

COSAS DE SALVADOREÑOS
Pero, en diciembre de 1982, Fidel Castro convocó a una serie de reuniones en La Habana a los dirigentes del FMLN: Eduardo Sancho por la Resistencia Nacional, Joaquín Villalobos por el Ejército Revolucionario del Pueblo, Schafik Handal por el Partido Comunista y Francisco Jovel por el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos. Las FPL contaban con una doble representación: Salvador Cayetano Carpio y, por el sector de “Ana María”, Salvador Sánchez Cerén.
Además de Castro, en las reuniones estuvieron presentes por el lado cubano, entre otros, Manuel Piñeiro, encargado de América Latina; el encargado para El Salvador, de pseudónimo “Ibrahim”, y el embajador en Nicaragua, que respondía al nombre de “Martín”. Se presionaría a “Marcial” para que se sumara a la posición del resto del FMLN y se buscara una negociación desde posiciones menos “duras”. Según algunas versiones, se le obligó a firmar un documento en el cual aceptaba un compromiso.
Sin embargo, lo que se planteó a “Marcial” fue más crudo aún: la revolución salvadoreña no podía triunfar militarmente, y más bien el mensaje era que no debía hacerlo, bajo el riesgo de una invasión estadounidense a El Salvador, pero también a Nicaragua y quizá a Cuba. El mensaje de Fidel Castro era que había que salvar lo que se pudiera de la revolución salvadoreña, nada más, y que sobrevivieran la cubana y la nicaragüense. Según testigos, “Marcial” agradeció el consejo, dijo que los asuntos salvadoreños los resolvían los salvadoreños y se retiró.
Las presiones venían de más lejos que La Habana. Pese a lo que se decía, la Unión Soviética siempre estuvo en desacuerdo con la lucha armada en El Salvador, la posición que sostenía el Partido Comunista.
Excepto las FPL, las organizaciones del FMLN dependían de Cuba y países cercanos a la URSS para sobrevivir. “Marcial”, a pesar de que se le acusaba de ser un comunista intolerante, obtenía ayuda de lugares ajenos a la órbita soviética: Al Fatah, de la Organización para la Liberación de Palestina, de línea socialdemócrata; Yugoslavia, la “oveja negra” del mundo socialista; Libia, abiertamente antisoviética, y diversos países europeos y latinoamericanos más cercanos a la socialdemocracia. “Marcial” podía darse el lujo de desairar al gobierno cubano, y eso hizo.
Quedaba la posibilidad de desplazarlo de la jefatura de las FPL, y en efecto sus tesis fueron derrotadas en los órganos de dirección, cooptados por el sector de “Ana María”, a principios de 1983. En abril debía reunirse el Consejo Revolucionario de las FPL, y allí “Marcial” sería destituido. A través de una serie de maniobras, logró que se aplazara hasta agosto siguiente, la fecha aproximada para la cual se consideraba el lanzamiento de la nueva ofensiva, con o sin el resto del FMLN. (Si era factible o no es un tema que escapa al alcance de este breve recuento.)

UN FINAL SIN EPÍLOGO
En abril de 1984, un año después del suicidio de “Marcial”, el juez que condenó al comandante “Marcelo” declaró a petición del abogado defensor que, “...de conformidad con el art. 186 del Código de Instrucción Criminal, en razón de su fallecimiento debe sobreseerse definitivamente en la presente causa a Salvador Cayetano Carpio (Marcial), mencionado por la Procuraduría Penal como autor intelectual del delito investigado. Siendo opinión de esta autoridad que se adhiere a lo expresado por el defensor Gutiérrez Mayorga en su escrito de defensa, que no fueron aportadas pruebas en el proceso que respalden tal imputación.”
En otras palabras, Salvador Cayetano Carpio fue declarado inocente (o más correctamente “no culpable”) del asesinato de Mélida Anaya Montes. A pesar de todas las investigaciones de los sandinistas y las FPL, la autoría intelectual sólo pudo ser atribuida a Rogelio Bazzaglia. Es un dato que el FMLN nunca dio a conocer, y hasta la fecha.
Como resultado de la muerte de “Marcial”, mientras tanto, la mayor parte de sus colaboradores y seguidores, los que no se sumaron a la “nueva línea”, dirigida por Salvador Sánchez Cerén, fueron expulsados, y existe el rumor de que muchos fueron “purgados” a través de las acciones de “Mayo Sibrián”, el comandante psicópata de la zona parecentral, responsable del asesinato de al menos un millar de militantes y colaboradores. Otros, como su esposa, fueron enviados a Cuba en un virtual arresto; otros simplemente se retiraron, y sólo unos cuantos trataron de formar nuevas organizaciones, que se esfumaron en poco tiempo.
Había el rumor insistente, en los días del asesinato de “Ana María”, de que los sandinistas le habían colocado un dispositivo de vigilancia especial, que incluía a militares y perros bien entrenados. Tres semanas antes del crimen, se dice, el dispositivo fue retirado sin mayores explicaciones. Pero esto no hay nadie vivo que pueda o que quiera confirmarlo. Sería como decir que alguien dejó a la comandante a la absoluta merced de sus asesinos.

MUERTE POR SUEÑO
La pregunta está en pie: si era inocente, ¿por qué se suicidó “Marcial”? En una entrevista realizada por este autor en 2002, su esposa, Tula Alvarenga, da una respuesta posible, que a muchos sonará simple, pero que es simplemente humana. A continuación se transcribe un fragmento:
“Le ofrecí de cenar a Salvador, unos huevitos con frijoles o algo. Me dijo que no quería comer, que no tenía hambre, que mejor le preparara un té negro. Así que fui a la cocina y le preparé un té con limón, y otro para mí.
“Me di cuenta de que el té como que no le pasaba, como que no se lo podía tomar. Se lo tomaba a gotas, como por cucharadas, y seguía escribiendo.
“En una de ésas me dice:
“–Mirá, debías ir a ver si la Clarita [su nieta] se puso la pijama para dormir.
“Llegando al dormitorio oí los gritos de las compañeras. ‘Marcial se mató, Marcial se mató’, gritaban. No oí el ruido del disparo. No sé por qué, pero no lo oí. Debió sonar fuerte, pero no lo oí, sólo los gritos de las compañeras: ‘Marcial se mató, Marcial se mató.’ Y ya me olvidé de Clarita y no fui a ver si se había puesto la pijama.
“Estaba sentado en la silla y parecía que estaba vivo, pero tenía un balazo en el corazón. La sangre le había manchado los zapatos, le había manchado el pantalón, toda la ropa le estaba manchando. Salía la sangre a borbollones. En el corazón se dio el disparo. Tenía un hoyo y de allí le salía toda la sangre.
“Pero tenía una expresión serena, como si estuviera dormido. Bien serena. Hacía mucho que no le veía una expresión tan serena.
“No me acuerdo mucho de lo que pasó después, porque me puse muy mal. Mi primera reacción fue gritar ‘Lo mataron, lo mataron. ¿Por qué lo mataron? ¿Por qué?’
“Porque a Salvador nunca le conocí actitudes así, ideas suicidas. El no era así. Yo creí que lo habían matado.
“Desde lo que le hicieron a Ana María no había dormido. Desde ese momento no durmió, desde que salió de Libia. Llegó a Managua y tuvo reunión tras reunión tras reunión, con todo el mundo se reunía, y no era para menos con lo que había pasado: reuniones con los sandinistas, con los compañeros, con la comandancia, y trabajaba y trabajaba y trabajaba. Cuando se mató estaba trabajando, se había pasado toda la tarde escribiendo después de varias reuniones, y sin dormir ni un minuto en cinco días.
“Yo creo que una persona que no duerme en tanto tiempo no piensa igual que una que ha dormido aunque sea un rato. No ve las cosas del mismo modo. Estaba muy cansado. A lo mejor si hubiera dormido un poquito en todo ese tiempo hubiera visto que las cosas podían arreglarse de otro modo. A lo mejor no se hubiera matado. No sé. Eso no se puede saber.
“Lo que yo sé es que, si ‘Marcial’ hubiera dado la orden, no hubiera permitido que ‘Marcelo’ y otra gente pagaran por lo que no debían. Salvador siempre se responsabilizaba de sus actos.”

29 de abril de 2008

"Marcial" en un callejón sin salida

Así tituló El mundo de hoy la segunda de tres entregas de una nota que escribí acerca del suicidio de Salvador Cayetano Carpio. Sí, generalmente los títulos se dejan a los editores, salvo excepciones; en este caso preferí que así fuera. No se me ocurrió un título "pegador".
Hoy sí pusieron la nota en internet. Puede encontrarse en este link.
Anoche me habló un amigo que fue de las FPL, de la línea marcialista, y comentamos largamente acerca del asunto. Entre otras cosas, me decía que el peligro, siempre, es que las cosas se puedan politizar, esto es: que sirvan para beneficio personal de alguien, o partidario de alguien más (o del mismo, qué rayos). Y, sí, ése siempre es un riesgo cuando uno se pone a escribir de cosas que se encuentran tan en el borde como el asunto de Marcial y Ana María. Izquierda contra izquierda. Las marrullerías de gente que uno supone compañeros, pero que no dejan de ser humanos, con todas las implicaciones del caso.
Incluso entre los propios marcialistas (por allí hay un montón) existe el temor de que hablar del caso sea "dar armas al enemigo". Lo mismo con lo de Mayo Sibrián y qué sé yo cuántas cosas más.
Le explicaba a mi amigo, que sabe mucho más que yo del caso (él estuvo en Managua el día del suicidio de Marcial, e incluso llegó a su casa cuando aún no se llevaban el cadáver; le dije que es algo que tiene que contar), que he tenido ese temor, pero no muy marcado. Para mí el asunto de Marcial no es político ni ideológico, sino personal. Tula Alvarenga, su esposa, es mi tía, y Marcial era amigo de la familia. Había en casa una caja de té negro, que ninguno de nosotros tomaba --preferíamos el café; sí, era la época en que yo aún tomaba café--, para cuando quisiera llegar, y le gustaba sentarse en una haragana en la que dejó los surcos de sus uñas, en la parte donde se descansan las manos. Marcial era un tipo que parecía siempre tranquilo y relajado, pero su modo de soltar la tensión era rascar. Estuviera donde estuviera, rascaba algo.
Es personal, también, porque la imagen de megalómano casi psicópata, con un ego del tamaño de alguna pirámide de regular tamaño, e igual de inamovible, de tipo autoritario al extremo, no tiene nada que ver con la realidad. Era un tipo suave, incluso tierno en el trato, como lo es Tulita, su esposa. Nunca los vi juntos, pero en algún momento hubieran parecido una pareja de viejitos que ya pasaron por todo, incluso un tanto aburridos, pero cariñosos entre sí y con todo lo que se les pusiera alrededor. Eso no significa que Marcial no haya tomado decisiones fuertes, e incluso terribles e injustificadas (en Tiempos de locura hablo de varias de ellas), sino que hay veinticinco años de mostrar algo que simplemente no es cierto.
En lo del culto a la personalidad, hay algo que me consta. La gente más cercana a él lo trataba con mucho respeto, pero con franqueza y naturalidad, y el viejo otro tanto. Fue a muchos de los que después se lanzaron con lo del culto a los que vi incluso hacer genuflexiones ante él, adularlo y tratar de convencernos de que el Ho Chi Minh salvadoreño y todas esas sandeces. Marcial los veía con una sonrisa neutra, y más bien de hastío, y con razón. Todas las proporciones guardadas, más de una vez a más de uno se le ha ocurrido tratar de adularme, por los motivos que sea. Es incómodo. No hay modo de decir: "Ey, ponte serio, respétate y, de paso, vete al carajo, porque no confío en alguien que cree que soy un estúpido sin conocimiento de causa." Uno puede ser estúpido, pero el conocimiento de causa ayuda a ubicarse.
Es personal, también, porque estoy seguro de que "eso" fue lo que mató a mi padre, muy lentamente. Hasta 1983, mi padre era un tipo que reía mucho y con muchas ganas. De repente soltaba unas carcajadas bien roncas --tenía un registro de bajo profundo, con todo y que era pequeño-- que daban gusto. Entre los primeros recuerdos de mi vida están esas carcajadas. Se acabaron el 12 de abril de 1983. Si alguna vez llegué a oírlo reírse, era como se ríe alguien que anda en muletas y le duele. También agarró una depresión crónica que lo tiraba días enteros, y lo ponía en unos estados de los que no hablaré aquí, porque no viene al caso y porque no quiero.
A través de él supe algunas cosas de las que hablo en el reportaje, muy pocas, y sólo de manera eventual. Hubo otras que jamás me contó, y fue imposible sacárselas. Cuando por fin lo convencí de que escribiéramos un libro sobre el tema, enfermó de cáncer y las prioridades cambiaron. Fue cuando llegué a El Salvador, para recuperar una casa familiar que seguro haría falta vender para pagar lo que le tocó pagar por la enfermedad. Sólo dejó algunos apuntes que, en serio, no sirven para mucho. Me pasó lo mismo que con Tiempos de locura: él hubiera podido ayudarme, o escribirlo, pero puess no, porque ya se había muerto cuando surgió la idea,y en serio que no dejó archivos, como a alguien se le ocurrió inventar. Así que a investigar, con las pocas pistas que tenía a mano.
Es personal porque yo no tenía que haberme enterado de muchas cosas, y sin embargo no sólo me enteré, sino que me tocó estar en medio y recibir más de un raspón. Y cargar con eso a la espalda es bastante incómodo. Más de la mitad de mi vida cargando pesos ajenos. Ya estuvo suave. Y en especial cuando uno ve cómo se deforma lo que pasó hasta grados en que resulta irreconocible; cómo hay gente que se viste con ropa que le queda inmensa (o pasa lo del rey que va desnudo y nadie se atreve a decírselo), y uno allí diciéndose a solas: "Que no joda. Sabe que está mintiendo, y lo peor es que hay un montón de gente que se lo traga."
Es personal, pues. No me paga la OIE ni Gobernación. Ni siquiera El mundo; hay cosas por las que uno no cobra ni quiere cobrar. Esas notas son parte de ello, y así quedó acordado con Lafitte Fernández, que fue quien me las pidió. "No le voy a cambiar una sola coma", me dijo, y fue innecesario que lo dijera; en dos años de trabajo con él en Vértice, tuve toda la libertad que quise para escribir lo que quise con el enfoque que se me dio la gana. A veces me daban el tema, o yo lo consultaba, pero el modo de hacerlo y lo que decía nunca estuvo en cuestión.
Y, al leer ya publicada la nota, me gusta el estilo de crónica policial. Sólo hay una pequeña parte de la información del libro y, como dije ayer, el carácter de éste es radicalmente diferente. Digamos que en 5,000 palabras en total no se puede decir todo, y que quedó como la versión cinematográfica de una novela muy gruesa. (No, el libro tampoco es muy grande. Quizá unas 130 cuartillas.)
Todo lo anterior lo escribo en realidad para mí mismo, como una especie de recuento de cosas. Si alguien me cree, bien. Si no, pues no. Una amiga creyó que era un asunto de ficción, algo así como las notas para una novela. No. No hay ficción. Alguna vez intenté hacer una novela, y no pude. Es demasiado personal. Así que se trata de un relato de algunos aspectos de un caso terrible, del que todos deberíamos saber, porque es parte de nuestra historia, de lo que es el país ahora y que nos afecta, sea o no nuestra intención. Si ven que no se mencionan fuentes es por falta de espacio. Las hay. Muchas. Cuando aparezca el libro se enterarán. Bueno, los que quieran comprarlo.
Durante todo este rato he estado pensando si transcribir aquí la nota o dejar que la lean en El mundo. Lo que les recomiendo es que la lean allá, con los encabezados del editor y todo, pero la dejo también aquí para registro. La nota va acompañada por la carta de suicidio de Marcial, que publiqué hace un par de años en este blog. Se puede encontrar en este link.
Va, pues, la nota de hoy:

A PRIMERAS HORAS DE LA TARDE, el 12 de abril de 1983, Salvador Cayetano Carpio, comandante “Marcial”, salió hacia su casa en la urbanización Las Colinas, luego de una reunión con el jefe del Ejército Sandinista, Humberto Ortega, y el ministro del Interior de Nicaragua, Tomás Borge. Había llegado como primer responsable de las Fuerzas Populares de Liberación “Farabundo Martí” (FPL), y salió bajo arresto, rodeado por agentes de la Seguridad del Estado y efectivos del Ejército Popular Sandinista.
La noticia del arresto la conocieron algunos de sus allegados. Le propusieron activar un plan de contingencia que estaba preparado desde hacía algún tiempo: una operación armada para sacarlo de su casa junto con su esposa, Tula Alvarenga, para luego trasladarlo clandestinamente a Chalatenango, donde podría seguir como dirigente indiscutido de su organización, la mayor y más poderosa del FMLN.
El plan se había fraguado en enero anterior, luego de que las tesis de Carpio acerca de la guerra fueran derrotadas en la Comisión Política de las FPL por la fracción que encabezaba Mélida Anaya Montes, la comandante “Ana María”, asesinada seis días atrás. Era casi seguro el desplazamiento de “Marcial” de la jefatura de su organización, pero aún faltaban algunos meses para que se produjera, y había en marcha un plan que cambiaría radicalmente el curso de la revolución salvadoreña.
Aunque la liberación y fuga de “Marcial” parecía factible, éste se negó. Nadie supo el motivo, pero hay un dato importante: para ese momento, Carpio llevaba cinco días sin dormir. Había pasado en incontables reuniones, y la última no había sido la más fácil.

UN EXILIO ROJO
Humberto Ortega y Tomás Borge le mostraron, durante la reunión, las pruebas de que gente manejada por Rogelio Bazzaglia, comandante “Marcelo”, responsable de inteligencia de las FPL, había perpetrado el asesinato de Ana María. En el primer comunicado acerca del suicidio de “Marcial” se aseguró que éste se había matado abrumado por la noticia de que alguien tan cercano había sido el culpable.
Según otras fuentes, el asunto no fue tan sencillo. Durante la reunión, los comandantes sandinistas le dijeron a Carpio que la investigación seguía abierta, y que esperaban su cooperación. Como primera medida, le exigieron que entregara los archivos de las FPL. “Marcial” se negó: significaba entregar a toda una organización clandestina y en lucha a gente extraña.
Las presiones de los sandinistas no se hicieron esperar. En un principio le dijeron que, si no cooperaba, podían acusarlo de proteger a los asesinos, y que eso tendría consecuencias para su imagen y para la revolución salvadoreña. “Marcial” siguió negándose, y entonces los sandinistas le advirtieron que, si no entregaba los archivos, lo acusarían de ser el autor intelectual del crimen, y el daño para él y para su lucha sería irreparable. Al ver que la negativa continuaba, apostaron a la carta mayor.
Debía entregar los archivos y, mientras se realizaba la investigación, retirarse de su cargo. No se daría a conocer al público, incluso si se encontraba evidencia en su contra, y seguiría apareciendo como el jefe máximo de su organización. Su firma iría en los comunicados de las FPL y del FMLN. Durante ese tiempo, él y su esposa vivirían en un “país amigo”, alejado del centro de las cosas políticas salvadoreñas –es decir Managua–, y se mencionó a Cuba y Alemania Democrática como destinos probables.
Parte de los datos anteriores los confirma Salvador Sánchez Cerén en el libro “Con la mirada en alto”, de la chilena Martha Harnecker, y precisamente él era uno de los interesados en que “Marcial” entregara los archivos: era uno de los más cercanos a “Ana María”, y terminaría sustituyendo a Carpio.
Según Sánchez Cerén, en cierto momento “Marcial” se negó a seguir hablando. Fue entonces que lo colocaron bajo arresto, que debía cumplir junto con su esposa, quien también tenía una larga carrera como dirigente política desde hacía cuatro décadas.
Luego de llegar a su casa y de hablar con algunos militantes de las FPL, Marcial se dedicó el resto del día a escribir dos o tres cartas (aún no se sabe con exactitud). Por lo menos una de ellas era su carta de suicidio, que se reproduce junto con esta nota.

UN ASUNTO POLÍTICO
Hasta ahora, las FPL y el FMLN han tratado de presentar el “caso Marcial–Ana María” como un asunto de carácter policial, hasta el grado de presentar a Carpio como un megalómano que asesinó a una rival que quería desplazarlo, y no mucho más que eso. Y el desplazamiento era casi seguro, al menos de los órganos de dirección de las FPL, y el plan de sacarlo a Chalatenango estaba listo para cuando ocurriera: en Managua, Carpio estaba a expensas de los sandinistas; en Chalatenango se movería en su territorio y bajo sus reglas.
Había además otras fuerzas y gobiernos que también querían el desplazamiento de “Marcial”, y que apoyaban a “Ana María” y su gente para sacarlo del mapa. Las pugnas más fuertes se habían producido tras la derrota de la “ofensiva final” de enero de 1981, promovida por las otras fuerzas del FMLN, y sólo en parte por las FPL. (Hay información al respecto en el libro “Tiempos de locura. El Salvador 1979–1981”, del autor de estas líneas, publicado por FLACSO en 2006, y de próxima reaparición.)
Tras las enseñanzas de la derrota, “Marcial” preparaba desde hacía menos de un año el lanzamiento de una nueva ofensiva militar, que debía ocurrir en algún momento entre agosto y octubre de 1983. Era esto lo que le urgía detener al sector de “Ana María” y a las demás organizaciones del FMLN, en aras de una negociación.
El último intento por frenar a Carpio “por las buenas” había sido una serie de reuniones convocadas por Fidel Castro en La Habana, en diciembre de 1982. Es probable que allí se sellara el destino de “Marcial”, y quizá también el de “Ana María”.

28 de abril de 2008

Historia de un crimen polémico

Así tituló El mundo la nota en tres partes, de dos páginas cada una, que escribí para que aparecieran publicadas hoy, mañana y pasado mañana. La nota viene en la edición impresa bajo el rubro "Grandes series", pero no la encontré en la edición electrónica, así que la transcribo por acá. Tiene algunas ilustraciones del periódico Barricada de abril de 1983, que ya he publicado en este blog. Y, sí, trata acerca del suicidio de Salvador Cayetano Carpio y del aesinato de Mélida Anaya Montes.
Es un resumen bastante corto de un libro sobre el tema que escribí en 2002, con actualizaciones en años posteriores, y que se encuentra aún inédito. Quizá se publique este año; hay ofertas desde que lo terminé, pero siempre he esperado el momento adecuado, y nunca llega. El carácter del libro es bien diferente al de la nota; lo que resumo es alguna de la información, nada más. Aquí traté de darle carácter casi de crónica policial, para evitar ideologizaciones, subjetividades y todo eso. Una parte de la información proviene de fuentes que prefieren el anonimato, pero hay mucha que es de carácter público; todo es cosa de buscarle.
Va, pues, la nota:


El 12 de abril de 1983, a eso de las 9:45 de la noche, una fuerte detonación resonó en la urbanización Las Colinas de Managua, lugar de residencia, entre otros, de altos militares nicaragüenses y comandantes guerrilleros salvadoreños. Un grupo de soldados sandinistas bien armados entró de golpe en una de las tantas casas del lugar y en la cocina, dentro de una alacena, encontró el cadáver de un hombre pequeño, de sesenta y cinco años de edad, de cuyo pecho aún salían golpes regulares de sangre.
–¡Lo mataron! ¡Lo mataron! ¿Por qué lo mataron? –gritó una mujer que apareció desde una de las habitaciones, y nadie supo qué contestar, porque ninguno de los presentes sabía lo que había ocurrido.
De alguna manera lograron contener a la mujer, y pronto la casa se llenó de gente y más gente, en especial de militares nicaragüenses, agentes de la Seguridad del Estado y jefes políticos y militares de la guerrilla salvadoreña. No hizo falta mucho tiempo para saber lo que había ocurrido: Salvador Cayetano Carpio, comandante “Marcial”, primer responsable de las Fuerzas Populares de Liberación “Farabundo Martí” (FPL) –la más poderosa de las organizaciones guerrilleras del FMLN– se había suicidado de un disparo en el corazón. Era su cuerpo el que sangraba dentro de la alacena, ocupada por una silla y una mesa, donde acostumbraba trabajar.
Unos minutos antes le había pedido a su esposa, Tula Alvarenga, que fuera a revisar si su nieta se había puesto el pijama. Cuando ella lo hizo, fue a la alacena y se disparó. Para su suicidio utilizó una pistola extraña, un revólver sin tambor, de cuatro bocas, calibre .357, que le fue regalado por el “hombre fuerte” de Panamá, Manuel Antonio Noriega, a instancias de José de Jesús Martínez, filósofo, matemático y jefe de escoltas del desaparecido Omar Torrijos, a quien Noriega había sustituido en el poder menos de dos años atrás.
Pasaría una semana antes de que se diera a conocer al público el suicidio de “Marcial”, y varios meses antes de que se supiera que, en el momento de su muerte, el líder histórico de la revolución salvadoreña, con cuarenta años de luchas a la espalda, se encontraba ese día bajo arresto domiciliario, en medio de una investigación de asesinato en la cual, a la larga, se le acusaría como autor intelectual.
Un año después de su muerte, Carpio fue explícitamente exonerado de los cargos por un juez, pero esa información jamás se dio a conocer; era demasiado lo que había de por medio para la izquierda salvadoreña y, hasta la fecha, la imagen del dirigente sindical, que sufrió persecuciones, cárceles y torturas, que logró articular uno de los movimientos de masas más importantes que ha habido en América Latina (el Bloque Popular Revolucionario) y una de las guerrillas más poderosas, fue trastocada por la de un asesino megalómano y cruel, y su nombre se convirtió en sinónimo de todo lo malo que pudiera imaginar cualquier militante de la izquierda radical.

UN TERRIBLE ASESINATO
El camino hacia el suicidio había comenzado seis días antes, la madrugada del 6 de abril de 1983. Un grupo de hombres armados había entrado en la casa de Mélida Anaya Montes, “Ana María”, la segunda responsable de las FPL, con la ayuda de sus propias escoltas y de la empleada doméstica, y la había asesinado. Tres fueron los comandos que entraron en la casa, ubicada en el kilómetro 15.5 de la Carretera Sur de Managua. El responsable de la operación se encontraba a unos pasos del lugar, dentro de un vehículo encendido, esperando.
El crimen fue digno de una película de gángsters de bajo presupuesto. Los asesinos la tomaron de las extremidades y le infirieron ochenta y dos golpes con un picahielo. “Ana María” era una mujer fuerte y se negó a morir. Entonces uno de los asesinos la degolló. El diario “Barricada” publicaría la foto al día siguiente, en primera plana. Tanto las autoridades sandinistas como las FPL y el FMLN acusaron del asesinato a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos: ¿quién más podía haber hecho algo tan monstruoso?
La CIA, en contra de su costumbre de no negar o confirmar las acusaciones en su contra, lanzó un comunicado casi de inmediato para desmentir cualquier participación en el hecho. Nadie tomó el comunicado muy en serio; no se iba a hacer caso de los desmentidos del enemigo. En todo caso, si no era la CIA, el responsable sería el gobierno salvadoreño; la diferencia no era demasiada.
Horas después del asesinato, Salvador Cayetano Carpio aterrizaba en Trípoli, la capital de Libia, en compañía de uno de sus más importantes asesores, Rafael Menjívar Larín, para entrevistarse con el presidente Muammar Khadafi. Poco antes habían hecho escala en Líbano, y quizá se reunieran con Yasser Arafat, el máximo dirigente de la Organización para la Liberación de Palestina. Antes, probablemente, estuvieran en Yugoslavia. Era obvio que andaban en una campaña internacional para “algo” que se preparaba desde casi un año antes, de lo que muy pocos tenían conocimiento.
En la escalerilla del avión, un enviado de Khadafi interceptó a Carpio y Menjívar y les dio la noticia: “Ana María” había sido asesinada. Había un avión esperándolos para trasladarlos a París, donde mientras tanto se buscaría el modo de que llegaran lo más pronto posible a Managua.
Es seguro que el viaje a París lo dedicaran a hablar acerca de lo que había ocurrido, de sus consecuencias y de lo que debía hacerse. En Francia, mientras esperaban el vuelo que los llevaría a México, sostuvieron una intensa reunión con representantes de las FPL, y las discusiones siguieron durante las nueve o diez horas de viaje al aeropuerto Benito Juárez del Distrito Federal.
Allí los esperaba ya una militante de su organización, que los llevó a una casa donde ya había otro grupo de militantes de las FPL. Una nueva reunión, más discusiones que duraron toda la noche y parte de la mañana, hasta que fue la hora de abordar el avión que los conduciría a Managua.
En el aeropuerto Augusto C. Sandino ya los esperaban agentes de la Seguridad del Estado para trasladarlos a la plaza que está frente al mercado Huembes, donde se celebraría la ceremonia luctuosa. El cuerpo de Mélida Anaya Montes sería enterrado al frente de una escuela primaria –un homenaje a su oficio de maestra–, que se rebautizaría con su nombre. La ceremonia ya estaba lista, y sólo esperaban a “Marcial” para dar inicio. Era el 11 de abril de 1983. Habían comenzado su viaje de regreso el día 7, y no habían dormido un minuto en todo ese tiempo.
Durante el servicio fúnebre, “Marcial” hizo un discurso laudatorio de “Ana María” y condenó su asesinato. “Se equivoca el imperialismo si cree que va a debilitar nuestra unidad. Vamos a fortalecerla hasta alcanzar la victoria final y por eso este día, al despedir a nuestra compañera, garantizamos intensificar la lucha contra el enemigo común, el imperialismo norteamericano, y estén seguros que lucharemos hasta el final por la libertad de los pueblos centroamericanos, que ya merecen su propio destino”, dijo, según reportó “Barricada” en su primera plana.
El final de la lucha, para Carpio, llegaría al día siguiente.

LA ÚLTIMA REUNIÓN
Después del sepelio continuaron las reuniones, y ya no sólo con la gente de las FPL, sino también con funcionarios del gobierno sandinista, de la Seguridad del Estado, con representantes del FMLN y del Frente Democrático Revolucionario, con representantes del gobierno cubano... Día y noche, sin descanso. No era el momento más propicio para dormir.
Hubo algo que “Marcial” de momento no supo: después del sepelio de “Ana María”, la policía sandinista hizo varios arrestos. El más importante fue el de Rogelio Bazzaglia, comandante “Marcelo”, responsable de inteligencia de las FPL. También se arrestó a gente cercana a él, al personal de seguridad de “Ana María”, a su empleada doméstica –que en realidad, cabe decirlo, era militante de las FPL–, y se puso a “Marcial” bajo vigilancia especial, con agentes de la Seguridad del Estado y del Ejército Popular Sandinista, además de sus escoltas habituales.
Al día siguiente, al mediodía, tras haber pasado la noche en blanco, Salvador Cayetano Carpio tuvo la última reunión formal de su vida. Lo convocaron el jefe de las Fuerzas Armadas, Humberto Ortega Saavedra, y el ministro del Interior, Tomás Borge, su amigo y compañero de ideas; dentro del gobierno sandinista, era el más cercano ideológicamente a él, y a quien reconocía como su interlocutor más confiable.
La reunión duró algunas horas. Se le comunicó a “Marcial” que el comandante “Marcelo” estaba bajo arresto, y que era el responsable directo del asesinato de “Ana María”, junto con varios militantes de las FPL. Había pruebas suficientes, que le mostraron. La empleada de “Ana María” había confesado, y los demás estaban a punto de hacerlo. “Marcial” debía cooperar en la investigación.
De la reunión –de la que se hablará con mayor detalle en la siguiente entrega–, Salvador Cayetano Carpio salió en calidad de arrestado. Se le despojó de su escolta personal y se le envió a casa bajo arresto domiciliario.
Dedicó la tarde a escribir varias cartas; algunos dicen que dos, otros que tres, entre ellas su nota de suicidio. No trabajó en la alacena, como acostumbraba, sino en la mesa del comedor, acompañado de Tula Alvarenga, su esposa y compañera de luchas desde cuarenta años atrás. Cuando terminó de escribir ya había entrado la noche. Le pidió a su esposa que viera si su nieta se había puesto la pijama.
Después se mató.

27 de abril de 2008

¿Crítica de teatro?

Esta semana hubo un caso bien patente de lo que pasa cuando alguien trata de hacer crítica, y lo que queda en evidencia es su carencia de herramientas para elaborar una propuesta. La nota está en este link, y en la edición digital de LPG no viene firmada; en la impresa aparece bajo el nombre de Elmer Menjívar --no es mi pariente; aquí hasta la alcaldesa de San Salvador se apellida Menjívar--, quien cíclicamente se ha presentado como crítico teatral y cinematográfico.
Toda nota crítica, incluso la que destroza una pieza de teatro --o un libro o lo que sea-- debe partir de una propuesta, tener una propuesta, ser una propuesta.
Lo que veo en esa nota es a alguien que dice que una obra de teatro no sirve porque no le gustó, que ni siquiera vale la pena hablar de ella, que fue lo peor del festival Creatividad sin Fronteras, pero no dice por qué más allá de sus puntos de vista bastante respetables, pero totalmente subjetivos (y amargos, si me preguntan). No hay, detrás de la nota, un planteamiento con respecto al teatro, ni una explicación técnica o conceptual de por qué la pieza estuvo mal. Se trata de un asunto de autoridad moral: yo debo creer que Menjívar tiene la noción suficiente de teatro, el conocimiento necesario, para desautorizar una obra. (La obra de la que habla pudo ser malísima. Eso me tiene sin cuidado. Hablo de actitudes.) Y hasta ahora no conozco, quizá porque no sigo muy de cerca las cosas del teatro, las credenciales que avalan a Menjívar como... uh... experto en teatro. No conozco sus aportes a la dramaturgia, no he seguido su carrera como director, ni siquiera como actor. Vaya: ni como académico, que ven el teatro desde una perspectiva un tanto diferente al hecho teatral en sí. He visto notas suyas aquí y allá hablando de teatro, más o menos del jaez de la que menciono, y listo. No es suficiente para mí, no sé para los lectores. Supongo que funcionará para LPG, o no le pedirían que has escribiera.
Según Eliot, de manera ideal, los propios artistas deberían ejercer la crítica artística, por algo muy sencillo: saben de lo que hablan, lo han experimentado y, sobre todo, están buscando cosas que les permitan mejorar su trabajo, que puedan aplicar, que deban desechar. Y eso es bastante claro, por contraste, en una nota que René Lovo publicó en El Faro para abrir la semana del festival. Lovo busca algo, encuentra algo, ve cosas que faltan, y reflexiona desde su quehacer teatral, que lo tiene, y de larga data. Quizá no nos haga bolas con términos académicos, que eso ya es otro asunto, como ya se dijo; nada más habla de lo que, como gente de teatro, le interesa y quizá nos pueda interesar a nosotros para saber un poco más, desde una posición que me parece autorizada. Lo lamento, pero Menjívar quizá no llegue ni a la categoría de amateur, como probablemente no llegue el grupo y la obra de los que habla en su nota.
Este mes habrá en el Centro Cultural de España un taller acerca de periodismo cultural, con una agenda que me pareció bastante interesante y sensata (he usado una parecida para dar talleres de periodismo a secas; no creo que exista algo como "periodismo cultural", pero vaya y pase). También habrá uno que se llama "Crítica del espectáculo escénico". Quizá le convendría asistir para que tenga pistas de cómo son las cosas y más o menos cómo se hacen. Una advertencia: tampoco un par de talleres lo convertirán en crítico. En serio. Que no caiga en la tentación de la que se ha defenestrado más de un reportero local: un taller no hace a un "experto", sino el estudio y el trabajo constantes. A lo sumo dará pistas que después deberá desarrollar.
Para que vea que no hay mala fe en mis observaciones, le escaneo las páginas correspondientes del folletito del CCE y las pongo aquí abajo:



Del 13 al 15 de mayo, también, habrá unas pláticas bajo el título de "Prensa y cultura", a las 6:30 de la tarde. Quizá le convenga ir para oír lo que tienen que decir sus compañeros de oficio. También como compañero de oficio, con treinta años de ejercerlo desde diferentes ángulos, puedo decirle que la crítica no es lo que él cree, y que uno tiene que ubicarse en lo que es y lo que no es. El papel de un periodista es otro, y crítico sin duda no es.
También como "hermano mayor" en materia de arte (Menjívar escribe poesía, que he leído), le sugeriría que se replanteara su modo de ver el trabajo ajeno, y que mejor se ponga a ver cómo funciona el propio. La crítica, para un artista, es un espejo: lo que habla de los demás debería reflejar lo que es capaz de hablar de uno mismo. Debe ser capaz de dar lo que exige. Si no, nada más se trata de un festín de un ego no muy bien trabajado, y si algo hay que trabajar en estos asuntos es el ego: si se le cae a uno, está muerto; si se le sube, está enterrado.

22 de abril de 2008

Desayuno en domingo, primer libro de cuentos, pláticas en el CCE y la columna

El domingo pasado, claritas las nueve de la mañana (sí, con puntualidad británica, con todo y lo de la Armada Invencible), desayunamos bolitas de NesQuick con leche en el Centro Cultural de España con amigos y compañeros que quisieron acompañarnos.

La actividad es parte del ciclo "Desayunando con..." (¡agh!, ¡empezando frase con gerundio!), organizada por Susana Reyes, que en la foto medio aparece a la derecha. Mi cámara no funcionó, por simple falta de pilas, así que la bondad de Santiago Vásquez permite que pueda poner unas fotos por aquí. Hay otras (y varias divertidas) en el blog de René Figueroa (el nuestro).

Me pareció que el chef del CCE estaba un poco molesto porque mi desayuno favorito, las pocas veces en que desayuno, sea NesQuick con leche. La otra posibilidad eran paletas Goliath o Giga, que creo hubiesen sido peores que servir bolitas de cereal y un chorrito con leche. O la más frecuente: un buen par de vasos de agua y un cigarro, Marlboro a falta de Camel o Lucky Strike. (En México fumaba Camel. En El Salvador descontinuaron el Lucky hace unos años. Cuando viajo, compro de cualquiera de los dos en puerto libre y soy muy feliz durante algunos días. A veces paso por el centro y compro a dólar unos que venden de contrabando. No, no me pongo escrupuloso; un buen Camel es un buen Camel. En Estados Unidos compraba Camel Wides, pero en estos tiempos no voy a pagar cinco dólares por una cajetilla, así que puerto libre a dólar con veinte. He dicho.) Aunque hubiera estado bien pedir unos Ducados sin filtro...
En el momento más concurrido hubo unas 35 personas; unas 30 alcanzaron a desayunar, porque varias llegaron tarde, pero igual se integraron a la plática.
Hubo varias preguntas que son recurrentes en este tipo de cosas, por ejemplo cómo hace un escritor para "proyectarse", etcétera. Mi respuesta fue que no tengo la menor idea, que mi trabajo es escribir, y el de otros es publicar mis libros, y el de otros ver cómo se promueven y venden, etcétera. Si uno se pone a hacer de todo, no le alcanzaría el tiempo para... uh... escribir, que es algo así como el eje de todo el asunto de la literatura.
Como siempre, hubo algunas quejas contra "el gobierno" por no apoyar las expresiones artísticas, etcétera, y que la prueba era que La Casa del Escritor no tiene presupuesto para actividades ni para nada --excepto sueldos y servicios-- desde antes de su inauguración. Dije que creo --y lo creo, y lo he dicho por aquí-- que esa falta de presupuesto incluso ha sido beneficiosa, porque son los que están y están los que son. Incluso sale de nuestros bolsillos desde la Coca de dieta de los domingos hasta los materiales y la producción de los videos y todo lo demás. Mencioné lo que pasaba recién inaugurada La Casa: me llamaba un... digamos... escritor, me pedía trabajo o que le pagara algún taller, le decía que no tenía lana y empezaba a atacar fuerte, a veces por los periódicos, para ablandarme (que es una costumbre frecuente para obtener algo de Concultura, y a veces funciona). Y podrán ablandarme lo que quieran, pero lana no tengo, así que a la postre dejan el asunto por la paz. También mencioné que muchos transfieren su mediocridad o su fracaso como escritores a la falta de apoyo (o sea a que no les dan dinero, becas, etcétera) de papá gobierno, y pues yo no trabajo con papá gobierno, sino con el Estado, y no es mi culpa si alguien no tiene la disciplina suficiente para aprender a escribir bien por su cuenta. Por mi parte, he escrito un montón de libros en ratitos libres, y en treinta años ya se han acumulado algunos.
Lo otro es la falta de posibilidades de publicación en El Salvador. Y lo mismo de siempre: para eso está el resto del mundo, ¿no? Claro que si uno quiere que lo reconozcan como escritor en El Salvador, habrá que:
1. Tener paciencia.
2. Tomarse muchas fotos para que el reconocimiento sea mayor.
¿A quién le importa que lo reconozcan, francamente? En mi caso, y hasta donde pude, no dejé que aparecieran fotos mías en ninguna parte. Hace apenas ocho años que empezó ese rollo, y no siempre es cómodo. Pero pos es lo que hay, y ni que fuera García Márquez o Tom Cruise tratando de pasar de incógnito con las masas inflamadas de emoción tratando de obtener un autógrafo. Lo que sé es que buscar "reconocimiento" también lleva tiempo que uno puede dedicar a escribir. La pregunta es si uno es escritor o busca otro tipo de cosas con la literatura como pretexto.
Hubo quien dijo directamente que le parecía que el proyecto de La Casa estaba muerto, y me reí. "Sí --le dije--, es una desgracia que se haya muerto. Está tan muerto que aquí hay varios compañeros --que levantaron las manos, incluso dos que estaban a mi lado en la mesa, Judith y Sandra-- para atestiguar que los muertos que nosotros hacemos gozan de cabal salud."
Hubo más, y muchas cosas positivas, pero ésas suenan demasiado fresas y no venden periódicos. (No hubo gente de prensa. Quizá a los periodistas no les gusta el NesQuick con leche.)

Después de todo el rollo, un cigarro en el patio del CCE. Aquí, con Emmanuel y Roger Guzmán. Compren la más reciente revista Cultura. Vienen unos poemas de Roger. Es alguien a quien de verdad quieren leer. Neta. Créanme. Vale 4 dólares (la revista; no sé Roger) y se encuentra en la DPI, frente a la iglesia del Perpetuo Socorro, a unos metros de ANDA y a un par de cuadras del Parque Bolívar. (Viene también una extensa antología de la gente de Piedra y Siglo, que vale la pena considerar.)

Había una delegación extensa de la República Soberana, Democrática y Morena de Santa Ana (RSDMSA) y de sus protectorados de Ahuachapán y Quezaltepeque, así que nos fuimos apretadísimos en el carro de Susana Reyes a mi casa, organizamos con Krisma y con Erika Salinas una rica y abundosa pasta con carne --de soya para Santiago Vásquez; él armó su propia salsa--, platicamos un ratote y luego nos fuimos a La Casa del Escritor. Aquí estoy con Luis Hernández, con las Cocas de dieta y unas galletas a falta de pan dulce; la señora donde lo compramos no abrió su tienda. Agua para mí y unos churros comprados más bien con envidia: "¿Cómo que los de video compran churros en lugar de pan, y nosotros no?"
Por la dirección en la que miramos y la expresión, está hablando una compañera nueva, Mayra, quien hizo unas observaciones bieeen interesantes a unos poemas de dos compañeros. Trae un enfoque diferente, bastante particular y muy bien formado. Con ella trabajaremos prosa. ¡Otra prosista, Dios mío, qué bien! Ya se me estaban acabando, je, y la última (Ana Escoto) llegó para hacer poesía, y la ha hecho muy bien.

* * *

Y hoy martes siguen las actividades del CCE. A las seis de la tarde estará Krisma junto con Alberto López y Claudia Meyer, moderados por Carmen González Huguet, hablando de poesía. Mañana toca prosistas, con Ana Escoto, Georgina Vanegas y Ligia María Orellana, moderadas por Ricardo Lindo. Interesante la cantidad de mujeres que van a participar...
El jueves me toca moderar --excepto a Sandra, que es inmoderada e inmoderable-- a Herberth Cea, Mario Zetino y Sandra Aguilar. Alberto Quiñónez me avisó que no podrá llegar; tiene examen de estadística o algo así en la UES, y primero es lo primero. Nos toca hablar de "literatura y nuevos medios", y ya nos enteraremos de qué se trata eso.

* * *

¡Y este año se publicará mi primer libro de cuentos!
Me lo avisó Thierry: Alain Mala ya programó para septiembre la publicación de Un mundo en el que el cielo cae y cae, que está traducido desde hace ya algún tiempo, porque lo escribí hace varios años. Por sugerencia de Thierry, que siempre tiene la razón, saqué un cuento que rompía con el tono del libro y lo sustituí por otro que escribí el año pasado o antepasado y terminé de corregir por allí de noviembre o diciembre. Varios de los cuentos se han publicado en revistas y antologías en varias partes e idiomas, y --como ya he dicho-- me daba medio penita no tener un libro de cuentos publicado. Y pos ai va.
Una cosa llevó a otra, y estamos hablando con otro editor de la publicación de un libro mío de narrativa breve. Y será especialmente breve, porque en serio que escribo poco aparte de novelas. Estuvimos hablando de cómo organizarlo, qué meter, etcétera. Ojalá que se haga.

* * *

Y hace semanas que no hablo de mi columna en Centroamérica 21 ni pongo el link ni nada. También es cierto que desde hace semanas que no posteo mucho; he estado ocupado en tres o cuatro cosas que consumen tiempo y algo de energía física y mental.
La de esta semana habla de las alianzas políticas que están armándose o tratando de armarse, y que terminan bien desarmadas, con miras a las elecciones de 2009. Puede encontrarse aquí.
La columna de Krisma está especialmente fuerte, y me gustó, por eso y por otros motivos. La pueden hallar en este link.
Y me regreso a dormir. Me eché una siesta como desde las 8 de la noche hasta la 1:30 de la mañana, y ya toca la dormida de verdad. ¡Ah, los días de descanso...! Ahora los estoy dedicando a trabajar en cosas extra; nunca falta algo que sobre, como diría Aniuxa.

16 de abril de 2008

Tribulaciones y asteriscos en la radio

A partir de este viernes, en Radio Don Bosco, aparecerá todas las semanas el programa Tribulaciones y asteriscos, con un servidor como conductor. El programa pasará a las 7:30 de la noche en el 1100 del AM (¡sí!, ¡todavía existe el AM!). Dura sólo media hora, así que estén buzos para no perdérselo. Este viernes toca hablar de poesía con Jorge Galán, que sabe de eso un montón.
Allí nos oímos.

Los cinco dólares, el lila, el escáner viejito, la advertencia y otros billetes

Si se trata de que uno se entere sin lugar a dudas de que se trata de un billete de cinco dólares. felicidades: misión cumplida. En lo personal me parece que con los otros tres cincos uno se entera, y que el cuarto cinco bien podía quedarse como estaba, es decir igualito a los demás. Si es un modo de hacer que los cortos de vista sepan que tienen entre las manos un billete cuya denominación es cinco y no otra, bien por eso. Pero ¿color lila?
Todo el billete tiene un tinte lila que perturba, y uno no sabe qué hacer con él. En el anverso el grabado del respectivo prócer (Lincoln) también está rodeado de un halo color lila, y no sé si lo hacen por medidas de seguridad, provocación o corrección política; uno tiene sus remanentes machistas, o más bien se los crearon con respecto al color en cuestión.
Resulta que en México era feliz con mis playeras del color exacto de ese cinco. Tenía un par y las usaba sistemáticamente (todavía están por allí, y diez o doce años después todavía sirven de pijama; resultaron buenas), salía a la calle con ellas y hacía lo que hace uno con la ropa, que es ponérsela. En mayo de 1999 me fui a Arizona durante una temporada y, con el calor espantoso de Phoenix, lo más cómodo eran mis playeras, dos de ellas de ese color.
Un día me di cuenta de que, cuando las usaba, había gente --chavos, en general-- que me gritaba cosas desde los carros. Como no entendía lo que decían, y como no sabía que era conmigo la cosa, no les ponía atención. Después alguien me dijo que me gritaban a mí, que el color se relacionaba con los homosexuales, que en Arizona eran bien conservadores con respecto a esas cosas. Y no sólo conservadores, sino también agresivos: dejé de usarlas --excepto cuando estaba en casa-- el día en que desde uno de los susodichos carros alguien me arrojó algo que se estrelló contra un bote metálico de basura y sonó feo y fuerte. Y yo no estaba haciendo propaganda de homosexualidad alguna, porque la heterosexualidad se me ha dado bien hasta la fecha --no prometo nada para después; uno se lleva cada sorpresa...--, sino que usaba una ropa que en mi entorno anterior no tenía ningún significado oculto o cifrado.
En fin, que ese color se usa ahora en los billetes de cinco dólares. Y mi reclamo no es porque anden homosexualizando los billeres, sino porque se ve feísimo el contraste con el verde y porque más bien parece un billete para entrenar niños muy pequeñitos que están aprendiendo los números.
Me pasó algo interesante después de escanear el billete. El Photoshop, a través del software de escaneo, que ya es viejito --tengo un CanoScan para puerto paralelo del año de la canica, o sea como siete años, que en términos computacionales es la edad del hielo--, sacó un mensaje en el que dice que, según el software que uso, puedo escanear el billete y procesarlo, pero no imprimirlo, para evitar falsificaciones. (En serio que no era mi intención.) El mensaje es éste, pero con un billete de diez dólares (me gasté el de cinco antes de capturar la pantalla):

Al apretar el botón de información, el browser lo remite a uno a una página llamada Central Bank Counterfait Deterrence Group, que viene en un montón de idiomas. La versión en español puede encontrarse en este link. (Si prefiere leerlo en rumano, idioma harto popular en El Salvador, vaya aquí.)
No sé qué tal salga un billete procesado en PhotoShop, rastreado con un escáner viejito y puesto sobre papel en una impresora láser Canon 1120 monocromática, pero no creo que se logre un realismo que engañe a la señora de la tienda, que parece necesitar anteojos. Igual podría pintarlo a mano; quizá logre un tono lila que no se vea tan feo como el del billete de a cinco. Un billete en technicolor, como si dijéramos.
Otro día voy a intentarlo con billetes de otros países; por allí tengo unos quetzales y unos colones ticos. Ahora me regreso a dormir; al rato hay que grabar un par de programas de radio.
¡Sí! ¡Ya vamos a empezar con los programas de radio! Es más: parece que empezarán a aparecer esta misma semana, mañana o pasado. En un rato más les aviso. Los tres primeros van con invitados bien interesantes, y que me acusen o los acusen de lo que quieran: es de lo mejor que tiene el país en materia de poesía. (Los primeros programas tratarán de poesía.) La música va a estar buena.

9 de abril de 2008

Bola al centro, homenaje a Marcial y recital

Hoy a las 6 de la tarde estaré en el programa Bola al centro, de Ricardo Rivas, en la emisora 102.9. Por lo que me han dicho, hablaremos de todo, todo de carácter político.
Los otros invitados son Tony Cabezas --supongo que seguirá en TCS; si no, ya me enteraré-- y Daniel Valencia, de El faro. Cuando me invitaron, la semana pasada, me dijeron que estarían Tony Cabezas y Jorge Avalos, pero al parecer este último declinó de última hora. Lástima. No lo veo desde octubre de 2003, poco después de inaugurada La Casa del Escritor. Hubiera sido una buena oportunidad, después del programa, de aclarar algunas cosas pendientes y después, claro, reírnos un rato, porque es bastante sano reírse de esas cosas y de uno mismo. Algunos detalles del asunto se pueden leer en un post ya antiguo, para los que quieran ejercer el morbo. Por mi parte voy en calidad de columnista de Centroamérica 21. Hay algunos de los temas que se supone se tocarán de los que no tengo mucha idea, pero para eso están los otros compañeros.
Será emocionante ver a Tony Cabezas. Lo conocí recién nacido, y no mucho más. Nuestras familias eran bastante unidas desde que recuerdo --nuestros padres, ambos economistas, se conocieron en la UES--, con al menos una visita semanal y fines de semana en El Zonte, con otras familias. Yo era muy amigo de Nuria Cabezas, un poco menor que yo; para la mayor --y un año mayor que yo--, Charo, yo era un bebé y me trataba con cierta displicencia. Ena era amiga de mi hermana Ana, más o menos de su misma edad, y Lillian y mi madre se veían bastante a menudo para conversar. A veces me llevaban, yo tenía unos cuatro o cinco años y me aburría como beduino. (Deben aburrirse los beduinos.)
Gilberto --papá de Tony-- y Lillian juraban que sólo querían tener una pareja de hijos, niño y niña. Nacieron tres niñas, de rindieron y se fueron unos años a vivir a Chile. De regreso siguieron buscándole y allí nacieron Gilberto y Tony --Marco Antonio, creo que se llama; el Marco viene por Marco Tulio, hermano de Gilberto--, y una familia que sólo debía ser de dos hijos se hizo de cinco.
Por allí de 1980 Gilberto fue asesinado por un grupo guerrillero, nunca supe por cuál. Era gerente de una empresa, la guerrilla la ocupó y, como parte del operativo, lo mataron. Para nosotros fue devastador, ya me imagino para ellos.
Lillian era totalmente apolítica, al igual que Gilberto. Había una correspondencia fluida con mis padres, y algo de riesgo para ellos por ponerse en contacto con un connotado... uh... comunista, aunque mi padre nunca lo fue. Después del asesinato de Gilberto, Lillian cortó contacto con la familia, creo que para proteger a los suyos de posibles malentendidos, que en ese entonces se resolvían de manera bastante violenta, con los escuadrones enloquecidos y muy activos.
Con Nuria y Charo, por cierto, vi en estreno Jesucristo Superestrella, en el cine Colonial, luego casino del mismo nombre. Fue sensacional ver una película prohibida ni más ni menos que por el papa Pablo VI. Toda la calle estaba llena de chavos en busca de boleto; creo que conseguimos para dos funciones más tarde. Ellas vivían a unas cuadras de allí, en La Sultana, así que para mientras nos fuimos a oír discos que había traído de Costa Rica --ya vvía allá-- y a bailarlos un rato.
De regreso a El Salvador traté varias veces de reunirme con ellos, pero por algún motivo no fue posible. Va a ser un gusto conocer a Tony --entiendo que ya no es el bebé que recuerdo--; físicamente, por lo que he visto en la tele y los periódicos, se parece mucho a su papá.
Y ayer me llamó Salvador Juárez, viejo --cada vez más, y lo digo por ambos-- y muy querido amigo, para invitarme a la conmemoración de la muerte de Salvador Cayetano Carpio, el 12 de abril, a las 10 de la mañana, en el cementerio de Santa Tecla. Por primera vez, desde que trajeron los restos de Marcial de Nicaragua, se publicó una invitación en el CoLatino, según me contó Salvador, en forma de desplegado.
Son veinticinco años ya. Mucho tiempo para mantener tantas cosas en silencio, tanto por parte de la gente que lo quiso --y lo quiere-- como de la gente que lo detesta. Y pues yo soy de los primeros.
Sabía que todos los 12 de abril se hacía un acto en la tumba de Marcial, pero no soy de andar en esas cosas. Cuando voy, generalmente lo hago en otra fecha, y solo; para mí es un asunto bastante personal. Esta vez, me da la impresión de que voy a estar por allí, y no estará de más darle un abrazo a Tulita Alvarenga, a Salvador, a Tono Morales Carbonell y a un par de compañeros y amigos.
Sé de muy buena fuente que muy pronto se publicará una serie de dos o tres notas largas acerca del caso Marcial en un periódico local. Cuando esté seguro les aviso; va a estar interesante, porque contradice la versión que se ha manejado oficialmente desde finales de 1983, y ya basta, ¿no?
Asi que están invitados: hoy por la tarde, a Bola al centro; el sábado, al cementerio de Santa Tecla.
Y hoy a las 7 hay un buen recital de poesía de Los Tacos de Paco. Junto con Aída Párraga, y en el marco de la presentación de la revista Cultura, estará Roger Guzmán, compañero de La Casa. Vale la pena enterarse de lo que escribe. Es una de las voces poéticas más poderosas que conozco en el país, con un código complejísimo. Lleva casi cuatro años escribiendo un poemario, y su poesía vale cada minuto que se ha pasado en eso.
Y ahora, a trabajar. Hay cosas pendientes.

5 de abril de 2008

Accesorio para Vaio

Un día íbamos saliendo del departamento de Thierry Davo en Reims y vimos una maravilla: un carro que hace juego exacto con mi Vaio que, según he insinuado, es verde. ¡Es exactamente del mismo tono!


Un buen accesorio, digo yo, tomando en cuenta que ya tengo un ratón externo negro --no había de ese tono de verde--, pequeñito y muy práctico. Habría que ver si el carro no viene en formato PAL o esas cosas que acostumbran los europeos.
El problema será cuando cambie la Vaio por una de otro color; uno se encariña con los carros.
(La foto es cortesía de Audrey, novia de Thierry. Gracias a ambos por enviarla.)

3 de abril de 2008

Mauricio Funes, ¿ex periodista?

No sé la intención, y preferiría creer que es una simple torpeza como las tantas que hay en el periodismo nacional.
Hoy, en La Prensa Gráfica, bajo el título de Candidatos prometen debate, hay una nota de Gabriel Labrador Alemán en la que se lee: "El ex periodista Funes y ahora candidato por el partido FMLN..."
¿Ex periodista? ¿A uno se le quita el oficio por lanzarse como candidato a la presidencia? Vaya: los hay que nunca fueron periodistas y se dedicaron a eso por necesidad; los hay que lo son y no se dedican a eso, provisional o definitivamente; los hay que lo son y se dedican a cosas análogas al periodismo y que no son periodismo, como jefaturas de prensa o propaganda institucional.
Si es un juicio moral, mal por el reportero o por su editor, que también es posible que haya "adornado" la nota.
En un caso extramo, ¿Vaclav Havel dejó de ser dramaturgo por "dedicarse" a la presidencia de Checoslovaquia? Algo más local: la doctora María Isabel Rodríguez, ¿dejó de ser cardióloga --fisióloga cardiovascular, concretamente, y de las mejores-- en el momento en que fue candidata a la rectoría de la UES, y ha dejado de serlo no porque se encuentre retirada, sino porque fue rectora durante dos periodos?
¿Un periodista deja de serlo cuando asume una posición política? Bueno, es lo que aparentemente hace Labrador en una simple frase. Falta ahora ver si se refiere al candidato de Arena, Rodrigo Avila --ex jefe de la Policía Nacional Civil, allí sí-- como "ex ingeniero".
Según veo, Funes podrá dedicarse a la política el resto de su vida y dejar de hacer periodismo, pero su carácter de periodista no lo perderá: tiene carrera suficiente para que se lo considere como tal de aquí a que le toque lo que nos tocará a todos alguna vez.
Una frase así no se escribe si no hay la intención de escribirla. Y un editor --el verdadero responsable de lo que se publica en un medio-- no la deja pasar a menos que sea por torpeza o mala leche. No hablo de conspiración: hablo de pequeñez.
Además, el encabezado es falso. Funes reta a un debate. Avila se va al eufemismo y dice que "
el debate es constante y estamos listos para debatir en cualquier momento, pero estamos también esperando que la campaña sea de altura y la discusión sea de propuestas. Lo que hemos visto últimamente solo son ataques viscerales". O sea que ninguno "promete" nada.
A ver qué otra se les ocurre.

1 de abril de 2008

Desayuno, novela y salamadra

Para el próximo domingo 20 de abril, a las 9:30 de la mañana, me han invitado al Centro Cultural de España para una conversación con quien quiera llegar --la invitación es abierta--, dentro del ciclo "Desayunando con..." En las ocasiones anteriores estuvieron Carmen González Huguet y Manlio Argueta.
La idea es una plática informal --o formal, si se ponen muy serios-- mientras los asistentes desayunan lo mismo que acostumbra desayunar el escritor o escritora invitado. Según me dicen, con Carmen y Manlio hubo desayunos sustanciosos y opíparos: tamales, arroz con frijoles, huevos estrellados, crema... Me preguntaron qué acostumbro desayunar, para dar de lo mismo, y allí empezaron los problemas: muy rara vez desayuno. En general sólo almuerzo, y a veces ceno algo lo que se me ponga enfrente, muy poco.
Pero no se trataba de tener a los asistentes tomando agua --ya va para el año de que no tomo Coca de dieta siquiera--, acompañados por un cigarro, así que me preguntaron qué desayunaba esas pocas veces en que desayunaba. Cuando contesté, la reacción fue de risa, pero también de antojo. De hecho hay gente que prometió ir sólo por el desayuno. Un desayuno de nerds, hay que anotarlo.
No, no voy a decir el menú. Lleguen y nos lo comemos juntos mientras conversamos.


También habrá una serie de pláticas tituladas "Hic et nunc" ("Aquí y ahora": me gusta) entre el 22 y el 24 de abril, a las 6:30 de la tarde, también en el CCE, con gente joven, acerca de poesía, narrativa contemporánea y una sección que titularon "Literatura y nuevos medios". Habrá varios compañeros de La Casa del Escritor. En la de poesía estará Krisma, junto con Roxana Méndez, Claudia Meyer y Alberto López, y Carmen González Huguet como moderadora. En narrativa, Georgina Vanegas, de quien ya he hablado por aquí y la siempre interesante e indescriptible Aniuxa, con Ligia María Orellana, moderadas por Ricardo Lindo. En la tercera estarán Sandra Aguilar, Herberth Cea, Alberto Quiñónez y Mario Zetino, todos de La Casa, conmigo como moderador. Por suerte Alberto, y en especial Mario, son bastante moderados, Herberth habla poco, y nos ayudarán a los demás a no desmoderarnos.

El jueves pasado hubo una reunión con los involucrados con Rosarlin Hernández para un proyecto interesante y bonito que tiene El faro, del cual hablaremos en su momento; no quiero quemar el asunto. En el orden de siempre, Herberth, Sandra, Krisma, Rosarlin, Georgina y Mario. Después llegó Susana Reyes, organizadora de los eventos para el CCE, para conversar acerca de cómo iba a estar la cosa, y sobre todo para explicar lo de los "nuevos medios". Si llegan el 24, ustedes también se enterarán.

El sábado no hubo taller de video; casi todos tenían otros compromisos, excepto Ricardo Hernández. Así que llegó y se puso a trabajar en la novela que está escribiendo, y yo a pasar en limpio lo que llevo del nuevo texto en el que estoy trabajando mientras cargo pilas para seguir con el que comencé en octubre pasado. Como se notará, estoy escribiendo en la Vaio que, según notarán los más observadores, es verde, igual que el cuadernote que tengo a mi izquierda. Alguien se hará la pregunta: ¿por qué escribir en el piso teniendo una mesa a la disposición, justo en las narices? La respuesta es que no tengo la menor idea. Creo que la mesa es muy pequeña y tiene una altura no muy adecuada, y el piso es grandote y no tiene altura. Además me gusta sentarme en el piso.
No, no estamos posando. Krisma nos agarró en flagrancia antes de que nos diéramos cuenta. Y, sí, un par de días antes me recorté todo el pelo y me volé casi toda la barba. Y, sí, por lo que veo, he bajado un montón de peso. Ya casi llegué a mi nivel normal, después de tres años de pelear contra el mal de Porkinson, como le llama un amigo.

Ese día Krisma apareció con otra salamandra en la mano. No, no es Pancho, de quien hablábamos hace unos meses; el susodicho ya debió cumplir con si ciclo natural de vida, porque unas semanas después del post citado dejó de llegar. A la nueva salamandra no le preguntamos el nombre. Estuvo un rato con Krisma y Ricardo, dejó que le tomaran unas fotos, y luego se quedó en el jardín para hacer lo que sea que hagan las salamandras.
Hoy es martes, segundo día de mi descanso. Quizá escriba un rato algo del nuevo texto, nada más termine de pasar en limpio lo que llevo, unas 14 cuartillas, más o menos.
Se me antoja, para desayunar, una paleta de chocolate rellena de vainilla. En una tienda de por aquí venden unas Giga, que son bastante notables. A ver si me acompaña Valeria. (No, no es lo que acostumbro desayunar las pocas veces en que desayuno. Pero no sería mala idea, si los del CCE tienen un buen congelador.)