23 de noviembre de 2007

Pancho

Desde hace un mes y medio andan merodeando por casa dos salamandras. Una vive detrás del librero que está a su vez detrás de mi silla. Es grande, sólo la hemos visto de tarde en tarde y no sabemos su nombre.
La otra es Pancho.

Pancho vive entre el baño de nuestra habitación, el ropero, el baño de la estancia y el cuarto de Valeria. Es pequeño y delgadito, y parece que no se le da bien eso de cazar insectos.
Uno se mete a bañar y de repente, zaz, salta de algún lado y se le queda viendo a uno, inmóvil como salamandra, que por algo es lo que es. A veces se pone en la mesa de noche, debajo de la lámpara de leer, y se nos queda viendo durante quince minutos en una inmovilidad militar; de repente ha cambiado de posición en una fracción de segundo y sigue viéndonos; se sube en un libro y los párpados casi transparentes se le cierran, y unos segundos después está a unos centímetros de allí, otra vez despierto. O dormido, porque nos ha tomado confianza. A la única a quien le huye es a Natasha, la chow chow, que por algo es también lo que es.

Hoy Krisma lo encontró afuera del baño general (el de la estancia, pues) y lo invitó a subirse en su dedo. Y Pancho aceptó con mucha naturalidad, y allí anduvo, heladito él, durante media hora o más, y ni siquiera se mosqueó --mal verbo, pero valga-- cuando le cayeron los flashazos de la cámara. El único momento en que se puso bien nervioso fue cuando se acercó Natasha. Trató de saltar, pero Krisma se le adelantó, lo acarició un poco y se quedó tranquilo.

Después de la sesión de fotos lo fue a dejar a nuestro baño. Ojalá tenga buena cacería de zancudos o lo que sea que coman las salamandras.

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