La gota y el dolor
Ayer amanecí con un ataque de gota. La padezco desde que tenía 26 años, así que no vengan con eso de la vejez. Soy abstemio de tiempo completo y desde siempre; tampoco es el alcohol. Como poca carne, aunque en los últimos días... bueno... tampoco he comido tanta. Ácido úrico, en todo caso, y duele como el diablo. El concepto es bien sencillo: cristales de ácido úrico se concentran en una articulación, generalmente en una mano o un pie. Y ya. En la práctica, un punto del tamaño de la cabeza de un alfiler duele como todo un ejército de muelas bien dañadas.
Un poco de la Colchicina que mi madre me trae de Costa Rica (aquí en El Salvador no se consigue, y lo que hay no pega tan fuerte), un par de analgésicos de caballo y un masaje en el pie con Cofal han menguado bastante el asunto, y ya para mañana sólo quedará algún nervio exacerbado. Me ha ido bien: cierta vez en México, en 1998, un ataque llegó a durarme tres semanas, y de verdad que parecía estar en un Apocalipsis del tamaño de un Aleph.
Con eso de que me gustan los males psicosomáticos, hace unos años una novia que andaba en lo de las medicinas alternativas me regaló un libro, Tú puedes sanar tu vida, de Louise Hay, en una época en que tuve un ataque especialmente fuerte de gota y la migraña no me dejaba ni sudar, sin contar con un par de gripes espantosas y algunas cosas más. (Esa novia no iba a gastar en regalarme un libro, o cualquier cosa, si no hubiera visto que iba en serio.) Fue por el tiempo en que decidí salir de México y, por cierto, tronar con esa novia, después de tres años de altibajos.
En el libro busqué la sección dedicada a la gota y decía que la provoca el temor a avanzar, el miedo al futuro. Me pareció bastante lógico en el momento pues, ciencia aparte, la mayor parte de los ataques memorables han coincidido con decisiones bastante duras que tienen que ver con el futuro. Lo que pasa es que no hay modo de saber: uno siempre está tomando decisiones bastante duras que tienen que ver con el futuro, y no se la pasa cojeando por el mundo. Igual la migraña puede dar -en la lógica de Hay- porque uno no quiere pensar, y el dolor de espalda porque el peso del mundo. (Para la gripe no se me ocurre nada, y no tengo el libro de Hay a la mano.) Igual es el ácido úrico, una hernia de disco y falta de vitamina C. En toco caso, cada vez que siento que puede venir la gota, me veo en el espejo y digo: "¿Miedo al futuro? Naaa." A veces funciona.
De lo que quería hablar era del dolor de la gota, parecido a la ira de Dios, pero más agudo. En 2000, cuando murió mi padre, escribí un ensayo que se publicó en Costra Rica y El Salvador, y hubo una parte relativa al dolor que transcribo aquí. Hablaba del dolor del alma, pero cuando escribí esos párrafos sólo se me ocurrió la gota como medida posible.
Mi madre ha pasado por varios dolores extremos. Dice que el de parto es fuerte, pero que uno sabe que va a pasar en algún momento, y que uno puede hacer cosas para que pase. El cólico nefrítico, el peor, paraliza y llega un momento en que desaparece, de tan agudo que es. El de la gota -sí, lo heredé de ella-, según su definición, es "exquisito". El simple roce de una sábana de seda hace que uno se retuerza, un cambio de posición parece una explosión nuclear, el toque de una mano hace que uno vea rojo y pierda todo rastro de racionalidad. Y se mantiene constante durante horas y horas y horas, sin aumentar ni disminuir, pero no hay modo de olvidarlo o de lanzarlo a un rincón de la mente. Eso cuando no comienza a palpitar...
Mi madre no es una persona especialmente expresiva, pero cuando habla de dolores es una verdadera sibarita. Tampoco es que sea masoquista. ¿Qué sé yo lo que es mi mamá?
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Nota bene: recién publicado este post, cuando vi la fecha, me di cuenta de que hoy es el quinto aniversario exacto de la muerte de mi padre, y que sin pensarlo agarré el artículo sobre el dolor y puse aquí un fragmento. Con razón tuve una gripe la semana pasada, y estuve un par de días malo de la panza y qué sé yo... Silvia Castellanos, mi madre honoraria y médica de la familia, habla de los síndromes de aniversario y dice que después de la pérdida de alguien, durante años, pasan cosas en los días cercanos a la efemérides. Parece cierto. Había olvidado que mi padre murió en agosto, el día 7 para se precisos, y que ha sido uno de los peores días de mi vida. En honor suyo, voy a poner en mi otra página el ensayo completo que escribí en aquel entonces, publicado por la revista Forja de Costa Rica en su número de septiembre de 2000 y por Alkimia de El Salvador en diciembre.
Qué raro es uno...
Un poco de la Colchicina que mi madre me trae de Costa Rica (aquí en El Salvador no se consigue, y lo que hay no pega tan fuerte), un par de analgésicos de caballo y un masaje en el pie con Cofal han menguado bastante el asunto, y ya para mañana sólo quedará algún nervio exacerbado. Me ha ido bien: cierta vez en México, en 1998, un ataque llegó a durarme tres semanas, y de verdad que parecía estar en un Apocalipsis del tamaño de un Aleph.
Con eso de que me gustan los males psicosomáticos, hace unos años una novia que andaba en lo de las medicinas alternativas me regaló un libro, Tú puedes sanar tu vida, de Louise Hay, en una época en que tuve un ataque especialmente fuerte de gota y la migraña no me dejaba ni sudar, sin contar con un par de gripes espantosas y algunas cosas más. (Esa novia no iba a gastar en regalarme un libro, o cualquier cosa, si no hubiera visto que iba en serio.) Fue por el tiempo en que decidí salir de México y, por cierto, tronar con esa novia, después de tres años de altibajos.
En el libro busqué la sección dedicada a la gota y decía que la provoca el temor a avanzar, el miedo al futuro. Me pareció bastante lógico en el momento pues, ciencia aparte, la mayor parte de los ataques memorables han coincidido con decisiones bastante duras que tienen que ver con el futuro. Lo que pasa es que no hay modo de saber: uno siempre está tomando decisiones bastante duras que tienen que ver con el futuro, y no se la pasa cojeando por el mundo. Igual la migraña puede dar -en la lógica de Hay- porque uno no quiere pensar, y el dolor de espalda porque el peso del mundo. (Para la gripe no se me ocurre nada, y no tengo el libro de Hay a la mano.) Igual es el ácido úrico, una hernia de disco y falta de vitamina C. En toco caso, cada vez que siento que puede venir la gota, me veo en el espejo y digo: "¿Miedo al futuro? Naaa." A veces funciona.
De lo que quería hablar era del dolor de la gota, parecido a la ira de Dios, pero más agudo. En 2000, cuando murió mi padre, escribí un ensayo que se publicó en Costra Rica y El Salvador, y hubo una parte relativa al dolor que transcribo aquí. Hablaba del dolor del alma, pero cuando escribí esos párrafos sólo se me ocurrió la gota como medida posible.
El dolor es egoísta. Siempre. Sin excepciones.
El doliente no puede pensar más que en sí mismo. Por eso es tonto esperar que los suicidas tengan compasión de sus familias (“Su hija lo encontró, pobre niña, por qué no pensó en ella”), o que los depresivos terminales hagan algo más que ver la pared, o que los bebés con cólico dejen de llorar, llorar, llorar.
Puede no ser egoísta cierta aceptación de sufrir dolor, digamos, por una causa noble: el héroe que salva a una o tres o cuatro personas del incendio, la madre que protege al hijo con su cuerpo en la erupción del Etna. O trabajar excesivamente para que las cosas mejoren –la situación económica propia, la miseria de tanta gente–, sin importar las consecuencias ni el cansancio que, de verdad, en algún momento dejará de sentirse.
Pero llegado el dolor sólo hay egoísmo y retraimiento. Por eso detesto a los mártires profesionales: necesitan de los peores dolores o del deseo de las peores torturas para que su vida tenga sentido, y cada vez que dicen “Estoy dispuesto a...” sienten el dolor anticipadamente y se retuercen de placer. El pueblo, o la religión, o la patria –siempre una generalidad: ¿cómo puede individualizar un egoísta?– son el motivo declarado de su dolor futuro, que sin embargo disfrutan de antemano. Para el mártir el dolor no es un riesgo: es un objetivo.
Los que verdaderamente “están dispuestos a...” no se andan con justificaciones: simplemente hacen lo que tienen que hacer, y saben que todo tiene un precio; si pueden, se abstendrán de pagarlo. No son gente enferma: son gente que vive a secas, al igual que la gente que “no está dispuesta a...”, esa mayoría respetable.
Mi madre ha pasado por varios dolores extremos. Dice que el de parto es fuerte, pero que uno sabe que va a pasar en algún momento, y que uno puede hacer cosas para que pase. El cólico nefrítico, el peor, paraliza y llega un momento en que desaparece, de tan agudo que es. El de la gota -sí, lo heredé de ella-, según su definición, es "exquisito". El simple roce de una sábana de seda hace que uno se retuerza, un cambio de posición parece una explosión nuclear, el toque de una mano hace que uno vea rojo y pierda todo rastro de racionalidad. Y se mantiene constante durante horas y horas y horas, sin aumentar ni disminuir, pero no hay modo de olvidarlo o de lanzarlo a un rincón de la mente. Eso cuando no comienza a palpitar...
Mi madre no es una persona especialmente expresiva, pero cuando habla de dolores es una verdadera sibarita. Tampoco es que sea masoquista. ¿Qué sé yo lo que es mi mamá?
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Nota bene: recién publicado este post, cuando vi la fecha, me di cuenta de que hoy es el quinto aniversario exacto de la muerte de mi padre, y que sin pensarlo agarré el artículo sobre el dolor y puse aquí un fragmento. Con razón tuve una gripe la semana pasada, y estuve un par de días malo de la panza y qué sé yo... Silvia Castellanos, mi madre honoraria y médica de la familia, habla de los síndromes de aniversario y dice que después de la pérdida de alguien, durante años, pasan cosas en los días cercanos a la efemérides. Parece cierto. Había olvidado que mi padre murió en agosto, el día 7 para se precisos, y que ha sido uno de los peores días de mi vida. En honor suyo, voy a poner en mi otra página el ensayo completo que escribí en aquel entonces, publicado por la revista Forja de Costa Rica en su número de septiembre de 2000 y por Alkimia de El Salvador en diciembre.
Qué raro es uno...
5 comentarios:
En cuanto a las somatizaciones, pues me parece válido el comentario de la médica de familia. Y es que el corazón, y en este caso el cuerpo, tiene memoria, y su razones, de las que la razón nada sabe, como dice Pascal.
Que te mejores pronto.
Amén y gracias.
Y es cierto; la mayor parte de lo que me da es más psico que somático. Lo que me extraña es que en los cuatro años anteriores me entraba desde un mes antes el rollo de "allí viene el aniversario", y esta vez de verdad que no lo tenía programado, pero el cuerpo sí. Igual me sigue doliendo lo de mi padre, pero al menos ya no es algo que esté allí todos los días, zumbando y zumbando.
Quince minutos de plática con él no me caerían mal; menos no valdría la pena.
Y unas lonjas de tocino para ver qué tan psicosomático es lo de la gota. La otra vez compramos uno muy bueno en PriceSmart.
Saludos y gracias otra vez.
Si no me equivoco, ésta es la primera vez que no vas a Costa Rica con motivo del aniversario de la muerte de tu papá. Quién sabe si tus dolores no se deben a que tu cuerpo había planeado ir y, de veras, emprendió camino. De donde ese dolor de articulaciones que son, por definición, los actores del movimiento. Si una parte de ti se fue para CR y la otra se quedó en ES, hay que imaginar el crujido producido, y el dolor. Tu cuerpo tendrá que acostumbrarse. Tu padre no está en CR. Está donde los que lo quieren están; e incluso me parece que está más en ES que en CR, porque la ventaja que los muertos le llevan a los vivos es esta facultad de estar donde se les entoja . Tu cuerpo tendrá que admitirlo, poco a poco sin duda. Tu padre te ayudará, tenía una sonrisa socarrona que te ayudará. Un abrazo.
Thierry:
Es el segundo año en que no voy a Costa Rica, por cuestiones de trabajo /descanso /familia. Chido lo que dices de las articulaciones que crujen; hasta moví las rodillas para ver si era cierto. Pensé en ir, en especial para platicar un rato contigo. Y, sí, extraño precisamente esa sonrisa socarrona de mi padre. Le salía bien.
Un abrazo.
Rafael:
Hola, llegue a tu blog, precisamente buscando alguna solución alternativa a los dolores de la gota. ( que sufro ahora, mientras escribo)
MUY INTERESANTE TU COLUMNA, PERO DEBO DESTACAR, LA PASIÓN Y CARIÑO CON LOS QUE TU MADRE ENFRENTA ESTOS DOLORES.
Solo quienes sufrimos de gota, sabemos que efectivamente se pueden volver placenteros, ejjejeej.
Jaime Balboa
33 Años
gotoso hace ya 5 años.-
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