La radio y la Guerra del Fútbol
El post ¿La incitación al odio o libertad de expresión?, de Ixquic*, me trajo a la memoria algunas cosas que andaban un poco borradas, no tan trágicas como la masacre de tutsis en Ruanda pero, eso sí, muy nuestras.
Recuerdo, cuando la "Guerra del Fútbol", cómo las emisoras de radio jugaron un papel siniestro para exacerbar el odio y la violencia entre hondureños y salvadoreños. En casa oíamos YSKL, y buena parte de la programación, desde antes de la guerra, era para alimentar la xenofobia contra los hondureños. Contra todos. Sin distinciones. Como teníamos radio de onda corta, oíamos también la HRN de Honduras, y era lo mismo, pero desde el otro lado. Angustiante.
Empezó, precisamente, desde que se anunciaron las eliminatorias para el mundial de 1970 en México, y me parece que se aprovechó esa coyuntura para prepararnos para lo que siguió. Por esos días había empezado la expulsión de salvadoreños de Honduras por un órgano paramilitar llamado "La Mancha Brava", protegido --y formado, creo-- por el ejército. A muchos de los expulsados los golpearon, y según los diarios y las emisoras se llegó a la mutilación sexual de muchas personas, hombres u mujeres. (Mi madre y mi abuela fueron a donar ropa y comida a los refugiados y, sí, era cierto. ¿Por qué será que a los militares de cualquier parte, cuando se ponen en ésas, los obsesiona tanto el rollo sexual y usan la mutilacion como mecanismo de terror? Buena parte de las víctimas de los escuadrones de la muerte eran mutiladas sexualmente.) El motivo de las expulsiones era que el gobierno hondureño iba a hacer una reforma agraria para quedar bien con el gobierno de Estados Unidos, y no iba a tocar las tierras de la United Fruit ni de los terratenientes de siempre. Asi que se fueron contra los trescientos o cuatrocientos mil salvadoreños que tenían allá sus pequeñas parcelas, y no sé si habrán hecho al fin la dichosa reforma. Se dijo en la HRN que a muchos de los salvadoreños que llegaban los mutilaban soldados de este lado de la frontera disfrazados de hondureños.
La KL empezó a transmitir mensajes especialmente virulentos en contra de "los hondureños", así en general, por la expulsión de salvadoreños, los desmanes contra ellos, y el receptor directo de todo ese odio era su selección de fútbol: era la concreción de un enemigo casi demoniaco, al que había que vencer por todo lo que venía pasando.
El primero de los tres partidos que se jugaron lo ganó la selección salvadoreña, según creo recordar; el segundo, los hondureños, y se volvió casi una afrenta nacional. No recuerdo si para el tercero --que ganaría el equipo de El Salvador, en una "cancha neutral", o sea en Haití-- la guerra estaba en puertas o ya había terminado, pero no creo que nadie se haya divertido, no en el sentido en que el deporte debería generar diversión. (Quizá por eso dejé de ir a los estadios de fútbol: encuentro más odio por "el otro" que ganas de ver un buen partido. Y no es privativo de los salvadoreños.)
En la colonia donde vivíamos antes (Santa Eugenia, por San Miguelito) había un señor hondureño, medio rabietoso con los niños pero, en fin, un señor con su familia. El día en que estalló la guerra, o al siguiente, llegó la policía por él y su gente por el delito de ser hondureños, y todos los de la colonia estaban allí para "disfrutar" de cómo lo agarraban y se lo llevaban, etcétera. Hubo insultos, acusaciones, saqueos de su casa, casi un linchamiento. En las emisoras algunos locutores pedían a la ciudadanía que "denunciara" a los hondureños, no sé si por instrucciones del gobierno, en el plan de que cualquiera podía ser un agente de los servicios de inteligencia del país de al lado. Llegamos a ver piquetes de "ciudadanos" afuera de casas de hondureños, al menos hostigándolos, y a las emisoras transmitiéndolo como actos de patriotismo. Al final, el señor al que conocíamos se quedó en El Salvador, pero obviamente se cambió de barrio; ¿cómo vivir con antiguos amigos que de repente habían sacado su lado más oscuro y lo habían ejercido contra él? Pasada la guerra hubo una vergüenza colectiva de la que algunos no se curan aún. Otros, para defenderse, casi cuarenta años más tarde, aún hablan mal del señor (no recuerdo su nombre), y le inventan hechos o magnifican otros que no eran para tanto. En serio que nada más le agarraban rabietas contra los niños que hacían ruido afuera de su casa a la hora de la siesta, yo entre ellos, pero no era para que lo trataran así.
Mi nana --que crió también a mi madre y a mi tío--, doña Minga, era hondureña. Desde ese momento, para protegerla, se armó la historia de que era de Morazán (la que nació allí fue su hermana, Rosa). No salió de casa en varias semanas. Hasta la fecha, su hija jura y perjura que nació en Morazán (mi nana murió hará unos diez años), aunque ella sabe que yo sé que no es cierto, pero el temor persiste.
Otro mecanismo que usaron las emisoras, además de el exacerbamiento del patriotismo, fue el miedo. Hubo un momento, ya en medio de la guerra, en que se dijo que aviones militares hondureños estaban volando sobre El Salvador, y unos minutos después pasaron dos o tres cerca de casa, justo encima de donde ahora son las Tres Torres. Para mis nueve años fue espantoso, y también para los seis de mi hermana y los cincuenta y pico de mi abuela y los que fueran de quien estuviera oyendo la radio y oyendo esos aviones --totalmente salvadoreños-- "patrullando" la ciudad.
Pocos no cayeron en el juego, y a los que no cayeron les fue mal, como al doctor Fabio Castillo Figueroa, quien lo denunció como una guerra entre burguesías, o sea lo que realmente era. Lo acusaron de traidor, de espía, de comunista vendepatrias, sólo por tener la razón.
El Partido Comunista jugó un papel bien feo (en parte por eso se dividió en 1970): dio su apoyo al gobierno en ese momento en que los salvadoreños debían estar unidos, etcétera. Hasta hubo un mitin con Schafik en la Plaza Libertad, que ahora explican de otro modo, en el que se llamó a apoyar esa guerra por la dignidad nacional. (En el parque Hula Hula, mientras tanto, estaban vendiéndose los Bonos de la Dignidad Nacional para financiar la guerra. Había desde uno hasta veinticinco colones, y la gente se peleaba el derecho a comprarlos. Lo sé porque fuimos a ver con la abuela Mina a verlo. Ella compró uno de un colón, para guardarlo de recuerdo. Años después traté de conseguirlo, pero al parecer lo había tirado en alguna limpieza de su clóset.) Está registrado que, entre otras cosas, el PC envió chicles --sí, de los que se mastican-- a los soldados en el frente. ¡Y eso que la guerra sólo duró cinco días! Creo que nunca reaccionaron con tanta rapidez a ninguna otra situación, Dios los bendiga.
Mi padre estaba en Chile, en el único año sabático de su vida, y cuando se enteró de la guerra nos llamó por teléfono para saber cómo estábamos. Le pregunté qué pensaba de la guerra, y me contestó, cauteloso, que estaba demasiado lejos para formarse un criterio, pero que algo que viniera de ese gobierno no podía estar bien, que lo mejor era que nos tranquilizáramos, que tomáramos medidas de seguridad y que en todo caso era un asunto entre militares.
En casa de la abuela, que estaba junto a la nuestra, había una bodega, casi un sótano, y allí dormíamos todos: mi hermana --mi hermano nacería dos años después--, mi madre, la abuela, mi nana, su hija, tres empleadas, y los perros afuera de la puerta, por si las dudas. Había toque de queda, y había que apagar las luces a cierta hora, bajo amenaza de que se dispararía contra las casas en las que hubiera luces encendidas. Así que usábamos velas, con las ventanas bien tapadas con cortinas gruesas, y todos alrededor de la radio, que nos hablaban de cosas terribles que pasaron, otras que no y otras más que simplemente no podían ser.
Mi padre me había mandado de Chile los suplementos coleccionables de la revista Ercilla con todo lo referente a la misión Apolo XI a la Luna, que empezaba con las fantasías de Luciano de Samosata y Cyrano de Bergerac y terminaba con el regreso de Neil Armstron, Michael Collins y Buzz Aldrin a la Tierra. Y, sí, cómo era posible que hubiera gente que caminara con seguridad por la Luna mientras, por su nacionalidad, los salvadoreños y hondureños no pudieran caminar por las veredas... de su propio país, ya no se diga del vecino.
Leí varias veces los folletos mientras oía las noticias de la guerra, sin saber muy bien qué pensar. Cuando estalló la paz, me llegaron las tapas de la colección, y una bandita de tela para pasarla por los hoyitos abiertos de antemano para formar un pequeño libro, que no sé en qué lugar de mi vida habrá quedado extraviado.
Recuerdo, cuando la "Guerra del Fútbol", cómo las emisoras de radio jugaron un papel siniestro para exacerbar el odio y la violencia entre hondureños y salvadoreños. En casa oíamos YSKL, y buena parte de la programación, desde antes de la guerra, era para alimentar la xenofobia contra los hondureños. Contra todos. Sin distinciones. Como teníamos radio de onda corta, oíamos también la HRN de Honduras, y era lo mismo, pero desde el otro lado. Angustiante.
Empezó, precisamente, desde que se anunciaron las eliminatorias para el mundial de 1970 en México, y me parece que se aprovechó esa coyuntura para prepararnos para lo que siguió. Por esos días había empezado la expulsión de salvadoreños de Honduras por un órgano paramilitar llamado "La Mancha Brava", protegido --y formado, creo-- por el ejército. A muchos de los expulsados los golpearon, y según los diarios y las emisoras se llegó a la mutilación sexual de muchas personas, hombres u mujeres. (Mi madre y mi abuela fueron a donar ropa y comida a los refugiados y, sí, era cierto. ¿Por qué será que a los militares de cualquier parte, cuando se ponen en ésas, los obsesiona tanto el rollo sexual y usan la mutilacion como mecanismo de terror? Buena parte de las víctimas de los escuadrones de la muerte eran mutiladas sexualmente.) El motivo de las expulsiones era que el gobierno hondureño iba a hacer una reforma agraria para quedar bien con el gobierno de Estados Unidos, y no iba a tocar las tierras de la United Fruit ni de los terratenientes de siempre. Asi que se fueron contra los trescientos o cuatrocientos mil salvadoreños que tenían allá sus pequeñas parcelas, y no sé si habrán hecho al fin la dichosa reforma. Se dijo en la HRN que a muchos de los salvadoreños que llegaban los mutilaban soldados de este lado de la frontera disfrazados de hondureños.
La KL empezó a transmitir mensajes especialmente virulentos en contra de "los hondureños", así en general, por la expulsión de salvadoreños, los desmanes contra ellos, y el receptor directo de todo ese odio era su selección de fútbol: era la concreción de un enemigo casi demoniaco, al que había que vencer por todo lo que venía pasando.
El primero de los tres partidos que se jugaron lo ganó la selección salvadoreña, según creo recordar; el segundo, los hondureños, y se volvió casi una afrenta nacional. No recuerdo si para el tercero --que ganaría el equipo de El Salvador, en una "cancha neutral", o sea en Haití-- la guerra estaba en puertas o ya había terminado, pero no creo que nadie se haya divertido, no en el sentido en que el deporte debería generar diversión. (Quizá por eso dejé de ir a los estadios de fútbol: encuentro más odio por "el otro" que ganas de ver un buen partido. Y no es privativo de los salvadoreños.)
En la colonia donde vivíamos antes (Santa Eugenia, por San Miguelito) había un señor hondureño, medio rabietoso con los niños pero, en fin, un señor con su familia. El día en que estalló la guerra, o al siguiente, llegó la policía por él y su gente por el delito de ser hondureños, y todos los de la colonia estaban allí para "disfrutar" de cómo lo agarraban y se lo llevaban, etcétera. Hubo insultos, acusaciones, saqueos de su casa, casi un linchamiento. En las emisoras algunos locutores pedían a la ciudadanía que "denunciara" a los hondureños, no sé si por instrucciones del gobierno, en el plan de que cualquiera podía ser un agente de los servicios de inteligencia del país de al lado. Llegamos a ver piquetes de "ciudadanos" afuera de casas de hondureños, al menos hostigándolos, y a las emisoras transmitiéndolo como actos de patriotismo. Al final, el señor al que conocíamos se quedó en El Salvador, pero obviamente se cambió de barrio; ¿cómo vivir con antiguos amigos que de repente habían sacado su lado más oscuro y lo habían ejercido contra él? Pasada la guerra hubo una vergüenza colectiva de la que algunos no se curan aún. Otros, para defenderse, casi cuarenta años más tarde, aún hablan mal del señor (no recuerdo su nombre), y le inventan hechos o magnifican otros que no eran para tanto. En serio que nada más le agarraban rabietas contra los niños que hacían ruido afuera de su casa a la hora de la siesta, yo entre ellos, pero no era para que lo trataran así.
Mi nana --que crió también a mi madre y a mi tío--, doña Minga, era hondureña. Desde ese momento, para protegerla, se armó la historia de que era de Morazán (la que nació allí fue su hermana, Rosa). No salió de casa en varias semanas. Hasta la fecha, su hija jura y perjura que nació en Morazán (mi nana murió hará unos diez años), aunque ella sabe que yo sé que no es cierto, pero el temor persiste.
Otro mecanismo que usaron las emisoras, además de el exacerbamiento del patriotismo, fue el miedo. Hubo un momento, ya en medio de la guerra, en que se dijo que aviones militares hondureños estaban volando sobre El Salvador, y unos minutos después pasaron dos o tres cerca de casa, justo encima de donde ahora son las Tres Torres. Para mis nueve años fue espantoso, y también para los seis de mi hermana y los cincuenta y pico de mi abuela y los que fueran de quien estuviera oyendo la radio y oyendo esos aviones --totalmente salvadoreños-- "patrullando" la ciudad.
Pocos no cayeron en el juego, y a los que no cayeron les fue mal, como al doctor Fabio Castillo Figueroa, quien lo denunció como una guerra entre burguesías, o sea lo que realmente era. Lo acusaron de traidor, de espía, de comunista vendepatrias, sólo por tener la razón.
El Partido Comunista jugó un papel bien feo (en parte por eso se dividió en 1970): dio su apoyo al gobierno en ese momento en que los salvadoreños debían estar unidos, etcétera. Hasta hubo un mitin con Schafik en la Plaza Libertad, que ahora explican de otro modo, en el que se llamó a apoyar esa guerra por la dignidad nacional. (En el parque Hula Hula, mientras tanto, estaban vendiéndose los Bonos de la Dignidad Nacional para financiar la guerra. Había desde uno hasta veinticinco colones, y la gente se peleaba el derecho a comprarlos. Lo sé porque fuimos a ver con la abuela Mina a verlo. Ella compró uno de un colón, para guardarlo de recuerdo. Años después traté de conseguirlo, pero al parecer lo había tirado en alguna limpieza de su clóset.) Está registrado que, entre otras cosas, el PC envió chicles --sí, de los que se mastican-- a los soldados en el frente. ¡Y eso que la guerra sólo duró cinco días! Creo que nunca reaccionaron con tanta rapidez a ninguna otra situación, Dios los bendiga.
Mi padre estaba en Chile, en el único año sabático de su vida, y cuando se enteró de la guerra nos llamó por teléfono para saber cómo estábamos. Le pregunté qué pensaba de la guerra, y me contestó, cauteloso, que estaba demasiado lejos para formarse un criterio, pero que algo que viniera de ese gobierno no podía estar bien, que lo mejor era que nos tranquilizáramos, que tomáramos medidas de seguridad y que en todo caso era un asunto entre militares.
En casa de la abuela, que estaba junto a la nuestra, había una bodega, casi un sótano, y allí dormíamos todos: mi hermana --mi hermano nacería dos años después--, mi madre, la abuela, mi nana, su hija, tres empleadas, y los perros afuera de la puerta, por si las dudas. Había toque de queda, y había que apagar las luces a cierta hora, bajo amenaza de que se dispararía contra las casas en las que hubiera luces encendidas. Así que usábamos velas, con las ventanas bien tapadas con cortinas gruesas, y todos alrededor de la radio, que nos hablaban de cosas terribles que pasaron, otras que no y otras más que simplemente no podían ser.
Mi padre me había mandado de Chile los suplementos coleccionables de la revista Ercilla con todo lo referente a la misión Apolo XI a la Luna, que empezaba con las fantasías de Luciano de Samosata y Cyrano de Bergerac y terminaba con el regreso de Neil Armstron, Michael Collins y Buzz Aldrin a la Tierra. Y, sí, cómo era posible que hubiera gente que caminara con seguridad por la Luna mientras, por su nacionalidad, los salvadoreños y hondureños no pudieran caminar por las veredas... de su propio país, ya no se diga del vecino.
Leí varias veces los folletos mientras oía las noticias de la guerra, sin saber muy bien qué pensar. Cuando estalló la paz, me llegaron las tapas de la colección, y una bandita de tela para pasarla por los hoyitos abiertos de antemano para formar un pequeño libro, que no sé en qué lugar de mi vida habrá quedado extraviado.
11 comentarios:
"Ahora la moda es mencionar al PC, y al PC, y al PC, donde se pueda, para recordar al pueblo que estamos siempre amenzados por los rojos."
Uhm... Ése es un salto conceptual demasiado grande para mí. Lo que me molesta del PC, como habrás leído en mis notas y posts, es que no haya sido jamás coherente con lo que dice que es. No creo que nunca hayan sido rojos, y allí es donde veo el problema: es de lo que presumen.
La historia es la historia, los datos son los datos, y ambos dicen que el PC se ha armado un mito que no le hace bien a la primera y que los segundos desmienten. ¿No que la verdad nos iba a hacer libres, pue? Empecemos por allí. O por cualquier parte, pero saquemos un poco la cabeza de donde la tengamos metida.
Hasta donde sé, Medardo y Leonel no eran del PC, sino de las FPL, ya que estamos en ésas.
Y fíjate qué triste: que una "derecha jurásica" tenga un proyecto de país que una izquierda... uh... pon tú el calificativo... no tiene. No es que el proyecto de ARENA sea bueno: es que no hay otro.
¿Que Mauricio Funes o Salvador Arias son la solución?(Bueno, sólo uno de ellos, porque al parecer son excluyentes.) ¿Que unas elecciones son la solución? No veo que vaya por allí, con todo y que Funes es independiente y Arias fuera también de las FPL. ¿Qué los va a sustentar? ¿Qué organización, qué plan, qué rayos? Un candidato es un candidato, y podrá ser magnífico candidato, pero un gobernante débil y sin rumbo, que es lo que hasta ahora prometería el FMLN. Un barco ebrio, si me permites que miente a Rimbaud.
¿Por quién voy a votar? Así como se ve la cosa, por nadie, como en las anteriores municipales. En las presidenciales de 2004 voté por el FMLN. Los que no votaron por el FMLN fueron los del FMLN. Así de simple. La culpa no es mía.
Cuestiona al que escribe el mensaje, no al mensajero. (Y ni siquiera soy mensajero; nomás abrí la carta antes de entregarla y les dije a algunos qué era lo que decía.)
La otra es caer en lo de siempre: es importante cerrar filas alrededor del FMLN, hay cosas más urgentes que recordar el pasado, eso es estar objetivamente del lado de la derecha. Ya me harté de eso. Y ya me harté de esa izquierda lumpen. Eso no es izquierda. Y ése es el problema.
El nacionalismo: la baratija amarga, estéril y peligrosa que se hace pasar por patriotismo.
A mí el patriotismo siempre me ha dado frío. Podrá parecer bueno viviendo en un país tan caliente, pero no. Detrás del patriotismo viene un montón de gente ("la masa") sin cara, sin conciencia y sin piedad.
"La gente sencilla de todos los países ama profundamente a su
patria; pero éste es un amor natural y real. El patriotismo del pueblo no es sólo una
idea, es un hecho; pero el patriotismo político, el amor al Estado, no es la expresión
fiel de este hecho: es una expresión distorsionada por medio de una falsa abstracción,
siempre en beneficio de una minoría explotadora"
M. Bakunin
¡Andale! Me pasé un buen rato buscando las "Cartas contra el patriotismo de los burgueses" y no las encontré por ningún lado.
Bakunin tenía su lado chido, cómo no.
A ver, RZ: estoy de acuerdo con lo que dices, aunque quizá no con esas palabras ni es lo único que veo. Pero en lo básico estoy de acuerdo.
Ese que mencionas se llama "proyecto de país". Y no es un proyecto popular, obviamente. Ahora bien: ¿qué ofrece el FMLN a eso? Que yo vea, nada concreto. Allí está el problema, y por eso te digo que mi preocupación es la izquierda, y que la derecha está en lo suyo. O sea, lo que tenemos es:
* Una izquierda sin pensamiento, sin estrategia, frente a una derecha con un proyecto estratégico y un pensamiento propio. Quizá no es el que nos guste, o que podamos identificar como tal --nuestros parámetros son diferentes--, pero lo tienen.
* Una izquierda balcanizadísima contra una derecha unida. Al menos en el caso de ARENA: no se destruyen entre sí. Incluso a los antiguos disidentes --como Gloria Salguero-- han vuelto a darles un lugar. Y eso es algo que el FMLN nunca tuvo, y antes deel FMLN, menos.
* Una izquierda que apela a la radicalidad como mecanismo político, pero se mueve en la tenebra de la negociación... con la derecha. Y la derecha está en el poder, así que lo único que necesita es esperar a que lleguen a negociar con ella. Simple.
* De lo que hablo no es de que la derecha salvadoreña sea lo que más me guste. No lo es. Y el FMLN tendría que gobernar de manera muy similar, con los mismos organismos y mecanismos e instituciones, o se va al carajo el país. Eso es simple. Manejan un discurso, pero un gobierno del FMLN no podría ser muy diferente; requeriría al menos de un periodo para empezar a hacer virajes, y un par más para que funcionen. Y está bien. Pero no les veo la lucidez para hacerlo, ni la preparación, ni la gente, ni los ideólogos. Y eso no es mi culpa, sino de ellos.
¿Qué va a pasar en 2009? Ni idea; faltan dos años, y mucho de ellos se va a perder en hacer campaña, en lugar de generar... no sé... un proyecto de país. Podemos decir lo que queramos, en un blog o en una revista o por correo privado, pero estamos fuera de la jugada. Así está hecho el sistema. Lo único que nos queda es el voto, porque LA IZQUIERDA no ha generado mecanismos alternos de participación, y me temo que por ahora no le interesa.
¿Te gusta el ejemplo de Venzuela? Chávez no está allí de gratis. Está fundado en organizaciones creadas desde mucho antes que él dejara de hacerse en los pañales. Eso lo hizo la izquieda. Es el papel de la izquierda. Y es el papel que no está desempeñando.
La derecha tiene muchísimo más de cien años de manejar este país; si quieres ponerte formal, desde 1824, mes más o menos. Saben hacerlo y, si no, se renuevan. Que la izquierda no haya gobernado no es una esperanza, si lo miras desde cierto punto de vista, por ejemplo el de los que sólo tienen como opción votar por ellos o votar por otros.
Insisto: el problema es de ellos; yo sólo hablo de lo que más o menos alcanzo a ver.
Insisto: en 2004 voté por el FMLN. Sé de muchos militantes del FMLN que votaron por ARENA, porque veían una amenaza en Schafik. Eso no se lo inventó la derecha: si él mismo no hubiera dado una imagen absurda de sí mismo, no hay campaña de terror que pegue. Tampoco es culpa mía.
¿Que el pueblo necesita algo mejor o algo diferente? Puesí. Así de simple: puesí. Ahora dime: ¿dónde carajos está eso? Ya quedamos que en la derecha no. Va. ¿Dónde está?
Y ya sabes que aquí el único requisito para publicar comentarios es que no se insulte a nadie. He parado muchos comentarios en los que te insultan a ti, como me insultan a mí o a otras personas. Hablando nos estamos entendiendo, ¿no? Por de pronto ya vimos que hay un montón de cosas en las que estamos de acuerdo; ahora veamos en las que no.
El mismo manejo de las radios se dio en la ofensiva de 1989. Se oían en las radios amenazas contra quienes, según el gobierno y el ejército, eran afines a la guerrilla o consideraban que eran sus ideólogos. Se amenazó a Mons Rivera Damas, a Mons Rosa Chávez, a los jesuitas de la UCA. Y ya sabemos como terminaron algunos de ellos.
Curioso... Parece que me quedé hablando solo y contestándome solo...
El ReyZope quitó dos comentarios a los que respondí largamente, y no sé por qué lo hizo. Es su opción, aunque lamento que se haya roto un diálogo que me parecía bueno.
Otra vez seráaaaa, seráaaaa... Whatever etcéteraaaa... etcéteraaaa...
Yo nunca vi los dichosos bonos de la dignidad nacional. Lo que sí vi fueron algunos clasificados en los periódicos donde se ofrecían y demandaban bonos. Fue a principios de los ochenta.
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