24 de marzo de 2008

¡Por su madre, bohemios! (O el regreso de las canas muy blancas)

Y es que, sí, hay mamás que la ponen así: "O esa mujer o yo". Y pues allí es donde uno descubre quién es uno, y quién es su mamá y quién "la otra", "la intrusa"... o el amor de la vida de uno, o de ese trozo de la vida, o vaya a saber. (Como diría Sabato, uno no sabe si va a la Guerra de los Cien Años, y menos en materia marital. Con la mamá ya sabe a lo que va y en lo que está, quizá por eso la necesidad de... bueno... hacer una vida propia, digamos, so riesgo de convertirse en un Norman Bates, y ni siquiera el de Anthony Perkins, que estaba bieeen loco.)
Y no es onda de que la mamá se ponga en el plan de "¿Qué tiene ella que no tenga yo?", porque ya estamos hablando de otros niveles. De que las hay, seguro que las hay, y ya quedamos en el post anterior en que la mamá de Manuel Acuña tenía "formas" más atractivas que las de Rosario de la Peña, a quien dedicó el "Nocturno" suicida a los veintitrés años de su edad y a los cero de su buena poesía. En general, visto que las mamás de los poemas y de las canciones son viejecitas de canas muy blancas, el riesgo no es mucho y las cosas se callan por obvias. Allí entran otros valores: "Esa mujer lo único que quiere es..." Y, sí, seguro que quiere. Y uno también quiere. Y mientras más guapa sea la otra, peor se va a poner la "viejecita", y uno puede cometer el error de ponerse a negociar y, señores, es el peor modo de quedar mal con una, con la otra y con uno mismo, que es con quien al final de cuentas tiene que convivir desde el nacimiento hasta el mismísimo último segundo de vida.
No sé los demás; a mí lo del Edipo no se me ha dado muy bien, no le he preguntado a mi mamá cómo se le da lo de Yocasta y nunca me puse en el plan de escoger entre "ella" y "Ella". (Es la ventaja de vivir a cientos, a veces a un par de miles, de kilómetros de mamá. Creo que es el tema de este post.) Asígnesele la mayúscula a quien se guste; a veces se trata de eso: de quién va a merecer la mayúscula y quién no, y uno como acróbata tratando de no poner demasiado énfasis en ciertas palabras clave, no mencionar otras y poniéndose a rezar --el ateísmo allí es un ideal vano-- cuando se quedan platicando a solas.
Lo cierto es que las viejecitas de canas muy blancas casi siempre están solas, y el Edipo ha preferido a "la otra", así se eche todas las declaraciones de amor filial que se le peguen la gana. Lo que expresa en sus poemas y canciones es el remordimiento por dejarla sola, pero no hace nada para que tenga compañía, específicamente la suya propia. Veamos la canción de Daniel Santos del post anterior: ya se despidió de los cuates, con los que seguro se echó unos tragos, y más:

Ya yo me despedí de mi adorada
y le pedí por Dios que nunca llore.
Que recuerde por siempre mis amores, que yo
de ella nunca me olvidaré.

Y sigue lo de "sólo me parte el alma y me condena / que dejo tan solita a mi mamá", y que se va a miles de kilómetros de distancia a pelearse con gente a la que ni conoce. No deja referencia de que haya ido a despedirse de su madre o a llevarle una bolsa de pan y pasarse un rato platicando de cosas agradables antes de decirle: "A todo esto, me voy a la segunda guerra mundial. Ya hablé con mi novia [o esposa] y va a venir a verte todos los fines de semana. Cualquier cosa, te comunicas con el tío Eduardo, y la prima Enedina va a estar viniendo a checar que estés bien. Ya quedé con la vecina que te venga a dar de comer; yo le voy a estar mandando dinero, y si hace falta ropa [negra, claro, y rebozos para ocultar los ojos llorosos, y rosarios, que de tanto rezar se desgastan], ella misma te proveerá. Tú tranquila."
Pero la novia --y más probablemente esposa-- no va a llegar a verla, ni el tío Eduardo, ni la prima Enedina ni nadie. ¿Por qué? ¿Para hacerlo llorar a uno con la canción, porque "ese" tipo de mamás no tienen parientes o porque son unas verdaderas arañas que alejan a la gente? Igual se le murieron todos, pues, pero, estadísticamente, con tantas canciones referidas al tema, la mayoría debería tener parientes, amigos buena onda, vecinos compasivos, algo.
Otra constante es que los hijos se acuerdan de su mamá cuando están borrachos o pasándosela bien con los amigos, mientras ella está sola con todo y sus canas muy blancas. Por ejemplo en año nuevo: si uno tiene una mamá, si la quiere mucho, si vive en el mismo país y si la señora está sola, por lo menos va y se pasa un rato con ella. O de plano se la lleva a la fiesta familiar, y quizá a la esposa de uno se le ocurra: "¡Ey! ¿Por qué no se viene tu mamá a vivir con nosotros?" Pero pos no: borrachera y sentimiento de culpa. Y más: se considera que ese sentimiento de culpa, borrachera incluida, es asunto bueno, sano, natural y hasta conmovedor. El ejemplo es el famoso "Brindis del bohemio", del mexicano Guillermo Aguirre Fierro. (Aquí hay una versión declamada, en YouTube, para quien quiera disfrutarla. Hay una versión dramatizada de unos chavos de bachillerato de Escuintla, Guatemala, pero no me atrevo a poner el link. Hay también una versión con Paco Stanley, mi gurú particular desde que dijo que "crítico es aquél que conoce todo acerca de las leyes del equilibrio, pero no sabe andar en bicicleta".)
Chéquense el contexto: hay seis amigos en un bebedero, es año nuevo; están rodeados de chupe y de mujeres de formas como las de la mamá de Manuel Acuña e intenciones seguramente poco castas, y de pronto se ponen a brindar por lo que sea: la vida, el placer, todo eso:

Se brindó por la patria, por las flores,
por los castos amores
que hacen un valladar de una ventana,
y por esas pasiones voluptuosas
que el fango del placer llena de rosas
y hacen de la mujer la cortesana.

Listo. Allí está el marco, y de paso tratan de hetairas a las mujeres que hacen legítimo uso de su cuerpo y sus sentimientos. Una borrachera de fin de año con todas las de ley. Y uno de ellos debía ser el poeta, el que iba a resumir todo lo anterior y mucho más. Hasta se llama Arturo, vaya:

Sólo faltaba un brindis, el de Arturo,
el del bohemio puro,
de noble corazón y gran cabeza;
aquel que sin ambages declaraba'
que sólo ambicionaba
robarle inspiración a la tristeza.

Por todos lados estrechado, alzó la copa
frente a la alegre tropa
desbordante de risa y de contento
los inundó en la luz de una mirada,
sacudió su melena alborotada
y dijo así, con inspirado acento:

Y allí va de aguafiestas... (Hace muuuchos años, en México, digamos en 1980, hicimos una versión obscena a cuatro manos con Tito Torres, hijo de Edelberto Torres-Rivas, de la cual recuerdo algunos versos con especial vergüenza. Igual no puedo dejar de reírme cuando me acuerdo. No, nunca voy a decirla, y detruida está, para que no conste.)

-Brindo por la mujer, mas no por esa
en la que halláis consuelo en la tristeza,
rescoldo del placer ¡desventurados!;
no por esa que os brinda sus hechizos
cuando besáis sus rizos
artificiosamente perfumados.

Yo no brindo por ella, compañeros,
siento por esta vez no complaceros.
Brindo por la mujer, pero por una,
por la que me brindó sus embelesos
y me envolvió en sus besos;
por la mujer que me arrulló en la cuna.

Por la mujer que me enseñó de niño
lo que vale el cariño
exquisito, profundo y verdadero;
por la mujer que me arrulló en sus brazos
y que me dió en pedazos
uno por uno, el corazón entero.

¡Por mi madre!, bohemios, por la anciana
que piensa en el mañana
como en algo muy dulce y muy deseado,
porque sueña tal vez que mi destino
me señala el camino
por el que volveré pronto a su lado.

Por la anciana adorada y bendecida,
por la que con su sangre me dio vida,
y ternura y cariño;
por la que fue la luz del alma mía;
y lloró de alegría
sintiendo mi cabeza en su corpiño.

Por esa brindo yo, dejad que llore,
que en lágrimas desflore
esta pena letal que me asesina;
dejad que brinde por mi madre ausente,
por la que llora y siente
que mi ausencia es un fuego que calcina.

Por la anciana infeliz que sufre y llora
y que del cielo implora
que vuelva yo muy pronto a estar con ella;
por mi madre bohemios, que es dulzura
vertida en mi amargura
y en esta noche de mi vida, estrella...

El bohemio calló; ningún acento
profanó el sentimiento
nacido del dolor y la ternura,
y pareció que sobre aquel ambiente
flotaba inmensamente
un poema de amor y de amargura.

Como siempre, algunos adjetivos son inquietantes; van de lo ñoño a lo sublime, y de lo ridículo a lo francamente cochino. (O será que ya me hace falta una sesión de psicoanálisis...) Por ejemplo, eso de poner la cabeza del chavo directamente sobre el corpiño --la ropa interior, pue-- sí suena a más que azul celeste. Pero se sacan varias cosas en claro:
1. El tipo prefiere estar con sus cuates que con su mamá. No se menciona que esté lejos, sino que simplemente no la ve. Al menos Daniel Santos se va para la guerra, y la guerra es en Europa.
2. Es anciana y no tiene a nadie. La verdad, allí es culpa de la señora: si no tiene amigos o parientes que la visiten un rato en fin de año, será porque no se preocupó por cultivarlos durante toooda la larga vida anterior.
3. Etcétera. Creo que el poema --u lo que quieran llamarle-- es bastante explícito.
Lo más interesante es que "El brindis del bohemio" es otro de esos poemas que se consideran como un homenaje a las madres, y que se recita en cantinas, veladas del 10 de mayo (o 12 de agosto en Costa Rica) y reuniones familiares a la menor provocación. (En una novela mía, De vez en cuando la muerte, hay un periodista que, cuando toma, se pone a recitar "El brindis del bohemio", cuya autoría atribuye a Sor Juana. De verdad que hay de ésos.)
Y, ya que hablamos de Norman Bates (sí, el de Psycho, de Hitchcock; la versión light la hizo Vince Vaugh, nada mal, pero nunca como la de Perkins), hay una vieja canción de Los Churumbeles que se llama "Habanera del cariño", válgame con el título, donde sí el autor se pone en el plan de "mi mamá tenía razón, tú eres lo que ella me decía, fúchila tú y me voy de regreso con ella, pues, aunque sea viejita, es muy santa". ¡Pero si uno no las escoge por santas, Dios mío, y ellas a uno tampoco, a menos que!
Va la rola:

En una casita chiquita y muy blanca
Camino del puerto de Santa María
Habita una vieja muy buena y muy santa
Muy buena y muy santa, que es la madre mía.

Y maldigo hasta la hora en que ho la abandoné
A pesar de sus consejos, no me quise convencer.

Ella me lleva en el alma, y tú en la imaginación
Tú me miras con los ojos, ella con el corazón.
Lo tuyo es capricho, pura vanidad
Lo de ella es cariño, cariño verdad.

De quién fue la culpa, no quiero saberlo
No sé si fue tuya o fue de la suerte
O fue culpa mía por no comprenderlo
En vez de olvidarte penaba por verte.
Anda y véte de mi vera, si te quieres comparar
Con aquella vieja santa, que está ciega de llorar.

Yo no sé qué le habrá hecho la muchacha al autor de la letra, pero en su caso, antes de comprometerme con él, yo le hubiera pedido que me escribiera un nocturno para ver mi futuro por anticipado. Si decía en alguna parte "y en medio de nosotros mi madre como un Dios", a volar, paloma: si no estás dispuesta a quedarte ciega de llorar por mí, ni le intentes, mi reina, porque lo tuyo es capricho, pura vanidad. Y es otra de las canciones preferidas para el Día de la Madre.
Lo que veo es que he estado hablando de puras vejeces, de cosas de mediados del siglo antepasado a mediados del pasado, que sin embargo siguen estando vigentes en el gusto de más personas de las que uno quisiera imaginar.
Mejor termino con un video que habla de una viejita de canas muy blancas, pero que funciona más bien de otro modo, o como de seguro funcionaban las señoras chantajistas de las canciones y los poemas que hemos visto y sus hijitos con complejo de culpa por no atreverse a mandarlas al diablo. La canción se llama "Holiday", de Nazareth. Es de por allí de 1977 y la letra, para que se ayuden, pueden encontrarla aquí.



El colmo era Norman Bates con la momia (literalmente momia) de su mamá dándole órdenes. ¡Y en Psycho II hasta la desentierra para ponerla otra vez en la mecedora! ¿O fue en la III? ¿O nomás lo estoy imaginando?
(¡Ya voy, mamá!)

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Creo que he comentado alguna vez que tengo una Vaio que es de color verde. Pues bien, ya que hablamos de canas, la susodicha está cerca de cumplir los dos años, que en términos computacionales equivalen al balón de oxígeno y la andadera. Lo cual me tiene sin cuidado; para lo que la uso, y más, funciona de lo mejor. Pero en los últimos dos o tres meses, a fuerza de actualizaciones de Windows (XP, desde luego; el Vista puede no contar conmigo) y de quitarle y ponerle cosas, estaba tardando casi cinco minutos en arrancar y ponerse a trabajar, y como que no. Así que hice una copia de seguridad de varias cosas y me puse a restaurar el sistema operativo desde cero. Lo malo es que las Vaio traen un montón de cosas que uno no sólo no necesita, sino que tampoco quiere, y hay que desinstalarlas, instalar lo que uno le gusta ponerle, ajustar, reajustar, etcétera.
Las Vaio traen también una partición como de 20 gigas que sirve para la restauración del sistema y, por si las dudas, uno puede sacsr una copia de seguridad en DVD o en un montón de CDs. Por suerte fue lo primero que hice cuando la compré, porque se me ocurrió ver qué pasaba si le volaba la partición de restauración --que es invisible-- y ganar 20 gigas, de los cuales 10 están sin usar. Y lo que pasó fue que la máquina funcionó en el momento, y después ni quien pudiera arrancarla. Ya había instalado buena parte del arsenal informático, o sea un muy buen par de horas de trabajo, y hubo que restaurar de nuevo desde el DVD, y otra vez a poner tooooodo y a quitar lo quitable, etcétera.
Ahora la máquina está como rayo; bootea en cosa de un minuto y todo jala a la perfección. (Hasta ahora. No prometo nada para después, porque por algo las computadoras son computadoras.)
Algo importante de hacer para un domingo de resurrección.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ay, Rafael, alguna vez hizo usted monologos en teatro? Hablando de eso, un amigo mio, Jaime Vasquez, actor y director de RFI (Radio Paris La Paz) me dijo que los posts esos de las canas y semejantes eran perfectos para monologos en teatro. A mi se me ocurre: haria una cesion de derechos para el teatro? Aqui hay un actor a quien le encantaria hacerlos...
Cuenteme.