Sobre una reseña de Méndez Vides acerca de Las flores y otras femineidades
No entiendo muy bien --o no quiero entender-- el énfasis que se pone en Guatemala sobre la "nueva ola" de libros escritos por mujeres, ni la importancia literaria que tenga el sexo --no el género, que es otra cosa-- en la calidad o la cantidad literarias. Quizá no muy en el fondo subyazga el machismo de siempre, y no lo digo sólo por los reseñadores masculinos, sino también por las femeninas, que parecen sorprenderse de que haya mujeres que de verdad sepan escribir y lo proclamen como si hablaran de gallinas que volaran largas distancias, digamos unos veinte metros.
Curioso: entre las escritoras a las que la parte femenina de este machismo ponen como están Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, algunas modernas como Gioconda Belli y Ana Istarú, pero a pocas se les ocurre mencionar a las hermanas Bronte, a Jane Austen, a Mary Shelley, a Emily Dickinson y sólo muy ocasionalmente a Virginia Woolf. (La espantosa película acerca de ella, Las horas, habrá dado materiales a más de una. Malos materiales, además.) Y son escritoras que no sólo son buenas, sino que han marcado y siguen marcando hitos fundamentales para la literatura universal. Y el hecho de que fueran mujeres es incidental, creo. Y el hecho de que haya más mujeres publicando que hace --digamos-- dos siglos es natural; el mundo cambia.
Lo que no veo es que haya necesidad de que se establezcan categorías, en este caso "la literatura", escrita por hombres, y las cosas escritas por mujeres, que de repente pueden alcanzar --según lo dicten reseñistas de cualquier sexo-- las alturas de "la literatura". Quizá en el boxeo existan razones obvias por las cuales un hombre y una mujer deben estar en categorías diferentes, quizá con reglas diferentes. En el ajedrez, la literatura, la pintura, la economía, y ochocientas cosas más, no las encuentro. Ni en el fútbol, vaya; en Estados Unidos me tocó ver jugadoras que bien pueden dar lecciones a más de un seleccionado nacional, que Dios me perdone. (Dios es de derecha, según señala un reconocido autor boliviano, y seguro no estará de acuerdo con que hay mujeres que juegan fútbol mejor que los hombres.)
Lo que se espera, cuando se pone énfasis en lo de "literatura femenina" o, peor, "feminista", es que haya una calidad menor, y en el apellido viene implícito que debo bajar un poco los estándares y leer "de otro modo", cosa que en lo personal no estoy dispuesto a hacer. Lo mismo pasa con la "literatura gay", "literatura comprometida", "literatura ecológica" o el apellido que le quieran poner. Jamás se me ocurriría que Wilde hiciera literatura gay, que Leonardo hiciera pintura gay, que Alejandro de Macedonia armara guerras gay. Quizá quienes necesitan aplicar o que les apliquen el apellido deberían pensar en términos un poco más serios; literarios, digamos. Si no dan la calidad necesaria, que lo acepten y lo disfruten; si no entienden más allá de cierto punto --los críticos y reseñistas-- que se dediquen a otra cosa; seguro que, si la buscan, encontrarán su vocación, y allí podrán moverse con rigor.
La disgresión viene poco al caso, pero viene, después de leer una reseña que hizo Méndez Vides acerca del libro Las flores, de Denise Phé-Funchal, compañera de La Casa del Escritor (de El Salvador, sí), publicada por F&G Editores de Guatemala. Puede encontrarse en El periódico, concretamente aquí, y lo reproduzco abusando de la paciencia y la buena voluntad de Méndez Vides (igual hay comentarios en la página de la reseña que quizá quieran leer):
Resulta obvio, con la reseña al frente, que Méndez Vides no terminó de leer la novela, o que no entendió muy bien de qué está hecha. Si quiere, podría echarle la culpa a la juventud de Denise y a que no deja claras las cosas, ante lo cual no quedaría más que echarse una carcajada y pasar a otra cosa; es una novela espantosamente bien escrita, y si algo tiene es claridad.
Por ejemplo, confunde al personaje de "Madre" con "la mamá de los nenes", que son diferentes; la criada del cura no es su criada, sino mucho más que eso --no, no es su amante, je je--, como queda de manifiesto por allí de la mitad de la novela, y es parte de su... uh... encanto; la Nena no está embarazada, y nunca lo estará, y "Madre" --más bien "la mamá de los nenes"-- no le da ningún abortivo. A la vez, la Nena no acepta pasivamente al Señor Obeso como su futuro esposo, y así lo descubre su mamá cuando se pone a hurgar entre sus dibujos, en busca de un diseño de letras para la ropa de cama de los futuros recién casados. Por eso precisamente es el pleito; bien sórdido el asunto. ¡Y el gordo no se vuelve tierno ni la cuida cuando está enferma! La "enfermedad" sólo dura una noche y una mañana.
Eso sólo en lo que se refiere a detalles de la historia. Méndez Vides se perdió lo más importante: el modo en que está escrita la novela, que es lo que la convierte en... uh... literatura, digamos, y de la buena. La sutileza del lenguaje, el manejo minucioso --y bien documentado-- de cada detalle, el armado de cada capítulo, podría hacer que me retorciera de envidia de no ser por el placer que me da leer una novela tan buena. Y es tan sencilla que, en serio, valdría la pena que Méndez Vides la leyera completa, no salteada, y que incluso la terminara. El final --y sus motivos-- es muchísimo más tenebroso de lo que él dice. Y, que yo sepa, nada que ver el entorno con la Ciudad de Guatemala del siglo XIX o de la época de los mensajeros en bicicleta; es otra cosa, es otra ciudad, es una metáfora muy grande de todas nuestras ciudades pequeñas.
Se me ocurre, en la lógica de la disgresión del principio de este post, que el hecho de que Denise pertenezca a esa "nutrida nueva ola" de mujeres que escriben --que sea mujer, pues--, el hecho de que se espera poco de ellas, el meterla con calzador en una categoría (la de la "nutrida nueva ola", etcétera), hizo que no se tomara muy en serio el libro y que escribiera la reseña a la ligera, en el plan de "ya sé lo que sigue, ya sé lo que tengo que decir".
O quizá el que una mujer, que además es joven, que además escribe muy bien, haya publicado un libro interesante hace que intente simplificarse --a la mujer y al libro-- para quitarle peligrosidad. Porque de eso sí pueden estar seguros: el libro es peligroso. Como toda buena literatura. Si no, ¿para qué tomarse la molestia?
Curioso: entre las escritoras a las que la parte femenina de este machismo ponen como están Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, algunas modernas como Gioconda Belli y Ana Istarú, pero a pocas se les ocurre mencionar a las hermanas Bronte, a Jane Austen, a Mary Shelley, a Emily Dickinson y sólo muy ocasionalmente a Virginia Woolf. (La espantosa película acerca de ella, Las horas, habrá dado materiales a más de una. Malos materiales, además.) Y son escritoras que no sólo son buenas, sino que han marcado y siguen marcando hitos fundamentales para la literatura universal. Y el hecho de que fueran mujeres es incidental, creo. Y el hecho de que haya más mujeres publicando que hace --digamos-- dos siglos es natural; el mundo cambia.
Lo que no veo es que haya necesidad de que se establezcan categorías, en este caso "la literatura", escrita por hombres, y las cosas escritas por mujeres, que de repente pueden alcanzar --según lo dicten reseñistas de cualquier sexo-- las alturas de "la literatura". Quizá en el boxeo existan razones obvias por las cuales un hombre y una mujer deben estar en categorías diferentes, quizá con reglas diferentes. En el ajedrez, la literatura, la pintura, la economía, y ochocientas cosas más, no las encuentro. Ni en el fútbol, vaya; en Estados Unidos me tocó ver jugadoras que bien pueden dar lecciones a más de un seleccionado nacional, que Dios me perdone. (Dios es de derecha, según señala un reconocido autor boliviano, y seguro no estará de acuerdo con que hay mujeres que juegan fútbol mejor que los hombres.)
Lo que se espera, cuando se pone énfasis en lo de "literatura femenina" o, peor, "feminista", es que haya una calidad menor, y en el apellido viene implícito que debo bajar un poco los estándares y leer "de otro modo", cosa que en lo personal no estoy dispuesto a hacer. Lo mismo pasa con la "literatura gay", "literatura comprometida", "literatura ecológica" o el apellido que le quieran poner. Jamás se me ocurriría que Wilde hiciera literatura gay, que Leonardo hiciera pintura gay, que Alejandro de Macedonia armara guerras gay. Quizá quienes necesitan aplicar o que les apliquen el apellido deberían pensar en términos un poco más serios; literarios, digamos. Si no dan la calidad necesaria, que lo acepten y lo disfruten; si no entienden más allá de cierto punto --los críticos y reseñistas-- que se dediquen a otra cosa; seguro que, si la buscan, encontrarán su vocación, y allí podrán moverse con rigor.
La disgresión viene poco al caso, pero viene, después de leer una reseña que hizo Méndez Vides acerca del libro Las flores, de Denise Phé-Funchal, compañera de La Casa del Escritor (de El Salvador, sí), publicada por F&G Editores de Guatemala. Puede encontrarse en El periódico, concretamente aquí, y lo reproduzco abusando de la paciencia y la buena voluntad de Méndez Vides (igual hay comentarios en la página de la reseña que quizá quieran leer):
F&G Editores publicó recientemente la novela Las flores, de la joven autora Denise Phe–Funchal (Guatemala, 1977), quien con este primer paso se suma a la nutrida nueva ola de participación femenina en la narrativa nacional. Es satisfactorio leer lo que las nuevas figuras ofrecen, más cuando ya manejan el oficio. La autora se percibe cuidadosa, se preocupa por la estructura y escribe engolosinada, lo que me parece que muestra gran potencial.
La novela Las flores es un ejercicio de iniciación literaria, donde se presenta la vida en la ciudad de Guatemala, específicamente en el actual centro histórico depauperado cuando todavía vivía sus “glorias”, si alguna vez las tuvo, en un fluir anacrónico, porque hay páginas donde el lector se siente transportado a la vida del siglo XIX, cuando se transportaban en carruajes y ciertas familias acomodadas vivían en “casonas”, siendo las apariencias tan importantes que se hacía de todo para evitar el desdoro; pero en otras páginas se nos ilustra el siglo XX, con la costumbre de los cigarrillos y el intercambio de colillas, los repartidores en bicicleta reemplazando a los “propios” que iban de casa en casa entregando las participaciones en una ciudad que cabía en la palma de la mano.
Digamos que el tiempo es apenas un pasaje de fondo, y que lo que se expone pudo haber sucedido en tiempo de carruajes o de autos, pero lo que importa es la construcción del protagonista, una mujer pervertida y perversa, Madre, que se presta para tener relaciones lésbicas con la criada del cura, para que su eminencia satisfaga el deseo de mirón. Si Madre hubiera sido lesbiana, pues ya, se comprendería, pero no se presenta así, lo que hay es exhibición ante un hombre que supone rector moral de la sociedad. Ella está casada, al esposo lo desprecian la protagonista y la narradora, porque lo ven de lejos, la pareja duerme en camas separadas, es borracho, tiene deudas y su presencia se reduce a la de “padre de los nenes”. La acción comienza cuando un gordo adiposo y medio imbécil (aunque acaudalado) sorprende al cura presenciando en el recinto sagrado la acción erótica de Madre con la criada. El desagradable gordo va a chillarle el espectáculo a su madre anciana y poderosa, para quien el hecho es sucio pero también una oportunidad para casar al hijo asqueroso con la linda y virginal hija adolescente de Madre. El contubernio social y económico salva al cura, preserva la moral, libra a la familia de deudas y el costo es entregar a una linda jovencita al cerdo.
No se muestra de parte de la víctima resistencia alguna. Ella no importa, sino Madre. Una buena parte del libro se gasta en los preparativos de la boda, hasta que resulta que la virginal novia está embarazada y no por gracia del Espíritu Santo. Madre la pone a beber unos polvitos para hacerla abortar, pero la mata. La joven agoniza a media boda, el gordo se vuelve tierno y la cuida como marido afectado. Madre se mantiene firme, nada le hace mella, ni la caída del cura desde el campanario. Ella representa el egoísmo total en medio de una sociedad hipócrita, en una ciudad que no se salvará de la ruina.
Resulta obvio, con la reseña al frente, que Méndez Vides no terminó de leer la novela, o que no entendió muy bien de qué está hecha. Si quiere, podría echarle la culpa a la juventud de Denise y a que no deja claras las cosas, ante lo cual no quedaría más que echarse una carcajada y pasar a otra cosa; es una novela espantosamente bien escrita, y si algo tiene es claridad.
Por ejemplo, confunde al personaje de "Madre" con "la mamá de los nenes", que son diferentes; la criada del cura no es su criada, sino mucho más que eso --no, no es su amante, je je--, como queda de manifiesto por allí de la mitad de la novela, y es parte de su... uh... encanto; la Nena no está embarazada, y nunca lo estará, y "Madre" --más bien "la mamá de los nenes"-- no le da ningún abortivo. A la vez, la Nena no acepta pasivamente al Señor Obeso como su futuro esposo, y así lo descubre su mamá cuando se pone a hurgar entre sus dibujos, en busca de un diseño de letras para la ropa de cama de los futuros recién casados. Por eso precisamente es el pleito; bien sórdido el asunto. ¡Y el gordo no se vuelve tierno ni la cuida cuando está enferma! La "enfermedad" sólo dura una noche y una mañana.
Eso sólo en lo que se refiere a detalles de la historia. Méndez Vides se perdió lo más importante: el modo en que está escrita la novela, que es lo que la convierte en... uh... literatura, digamos, y de la buena. La sutileza del lenguaje, el manejo minucioso --y bien documentado-- de cada detalle, el armado de cada capítulo, podría hacer que me retorciera de envidia de no ser por el placer que me da leer una novela tan buena. Y es tan sencilla que, en serio, valdría la pena que Méndez Vides la leyera completa, no salteada, y que incluso la terminara. El final --y sus motivos-- es muchísimo más tenebroso de lo que él dice. Y, que yo sepa, nada que ver el entorno con la Ciudad de Guatemala del siglo XIX o de la época de los mensajeros en bicicleta; es otra cosa, es otra ciudad, es una metáfora muy grande de todas nuestras ciudades pequeñas.
Se me ocurre, en la lógica de la disgresión del principio de este post, que el hecho de que Denise pertenezca a esa "nutrida nueva ola" de mujeres que escriben --que sea mujer, pues--, el hecho de que se espera poco de ellas, el meterla con calzador en una categoría (la de la "nutrida nueva ola", etcétera), hizo que no se tomara muy en serio el libro y que escribiera la reseña a la ligera, en el plan de "ya sé lo que sigue, ya sé lo que tengo que decir".
O quizá el que una mujer, que además es joven, que además escribe muy bien, haya publicado un libro interesante hace que intente simplificarse --a la mujer y al libro-- para quitarle peligrosidad. Porque de eso sí pueden estar seguros: el libro es peligroso. Como toda buena literatura. Si no, ¿para qué tomarse la molestia?
8 comentarios:
Hey que rara esa reseña... nada que ver!!!
por fin por aquí. pues ya ve usted, no sólo es con ese libro. es con muchos que comenta. ¿recuerda el comentario sobre "el informante nativo" de ronald flores? pues vale que sí. sigo sin entender si es una severa deficiencia de lectura (y no es que la nuestra sea como neuman o bolaño, pero bueno...) o es en verdad una linda estrategia de decir nada existe aquí, lloremos nuestro vacío y tomémonos de la mano. ya leeré las flores, pero casi seguro de poder leerla de otra forma.
por cierto, ya termino de leer el blog entero. chévere.
Loida: ¿Verdá?
Winston: No he leído aún El informante nativo, aunque lo tengo aquí a unos metros. La reseña de Méndez Vides me pareció un modo de establecer jerarquías y darle un coscorrón a Ronald, más que una reseña. Ya veré cuando lea el libro qué tan justa es la reseña.
Suena interesante eso de "nada existe aquí", etcétera. Quizá no sea consciente, pero es probable. Si no hay nada, quedan ellos. También tengo pendiente un libro de Méndez Vides con el que me pasa algo extraño: lo agarro para leerlo, veo la portada --una verde, de Alfaguara-- y se me quitan las ganas. Creo que deberian mejorar, los de Alfaguara Guatemala, su diseño gráfico, y ya sé que no se trata de juzgar a un libro por su portada.
Y vale la pena de leer Las flores. Es un libro de verdad fuerte, que le remueve a uno cosas atávicas por todos lados. Y está tan bien hecho...
Y gracias por leer el blog. Ojalá que se esté divirtiendo.
Y sì què querès que te diga, el señor no leyò la novela, es obvio. Chas gracias por el post :)
ah, sí, hombre, creo que se refiere a las murallas. la leí recién llegado a la ciudad donde ahora vivo y en primera lectura me gustó. pasó un par punto cinco de años y la volví a agarrar y sí, correctamente bien escrita pero aburrida. dice bolaño que no se trata sólo de escribir bien sino de meter la cabeza en terrenos oscuros. y sí, es problable. pero están ellos, estamos nosotros, están todos. ya veremos. creo que es parte (como disparador siquiera hacia otras derivaciones) del aparato crítico guatemalteco. sí, me estoy divirtiendo un mundo con el blog este. lo he secuestrado en mi compu sin internet en .html.
Pasa que la gente chismosa de la novela pensaba que la boda se daba de forma tan precipitada porque el boterezco regordete había embarazado a la chava y no que la prisa se debía a un soborno para guardar el “decoro” de Madre y el cura nalgueador. Si como lectores caemos en la trampa de pensar que la damisela, en efecto, estaba encinta, pues inevitablemente engrosamos las filas de la masa chismosa y no la de los lectores objetivos , por no decir errr… buenos.
hey, en la edición que yo compré el final es distinto :S ..... o será que Denisse no nos ha querido contar que en cada uno de los ejemplares de la edición (no sé cuántos fueron) hay un final distinto???? tendré que releer a ver si cuando lo haga, mágicamente el final sea diferente al que ya leí y al que leyó este señor de la reseña.
Diria, sin haber leido el libro reseñado, que la reseña de la reseña del libro, esta bien escrita porque esta hecha de argumentos, que es lo que se necesita en estos casos, porque "el que reseñe al reseñador buen reseñador sera..." :)
Saludos
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