Algunas lecturas
Hace unos siete años Claudia Hernández me dio Antes del fin, el que se suponía sería el último libro de Ernesto Sabato, en razón de su edad. Se publicó en 1997, y para ese entonces Sabato ya tenía 86 años --hoy anda en los 97, y contando. Lo agradecí, claro, pero apenas esta última semana me puse a leerlo; no es un escritor al que me guste acercarme con frecuencia.
Fue quizá por allí de 1980-81 que leí El túnel por primera vez, y me dejó de muy mal humor. Me dejó así porque me obligué a leerlo hasta el fin, de un solo tirón, y porque me habían dicho que era una maravilla de libro, etcétera, que es lo mismo que me siguen diciendo ahora.
Lo que me pasó fue que no entendí nada. No me refiero a que sea un libro difícil, sino que simplemente no me interesaba --y sigue sin interesarme-- lo que viene allí dentro: Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne, no supe muy bien por qué; María Iribarne, todos los personajes y toda la situación y todas las disquisiciones acerca de la vida, la muerte y lo que haya en medio o en el proceso de pasar de una a la otra. En otras palabras, no me llena su sentido trágico de la vida. Vaya: de que la vida sea una tragedia, vaya y pase, y cada quién en lo suyo. Pero no encontré las raíces del conflicto, el conflicto mismo, sólo la gana de Castel de sentirse mal y de matar a María Iribarne, cuya muerte no lloré ni me impresionó ni nada. (No es porque la anuncie desde el primer párrafo; García Márquez lo hace en Crónica de una muerte anunciada y, cuando por fin lo acuchillan, en la última página --¡y aún sigue vivo!--, uno dice: "¡Mataron a Santiago Nassar!" O sea: hay niveles.)
Años después, avergonzado porque no me había gustado, lo leí de nuevo con mente más clara y abierta y tratando de no tener prejuicios. Lo que me pasó fue que me aburrí. Hace unos días, en plan de lo mismo, traté de nuevo y sigo viendo que no me interesa, pero ya no me da vergüenza reconocerlo. Nomás Sabato y yo somos incompatibles.
Porque ya antes, en 1975, había tratado de leer Sobre héroes y tumbas y, sí, logré terminar "Informe sobre ciegos", y de los demás leí pedazos salteados. Me pareció que me había gustado, oque algo me quedaba, aun sin entender la fobia del personaje hacia los ciegos. En 2000 traté de leer otra vez "Informe sobre ciegos", en una edición que publicó EDUCA con sólo esa parte de Sobre héroes..., y me pasé media tarde de lo más aburrida.
En 1985 le tocó el intento a Abaddón el exterminador. Hubo partes que me interesaron, como algunas donde aparece Quique --en especial el día en que se queda solo durante un rato; es bien conmovedora--, pero del resto, no mucho, y de lo de Quique apenas tengo recuerdos sueltos, y más bien sensaciones no muy pronunciadas. Lo mismo: traté de leerla una segunda vez, y hasta una tercera. No pude. Nomás no.
Con Antes del fin me pasó que vi a los personajes de las novelas de Sabato, pero sin procesar. Es decir: lo vi a él tan desnudo como se puede estar en un libro de memorias, y lo que vi fue que mi problema con sus novelas es que muchos de sus personajes no están muy bien armados porque son él (en Abaddón más explicitamente), y él me parece muy poco interesante, aparte de algunos rollos anecdóticos.
En Antes del fin se la pasa hablando de la miseria humana, de cómo "todo" en la vida es horror, angustia, miedo, miseria, y que el sólo hecho de vivir ya es doloroso y nos hace dignos de lástima. Y que me perdonen los que piensan lo mismo, pero soy incapaz de ver la vida así.
Habla en especial de los niños que mueren de hambre, de los niños maltratados, de los niños siempre, y de las cosas terribles que les pueden pasar. También de la estupidez de los adultos, de la soberbia de los que detentan el poder. Todo lo que ya sabemos. Y es cierto, hay de eso en la vida, y hay cosas peores, pero eso no es la vida, y siempre hay modos de al menos morir en el intento, como un Leónidas un poco menos musculoso, pero qué diablos. Y serán muy sus memorias, y tendrá derecho a decir lo que quiera, pero lo que veo es que su literatura no es muy diferente, excepto por el hecho de que arma ficciones con él regulando lo que pasa y lo que no, y sin lograr crear un mundo en que "eso", el sentido trágico de la vida, sea vital. Nomás no entiendo de dónde le sale tanta angustia y esa gana de ver el mundo tan feo.
Hay una parte en la que habla de la muerte de su hijo Jorge, y uno dirá: bueno, de allí le viene la depresión. Pero no. Siempre ha pensado lo mismo. Las partes en las que habla de cómo deja la ciencia --era un gran científico-- por la literatura tampoco las entiendo; no veo que una cosa y otra sean excluyentes, y hasta podrían ser complementarias.
Terminé de leer el libro por disciplina, algo que ya no hago con mucha frecuencia: me gusta o no, lo leo o no, y a otra cosa. Quizá fue para poder decir que tengo al menos dos libros terminados de Sabato; ya suficiente problema ha sido que no me haya gustado El túnel y se vean obligados a decirme: "¡Pero cómo! ¡Si es un librazo! ¡A mí me reveló muchas cosas! ¡Lo he leído toneladas de veces!"
Para quien quiera leer un poco de Sabato o acerca de él, o al menos enterarse un poco, aquí hay una página con lo necesario. Para mí es mucho más que suficiente.
Ah: también traté de leer La resistencia, que regalaron en el periódico argentino El Clarín, en formato PDF, poco antes de su salida en papel. Tampoco. Sí debe ser un rollo de compatibilidad, porque el viejo de verdad que ni siquiera me cae mal, y hasta lo admiro por todo lo que hizo cuando la comisión de investihación de crímenes durante la guerra sucia, su militancia de juventud, su capacidad científica que dejó por... bueno... allí es donde empiezan mis problemas.
Otro libro que tenía desde 2000, sin atreverme a abrirlo, era Los dos Borges, del chileno Volodia Teitelboim, biógrafo entre otros de Huidobro, Neruda y Gabriela Mistral. Fue de los que me traje cuando murió mi padre, más porque trataba de Borges que porque me gusten las biografías. Le huyo todo lo que puedo a las biografías, y un poco más a las memorias, pero en estos días me agarró por allí, y me friego.
Hay varias cosas que me molestan de las biografías. La principal es que muchos de los biógrafos llegan a considerarse a sí mismos casi de la altura de los biografiados, por el simple hecho de saber --o de creer que saben-- Todo Lo De Su Vida. La otra es la tendencia a la loa no muy sana, a la desmitificación o, peor, las dos cosas al mismo tiempo.
Los dos Borges va un paso más allá: Teitelboim se lanza a descifrar el alma del escritor argentino a partir de cartas, datos, los testimonios de otros, etcétera. Recordé el episodio de la flautita de Hamlet --que transcribí aquí hace algún tiempo--, y sentí un mucho de vergüenza ajena cuando leí las partes dedicadas al asunto de la sexualidad de Borges, de su famoso viaje a Chile donde fue condecorado por Pinochet, de su dependencia de su madre, doña Leonor Acevedo, y de cómo todo eso se "refleja" en su obra. ¿A mí qué demonios me importa su relación platónica y desesperada con una chava que en realidad buscaba algo de... no sé muy bien qué, pero estaba jugando bien chueco con él? ¿Y qué me interesa lo que Teitelboim piense acerca de alguien que con mucho lo supera, nos supera, y es uno de los parámetros fundamentales de la literatura, etcétera?
No terminé el libro. Lo que hice fue agarrar capítulos al azar. Algunos los leí completos, otros no. De Borges me interesa Borges.
Casi nunca hablo de cosas que no me gustan; ésta ha sido una de las pocas excepciones. Y no voy a seguir por ese camino por el momento.
Krisma y yo somos fans del blog Orsai, de Hernán Casciari, y lo leemos cristianamente y comentamos cada entrada mientras nos reímos.
Hace un par de semanas, Krisma encontró su libro Más respeto, que soy tu madre, y lo leímos al mismo tiempo, en diferentes horarios.
--¿Vas a leer el libro?
--Ahora no, tengo que hacer.
--Entonces lo agarro yo.
Y no es que tardáramos demasiado. Aunque estaba terminando de escribir un libro, tenía la chamba de La Casa y en los ratos libres saqué una chamba extra, me lo eche en tres sentadas, literalmente, y Krisma en otras tantas. Mientras yo me dedicaba a otra cosa, de repente oía las carcajadas, le preguntaba qué pasaba y me leía un trozo. Luego yo le leía alguno, hubiera ya pasado por él o no, y así.
Hay varios asegunes. El más grave, creo, es que, como lo lanzó editorial Grijalbo, se trató de "adaptar" al público mexicano, y de repente se habla del América y del Guadalajara --no del Boca y el River, o lo que sea--, de los gobiernos de Fox y Zedillo y qué sé yo. Hay argentinismos que se han sustituido por mexicanismos, y se ven los parches en el texto.
Lo otro es que se presenta como una novela, surgida del blog Diario de una señora gorda. Y, sí, hay una línea central, los personajes se mantienen y sostienen, hay una trama básica, etcétera, pero no le encuentro la estructura de novela, y de hecho no me hizo falta. Lo que vi fue un divertimento escrito del modo en que se escribe en un blog: de manera lineal, más o menos lo que a uno se le va ocurriendo, más o menos de manera premeditada.
Me la pasé muy bien, y eso es lo que me interesa. Lo demás es lo de más.
Le di una buena leída a la revista Cultura 97-98 (o sea la anterior a la que está en circulación en estos días; de hecho ambas, y varias decenas más, se pueden encontrar en la Dirección de Publicaciones e Impresos), y me parece que es bien importante para estar un poco más ubicados con respecto a las líneas que ha seguido la literatura salvadoreña.
El número está dedicado a la generación Piedra y Siglo, un poco posterior en el tiempo a la Comprometida, pero no está enfocada desde el punto de vista académico, sino literario, que es lo que importa.
Buena parte de la revista está conformada por una antología bastante extensa y representativa de cada uno de los integrantes del grupo, además de algunos trabajos críticos --hechos por escritores--, recuerdos, semblanzas, etcétera. Un muy buen trabajo para ubicar a un grupo del que se habla mucho, pero del que poco se conoce. Creo que era una deuda pendiente para todos, y allí está. Y no hay mejor material de discusión que la obra misma.
Pedro Geoffroy Rivas, a pesar de que todo el mundo habla de él, es uno de los tantos olvidados de la poesía salvadoreña. Aquí se conoce Los nietos del jaguar y la antología que publicó la DPI en la Biblioteca Básica con el mismo nombre. Quizá su poema-poemario Vida, pasión y muerte del antihombre sea lo más conocido --y allí está de lo mejor de su obra--, y ello se debe al verso "Pobrecito poeta que era yo, burgués y bueno...", que sirvió como título para la novela de Roque Dalton.
La publicación de la poesía completa de Geoffroy, bajo el título de El surco de la estirpe, es otra de las grandes deudas que la DPI en particular, y el país en general, tenía con uno de nuestros mejores poetas. La mayor parte de sus libros se publicó en México, donde pasó exiliado un par de décadas, y no habían visto la luz por acá. Ni la oscuridad, si a ésas vamos. Nomás no se conocían. El trabajo de búsqueda y recopilación de Rafael Lara Martínez es bastante valioso.
Luego estuvo lo de la ideología. Geoffroy pertenecía a una familia oligárquica, y se convirtió en militante comunista por las épocas de la insurrección y masacre de 1932. Su clase, desde luego, abjuró de él. De regreso de México, la gente del Partido Comunista comenzó a presionarlo por... uh... supongo que por oligarca, porque pequeñoburgués no era, y él los mandó al carajo. Resultado: fue declarado traidor por la izquierda, ya lo era para la derecha y su obra fue medida por eso, no por su calidad.
Entre otras cosas se le acusa de plagiario de Neruda. Eso de acusar de plagio a la gente al parecer es un buen recurso para joderle la vida sin necesidad de tener razón.
Y, sí, algunas de sus cosas se parecen a las de Neruda, concretamente a las que éste escribiría unos años después; basta con checar fechas y cotejar obras para darse cuenta. No digo que Neruda lo plagiara a él, sino que había un modo de escribir y entender la poesía que flotaba en el ambiente, y ambos lo tomaron. Me parece que en muchos sentidos --coherencia, estructura, propósito-- Geoffroy llegó a hacerlo mejor, modestia y molestias aparte.
La obra de Geoffroy no es muy extensa, así que cabe en uno de los tomotes de la colección Orígenes. Aún faltan, por cierto, dos de los tomos de la poesía completa de Hugo Lindo, que para mi gusto es el poeta salvadoreño que más alto ha llegado en materia de hallazgos estéticos. Mi libro favorito es Sólo la voz. Es una maravilla.
Recuerdo que, cuando la Asamblea Legislativa nombró a Roque Dalton "hijo meritísimo" --¡qué título tan feo y tan gramaticalmente incorrecto!--, mucha gente de izquierda puso el grito en el cielo, con todo y su supuesto ateísmo. Veían en el hecho un modo de la derecha de tratar de quitarle a la izquierda a una de sus banderas, a uno de sus mártires, etcétera. Por ese entonces yo aún estaba en México, y me pareció excelente: en la medida en que desaparezcan las consideraciones ideológicas alrededor de Dalton, en la medida en que deje de ser dogma de fe en el cual la calidad de la poesía es lo menos importante, mayor oportunidad tendremos de ver cuáles son sus verdaderos aportes, y por allí habrá pistas que seguir, no sólo temáticas y actitudes no muy bien asimiladas.
Cuando la DPI --la editorial "oficial"-- se dio a la tarea de publicar su poesía completa, me pareció que era de lo mejor que se podía hacer. Muchos de los que hablan de Roque Dalton lo hacen a partir de un par de libros nada más (y no siempre los mejores), e ignoran una carrera no muy larga, pero sí bastante tumultuosa y llena de azares, poéticos y de los otros.
Algo de lo más interesante es que la edición se ha armado, en parte, según el "mapa" que el propio Dalton trazó en 1973, poco antes de venir a El Salvador, donde moriría asesinado dos años después, cuatro días antes de cumplir los cuarenta. Muchos poemas y partes que han sido emblemáticos él simplemente los eliminó --en la edición de la DPI se conservan en apartados especiales dedicados a comparar la antología del propio Dalton con las ediciones príncipe--, y allí hay una lección que no se puede obviar.
Me han dicho que están trabajando a marchas forzadas para publicar el tomo tercero lo antes posible. Tener en las manos, de un tirón, lo que llevó veinticinco años escribir es importante, y la discusión literaria que pudiera surgir puede serlo aún más.
Fue quizá por allí de 1980-81 que leí El túnel por primera vez, y me dejó de muy mal humor. Me dejó así porque me obligué a leerlo hasta el fin, de un solo tirón, y porque me habían dicho que era una maravilla de libro, etcétera, que es lo mismo que me siguen diciendo ahora.
Lo que me pasó fue que no entendí nada. No me refiero a que sea un libro difícil, sino que simplemente no me interesaba --y sigue sin interesarme-- lo que viene allí dentro: Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne, no supe muy bien por qué; María Iribarne, todos los personajes y toda la situación y todas las disquisiciones acerca de la vida, la muerte y lo que haya en medio o en el proceso de pasar de una a la otra. En otras palabras, no me llena su sentido trágico de la vida. Vaya: de que la vida sea una tragedia, vaya y pase, y cada quién en lo suyo. Pero no encontré las raíces del conflicto, el conflicto mismo, sólo la gana de Castel de sentirse mal y de matar a María Iribarne, cuya muerte no lloré ni me impresionó ni nada. (No es porque la anuncie desde el primer párrafo; García Márquez lo hace en Crónica de una muerte anunciada y, cuando por fin lo acuchillan, en la última página --¡y aún sigue vivo!--, uno dice: "¡Mataron a Santiago Nassar!" O sea: hay niveles.)
Años después, avergonzado porque no me había gustado, lo leí de nuevo con mente más clara y abierta y tratando de no tener prejuicios. Lo que me pasó fue que me aburrí. Hace unos días, en plan de lo mismo, traté de nuevo y sigo viendo que no me interesa, pero ya no me da vergüenza reconocerlo. Nomás Sabato y yo somos incompatibles.
Porque ya antes, en 1975, había tratado de leer Sobre héroes y tumbas y, sí, logré terminar "Informe sobre ciegos", y de los demás leí pedazos salteados. Me pareció que me había gustado, oque algo me quedaba, aun sin entender la fobia del personaje hacia los ciegos. En 2000 traté de leer otra vez "Informe sobre ciegos", en una edición que publicó EDUCA con sólo esa parte de Sobre héroes..., y me pasé media tarde de lo más aburrida.
En 1985 le tocó el intento a Abaddón el exterminador. Hubo partes que me interesaron, como algunas donde aparece Quique --en especial el día en que se queda solo durante un rato; es bien conmovedora--, pero del resto, no mucho, y de lo de Quique apenas tengo recuerdos sueltos, y más bien sensaciones no muy pronunciadas. Lo mismo: traté de leerla una segunda vez, y hasta una tercera. No pude. Nomás no.
Con Antes del fin me pasó que vi a los personajes de las novelas de Sabato, pero sin procesar. Es decir: lo vi a él tan desnudo como se puede estar en un libro de memorias, y lo que vi fue que mi problema con sus novelas es que muchos de sus personajes no están muy bien armados porque son él (en Abaddón más explicitamente), y él me parece muy poco interesante, aparte de algunos rollos anecdóticos.
En Antes del fin se la pasa hablando de la miseria humana, de cómo "todo" en la vida es horror, angustia, miedo, miseria, y que el sólo hecho de vivir ya es doloroso y nos hace dignos de lástima. Y que me perdonen los que piensan lo mismo, pero soy incapaz de ver la vida así.
Habla en especial de los niños que mueren de hambre, de los niños maltratados, de los niños siempre, y de las cosas terribles que les pueden pasar. También de la estupidez de los adultos, de la soberbia de los que detentan el poder. Todo lo que ya sabemos. Y es cierto, hay de eso en la vida, y hay cosas peores, pero eso no es la vida, y siempre hay modos de al menos morir en el intento, como un Leónidas un poco menos musculoso, pero qué diablos. Y serán muy sus memorias, y tendrá derecho a decir lo que quiera, pero lo que veo es que su literatura no es muy diferente, excepto por el hecho de que arma ficciones con él regulando lo que pasa y lo que no, y sin lograr crear un mundo en que "eso", el sentido trágico de la vida, sea vital. Nomás no entiendo de dónde le sale tanta angustia y esa gana de ver el mundo tan feo.
Hay una parte en la que habla de la muerte de su hijo Jorge, y uno dirá: bueno, de allí le viene la depresión. Pero no. Siempre ha pensado lo mismo. Las partes en las que habla de cómo deja la ciencia --era un gran científico-- por la literatura tampoco las entiendo; no veo que una cosa y otra sean excluyentes, y hasta podrían ser complementarias.
Terminé de leer el libro por disciplina, algo que ya no hago con mucha frecuencia: me gusta o no, lo leo o no, y a otra cosa. Quizá fue para poder decir que tengo al menos dos libros terminados de Sabato; ya suficiente problema ha sido que no me haya gustado El túnel y se vean obligados a decirme: "¡Pero cómo! ¡Si es un librazo! ¡A mí me reveló muchas cosas! ¡Lo he leído toneladas de veces!"
Para quien quiera leer un poco de Sabato o acerca de él, o al menos enterarse un poco, aquí hay una página con lo necesario. Para mí es mucho más que suficiente.
Ah: también traté de leer La resistencia, que regalaron en el periódico argentino El Clarín, en formato PDF, poco antes de su salida en papel. Tampoco. Sí debe ser un rollo de compatibilidad, porque el viejo de verdad que ni siquiera me cae mal, y hasta lo admiro por todo lo que hizo cuando la comisión de investihación de crímenes durante la guerra sucia, su militancia de juventud, su capacidad científica que dejó por... bueno... allí es donde empiezan mis problemas.
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Otro libro que tenía desde 2000, sin atreverme a abrirlo, era Los dos Borges, del chileno Volodia Teitelboim, biógrafo entre otros de Huidobro, Neruda y Gabriela Mistral. Fue de los que me traje cuando murió mi padre, más porque trataba de Borges que porque me gusten las biografías. Le huyo todo lo que puedo a las biografías, y un poco más a las memorias, pero en estos días me agarró por allí, y me friego.
Hay varias cosas que me molestan de las biografías. La principal es que muchos de los biógrafos llegan a considerarse a sí mismos casi de la altura de los biografiados, por el simple hecho de saber --o de creer que saben-- Todo Lo De Su Vida. La otra es la tendencia a la loa no muy sana, a la desmitificación o, peor, las dos cosas al mismo tiempo.
Los dos Borges va un paso más allá: Teitelboim se lanza a descifrar el alma del escritor argentino a partir de cartas, datos, los testimonios de otros, etcétera. Recordé el episodio de la flautita de Hamlet --que transcribí aquí hace algún tiempo--, y sentí un mucho de vergüenza ajena cuando leí las partes dedicadas al asunto de la sexualidad de Borges, de su famoso viaje a Chile donde fue condecorado por Pinochet, de su dependencia de su madre, doña Leonor Acevedo, y de cómo todo eso se "refleja" en su obra. ¿A mí qué demonios me importa su relación platónica y desesperada con una chava que en realidad buscaba algo de... no sé muy bien qué, pero estaba jugando bien chueco con él? ¿Y qué me interesa lo que Teitelboim piense acerca de alguien que con mucho lo supera, nos supera, y es uno de los parámetros fundamentales de la literatura, etcétera?
No terminé el libro. Lo que hice fue agarrar capítulos al azar. Algunos los leí completos, otros no. De Borges me interesa Borges.
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Casi nunca hablo de cosas que no me gustan; ésta ha sido una de las pocas excepciones. Y no voy a seguir por ese camino por el momento.
Krisma y yo somos fans del blog Orsai, de Hernán Casciari, y lo leemos cristianamente y comentamos cada entrada mientras nos reímos.
Hace un par de semanas, Krisma encontró su libro Más respeto, que soy tu madre, y lo leímos al mismo tiempo, en diferentes horarios.
--¿Vas a leer el libro?
--Ahora no, tengo que hacer.
--Entonces lo agarro yo.
Y no es que tardáramos demasiado. Aunque estaba terminando de escribir un libro, tenía la chamba de La Casa y en los ratos libres saqué una chamba extra, me lo eche en tres sentadas, literalmente, y Krisma en otras tantas. Mientras yo me dedicaba a otra cosa, de repente oía las carcajadas, le preguntaba qué pasaba y me leía un trozo. Luego yo le leía alguno, hubiera ya pasado por él o no, y así.
Hay varios asegunes. El más grave, creo, es que, como lo lanzó editorial Grijalbo, se trató de "adaptar" al público mexicano, y de repente se habla del América y del Guadalajara --no del Boca y el River, o lo que sea--, de los gobiernos de Fox y Zedillo y qué sé yo. Hay argentinismos que se han sustituido por mexicanismos, y se ven los parches en el texto.
Lo otro es que se presenta como una novela, surgida del blog Diario de una señora gorda. Y, sí, hay una línea central, los personajes se mantienen y sostienen, hay una trama básica, etcétera, pero no le encuentro la estructura de novela, y de hecho no me hizo falta. Lo que vi fue un divertimento escrito del modo en que se escribe en un blog: de manera lineal, más o menos lo que a uno se le va ocurriendo, más o menos de manera premeditada.
Me la pasé muy bien, y eso es lo que me interesa. Lo demás es lo de más.
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Le di una buena leída a la revista Cultura 97-98 (o sea la anterior a la que está en circulación en estos días; de hecho ambas, y varias decenas más, se pueden encontrar en la Dirección de Publicaciones e Impresos), y me parece que es bien importante para estar un poco más ubicados con respecto a las líneas que ha seguido la literatura salvadoreña.
El número está dedicado a la generación Piedra y Siglo, un poco posterior en el tiempo a la Comprometida, pero no está enfocada desde el punto de vista académico, sino literario, que es lo que importa.
Buena parte de la revista está conformada por una antología bastante extensa y representativa de cada uno de los integrantes del grupo, además de algunos trabajos críticos --hechos por escritores--, recuerdos, semblanzas, etcétera. Un muy buen trabajo para ubicar a un grupo del que se habla mucho, pero del que poco se conoce. Creo que era una deuda pendiente para todos, y allí está. Y no hay mejor material de discusión que la obra misma.
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Pedro Geoffroy Rivas, a pesar de que todo el mundo habla de él, es uno de los tantos olvidados de la poesía salvadoreña. Aquí se conoce Los nietos del jaguar y la antología que publicó la DPI en la Biblioteca Básica con el mismo nombre. Quizá su poema-poemario Vida, pasión y muerte del antihombre sea lo más conocido --y allí está de lo mejor de su obra--, y ello se debe al verso "Pobrecito poeta que era yo, burgués y bueno...", que sirvió como título para la novela de Roque Dalton.
La publicación de la poesía completa de Geoffroy, bajo el título de El surco de la estirpe, es otra de las grandes deudas que la DPI en particular, y el país en general, tenía con uno de nuestros mejores poetas. La mayor parte de sus libros se publicó en México, donde pasó exiliado un par de décadas, y no habían visto la luz por acá. Ni la oscuridad, si a ésas vamos. Nomás no se conocían. El trabajo de búsqueda y recopilación de Rafael Lara Martínez es bastante valioso.
Luego estuvo lo de la ideología. Geoffroy pertenecía a una familia oligárquica, y se convirtió en militante comunista por las épocas de la insurrección y masacre de 1932. Su clase, desde luego, abjuró de él. De regreso de México, la gente del Partido Comunista comenzó a presionarlo por... uh... supongo que por oligarca, porque pequeñoburgués no era, y él los mandó al carajo. Resultado: fue declarado traidor por la izquierda, ya lo era para la derecha y su obra fue medida por eso, no por su calidad.
Entre otras cosas se le acusa de plagiario de Neruda. Eso de acusar de plagio a la gente al parecer es un buen recurso para joderle la vida sin necesidad de tener razón.
Y, sí, algunas de sus cosas se parecen a las de Neruda, concretamente a las que éste escribiría unos años después; basta con checar fechas y cotejar obras para darse cuenta. No digo que Neruda lo plagiara a él, sino que había un modo de escribir y entender la poesía que flotaba en el ambiente, y ambos lo tomaron. Me parece que en muchos sentidos --coherencia, estructura, propósito-- Geoffroy llegó a hacerlo mejor, modestia y molestias aparte.
La obra de Geoffroy no es muy extensa, así que cabe en uno de los tomotes de la colección Orígenes. Aún faltan, por cierto, dos de los tomos de la poesía completa de Hugo Lindo, que para mi gusto es el poeta salvadoreño que más alto ha llegado en materia de hallazgos estéticos. Mi libro favorito es Sólo la voz. Es una maravilla.
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Recuerdo que, cuando la Asamblea Legislativa nombró a Roque Dalton "hijo meritísimo" --¡qué título tan feo y tan gramaticalmente incorrecto!--, mucha gente de izquierda puso el grito en el cielo, con todo y su supuesto ateísmo. Veían en el hecho un modo de la derecha de tratar de quitarle a la izquierda a una de sus banderas, a uno de sus mártires, etcétera. Por ese entonces yo aún estaba en México, y me pareció excelente: en la medida en que desaparezcan las consideraciones ideológicas alrededor de Dalton, en la medida en que deje de ser dogma de fe en el cual la calidad de la poesía es lo menos importante, mayor oportunidad tendremos de ver cuáles son sus verdaderos aportes, y por allí habrá pistas que seguir, no sólo temáticas y actitudes no muy bien asimiladas.
Cuando la DPI --la editorial "oficial"-- se dio a la tarea de publicar su poesía completa, me pareció que era de lo mejor que se podía hacer. Muchos de los que hablan de Roque Dalton lo hacen a partir de un par de libros nada más (y no siempre los mejores), e ignoran una carrera no muy larga, pero sí bastante tumultuosa y llena de azares, poéticos y de los otros.
Algo de lo más interesante es que la edición se ha armado, en parte, según el "mapa" que el propio Dalton trazó en 1973, poco antes de venir a El Salvador, donde moriría asesinado dos años después, cuatro días antes de cumplir los cuarenta. Muchos poemas y partes que han sido emblemáticos él simplemente los eliminó --en la edición de la DPI se conservan en apartados especiales dedicados a comparar la antología del propio Dalton con las ediciones príncipe--, y allí hay una lección que no se puede obviar.
Me han dicho que están trabajando a marchas forzadas para publicar el tomo tercero lo antes posible. Tener en las manos, de un tirón, lo que llevó veinticinco años escribir es importante, y la discusión literaria que pudiera surgir puede serlo aún más.
4 comentarios:
Se me acaba de ocurrir algo. Santiago Nasar muere cuando intenta meterse a su casa, porque su propia madre le cierra la puerta. La casa es un baluarte, supone protección, pero la casa también es cuerpo, y en este caso la casa de Santiago es la de su madre. Conclusión: de la casa/cuerpo de su madre se sale una vez, y nada más. Querer meterse de nuevo lleva a la muerte, y por decisión propia de la madre. Interesante. Thierry
Este... Sí, ejem. Es lo que siempre he dicho.
Además ya estaba como muy grandecito para meterse de regreso al lugar de donde salió originalmente. Algunos le llaman incesto, también :)
Pinche novela tiene vueltas por donde le busques. Quizá no sea tan compleja como Pedro Páramo, porque nada es tan complejo como Pedro Páramo (quizá exceptuando Los Karamázov y un par más), pero se puede leer e interpretar por todos lados. Es perfecta, pues.
En el caso de "Pedro Páramo" peor todavía, porque es el libro de todas las orgías incestuosas imaginables, comenzando por el incesto padre-hijo. "Pedro Páramo" es el anagrama de "Padre por amo". Thierry
Rafael, acabo de tender puente con Casciari via un capocómico argentino: Antonio Gasalla. Gasalla es famoso por sus personajes femeninos como Mamá Cora, Yolanda, una funcionaria pública, en fin. El estrenara a fin de año Más respeto que soy tu madre y, seguramente, estará como una de los Bertotti, Mirta.
Mire que cosas ha logrado internet: que una blogonovela se lleve al último anacronismo, el teatro. Hace 20 años, a Casciari no le habría sido posible mostrar su talento; simplemente no le habrían abierto las puertas de las productoras para dejar su material. Bien por Google y su premio Principe de Asturias, entonces
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