4 de junio de 2008

Lo que es la historia...


En la revisión de los materiales acerca del caso Ana María-Marcial me he encontrado curiosidades que vale la pena registrar. Por ejemplo, en el comunicado en el que se acusa a Marcial de haber ordenado el asesinato de Ana María, las consignas que se emiten para el periodo son sintomáticas, al menos un par de ellas. Por ejemplo la de "Viva la unidad político ideológica...", etcétera. Es una consigna evidentemente "diseñada" después de la muerte de los principales comandantes, y su fin es, bueno, buscar la unidad de las FPL. (En el cuerpo del documento se hace un llamado a los militantes que se han ido de la organización a regresar a la lucha, etcétera.)
Es interesante que la consigna la lancen precisamente quienes fomentaron la división ideológica dentro de las FPL: ésta era una organización con una línea bien definida y con un accionar que se correspondía con ella, esto es: aceptaron trabajar con una organización marxista-leninista, de carácter proletario, con un estilo de hacer las cosas que estaba a la vista. Y lo que hicieron fue copar posiciones, darle la vuelta a la moneda, y en el camino se quedaron los cadáveres de Marcial y Ana María.
Pero eso es política básica, y qué le vamos a hacer.
La más significativa es la de "¡Revolución o muerte! ¡Venceremos!" Hasta ese momento, la consigna con la que se firmaban todos los comunicados y la correspondencia interna de las FPL era "¡Revolución o muerte! ¡El pueblo armado vencerá!" Hasta había una abreviatura, para no poner tantas palabras: ROMEPAV. Sí, suena chistoso, pero así se firmaba: "ROMEPAV, Fulanito."
La pregunta es: ¿dónde quedó el pueblo en esa consigna? El asunto no es banal: una consigna es la concreción, en una sola frase, de un momento coyuntural, de una línea estratégica, de una ideología y de un marco de acción, todo al mismo tiempo. Lenin era genial para eso: "Todo el poder a los soviets" es una consigna que resume, por ejemplo, todos los objetivos de la Revolución de Octubre en unas cuantas palabras.
O sea que el viraje estratégico de las FPL, tras la muerte de sus máximos dirigentes, fue más brusco de lo que uno se atrevería a pensar y, entre otras cosas, la "nueva" consigna habla del grado de militarización al que pudo llegarse y de la abstracción de la cúpula en sí misma.


Por suerte, en los documentos de finales de 1983 vuelve a aparecer el ROMEPAV... pero en segundo lugar después de la de "¡Venceremos!" Si uno se pone sutil, hasta puede correr el riesgo de leer: "Venceremos [¿quiénes?] a través del pueblo armado." Si suena a sensibilidad excesiva, lo lamento; las consignas nunca se tomaron a la ligera, y supongo que menos en esos momentos.
Otra cosa interesante, en el primer fragmento que se reproduce, son las firmas de la dirigencia máxima de las FPL en diciembre de 1983.
Si se dan cuenta, allí están, avalando la condena a Marcial, dos personajes muy especiales: Mayo Sibrián, el comandante psicópata de la Zona Paracentral. Aparece como el sexto en la jerarquía de la organización, más o menos la misma posición que ocupaba Leonel antes de la muerte de Marcial y Ana María. Sibrián asesinó a por lo menos un millar de militantes, simpatizantes y colaboradores entre 1980 y 1988, cuando fue degradado. Lo fusilaron apenas en 1991, poco antes de la firma de los Acuerdos de Paz; gracias a eso el Informe de la Comisión de la Verdad no menciona sus crímenes y lo más grave que se atribuye a la guerrilla es el asesinato de alcaldes, a cuenta del ERP.
El otro nombre es el de Miguel Castellanos, conocido como El Ronco. Su verdadero nombre era Napoleón Romero García. A mediados de abril de 1985, dos años después del suicidio de Marcial, comenzó a delatar por la televisión, en horario estelar, todo lo que sabía de las FPL, del FMLN y de lo que le preguntaran. Según algunos, fue atrapado por la Guardia Nacional y lo hicieron hablar; según otros, se entregó y ofreció colaborar; según algunos más, desde hacía años era un infiltrado del régimen. Lo cierto es que fue asesinado el 16 de febrero de 1989 por la guerrilla, cuando dirigía el Centro de Estudios de la Realidad Nacional (CEREN). Siempre me ha llamado la atención el nombre que le puso; quizá fuera casualidad que las siglas se correspondieran con el segundo apellido de Salvador Sánchez Cerén, pero no creo que nadie lo notara. Ciertas informaciones indican, por otra parte, que no fue asesinado por las FPL, sino por un comando del Partido Comunista. Es raro: el PC casi no se dedicaba a ese tipo de acciones, y las FPL sí. También al PC se atribuyen otros asesinatos similares en ese año: José Antonio Rodríguez Porth, Francisco José Guerrero, Edgar Chacón, Francisco Peccorini Letona y el fiscal de la república, José Roberto García Alvarado. Me da la impresión de que el asesinato de El Ronco fue un modo de tratar de desviar la atención hacia las FPL, para que se creyera que eran acciones suyas, y que todos los demás fueron una especie de cortina para ocultar que a quienes se quería matar realmente era a Rodríguez Porth y a Guerrero; eran los negociadores naturales del régimen en un proceso de paz, y eran juristas y polemistas temibles.
Como soy bien desconfiado, me puse a pensar: ¿habrá dejado Sánchez Cerén esas dos firmas en la reproducción que hizo del comunicado en su autobiografía Con sueños se escribe la vida? La respuesta está aquí:


Sí, las dejó. Al menos en eso no mintió, y se agradece. Mientras no se sienta orgulloso de ellas...

2 comentarios:

Ricardo Hernández Pereira dijo...

Ojo, escribiste 1998, creo que fue en el 88, no?
bye

Rafael Menjivar Ochoa dijo...

Sipi, si no hubiera sido simple asesinato. Ya lo cambio.