Tercer día (y el mentiroso)
Martes, pues.
Logré dormir bien; sólo desperté una vez, contra las cuatro o cinco de la noche anterior. La temperatura está mucho más fresca en San José, y todo tan húmedo como siempre. Normal.
Me pasé la mañana en casa, y a eso del mediodía platicamos un rato con Krisma acerca de lo que sí, de lo que no, de lo que pasa y no pasa, de lo que habla la gente por el chat cuando tiene cosas importantes que hablar. La idea era ir a almorzar fuera, y después ir a buscar amigos, pero conversamos hasta casi las dos. Por suerte aquí todo es cerca, y en diez minutos estaba a unos pasos de la UCR.
Allí, cerca de la rotonda Bethania, Carlos Aguilar tiene la editorial Perro azul, que ha lanzado la mayoría de los títulos más interesantes de poesía de jóvenes en Costa Rica. Platicamos apenas unos minutos, porque yo tenía una cita a las tres del otro lado de la UCR, y seguro me iba a perder, así que quería irme con tiempo. Quedamos de vernos en la presentación del libro de Jacinta Escudos, el miércoles a las seis y media.
Entre otras cosas conversamos de la fotógrafa Ángela Mejías, a quien conocí en Biarritz, y él en Costa Rica. Estuvimos de acuerdo en que es una mujer sensacional. Por la mañana, ni más ni menos, chateé un rato con ella; está en Perú, haciendo un trabajo sobre niños marginados. (Si no recuerdan quién es Ángela, aquí hay una foto de ella.)
Y atravesé la UCR Siempre me ha gustado caminar por allí. En la biblioteca Carlos Monge tomé una foto mientras llegaba la persona a la que esperaba, porque me adelanté algunos minutos.
Esa persona era Hazel Vargas. Es filóloga, maestra y hasta tuvo una carnicería, según me contó. Fue decana de la Facultad de Letras de la Universidad Nacional de Heredia y un montón de cosas más. Y es una lectora inteligente y no tiene fondo cuando se trata de cosas nuevas. Como tenía varios años de no verla, la actualicé con los libros de Krisma y míos. Aquí aparece leyendo La era del llanto. No, no posó para la foto; de verdad le gustó, o sea que es de fiar. Ella me dio, hace unos años, una muy buena e interesante interpretación de Terceras personas. Creo que es de las pocas personas que entendió de primera intención de qué se trataba; es un libro rarísimo y, si me preguntan, mi favorito entre los que me ha tocado escribir.
Yo no había almorzado, así que allí estamos en el Friday's cercano a la UCR. Conversamos durante unas tres horas, y quizá vaya mañana también a la presentación del libro de Jacinta.
Y aquí está uno de los héroes anónimos del mundo de los libros centroamericanos, Estuardo, el diseñador de las portadas de F&G Editores, posando frente a algunas de sus obras. El tipo es sensacional en eso. Sabe su chamba. Tenía que haberlo puesto en el post de ayer, pero olvidé tomar fotos, mísero de mí.
Y ayer tampoco puse a Roberto Laínez, quien está como responsable del stand de la Cámara Salvadoreña del Libro. Platicamos un rato, nos fuimos a echar un Camel y después me fui a ver libros.
Compré un libro grande y gruesote de cuentos para la Vale. Vienen como veinte, excelentes para la hora de dormir. Me regalaron uno de Sturgeon, que siempre me ha gustado como escribe, y compré uno de comida tica, de Atlántico, de la meseta y de la costa del Pacífico. La edición es horrible, pero las recetas están buenas. Y compré un ejemplar de Las flores, de Denise Phé-Funchal, para regalarle a Sary Montero; es también una lectora voraz y bastante crítica, y tendrá con qué divertirse.
En el stand de El Salvador, por cierto, tenían Berlín. Años Guanacos, de David Hernández, y hubo una tentación que no pude resistir: ver su biobibliografía. Mi ejemplar lo regalé o lo perdí o algo igual de sano, y me quedé con la duda de si habría puesto que se ganó el premio que me gané yo, el "Valle Inclán" de novela de 1990. Y, sí, allí está, o sea que no ha sido error de los periodistas, sino mentira suya, porque no creo que Alfaguara pusiera el texto sin consultarle.
Pero él dice que se lo ganó en 1989 con Salvamuerte. Y resulta que el libro fue finalista de ese concurso en 1990, o sea que al dato falso (que él se lo ganó) se añade uno falsísimo (que fue en 1989, un año antes de que concursara). Para quien no haya leído la historia, está en este link, después de los apóstrofos, por supuesto. Allí se reproduce el acta del jurado.
Hasta ahora le había dado el beneficio de la duda; quizá los periodistas lo malinterpretaron, etcétera. Ahora sé que se atruibuye a propósito algo que sabe que no es de él. No sé qué necesidad tenga para que le sea necesario mentir de ese modo. Quizá no lo querían de chiquito, o quizá de grande siguen sin quererlo. Debería solucionar ese problema.
Sé que lo han invitado a la feria del libro de Guatemala. Ojalá que ahora sí pueda llegar; es necesario aclarar eso. Por mi parte lo haré con Mari Carmen Deola, la editora de Alfaguara; es correcto que lo sepa a quién publica.
Y, bien, en este tercer día tampoco tomé fotos de mi madre. Ni mañana. Ni el sábado. No sería correcto. Quizá ponga una de cuando era joven y tenía toda la vida por delante. Son lindas esas fotos. Cuando regrese a El Salvador lo haré; no las traigo en mi Vaio que, según diversos testimonios, es verde.
Logré dormir bien; sólo desperté una vez, contra las cuatro o cinco de la noche anterior. La temperatura está mucho más fresca en San José, y todo tan húmedo como siempre. Normal.
Me pasé la mañana en casa, y a eso del mediodía platicamos un rato con Krisma acerca de lo que sí, de lo que no, de lo que pasa y no pasa, de lo que habla la gente por el chat cuando tiene cosas importantes que hablar. La idea era ir a almorzar fuera, y después ir a buscar amigos, pero conversamos hasta casi las dos. Por suerte aquí todo es cerca, y en diez minutos estaba a unos pasos de la UCR.
Allí, cerca de la rotonda Bethania, Carlos Aguilar tiene la editorial Perro azul, que ha lanzado la mayoría de los títulos más interesantes de poesía de jóvenes en Costa Rica. Platicamos apenas unos minutos, porque yo tenía una cita a las tres del otro lado de la UCR, y seguro me iba a perder, así que quería irme con tiempo. Quedamos de vernos en la presentación del libro de Jacinta Escudos, el miércoles a las seis y media.
Entre otras cosas conversamos de la fotógrafa Ángela Mejías, a quien conocí en Biarritz, y él en Costa Rica. Estuvimos de acuerdo en que es una mujer sensacional. Por la mañana, ni más ni menos, chateé un rato con ella; está en Perú, haciendo un trabajo sobre niños marginados. (Si no recuerdan quién es Ángela, aquí hay una foto de ella.)
Y atravesé la UCR Siempre me ha gustado caminar por allí. En la biblioteca Carlos Monge tomé una foto mientras llegaba la persona a la que esperaba, porque me adelanté algunos minutos.
Esa persona era Hazel Vargas. Es filóloga, maestra y hasta tuvo una carnicería, según me contó. Fue decana de la Facultad de Letras de la Universidad Nacional de Heredia y un montón de cosas más. Y es una lectora inteligente y no tiene fondo cuando se trata de cosas nuevas. Como tenía varios años de no verla, la actualicé con los libros de Krisma y míos. Aquí aparece leyendo La era del llanto. No, no posó para la foto; de verdad le gustó, o sea que es de fiar. Ella me dio, hace unos años, una muy buena e interesante interpretación de Terceras personas. Creo que es de las pocas personas que entendió de primera intención de qué se trataba; es un libro rarísimo y, si me preguntan, mi favorito entre los que me ha tocado escribir.
Yo no había almorzado, así que allí estamos en el Friday's cercano a la UCR. Conversamos durante unas tres horas, y quizá vaya mañana también a la presentación del libro de Jacinta.
Y aquí está uno de los héroes anónimos del mundo de los libros centroamericanos, Estuardo, el diseñador de las portadas de F&G Editores, posando frente a algunas de sus obras. El tipo es sensacional en eso. Sabe su chamba. Tenía que haberlo puesto en el post de ayer, pero olvidé tomar fotos, mísero de mí.
Y ayer tampoco puse a Roberto Laínez, quien está como responsable del stand de la Cámara Salvadoreña del Libro. Platicamos un rato, nos fuimos a echar un Camel y después me fui a ver libros.
Compré un libro grande y gruesote de cuentos para la Vale. Vienen como veinte, excelentes para la hora de dormir. Me regalaron uno de Sturgeon, que siempre me ha gustado como escribe, y compré uno de comida tica, de Atlántico, de la meseta y de la costa del Pacífico. La edición es horrible, pero las recetas están buenas. Y compré un ejemplar de Las flores, de Denise Phé-Funchal, para regalarle a Sary Montero; es también una lectora voraz y bastante crítica, y tendrá con qué divertirse.
En el stand de El Salvador, por cierto, tenían Berlín. Años Guanacos, de David Hernández, y hubo una tentación que no pude resistir: ver su biobibliografía. Mi ejemplar lo regalé o lo perdí o algo igual de sano, y me quedé con la duda de si habría puesto que se ganó el premio que me gané yo, el "Valle Inclán" de novela de 1990. Y, sí, allí está, o sea que no ha sido error de los periodistas, sino mentira suya, porque no creo que Alfaguara pusiera el texto sin consultarle.
Pero él dice que se lo ganó en 1989 con Salvamuerte. Y resulta que el libro fue finalista de ese concurso en 1990, o sea que al dato falso (que él se lo ganó) se añade uno falsísimo (que fue en 1989, un año antes de que concursara). Para quien no haya leído la historia, está en este link, después de los apóstrofos, por supuesto. Allí se reproduce el acta del jurado.
Hasta ahora le había dado el beneficio de la duda; quizá los periodistas lo malinterpretaron, etcétera. Ahora sé que se atruibuye a propósito algo que sabe que no es de él. No sé qué necesidad tenga para que le sea necesario mentir de ese modo. Quizá no lo querían de chiquito, o quizá de grande siguen sin quererlo. Debería solucionar ese problema.
Sé que lo han invitado a la feria del libro de Guatemala. Ojalá que ahora sí pueda llegar; es necesario aclarar eso. Por mi parte lo haré con Mari Carmen Deola, la editora de Alfaguara; es correcto que lo sepa a quién publica.
Y, bien, en este tercer día tampoco tomé fotos de mi madre. Ni mañana. Ni el sábado. No sería correcto. Quizá ponga una de cuando era joven y tenía toda la vida por delante. Son lindas esas fotos. Cuando regrese a El Salvador lo haré; no las traigo en mi Vaio que, según diversos testimonios, es verde.
1 comentario:
Uyy pos qué rico te la estás pasando mano, la verdad, gracias por pasarle Las Flores a la mara ;), nos vemos pronto por acá!!!!!! si!
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