15 de marzo de 2006

La gripe, la electricidad, los libros y Cayetano Carpio

Hoy ocurrieron dos desgracias: amanecí con una gripe de espanto y no había electricidad.
Con la gripe uno ya sabe qué hacer, se resigna, moquea, se marea a gusto y aguanta las rápidas fiebres y los ojos llenos de arenita. Pero lo de la electricidad sí fue terrible.
Para empezar, nada de internet. Y nada de televisión. Y nada de música. Así que no hubo más remedio que recurrir al remedio antiguo contra las enfermedades de nariz y garganta: leer. Libros. De papel y todo.
Me puse a revisar algunos cuentos de la antología Pequeñas resistencias. Antología del cuento centroamericano, publicado por la editorial española Páginas de Espuma, en una recopilación del panameño Enrique Jaramillo Levi. También Cicatrices, otra antología de cuentos centroamericanos, realizada por Werner Mackenbach y publicada en Nicaragua hace un par de años, actualización a su vez de la publicada en Alemania, también por Mackenbach, titulada --desde luego-- Papayas und Bananen. El panorama es disparejo, o más bien lo contrario: lo disparejo es la calidad, porque las formas de narrar son más o menos las mismas en casi todos. Demasiado énfasis en la historia, muy poco en los personajes, desarrollos más o menos previsibles de los temas. Y es que un cuento --o un relato de cualquier tipo-- no es una historia: ésta cumple sólo un papel básico dentro del texto, y hay otros "aspectos" --el término es de E.M. Foster-- más importantes: los personajes, las tramas, qué sé yo. La historia es el producto inevitable del paso del tiempo, cronológico o narrativo, y no necesita de literatura para existir; basta con que alguien redacte bien para que salga una historia. Y me da la impresión de que la literatura es otra cosa. Formas. Formas únicas e irrepetibles. La originalidad literaria necesariamente está en la forma, porque temas ya se sabe que son pocos (locura, amor y muerte, dijo Quiroga) y el mundo es menos ancho y ajeno de lo que uno cree.
También releí un buen trozo del excelente ensayo de Rafael Llopis para Los mitos de Cthulhu, una recopilación de los cuentos de terror y de los autores que giraron alrededor de H.P. Lovecraft, el tipo raro de Providence. Aún no he llegado muy lejos en la relectura, porque regresó la electricidad, y con ella internet y la felicidad, pero recuerdo varios cuentos magníficos: "El rey amarillo", de R.W. Chambers; "Los perros de Tíndalos", de Frank Belknap Long, y "El morador de las tinieblas", de Lovecraft himself. Digo "recuerdo" porque el libro lo compré por primera vez en 1980 y lo devoré algunas veces en compañía del escritor René Bascopé Aspiazu --de gratísima y boliviana memoria--, junto con el resto de la obra de Lovecraft. Seguí leyéndolo más o menos hasta 1990, cuando el ejemplar ya era una desgracia, y lo dejé en México cuando salí, en 1998. Hace poco más de un mes fui a Guatemala, lo vi y lo compré, y apenas ahora hubo pretexto para revisarlo.
Lovecraft, en su ensayo El terror sobrenatural en laliteratura, señala algo que pone en práctica, y muy bien: no hay mejor modo de provocar terror que hacer que alguien pierda la noción del tiempo y del espacio. Ya lo sabía la Inquisición, que entre otros métodos perversos usaba el de encadenar gente en lugares sin luz y sin sonidos, y Poe lo recoge muy bien en "El pozo y el péndulo". Llopis, por su parte, hace un bonito recuento del relato de terror, desde El castillo de Otranto, de Walpole, el inaugurador de la novela gótica, hasta los hijos de Lovecraft, como Robert Bloch, a quien el mundo le debe algunos de sus mejores estremecimientos (El bebé de Rosemary, Psicosis, Flores para Algernon, en evidente homenaje al también escritor de terror Algernon Blackwood).
Cerca de esos libros encontré una revista mexicana ya antigua, de junio de 1983, Por esto!, que con más pena que gloria dirigía Mario Menéndez Rodríguez. En la portada está Salvador Cayetano Carpio, y dice el titular: "¿Por qué se suicidó Marcial?" Nada que ver con la versión oficial, que nunca he terminado de creerme. La gripe hace que no me den ganas de transcribir el artículo (quizá lo haga otro día).
El caso es que hace algunos meses, mientras armaba Tiempos de locura, varios de los principales dirigentes políticos salvadoreños a los que entrevisté, de todos los bandos, coincidieron en algo: no habían leído la carta suicida de Cayetano Carpio. Algunos de ellos lo habían condenado, y no habían leído siquiera la dichosa carta. Poco serio arruinar la reputación del líder histórico de la revolución sin tener la delicadeza de leer sus últimas palabras...
Aprovecho que no tengo nada que decir para ponerla aquí. Ojo: en la parte donde dice "en este momento", y conociendo a Cayetano, pensé que se refería a "este momento histórico". Ahora estoy seguro de que lo dijo de manera literal: en ese preciso momento, cuando escribió esa frase de la carta, decidió matarse.


Palabras al heroico pueblo de El Salvador, a mi querida clase obrera y a la gloriosa FPL–Farabundo Martí.
En todos los momentos más duros de mi vida, en la lucha contra las clases reaccionarias y explotadoras internas y contra el imperialismo yanqui, ha sido y es mi pueblo y mi clase los supremos elementos de inspiración y objetivo básico la lucha por sus intereses. En este momento más que nunca.
He sido atacado, perseguido, calumniado, vejado, reprimido mil veces por esos bestiales enemigos del pueblo y todo lo he soportado y superado con mística por la causa de los obreros, campesinos y pueblo. Todos mis pasos son y han sido dentro de este marco, de estos intereses fundamentales, mayormente en estos últimos años de lucha, de la intensificación de la lucha popular de liberación, de la intensificación de las ofensivas militares e insurreccionales hacia la Toma del Poder para el pueblo y por el pueblo que tenga por base la alianza obrero–campesina y sus intereses.
Al intensificarse la Guerra Popular, se intensifica también la acción del imperialismo en todos los órdenes, sus conjuras, sus planes y complots. Contra todos esos planes nefastos estoy dispuesto a luchar hasta la victoria total.
Pero una cosa es luchar contra el imperialismo y sus intrigas, y otra sentir la injusticia, la calumnia y la infamia de parte de los mismos hermanos. Una negra conjura por manchar mi vida revolucionaria y dañar profundamente a las FPL está en marcha y llegando a su culminación. No sé de dónde proceden esos planes difamatorios, esa conjura contra mi vida revolucionaria. Lo único que sé es que cuando se acerca la Toma del Poder, la burguesía nacional e internacional arrecia todos sus recursos para debilitar la hegemonía proletaria–campesina en la revolución y de esta manera eliminar política o físicamente a las organizaciones que son verdadera garantía de los intereses proletarios.
Pero lo que duele, lo que no puede soportarse es que hermanos revolucionarios sean engañados y acepten como si fueran ciertas las calumnia, el invento pérfido, la infamia contra un revolucionario probado mil veces en el combate popular. Que al aceptarlo no sólo contribuyen a destruir mi probada imagen revolucionaria, sino que se lancen contra las filas de mi querida organización, considerando a todos sus miembros y redes como potenciales infiltrados del enemigo.
No puedo soportar impotente que así se trate a mi querida organización, base de la lucha revolucionaria de mi pueblo y de la unidad consecuente, ni a las exigencias de que ponga a sus organismos, redes, miembros y colaboradores en manos de una investigación mal conducida y prejuiciada. Y no puedo soportar el escarnio que se hace de mi persona, la infamia de querer involucrar mi nombre aunque sea indirectamente, la torva insinuación en esa dirección, en el doloroso caso de la terrible pérdida de nuestra compañera Ana María.
Rechazo esta injusta calumnia, aunque de ella se hagan eco los hermanos. Pero es más dolorosa la injusticia cuando viene de los hermanos que de enemigos. La verdad, que un día inevitablemente resplandecerá contra la calumnia y la infamia. Se impondrá inevitablemente. Y por de pronto, toda responsabilidad sobre mi decisión personal tomada en este momento recae sobre quienes, aun siendo hermanos, así han procedido tratando de poner injustamente manchas a mi trayectoria revolucionaria.
Sé que mi querido pueblo triunfará pronto; que la clase obrera sabrá defender su derecho a hegemonizar el proceso revolucionario de mi país, y que aun sufriendo estos grandes golpes, las FPL sabrán resurgir como genuina expresión del proletariado y del pueblo y sabrá jugar incidencia positiva en la correcta unidad del pueblo y sabrá desempeñar con nuestras queridas FAPL papel decisivo en la victoria final y en las fases que conduzcan a la creación de las condiciones para pasar al socialismo.
Me alienta la idea de que mi modesta contribución a esos logros, teniendo como norma hasta el último instante, cada acto de mi vida, los intereses del proletariado y del pueblo, en alguna medida ayudan y ayudarán a los genuinos intereses del pueblo en su futuro feliz.

¡Revolución o muerte!
¡El pueblo armado vencerá!
Marcial.
Primer responsable de las FPL–Farabundo Martí
y Comandante en Jefe de las FAPL.
Miembro de la Comandancia General del FMLN.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hoy por primera vez en 19 años y medio de amistad sin fallas me has decepcionado, Rafael. Por supuesto, y refiriéndome a tu blog sobre los amigos que desaparecen cuando publicas un libro, no voy a darte la espalda, pero sí te quiero decir que me has decepcionado. Que un apagón te haya privado de Internet de televisión y de lectura, vale. Pero que te haya privado de música es algo que profundamente me choca: ¿qué te costaba agarrar la guitarra y tocar cantando, o cantar tocando? En fin, me has decepcionado porque hasta hoy creía que no eras como yo, que no sé ni escribir ni tocar (y muy poco leer). Yo sí me muero si me quitan la luz. Pero tú.... porfa...

Anónimo dijo...

En cuanto a la carta de despedida de Cayetano Carpio no puedo hacer a un lado, como lingüista, que tres veces aparece la palabra "mi" en la primera frase. Estadísticamente hablando, es mucho. Hay muy pocas oraciones de cinco líneas en las que aparezcan tres veces la palabra "mi". Y "mi" es un pocesivo. Considerando lo que había sido la vida del hombre, esta obsesión míista sólo puede analizarse como un estado de ánimo presuicidiario. Nadie que se haya entregado al bien común durante tanto tiempo se pone de repente a decir "mi" si no es que ha decidido suicidarse, o es lo que me parece.

Anónimo dijo...

Hay muchas ideas en este post, pero sólo puedo comentar el escalorío que me causó la carta de suicidio. No sabía que existía.

Ya con la cabeza fría puedo comentar un poco sobre las frases usadas en ella. Tenía bastante tiempo de no encontrar en un mismo párrafo tantos términos ¿marxistas?. Me parecen demasiadas frases hechas para ocultar un nudo de sentimientos e intenciones.

Gracias por hacernos conocer este documento.

Rafael Menjivar Ochoa dijo...

1. A Thierry. ¿Me perdonas por ser tu cuate durante 19 años? Hay cuatro guitarras cuatro en la casa en estos momentos, pero sólo una tiene cuerdas y más o menos sirve. El problema es que tengo más de un año de no tocar, y me duelen los dedos de sólo pensarlo. Y ¿quién quiere tocar guitarra habiendo computadoras?
2. A Thierry. Me parece una carta desesperada. Creo que no era, ni mucho menos, el modo en que Cayetano arreglaba --o finalizaba-- sus cosas. Tulita, su esposa, me dijo en una entrevista que Marcial no había dormido en los últimos cinco días, ni un minuto, y que quizá si hubiera dormido aunque fuera un rato no hubiera pensado de ese modo. Lo que me parece es que de repente, mientras escribía, el mundo se le desmoronó. En El Salvador se dijo que se había matado con una pistola que le había regalado Khadafi. Falso. O con una que le había regalado Torrijos. Más falso. Según Chuchú Martínez, se mató con una .357 de cuatro bocas que le mandó a dar con él Manuel Noriega. El tiro se lo dio en el corazón. Lo que le dolía era el corazón, no la cabeza, no lo que salía de la boca. Interesante el simbolismo, ¿no?
3. A Aldebarán. Pocos han leído esa carta en El Salvador, según parece; sólo se publicó en el resto del mundo, y aquí se encargaron de que no se difundiera. Y Marcial era un obrero marxista del hueso más colorado. Creo que nunca usó tantas frases hechas como en esa carta; me parece que trató de que no se notara lo que sentía, pero pos no pudo.
Creo que ya comenzarán a aparecer las discusiones acerca de Marcial. Su suicidio marca una ruptura fundamental en la historia salvadoreña y, si me preguntan --y si no también--, de la izquierda de cualquier parte. Fin de la utopía, triunfo de... híjole... No quiero pensar de qué en días de triunfo electoral.