Maneras de morir
Maneras de morir estaba a punto de publicarse en editorial Farben/Norma, de Costa Rica, a mediados de 2003. Me mandaron los PDFs, corregí, entró a taller... y a la editora se le ocurrió decirme que el 10 por ciento que me iba a dar por derechos me lo daría cuando se vendiera el libro, no a manera de adelanto como habíamos quedado un año antes. Le pedí una explicación y salió con el rollo de que en realidad se trataba de una oportunidad de que yo publicara en una buena editorial, etcétera. Aún no habíamos firmado contrato ni nada, y me dio la impresión de que el atraso era precisamente para que sólo me diera cuenta de que no me iban a dar nada cuando no pudiera echarme para atrás, o cuando ya no me importara: la vista de un libro impreso puede ablandar más de un corazón. (Igual la hubiera demandado. En serio que sí.) Le pregunté cuántos ejemplares se publicarían y no me dijo. Sólo que, cuando se vendiera todo, me daría el diez por ciento. El diez por ciento de una cantidad indeterminada me pareció un mal trato, y lo de que se trataba de una buena oportunidad para mí publicar en una buena editorial no me puso de mejor humor; detesto el ninguneo.
No es que el dinero me importara demasiado, porque he hecho peores tratos y con mucho más gusto, sino que me molesta que me oculten cosas, así que le dije que el libro no se publicaba. Con todo, siguió en el proceso de edición (un amigo salvadoreño en Costa Rica haría la portada, y la editora se la pidió una semana después de que le había dicho que no). Puse una protesta en Norma Colombia y les dije que frenaran la edición o de verdad tendríamos problemas. La respuesta fue que el encargado de Norma en El Salvador me llamó para que firmara el contrato. Le dije que, en las condiciones en las que estaba planteado, no lo iba a firmar, y que si había cambiado algo. No, no había cambiado nada, que pasara a firmarlo lo antes posible para que la novela pudiera imprimirse. Me sonó a una orden, y las cosas no funcionan así. Le dije que de verdad debía frenar esa edición y que, si estaban interesados, habría que negociar en serio y bajo otras condiciones.
La editora me escribió entonces para decirme que estaba muy dolida por mi actitud, que su intención no era pasarse de lista, sino darme una oportunidad, y que si quería negociar algo lo hubiera dicho desde el principio. Un año antes habíamos quedado en los términos, y para mí era claro lo del adelanto y que me diría cuántos ejemplares se publicarían. Así que le dije: de acuerdo, negociemos, las condiciones cambian. Le mandé una propuesta que desde luego iba a rechazar, porque significaba desembolsar dinero en una cantidad justa pero inaceptable para ella. Me dijo que "mejor no se publicaba", y le contesté que ése era el tema desde hacía un par de semanas, que yo no estaba negociando rudo, sino que no confiaba en ella, y que no publico con gente en la que no confío.
Entonces de Alfaguara Guatemala me pidieron que enviara algunas novelas para ver cuál publicarían y, después de examinar varias, escogieron Maneras de morir, entre otras cosas porque ya la había aprobado Norma. (Sí, se aprobó en la sede de Cali.) A principios de 2005, a punto de firmar contrato para que saliera en mayo, la editora me dijo que tampoco habría adelanto, que sólo me darían dinero cuando se viera que se estuviera vendiendo, que cedía todos los derechos durante no sé cuánto tiempo y para todo lo que se ofreciera y qué sé yo. Y que quería leer otra novela mía, Réquiem para una señora sin canas, porque en una de ésas cambiaba de opinión. Y, claro, el rollo del prestigio que sería publicar en Alfaguara.
Le dije que me mandara una propuesta mejor, porque en esas condiciones no iba a firmar, y que el hecho de que me pidiera otra novela para considerarla, después de dos años de espera, me indicaba que Maneras de morir no le interesaba especialmente. Y di por terminado cualquier trato que pudiéramos tener.
Hace un par de semanas, Raúl Figueroa Sarti me propuso publicar Maneras de morir en F&G Editores, de Guatemala, de la que es dueño. Le pregunté las condiciones, me las dijo, me parecieron justas y el domingo anterior vino, firmamos el contrato, me dio un primer adelanto y el libro se publicará por allí de agosto. Rápido, limpio y sin discusiones inútiles.
F&G tiene unas ediciones de verdad bonitas, y Raúl no es complicado, como trato de no serlo yo. Y cada vez me convenzo más de que la tranquilidad está en las editoriales pequeñas. Me gusta tratar con editores que son editores, no gerentes, y a los que aún les gusta la literatura.
Por de pronto nos la pasamos platicando a gusto, junto con el escritor Javier Mosquera Saravia, que lo acompañaba.
No es que el dinero me importara demasiado, porque he hecho peores tratos y con mucho más gusto, sino que me molesta que me oculten cosas, así que le dije que el libro no se publicaba. Con todo, siguió en el proceso de edición (un amigo salvadoreño en Costa Rica haría la portada, y la editora se la pidió una semana después de que le había dicho que no). Puse una protesta en Norma Colombia y les dije que frenaran la edición o de verdad tendríamos problemas. La respuesta fue que el encargado de Norma en El Salvador me llamó para que firmara el contrato. Le dije que, en las condiciones en las que estaba planteado, no lo iba a firmar, y que si había cambiado algo. No, no había cambiado nada, que pasara a firmarlo lo antes posible para que la novela pudiera imprimirse. Me sonó a una orden, y las cosas no funcionan así. Le dije que de verdad debía frenar esa edición y que, si estaban interesados, habría que negociar en serio y bajo otras condiciones.
La editora me escribió entonces para decirme que estaba muy dolida por mi actitud, que su intención no era pasarse de lista, sino darme una oportunidad, y que si quería negociar algo lo hubiera dicho desde el principio. Un año antes habíamos quedado en los términos, y para mí era claro lo del adelanto y que me diría cuántos ejemplares se publicarían. Así que le dije: de acuerdo, negociemos, las condiciones cambian. Le mandé una propuesta que desde luego iba a rechazar, porque significaba desembolsar dinero en una cantidad justa pero inaceptable para ella. Me dijo que "mejor no se publicaba", y le contesté que ése era el tema desde hacía un par de semanas, que yo no estaba negociando rudo, sino que no confiaba en ella, y que no publico con gente en la que no confío.
Entonces de Alfaguara Guatemala me pidieron que enviara algunas novelas para ver cuál publicarían y, después de examinar varias, escogieron Maneras de morir, entre otras cosas porque ya la había aprobado Norma. (Sí, se aprobó en la sede de Cali.) A principios de 2005, a punto de firmar contrato para que saliera en mayo, la editora me dijo que tampoco habría adelanto, que sólo me darían dinero cuando se viera que se estuviera vendiendo, que cedía todos los derechos durante no sé cuánto tiempo y para todo lo que se ofreciera y qué sé yo. Y que quería leer otra novela mía, Réquiem para una señora sin canas, porque en una de ésas cambiaba de opinión. Y, claro, el rollo del prestigio que sería publicar en Alfaguara.
Le dije que me mandara una propuesta mejor, porque en esas condiciones no iba a firmar, y que el hecho de que me pidiera otra novela para considerarla, después de dos años de espera, me indicaba que Maneras de morir no le interesaba especialmente. Y di por terminado cualquier trato que pudiéramos tener.
Hace un par de semanas, Raúl Figueroa Sarti me propuso publicar Maneras de morir en F&G Editores, de Guatemala, de la que es dueño. Le pregunté las condiciones, me las dijo, me parecieron justas y el domingo anterior vino, firmamos el contrato, me dio un primer adelanto y el libro se publicará por allí de agosto. Rápido, limpio y sin discusiones inútiles.
F&G tiene unas ediciones de verdad bonitas, y Raúl no es complicado, como trato de no serlo yo. Y cada vez me convenzo más de que la tranquilidad está en las editoriales pequeñas. Me gusta tratar con editores que son editores, no gerentes, y a los que aún les gusta la literatura.
Por de pronto nos la pasamos platicando a gusto, junto con el escritor Javier Mosquera Saravia, que lo acompañaba.
6 comentarios:
Hola. 3 preguntas agradecere que pueda contestar:
1 - ¿Donde se esta vendiendo la 2da edicion del libro "Tiempos de locura"?
2 - ¿Donde y cuando podremos comprar los libros que menciona?
3 - ¿Podria averiguar que paso con el blog de Jacinta Escudos?
Gracias de antemano por las respuestas.
Hola.
1. Averigüé y se terminaron los ejemplares que había en La Casita, y aún no se ha distribuido en otras librerías. Se puede llamar a Flacso, al 2245-1510, y comprarlo directamente allí. Está en la 75 y 9a, en la Escalón.
2. ¿Cuáles libros? Menciono un montón... El de mi hermano se consigue gratis en el link que está en la nota, en Flacso Costa Rica. Maneras de morir se publicará apenas en agosto. Los publicados en Francia, en http://www.amazon.fr. En El Salvador, está a la venta, en librerías, De vez en cuando la muerte; *Trece* se consigue en Los Tacos de Paco, en la Miramontes; los otros están agotados desde hace unos años y no se han reeditado. De mi padre venden uno en la librería de la UES, *Acumulación originaria y desarrollo del capitalismo en El Salvador*.
3. Jacinta cambió de lugar. Ya está actualizado el link en la columna de la derecha.
Saludos.
Me alegro por el buen fin del periplo que relatás. Raúl me ha parecido siempre sincero, es lo menos que uno puede pedir de la gente. Espero leer la edición que te va a hacer.
Nos leemos,
Saludos
EE S-J
Gracias por todas las respuestas. Saludos.
Querido Ulises, por lo visto sigue sin impresionarte el canto de las sirenas. Es, creo yo, la única manera de mantener el rumbo. Y no hundirse. Alguna manera de morir, para un escritor, es justamente caer en esta trampa. No citaré nombres, sobran escritores buenos -muy buenos incluso- de tu generación y de tu área geográfica que por buenos llegaron a ser publicados por editoriales prestigiosas. Pronto decayó su talento y tras una gloria efímera cayeron en el olvido más completo. Ellos perdieron, y nosotros, lectores, también. Resiste. Hay que resistir. El mundo necesita de autores que construyan, y tú construyes. Sigue construyendo, para que algo quede, para que no se diga que literariamente hablando, los últimos años del siglo XX y primeros del XXI no existieron, que todo fue comercio. Un abrazo.
De lo poco que he visto de F&G, en la FILCEN del año pasado, me pareció un editorial seria. Lástima que las otras "grandes" se den demasiadas ínfulas. Ya Jacinta opinaba sobre esto hace unos meses: las editoriales se han vuelto máquinas de ganar dinero imprimendo libros y han dejado su papel de promoción literaria, en donde los libros más vendidos cubrían los gastos de los menos favorecidos.
ánimo.
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