9 de noviembre de 2004

El Cementerio de los Ilustres


En pleno centro de San Salvador está el Cementerio de los Ilustres, como prueba de que hasta entre los muertos hay clases sociales... y de que el tiempo es excelente para borrarlas.
Los Ilustres es una de las tres partes en que se divide el antiguo Cementerio General de San Salvador; las otras dos son el (precisamente) Cementerio General y La Bermeja, en el que tienen su tumba los que ni siquiera tenían dónde caerse muertos. Los tres son propiedad de la municipalidad, pero Los Ilustres es de los que, en algún momento, fueron los dueños de la municipalidad.
En el General, como en cualquier cementerio, hay de todo: ex pobres, ex ricos, tumbas de mármol y cemento, simples cruces de madera, espacios vacíos bajo los cuales yace alguien o algo que fue alguien. La Bermeja tiene la minuciosidad de la pobreza: tumbas bien pintadas de pintura barata; flores de papel hechas en casa que se destiñen con el sol y se deshacen en la temporada de lluvia, terraplenes a punto de sucumbir desde hace muchos años, y que no sucumben, como la pobreza misma.
Los Ilustres está en un terreno plano y más consistente (el subsuelo de San Salvador está compuesto de arena), y por encima de los otros dos en varios metros. Allí están enterrados oligarcas, ex presidentes (que a veces eran lo mismo), artistas notables, gente con dinero, de siglo y medio atrás hasta hace unos treinta años. Borges decía que el lujo es la mejor prueba del mal gusto, pero los Ilustres se sale de esa medida: es un homenaje al desafuero, a la alucinación y a una belleza que no hace juego con el sol de perros que calcina la ciudad.
Está, por ejemplo, en mármol finamente bordado, la estatua de "la novia", la mujer que se mató la noche anterior de su boda, a cuyos pies hay una placa que es la carta de amor de su ex futuro marido, en la que se cuenta la impúdica historia. Está "la moto", que es precisamente eso: una motocicleta antigua casi destrozada, cubierta de cemento y yeso, en la cual se mató el tipo que yace abajo. (El tiempo quitó la cobertura y ahora está la moto a secas, de metal, madera y hule, como una moraleja mecánica.) Hay una inmensa (de verdad: es inmensa) columna, dentro de la cual está una cripta, y encima de ella una loba de bronce amamantando a Rómulo y Remo. Inmediatamente atrás, a la derecha, según se entra por la puerta principal, está la tumba azul que ocupan la abuela Mina, algunas tías, mi nana y, en un pequeño nicho, mi hermana María Elena, muerta de parto en 1958.
Pero lo más impresionante de Los Ilustres son sus ángeles. Hay docenas y docenas, todos diferentes, todos perfectos. Uno puede pasarse horas viendo ángeles niños que lloran hacia el cielo, que abrazan el montículo bajo el que descansa el muerto, mórbidos ángeles adolescentes que rezan con los ojos cerrados; ángeles como cocottes de cuerpos, qué más bien se quisieran demonios, voluptuosos y con inmensos ramos de flores, y ángeles ambiguos y enérgicos, como el que encabeza esta nota. En las tumbas de algunos... uh... advenedizos hay ángeles igualmente bellos, pero el tiempo ha dejado al descubierto trozos de varilla que contrastan con el Carrara tallado y comprado por catálogo en Italia.
En medio de los ángeles, compitiendo en altura, una cantidad aún mayor de Cristos crucificados, que recuerda un bosque de árboles sin fronda o un paisaje de antenas en las azoteas de una ciudad.
Cuando era niño, Los Ilustres era un lugar de paz y, si uno lograba encontrar un sitio con sombra suficiente, podía estarse allí durante horas sin escuchar más que los pájaros, los vientos de octubre o noviembre y los pasos sigilosos de deudos bien vestidos. Ahora está rodeado de ventas de llantas y aparatos de sonido para automóviles, y de bodegas de abastos. Desde el Mercado Central (que es básicamente todo el centro de San Salvador) se escuchan los altavoces a todo volumen de los vendedores de discos pirata, los gritos de las vendedoras, el rugido de automóviles obligados a los diez o veinte kilómetros por hora. La oligarquía de los muertos (y sus émulos), como siempre, vive en su universo artificial, rodeada de la canalla, tratando de dormir la paz de los sepulcros.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuenta información he encontrado, que lindo es saber de los nuestro. MUCHAS FELICITACIONES.. ESTA PRECIOSA.... LA INFORMACION.

GRACIAS A LAS PERSONAS COMO USTEDES QUE LEVANTAN A NUESTRO EL SALVADOR.....

Anónimo dijo...

ayer fui al cementerio a tomar unas fotos y me encanta tu nota es la mejor q he leido sobre este cementerio gracias por subirla bendiciones....

Unknown dijo...

Antes que nada quiero felicitarlo por tan estupendo aporte... El cementerio "Los Ilustres" es una verdadera joya es por eso que me gustaría tener un par de fotografías de recuerdo pero la ultima vez que fui me dijeron los agentes que no podía tomarlas que necesitaba un permiso para eso. Quisiera saber si alguien sabe si realmente es necesario un permiso o simplemente los agentes se divertían conmigo. Muchas gracias.

Unknown dijo...

Antes que nada quiero felicitarle por tan genial aporte. El cementerio Los Ilustres Es una verdadera joya!!! Es por eso que quisiera un par de fotografías para publicarlas en mi blog pero la ultima vez que fui y lo intente los agentes del CAM no me lo permitieron me dijeron que necesito un permiso para eso... Quisiera saber si alguien sabe si es cierto lo del permiso o si los señores agentes solamente se divertían conmigo... Muchas gracias de antemano.