29 de septiembre de 2006

El eufemismo

Estados Unidos resolvió el problema de tantas dictaduras militares "bananeras", que las enfrentó durante años a comisiones de derechos humanos, organismos internacionales (como la ONU, AI o la OEA) y países (como... bueno... Estados Unidos): le cambió el nombre a la tortura. Ahora se llama "métodos de interrogatorio permisibles" gracias a una ley según la cual quien define lo permisible es el presidente estadounidense, y puede hacerlo de manera secreta y según parámetros secretos. Torquemada (de estar vivo) y Pinochet (de estar vivo también) salivarían de placer.
El asunto es más bonito aún: según se dice aquí, el presidente norteamericano puede decidir quién, en cualquier país o calle o casa del planeta, es un potencial combatiente terrorista en contra de Estados Unidos, y mandar a apresarlo (invadiendo países o no), mantenerlo indefinidamente detenido sin derecho a absolutamente nada y, claro, interrogarlo según métodos que él mismo definirá. Y deberá existir un veredicto de una corte militar (ah: el detenido estará bajo régimen militar) para que el eufemizado pase a una corte civil, pero no hay un plazo muy preciso para que ello ocurra.
El editorial de La Jornada señala algo importante:
Bush no pudo ocultar la verdadera dimensión de estas normas: los interrogadores estadunidenses, dijo, "no quieren que los juzguen como criminales de guerra". Para calmar esas inquietudes, en suma, se procedió a legalizar algunos crímenes de guerra.
¿Cómo no se nos había ocurrido antes? (Bueno, sí se nos ocurrió, pero nos denunciaron precisamente por tratar de legalizar crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y crímenes a secas. Ni modo.)

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