Liszt, Daltrey, Wagner, Wakeman y el Superhombre de la manguera
En 1977, poco antes de que naciera mi hijo Eduardo, Yuli y yo nos metimos al Cine Regis (desaparecido tras el terremoto 19 de septiembre de 1985: explotó el Hotel Regis y voló toda la manzana; ya he hablado de eso aquí), a ver una película que se veía rara y con un reparto más raro aún: Liztomania, con Roger Daltrey, Ringo Starr y Rick Wakeman, entre otros. Ella habrá querido ver otra cosa, porque siempre fue bien sensata, pero yo había conocido un par de años antes la música de Wakeman y estaba emocionado. Dos discos suyos siguen siendo de mis favoritos de todos los tiempos: Las seis esposas de Enrique VIII y No Earthly Connection, que tuve recién salido el acetato; otros me parecen malísimos, como 1984 y Rapsodies, y más o menos puedo vivir sin Viaje al centro de la Tierra y Los caballeros de la mesa redonda, aunque por allí los tengo.
Había visto a Daltrey en Tommy, por supuesto, y lo había escuchado en todo lo que sacó The Who, además de Woodstock y algunos conciertos. Después lo he visto en algunos programas de tele y en películas diversas, sin demasiada pena o gloria. Pero en Lisztomania, como Franz Liszt, hizo un excelente papel, dentro de todo lo que cabe para una película tan experimental y tan irreverente, y usó su voz como nunca la había usado y como nunca la volvió a usar.
No hay ángel que quede con cabeza ni honra artística del siglo XIX que no provoque algo de risa después de ver el tratamiento que le da Ken Russell, director también de Tommy. (Ambas películas salieron el mismo año, en 1975.) Después de tantos años, todavía recuerdo muchas escenas.
Hay una reunión de puros músicos y artistas famosos. Richard Wagner quiere que alguien "reconozca" su trabajo y no le hacen demasiado caso, quizá porque no tiene ni maldita idea de quién es cada cuál. Se acerca a un tipo y le pregunta:
--¿Quién es usted?
--Strauss.
--¿Richard Strauss?
--No. Levi Strauss.
(Para los muy cultos y puntillosos: no, no el Levi Strauss antropólogo, o sea Claude Levi Strauss, sino el de verdad, Santa Etnología me perdone.)
En otra escena, Liszt va al castillo de Wagner en busca de su hija Cósima, y se da cuenta de que su antes protegido y ahora enemigo ha construido un monstruo (al estilo del de Frankenstein) que en realidad es el Superhombre. Desde luego que Liszt está asustadísimo y al mismo tiempo fascinado. Wagner le mete electricidad al monstruo, éste toma vida y resulta que es Rick Wakeman (autor de la música), quien sólo sabe hacer tres cosas: reírse como un idiota, tomar cerveza por litros y orinar en la chimenea... con una manguera, porque Wagner de seguro no encontró la pieza adecuada para eso, ejem.
Por allí aparece Ringo Starr en el papel de papa (no de tubérculo, sino del jefe máximo de los católicos), una bien interesante e imponente Catalina de Rusia y algunas de las escenas más obscenas, hilarantes y absurdas de la historia del cine.
Y tiene escenas muy tiernas, como un corto de cine mudo en el cual Liszt, enamorado, hace de Chaplin y enamora a la muchacha mientras se oye una hermosísima versión de Sueño de amor magníficamente cantada. La escena viene al caso porque ya no está enamorado de su mujer, y recuerda los tiempos en que eran pobres como ostras y simplemente se amaban. En las últimas horas la he oído unas diez veces, y en el momento de escribir esto la voy a escuchar otra vez.
(Listo. Está sonando. Es el track 2.)
En suma, la película habla de la lucha entre el bien (o sea el amor, o sea Liszt) y el mal (o sea el odio, o sea Wagner; perdonarán lo simple del asunto). Liszt es una especie de Liberace del siglo XIX, con ropa y decorados y pianos de lo más kitsch y una legión de fans adolescentes que gritan y se desmayan y se orinan en sus conciertos, y Wagner es el tipo resentido, escalador y mala onda. Al final triunfa el bien, porque para eso está la cursilería y algunas películas experimentales con menos guión que sentido del humor. Para mientras uno se ha pasado un buen rato.
La música está basada en cosas de Liszt, y algo de Wagner, y los arreglos van desde el progresivo (que es donde se mueve Wakeman con más comodidad) hasta el clásico más clásico (que también le resulta comodísimo), pasando por unos rocanrolitos notables. En lo personal Liszt no me emociona demasiado, excepto algunas piezas sueltas y sus conciertos para piano, que tienen su lado sensacional, y Wagner me parece un genio, punto, aunque después de diez horas seguidas de alguna de sus óperas puede llegar a fastidiarme. Lo que sé es que la película es divertidísima y que la pasaron anoche en el canal Retro, pero tenía desfasado el sonido como cinco segundos y encima la agarré a medio camino. Preferí cambiar el canal, la verdad, y ponerme a oír el disco. Ojalá tenga suerte otro día.
Ya que mencioné a Ringo Starr y visité su sitio, me desconcertó no sólo saber que aún tiene una banda y que sigue en giras, sino que uno de sus músicos es Edgar Winter, que en los años setenta sacó una pieza que se llama "Frankenstein" que todavía me suena bien, aunque ha envejecido notablemente. Lo que más me gusta de Edgar Winter son sus conciertos con su hermano, Johnny Winter, el mago de la guitarra de blues y de rocanrol, mejor conocido como El Albino (ambos hermanos lo son), Johnny Guitar y qué sé yo. Es una fuerza de la naturaleza cuando agarra una eléctrica, y no toca mal las rancheras con una National. Y no es que Edgar Winter no sea bueno, al contrario: toca la guitarra casi tan bien como su hermano, el piano muchísimo mejor y hace maravillas con el sax. Nomás que Johnny Winter nació para superestrella, y lo fue durante un ratito, hasta que las drogas acabaron con su carrera y lo dejaron en lo que era: un músico brillante y un cantante de gran calibre. Edgar tomó su lugar en las giras y... bueno... ahora toca con Ringo Starr, y Johnny Winter seguirá siendo Johnny Winter hasta el fin de los tiempos y de las guitarras. (Nota para Hugo Martínez Téllez: no, Clapton no llega a eso ni en sus sueños más depravados. Hasta le queda bien el apodo de Slowhand, si nos ponemos comparativos. Nota para los demás: sí, soy fan abyecto de Johnny Winter.)
Si me gustara esa cosa fea de la piratería, buscaría aquí el soundtrack de Lisztomania, en formato Torrent. O aquí. Y un día de éstos me gustaría tener la película también; la vi en 1977 y, en serio, todavía me río recordándola.
Ah: esa tarde de 1977 no sólo vimos la película una vez, sino que nos sometimos al régimen de permanencia voluntaria y nos la echamos dos veces al hilo. Y nos reímos como pocas veces antes, y como pocas después.
Y ahora, en el momento de publicar este post, estoy oyendo "Sugar, Sugar", con Los Archies, y acabo de escuchar "I think I love you" con The Partridge Family. Qué disparejo es uno cuando no tiene sentido de las proporciones...
Había visto a Daltrey en Tommy, por supuesto, y lo había escuchado en todo lo que sacó The Who, además de Woodstock y algunos conciertos. Después lo he visto en algunos programas de tele y en películas diversas, sin demasiada pena o gloria. Pero en Lisztomania, como Franz Liszt, hizo un excelente papel, dentro de todo lo que cabe para una película tan experimental y tan irreverente, y usó su voz como nunca la había usado y como nunca la volvió a usar.
No hay ángel que quede con cabeza ni honra artística del siglo XIX que no provoque algo de risa después de ver el tratamiento que le da Ken Russell, director también de Tommy. (Ambas películas salieron el mismo año, en 1975.) Después de tantos años, todavía recuerdo muchas escenas.
Hay una reunión de puros músicos y artistas famosos. Richard Wagner quiere que alguien "reconozca" su trabajo y no le hacen demasiado caso, quizá porque no tiene ni maldita idea de quién es cada cuál. Se acerca a un tipo y le pregunta:
--¿Quién es usted?
--Strauss.
--¿Richard Strauss?
--No. Levi Strauss.
(Para los muy cultos y puntillosos: no, no el Levi Strauss antropólogo, o sea Claude Levi Strauss, sino el de verdad, Santa Etnología me perdone.)
En otra escena, Liszt va al castillo de Wagner en busca de su hija Cósima, y se da cuenta de que su antes protegido y ahora enemigo ha construido un monstruo (al estilo del de Frankenstein) que en realidad es el Superhombre. Desde luego que Liszt está asustadísimo y al mismo tiempo fascinado. Wagner le mete electricidad al monstruo, éste toma vida y resulta que es Rick Wakeman (autor de la música), quien sólo sabe hacer tres cosas: reírse como un idiota, tomar cerveza por litros y orinar en la chimenea... con una manguera, porque Wagner de seguro no encontró la pieza adecuada para eso, ejem.
Por allí aparece Ringo Starr en el papel de papa (no de tubérculo, sino del jefe máximo de los católicos), una bien interesante e imponente Catalina de Rusia y algunas de las escenas más obscenas, hilarantes y absurdas de la historia del cine.
Y tiene escenas muy tiernas, como un corto de cine mudo en el cual Liszt, enamorado, hace de Chaplin y enamora a la muchacha mientras se oye una hermosísima versión de Sueño de amor magníficamente cantada. La escena viene al caso porque ya no está enamorado de su mujer, y recuerda los tiempos en que eran pobres como ostras y simplemente se amaban. En las últimas horas la he oído unas diez veces, y en el momento de escribir esto la voy a escuchar otra vez.
(Listo. Está sonando. Es el track 2.)
En suma, la película habla de la lucha entre el bien (o sea el amor, o sea Liszt) y el mal (o sea el odio, o sea Wagner; perdonarán lo simple del asunto). Liszt es una especie de Liberace del siglo XIX, con ropa y decorados y pianos de lo más kitsch y una legión de fans adolescentes que gritan y se desmayan y se orinan en sus conciertos, y Wagner es el tipo resentido, escalador y mala onda. Al final triunfa el bien, porque para eso está la cursilería y algunas películas experimentales con menos guión que sentido del humor. Para mientras uno se ha pasado un buen rato.
La música está basada en cosas de Liszt, y algo de Wagner, y los arreglos van desde el progresivo (que es donde se mueve Wakeman con más comodidad) hasta el clásico más clásico (que también le resulta comodísimo), pasando por unos rocanrolitos notables. En lo personal Liszt no me emociona demasiado, excepto algunas piezas sueltas y sus conciertos para piano, que tienen su lado sensacional, y Wagner me parece un genio, punto, aunque después de diez horas seguidas de alguna de sus óperas puede llegar a fastidiarme. Lo que sé es que la película es divertidísima y que la pasaron anoche en el canal Retro, pero tenía desfasado el sonido como cinco segundos y encima la agarré a medio camino. Preferí cambiar el canal, la verdad, y ponerme a oír el disco. Ojalá tenga suerte otro día.
Ya que mencioné a Ringo Starr y visité su sitio, me desconcertó no sólo saber que aún tiene una banda y que sigue en giras, sino que uno de sus músicos es Edgar Winter, que en los años setenta sacó una pieza que se llama "Frankenstein" que todavía me suena bien, aunque ha envejecido notablemente. Lo que más me gusta de Edgar Winter son sus conciertos con su hermano, Johnny Winter, el mago de la guitarra de blues y de rocanrol, mejor conocido como El Albino (ambos hermanos lo son), Johnny Guitar y qué sé yo. Es una fuerza de la naturaleza cuando agarra una eléctrica, y no toca mal las rancheras con una National. Y no es que Edgar Winter no sea bueno, al contrario: toca la guitarra casi tan bien como su hermano, el piano muchísimo mejor y hace maravillas con el sax. Nomás que Johnny Winter nació para superestrella, y lo fue durante un ratito, hasta que las drogas acabaron con su carrera y lo dejaron en lo que era: un músico brillante y un cantante de gran calibre. Edgar tomó su lugar en las giras y... bueno... ahora toca con Ringo Starr, y Johnny Winter seguirá siendo Johnny Winter hasta el fin de los tiempos y de las guitarras. (Nota para Hugo Martínez Téllez: no, Clapton no llega a eso ni en sus sueños más depravados. Hasta le queda bien el apodo de Slowhand, si nos ponemos comparativos. Nota para los demás: sí, soy fan abyecto de Johnny Winter.)
Si me gustara esa cosa fea de la piratería, buscaría aquí el soundtrack de Lisztomania, en formato Torrent. O aquí. Y un día de éstos me gustaría tener la película también; la vi en 1977 y, en serio, todavía me río recordándola.
Ah: esa tarde de 1977 no sólo vimos la película una vez, sino que nos sometimos al régimen de permanencia voluntaria y nos la echamos dos veces al hilo. Y nos reímos como pocas veces antes, y como pocas después.
Y ahora, en el momento de publicar este post, estoy oyendo "Sugar, Sugar", con Los Archies, y acabo de escuchar "I think I love you" con The Partridge Family. Qué disparejo es uno cuando no tiene sentido de las proporciones...
5 comentarios:
"El de verdad" ja ja ja ja ja
Eso sí que está bueno. ja ja ja ja
saludos
Mi estimado Rafael:
Estoy en pleno cierre de edición y no puedo contestarte como te mereces (es un decir) al insultar al maestro.
Luego te contesto, y también te hablaré de Liszt y de la guerrilla en México y del fraude monumental en las elecciones (tengo unos documentos que te van a hacer salivar en serio)
Un abrazo desde chilangos pagos
Aldebarán: Puedo vivir sin los ensayos de don Claude acerca de las maneras en la mesa (me las enseñaron mis papás), pero no sin mis Levi's. Eso tiene un peso claro e inobjetable.
Hugo: No insulto al famoso epistemólogo malayo-bielorruso conocido como... uh... deja y veo... Eric Clapton; nomás hablo de él de manera descriptiva.
Liszt tiene sus cosas, cómo no, y lo de la guerrilla en México me suena a pandemia desde hace unos 10 años, nomás que no veo para dónde quieran ir ni lo que hace el EZLN desde febrero de 1994, más o menos. Y se agradecerá la información que tu merced quiera enviar. En general soy paranoico, pero lo de las elecciones me parece una conspiración bien grandota y muy mal hecha.
Y un abrazo desde el calor cuscatleco, con lluvia tropical y todo.
Respecto a nuestra ya añeja polémica Clapton-Winter, me ha ocurrido algo chistoso a últimas fechas (es decir, de 1993 para acá): me he dado cuenta de que el malacólogo yucateco-birmano que se hace llamar Eric lo que tiene es una digitación técnicamente buena a baja velocidad, pero cuando mete el acelerador se apendeja; por otro lado, el fontanero keniano posee una velocidad endiablada, pero suele ignorar qué es lo que está tocando; pero más allá de estas cuestiones particulares, he descubierto que hay un cantinero sudafricano que se nombra Gary Moore y que tiene lo mejor de ambos mundos: calidad técnica y velocidad.
Caí en la cuenta de que discutir sobre quién es mejor, si Winter o Clapton, es un ejercicio divertido que me mantiene en contacto con un querido amigo que vive en ES, pero a la postre es algo estéril. A Gary Moore, Jeff Beck, Joe Satriani, Steve Vai, Eric Johnson, ¿dónde los dejamos?
Si me permites la vulgaridad de traducir todo esto a términos futbolísticos, me parece que estamos discutiendo si Beckenbauer es mejor que Cruyff o viceversa, mientras Di Stéfano, Pelé y Maradona se ríen de nosotros.
Una vez dicho lo anterior (y dejando establecido, por supuesto, que como Clapton no hay dos), te invito a que escuches a Moore tocando con Albert King y Albert Collins (el video lo encuentras en youtube.com) y luego me das tus impresiones.
Sobre Liszt: cuando yo tenía unos cuatro o cinco años de edad, un día mi papá llevó a la casa un disco, lo puso en la tornamesa y me llamó para que escuchara lo que estaba saliendo por las bocinas. Debo decir que quedé pasmado, lelo, apantallado, impresionado. Me pegué al tocadiscos y no me moví de ahí hasta que mi padre me repitió el disco tres o cuatro veces.
Eran las rapsodias húngaras 2, 6 y no recuerdo cuáles más de Liszt, interpretadas por un tal Gyorgy Cziffra (años después Román Revueltas, músico e hijo de José, me confirmó la sospecha que yo tenía: Cziffra era el mejor pianista del mundo).
Ese disco me marcó para siempre. Sonará extraño, pero Cziffra me abrió la mente para escuchar otras músicas y así llegué al rock, en una época en que estaba prohibido en México, ¿recuerdas?
En fin, hace poco descubrí que youtube tiene un par de videos de Cziffra con esas rapsodias en particular. Me cae que casi lloro cuando las escuché (y tú sabes que a mí me cuesta mucho trabajo llorar… sólo cuando me pego en los huevos).
Sobre la guerrilla: yo no me refería a la guerrilla light del señorito del pasamontañas (en marzo o abril un reportero de nuestra revista fue a pedirle una entrevista a Marquitos y éste se negó. Le dijo que sólo hablaba con “medios alternativos”. Una semana después apareció en el noticiero matutino de Televisa… ¡hazme el rechingao favor!)
Luego te mando por mail unos documentos excepcionales sobre la guerra sucia de acá, la de los años setenta.
Y sobre la elección presidencial en México… el tribunal electoral ya falló a favor de Calderón, pero me cae que ese cabrón no se la va a acabar… ¿ya conoces www.senderodelpeje.com? Te recomiendo que te des una vuelta por ese blog.
Y te reitero que “Clapton is god” (lo cual, viniendo de parte de un ateo, no es gran cosa)
Un abrazo, maestro Menjívar.
A Gary Moore lo conocí con un disco sencillo (por la cantidad de tracks) que se llamaba bbm a secas, es decir Baker (Ginger: ¿has pensado en un gengibre que hornee?, una metáfora desafortunada), Bruce (Jack, desdeluegomente) y Moore (Gary). Tenía tres piezas nada más (el disco completo se llama Around the Next Dream): una fresísima de Gary Moore, grabada en estudio, para empezar y dos blues magníficos que no recuerdo de quién serían, supongo que de Bruce y Baker, en concierto.
Allí Gary Moore iba saliendo del metal y andaba buscándole al blues. Se suponía que Bruce y Baker debieron grabar ese disco con Eric Clapton, pero al parecer a éste no le gustó la idea de revivir a Cream, y los otros dos agarraron a algún guitarrista que anduviera por allí (fue en 1994; ya había empezado con el blues) para no desperdiciar el disco o porque tenían ganas de echarse un buen concierto juntos o ve a saber.
Lo que oí fue a un cuate con conocimientos técnicos mucho más allá de los que Clapton y Winter tendrán jamás, concedo eso con todo gusto. Y, sí, tiene toda la intuición y la animalidad de Winter, pero la controla bastante bien. Y la limpieza de Clapton, que de cochino nadie lo ha acusado. Y lo oí moviéndose por la guitarra con una comodidad envidiable, y cómo no: tenía detrás a dos maestrotes del bajo y la batería, y hasta diría que más de la mitad de lo que sonaba eran ellos, que no dejaban de ser discretos. Y allí viene algo interesante: sabes que nunca me gustó la Crema, quizá porque todos querían ser apantalladores y lo eran, y al final quedaba una masa de sonidos que no era mi onda. Pero con Gary Moore oí a dos músicos maduros (bueno, a esas edades...) y en lo suyo, luciéndose con el hecho de hacer que Morre se luciera. Chido.
Oí algunas cosas de Moore después y me han sonado muy bien, pero hasta ahora nada como ese concierto. Y la verdad es que en los últimos años me clavé más en el jazz y en el clásico y no lo he seguido, pero tienes razón.
A Steve Vai sí lo seguí durante años, desde que tocaba con Frank Zappa, otro guitarrista de miedo que, sin embargo, en sus álbumes ponía: "Solos imposibles de guitarra: Steve Vai." ¡Y Zappa era capaz de hacer solos imposibles de guitarra! Por allí hay algunos álbumes que lo confirman (cerca de 100).
Me parece que Vai... híjole... es un maestrote, cómo no, en la medida en que la guitarra no tiene un maldito secreto para él y en la medida en que toca lo que quiera a la velocidad que quiera. Pero me parece que tiene algo que tiene la mayor parte de los músicos de Zappa: le falta un alma propia. Zappa los ponía a tocar lo suyo, y los educaba para que fueran los músicos de Zappa, que fueran creativos "à la Zappa" y, en fin, que fueran extensiones de sus partituras, ni siquiera de él. Hubo quien se salvó (Adrian Belew, Jean Luc Ponty, Vinnie Colaiuta, no muchos más), pero en general siguen dando vueltas a su alrededor, con todo y que Zappa murió en 1993. El primer álbum solo de Vai, y un par más, son bien zappianos, y el resto son simplemente metaleros. Un buen metal, pero nada que no hubiera tocado mejor Van Halen (otro de sus maestros). Quizá lo que más me gusta de Vai es su actuación en el final de Crossroads, una magnífica película con (sí, sí, con él) Ralph Macchio y Joe Seneca, una especie de Karate Kid blusero. Y una versión de "Red House" con Satriani y Eric Johnson.
Allí hay otro guitarrista interesante, que más bien se ha ido a ratos por el lado del jazz, Eric Johnson. En el viejo mp3.com (nada que ver con el actual) ofrecía de manera gratuita un disco tocando cosas de los años cuarentas. No es un guitarrista tan dotado como los monstruos de los que hablamos, pero es buenísimo.
Jeff Beck me gusta en su época jazzera también. Tiene un disco con Levin y Stevens que es de miedo, y uno con Terry Bozzio (baterista de Zappa, por cierto, otro que se salvó) sin desperdicio alguno... y sin bajo, porque el otro que toca es un tecladista. No recuerdo el nombre del disco; algo de Garage.
Satriani es impresionante con na guitarra eléctrica: le sabe a todos los trucos que se han inventado, y se ha inventado algunos más. Tengo un problema con él: me suena a un Frank Zappa para las masas. Son las ideas de Zappa, las escalas de Zappa, pero en light, y con una cantidad de efectos que a veces abruma. Y no es que no lo oiga, porque por allí tengo un par de cosas de él, que me divierten, sino que a la calidad técnica no le añade ideas tan buenas como su ejecución. (Mi hijo Eduardo me hacía notar que toca muy mal la acústica, cosa que no les pasa a los ya mencionados. En lo personal me parece que un guitarrista eléctrico que no maneja la acústica no es digno de mucha confianza. Dicho sea con el perdón del maestro Joe, porque hasta Hendrix era una bestia peluda con una acústica en las manos.)
No conozco a Gyorgy Cziffra, mea culpa. Mis pianistas favoritos son Georg Szell, Sviatoslav Richter, Paul Badura Skoda y, desde luego, Glenn Gould. Pero sí conocí a tu papá (quien por cierto nos presentó; no sabía lo que hacía, aunque se lo advertí), y menos de "sensacional" no se valía.
Y raro que de Liszt no hayas terminado en Pandora y Flans, tú...
Es broma. Las Rapsodias son una maravillita, y los conciertos para piano (insisto) son oootro roooollo.
Y acaba de llegar una tía y tengo que atenderla. Termino diciendo por qué me gusta Winter: crea la música a medida que la toca. En efecto no sabe muy bien qué es lo que está haciendo, pero lo hace con una pasión... Una pinche escala pentáfona, la misma escala pentáfona de siempre, hace cosas siempre nuevas cuando el Albino empieza a mover los dedos. Y lo digo con envidia; en general, para lo que sea, soy bastante técnico, y me gustaría enloquecer de ese modo alguna vez. Pero pos no me da el pellejo.
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