Sala Salarrué
Ayer fue el nombramiento de la Sala Nacional de Exposiciones en honor de Salarrué, quien la ideó, la fundó y fue su primer director. La incansable --o siempre cansada, pero activa-- Marielos Portillo, jefa de relaciones públicas de Concultura --creo que ése es su cargo--, fue la resoponsable del acto, y tuvo una idea: mezclar la lectura de textos de Salarrué con coreografías hechas a propósito.
No creí que funcionara: había muy poco tiempo para hacerlo, y me pareció que una cosa interferiría con la otra, y al final terminaría en revoltijo. Me equivoqué: Francisco Centeno, director de la Compañía y la Escuela Nacional de Danza, hizo un trabajo notable junto con su gente, y el resultado fue agradable. Una muchacha muy joven del Centro Nacional de Artes acompañó a los bailarines con un violín solo. Tocó cosas de Vivaldi y Bach, especialmente, porque para poner música propia no había tiempo; pero funcionó, y las coreografías fueron originales.
Eso sí, hubo que llegar una hora y media antes para hacer un ensayo rápido y coordinar con la lectura de los escritores a los que nos tocó escoger un texto de Salarrué. La mayor parte de textos, tres, fueron de O'Yarkandal. Hubo dos de Cuentos de barro, uno de Trasmallo (ése lo leí yo), uno de Cuentos de cipotes y un solo poema, escogido por Salvador Canjura, del libro Mundo nomasito.
Van algunas fotos:
Ensayo con Krisma, a quien le tocaría leer primero.
Ensayo con Aída Párraga. Aída se vistió especialmente para la lectura de su texto; aquí aparece en ropa de civil.
Ensayo con Salvador Canjura. Centeno, Marielos Portillo y un bailarín revisan la programación. Durante los ensayos no habían llegado todos los que leerían, y Salvador tuvo que trabajar tres o cuatro textos con los bailarines.
Después de la develación de la placa (de la que no tomé fotos; estaba cuidando a Valeria), la Compañía Nacional de Danza empezó con una pieza clásica; no recuerdo cuál, perdonarán la mala memoria.
Los fotógrafos de prensa haciendo su trabajo. Me gusta fotografiar fotógrafos.
Eleazar Rivera leyendo "Nochebuena". Pasó algo interesante: entre los presentes estaba el nuncio apostólico. Sentí algo especial cuando el cura le dijo a la mujer del cuento: "Para vos nuay, para vos nuay."
Yo, pues. Ya tengo que recortarme la barba.
Jorge Galán leyó "Semos malos", uno de los mejores cuentos del universo conocido. Lo había escogido yo, pero él lo pidió y Marielos me preguntó si quería cambiar el mío o pedirle a Jorge que cambiara el suyo (que eran el mismo, ejem). Escogí "Trasmallo" porque hubo una compañera y amiga a la que invitaron, pero no podía ir. Es su favorito, y fue un modo de que estuviera presente de algún modo.
Roberto Laínez leyó "El cuento del gringuito regalante, da zapatos y no guante".
Roxana Méndez se tapó la cara con el pelo y desde mi ángulo, con Valeria en las rodillas, fue lo mejor que pude hacer.
La Compañía terminó la velada con "Andalucía".
Y nos tomamos una foto casi todos; ya Salvador Canjura se había retirado. De izquierda a derecha, Aída Párraga, Krisma, Vale, yo, Federico Hernández Aguilar (presidente de Concultura), Roberto Laínez, Roxana Méndez, Jorge Galán y Eleazar Rivera.
La placa con el autorretrato de Salarrué fue hecha en bronce por el propio Salarrué. Estaba en la bodega de la Sala Nacional de Exposiciones, y se restauró para la ocasión. Está bastante impresionante. Está basada en un autorretrato muy conocido, del que tenemos una copia en La Casa.
En fin, una noche agradable y entre cuates.
(Pobre Pipo Rey...)
No creí que funcionara: había muy poco tiempo para hacerlo, y me pareció que una cosa interferiría con la otra, y al final terminaría en revoltijo. Me equivoqué: Francisco Centeno, director de la Compañía y la Escuela Nacional de Danza, hizo un trabajo notable junto con su gente, y el resultado fue agradable. Una muchacha muy joven del Centro Nacional de Artes acompañó a los bailarines con un violín solo. Tocó cosas de Vivaldi y Bach, especialmente, porque para poner música propia no había tiempo; pero funcionó, y las coreografías fueron originales.
Eso sí, hubo que llegar una hora y media antes para hacer un ensayo rápido y coordinar con la lectura de los escritores a los que nos tocó escoger un texto de Salarrué. La mayor parte de textos, tres, fueron de O'Yarkandal. Hubo dos de Cuentos de barro, uno de Trasmallo (ése lo leí yo), uno de Cuentos de cipotes y un solo poema, escogido por Salvador Canjura, del libro Mundo nomasito.
Van algunas fotos:
Ensayo con Krisma, a quien le tocaría leer primero.
Ensayo con Aída Párraga. Aída se vistió especialmente para la lectura de su texto; aquí aparece en ropa de civil.
Ensayo con Salvador Canjura. Centeno, Marielos Portillo y un bailarín revisan la programación. Durante los ensayos no habían llegado todos los que leerían, y Salvador tuvo que trabajar tres o cuatro textos con los bailarines.
Después de la develación de la placa (de la que no tomé fotos; estaba cuidando a Valeria), la Compañía Nacional de Danza empezó con una pieza clásica; no recuerdo cuál, perdonarán la mala memoria.
Los fotógrafos de prensa haciendo su trabajo. Me gusta fotografiar fotógrafos.
Eleazar Rivera leyendo "Nochebuena". Pasó algo interesante: entre los presentes estaba el nuncio apostólico. Sentí algo especial cuando el cura le dijo a la mujer del cuento: "Para vos nuay, para vos nuay."
Yo, pues. Ya tengo que recortarme la barba.
Jorge Galán leyó "Semos malos", uno de los mejores cuentos del universo conocido. Lo había escogido yo, pero él lo pidió y Marielos me preguntó si quería cambiar el mío o pedirle a Jorge que cambiara el suyo (que eran el mismo, ejem). Escogí "Trasmallo" porque hubo una compañera y amiga a la que invitaron, pero no podía ir. Es su favorito, y fue un modo de que estuviera presente de algún modo.
Roberto Laínez leyó "El cuento del gringuito regalante, da zapatos y no guante".
Roxana Méndez se tapó la cara con el pelo y desde mi ángulo, con Valeria en las rodillas, fue lo mejor que pude hacer.
La Compañía terminó la velada con "Andalucía".
Y nos tomamos una foto casi todos; ya Salvador Canjura se había retirado. De izquierda a derecha, Aída Párraga, Krisma, Vale, yo, Federico Hernández Aguilar (presidente de Concultura), Roberto Laínez, Roxana Méndez, Jorge Galán y Eleazar Rivera.
La placa con el autorretrato de Salarrué fue hecha en bronce por el propio Salarrué. Estaba en la bodega de la Sala Nacional de Exposiciones, y se restauró para la ocasión. Está bastante impresionante. Está basada en un autorretrato muy conocido, del que tenemos una copia en La Casa.
En fin, una noche agradable y entre cuates.
(Pobre Pipo Rey...)
4 comentarios:
AJA!!! Como se atrevieron a abrir esa sala y no me invitaron a que yo les narrara un cuento de Salarrue...que sacrilegio!!!jajajaa a vos no te lo perdono.Check your e-mail please
Hay maestros como Salarrué, a los que una sala no basta. He estado leyendo su obra y me quedo sin palabras. Siempre creí que solo era lo de salvadoreño y por eso no me gustaba, lo consideraba provincial. Ahora me estoy dando cuenta de otras cosas que lo hacen grande,
¡¡¡Pinches Santanecos, nunca vamos a estos eventos!!!
Me encanta la idea de que un lugar tan hermoso como la Sala Nacional de Exposiciones lleve el nombre de mi abuelo, apenas estuve unos minutos en ella, pero me pareció un espacio lleno de paz y magia, y claro, rodeada del entorno ideal que es el parque.
Estuvo Rodolfo Arrué como representante de la familia. Nos hubiera gustado que vinieran otra vez, pero pos ya ves. La placa está bien impresionante.
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