Miscelánea de imágenes
A veces uno se guía, para las novelas, más que por cosa literarias o "de la vida", por otro tipo de estímulos. En mi caso a veces tiene que ver con la música (Terceras personas lo estructuré a partir del Cuarteto para el fin de los tiempos, de Messiaen), pero también con imágenes. Por ejemplo la siguiente.
Ésta era parte de una exposición que había en una universidad de Lyon donde me tocó hablar en el Festival Belles Latinas. No registré de quién era, o está perdido en algún papelito dentro de algún folleto, de los que me dieron varias docenas y por allí andan. Antes vi e imaginé varias escenas y personajes en circunstancias de lo más circunstanciales. Por ejemplo, cuando iba bajando del tren que me llevó de Toulouse a Lille (creo que así fue), vi a una persona que estaba sentada en la última fila del vagón en el que yo iba. Pensé: "Así que eso es un metrosexual de verdad..."
Lo que vi fue un señor de estricto traje y corbata, camisa rosa discreta y cara, lentes de carey muy delgados, perfectamente rasurado --y más bien depilado--, con las cejas bien definidas, el cabello impecable, qué sé yo. Tendría unos cuarenta y tantos años. Cuando pasé junto a él me di cuenta de que no era hombre, sino mujer --vaya, la señora estaba muy bien dotada--, y no recuerdo haber pensado en nada especial, sólo que me reí muy para mis adentros. Para mis afueras, nada más bajé del vagón; fue sólo un vistazo. Había encontrado el personaje de la Inspectora Jefe, y de algún modo el "espíritu" de los personajes femeninos de la novela.
Me llamó la atención que "el hombre" no sólo estuviera rasurado, sino depilado. Imaginé alguien a quien depilan torpemente desde que era adolescente, para hacerlo parecer mujer, y de allí salió el psicópata. La historia de la Directora y de la forense joven es otro rollo, y la Segunda Forense es alguien a quien conozco, muy maternal, con carnes maternales y carácter de lo mismo. Esa "alguien" se funde en varias personas, aunque para mí es bien claro lo que tiene de cada una de ellas.
El cuadro que fotografié en Lyon (con la camarita del Hombre Araña, válgame) da el ambiente que he tratado de dar en algunos de los capítulos. Creo que, si no lo hubiera visto, no hubiese logrado algunos "colores" de la novela.
Y está en McDonalds del barrio coreano en Los Ángeles, que es un punto central para la historia, en especial para el desenlace de la primera parte y el inicio de la segunda. (No, aún no sé de qué irá.) Lo que me impresionó, como dije en algún post, fue ver a los ancianos sentados todo el día en las mesas de fuera, las que están debajo del toldo. La foto fue tomada alrededor de las cinco de la mañana, antes de que abrieran, y ya había algunos ancianos allí, como se puede ver. Se van a sus casas o a donde se vayan --cetera is paribus-- a eso de las ocho de la noche. Todos hombres. Todos coreanos. Todos solos. Y todos peleando silenciosamente el espacio con cualquiera que trate de sentarse en "su" zona. No lo hacen con violencia, ni siquiera con palabras, pero es bastante claro que no quieren a nadie más a su alrededor. Eso no sólo me dio una escena muy buena, sino también el carácter de los hombres de la novela.
Hay más, pero eso es lo que se me ocurre contar ahora.
Ahora, algunas fotos curiosas:
El lavabo es de un cuarto de baño del restaurante en el que estuvimos la penúltima noche de mi estancia en Francia. (Afuera me esperaban Thierry Davo, Alain Mala y Carlos Ábrego, más el encargado de literatura latinoamericana de la librería donde había estado firmando ejemplares.) El baño era realmente minúsculo. De hecho, cuando entré, con el solo hecho de entrar, activé el secador de manos. La palanquita que se ve abajo se activa simplemente moviendo la pierna, y sale agua por el grifo. (Y, sin que uno quiera, se vuelve a activar el secador de manos.) Ingenioso, pero angustiante. Si uno se sienta en el excusado, seguro que las rodillas rozan la palanca, o quedan en medio de las piernas de uno, así que un movimiento brusco y tendrá aire caliente en la cabeza y agua saliendo por el grifo. Pensé en alguna escena inédita de La fiesta inolvidable, con Peter Sellers.
Me mandaron un libro desde Bolivia, una novela bieeeen rara de Adolfo Cárdenas que se llama Periférica Blvd. Erika Bruzonic ha hecho una reseña que puede encontrarse aquí, y yo por mi parte ya leí cuatro capítulos, y voy por los que siguen. Además de la novela, me emocionó ver las estampillas dedicadas al Che Guevara. Conocía algunas cubanas, pero ni de chiste bolivianas; mi padre tenía de esos billetes cubanos en los que él --el Che, no mi padre-- firmaba como ministro de economía o lo que haya sido. Johanna Marroquín me pidió que se las regalara, y se las di después de escanearlas. Pero hay algo más: la estampilla de abajo está dedicada a Francis Harrington, fundador en 1906 de la Iglesia Metodista de Bolivia, homenajeado por el presidente Evo Morales, según se lee en este link. El servicio postal hace extraños compañeros de carta...
Ésta la tomé en la parte medieval de Le Mans, a donde me llevó Gérard, el papá de Thierry. Y ¿qué más representativo de la medievalidad francesa que una auténtica cantina mexicana, con sombrero, cactus y todo? Ese día andaba bien enfermo, así que no me metí en detalles, o sea que no fotografié el menú. Lástima. Seguro había pasta.
Esta la tomé en la UCLA, donde me pidieron que diera una clase acerca de novela o algo así. Para los que no saben inglés, más o menos traduzco:
Ésta era parte de una exposición que había en una universidad de Lyon donde me tocó hablar en el Festival Belles Latinas. No registré de quién era, o está perdido en algún papelito dentro de algún folleto, de los que me dieron varias docenas y por allí andan. Antes vi e imaginé varias escenas y personajes en circunstancias de lo más circunstanciales. Por ejemplo, cuando iba bajando del tren que me llevó de Toulouse a Lille (creo que así fue), vi a una persona que estaba sentada en la última fila del vagón en el que yo iba. Pensé: "Así que eso es un metrosexual de verdad..."
Lo que vi fue un señor de estricto traje y corbata, camisa rosa discreta y cara, lentes de carey muy delgados, perfectamente rasurado --y más bien depilado--, con las cejas bien definidas, el cabello impecable, qué sé yo. Tendría unos cuarenta y tantos años. Cuando pasé junto a él me di cuenta de que no era hombre, sino mujer --vaya, la señora estaba muy bien dotada--, y no recuerdo haber pensado en nada especial, sólo que me reí muy para mis adentros. Para mis afueras, nada más bajé del vagón; fue sólo un vistazo. Había encontrado el personaje de la Inspectora Jefe, y de algún modo el "espíritu" de los personajes femeninos de la novela.
Me llamó la atención que "el hombre" no sólo estuviera rasurado, sino depilado. Imaginé alguien a quien depilan torpemente desde que era adolescente, para hacerlo parecer mujer, y de allí salió el psicópata. La historia de la Directora y de la forense joven es otro rollo, y la Segunda Forense es alguien a quien conozco, muy maternal, con carnes maternales y carácter de lo mismo. Esa "alguien" se funde en varias personas, aunque para mí es bien claro lo que tiene de cada una de ellas.
El cuadro que fotografié en Lyon (con la camarita del Hombre Araña, válgame) da el ambiente que he tratado de dar en algunos de los capítulos. Creo que, si no lo hubiera visto, no hubiese logrado algunos "colores" de la novela.
Y está en McDonalds del barrio coreano en Los Ángeles, que es un punto central para la historia, en especial para el desenlace de la primera parte y el inicio de la segunda. (No, aún no sé de qué irá.) Lo que me impresionó, como dije en algún post, fue ver a los ancianos sentados todo el día en las mesas de fuera, las que están debajo del toldo. La foto fue tomada alrededor de las cinco de la mañana, antes de que abrieran, y ya había algunos ancianos allí, como se puede ver. Se van a sus casas o a donde se vayan --cetera is paribus-- a eso de las ocho de la noche. Todos hombres. Todos coreanos. Todos solos. Y todos peleando silenciosamente el espacio con cualquiera que trate de sentarse en "su" zona. No lo hacen con violencia, ni siquiera con palabras, pero es bastante claro que no quieren a nadie más a su alrededor. Eso no sólo me dio una escena muy buena, sino también el carácter de los hombres de la novela.
Hay más, pero eso es lo que se me ocurre contar ahora.
Ahora, algunas fotos curiosas:
El lavabo es de un cuarto de baño del restaurante en el que estuvimos la penúltima noche de mi estancia en Francia. (Afuera me esperaban Thierry Davo, Alain Mala y Carlos Ábrego, más el encargado de literatura latinoamericana de la librería donde había estado firmando ejemplares.) El baño era realmente minúsculo. De hecho, cuando entré, con el solo hecho de entrar, activé el secador de manos. La palanquita que se ve abajo se activa simplemente moviendo la pierna, y sale agua por el grifo. (Y, sin que uno quiera, se vuelve a activar el secador de manos.) Ingenioso, pero angustiante. Si uno se sienta en el excusado, seguro que las rodillas rozan la palanca, o quedan en medio de las piernas de uno, así que un movimiento brusco y tendrá aire caliente en la cabeza y agua saliendo por el grifo. Pensé en alguna escena inédita de La fiesta inolvidable, con Peter Sellers.
Me mandaron un libro desde Bolivia, una novela bieeeen rara de Adolfo Cárdenas que se llama Periférica Blvd. Erika Bruzonic ha hecho una reseña que puede encontrarse aquí, y yo por mi parte ya leí cuatro capítulos, y voy por los que siguen. Además de la novela, me emocionó ver las estampillas dedicadas al Che Guevara. Conocía algunas cubanas, pero ni de chiste bolivianas; mi padre tenía de esos billetes cubanos en los que él --el Che, no mi padre-- firmaba como ministro de economía o lo que haya sido. Johanna Marroquín me pidió que se las regalara, y se las di después de escanearlas. Pero hay algo más: la estampilla de abajo está dedicada a Francis Harrington, fundador en 1906 de la Iglesia Metodista de Bolivia, homenajeado por el presidente Evo Morales, según se lee en este link. El servicio postal hace extraños compañeros de carta...
Ésta la tomé en la parte medieval de Le Mans, a donde me llevó Gérard, el papá de Thierry. Y ¿qué más representativo de la medievalidad francesa que una auténtica cantina mexicana, con sombrero, cactus y todo? Ese día andaba bien enfermo, así que no me metí en detalles, o sea que no fotografié el menú. Lástima. Seguro había pasta.
Esta la tomé en la UCLA, donde me pidieron que diera una clase acerca de novela o algo así. Para los que no saben inglés, más o menos traduzco:
Razones para unirse a UCLA MED LEYS
Música a capella
#25
Regalamos galletas en las audiciones
(En serio, eso hacemos)
Roque Dalton dice que Jorge Arias Gómez llegó a la poesía a través de la revolución, mientras que él llegó a la revolución a través de la poesía. Alguien habrá que llegue a la música coral a través de las galletas...
Y éste es un detalle de un friso en una de las puertas de Nôtre Dame. Obviamente el tercero de izquierda a derecha es Juan el Bautista, que tiene que cargar su cabeza, y además ponerla en cierto ángulo para salir en la foto. Lo que me pregunto es por qué la expresión sonriente de los o las que están a sus lados. No pido que lloren, pero por lo menos que respeten...
Y éste es un detalle de un friso en una de las puertas de Nôtre Dame. Obviamente el tercero de izquierda a derecha es Juan el Bautista, que tiene que cargar su cabeza, y además ponerla en cierto ángulo para salir en la foto. Lo que me pregunto es por qué la expresión sonriente de los o las que están a sus lados. No pido que lloren, pero por lo menos que respeten...
4 comentarios:
El lavabo en la esquina ahorra espacio de esos no he visto aquí, de los que sí he visto aquí, es un inodoro-lavabo. El indoro de los más chiquitos que hay y la que debería ser la tapa del tanque es el lavabo, ahorra mucho más espacio, eso sí, para abrir el grifo hay que darle vuelta a la manecilla.Lástima que no tenía cámara disponible cuando lo ví.
Ya le habia advertido, mi estimado Rafael, que Periferica Blvd. ES rariiiisima. En el `post que esta en LaLola afirmo y mantengo que es ilegible. Sin embargo, para un boliviano a secas, es un libro necesario e imprescindible. No gano el Premio Nacional de Novela 2005 porque el jurado considero que estaba escrita solo para el habitante del occidente de Bolivia, vale decir La Paz y El Alto y nada mas. Ojala no le canse el barroco y la adivinanza perpetua del lenguaje. Es bien dura de leer. Le voy a mandar las estampillas que le ofreci.
La fiesta inolvidable es una clasica de Peter Seller, pero siento que solo da risa la primera vez que se le vé, las demas da colera de como un tipo puede ser tan despistado y/o tonto.
Chistoso que el cuartito le haya recordado eso... ahora que lo pienso ya he estado en situaciones asi de incomodas...
René: Eso que dices es bastante ingenioso o bastante siniestro. No me ha tocado ver algo así.
Erika: No me parece una novela ilegible, nada más juguetona. Lo bueno es que no depende de conocer el caló para entenderla; éste en general sólo sirve para dar ambiente. Eso se agradece. Y hace muchos años toqué en México con un músico boliviano, que usaba muchas expresiones de por allá, y más o menos las recuerdo.
No he tenido chance de sentarme --o acostarme-- algunas horas para terminarla, pero la estoy disfrutando. No se preocupe por las estampillas; ya las tengo debidamente escaneadas. Gracias, de todas maneras.
SoySal: La parte del principio, cuado matan a Gungadin como veinte veces, no tiene desperdicio, y podría verla muchas veces. Y la vi muchas veces. Lo de "Birdie Num Num" es excelente también. Y Peter Sellers siempre me cayó muy bien.
Lo del cuartito. Hace poco me metí en un baño de ésos con sensores. De repente me puse de pie frente al sensor y el excusado --¿por qué le llamarán así?, ¿cómo no excusarlo?-- comenzó a echar agua y agua y agua durante casi un minuto. Al principio me dio risa, pero después me angustió. Salí del gabinete y de inmediato se detuvo. Allí sí me sentí en una película de Sellers.
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