16 de enero de 2008

Carpe diem


Estadísticamente, las probabilidades de que amanezca son altísimas. También lo son de que desde la puerta de casa se vea algo parecido a lo que aparece en la foto, árbol más, campana menos.
Aunque haya sido así al menos durante los últimos 48 años --me refiero a la recurrencia de los amaneceres-- y durante los últimos dos y medio --el hecho de que viva aquí y vea lo que se ve desde mi puerta--, nada garantiza --excepto la estadística, insisto-- que mañana vaya a ocurrir lo mismo; ya se sabe que los cataclismos cósmicos están a la orden del día, aunque no se me ocurren casos citables a esta hora y recién despertado; mi cerebro empieza a funcionar por allí del mediodía. Baste decir que en la zona de la Osa Mayor se alcanzan a ver unas cincuenta galaxias, además de las estrellas dispersas de la nuestra, y allí deben estar pasando cosas a diario; y en la Osa Menor está la estrella de neutrones más cercana a la Tierra, lo que debe ser peligrosísimo, según se infiere de lo que dice Wikipedia:
Una estrella de neutrones es un remanente estelar dejado por una estrella después de agotar el combustible nuclear en su núcleo y explotar como una supernova tipo II. La masa original de la estrella debe ser mayor que 9-10 masas solares y menor que un cierto valor que depende de la metalicidad. Para masas menores que 9-10 masas solares, la estrella degenera en una enana blanca, formando a su alrededor una nebulosa planetaria, mientras que para masas mayores al límite superior, la estrella degenera en un agujero negro.
Visto así, me agarra un cierto sentimiento de autoculpa por haberme pasado buena parte del día de ayer absolutamente dormido: ¿qué tal si nos cae algún cataclismo y mañana --o sea hoy-- no amanece ni hay campanas a la entrada de casa? Y me doy cuenta de que aquello de Carpe diem tiene sus límites: no podemos carpediemizar todos los días como si fueran el último, o el cansancio de tanta emoción nos volvería locos o, en efecto, nos llevarían muy rápido a que no hubiera amaneceres nuevos ni viejos ni de ningún tipo.
Ayer, pues, producto del cansancio de andar en lo del Carpe, me pasé dormido una cantidad vergonzosa de horas, que por algo era el segundo día de mi descanso, y en el primero trabajé lo bastante para merecerlo. (De hecho el lunes tuve una reunión que estuve preparando durante dos meses, y la última semana fue de mucha tensión, como resultaba lógico.) Eso sí, terminé el día viendo con Krisma cuatro capítulos seguidos de la serie Héroes (o Heroes para quien lo quiera en inglés): el último de la primera temporada y los tres primeros de la segunda. Igual los vamos a ver en la tele, con subtítulos y comerciales, y cuando salgan en cajita seguro los compramos, pero no pudimos resistir la tentación de hacer uso de la tecnología *.torrent para saber de las tribulaciones (y asteriscos) de Hiro Nakamura y compañía.
Lo que más culpa me produce es que no trabajé en la novela, aunque no suelto el cuaderno naranja por si hay chance de meterle mano. Pero, bueno, una novela es sólo una novela, y si cae lo del cataclismo ya no tendrá importancia si la terminé o no.
Así que es miércoles de nuevo y tengo reunión en un rato para un proyecto bien interesante que podría involucrar al taller de video; luego tengo que bajar corriendo a San Salvador, y regresar del mismo modo, para estar después del almuerzo en La Casa. Mañana, taller desde las diez de la mañana. Viernes, taller de novela, más lo que se presente en medio de ambas cosas, que casi siempre se presenta algo o alguien, y luego el sábado lo del video y el domingo lo del taller de poesía. Y otra vez estaré el lunes pensando: "Ah, amaneció y no nos tragó el agujero negro de la Osa Menor", aunque quién sabe qué haya pasado en las constelaciones de la Mayor. Y el miércoles quizá ponga un post similar a éste.
Lo que sé es que la presentación del libro de Denise, Las flores, será el próximo 26 de febrero en la librería Sophos, de Guatemala, y se espera que esté allí. Y yo espero estar allí, cómo no. Según las probabilidades, tendría que pasar, pero no garantizo que no se acabe antes el universo, desde ya lo advierto.
Carpe diem, pues, y a lo que viene.

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