De las cosas que pasan
Johanna Marroquín es la encargada del taller de danza folklórica de La Casa del Escritor, y desde hace un año realiza un trabajo bastante bueno con jóvenes de la zona de Los Planes, desde Casa de Piedra hasta los cantones cercanos a La Puerta del Diablo y Panchimalco. La mayor parte de los participantes estudia en la escuela Goldtree, y son de origen campesino o suburbano pobre, casi siempre muy pobre.
Los chavos han dedicado por lo menos 12 horas semanales a los ensayos, y tres o cuatro más a presentaciones, además de los estudios; es necesario tener buenas calificaciones para pertenecer al taller. Una disciplina difícil de ver en gente de 12 a 18 años, que son las edades entre las que se mueven. Y siempre están sonrientes, y lo poco de lo que uno se entera de sus vidas familiares llega a ser terrible, de verdad terrible. Además hay cosas que pasan que lo dejan a uno con la sonrisa congelada.
Por ejemplo, uno de los muchachos dejó la escuela, supuestamente para trabajar, y también se retiró del grupo de danza. Un par de meses después apareció asesinado. Creo que le rompieron la cabeza con una piedra. En la zona no hay pandillas, pero en todos lados uno se mete en problemas y hay gente con piedras --o cosas peores--, dispuesta a usarlas.
Otra de las muchachas, a sus 16 años, decidió irse a vivir con su novio, quizá por problemas familiares. La recomendación de Johanna fue que se cuidara, que no se embarazara, que siguiera estudiando y asistiendo al taller. Y así fue... hasta que descubrió que tenía no sé cuántos meses de embarazo. Ahora se está dedicando "al hogar"; lo más probable es que no vuelva a bailar.
Otra tuvo problemas con las maras de Soyapango. Hace unos meses la cabeza de su amiga apareció cortada en una banca del parque Cuscatlán, y empezaron a seguirla a ella. Regresó a vivir a Los Planes, con su familia. No se atrevía a decir nada y estuvo hospitalizada, a sus 16 años, con una úlcera gástrica y serios problemas de colon. Un día llegó a La Casa y reventó conmigo: además de todo lo anterior, tenía que trabajar como recepcionista allá por el Parque Cuscatlán, y cada paso que daba era una angustia espantosa porque la podían agarrar los mareros. Se estaba consumiendo, y lo notaba cada vez que la veía. Le recomendé que hablara con su mamá, y lo hizo. La mandó unos meses fuera de la ciudad, con parientes, mientras se tranquilizaba el asunto. Regresó hace poco, trabajando bien en poesía y danza, y con una sonrisota. De pronto volvió a desaparecer. Está bien, pero ahora es su hermano quien tiene problemas con las maras, y quizá puedan afectarla. Esta semana llegó a La Casa de nuevo; en ésas estamos.
Y hoy pasó algo triste. Una de las muchachas mayores del grupo (la rubia que aparece en el video que está aquí), de 17 o 18 años --no sé si ya graduada de bachiller--, se separó del muchacho con el que vivía, al parecer por problemas con la suegra. Se quedó en la calle, literalmente. La solución inmediata que ha encontrado es trabajar como sirvienta en Soyapango. Deberá vivir en la casa de los patrones de lunes a viernes, y los sábados y domingos podrá salir y, espero, seguir bailando. No sé por cuánto tiempo, pero ésa es su intención. Estamos buscando con Johanna al menos un paliativo, para que siga viviendo en Los Planes y para que trabaje de otra cosa. Es una artista en formación, y hay trabajos que se pegan a los huesos, quizá de manera irreversible. Se mueve con mucha libertad y fuerza en el escenario, es uno de los ejes del grupo y, si deja de ser "eso", algo bueno habrá muerto.
Habrá quien diga que así es la vida, que la selección natural, que la privatización de todo, que por más esfuerzos que se hagan las cosas no van a cambiar. Y está bien que lo digan, porque los hace sentirse seguros de algo, pero no están en mi lugar o el de Johanna o el de los muchachos.
Precisamente se trata de cambiar un poco las cosas, sólo un poco, ayudándole a alguna gente a que siga sus sueños, y que los transmita. En el caso de los chavos de danza, bailan todos los domingos en El Mirador, dos funciones, gratis, como parte de su entrenamiento. Son gente importante para la comunidad, y lo asumen con una alegría y una naturalidad que desarma. Johanna, a su vez, baila con Los Historiantes, y uno de sus objetivos es formar a los chavos para que eventualmente sigan con la tradición. (Es lo que los propios Historiantes le han pedido, y no veo en qué contradiga los lineamientos de La Casa o de Concultura.)
Me voy a la cama. Estoy leyendo La bitácora de Caín, de Ernesto Ayala, que se cambió el nombre a Berne Ayalá. Me pregunto por qué, como de tantas cosas. Ya hablaré del asunto por aquí cuando lo termine, porque vale la pena.
Los chavos han dedicado por lo menos 12 horas semanales a los ensayos, y tres o cuatro más a presentaciones, además de los estudios; es necesario tener buenas calificaciones para pertenecer al taller. Una disciplina difícil de ver en gente de 12 a 18 años, que son las edades entre las que se mueven. Y siempre están sonrientes, y lo poco de lo que uno se entera de sus vidas familiares llega a ser terrible, de verdad terrible. Además hay cosas que pasan que lo dejan a uno con la sonrisa congelada.
Por ejemplo, uno de los muchachos dejó la escuela, supuestamente para trabajar, y también se retiró del grupo de danza. Un par de meses después apareció asesinado. Creo que le rompieron la cabeza con una piedra. En la zona no hay pandillas, pero en todos lados uno se mete en problemas y hay gente con piedras --o cosas peores--, dispuesta a usarlas.
Otra de las muchachas, a sus 16 años, decidió irse a vivir con su novio, quizá por problemas familiares. La recomendación de Johanna fue que se cuidara, que no se embarazara, que siguiera estudiando y asistiendo al taller. Y así fue... hasta que descubrió que tenía no sé cuántos meses de embarazo. Ahora se está dedicando "al hogar"; lo más probable es que no vuelva a bailar.
Otra tuvo problemas con las maras de Soyapango. Hace unos meses la cabeza de su amiga apareció cortada en una banca del parque Cuscatlán, y empezaron a seguirla a ella. Regresó a vivir a Los Planes, con su familia. No se atrevía a decir nada y estuvo hospitalizada, a sus 16 años, con una úlcera gástrica y serios problemas de colon. Un día llegó a La Casa y reventó conmigo: además de todo lo anterior, tenía que trabajar como recepcionista allá por el Parque Cuscatlán, y cada paso que daba era una angustia espantosa porque la podían agarrar los mareros. Se estaba consumiendo, y lo notaba cada vez que la veía. Le recomendé que hablara con su mamá, y lo hizo. La mandó unos meses fuera de la ciudad, con parientes, mientras se tranquilizaba el asunto. Regresó hace poco, trabajando bien en poesía y danza, y con una sonrisota. De pronto volvió a desaparecer. Está bien, pero ahora es su hermano quien tiene problemas con las maras, y quizá puedan afectarla. Esta semana llegó a La Casa de nuevo; en ésas estamos.
Y hoy pasó algo triste. Una de las muchachas mayores del grupo (la rubia que aparece en el video que está aquí), de 17 o 18 años --no sé si ya graduada de bachiller--, se separó del muchacho con el que vivía, al parecer por problemas con la suegra. Se quedó en la calle, literalmente. La solución inmediata que ha encontrado es trabajar como sirvienta en Soyapango. Deberá vivir en la casa de los patrones de lunes a viernes, y los sábados y domingos podrá salir y, espero, seguir bailando. No sé por cuánto tiempo, pero ésa es su intención. Estamos buscando con Johanna al menos un paliativo, para que siga viviendo en Los Planes y para que trabaje de otra cosa. Es una artista en formación, y hay trabajos que se pegan a los huesos, quizá de manera irreversible. Se mueve con mucha libertad y fuerza en el escenario, es uno de los ejes del grupo y, si deja de ser "eso", algo bueno habrá muerto.
Habrá quien diga que así es la vida, que la selección natural, que la privatización de todo, que por más esfuerzos que se hagan las cosas no van a cambiar. Y está bien que lo digan, porque los hace sentirse seguros de algo, pero no están en mi lugar o el de Johanna o el de los muchachos.
Precisamente se trata de cambiar un poco las cosas, sólo un poco, ayudándole a alguna gente a que siga sus sueños, y que los transmita. En el caso de los chavos de danza, bailan todos los domingos en El Mirador, dos funciones, gratis, como parte de su entrenamiento. Son gente importante para la comunidad, y lo asumen con una alegría y una naturalidad que desarma. Johanna, a su vez, baila con Los Historiantes, y uno de sus objetivos es formar a los chavos para que eventualmente sigan con la tradición. (Es lo que los propios Historiantes le han pedido, y no veo en qué contradiga los lineamientos de La Casa o de Concultura.)
Me voy a la cama. Estoy leyendo La bitácora de Caín, de Ernesto Ayala, que se cambió el nombre a Berne Ayalá. Me pregunto por qué, como de tantas cosas. Ya hablaré del asunto por aquí cuando lo termine, porque vale la pena.
6 comentarios:
Es que así lo dice Sabina en una canción:
Bailar es soñar con los piés.
La danza en cualquiera de sus expresiones, es dura pero pasionante y adictiva, aunque poco comprendida.
El trabajo de esos muchachos, debe apreciarse desde lo que en sus mundos individuales les representa la danza, pues muy a pesar de todo, está allí: perseverando.
A qué hora bailan los muchachos?
Me encantaría ir a verles este domingo!
Si no llueve, como a las cinco o seis de la tarde, en El Mirador, en Los Planes. Nunca he podido ir a verlos allí, porque estoy en el taller de literatura. En otros escenarios se mueven muy bien.
SI, TE DEJAN LA RISA CONGELADA EN LA CARA, PORQUE CUANDO SABES LA HISTORIA DE CADA GENTE NO TENES IDEA DE LA CARA QUE DEBES PONER. ES UNA LASTIMA, PERO SI PODES HACER ALGO NO HAY QUE PERDER LA OPORTUNIDAD DE REALIZARLO, ESA GENTE NECESITA QUE ALGUIEN LES TIENDA LA MANO. MUCHOS DE NOSOTROS HEMOS LLEGADO A PATADAS Y EMPUJONES A TENER TODO LO QUE HOY DISFRUTAMOS, PERO SIEMPRE TUVIMOS A ALGUIEN QUE CREYO EN NOSOTROS Y NOS DIO UNA OPORTUNIDAD. CUANDO LEO ESTO VEO QUE MI VIDA NO ES TAN TRISTE Y VACIA COMO YO CREIA, ES TIEMPO DE VER QUE ALLA AFUERA HAY GENTE QUE LA PASA PEOR Y SIGUE ADELANTE. PENSARE EN ALGO... YO TE AVISO SI SE DE ALGUIEN EN LOS PLANES QUE NECESITE DE UNA EMPLEADA.
MIRA, ME HE PASADO TODA LA TARDE HORNEANDO GALLETAS .... CREO QUE ODIO LAS CHISPAS DE CHOCOLATE...JAJAJAJAJ NO TIENE NADA QUE VER PERO QUERIA DECIRLO...JAJAJAJA
Es triste... yo me siento joven, viste. Creo que estoy joven. Pero ver a los que están más jóvenes tan jodidos me da cólera. Me da rabia.
Triste lo que cuentas. Cada persona lleva cosas en su mochila y sólo ella sabe lo que carga realmente: cosas tristes, alegres, etc. El problema es cuando, además de esa carga, tenés la violencia que se te encarama en los hombros, o se te encarna en tus intestinos o en tu estómago.
No alcanzas a ayudar a todos, pero al menos debes intentarlo con quienes tienes a mano en cada momento.
que triste de verdad.. a veces uno se da cuenta que hay personas que viven tan mal.. luego el gobierno nos dice que estamos bien.. yo tengo 25 y no la he pasado taan maal.. parece que hoy los problemas les llegan mas rapido a los jovenes... aaaay .. q triste.
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que bueno por los que bailan, mis habilidades psicomotoras, unidas a mis inseguridades.. me hacen un arbol cuando se escucha la musica...asi... tiesa tiesa... jajaa
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