Querido diario (VIII)...
No, no tuvo que ver con lo del vino, aunque siempre duele que se rompa una botella de cabernet sauvignon chileno, así sea de las de bajo presupuesto, en especial si dentro de la misma bolsa va el cuaderno naranja en el que uno está escribiendo una novela y algunas páginas quedan empapadas y olorosas a algo que uno ni siquiera bebe. (¿Cómo llegó la botella a manos de un abstemio? Respuestas, en persona. No voy a hablar de eso aquí, porque no es el tema y no se me da la gana. De nada.)
Y, bien, lo peor fue que la botella se quebró --y el cuaderno se manchó, junto con un ejemplar de Viaje al imperio de las ventanas cerradas, que tampoco diré por qué llevaba; de nada nuevamente-- en medio de la fila en la sucursal del Banco Cuscatlán de Metro que se encuentra cerca de Selectos, y qué oso, porque ¿qué hace uno?, ¿soltar la bolsa y dedicarse a limpiar el cuaderno?, ¿limpiar el cuaderno y el libro sin soltar la bolsa con la botella rota, que sigue chorreando?, ¿disculparse con alguien?, ¿con quién?, ¿con el guardia que le pidió que por favor apagara el celular?, ¿tratar de limpiar el piso?, ¿con qué?, ¿hacerse el que nada pasó?, etcétera. Por suerte apareció otro guardia que no estaba visible, con una papelera metálica en la mano, y dijo: "¿Por qué no mejor la echa allí?", y claro que ya era demasiado tarde, pero era lo que había y eso hice, a la vez que seguía secando lo que se había mojado del cuaderno --poco-- y del libro --mucho. Luego llegó una muchacha muy amable y sonriente que trapeó y quién sabe qué habrán pensado los clientes que llegaron después de todo ese olor a vino en un banco tan pulcro.
Pero el tema ni siquiera es ése, sino que hasta ayer estaba escribiendo un nuevo capítulo V y, zaz, hizo falta añadir un VI --justo el que se manchó--, esta vez con tinta negra y Parker 45, por suerte, porque con la tinta morada de gel hubiera perdido las líneas de abajo a la izquierda, que ya sin vino corren el riesgo de ser indescrifrables. La página de la derecha estaba escrita a la mitad, y hace rato me puse a escribir lo que seguía, sin importarme manchas ni tonteras, porque lo importante era precisamente escribir.
Y de pronto, zaz, me doy cuenta de que la novela está yendo aún más allá de lo que había previsto, que la memoria ya está a punto de no alcanzar para guardar tantos detalles que han cambiado o se han añadido, y que hay que revisar otra vez todo hasta ese punto, del capítulo I hasta el supuesto capítulo VI, que en realidad no será VI: hay que insertar uno antes para justificar lo que se dice en el V, lo que se dirá en el --actual-- VI y lo que hay de allí hasta el... uh... XIII. (A renumerar de nuevo, pues. Eso no es complicado.)
Así que dejé de escribir el VI, con una anotación que dice "Sigue en la página __", que quién sabe cuál será, y dediqué las dos páginas siguientes a anotaciones del capítulo I.
O sea que el cuaderno naranja no será para la segunda parte, como triunfalmente había anunciado, sino para las anotaciones de los capítulos que tengo que modificar. Es así de simple: lo que he aumentado al capítulo I es, en cuartillas, más que el propio capítulo I, que era cortito, y ya estoy calculando que aumentará más cuando lo pase a máquina, sin hablar de que ya estoy previendo cambios en el capítulo II que modificarán el I, y así sucesivamente.
Eso sí, vean qué papel tan maravilloso: la página izquierda es el reverso de la manchada por el vino, y casi no se pasó al otro lado. Los Calligraphe son una belleza. Si quieren saber más, pínchenle aquí.
Y aquí está la primera página del capítulo I. En morado está la corrección de hace unos días, que creí más o menos definitiva. En negro están algunas correcciones y añadidos. Lo mismo en la página de abajo.
Ojalá me alcancen las vacaciones para terminar de terminar de corregir y poner lo nuevo. Ya veré después de dónde saco tiempo para pasar las correcciones a máquina; eso es lo de menos.
Y, no, no sería más fácil hacerlo directamente en la compu. Pierdo muchos detalles, y el proceso de corrección es mucho más largo, porque el de escritura es demasiado rápido.
Lo que sé es que he avanzado mucho en los tres meses y medio que llevo en la novela. Y cada vez me parece menos rara y voy entendiéndola más. Igual me sorprendo con algunas de las cosas que van saliendo; de verdad que los personajes son animales caprichosos, y ése es su encanto. Hasta parecen humanos... (O los humanos parecen personajes. Creo que moriré sin querer averiguarlo.)
Y al rato hay almuerzo de Navidad y fin de año en La Casa. Ya está el pollo cocinado; en un rato nos ponemos en lo del mole y todo lo demás.
Y, bien, lo peor fue que la botella se quebró --y el cuaderno se manchó, junto con un ejemplar de Viaje al imperio de las ventanas cerradas, que tampoco diré por qué llevaba; de nada nuevamente-- en medio de la fila en la sucursal del Banco Cuscatlán de Metro que se encuentra cerca de Selectos, y qué oso, porque ¿qué hace uno?, ¿soltar la bolsa y dedicarse a limpiar el cuaderno?, ¿limpiar el cuaderno y el libro sin soltar la bolsa con la botella rota, que sigue chorreando?, ¿disculparse con alguien?, ¿con quién?, ¿con el guardia que le pidió que por favor apagara el celular?, ¿tratar de limpiar el piso?, ¿con qué?, ¿hacerse el que nada pasó?, etcétera. Por suerte apareció otro guardia que no estaba visible, con una papelera metálica en la mano, y dijo: "¿Por qué no mejor la echa allí?", y claro que ya era demasiado tarde, pero era lo que había y eso hice, a la vez que seguía secando lo que se había mojado del cuaderno --poco-- y del libro --mucho. Luego llegó una muchacha muy amable y sonriente que trapeó y quién sabe qué habrán pensado los clientes que llegaron después de todo ese olor a vino en un banco tan pulcro.
Pero el tema ni siquiera es ése, sino que hasta ayer estaba escribiendo un nuevo capítulo V y, zaz, hizo falta añadir un VI --justo el que se manchó--, esta vez con tinta negra y Parker 45, por suerte, porque con la tinta morada de gel hubiera perdido las líneas de abajo a la izquierda, que ya sin vino corren el riesgo de ser indescrifrables. La página de la derecha estaba escrita a la mitad, y hace rato me puse a escribir lo que seguía, sin importarme manchas ni tonteras, porque lo importante era precisamente escribir.
Y de pronto, zaz, me doy cuenta de que la novela está yendo aún más allá de lo que había previsto, que la memoria ya está a punto de no alcanzar para guardar tantos detalles que han cambiado o se han añadido, y que hay que revisar otra vez todo hasta ese punto, del capítulo I hasta el supuesto capítulo VI, que en realidad no será VI: hay que insertar uno antes para justificar lo que se dice en el V, lo que se dirá en el --actual-- VI y lo que hay de allí hasta el... uh... XIII. (A renumerar de nuevo, pues. Eso no es complicado.)
Así que dejé de escribir el VI, con una anotación que dice "Sigue en la página __", que quién sabe cuál será, y dediqué las dos páginas siguientes a anotaciones del capítulo I.
O sea que el cuaderno naranja no será para la segunda parte, como triunfalmente había anunciado, sino para las anotaciones de los capítulos que tengo que modificar. Es así de simple: lo que he aumentado al capítulo I es, en cuartillas, más que el propio capítulo I, que era cortito, y ya estoy calculando que aumentará más cuando lo pase a máquina, sin hablar de que ya estoy previendo cambios en el capítulo II que modificarán el I, y así sucesivamente.
Eso sí, vean qué papel tan maravilloso: la página izquierda es el reverso de la manchada por el vino, y casi no se pasó al otro lado. Los Calligraphe son una belleza. Si quieren saber más, pínchenle aquí.
Y aquí está la primera página del capítulo I. En morado está la corrección de hace unos días, que creí más o menos definitiva. En negro están algunas correcciones y añadidos. Lo mismo en la página de abajo.
Ojalá me alcancen las vacaciones para terminar de terminar de corregir y poner lo nuevo. Ya veré después de dónde saco tiempo para pasar las correcciones a máquina; eso es lo de menos.
Y, no, no sería más fácil hacerlo directamente en la compu. Pierdo muchos detalles, y el proceso de corrección es mucho más largo, porque el de escritura es demasiado rápido.
Lo que sé es que he avanzado mucho en los tres meses y medio que llevo en la novela. Y cada vez me parece menos rara y voy entendiéndola más. Igual me sorprendo con algunas de las cosas que van saliendo; de verdad que los personajes son animales caprichosos, y ése es su encanto. Hasta parecen humanos... (O los humanos parecen personajes. Creo que moriré sin querer averiguarlo.)
Y al rato hay almuerzo de Navidad y fin de año en La Casa. Ya está el pollo cocinado; en un rato nos ponemos en lo del mole y todo lo demás.
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