Trece otra vez
Raúl Figueroa Sarti, director de F&G Editores de Guatemala, me envió ayer, en PDF, las galeras de Trece, que quiere publicar para el primer trimestre del año próximo, probablemente para finales de febrero. Sería la tercera edición de la novela, después de la de México en 2003 y la de Francia en 2006. A ésta le hice algunos cambios en los primeros capítulos, para que el texto quedara un poco más fluido; si algo me gusta de esta novela es la limpieza del texto, y todavía aguantaba una revisión más.
Ya he contado que la empecé en 1989 y la terminé en 1998. Luego la estuve corrigiendo hasta 2001, y no volví a tocarla. En 2005 tomé un ejemplar de la edición mexicana y me puse a corregir directamente sobre él, hasta cierto punto, y luego a máquina. Creo que Osvaldo Hernández tiene ese ejemplar; un día me pidió prestada la novela y era el que tenía a la mano.
Me da gusto y orgullo que Trece se publique en los días en que se presentará Las flores, de Denise Phé-Funchal, y poco antes de dos novelas, bastante notables, de compañeros salvadreños con los que hemos compartido cosas acerca de la narrativa: El sueño de Mariana, de Jorge Galán (me tocó ser jurado en los juegos florales en los que ganó un premio), y Los locos mueren de viejos, de Vanessa Núñez Hándal, compañera de La Casa.
A finales del año pasado, F&G publicó Cualquier forma de morir, y desde antes Raúl me dijo que quería publicar Trece. Tuve, también en Guatemala, un ofrecimiento de una editorial más grande para la misma novela, pero la verdad es que prefiero las editoriales pequeñas, en las que uno trabaja con el editor y hasta se toma un café con él, o lo que le guste tomar. Es lo que me gusta de trabajar con Alain Mala en Francia: es un tipazo que cree en lo que hace, y que las ha pasado verdes para poder lograrlo. Ahora, al igual que Raúl, ya tiene un fondo editorial bien decente y es feliz haciendo lo que ha nacido para hacer.
Hay un detalle que va a cambiar en el que quizá pocos se fijen, y todo a causa de La Camisa, como le dicen Vanessa y Denise.
Tengo tres camisas de cuadros que son las de batalla, igualitas, y apenas cambia el color. (Todas tienen azul, hay que anotarlo.) Las uso desde hace unos cuatro años --salieron buenísimas--, por lo menos una vez a la semana casa una. Con ésas me fui a México en 2005 y con esas mismas estuve en la FILCEN de Guatemala de 2006. En esa ocasión, Vanessa me tomó un montón de fotos, como mi hija me había tomado --con las mismas camisas-- un año antes. Cuando Raúl me pidió que le enviara una foto para la solapa, tomé una con La Camisa, se la envié y, a pregunta expresa y necesaria de su parte, le dije que la había tomado Vanessa. En realidad la tomó mi hija Eunice. O sea que ahora el crédito tendrá que ser para ella, sin detrimento de las buenas fotos que me ha tomado Vanessa, ejem, como la que acompaña el perfil de este blog.
Hay algo que me va a gustar. En 1999, cuatro años antes de que se publicara Trece, encontré una foto en una tienda de la Ruta 66, en Flagstaff, Arizona. Cuando la vi, dije: "Ésta es para la portada de Trece". Y pues no: la idea gráfica que tenían en el Instituto Mexiquense de la Cultura, donde se publicó primero, era radicalmente diferente, y más aún la de Alain Mala en Cénomane. Se la envié a Raúl para decirle que quizá podría quedar en la portada de F&G, y me dijo que le parecía bien. En principio creo que quedará al menos como uno de los elementos de la portada. Es una foto de finales del siglo XIX o principios del XX, casi un daguerrotipo. Me costó dos dólares con cincuenta, y estaba entre varios cientos de fotos antiguas.
No era el primer lugar de Flagstaff en el que veía tantas fotos antiguas a la venta, y pregunté por qué. Me contestaron que en Arizona viven muchísimos mormones, y que una de sus características es que trazan largos árboles genealógicos, y que eso es un factor importante para ellos. Pero hay quienes quieren entrar a la iglesia mormona y no tienen antecedentes familiares más allá de un par de generaciones, así que inventan su genealogía y, para comprobarla, andan a la cacería de fotos antiguas, en el plan de "Ésta es mi bisabuela Gertrude" o "Mire, tengo la misma nariz del tatarabuelo Spencer". La gente es gente, pues, y yo me enamoré de esa foto para Trece. Ojalá que de verdad pueda quedar en la portada; la decisión final es de Raúl.
Para la edición original, los diseñadores usaron un cuadro de Domenico Fetti titulado "La melancolía", que es una maravilla también. Lo reproduco completo. La portada del libro puede hallarse aquí.
Ahora estoy con las galeras. Como siempre, hay detalles que a uno se le pasaron antes, y que según uno arruinan todo el texto y toda su carrera literaria, o pequeñas torpezas que uno siente como cañonazos en los ojos, además de algunos detalles de formato --que siempre los hay-- y errores de dedo que sobreviven a los años.
Y al rato voy a poner a macerar la pierna con naranja agria, para la cena de mañana. Y a ver si me da el tiempo para continuar con el séptimo capítulo de la nueva novela. En serio que quiero saber qué sigue.
Ya he contado que la empecé en 1989 y la terminé en 1998. Luego la estuve corrigiendo hasta 2001, y no volví a tocarla. En 2005 tomé un ejemplar de la edición mexicana y me puse a corregir directamente sobre él, hasta cierto punto, y luego a máquina. Creo que Osvaldo Hernández tiene ese ejemplar; un día me pidió prestada la novela y era el que tenía a la mano.
Me da gusto y orgullo que Trece se publique en los días en que se presentará Las flores, de Denise Phé-Funchal, y poco antes de dos novelas, bastante notables, de compañeros salvadreños con los que hemos compartido cosas acerca de la narrativa: El sueño de Mariana, de Jorge Galán (me tocó ser jurado en los juegos florales en los que ganó un premio), y Los locos mueren de viejos, de Vanessa Núñez Hándal, compañera de La Casa.
A finales del año pasado, F&G publicó Cualquier forma de morir, y desde antes Raúl me dijo que quería publicar Trece. Tuve, también en Guatemala, un ofrecimiento de una editorial más grande para la misma novela, pero la verdad es que prefiero las editoriales pequeñas, en las que uno trabaja con el editor y hasta se toma un café con él, o lo que le guste tomar. Es lo que me gusta de trabajar con Alain Mala en Francia: es un tipazo que cree en lo que hace, y que las ha pasado verdes para poder lograrlo. Ahora, al igual que Raúl, ya tiene un fondo editorial bien decente y es feliz haciendo lo que ha nacido para hacer.
Hay un detalle que va a cambiar en el que quizá pocos se fijen, y todo a causa de La Camisa, como le dicen Vanessa y Denise.
Tengo tres camisas de cuadros que son las de batalla, igualitas, y apenas cambia el color. (Todas tienen azul, hay que anotarlo.) Las uso desde hace unos cuatro años --salieron buenísimas--, por lo menos una vez a la semana casa una. Con ésas me fui a México en 2005 y con esas mismas estuve en la FILCEN de Guatemala de 2006. En esa ocasión, Vanessa me tomó un montón de fotos, como mi hija me había tomado --con las mismas camisas-- un año antes. Cuando Raúl me pidió que le enviara una foto para la solapa, tomé una con La Camisa, se la envié y, a pregunta expresa y necesaria de su parte, le dije que la había tomado Vanessa. En realidad la tomó mi hija Eunice. O sea que ahora el crédito tendrá que ser para ella, sin detrimento de las buenas fotos que me ha tomado Vanessa, ejem, como la que acompaña el perfil de este blog.
La foto y La Camisa. Tomada en el restaurante Vips de Insurgentes y Gómez Farías, en la ciudad de México.
Hay algo que me va a gustar. En 1999, cuatro años antes de que se publicara Trece, encontré una foto en una tienda de la Ruta 66, en Flagstaff, Arizona. Cuando la vi, dije: "Ésta es para la portada de Trece". Y pues no: la idea gráfica que tenían en el Instituto Mexiquense de la Cultura, donde se publicó primero, era radicalmente diferente, y más aún la de Alain Mala en Cénomane. Se la envié a Raúl para decirle que quizá podría quedar en la portada de F&G, y me dijo que le parecía bien. En principio creo que quedará al menos como uno de los elementos de la portada. Es una foto de finales del siglo XIX o principios del XX, casi un daguerrotipo. Me costó dos dólares con cincuenta, y estaba entre varios cientos de fotos antiguas.
No era el primer lugar de Flagstaff en el que veía tantas fotos antiguas a la venta, y pregunté por qué. Me contestaron que en Arizona viven muchísimos mormones, y que una de sus características es que trazan largos árboles genealógicos, y que eso es un factor importante para ellos. Pero hay quienes quieren entrar a la iglesia mormona y no tienen antecedentes familiares más allá de un par de generaciones, así que inventan su genealogía y, para comprobarla, andan a la cacería de fotos antiguas, en el plan de "Ésta es mi bisabuela Gertrude" o "Mire, tengo la misma nariz del tatarabuelo Spencer". La gente es gente, pues, y yo me enamoré de esa foto para Trece. Ojalá que de verdad pueda quedar en la portada; la decisión final es de Raúl.
Para la edición original, los diseñadores usaron un cuadro de Domenico Fetti titulado "La melancolía", que es una maravilla también. Lo reproduco completo. La portada del libro puede hallarse aquí.
Ahora estoy con las galeras. Como siempre, hay detalles que a uno se le pasaron antes, y que según uno arruinan todo el texto y toda su carrera literaria, o pequeñas torpezas que uno siente como cañonazos en los ojos, además de algunos detalles de formato --que siempre los hay-- y errores de dedo que sobreviven a los años.
Y al rato voy a poner a macerar la pierna con naranja agria, para la cena de mañana. Y a ver si me da el tiempo para continuar con el séptimo capítulo de la nueva novela. En serio que quiero saber qué sigue.
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